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Shangri-La (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 1:

A TI, PRIMER AMOR

 

Existen cuatro tiempos para que dos amigos se enamoren el uno del otro: temporalmente, en el momento equivocado, demasiado tarde… o para siempre.

(Dave Matthews).

 

 

 

Shiganshina, marzo del 2006. Finales del otoño.

 

Tumbado cuan largo era sobre el beige sofá en ele de la sala, Eren, tras contemplar su dibujo una vez más con ojo crítico y toda la sinceridad de sus casi diez años, tuvo que reconocer que este era terrible.

Llevaba trabajando con ahínco desde que había llegado de la escuela, hacía cosa de dos horas atrás, sin embargo, su esfuerzo no estaba dando los frutos esperados por más que se esforzara, y eso lo frustraba mucho. Incluso había acabado discutiendo y siendo regañado por su madre debido a ello, ya que, decidido como estaba terminar su dibujo aquel mismo día, Eren se había negado con rotundidad a ir con ella a casa de su abuela como esperaba que hiciera, alegando que él aún era demasiado pequeño para quedarse solo en casa por tanto tiempo.

Dios, cuanto odiaba que su madre siguiera tratándolo como un bebé cuando claramente ya no lo era. ¿Cuántos años más tendría que cumplir para que esta comprendiese que se podía confiar en él? Si tan solo fuese como Zeke…

Al tomar el mando de la televisión, que se hallaba sobre la redondeada mesilla de centro que a su madre tanto le gustaba, Eren ahogó un gemido al ver como el condensado frío de su vaso de jugo había dejado una pequeña poza encima de la clara madera de esta, la cual se apresuró a secar con una servilleta, temeroso de recibir un nuevo regaño. No obstante, mientras cambiaba el canal de caricaturas que estaba viendo por uno de animales, el posible enfado de su progenitora fue desterrado completamente de su mente al ser remplazado por el desastre de dibujo que había hecho, así como las posibles formas en que quizá, solo quizá, podría arreglarlo.

Cogiendo este una vez más, Eren se afanó en borrar y volver a dibujar algunas partes —por décima vez—, tan concentrado en su trabajo que solo se percató del paso del tiempo, cuando la luz que entraba por el amplio ventanal frontal que daba hacia el jardín se volvió escasa, anunciando que la oscuridad nocturna caería en breve.

Tras cerrar las claras cortinas beige y encender los apliques de la sala para iluminarla en aquel tenue tono dorado que resaltaba sus paredes blancas, volvió a tomar asiento en el sofá, contemplando nuevamente su dibujo y sintiéndose algo más satisfecho en esa ocasión, pese a que seguía siendo incapaz de plasmar todas las ideas de su cabeza al croquis como parecía hacer siempre Jean. Eren en verdad odiaba saber que este dibujaba mucho mejor que él a pesar de no poner esfuerzo alguno en ello, aprovechándose de su talento para restregárselo en la cara y así herir su orgullo. La vida a veces era realmente muy injusta.

Dejando su cuaderno sobre la mesilla de centro una vez más —para así evitar estropear su trabajo—, Eren tomó el vaso con jugo de naranja y las galletas de chocolate que eran su merienda y comenzó a comer, recién notando el hambre que tenía. Masticando distraídamente una de las galletas, pensó en por qué las proporciones le salían tan mal pese a estar aplicando de forma correcta las técnicas que su maestra de Artes le había enseñado. Si su error no estaba allí, ¿entonces dónde?, se preguntó preocupado; sin embargo, cuando una respuesta vino a su cabeza golpeándolo con la rapidez y el impacto de un rayo, estuvo a punto de atragantarse.

¡El problema debían ser sus gafas y la graduación!

Asustado, Eren se quitó estas para estudiarlas con atención, aunque no vio absolutamente nada ya que el mundo se volvió una mancha sin forma y de colores difusos a su alrededor entre un parpadeo y el siguiente; aun así, el verdadero desastre ocurrió cuando tanto las gafas como el vaso con jugo escaparon de sus manos sin que pudiese sujetarlos, derramando este último parte de su contenido no solo sobre el sofá y la alfombra crema y azul de la sala, sino que también en la verde sudadera y los negros pantalones de chándal que llevaba puestos ese día.

El amortiguado sonido del cristal al caer sobre la alfombra, antes de rodar por el lustrado piso de madera, encogió su estómago al imaginar ya el horrible desastre que su descuido había creado; desastre por el cual, de seguro, su madre lo querría asesinar en cuanto llegase a casa y lo viera.

Poniéndose de rodillas, Eren palpó con desesperación por todos lados intentando encontrar sus malditas gafas, las cuales parecían haber desaparecido como por arte de magia o una mala broma macabra; pero, antes de que pudiese hallarlas, el inconfundible sonido de la puerta de entrada abriéndose, seguido del familiar «ya estoy en casa» de su hermano mayor, le hicieron comprender que estaba metido en serios problemas.

