Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Afterglow (JeaRen) por Tesschan

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 1:

CREPÚSCULO ASTRONÓMICO MATUTINO

 

El alba es tierna soñolencia, último recodo de los sueños.

(Ulyses Petit de Murat).

 

 

INICIO

 

Tienes diez, y aunque la mañana luce radiante con aquel sol de últimos días de verano que entra a raudales por la ventana que da hacia el patio de la escuela, sientes tu malhumor crecer como la pequeña llamita que va avivando una hoguera, y la cual bien sabes puede acabar siendo un absoluto desastre, sobre todo si no te cuidas de ella.

No es que la escuela no te guste, porque sí lo hace, o por lo menos la mayor parte de las veces; no obstante, aquella mañana de inicio de curso, Armin ha enfermado inesperadamente de gripe, y sin su compañía llenando de palabras tu rutina y atemperando tu genio, no siempre demasiado medido, te sientes vacío y aburrido como pocas veces, tan solo contando los minutos que faltan para ir a casa y encerrarte en tu mundo, pese a que las clases ni siquiera han comenzado aún.

El murmullo incansable de tus compañeros —lleno de risitas y pláticas incesantes sobre lo que hicieron ese verano—, te arrulla hacia un letargo perezoso, por lo que tumbado sobre el pupitre solitario que esa mañana ocupas, contemplas los árboles del exterior, cuyas verdes hojas salpicadas del dorado de los rayos solares, se refractan en mil colores diferentes cada vez que la brisa las sacude en una danza cadenciosa. Y aquello te hace desear con todas tus fuerzas el poder estar allí fuera libre y sin restricción alguna; libre de aquel encierro que amenaza con absorberte y asfixiarte en tu malhumorada soledad, pese a saber que no puedes hacerlo.

El conocido «¡buenos días, niños!», en labios de la maestra Petra, te saca de tu hosco ensimismamiento, volviéndote de regreso a la realidad. Los saludos de bienvenida de tus compañeros son los habituales, y tu maestra de quinto grado, tan pelirroja, amable y bonita como siempre, sonríe hacia ustedes como cada año desde que les ha impartido clases, haciéndote olvidar por un instante que no deseas estar allí en pos de huir a cualquier otro lugar más divertido.

No obstante, la rutina de cada nuevo curso se ve interrumpida cuando esta dice que les presentará a un nuevo compañero, lo que de inmediato enciende la emoción de toda la clase, porque aquello no es lo habitual. Los murmullos se agitan como el zumbido de las abejas en los meses estivales, y puedes percibir como la euforia creciente de tus compañeros se alza hasta volverse incontenible, del mismo modo que lo hace la marea durante la pleamar.

El chico que la maestra Petra invita a pasar al aula es alto, quizá más que tú, pero a diferencia tuya que eres delgado como una vara, este es mucho más corpulento, tirando a rellenito, y sabes que aquel detalle será uno del que los demás niños —demasiado crueles a veces— se aprovecharán.

El recién llegado dice llamarse Jean Kirstein, y aunque su voz es clara e incluso un poco petulante al hablar de sí al resto, puedes captar el miedo latente en el fondo de ella, quizá porque es algo que has aprendido a descifrar de todas las veces en que Armin se ha enfrentado al mundo, fingiendo ser valiente.

Pequeños y afilados ojos marrones —ocultos tras una clara mata de cabello castaño— son los que contemplan al curso en expectante silencio, de seguro esperando alguna muestra de aprobación. Durante un instante la mirada de ambos se cruza y casi, casi, puedes empatizar con su temor, pero pronto decides que aquel chico no es tu problema ni quieres que lo sea, y lo ignoras sin más.

Septiembre aún sigue siendo todo calor desbordante, y cuando los rayos solares dan de lleno contra el vidrio para refractarse en este, cierras los ojos y disfrutas del calor como un gato perezoso. No obstante, tu momento de plácida paz se rompe cuando oyes tu nombre dicho en labios de la maestra, y al alzar el rostro contemplas al chico nuevo acercándose hacia ti; acercándose para ocupar el puesto vacío a tu lado —que pertenece al ausente Armin—, y logrando con ello que tu indignado enfado crezca mucho más al saber que no hay protesta alguna que valga ante aquella injusticia, aunque mueras por hacerlo.

—Soy Jean —repite este al mirarte, tendiendo su mano hacia ti.

