Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

SINO FUERAS HUMANO por Artemisa Fowl

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola, estoy pensando en reescribir una historia "LA BESTIA" o empezar una nueva enfocada a la ciencia ficción.

Y me gustaría tener un lector beta.

No busco mucho, buena ortografía, la mía es bastante malilla, que me ayude a encontrar incoherencias y que no espere lemon, porque no lo escribo.

Si hay alguien interesado favor de enviar un correo a cualquiera de estos correos:

angie1914@yahoo.com.mx

lizescorpin90@yahoo.com.mx

 

SINO FUERAS HUMANO

 

— ¿Crees que el otro lado sea hermoso?

Damián acarició el rostro de Alain y sonrió con dulzura.

—Lo será. Un campo donde el verde se pierde hasta donde alcanza la vista. Ríos en donde el agua no tiene fin. Playas donde la blanca arena se desliza hasta el infinito. Lo es.

—Quiero ir, ¿sabes? No tengo miedo, tampoco lo anhelo, pero confío en que será hermoso.

Alain se cobijo en su pecho, su pequeña figura se ajusto al cuerpo de Dimitri, la frialdad de su cuerpo lo asusto, Alain estaba muriendo y ambos lo sabían. Dentro de un par de horas su corazón dejaría de latir, su cerebro de funcionar, su voz de cantar y todo se acabaría.

—No quiero que te culpes Dimitri— Alain depositó un tierno beso sobre su mejilla, sus labios secos y agrietados le recordaron tan cerca se encontraba su pupilo, compañero y amante de la muerte—. Siempre supe lo que eras y nunca me importó. La eternidad debe ser una carga demasiada pesada que llevar. No lo comprendo y nunca lo haré, pero debe ser peso demasiado difícil con el que seguir a cuestas.

Dimitri abrió la boca e intentó decir algo, pero ningún sonido escapo de sus labios.

Cerró los ojos y recordó su primer encuentro.

 

En otro tiempo había tenido un nombre, ahora era un número: el niño de la habitación veintisiete.

Estaba bien, suponía.

Un número tenía un valor, existían razones por las que valía la pena mantenerlo con vida, su existencia le producía un beneficio a alguien. Y a cambio recibía comida, agua y el derecho a continuar respirando. No necesitaba más.

Un día, una noche, un instante como cualquier otro, la puerta de su habitación se abrió y un hombre entro.

A los ojos de Alain, un niño de doce años cuyos monstruos tenían rostros humanos y las pesadillas no vivían solo en sus sueños, aquel hombre adulto no era muy diferente a los demonios que lo lastimaban desde que tenía memoria.

En ese entonces solo era otro ser que después de lastimarlo se iría y tal vez volvería o quizás no.

Pero ese día algo paso.

El hombre le miro a los ojos y le susurro con voz suave…

“Duerme”

Y él lo hizo y cuando Alain abrió los ojos, aquella habitación y esos hombres no eran más que un mal recuerdo, una pesadilla de la que finalmente despertaba.

 

— ¿Desde cuándo lo sabes?

Dimitri exigió a gritos, tomó a Alain de los brazos y lo sacudió con fuerza, segundos después recordó que el hombre bajo sus manos era un ser moribundo, a las puertas de la muerte.

—¿Desde cuándo? — repitió con voz más suave.

Alain le miró a los ojos y sonrió con dulzura, sus ojos se arrugaron y su expresión se tiño de diversión.

—Hace mucho— contestó—. Casi desde el principio. Los hombres y mujeres me habían fallado desde siempre, sólo algo que carecía de humanidad sería capaz de salvarme.

 

Alain despertó en un lugar desconocido.

En lugar de un colchón en una habitación mal oliente donde los rayos de sol nunca lo iluminaban, se encontraba recostado sobre una suave cama en una enorme habitación cuyo ventanal filtraba los rayos de luna.