—¡Eren, si estás en tu cuarto, baja ahora mismo! ¡Te he traído helado! —oyó decir alegremente a Zeke desde el recibidor, de seguro asumiendo que él estaría en la segunda planta como era su costumbre—. Carla me llamó en cuanto las clases acabaron para que me diese prisa en volver, ya que dijo que no quisiste acompañarla hoy donde la abuela. Me pidió que… ¡¿pero qué demonios ha pasado aquí?!

—Se perdieron mis gafas —masculló malhumorado, omitiendo todo el resto del desastre que había causado, confiando en que su hermano no lo notase o, al menos, tuviera la amabilidad de obviarlo. Claramente no fue el caso.

—¡¿Qué has hecho?! —exclamó Zeke, justo en el momento que él posó una de sus rodillas sobre una poza de jugo, sintiendo como sus pantalones se humedecían de forma desagradable—. Por Dios, Eren, ¡estate quieto!

Una risa baja, y nada conocida, llegó a sus oídos haciendo que aumentase todavía más su vergüenza, así como los deseos que tenía de que la tierra se lo tragase. Alzando el rostro hacia la fuente del sonido, Eren a duras penas logró distinguir la mancha informe que resaltaba contra las blancas paredes de la estancia, la cual no solo parecía ser un chico, sino que también compañero de escuela de su hermano.

Zeke realmente era un completo tonto por llevar visitas a casa cuando menos bienvenidas eran.

—¡Es que no encuentro mis gafas y sin ellas no veo nada! —protestó él, sintiendo más vergüenza todavía cuando su hermano, alto y fornido como era, lo levantó sin esfuerzo alguno para dejarlo sentado sobre el sofá, tal cual sí Eren fuese un niño pequeño—. ¡Zeke!

—Ya las buscaré después, por ahora solo quédate quieto y sentado mientras voy por algo para limpiar este estropicio y secarte un poco. Si Carla llega antes de que arreglemos esto, nos regañará a los dos —le advirtió este, acariciando sus cortos y castaños cabellos con una mano—. Vigila que no se mueva de allí, Levi. Mi hermanito no se caracteriza precisamente por ser el chico más obediente del mundo.

Los largos y pesados pasos de su hermano, saliendo de la sala, fueron por completo familiares y audibles para él, pero no así los del otro chico, Levi, quien antes de que Eren supiera que ocurría, estaba casi frente suyo. Tan, tan cerca, que incluso con su pésima visión casi pudo distinguir algunos de los rasgos difuminados de su semblante.

—Tch, que mocoso tan desastroso eres —lo oyó decir, pero más que enfado o burla en su voz, Eren pensó que todo aquel escándalo bobo le parecía hasta divertido.

—¡No soy un mocoso! A fin de mes cumpliré ya diez años —se defendió indignado, entrecerrando amenazadoramente sus verdes ojos y frunciendo sus pobladas cejas para hacerlo notar—. Y no es educado que te burles de alguien que acabas de conocer.

—Lo sé, lo sé; mi error. Ten. —Sin estar preparado para ello, Eren contuvo el aliento cuando el amigo de su hermano le puso nuevamente sus gafas perdidas, haciendo que una vez más el mundo cobrara vida, formas y colores para él—. Joder, si pareces una lechuza. Una condenada lechuza bebé.

Un nuevo violento sonrojo de vergüenza le abrasó desde el cuello hasta la raíz del cabello al contemplar al chico que tenía enfrente, quien, con una ligera sonrisa dibujada en sus pálidos y delgados labios, no dejaba de verlo.

Este, pese a ir vestido con el mismo uniforme escolar de negro pantalón, blanca camisa y gris suéter y corbata que su hermano mayor utilizaba, lucía por completo diferente. Al igual que Zeke, el chico debía estar ya rozando los quince o dieciséis años, pero donde su hermano era todo rubio, alto y corpulento debido a sus prácticas con el equipo de beisbol, aquel otro era casi tan delgado como él mismo, y con una estatura bastante promedio en realidad; además, su cabello era muy negro y muy liso, y lo llevaba partido casi a la mitad, permitiendo que este cayese ordenadamente sobre su nuca rasurada y sus orejas, lo que hacía resaltar aún más su piel pálida, así como aquel par de grises ojos que no dejaban de verlo con un burlesco detenimiento, que parecía enfatizarse aún más con el arco que formaban sus delgadas cejas oscuras.

