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Siete días lejos del mar por mei yuuki

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Notas del fanfic:

Los personajes no son míos. Esta historia es parte del reto Mermay de Motín Fanficker. Hasta donde sé, era una actividad de dibujos alusivos a sirenas durante mayo, pero en el grupo decidieron llevar la idea al fanfic y aquí estoy, con otro SherLiam.

 

Los capítulos serán cortos (o intentaré), del tipo viñeta, y he acomodado los nueve prompts según la estructura de la historia, la cual será sencillita pero con amor(?). Espero poder terminarla a tiempo. Aparte de eso, ¡gracias por leer!

Notas del capitulo:

Prompt: Náufrago en la vida.

     No había mucho que decir respecto a la manera en que lo conoció. Sherlock Holmes no era un hombre que se caracterizara por esforzarse en sociabilizar con cuanto ente se apareciera en su camino, pero la manera en que su presencia desentonaba con el entorno hizo que le fuese imposible reparar en él sin sentirse intrigado.

     Llevaba entonces cerca de una semana en Brighton, ciudad costera cuyas atracciones atraían a innumerables turistas que revoloteaban día y noche a través del paseo marítimo; y sin embargo, no se encontraba menos aburrido de lo que estuvo en Londres. La novedad venida del cambio de aires ya se había esfumado, y como tampoco le sobraba el dinero, se le ocurrió prestar sus servicios de detective a pesar de estar de vacaciones.

     Aunque no llegaron a sus oídos más que nimiedades, terminó enfrascado en la búsqueda de un collar de perlas. Su dueña, una acaudalada mujer de mediana edad, le insistió de sobremanera a pesar de su consejo de que lo mejor era dejarlo en manos de la policía.

     ―Ya han pasado casi dos semanas y Scotland Yard ni siquiera ha sido capaz de atrapar al culpable ―repuso entonces aquella, cerrando el abanico negro con indignación y azotándolo contra la mesa del café―. No puedo seguir esperando; dejaré esta ciudad pronto y ese collar es una herencia familiar. Si es usted capaz de recuperarlo, le pagaré la cantidad que desee.

     ―No me comprometo a traerle resultados, pero veré que puedo hallar al respecto ―aceptó al final, más para librarse del asunto que otra cosa. Presintió que se hundiría más en el tedio en vez de salir de él con semejante trabajo.

     Solo en parte tuvo razón. No se encontró con ningún indicio de algo interesante, más allá de las pistas necesarias; hasta que mientras conversaba con un par de pescadores en la zona del mercado, cuyo emplazamiento estaba situado directamente en la playa, se fijó en un hombre que parecía ajeno a todo cuanto tenía alrededor. Recargado contra el borde de madera de un puesto vacío, el traje claro que vestía no le hacía lucir como un trabajador anodino ni su actitud concordaba con la de los visitantes que pululaban del otro lado de los acantilados. Parpadeó; en definitiva no creía haberle visto por allí en días anteriores.

     ―Oye, no eres de aquí pero tampoco eres un turista, ¿cierto? ―Le abordó con desparpajo en cuanto dio fin a la charla con los otros hombres y estos retomaron sus tareas.

     El desconocido volvió su abstraída expresión hacia él. El cabello, lacio y rubio, resplandecía sobre las finas facciones, pero sus ojos escarlata lucían empeñados por la confusión que debieron causarle las palabras de Sherlock.

     ―Es así ―admitió con cierta reticencia. Se incorporó para enfrentarle desde su misma altura―. Aunque creo que lo mismo podría decirse de usted. Ha de ser el investigador del que hablan los rumores.

    

     ―¿Escuchaste mi conversación de antes? ―inquirió, frunciendo las cejas. Un destello mordaz atravesó la mirada del otro.

     ―No hizo falta; un solo vistazo bastó para saber que no es un simple forastero interesado en el comercio local. ―Sus labios se curvaron hacia arriba e inclinó la cabeza―. Es tan evidente como el hecho de que venía a preguntarme si sé algo respecto a cierto asunto.

     La extrañeza que sentía se esfumó en un instante. Tomó su lugar un efervescente arrebato de emoción que le arrancó una carcajada.

     ―Diría que eres más interesante que ese tema. ―dijo con un resoplido y se pasó la mano por la frente. La posó luego en su hombro y le preguntó―: ¿Cómo te llamas? Si sabes tanto es posible que ya conozcas mi nombre, y no me parece justo no saber el tuyo.

     La vista del joven decayó sobre su descuidado agarre y después regresó a su faz. La sonrisa persistía en su mirada.

     ―Llámeme William ―dijo e hizo un suave gesto de negación―. Pero se equivoca, su nombre no ha llegado a mis oídos aún, señor detective.

     El corazón le palpitó con fuerza; tuvo la impresión de dejar tras de sí un larguísimo sueño cuyo comienzo no alcanzaba a recordar.


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