Y tú, ignorando aquello con un desinteresado encogimiento de hombros, mascullas un malhumorado «Eren» en respuesta, antes de volverte una vez más hacia la ventana, maldiciendo toda aquella situación.

Tienes diez años pintados de cálido verano en todo su esplendor. Diez años en los que acabas de descubrir, aunque aún no lo comprendas del todo, que los comienzos pueden dar inicio de las formas más bobas e inesperadas, pero que estos siempre, siempre significan algo.

 

 

DESCUBRIMIENTO

 

Los doce llegan a ti en forma de un descubrimiento abrupto que te quita el aliento y te hace sentir como un tonto.

Tumbado de espaldas sobre el verde césped de la parte trasera de la escuela, contemplas el celeste cielo de marzo, salpicado de blancas nubes que crean formas complejas, e inspiras profundo.

Ya es primavera, por lo que los días gélidos del invierno han quedado atrás y la floración ya se puede sentir en el aire. Es primavera, y es tu cumpleaños, y acabas de recibirlo metiéndote en una pelea absurda con el chico más imbécil que has tenido la desgracia de conocer en tu corta vida, y, lo peor de todo aquello, es que ya ni siquiera sabes el porqué.

Cierras los ojos un momento y respiras, llenándote los pulmones del verde aroma de la hierba recién cortada y el ligero calor que emana de la tierra que roza tus dedos como una caricia amada.

Dos años llevan Jean y tú de conocerse, y dos años son los que ambos se la han pasado peleando por una cosa u otra sin tener un motivo real, y resulta tan absurdo… No son amigos ni enemigos, pero tampoco parecen ser capaces de ignorarse el uno al otro y fingir que no existen. Y es tal vez, por ese motivo, que cada uno de sus encuentros es un enfrentamiento, y cada mirada que comparten es un reto, logrando que cada vez que uno abre la boca para dar su opinión, el desacuerdo y las protestas del otro vuelen sin remedio alguno, muchas veces sin siquiera detenerse a pensar si las sienten en realidad.

Cada día de aquellos dos años de conocerlo, has asegurado odiarlo y desear que desaparezca de tu vida; no obstante, ahora que pareces ser capaz de ser sincero contigo mismo y ver todo con más claridad, descubres que no es del todo así. Jean no te gusta, y quizá tú tampoco le gustes a él, pero aquel choque constante de corrientes tan violentas y similares, ha acabado por acercarlos y hacerlos enfrentarse como si fuesen un eclipse, finalmente descubriéndose.

Abres los ojos y vuelves el rostro, y al ver que a su vez este te contempla de igual forma, experimentas algo extraño naciendo en tu interior. Y es incómodo, ya que en aquella oportunidad no hay ceños fruncidos ni burla alguna en su mirada, y aunque la nariz le sangra y está tan sucio como seguramente tú mismo te hayas, no parece enfadado en absoluto, pese a que tú seas el causante de ello.

Jean Kirstein es un imbécil en tu opinión y eso no cambia, pero es uno que jamás ha sido malo con Armin, a diferencia de muchos otros niños, y no parece tenerle miedo a Mikasa, pese a que tu hermana menor sí lo da algunas veces. Jean es un imbécil, sí, pero menos que muchos otros, y ese descubrimiento te abre al fin los ojos, perdonándolo un poquito.

Quizás estés madurando.

Sonríes apenas y alzas una de tus castañas cejas en su dirección, y él, que sigue tumbado de espaldas a tu lado sin dejar de mirarte —quizá porque se siente tan cansado y adolorido como tú lo haces—, acaba por devolverte el gesto.

Y ríes, no porque quieras burlarte o te parezca divertido; ríes solo porque, inesperadamente, te sientes liviano como una pluma y estás contento. Tal vez porque hoy es tu cumpleaños o quizá solo porque la primavera ya ha llegado y el calor de la estación floreciente te abraza como un amigo añorado, o, puede que, simplemente rías porque has descubierto un secreto; uno que habla de que, pese a lo muy diferentes que ambos son, a lo poco que a veces se entienden, en el fondo Jean y tú se parecen bastante. Tanto que, a lo mejor, aquel pelear constante no sea más que una forma de saber y decirle al otro que siguen allí, justo a su lado, y eso, a tu parecer, no es tan malo después de todo.

 

 

SUEÑO

 

Catorce otoños son los que tienes cuando por primera vez descubres algo terrible sobre ti, y el miedo por ello te carcome.