Y el hombre de antes sentado a su lado le dijo:

—Estas a salvo.

El exhausto muchacho habría querido preguntar más, pero una poderosa voz le indujo a dormir y todo se desvaneció en la nada.

Cuando despertó estaba rodeado de un grupo de enfermeras y doctores que murmuraban a su alrededor, pero el hombre se había ido.

 

Dimitri comparó al hombre valiente con el muchacho traumatizado que rescató de aquellos hombres y le fue difícil creer que se trataba de la misma persona.

El muchacho que había rescatado de una red de pedofilia había sido vendido por sus padres y abusado desde que vino a este mundo.

No hablaba, se orinaba en la cama y temía hasta el más ínfimo ruido.

Alain había pasado los primeros dos años en absoluto terror en presencia de Dimitri.

Hicieron falta un contingente de especialistas para rescatar los pedazos útiles y volverlo a armar en el ser humano frente a sí.

—Lo siento, desde que te vi sólo quise protegerte. Nunca deberías haberlo sabido.

Alain soltó una risita burlona que lo deje exhausto.

—Si hubiera sido tonto, no habría sobrevivido lo suficiente para que me encontrarás.

 

Con el tiempo se acostumbró a la presencia de los doctores y enfermeras, algunos eran amables, otros se limitaban a hacer su trabajo, sin embargo nadie lo maltrataba.

Pero el hombre que lo visitaba una noche si y otra también continuaba asustándolo.

El cabello oscuro y largo enmarcaba un rostro de perfil aristocrático y semblante amargo, era atractivo, pero la dureza de su expresión lo asustaba.

Los ojos oscuros a veces le daban tanto miedo que se orinaba en los pantalones, pero el hombre nunca se enfadaba. Hablaba poco y lo trataba con gentileza, no le prometía cosas que no cumpliría ni murmuraba falsas promesas.

— ¿Por qué…siempre…vienes…de noche…? — preguntó una noche mientras el hombre le ayudaba con su cena.

Todavía no se acostumbraba a las palabras, al sonido de su voz, a la necesidad de ser escuchado; sus palabras nunca le habían interesado a nadie. Pero una psicóloga experta en lenguaje venía todos los días apenas se recuperó lo suficiente para tomar clases privadas y había progresado mucho desde entonces.

Le habían dicho que el Señor Dimitri, su padre adoptivo pagaba todos los gastos y que debía estar agradecido por todo lo que había hecho por él; pero Alain no podía evitar temblar de miedo ante su presencia.

Siempre que el señor Dimitri entraba a la habitación un terrible frío lo invadía.

El señor Dimitri no mostró sorpresa por escucharlo hablar, alzo una ceja y respondió con calma.

—Estoy enfermo, la luz me hace daño, la de Sol, la artificial, toda aquella que sea muy brillante y sufro de insomnio. Duermo durante el día y vago por las noches. Has pasado por una terrible experiencia y necesitas tanta luz natural como sea posible, por eso nunca vengo de día.

Alain asintió a modo de respuesta y se dijo a si mismo que tenía sentido. Él era joven y estúpido y el mundo demasiado ancho y misterioso como para que lo comprendiera.

 

—Intenté alejarme de tu vida— añadió Dimitri—. Lo intenté con muchas fuerzas, pero siempre volvías y no tenía el valor suficiente para alejarte de mi lado para siempre.

—Me alegro que seas un cobarde.

Alain señaló con la barbilla el sofá de piel.

—Siéntame por favor. No quiero morir en una cama, los colchones y yo nunca terminamos por reconciliarnos.

Dimitri lo tomó en brazos y lo recostó sobre la cómoda butaca. Era el mismo mueble donde Alain se había arrinconado con sus revistas, novelas y fotografía de adolescente, parloteando sobre lo mucho que deseaba conocer el mundo.

Dimitri lo escuchaba con una sonrisa satisfecha y señalaba cuanto tendría que esforzarse para lograrlo.

