Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi amigo, el árbol ¿Kouichi? por Yakaylex2

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

El nombre de Digimon Frontier y de los personajes aquí utilizados, pertenecen a sus respectivos autores (Akiyoshi Hongo y Toei Animation). Fanfic sin ánimo de lucro. Hecho por una fan para fans.

Notas del capitulo:

Hola amigos, aquí con una nueva historia protagonizada por mis gemelos más favoritos del mundo del anime, Kouichi x Kouji -aclaro, en esta historia no son hermanos ¿eh?, así que técnicamente no sería incesto… supongo. -.  Algo diferente a lo que quizá estén acostumbrados a leer - incluso yo, que soy una fanática de los fanfics y de los libros -, pero me dije a mi misma: si hay historias en donde un humano se convierte en una bestia, en un plumero o incluso en un perro ¿por qué diantres no puede ser un árbol? En fin, espero que les guste.

A veces no sé porque lo hago, pero me encanta. Tomo un buen libro, o un cuaderno y una pluma, y en mis ratos libres me dirijo hacía el enorme árbol que se encuentra en la zona menos transitada del parque de Shinjuku. Puedo pasar horas allí y no me molesta en absoluto. A veces me recuesto y al abrir los ojos, ya ha obscurecido. Varias veces me he enfermado, pero no puedo evitarlo. Siempre estoy solo, así que a nadie le importa lo que pueda hacer con mi vida. Mi padre se pasa todo el tiempo trabajando y mi madrastra no me inspira la confianza necesaria para que pueda pasar el tiempo con ella. Por eso prefiero estar bajo ese gran árbol. Me encanta sentir su fresca brisa, mientras alborota mi cabello. Me acaricia el cuerpo y el alma.


Desde que tuve edad suficiente para visitarlo, ese árbol ha sido testigo de muchas cosas importantes en mi vida; le presenté mi primer diez en matemáticas cuando iba en preescolar, mis diplomas y trofeos en concursos literarios, mi certificado de graduación de la secundaria y mis resultados de aceptación en preparatoria. Claro que no solo han sido cosas buenas. Él estuvo allí, escuchando mis monólogos sobre el temor que sentí la primera vez que vi una película de terror, cuando tenía miedo del monstruo dentro del closet, o cuando tenía exámenes tan complicados que me quedaba estudiando dentro de sus raíces hasta que se terminaba la luz natural.


Cuando a los diez años me enteré de que mi madre acababa de morir, lloré abrazado a su tibio tronco hasta desahogar toda mi frustración y mi resentimiento. ¿Y por qué lo tomé de esa forma, si son cosas que pasan? Bueno, por la simple razón de que mi padre me mantuvo oculto el hecho de que estaba viva. Él me mintió diciendo que murió al nacer yo, y la única razón por la cual lo hizo fue para no tener que explicarme que la había abandonado por otra mujer. Pude haber pasado esos años con mi madre, pero él nunca lo permitió.


Y como olvidar que mi amigo el árbol también fue testigo de la primera borrachera que tuve, gracias a que Izumi - mi primera novia- me dejó por otro tipo llamado Takuya, argumentando que él parecía más hombre que yo. Por supuesto que eso dañó tanto mi corazón como mi ego. Es decir ¿qué chico de diecisiete años soportaría que le digan que tiene un aspecto afeminado? Yo no, por supuesto.


Así han pasado todos estos años; mi amigo el árbol ha sido testigo tanto de triunfos como de tristezas. Pero hoy es diferente. Hoy he venido aquí a celebrar mi cumpleaños número dieciocho. Y también he venido a despedirme. En un par de días, el gobierno local lo talará, y por más cartas que he escrito, al parecer soy la única persona en toda la zona que lo defiende, porque han hecho oídos sordos. Él es mi confidente y mi mejor amigo. Tal vez te parezca absurdo y no te juzgo, pero los amigos los puedes encontrar en donde menos te lo imaginas.


Pasé toda la tarde hablando sin parar con él, comiendo algunos bocadillos y bebiendo sake. Si iba a ser el último día que lo viera, al menos que valiera la pena. La escasa gente que llegaba a pasar me miraba confundida, quizá pensando que soy un loco. Pero no me importaba. Él es mi amigo y punto. De pronto quise hacer algo especial con él, pero qué ¿abrazarlo? Ya lo había hecho muchas veces. ¿Darle un obsequio? ¿Qué se le puede dar un amigo de más de 5 metros de alto? ¿Y si lo besaba? Si alguien me veía seguramente pensarían que soy una especie de fetichista o pervertido. Pero de verdad que quería demostrarle mi cariño. Conforme la luz se fue extinguiendo, era evidente que solo quedábamos él y yo. Por suerte ni los policías ni los delincuentes pasaban por allí a estas horas, ya que se rumoraba que había fantasmas en la zona. Por eso no me preocupaba en lo absoluto.


Fue así que comencé a hablarle en voz más alta.


