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BREVES MEMORIAS por MINARAI

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Notas del capitulo:

Les agradezco a todos ustedes por tomarse su tiempo y leer mis desvarios.

Aquí continuamos con Ikki y su perspectiva de cómo se dieron las cosas.

CAPÍTULO 2. Para volver a ti.

 

Saber que no podría dormir lo obligó a levantarse, tomó su chaqueta y salió a caminar por la playa, recordarlo lo hacía sentirse caliente aun después de trece años, una erección comenzaba a incomodarlo.

 

 

 

 

Tres meses habían pasado ya desde que llegaron a ese hotel y tres personas se hacían la misma pregunta por diversos motivos, al encargado del lugar se le hacía extraño que siguieran ahí pagando mucho más que si rentaran un departamento, a él le convenía tener clientes así de puntuales en su pago. Ikki trataba de no pensar mucho en ello, había detalles en los hermosos ojos de su amante que le harían replantearse su situación, el menor quería más y lo supo esa noche, por ahora prefería disfrutar de la compañía, ya era mucho tiempo estar ahí sin pensar a donde ir.

- Ikki…te amo…te amo tanto – Ya se lo había dicho antes, no le sorprendió la confesión, pero el tono de voz y la manera en que habían hecho el amor había sido completamente diferente, no hubo prisas, jalones o botones volando por los aires por la premura de desvestirse, sino todo lo contrario, había sido suave, lento, con la luz de una vela a medio fundir en la oscuridad de la mejor habitación, sudoroso, con su cabello pegado a su frente y él entre sus piernas completamente aferrado a su cuerpo - Me haces muy feliz – Lo besó en los labios, siguió su recorrido por sus ojos, su oído mientras su mano traviesa descendía hasta la hombría del mayor para tomarla con fuerza y frotar solo un poco, desde el primer encuentro Ikki notó que su cuerpo se calentaba con solo un roce del menor y ahora no había diferencia, reaccionó en cuestión de segundos nuevamente, haciendo honor a la fuerza física de un caballero ninguno cedió al cansancio de su primer encuentro de amor, el menudito cuerpo tomó posición sobre el mayor y se clavó hasta el fondo, llevaban meses haciéndolo cada noche, sin embargo, aún le faltaba maestría, Ikki fascinado por tremenda escena le ayudaba a subir y bajar aferrando sus manos en sus caderas y de paso acariciando parte de su redondo trasero, el menor arqueaba su espalda echando su cabeza hacia atrás, apoyando sus manos en las rodillas del mayor, disfrutando de tan íntimo momento regresó su cuerpo al frente hasta llegar a sus labios y besarlo  - Te amo -  Le había dicho esa noche para después de llegar al orgasmo  quedarse dormido entre sus brazos.

Para Ikki estaba claro que aquel escuincle como a veces le decía lo amaba, talvez desde la primera vez, ahora estaba completamente seguro, sería porque la primeva vez estaba tan concentrado en cada milímetro de piel canela que no puso total atención en las palabras que el menor expresó mientras lo tomaba. Como era su costumbre después de un reparador sueño se volvieron a amar y volvió ser igual, impregnado de amor, así eran sus días y noches, a veces no lo diferenciaban.

- Este lugar es hermoso, ¿no lo crees?

Con los ojos cerrados, disfrutando del momento respondió - Sí – Suspiró.

- A mí también me gusta, cuando venía de regreso de la panadería vi una casita, tiene dos ventanas y un caminito.

Esta vez no respondió, solo quería mantenerse en silencio, pero él no era así, en muchas cosas diferían, más allá de cosas eran de planes, él ya le había hecho saber lo que quería en su futuro, por algún momento pensó que podían retrasarlo…al parecer no era así.

Notó que lo escuchaba y continuó - Está cerrada, pero se puede ver a través de las ventanas porque no tiene cortinas, está en renta.

Sin saber el motivo dejó de escucharlo, no dormía, pero ya no siguió hablando, abrazados se volvieron a dormir.

 

 

 

 

Lo observó desde el sillón del rincón, su cabello siempre desordenado, brillante gracias a los rayos del sol que le pegaban de lleno en el rostro - Apaga la luz.

Pensó en tomar su valija e irse

- ¿Qué hora es?

- Las seis de la mañana.

- ¿Por qué ya estás bañado?

- Debo irme.

Se despertó por completo - ¿Otra misión? ¿a dónde? ¿Por qué no me dijiste? ¿A qué hora te habló? – Saltó de la cama para bañarse y empacar.

- Me voy yo solo.

- Oh, ok – Se detuvo de golpe.