—Con el tiempo aprendí a resistirme. Tu venías a mi habitación y susurrabas “duerme” y yo caía en un sueño tan denso y profundo en el que ni siquiera las pesadillas me alcanzaban. La ausencia de lenguas venenosas, manos sibilantes, rostros iracundos fue lo que me indicó que algo andaba mal. Yo había sufrido lo suficiente para saber que los malos recuerdos nunca me abandonarían. Eso no era normal.

 

El niño, ahora muchacho se desarrollaba con normalidad dado sus circunstancias. A los quince años era un adolescente tímido y retraído que convivía a diario con los monstruos del pasado, seguro y a salvo tras los muros del castillo de su protector, ajeno al mundo donde se libraban guerras, se pactaba la paz y naciones surgían y se desplomaban en cuestión de lustros.

A veces el señor Dimitri tenía visitas, hombres y mujeres orgullosos y hermosos como él, poseedores de una belleza y gracia tan distante como excelsa.

Siempre venían de noche y se iban antes del amanecer.

Dimitri se los presentaba y Alain los observaba con desconfianza y fascinación. Eran amables, pero no más. Algunos le llevaban regalos, libros difíciles de conseguir, cámaras profesionales que a duras penas sabía usar, ordenadores de última generación, incluso costosas joyas. Él las almacenaba en su cuarto, junto a todos los otros objetos que Dimitri le daba. No había cosa de este mundo que Alain deseará y Dimitri no se lo obsequiará. Pero lo que más amaba de su nueva vida, era la seguridad que mientras viviera en la casa de su protector nada ni nadie lo lastimaría.

Dimitri cenaba con él temprano durante esas noches y Alain se retiraba a su dormitorio donde un sueño, más parecido a la muerte que a la duermevela lo arropaba; pero a veces alcanzaba a escuchar conversaciones lejanas, distantes, aunque tangibles.

“No puedes mantenerlo aquí por siempre. No es uno de nosotros y hace mucho que se nos prohíbe crear más. Debes apartarlo de tu lado antes de que sea demasiado tarde”

“Es joven. Lo haré cuando llegue el momento”

“Dimitri, no olvides lo que paso con Mildred”

“No volveré a cometer ese error. Aprendo del pasado”

 

Dimitri se arrodilló a su lado, la respiración de Alain se iba ralentizando cada vez más, la vida se le escapaba.

—Toda decisión que he tomado desde el día en que te rescate de ese horrible lugar fue pensando en protegerte. No imaginas lo que significa ver nacer y morir a los que aman con la misma frecuencia con que las hojas caen de los árboles. Una parte de ti muere cada vez que alguien se marcha, pero no se va con la persona amada, se adhiere a tu ser, putrefacta, contaminando todo cuanto queda de bondad en ti; hasta que ya no hay nada por lo que valga la pena continuar e incluso la muerte parezca un fin magnánimo para un ser como tú.

—No lo imaginó— Alain hablaba cada vez con mayor suavidad—. Vivir encadenado a un mundo, seres y pensamientos que no existen dentro de ti. Debe ser como estar muerto en vida.

Dimitri guardó silencio y dejo que el silencio se escurriera entre ellos, gravitaba con pesadez en el ambiente infectado de enfermedad y muerte.

Alain, quién apenas había cumplido veinticinco años el mes pasado y tenía a la muerte suspirando en su cuello no debería consolarlo a él, un inmortal que llevaba más de tres milenios errando entre la humanidad.

El joven era una minúscula hebra en el vasto tejido de la humanidad.

Pero esa pequeñísima vida le había dado sentido a su vida durante los últimos trece años.

Dimitri se hallaba sumido en la oscuridad hasta el momento en que Alain lo rescató con su luz.

 

— ¡No iré!

