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BREVES MEMORIAS por MINARAI

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Notas del capitulo:

Seguimos con las apreciaciones de Seiya. Espero disfruten su lectura. Sus comentarios son bienvenidos para mejorar.

CAPÍTULO 4. En ausencia de ti.

 

Tan relajado estaba, tan cómodo se encontraba después de tan delicioso encuentro y ahora esto. Como podría seguir descansando sabiendo que Ikki no estaría más ahí, junto a él. Se levantó de inmediato. - ¿De qué hablas? Por supuesto que iré contigo.

- ¿Qué hay de tus sueños? No podrás estudiar si vas de un lado a otro.

- Por Zeus, acaso no te das cuenta que no hay nada más importante en mi vida que tú. – Pensó. -  Eso aún no lo he decidido, ¿o es qué no quieres que vaya contigo? – Su corazón se contrajo al instante, dolió más que cuando la espada de Hades lo atravesó, no podía ser, no podía dejarlo ahora, esperó impaciente por la respuesta que de labios de Ikki no salía, como si no supiera que responder, él lo buscaba insistentemente con la mirada hasta que Ikki volteó a verlo conectando sus miradas.

- No es eso, pero no quiero que pierdas el…

- No perderé nada, voy a empacar. – Rápido se movilizó por el cuarto buscando una valija no muy grande para empacar, estaba feliz y sonriente, no sabía bien que empacar, lo que sí sabía es que su sueño y anhelo más importante se estaba cumpliendo…iniciaría una vida junto al hombre que amaba, ya no estaría solo, viajaría por el mundo de ser necesario, no importaba a donde fueran si se podía mantener junto a él.

Aun sin hacer su aparición el astro rey anunciaron su partida a todos los habitantes de la mansión, Shiryū se sorprendió más que todos e intentó disuadir a su amigo de su inminente partida - Sei, estás seguro…

 

 

 

 

Obstinado como era, decidió comportarse con cautela en su proceder, no interferir en la misión e incomodar a Ikki, deseaba demostrarle que había madurado y que no se había llevado a un niño con él, aunque tuviera solo quince años y parecía que lo había logrado. Lo dejó descansar dos noches antes de preguntar qué más harían, sabía que no se quedarían en Marruecos, pero no tenía idea de a dónde ir, planeó una cena y luego visitar una galería de arte, ninguno había ido a una antes de esa noche.

- Podemos hacer lo que nos venga en gana e ir a dónde queramos ir. – Sonrió.

Su corazón se llenaba de regocijo al ver sonreír a Ikki, eran tan pocas las veces que lo hacía que se volvían preciadas para él. A Seiya le daba igual el lugar a donde fueran siempre y cuando estuvieran juntos, así que solo señalo con su dedo un punto en el mapa de los cuadros exhibidos.

 

 

 

 

El mes que les tomo llegar a Lisboa fue algo complicado para Seiya, notaba cierto desgano por parte de Ikki, como si nada le importara y constantemente lo retaba. Como sea él estaba decidido a llegar a un buen hotel y disfrutar su estadía allá. Lo arrastró por más de dos horas haciéndolo esperar afuera de cada hotel cargando con todo el equipaje a donde él entró a ver si le gustaba o no el lugar.

Cuando por fin llegaron a destino y aunque a él no le convencía del todo la habitación decidió quedarse porque ya estaba cansado también y podía ver en los ojos azules que Ikki se estaba conteniendo, al final solo le dijo: - La vista al mar lo vale – le hizo el amor con tanta pasión como si lo estuviera haciendo pagar por todo lo que le había hecho pasar o eso fue lo que le hizo sentir.