Si el tal Levi se sintió incómodo o no por su escrutinio, no lo demostró en absoluto, y a Eren tampoco le importó mucho ser así de impertinente. Aquel chico, al cual jamás en su vida había visto hasta ese momento, era como el personaje que estaba creando para su historieta. ¡El amigo de Zeke era como su superhéroe!

Por un momento, dividido entre el bochorno y la ansiedad, él le quiso decir muchas cosas y llenarlo de preguntas como ocurría cada vez que estaba emocionado, pero al recordar repentinamente que este acababa de decir que era un bebé, sus mejillas se inflaron con indignación mientras se preparaba para ponerse a protestar.

—Oh, nada mal —murmuró Levi al tomar su cuaderno sin pedirle permiso—. ¿Lo has hecho tú, mocoso?

Sintiendo que el sonrojo furioso que llenaba su rostro ya no podía considerarse algo normal ni sano, y luchando contra los imperiosos deseos que tenía de quitarle al chico el cuaderno de las manos para huir a esconderse a su habitación, Eren asintió.

—Sí —masculló, deseando que se lo tragase la tierra—, pero no me ha quedado muy bien. Aún estoy aprendiendo y…

—Tus proporciones son un puto desastre, pero no están mal del todo. De hecho, creo que son mejores de las que yo hacía a tu edad.

Al ver que Levi realmente observaba su dibujo con detenimiento, con detenimiento de verdad y no como si deseara burlarse de él, sus esperanzas renacieron de golpe, por lo que se apresuró a preguntarle:

—¿Sabes dibujar?

Este, volviendo su pálida mirada en su dirección, se encogió de hombros.

—Mmm, un poco, supongo. Al menos lo suficiente para saber que es un dibujo decente.

El sonroso que esa vez Eren sintió le subía al rostro, fue por completo diferente a los anteriores, sobre todo debido al calor que inundó su pecho e hizo que desease ponerse a llorar, aunque se contuvo.

—Entonces… —comenzó, algo dubitativo, mordisqueando su labio inferior—. ¿Me enseñas a dibujar?

Los grises ojos de este, del mismo color que adoptaba el encrespado mar en invierno, lo estudiaron unos instantes; instantes que a él se le hicieron larguísimos, por lo menos hasta que una nueva sonrisa perfiló sus labios, relajando su semblante serio.

—Tch, ¿por qué no? —respondió, tendiéndole su palidísima mano de delgados dedos—. Soy Levi. Levi Ackerman.

—Y yo Eren. Eren Jaeger —le dijo sintiéndose a punto del desmayo, pero aun así intentando comportarse como alguien mayor—. Un gusto conocerte, Levi.

Y mientras sujetaba aquella otra mano contra la suya en aquel terrible y sorpresivo primer encuentro, Eren supo, sin duda alguna, que acababa de conocer a un superhéroe de carne y hueso.

 

——o——

 

Shiganshina, enero del 2021. Comienzo del invierno.

 

Sentado al borde del blanco sofá de dos cuerpos que era parte del mobiliario de la sala, Eren —maldiciendo entre dientes a su condenado móvil por haberse quedado sin batería cuando más lo necesitaba— se apresuró a atar con torpe precisión las cintas de sus negros botines, oyendo a medias el noticiero matutino en la televisión colgada sobre el blanco muro frente a él, y sintiendo la presión del tiempo en su contra a cada nueva noticia que el presentador anunciaba.

Iba tarde, muy tarde, pero aun así debía ser honesto y reconocer que la culpa de haberse quedado dormido aquella mañana era solo suya y de nadie más, o al menos de nadie a quien pudiese culpar abiertamente, ya que el otro responsable de seguro ni siquiera estaría al tanto de los estragos que estaba ocasionando una vez más en su vida, y su corazón de paso.

Debido a los enormes nervios que sentía por lo que ocurriría aquel día, Eren simplemente había sido incapaz de pegar ojo durante toda la noche pese a todos sus intentos, pasando gran parte de esta dibujando como un completo obseso, determinado a distraerse y cansarse lo suficiente para poder conciliar el sueño. Sin embargo, con lo que no había contado, era conque el tiempo volase sin que se diera cuenta, por lo que cuando el final de la noche comenzó a asomar por su ventana, se metió a la cama a toda prisa, rogando por al menos lograr dormir una hora completa antes de tener que enfrentar esa jornada. Una maldita hora que acabó convirtiéndose en tres.

Si no le daba un paro cardiaco de un momento a otro a causa del estrés, se dijo, de seguro su corazón acabaría escapando de su pecho sin que pudiese detenerlo debido a lo acelerado de sus desenfrenados latidos.

—¿Realmente no quieres desayunar nada, Eren? —le preguntó la conocida voz de Historia, aun medio dormida al salir de su cuarto, el cual quedaba justo en diagonal a la sala donde él se encontraba sentado—. Puedo prepararte un café y algo para comer en el camino, si gustas.