- ¿Por cuánto tiempo te vas? ¿A dónde?

Esta vez no lo quería ver a los ojos o no podría irse, esta vez no cedería pensando en que podrían estar juntos, él no deseaba eso, el sólo quería irse lejos.

- No es una misión — Bajó la mirada.

Desubicado por completo trató de razonar las palabras - ¿Qué? ¿A dónde? Pero sobre todo ¿Por qué? — Fueron las preguntas que pasaron por su mente, ninguna pronunció - No entiendo.

- Éste tiempo juntos ha sido fantástico, pero ahora nuestros caminos deben separarse.

- De qué...

- Han sido momentos muy divertidos — No tenía idea de lo que estaba diciendo, ni siquiera pensó en qué o cómo decirle, solo hablaba. - La pasamos muy bien y ahora debemos retomar nuestro camino.

- Eso fui para ti...diversión.

- No quise decir eso, es solo que...

- Eso fue lo que dijiste. — Gritó

- Sabes que no es así.

Respiró profundamente en vano intento de calmarse - ¿Qué hice o qué dije para que decidas irte?

- No eres tú, necesitó irme.

- Si ya no quieres estar aquí no es problema, podemos ir a...

- Quiero irme solo.

- ¿Por qué?

No quería ahondar más, no quería decirle que él no era capaz de formar una familia, de establecer un domicilio fijo y tener un perro.

Lloró, no pudo aguantar más y lloró. - No me amas ¿Verdad?

Silencio, solo eso - Fue desde antes, desde que Saori te dio esa misión. — Recordó en voz alta sin esperar contestación, pero la respuesta llegó.

- Sí.

- ¿Por qué no lo dijiste, por qué dejaste que viniera contigo — Las lágrimas resbalaban copiosas - ¿Por pena? Sentiste lastima por mí — Le dolió reconocerlo.

- No te quería hacer daño.

- Estúpido imbécil — Dolor mezclado con rabia lo invadió - No necesito de tu compasión ni voy a rogar por tu amor. Lárgate de aquí que no te necesito para vivir — Tomó la maleta del suelo y abrió la puerta para arrojarla al pasillo - Si tanto te costaba hacerlo pues ya ves que fue muy fácil. — Lo empujó hacia la puerta - Vete que no necesito tu lastima.

Lo miró una vez más, estuvo a punto de retractarse, pero ya era demasiado tarde.

- Dije que te vayas.

Salió dando un portazo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fue todo lo que logró recordar, dudaba que hubiera sido todo lo que se dijeron...LO HABÍA LASTIMADO.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tonto se sentía, seguro de saber que encontraría donde quiera que fuera ese placer carnal que sentía con él vagó por el mundo, hubo muchos, de distintas nacionalidades y entre más había más llegaba a la misma conclusión, nadie, absolutamente nadie le hacía sentir lo que aquel escuincle a quién dejo. Supo entonces que la gran diferencia la hacía el amor que él sentía por su persona, al principio se negó a aceptar que él mismo también lo sentía y eso todo lo hacía diferente, él le hacía el amor a ese niño, no solo tenía sexo como se obligó a pensar, su estúpido orgullo le impidió volver, ya eran muchos años, once para ser exactos cuando se volvieron a encontrar.

Varias veces ya había estado allá, no es que no le gustara el lugar, sin quererlo venían a su mente todas esos recuerdos del mes que pasaron ahí, imágenes retenidas en su mente de sus ojos brillantes, su cabello revuelto, sus sonrisas y hechos que pasaron como sus celos que a sus ojos eran infantiles, lo modosito que era, pero todo eso lo anhelaba ahora, deseaba tanto escucharlo, decir cuánto lo amaba y cobarde era por no poder vencer su orgullo y regresar, decirle que lo amaba más de lo que jamás había amado antes y de lo que jamás pudo conseguir después.

La Costa de Marruecos era el punto de encuentro entre los Generales Marinos de Poseidón y los Caballeros Dorados de Athena, era un punto estratégico entre ambos dioses y de reunión para sus representantes. El Fénix decidió después de algunos años retomar su puesto como caballero de la orden de Athena ayudando en las causas humanitarias de su Diosa, muy en el fondo de su corazón había la esperanza de reencontrarse con cierta persona y tal vez no sería tan idiota como para dejarlo ir nuevamente y tampoco expondría su corazón si aquel ya hubiera cumplido sus sueños. Todo era igual que siempre hasta que entró a la cocina.

Su voz tan inconfundible la escuchó y su corazón se detuvo por un momento.

- Todo está bien Aioria y no, no vine por algo relacionado a ustedes.