Terminaba exhausto después de entregarse a Ikki, es que el peliazul era un dios del sexo que lo dejaba tan agotado obligándolo a dormir después. Las pocas veces que consiguió despertar antes que él se iba al centro a conseguir la comida y bebida preferida del mayor, le encantaba consentirlo y mimarlo, era una de sus maneras de hacerle saber cuánto lo amaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cinco horas había pasado mirando sin mirar, sentado en la mecedora que jaló hacia la ventana para estar más cómodo, lagrimas descendían de sus ojos sin haberlo notado, se los limpió y salió en busca de algo de comer, caminó en dirección a la panadería donde trabajó años atrás y vio la casita de dos ventanas al frente y el caminito, ahora estaba ocupada, dos niños jugaban en el jardincito del frente mientras su mamá arreglaba las plantas, observó por unos minutos y siguió su camino a la panadería, pero en su lugar encontró una estética para perros. - Todo cambia – Pensó, él también debía hacerlo ya.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Su vida se estaba encauzando lentamente, Ikki se mostraba feliz realmente por ello y sonreía continuamente, Seiya pensó que era momento de dar el siguiente paso, sin proponérselo se dio cuenta que era él quien guiaba la relación, fue él quien incitó al otro para que se fueran juntos y ahora ya llevaban tres meses viviendo en ese hotel a la orilla de la playa. Él trabajaba en una panadería e Ikki en un taller mecánico, les alcanzaba perfecto para pagar sus gastos y todo iba bien hasta esa noche que él tomó las riendas de la situación y guió su entrega de amor, sin jalones, sin prisas, con todo el amor que fue capaz de demostrar. - Ikki…te amo…te amo tanto. – Lo besó en los labios, siguió su recorrido por sus ojos, el lóbulo de su oreja, mientras su mano traviesa descendía hasta la hombría del mayor para tomarla con fuerza y frotar solo un poco. - Me haces muy feliz. – Su menudito cuerpo tomó posición sobre el mayor y se clavó hasta el fondo, Ikki le ayudaba a subir y bajar aferrando sus manos en sus caderas y de paso acariciando parte de su redondo trasero, él arqueaba su espalda echando su cabeza hacia atrás, apoyando sus manos en las rodillas del mayor, disfrutando de tan íntimo momento regresó su cuerpo al frente hasta llegar a sus labios y besarlo. - Te amo -  Se confesó antes de quedarse dormido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fue por el centro y comió una lasaña, tomó una cerveza artesanal y regresó a la playa, caminó por toda la orilla viendo la hermosa puesta de sol, solían hacer eso después de regresar de un largo día de trabajo. - Sí no hubiera sido tan estúpido, si no lo hubiera presionado – Pensaba - Sólo se hubieran alargado más las cosas, pero todo terminaría igual. – Pronunció en voz alta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ayer que venía de caminó me detuve a ver una casita, tiene dos ventanas y un caminito, le falta pintura, pero tiene arreglo y está en renta. – Supo que le puso atención, aunque no contestó a nada, solo un suspiro escuchó del mayor y prefirió callar, pero fue suficiente para lo que vendría.

 

 

 

 

 

- Acaso recordaría todo lo que le dijo el día que decidió dejarlo de amar, acaso lo recordaba como lo hacía él. – Pensó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las cortinas entre abiertas dejaron pasar la luz, eran las seis de la mañana, pero el sol ya estaba presente, fue muy molesto al despertar, sintió el lugar vacío junto a él, tenía la costumbre de echar su brazo al otro y acurrucarse. Extrañamente no podía recordar cómo fue que empezó la discusión, lo que sí tenía muy presente es que Ikki rehuía a sus ojos, como si no quisiera mirarlo cuando le dijo esas palabras que se le clavaron en el corazón - Si estás aquí es porque así lo quisiste, yo no te quería traer. – Salió de sus labios como liberándose, como si estuviera ansioso por decirlo.

Lloró, no pudo aguantar más y lloró. - No me amas ¿Verdad?

- No imaginé que llegaríamos hasta hoy – Claramente evadió la pregunta - Es mejor terminarlo todo, no quiero que sufras a mi lado esperando algo que yo no te puedo dar – Se sinceró completamente.

- ¿Por qué no lo dijiste, por qué dejaste que viniera contigo — Las lágrimas resbalaban copiosas - ¿Por pena? Sentiste lastima por mí — Le dolió reconocerlo.

- No te quería hacer daño.

Fue lo último que escuchó, su corazón se rompió y lo que siguió no lo pudo evitar, sacó a empujones a Ikki de esa habitación ya que en su vida nunca estuvo. Con él corazón destrozado se echó en la cama, lloró hasta quedar sin lágrimas esperando hasta la hora que normalmente llegaba el peliazul de su trabajo, pero nada que volvió, así estuvo un mes esperando hasta que entendió que Ikki no regresaría por él. Empacó su poca ropa que llevaba consigo y regresó a Japón, no tenía a donde más ir.

 

 

 

 

La evidencia de su dolor estaba en su semblante, ni siquiera Shun se atrevió a preguntar qué había pasado, en contra de la petición de sus amigos se fue a vivir a su antigua casita cerca del embarcadero, no podría dormir una vez más en esa habitación donde muchas noches se había entregado a Ikki, sabía que no se podía dejar morir, aunque eso era lo que más deseaba.