Ataviada con una peluda bata rosa y unas blancas pantuflas de corderitos que solo servían para enfatizar lo muy pequeña que era en su escaso metro cincuenta de estatura, esta jugueteó con la punta de la rubia trenza en la que llevaba recogido su liso cabello, bostezando con todo descaro mientras aguardaba por su respuesta.

—Dudo que ahora mismo pueda comer algo sin desear vomitarlo, Historia, pero gracias de todos modos —respondió, poniéndose de pie para dirigirse hacia la entrada y revisar con ojo crítico su aspecto en el espejo que allí había.

Eren sabía bien lo ridículo que era el preocuparse por algo tan banal como su apariencia cuando iba con el tiempo en contra para pasar a recoger a Jean, antes de irse juntos al aeropuerto, sin embargo, muchas veces las malas costumbres eran algo difícil de evitar, pese al tiempo transcurrido. Por ese motivo, aquella mañana se había esforzado un poquito más que de costumbre, cambiando sus habituales vaqueros por unos pantalones de pana negros y un suéter azul oscuro de cuello alto que el día anterior Historia insistió le quedaba muy bien, asegurándole que este no solo remarcaba su buena figura, sino que también resaltaba el natural tono moreno de su piel y sus ojos verdes, por lo que lo había acabado convenciendo.

—Entonces, tal vez podríamos salir a comer juntos más tarde, cuando tengamos un descanso en la compañía, ¿qué te parece? —le preguntó esta, haciéndole un gesto para que se acercara e inclinara en su dirección, lo que no era nada fácil teniendo en cuenta su más de metro ochenta y la gran diferencia de estatura entre ambos—. Supongo que para entonces ya los nervios habrán pasado, ¿no? Así podrás contarme también como te fue esta mañana.

Permitiendo que la chica le ordenase un poco el rebelde cabello castaño oscuro, el cual llevaba recogido en una desmadejada coleta, Eren se encogió de hombros, no demasiado seguro de que todo el cúmulo de emociones desenfrenadas y angustiantes que lo venían consumiendo desde hacía días atrás —cuando le encomendaron aquella tarea—, fuera a remitir solo tras haber pasado por aquel momento. De hecho, dudaba siquiera que su vida pudiese volver a su rutinaria normalidad en mucho, mucho tiempo.

—Quizá —respondió, dando un golpecito con el dedo en la frente de esta—. Ya te avisaré luego.

Los enormes ojos aguamarina de su prometida lo miraron retadores, pero aun así esta acabó de acomodar unos cuantos mechones sueltos tras sus orejas, dejando luego en beso sobre su mejilla antes de pellizcarla con cariño.

—Más te vale que lo hagas, Eren Jaeger, y abrígate bien antes de salir, o mi padre me asesinará si te enfermas y el proyecto se retrasa más de lo que ya está. De seguro la neblina y la llovizna no se retirarán hasta el mediodía —le dijo, contemplando desanimada hacia el ventanal, desde donde era visible la humedecida calle, cuatro pisos más abajo—. Ya vete, o llegarás tarde —lo apremió esta, liberándolo de sus manos para darle un empujón en el pecho—. Y saluda a Levi de mi parte. Dile que espero haya tenido un viaje agradable y que nos conoceremos mañana, durante la primera reunión en conjunto.

—Lo haré —le aseguró él, dejando un beso sobre su rubia coronilla—. Nos vemos en la compañía entonces.

—Nos vemos allá —respondió Historia, dirigiéndose hacia la cocina americana en forma de ele que era parte del uniambiente que conformaban la sala y el comedor del pequeño y moderno apartamento que ambos compartían desde hacía tres años, cuando anunciaron su noviazgo.

Una vez tomó su billetera y las llaves del coche de la mesita llena de portarretratos emplazada junto a la puerta de entrada, Eren se puso su grueso abrigo negro y una bufanda a juego, agarrando su bolso en bandolera, listo para salir. No obstante, nada más abrir la puerta y despedirse, Historia lo llamó, apoyándose en la blanca isleta de la cocina mientras le enseñaba dos de sus diminutos dedos, en una señal de victoria.

—Todo saldrá bien, Eren, confía en mí. Me lo dice el corazón.

Él sonrió suavemente en respuesta a sus ánimos, pero mientras esperaba por el elevador para dirigirse hacia el estacionamiento, cerró los ojos unos instantes y rogó por tener al menos una pequeña, pequeñísima parte de su confianza.

 

——o——

 

—¡Maldita niebla del demonio! —protestó Jean una vez más, apoyándose en uno de los grises muros de la terminal aérea mientras bebía su tercer vaso de café de la mañana—. De todos los días del año, ¿por qué justo hoy nos tenía que tocar así de densa? Ese bastardo de Ackerman tendrá un cabreo monumental cuando llegue. Detesta los retrasos.