Es un sábado de comienzos de octubre; una fría y ventosa mañana que invita a quedarse en la cama bajo las mantas para refugiarse del destemple que parece reinar en el exterior, pero la cual de todos modos no puedes disfrutar debido al sueño que has tenido, volviendo tu mundo del revés.

Sentado en el alfeizar de la ventana mientras rodeas tus piernas alzadas con tus brazos, contemplas la calle solitaria y te sientes estremecer por dentro sin que el frío sea el responsable de ello. El miedo ha hecho fácil presa de ti sin darte oportunidad alguna de escape, y aunque odies admitirlo, no sabes cómo librarte de este, por más que lo desees.

Miras tu lecho revuelto y lo sientes casi como un campo de batalla, obligándote una vez más a tragarte las ganas de romper a llorar. Son tantas las emociones que te embargan en ese momento, tantas las dudas y la culpa que te golpean hasta despedazarte, que estas han formado un enredoso lío en tu interior; un lío que no sabes por donde comenzar a desenmarañar, o siquiera si podrás hacerlo, porque pese a que las dudas sobre tus gustos y preferencias ya llevaban un tiempo rondando en ti, el descubrirlo aquella mañana con total certeza, te ha demolido con la fuerza de un derrumbe.

Tus manos morenas tiemblan sin pausa alguna al recordar el sueño, y al observar tu reflejo en el cristal de la ventana frente a ti, enormes ojos, verdes y asustados, son los que te devuelven la mirada, logrando que no puedas contener más la angustia que te devora y te echas a llorar.

El inconfundible sonido de tu madre moviéndose en la planta baja mientras cocina, se entremezcla con el de tus sollozos ahogados, haciéndote preguntarte que dirá ella cuando debas enfrentarla y contarle tu secreto. Porque el miedo al rechazo se ha instaurado como un peso frío y desagradable dentro tuyo que serpentea amenazando con ahogarte, y por más que sepas que ella te ama hasta el punto de perdonarte casi cualquier cosa, temes acabar defraudándola del mismo modo que sientes te has defraudado a ti mismo.

Y es entonces que oyes tu nombre susurrado a través del viento, y el mundo se ilumina y derrumba al mismo tiempo para ti. Porque es Jean quien se haya de pie bajo tu ventana contemplándote por completo sonriente, y pese a saber bien que debes ser un total desastre de ojos enrojecidos y mal dormir, le sonríes abiertamente en respuesta, pues no puedes evitar alegrarte de verlo.

El tiempo ha pasado sin pausa alguna desde su primer encuentro, y ambos han cambiado y crecido como una prueba de ello; sin embargo, mientras tú solo has ganado centímetros y malhumor en aquellos años transcurridos, aquel otro terminó por perder el peso que le sobraba y estirarse cual árbol hacia el cielo, dejando de ser el chico rellenito que conociste a los diez, para convertirse en el adolescente mucho más alto y fornido que es ahora a los catorce.

Es otoño y hace frío, y aunque el amarronado dorado y anaranjado que trae la estación caduca es por completo hermoso, piensas que de todos modos prefieres por mucho la primavera; quizá, solo quizá, porque ambos han nacido en ella, y de alguna forma difícil de explicar, sientes que esta los representa.

Aquel sábado de octubre es un día destemplado de cielos nubosos y ventiscas rebeldes, pero cuando contemplas a aquel otro chico bajo ese mismo cielo, de algún modo el sentimiento que te envuelve es cálido y vibrante. Un sentimiento de plácida calma que logra que la tristeza y el miedo que te han embargado desde tu despertar finalmente te liberen y se marchen, pese a que es ese mismo chico el responsable de haberte vuelto un completo desastre.

Abres la ventana y el olor de la hojarasca te envuelve al invadir tu cuarto, y mientras te asomas fuera para decir su nombre a modo de burlesco saludo, te llenas de una felicidad estúpida solo por el hecho de saber que se ha detenido en su carrera matutina por ti, y te sigue mirando.

Como tantas otras veces te burlas de sus ridículos intentos por mantenerse en forma, y los cuales lo hacen salir a correr cada mañana, aun en sus días de descanso. Mientras que Jean, también como siempre, responde a tu puya recordándote lo muy vago que eres, pese a ser parte del equipo de futbol, ante lo que solo ríes y le discutes sin tregua alguna, apenas dándote cuenta del paso del tiempo, porque con él allí, es difícil pensar en nada más.