Cómo siempre había sido, Shiryū fue quien lo consoló en un principio, después lo obligó a retomar su vida. En cuatro años, por el método abierto logró validar todos los niveles de estudio que un niño con vida normal debía cursar en doce antes de la universidad, a los veinte años cumplidos ingresó a la facultad graduándose a los veinticuatro como ingeniero civil.

Gracias al apoyo de su Diosa y amigos había logrado salir adelante por lo menos a los ojos de los demás, su corazón lo cerró después de probar con algunos amantes que Ikki era el dueño absoluto de él, en once años nadie había sido capaz de apagar ese fuego que ardía dentro de él, lo quemaba, sin embargo ante el mundo era un hombre triunfador capaz de lograr lo que se proponía, sus labios no volvieron a pronunciar el nombre de su amor, sus amigos más cercanos tampoco lo hicieron y a simple vista parecía que todo marchaba bien hasta que Milo habló de él como lo más normal del mundo, qué iba a saber él que su sola mención volvería a avivar lo que por años había logrado adormecer.

- ¿Algún mensaje que enviar Hyoga? — Milo había anunciado volver a la Costa de Marruecos, uno de los lugares de encuentro de los caballeros para ciertas misiones. - Voy a ver al cubito, llegará allá en unos días. — Sonrió sutilmente, había un gran distanciamiento en su relación con Camus, después de haber vuelto a la vida por tercera ocasión el guardián de la onceava casa ya no era el mismo al que fue en muchos sentidos.

- No Milo, gracias — Respondió muy seguro el rubio, volvió a tomar su taza de té y por debajo de la mesa entrelazó su mano con la de su esposo.

- ¿Y tú Shun, quieres enviarle algo a tu hermano?

Autómata dirigió su mirada al peliazul, ¿acaso era posible lo que acababa de escuchar? ¿Ikki había vuelto a la orden? ¿Desde cuándo? ¿Todos lo sabían?

En cambio, Shun volvió su mirada a Seiya, no sabía que decir y fue muy claro para Milo que extrañado por la reacción general preguntó - ¿Dije algo malo?

- No Milo gracias, yo tampoco enviaré nada.

- ¿Desde cuándo está Ikki en Marruecos? — Preguntó Seiya, al parecer era el único sin noticias del peliazul.

- No lo sé, creo que apenas llegó de misión y se incorporó al grupo de marinas que está allá.

- Oh, no sabía.

En los últimos once años no logró entablar ninguna relación seria, a todos les encontraba un pero, talvez porque en el fondo de su corazón y muy a su pesar aguardaba por el regreso de Ikki, su realidad le dolía al ver a sus amigos viviendo su vida en plenitud, Shiryū se había casado hace diez años con Shunrei y tenían un niño de ocho años del cual él era el padrino, Hyoga y Shun se habían casado apenas hace dos años, aunque fueron ellos quienes se fueron a vivir juntos después de terminadas las batallas, Saori estaba a dos meses de casarse con Julián Solo, hasta Jabú se había casado hace seis años con Miho quien al ver qué nunca podría llegar a nada con Seiya decidió darse una oportunidad con el unicornio y él, él se mantenía soltero. Un codiciado soltero.

Su mundo se volvió a detener, todo lo ganado se iba al diablo junto con la aparente tranquilidad en que vivía, así había sido la primera vez que Ikki invadió su mundo y nunca dejó de estar en él, bastó su sola mención para alterarlo nuevamente, no podía concentrarse en nada y sentía volverse loco con esa pregunta rondando su mente - Si no lo hubiera corrido ¿Se hubiera quedado? — parecía carente de sentido para Shiryū más no para él.

- Debo ir, si no lo hago voy a enloquecer, necesito saber, necesito escucharlo de sus labios.

- Sei, no quiero que vuelva a lastimarte — Colocó ambas manos en sus hombros y lo miró a los ojos - No te has podido recuperar y han pasado once años, crees que no me doy cuenta de ello porque sonríes y procuras mostrarte feliz, pero yo te conozco y sé que tú corazón sigue herido.

- Quiero desengañarme de una vez por todas — Dijo resuelto - Si no lo hago me arrepentiré, quiero continuar con mi vida, pero está incertidumbre no me deja.

La convicción en sus palabras y sabiendo lo terco que podía llegar a ser lo convenció - Está bien, ve a Marruecos y habla con él, pero no expongas tu corazón por completo, que él no sepa lo que estás sufriendo. - Le aconsejó como si de su hijo se tratara.