Con su largo cabello castaño claro bien peinado, para dejar su rostro al descubierto, y ataviado con azules vaqueros y un corto abrigo negro que le cubría hasta el cuello, a ojos de Eren, Jean parecía más un modelo, listo para ser fotografiado, que parte del séquito de bienvenida de un grupo de pasajeros provenientes del extranjero, como se suponía era.

Aun así, solo asintió y miró una vez más la pantalla de vuelos, sabiendo bien que lo que el otro acababa de decirle era una verdad innegable. Levi odiaba la impuntualidad con todas sus fuerzas, por lo que de seguro ahora mismo estaría molesto. Muy, muy molesto.

Aquel frío y oscuro día de comienzos de enero, no solo había amanecido con una llovizna persistente que humedecía todo a su paso, sino que también con una densa capa de niebla arrastrada, procedente desde la costa, y la cual no permitía ver más allá de unos pocos pasos por delante, entorpeciendo la visibilidad hasta lo imposible.

Jean y él llevaban esperando desde las ocho en la terminal internacional del aeropuerto de Shiganshina, hora a la que se suponía llegaría el vuelo procedente desde Marley; sin embargo, debido al pésimo tiempo, producto de las precipitaciones, el avión había despegado con retraso desde su país de origen, afrontando turbulencias durante su difícil trayecto, solo para encontrarse que, llegando a Paradis, las condiciones no eran mucho mejores debido a la densa neblina mañanera, la cual los obligó a sobrevolar la zona por más de media hora antes de poder aterrizar.

Afortunadamente, hacía ya cosa de media hora que el avión había logrado llegar a suelo paradisiano sin mayores contratiempos, por lo que ahora solo les restaba esperar por todo el engorroso trámite que siempre resultaba ser el proceso de desembarque e ingreso al país; él ultimo paso antes de que volviesen a verse.

En verdad, se dijo Eren, la vida parecía más que dispuesta a tener su alma pendiendo de un hilo, de seguro muy divertida al saber que él no daba más a causa de la tensión.

—Deberías haberte negado, ¿sabes? —comentó Jean casi al descuido, dando un nuevo sorbo a su vaso de café y posando luego sus manos en torno a este—. Que de algo te sirva ser el futuro yerno del presidente de la compañía, ¿no, bastardo?

Nada más oír aquel comentario que, claramente, era tanto una broma como una puya por parte de su amigo y compañero de trabajo, Eren torció los labios con disgusto y le pegó un codazo en las costillas, casi provocando que el caliente líquido que este sostenía se derramase en el piso, ganándose una mirada de advertencia que sostuvo sin amilanarse ni un poco.

—Mis méritos son míos y nada tiene que ver Historia en ello. Que te quede claro, cara de caballo.

—Y no digo lo contrario, Eren; pero, si te encargaron que vinieses a recoger hoy a Levi y su equipo, fue porque se filtró la información de que ambos se conocían desde antes.

—Prefiero creer que fue solo una simple casualidad, de esas que ocurren a veces en la vida; del mismo modo que me ha tocado la desgracia de tener que venir contigo —replicó él, apoyándose junto a Jean en el muro con los brazos cruzados sobre el pecho e inspirando profundo para calmar, aunque fuese solo una décima parte, de sus nervios.

A pesar de haber dicho aquello solo como una broma para irritar a su amigo —aquel tipo de comentarios idiotas que desde un comienzo habían forjado su relación de amistosa rivalidad, siendo apenas unos niños—, algo en la seria expresión de este alertó a Eren, haciéndole preguntarse si quizás en esa ocasión sí había ido demasiado lejos.

Dando otro largo sorbo a su café hasta acabarlo y arrugar luego el vaso vacío, su amigo le dijo en un murmullo apenas audible:

—Vine porque quise, idiota. Yo mismo me ofrecí de voluntario para acompañarte cuando supe que te tocaría venir a recogerlo.

Incrédulo y un poco desconcertado por aquella inesperada confesión, Eren pestañeó repetidamente, tanto que por un momento notó como la lentilla izquierda le molestaba más de lo normal, haciéndole temer que esta se le fuese a caer de un momento a otro.

Contemplando aquel rostro ligeramente alargado y perfilado por una cortísima barba castaña, cuyos claros y afilados ojos marrones lo observaban entre avergonzados y expectantes, él no pudo más que sentirse abrumadoramente agradecido.