Alain se plantó frente a su protector, con el mentón fruncido y la boca torcida de pura indignación. En los tres años que llevaba viviendo con Dimitri, ni una sola vez se había atrevido a siquiera levantarle la voz, mucho menos a gritarle, pero ahora sus chillidos adolescentes retumbaban por todo el castillo

— ¡No iré! ¡No iré! ¡No iré!

Sus gritos se convirtieron en jadeos, luego en sollozos y muy pronto estallo en un llanto tan desgarrador que creyó que moriría.

Dimitri lo tomó en brazos y lo cobijo en su pecho, permitiéndole llorar hasta que se quedó sin aliento.

Lo mantuvo cobijado un largo rato, debieron ser horas, pero a él le parecieron días.

—Es necesario querido— dijo finalmente Dimitri—. Lo lamento y yo tampoco quiero que te vayas, pero allá afuera hay un mundo…

—Es un lugar terrible— replicó Alain con un pequeño puchero—. Hay personas crueles y horribles, no quiero que me hagan daño.

—Y no lo harán. Prometo que desde lejos cuidaré de ti.

— ¿Lo prometes?

— ¿Alguna vez te he fallado?

—Tengo miedo.

—No serías humano sino lo hicieras. Además, ¿no sueñas con ser un importante periodista cuya voz será escuchada?

Una semana después Alain partió hacia un internado extranjero, lejos de toco cuanto había aprendido a amar.

 

—Me enfadé muchísimo cuando me enviaste a aquella escuela.

Dimitri había batallado consigo mismo durante noches enteras antes de enviar a Alain a estudiar. Pero sabía que llegaría el día en que el chico tendría que marcharse y quería que estuviera preparado para enfrentar el mundo al que lo arrojaría. Tarde o temprano Alain descubriría que Dimitri no envejecía, que su aspecto era el mismo de siempre, un hombre adulto cerca de la treintena y lo aborrecería o le pediría que lo volviera lo mismo que él, como tantos otros harían en el pasado o en el futuro.

Pero al parecer Dimitri lo había descubierto y decidió mantenerse al margen, con tal de que nada cambiará entre ellos.

—Pero tenías razón Dimitri, siempre la tienes. Por eso sé que la decisión que tomes será la mejor para mí. Te amo— Alain se inclinó y lo besó en la comisura de los labios.

 

Alain volvió una y otra vez al castillo, en las vacaciones de primavera, de verano e invierno; a veces volvía solo, muchas veces con amigos, chicos y chicas y Dimitri nunca se mostró ante los extraños; siempre reservaba su presencia para sus encuentros privados nocturnos, entre sombras y espejismos.

No quedaba mucho del niño aterrorizado de aquellos años.

El internado le había enseñado a ser independiente, su difícil infancia a ser amable y considerado para con aquellos que sufrían, valiente ante los que disfrutaban con la humillación y dolor de otros.

Pero había una sombra del pasado que aún lo encadenada.

Una noche entró a la habitación de Dimitri, completamente desnudo, armado sólo con su confianza en el otro.

—Tengo miedo que las personas me lastimen— le dijo a su protector metiéndose a la cama vacía y dejando las mantas abiertas a modo de invitación.

Dimitri leía un libro frente a su escritorio.

—No te lastimaré.

—Lo sé. Sé gentil.

Y Dimitri lo fue, amable y dedicado y Alain conoció el amor y placer en la intimidad por primera vez en su vida y todos esos horribles recuerdos de sus padres y extraños fueron arrinconados en un lugar donde rara vez escapaban.

 

—Prometo estar contigo hasta el final— añadió Dimitri—. Nunca te abandonaré.

—Lo sé.

Alain era tan joven se lamentó dentro de sí Dimitri. No se suponía que su historia terminará de esa manera.

Debía alcanzar el éxito, tener una hermosa esposa, una cuantiosa descendencia y morir de viejo en ese remoto castillo, rodeado de los suyos y a salvo de todo mal.