Una pequeña sonrisa dibujo en sus labios y asintió, se fue a preparar su mochila de viaje.

 

 

 

 

- Va ir a verlo ¿Cierto? — Hyoga sabía bien de los sentimientos de Seiya por Ikki.

Suspiró con cansancio - Sí, antes del amanecer.

Sabía que Shiryū había intentado disuadirlo como antaño, sin lograrlo. - Si es definitivo lo único que podemos hacer por él es apoyarlo.

- Odio estar seguro de saber cómo va a volver.

- Yo también, pero no hay nada más que hacer — palmoteó su hombro izquierdo en señal de apoyo y fue a buscar a Seiya.

 

 

 

 

- Hola, ya listo para partir. - Hyoga llegó al departamento de Seiya cerca de las once de la noche, sabía que el castaño dormía muy tarde.

Le extrañó la visita, Hyoga siempre lo visitaba en compañía de Shun y el peliverde no lo había acompañado en está ocasión. - Sí — respondió esperando no ser interrogado por su inminente viaje, eran amigos, pero no había tanta comunicación como sí lo era con Shiryū.

- Vine a pedirte un favor. — Titubeó un poco - Podrías llevarle está carta a mi maestro. — Extendió un sobre a Seiya.

Más desubicado que antes lo recibió - Por supuesto, yo se la entrego. — Unos días antes había rechazado la oferta de Milo.

- Gracias. — Nadie podía hacer nada para evitarle otro desengaño al castaño, lo único que podían hacer era apoyarlo y eso era justamente lo que Hyoga estaba haciendo, darle un pretexto para llegar a Marruecos, sabía que lo necesitaría, después, estarían para él cuando regresara con el corazón roto...una vez más.

 

 

 

 

 

 

 

Cuando lo vio deseaba lanzarse a sus brazos, su musculatura y marcado abdomen se podían apreciar a través de esa fina camiseta sin mangas que traía puesta, lo veía más alto y ese tono de piel bronceada lo hacía más sexi, Aioria distraía su atención con tantas preguntas del porqué de su presencia y solo de reojo lo miraba, con un tímido "hola Ikki" lo saludó. Luego Aldebarán lo abordó y así otros caballeros y marinas de Poseidón que se encontraban alojados ahí.

El día pasó sin poder hablar con él, fue hasta después de la parrillada que pudieron hablar un poco. Al parecer todos los ahí reunidos encontraban refrescante su presencia, hasta Camus el maestro de Hyoga se había acercado a saludarlo y platicar con él, pero lo único que Seiya quería era un rato a solas con Ikki.

- Viniste por Camus ¿Verdad? — Agradeció a Hyoga el que le hubiera entregado justamente a él la carta para su maestro y no a Milo, le había dado el pretexto perfecto para ocultar su verdadero motivo de tan largo viaje y como le había prometido a Shiryū no exponer su corazón.

- Sí, - Le traje un mensaje. - Se limitó a decirle, no había pensado en ello, nada coherente venía a su mente para justificar su presencia ahí, no quería que sospechara nada, después de todo él no sabía que Milo había ofrecido ser el portador de dicha misiva si es que la hubiera, también él buscaba un pretexto para llegar a Camus, su distanciamiento cada vez era más evidente entre la orden y había sido motivo de plática entre Milo y Aioria en más de una ocasión, por ese mismo motivo al León dorado se le hacía raro que Seiya llegara con una misiva solo una semana después del retorno de Milo. Desde tan lejos agradeció con el alma a Hyoga por la oportunidad que le daba.

Mareado como estaba, no pudo evitar la emoción de encontrarse en brazos de Ikki, pretexto o no el peliazul lo sostuvo antes de que cayera al suelo y ahora estaban en su habitación asignada ayudándole a acostarse.

¿Cómo fue qué pasó? Cuando sintió claramente la mano de Ikki subir desde su rodilla hasta su músculo grácil, lo vio acercarse a él y cerrar sus ojos plantándole un beso en los labios nada le importaba ya. - Te he extrañado tanto bonito - Encendió su cuerpo con besos y caricias, frases de amor y ya no pudieron parar. Definitivamente no había otro que lo besara como él, su piel ardiente a punto de explotar solo le permitía repetir incesantemente su nombre. - Ikki…Ikki.

- Mi amor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Ya en el capítulo que sigue Camus hará su aparición. Saludos.


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