En el pasado, Jean Kirstein no solo había sido su vecino y compañero de clases, sino que también el chico más insoportable que Eren tuvo la desgracia de conocer en su vida. Siempre decidido a desafiarlo en todo, absolutamente todo, y así demostrar que era mucho mejor que él; aunque pocas veces lo consiguiera, claro. Aun así, esa misma vida había terminado por juntarlos una y otra vez a base de golpes, enfrentamientos y peleas que acabaron con ellos dos convertidos en amigos, y era debido a esa amistad teñida de muchas cosas que ambos compartían, que comprendió a la perfección la leal motivación que había impulsado al otro, sintiéndose absurdamente conmovido por ella.

—Gracias —respondió con sinceridad, negándose a mirar al otro chico por temor a delatar su vergüenza y ver la ajena, sabiendo que este no se alegraría de ello—. De verdad eres un gran amigo, Jean.

—Pues que no se te olvide eso cuando debas comprar un obsequio de bodas para mi matrimonio con Mikasa, bastardo. ¡Me debes algo espectacular!

Desconcertado ante aquella noticia, Eren abrió la boca con incredulidad cuando volvió el rostro para verlo.

—¡¿Es que se van a casar?! —preguntó, sin poder creérselo, sobre todo porque, con lo muy cobarde que a veces era, Jean habría tenido que recurrir tanto a su ayuda como a la de Armin para conseguir el valor necesario para proponerse a su novia—. ¿Cuándo?

—¡No lo hagas sonar como si fuese un milagro, bastardo! —le dijo este, frunciendo sus delgadas cejas y con un violento sonrojo cubriendo sus pómulos—. ¡Por supuesto que Mikasa y yo vamos a casarnos! Algún día. O al menos eso espero.

La patada que Eren le pegó en la espinilla hizo soltar un quejido a Jean, pero fue devuelta casi de inmediato por este, seguida por otra suya y así a continuación, hasta que ambos cayeron en cuenta sobre lo muy ridículo que debía resultar ver a dos chicos, de casi veinticinco años y sobre el metro ochenta de altura, peleándose cual si fuesen niños.

A pesar de que aún era temprano, aquella terminal del aeropuerto se encontraba bastante llena, con pasajeros apresurándose a hacer las filas correspondientes para facturar sus equipajes, mientras que otros venían ya desembarcando de sus propios vuelos, ansiosos por reunirse con quienes los esperaban —llenos de alegría—, o tan solo tomando sus rumbos individuales sin prestar atención al resto.

Al pensar en el motivo que lo había llevado hasta allí esa mañana, Eren no pudo más que sentirse un poco ansioso e inquieto. Tal como había dicho Jean, tres días atrás, Rod Reiss —el padre de Historia y el presidente de Maria & Rose, la compañía de marketing para la que él trabajaba desde que acabó sus estudios de Diseño Gráfico, dos años atrás— le pidió, expresamente, que aquel día fuese a recoger a la nueva contratación de la compañía y a su equipo, ya que trabajaría con ellos en la misma área durante lo que restaba de ese año. En otras circunstancias, Eren no habría tenido problemas en aceptar de buena gana ese tipo de pedido, ya que lo había hecho con anterioridad; sin embargo, cuando supo el nombre de quien llegaría desde el extranjero para supervisar uno de sus nuevos y más ambiciosos proyectos, estuvo a punto de morir.

Levi Ackerman.

Levi, que había dejado Paradise ocho años atrás, sin intención alguna de retorno tras todo lo ocurrido con el idiota de Zeke. Levi, que se había marchado dejando su corazón tan fracturado que, pese a todo el tiempo transcurrido, Eren todavía sentía que este no había logrado sanar del todo, y quizá jamás lo hiciera.

Aun así, allí estaba, se dijo, esperando pacientemente en la terminal porque este llegase y él tuviera que comenzar a fingir que nada de aquel pasado juntos le afectaba o importaba, cuando por dentro sentía que a cada segundo que pasaba en esa agonía, iba muriendo un poco más.

El timbre de su móvil sonó anunciando un mensaje entrante, y al ver que se trataba de una fotografía de Annie junto a Armin en la clínica veterinaria donde trabajaban, no pudo evitar sonreír, desterrando momentáneamente sus preocupaciones.

Tan rubia como su amigo, pero mucho menos sonriente, Annie —manteniendo uno de sus delgaduchos brazos enlazado en torno al cuello de Armin y pegando una de sus pálidas mejillas contra la del otro— posaba en aquella foto junto a tres crías de gato, todas atigradamente grises y con enormes ojos azul deslavado que observaban hacia la cámara, dando una imagen muy tierna.

«Pídele que adopte uno, o mejor a los tres, ¡por favor! A ti nunca te dijo que no», era el mensaje escrito bajo la fotografía por parte de la novia de Armin, y el cual hizo reír a Eren pese a que cierto doloroso aguijonazo golpeó su pecho al saber que aquello era verdad.