- ¿Entonces qué es? Si te envió a ti es por qué es importante. — Quería saber a qué había ido hasta allá, desplazarse desde otro continente por nada no lo creía posible, menos que fuera uno de los divinos a quien enviaron.

- Nada de eso.

- Buenos días — Interrumpió a tiempo.

Lo observó por un momento antes de sentir un golpe en el brazo derecho cortesía de Aldebarán.

- Muchacho pero que gusto verte — El moreno todo efusivo como siempre - ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste?

- Un asunto pendiente y llegué hoy muy temprano.

- ¿Cuántos días te quedas con nosotros, debemos hacer una parrillada?

- No lo sé aún, no depende de mí, pero la parrillada suena increíble. — Respondía mirando de reojo a Ikki.

- Mañana mismo la hacemos, hoy ya tengo todo el día ocupado. ¿Mañana sigues aquí verdad?

- Claro que sí, hola Ikki — Se dirigió a él muy tímido.

- No vino desde tan lejos por un día Alde — Intervino Aioria, a él no le quedaba claro el porqué de tan repentina visita.

- Y Camus ¿está aquí verdad?

Todos los habitantes de esa casa iban llegando uno a uno saludando al recién llegado. A todos les quedó claro qué el motivo de su visita era un asunto con Camus directamente después de que se alejaran un poco del resto y le entregará al guardián del onceavo templo lo que parecía ser una carta.

El día pasó rápido y sin un momento en que Ikki pudiera acercarse al menor, siempre estaba acompañado de alguien y hablarle de por sí ya era un reto después de cómo terminó todo. Lo estuvo vigilando cuál Ave Fénix desde lejos, sin perderlo de vista.

Al día siguiente durante la parrillada por fin se pudo acercar - ¿Cómo has estado?

- Ikki — Volteó a verlo sorprendido - bien, estoy bien.

No sabía cómo abordarlo, qué debía decirle después de once años. Afortunadamente el menor si dijo algo para mantener la conversación.

- No sabía que estabas aquí, no sabía que habías vuelto a la orden.

- Sí, bueno — Tan seguro de sí y ahora no encontraba las palabras adecuadas para dirigirse a él. - Ya hace cinco años.

- Oh.

- ¿Y tú qué haces? ¿Ya te graduaste?

- Hace dos años, trabajo con Saori, para la fundación.

- Nunca dudé que lo lograrías.

- Viniste por Camus ¿Verdad?

- Le traje un mensaje. - Se limitó a decirle.

- Me da mucho gusto saber que estás bien, te ves muy bien. — Al fin pudo abrir un poco su corazón, al fin pudo decirle algo de lo mucho que quería.

- Igual tú.

Poco a poco se fueron uniendo a ellos el resto de los caballeros y marinas, encontraban refrescante platicar con él después de años sin verse, al igual que Ikki había caballeros que desde que regresaron del mundo de los muertos se desplazaron por el mundo y habían perdido contacto y muchos otros porque a los caballeros divinos no los conocían en nada o muy poco, así entre anécdotas marinas y terrenales la cerveza comenzó a circular.

Celoso se encontraba él de no recibir su atención, de vez en vez lo miraba por un segundo y sonreía, pero ya no se podía acercar más, Aioria y Aldebarán robaban su atención, hasta el caballero más frío entre ellos estaba ahí cautivado por su sonrisa. La parrillada se prolongó mucho más de lo esperado y todos estaban algo mareados, poco a poco se fueron retirando pues no debían andar de fiesta si estaban en una misión, pero había valido mucho la pena.

Caminaba en dirección a su habitación, cuando lo vio viniendo hacia él, no era raro si dormía dos cuartos más adelante en el mismo piso. - ¿Mareado?

- No estoy acostumbrado y hoy tomé un poco más — Se excusó, al dar el siguiente paso tropezó con su propio pie, hubiera caído de no ser porque a la velocidad de la luz se movió Ikki para sostenerlo.

- ¡¡Cuidado!! ¿Estás bien?

- Sí, sí. — Se quiso incorporar y perdió nuevamente el equilibrio.

- Será mejor que te lleve a tu habitación — Encantado lo hizo.

- Aquí está bien.

Ikki no lo soltaba, tenerlo tan cerca lo hacía perder el control de sus acciones. - Ven, te ayudo a acostarte.

- No es necesario.

- Déjame hacerlo yo. — Sin preguntar nada más abrió la puerta y entró con el menor entre sus brazos recostándolo en la cama, se sentó en ella y aflojó los tenis para sacárselos.

- ¿Por qué estás aquí?