No en los brazos de un inmortal cuyas manos estaban tan manchadas de sangre que ensuciaban todo cuanto tocaban.

Él no lo había salvado para que todo terminará de esa manera.

 

Alain fue a la universidad, se enamoró de una hermosa chica y se casó siendo estudiante, se divorció meses después.

Se convirtió en activista, abrazó ideas y se decepcionó de la misma.

Se graduó con honores en una de las mejores universidades del mundo, tomó cursos de fotografía y redacción y consiguió el trabajo de sus sueños.

A los veinticuatro años fue designado corresponsal de guerra y una de sus fotografías obtuvo el primer lugar en un importante concurso internacional.

Había alcanzado el éxito, su vida profesional apenas comenzaba y entonces…

 

Dimitri recordó la noche en que Alain apareció con el cabello sucio y la ropa harapienta, apestaba a alcohol, sexo y muerte.

—Estoy muriendo— le dijo antes de arrojarse a sus brazos y llorar durante horas.

Y era cierto, incluso hace cinco meses Dimitri olía la infesta enfermedad que corroía el cuerpo de su protegido.

Alain le verificó lo que ya sabía, no había nada que hacer, era demasiado tarde, sólo quedaba morir con tanta dignidad como fuera posible.

Mandó a llamar a los mejores especialistas, pero fue en vano, Alain moría.

 

Alain pasó sus últimos días rodeado de lo que amaba, su habitación donde se sentía seguro, los hermosos jardines donde daba paseos durante horas y la compañía constante de su amado protector, ajeno al mundo que tan cruel era.

Y supo que Dimitri no era humano, ¿un vampiro, un demonio, un fantasma? No lo sabía, pero no le importaba, nunca lo había hecho y ahora no era diferente. Quizás siempre lo supo.

Le quería como padre, hermano y amante.

Lo arrancó una vez de las garras de la muerte, pero no en esta ocasión no podría y estaba bien.

El mundo era demasiado terrible para él. Ya había tenido suficiente.

 

Las horas transcurrieron deprisa, Alain agonizaba, su respiración aguda, su pulso débil, entraba y salía de la consciencia.

Sobreviviría a la noche y poco más.

Moriría de día, solo.

— ¡No me dejes morir solo! ¡No te vayas! — suplicó entre quejidos—. ¡Tengo miedo!

—No puedo salvarte— murmuró Dimitri— Aunque quisiera hacerlo, es demasiado tarde. Estarías enfermo por toda la eternidad. ¡Lo lamento tanto!

Había esperado demasiado, quiso darle a Alain la oportunidad de elegir entre ser un humano o un ente maldito. Creyó que el muchacho al igual que él, tendría todo el tiempo del mundo y si elegía las sombras se merecía hermosos recuerdos de este extraño mundo,

Y un día, cuando llegará el momento adecuado, le daría a elegir,

Dimitri abrazó con fuerza el ligero cuerpo de Alain y decidió que permanecería con su amado hasta el final, sin importante el precio.

Alain apenas respiraba, le dio un último beso en los labios.

—Si no tuvieras miedo, no serías humano— le dijo por última vez.

Tomó su cabeza entre sus manos y la deslizó hacia derecha con fuerza.

Alain murió al instante.

La luz en sus ojos se desvaneció, su corazón dejo de bombear y su cerebro se apagó…

Dimitri sostuvo el cuerpo inerte de su amado entre sus brazos y se preparó para recibir la salida del sol por primera vez en tres mil ochocientos catorce años…

 

 

 

Notas finales:

 

Tenía eones que no escribía nada, tengo un bloqueo super fuerte que me frustra mucho y esto fue lo unico que logre sacar.

No se si lo notaron, pero...

Las partes cursivas estan narradas por Dimitri y las cursivas por Alain.

Y la escena inicial fue inspirada por la tercera pelicula de ESDLA que volvieron a pasar hace poco en cines y que fue tan genial como recordaba.

Bueno, adios...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).