En el pasado, durante todos los años juntos que Levi y él compartieron, este muchas veces se había mostrado bastante proclive a complacer sus caprichos, por muy tontos o disparatados que fuesen. Incluso Zeke, que solía ser bastante complaciente con Eren todo el tiempo, se había molestado en más de una oportunidad por eso, alegando que él se aprovechaba del aprecio que el otro le tenía para hacer su voluntad, aunque sus intenciones jamás fueron esas en realidad.

A sus ojos, Levi no solo había sido su héroe de la infancia y quien sembró muchas de las bases de quien era él hoy en día, sino que también fue uno de sus mejores amigos. Aquel que incontables veces se convirtió en el confidente que lo ayudó a sobrellevar ese mundo que en algunas ocasiones amenazaba con superarlo, y el que lo impulsó a alcanzar lo que deseara, mientras pusiese todo su corazón y esfuerzo en ello. Levi había sido muchas cosas para Eren, y antes de que él siquiera se diese cuenta de cómo, este también acabó convirtiéndose en su más grande y anhelado sueño; aquel que sabía estaba demasiado lejos de su alcance para siquiera llegar a ilusionarse con tenerle, pero el cual aun así era incapaz de dejar ir, porque a sus ojos no existía otra estrella más brillante.

Tras responder el mensaje a sus amigos y enviar uno más a Historia, avisándole sobre el retraso, mostró a Jean la fotografía de estos y bromearon un rato mientras platicaban sobre los gatitos, a los que esos dos estaban empeñados en conseguirles un nuevo hogar, lamentándose un poco por el no poder adoptarlos ellos mismos.

Cansado a causa del estrés y la falta de sueño, Eren ahogó un bostezo y frotó sus ojos, con tan mala suerte que, antes de que pudiese sujetarla, su lentilla izquierda finalmente acabó desprendiéndose y cayendo al piso de la terminal.

—¡Oh, demonios! —masculló irritado, acuclillándose a toda prisa para recuperarla antes de que alguna persona pudiese pasar y pisarla; una horrible situación que ya había vivido otras veces.

—¿La encontraste? —inquirió su amigo con preocupación, de seguro porque conocía a la perfección lo muy peligroso que él podía llegar a ser con una visión limitada.

—Sí, sí; pero tendré que ir al baño unos momentos —anunció al ponerse de pie, sintiéndose algo mareado a causa del desenfoque, por lo que cubrió su ojo irritado con la mano libre—. Si llegan mientras no estoy, pídeles disculpas de mi parte y diles que me esperen, ¿está bien?

La respuesta de Jean se perdió entre el bullicio de la multitud que repletaba la sala de la terminal, mientras Eren se encaminaba con paso raudo a uno de los baños cercanos para no demorar demasiado y así evitar causar una mala impresión en su primer encuentro en nombre de la empresa. No obstante, una desagradable vocecita en su cabeza le hizo ver que la compañía poco tenía que ver con su real interés; vocecilla que se obligó a acallar sin piedad.

Una vez estuvo en el baño, desató su negro bolso y buscó en su interior la solución desinfectante de las lentillas, pero al caer en que con el apuro no la había echado, y suponiendo que higienizado era lo menos que estaría el piso de aquel lugar, tan solo se quitó la otra y guardó ambas en el estuche de estas, tomando luego el de sus gafas para usarlas durante ese día.

Tras lavarse la cara y humedecerse la nuca con la intención de tranquilizarse un poco —porque se notaba demasiado ansioso y eso jamás era una buena señal—, Eren se sujetó del lavado unos instantes e inspiró profundo un par de veces, pero ni siquiera así logró aligerarse del todo. Muchas de las cosas que había sentido y experimentado durante aquellos últimos ocho años, y las cuales ya creía superadas, estaban regresando a él de golpe y sin darle siquiera oportunidad de reponerse y volver a respirar, por lo que se sentía terriblemente agobiado.

¿Cómo demonios era posible que una sola persona tuviese la capacidad de poner de cabeza el mundo de otra con su sola existencia?, se preguntó. Era tan endemoniadamente injusto…

Luego de secar su cara y sus manos con una toalla de papel, tomó el estuche con las gafas para ponérselas; sin embargo, antes de que pudiese abrirlo, este acabó escapando de sus manos, directo hacia el suelo.

Entrecerrando los ojos para enfocar mejor, y tragándose una completa ronda de maldiciones, Eren se acuclilló para recuperar el estuche; no obstante, antes de que pudiese tomarlo, alguien se le adelantó.

Sorprendido, alzó el rostro hacia el otro, pero sin darle tiempo a que pudiese decir nada, las gafas fueron puestas sobre sus ojos con una dolorosa familiaridad, pudiendo nuevamente enfocar no solo el mundo a su alrededor, sino que también al hombre frente suyo, como si de un absurdo y angustioso déjà vu se tratase.