Sabía bien a qué se refería, trató de hacer tiempo sacándole los tines de ambos pies - Pensaba encontrarte en algún punto.

- Sabes dónde vivo, nunca me buscaste.

- Nunca he sido bueno en eso. — Disimuladamente su mano comenzó a ascender hacia su rodilla, ahí detuvo su avance esperando algún tipo de reproche, como no llegó su mano encontró camino sobre su músculo grácil - Yo no sabía cómo llegar a ti — Trataba de concentrarse en lo que decía, su cuerpo empezaba a reaccionar, levantó la mirada y se quedó inmerso viendo cómo se movían los labios del más joven, sin nada que pensar cerró los ojos y lo besó.

 

Ikki tenía el sueño muy liviano y escuchó perfecto cuando llamaron a la puerta, como casi a diario no había dormido bien, ahora por razones muy diferentes que lo llenaban de felicidad, justo en esos momentos no creía posible tener una vida común, pero estaba dispuesto a intentarlo con todo su corazón, el problema es que uno puede hacer los planes que quiera, después de todo hay quienes piensan que ya todo está destinado.

Con la cara de pocos amigos abrió la puerta, no quería que interrumpieran el sueño del menor - ¿Qué pasa?

Lo conocía y no se molestó, su mal genio era su principal característica - Es hora de irnos.

- ¿A dónde?

- África Oriental, Ruanda.

Frunció el entrecejo - Ahora.

- Hace treinta minutos que el avión espera. — Se quiso asomar por la puerta, Ikki la cerró atrás de él - No quise interrumpir anoche, estabas...ocupado — Después de la media noche llegó Kanon el Dragón Marino, todos se habían retirado a dormir, aún así quisó informarle que muy temprano saldrían de emergencia a misión, los gemidos se podían escuchar hasta el pasillo y decidió que sería mejor dejarlos "descansar" hasta llegada la hora. - Nos vamos en diez minutos.

No supo que hacer, está vez no tenía tiempo para cambiar su destino, contaban con él para algo que ya se había comprometido, se duchó y salió vestido del baño, contempló una última vez a su joven amante depositando un beso en su mejilla con la promesa de volver a él de una vez y para siempre. Apagó la pequeña lámpara y salió de ahí sin saber que pasarían dos años más antes de volver a verse.

 

 

 

Parecía una misión más, ayuda enviada por los dioses del mar y de la tierra a la devastada Ruanda, veinticinco años después del genocidio y las secuelas seguían presentes en los rostros de sus habitantes, solo en el centro de la ciudad se podía ver un poco de progreso no así en los alrededores, después de varias gestiones por la fundación Graud las autoridades accedieron a dar cabida a su gente, específicamente para ayudar en la reconstrucción de ciertas comunidades donde faltaba todo, drenaje, agua, luz.

Ikki se dio cuenta que no sería cuestión de semanas, esta vez le llevo mucho más del tiempo planeado, dos años para ser exactos cuando llegaron sus compañeros de armas a relevarlos.

- Hubiera sido genial que el hielito viniese, en esta época del año podría asegurarnos agua fresca. – Aldebarán tomaba agua que parecía haberla metido al microondas para tomarla caliente.

- No entendí porque se negó a venir con nosotros, la hubiéramos pasado muy bien aquí. – Aioria empezaba a entablar relaciones amistosas con el casi misántropo guardián del onceavo templo.

Tal vez si tuvieras un hijo y los ojos marrones tendrías toda su atención. – Concluyó Jabú.

- ¿Qué dices? – No pudo contener la pregunta.

Siendo parte de ese muy cerrado circulo de los divinos creyó que la pregunta era válida. - Cuando llegues allá lo sabrás.

Y ahora ¿Cómo podría volver después de lo que escuchó? ¡¡Un hijo!!

 

 

 

 

Apenas dos días después de arribar a Lisboa recogió sus pocas pertenencias y bajó a entregar la llave - ¿Cuánto le debo?

El obeso hombre le pasó un papel con la cantidad faltante, mientras escribía en un libro recordó algo que atinó a externar - Si hubiera llegado dos días antes no hubiera tenido disponible esa habitación.

Ikki solo elevó su mirada mientras firmaba el voucher.

- Él también pidió la misma habitación, no estaba disponible, pero quiso esperar por ella, dijo que la vista al mar lo valía.

- Puedo ver su libro de registros.

Ahí estuvo, solo dos días antes Seiya había estado ahí, en la misma mejor habitación.

Notas finales:

En el próximo capítulo ya veremos más de Seiya.

Gracias por leer.


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