El llamado a tu puerta es débil y conocido, dándote escasamente tiempo para volverte y ver a tu madre, quien se asoma por la entrada de tu cuarto para saber si ya te encuentras despierto. Notas el regaño en la punta de su lengua y su ceño fruncido al verte con medio cuerpo fuera de la ventana, pero al descubrir con quien estás hablando —aun en pijama y con el cabello vuelto un oscuro nido—, alza una de sus renegridas cejas y te sonríe con una velada complicidad que no comprendes del todo, pero la cual hace que te sonrojes hasta las orejas, haciéndote desear morir allí mismo.

Ella te informa que el desayuno ya está listo, e invita amablemente a Jean unírseles esa mañana, pero este niega y se excusa, afirmando que su propia madre también lo espera y debe regresar pronto a casa.

Una vez vuelven a quedar a solas, ambos también se despiden, acordando quedar más tarde junto a todo el resto de su grupo, y le ves finalmente marchar. Y aunque los miedos que desde ese despertar te han perseguido todavía siguen y pesan, de forma sorprendente te sientes más liviano y seguro, del mismo modo que ocurre al ver los primeros destellos del sol tras las nubes de tormenta.

El otoño de tus catorce años ha llegado teñido de colores cálidos y la hojarasca humedecida por el roció matinal, repleto de temores que te han llenado de angustia debido a un sueño, tu sueño. Aquel que ha platicado contigo bajo tu ventana hasta que tus lágrimas acabaron convertidas en risas, y el cual se ha marchado corriendo, dejando tras suyo una completa certeza:

Estás enamorado.

Notas finales:

Lo primero, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero de corazón que la lectura fuese de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en ella.

Lo siguiente, es presentarme. Para quienes no me conocen, soy Tessa, ¡un gusto y muchas gracias por la oportunidad! Por si alguien ya se ha topado con alguna otra de mis historias, ¡un gusto nuevamente y muchas gracias por darme la oportunidad, otra vez!

Esta oportunidad, esta historia está dedicada para Mío, Sora-02, a quien se la tenía prometida por su cumpleaños. Llego tarde un día, lo siento mucho, pero yo no sería yo si no llegase retrasada, jaja. Aun así, te deseo un muy feliz cumpleaños, y que este nuevo añito que comienzas ya recorriendo tus dieciocho, llegue lleno de cosas buenas, de mil aventuras y amor bonito. Eso es siempre lo más importante frente a todo lo demás; lo que en verdad vale la pena. Un enorme abrazo para ti, Mío. ¡Muy feliz cumpleaños <3!

Y bueno, pasando a la historia, lo cierto es que debo confesar que estoy un poquito nerviosa publicando esto ya que es mi primera vez dentro de esta parte del fandom, y pese a que el JeaRen suele ser una de mis constantes como juego dentro de mis otras historias, jamás ha sido el protagonista. Pero bueno, la vida es un viaje y hay que lanzarse siempre a la aventura, ¿verdad? Así que solo espero que esta cortísima historia sea un viaje plácido y entretenido para todos.

Igualmente, aviso que todo por aquí puede estar un poquito extraño, ya que la historia no solo está escrita en presente y narrada en segunda persona, desde la perspectiva de Eren, sino que también, tampoco es lineal, como podrán haberse percatado ya. Los primeros cinco capítulos de este fanfic toman parte de la infancia y primera parte de la adolescencia de Eren y Jean, desde los 10 a los 16 años. Mientras que los siguientes cinco, es la segunda mitad, ya el paso a la adultez, desde los 17 a los 23, por lo que cada capítulo está formado por mini capítulos asociados de alguna manera.

Dato bobo, por si a alguien le interesa, es que el tema musical que inspiró esta historia tan rara fue precisamente Afterglow, de Ed Sheeran, así que de allí su título y esta alusión a las horas de luz durante el día.

Y bueno, sin más ya me despido, no sin antes dar un enorme agradecimiento a mi querida beta, Tsubame-Hime, quien literalmente ha estado sacando tiempo libre, del que no tiene, para poder arreglar mis desastres, convirtiéndolos en algo más bonito.

Una vez más muchas gracias por la oportunidad, quedo en deuda, por lo que solo espero que al menos este primer capítulo haya compensado.

Un enorme abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes y los suyos.

 

Tessa.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).