—Joder, sigues pareciendo una lechuza. Y un mocoso. Un mocoso desastroso.

Sintiendo como el mundo se abría a sus pies y amenazaba con enterrarlo en sus profundidades, él apenas pestañeó; quizá temiendo que, de hacerlo, este desapareciera como tantas veces lo había hecho en sus sueños, dejándolo luego destrozado.

—Levi.

Ocho años eran el tiempo que no se habían visto. Ocho largos años donde el contacto entre ellos se había limitado a mensajes y conversaciones telefónicas que cada vez se fueron haciendo más esporádicas, quizá porque fingir que todo lo que habían compartido no existía, era más sencillo que enfrentarse a la dolorosa realidad.

Habían sido ocho años en los que Eren muchas veces se cuestionó su actuar y sus decisiones, sin saber si haberle confesado a este lo que sentía fue un error; sin saber si el no haber insistido más para que sus sentimientos fuesen tomados en cuenta, fue un error. Sin saber si, de haber actuado de una manera diferente el día de su despedida, quizá todo lo que una vez creyó los unía, no se habría cortado de forma tan abrupta.

Habían sido ocho largos años de muchas dudas, tristeza y caminos por completo diferentes, pero al ver a Levi frente a él, luciendo tan similar al chico de casi dieciséis que había conocido a sus casi diez, y al de veintidós que tuvo que obligarse a dejar marchar cuando acababa de cumplir los diecisiete, Eren sintió que el tiempo parecía haberse detenido para ellos. Casi como, si en algún punto del pasado de ambos, alguien hubiese apretado el botón de pausa, el cual no había vuelto a funcionar hasta ese preciso momento, cuando volvían a reencontrarse.

Sin levantarse todavía, la mano de este se posó en su cabeza como solía hacer tiempo atrás, provocándole ganas de llorar y un cierto rastro de culpa visible en aquellos otros ojos grises e invernales.

—Es bueno volver a verte, Eren. Luces bien —le dijo este, poniéndose al fin de pie y tendiendo una mano en su dirección, la cual él aceptó sin dudar.

—Lo mismo digo, Levi —fue su respuesta.

Y aunque cada una de sus palabras fue sincera, aunque cada una había sido su corazón hablando por él, nada en mucho tiempo a Eren le había causado tanto daño. Después de todo, aquel hombre no solo fue su primer gran amor e ilusión, sino que también su más grande y profundo dolor.

Notas finales:

Primero que nada, para todos quienes hayan llegado hasta aquí, muchas gracias. Realmente espero que el primer capítulo de esta historia haya sido de su agrado y que, por lo menos, quedase un poquito de curiosidad por lo que se viene a continuación.

Para quienes no me conocen desde antes, soy Tessa, así que un gusto y gracias por la oportunidad. Si alguien ya se ha topado con alguna otra de mis historias, ¡un gusto nuevamente y muchas gracias por darme la oportunidad, otra vez!

En esta oportunidad, esta historia está escrita y especialmente dedicada para mi querida Nat, ReinadeTormentas, quien ha cumplido añitos el pasado 23.

Así que, mi reina, aquí está al fin tu obsequio, que espero te guste. No puedo escribirte un ZeVi, como sé preferirías, pero al menos espero que esto compense un poquito, jaja.

Muchas gracias por acompañarme un añito más siendo parte de mi vida. Muchas gracias por ser siempre la tormenta que trae cambios y el rayito de sol tras esta. Para mí, tú eres mi superheroína. Long live, para nosotras, siempre juntas. Te amo.

Y bueno, pasando a otra cosa, espero que este primer capítulo les gustase y dejara al menos un poquito de intriga para el siguiente, con este regreso de Levi y parte de la historia pasada que tiene con Eren, o bueno, no solo Eren en realidad. Por eso mismo, a diferencia de otras historias de mi autoría, esta cuenta con un elemento de fechas precisas, para guiar la lectura, ya que cada capítulo comenzará con una escena en flashback, mostrando este pasado en común y como se fue forjando su relación a lo largo de los años, antes de regresar al presente.

Datos bobos aparte, es que aunque varios temas musicales me ayudaron a darle forma a la historia, tres de ellos fueron los principales: Give me Love, Castle on the Hill y All of the Stars, todas de Ed Sheeran y las favoritas de mi reina, para quien fue escrita esta historia.

Y sin más ya me despido.

Una vez más muchas gracias por la oportunidad, quedo en deuda, por lo que solo espero que al menos este primer capítulo haya compensado.

Un enorme abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes y los suyos.

 

Tessa.


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