- ¿Sabes algo, amigo? Desearía tanto que estuvieras aquí, físicamente... - Me sentía mareado, no debí haber bebido tanto sake. - Bueno, que fueras una persona. Así no te tendrían que talar, y no me preocuparía sobre cómo llevarte al patio trasero de mi casa. Podríamos vivir juntos por siempre. No me importaría que fueras un chico. - Sin ser consciente de lo que hacía me acerqué a él y lo abracé como siempre. - Podría abrazarte completamente y no me daría pena el poder demostrar mis sentimientos por ti. - De pronto puse mis labios en su tronco, en una especie de beso. Ha sido la más extraño que he hecho en la vida, pero nunca me he arrepentido de eso.


La noche era fresca, por lo que opté por llevar una cobija delgada y me acomodé en sus raíces. Pasaron las horas. Cerca del amanecer, cuando todavía estaba obscuro, sentí que me abrazaban, pero de una manera más suave. Acariciaban mi mejilla con ternura y revolvían mi cabello. Me asusté. Tal vez un pervertido me había visto dormido. Abrí los ojos y noté que estaba en el regazo de alguien. De inmediato me puse de pie, sorprendiendo a la otra persona, que apenas si podía verse en la penumbra.


 - ¿Quién rayos eres? - Le pregunté molesto, tratando de no mostrar mi miedo. La otra persona me sonrió.


- ¿No reconoces a un viejo amigo? - Su voz se oía un poco grave. Como si tuviera la garganta lastimada.


- No. - Contesté fríamente. El otro comenzó a reír. - ¿De qué te ríes?


- Creí que eras más amable. Por la forma en la que recitas tu poesía y por la forma en la que me cuentas tus problemas, pensaba que eras más sensible. Pero hablarle de un modo tan frío a un amigo no lo veo bien.


- ¿Qué? - A nadie más le contaba mis problemas, solo a mi amigo el árbol.


- Si quieres saberlo, mi nombre es Kouichi y llevo cientos de años viviendo aquí. - Su voz volvió a sonar como al principio.


- ¿Acaso eres un fantasma? - Por primera vez, supe lo que era el verdadero terror.


- No, nunca lo he sido. Y ahora menos. - Se acercó a mí y me tomó las manos. Era obvio que no era un fantasma. - Gracias a ti, el hechizo está roto.


- ¿De qué hablas? - Traté de mirarlo, pero no alcanzaba a ver su rostro.


- Hace muchos años, - comenzó a explicar, - yo era un campesino que se dedicaba a cultivar arroz, precisamente por esta zona. Para mí, el trabajo era lo más importe así que no les daba importancia a otros asuntos. Un día, una mujer llegó y me pidió que la desposara. Obviamente le dije que no. En varias ocasiones me visitaba para pedirme lo mismo, pero una y otra vez le respondía que no. Se obsesionó demasiado hasta comenzar a acosarme. La última vez que la vi, le dije que prefería casarme con un árbol antes que con una mujer tan posesiva. - Suspiró. - Bueno, resulta que en realidad era una bruja de la montaña. Dijo que, si prefería a un árbol sobre ella, entonces que me casaría con uno. Me lanzó un hechizo que, en cierta forma, hizo que me fusionara con un pequeño árbol que estaba cerca de allí.


- No lo puedo creer... - Musité.


- Es cierto. - Seguía tomándome las manos. - Durante todos estos años había vivido con el temor de que alguien me talara. Pero, afortunadamente, me he encontrado con personas muy especiales que se han encargado de evitarlo. También he recibido diferentes tratos por parte de las personas, algunos buenos y otros malos; pero el tuyo ha sido el más especial. Tus atenciones, tu cariño y tu amistad hacía mí, han sido tan diferentes. Y gracias a ese beso que me diste hoy, pudiste liberarme. -Sentí que me sonrojaba.


- Creerás que soy un pervertido. - Le dije débilmente, con la cabeza inclinada. Para mi sorpresa, tomó mi barbilla y levantó mi rostro.


- No lo eres...  -Me miró y pude ver el brillo de sus ojos. - O entonces también yo lo sería, por querer corresponder a tus muestras de cariño mientras tenía forma de árbol. -Sonreímos. De pronto sentí que acercaba su rostro hacia mí. También yo hice lo mismo. Nuestros labios se unieron, en un beso mágico y hermoso. A lo lejos, el sol comenzaba a aparecer. Nos separamos y abrí mis ojos, para poder al fin ver su apariencia, pero me sorprendí sobremanera.


- Te pareces a mi... - Teníamos el mismo tono claro de piel; el mismo cabello de color negro azulado, solo que yo lo llevaba largo y en una coleta, mientras el suyo era más corto; y los ojos eran de un tono azul marino, tan obscuro que podían parecer negros.


- ¿Sí?, hace años que no veo mi apariencia, tal vez ya ni la recuerdo. - Me dijo divertido.


- Podríamos pasar por hermanos gemelos. - No podía ocultar mi asombro.


- Eso... creo que no estaría bien. - Me miró profundo. Yo le devolví la mirada. -Porque entre hermanos no se pueden enamorar. - Sonrió.


- Creo que tienes razón... - Le dije torpemente. De pronto noté algo peculiar, algo que no había notado antes. - ¿Dónde está?


- ¿Quién? - Preguntó curioso.


- El árbol... - Creo que aún no entendía bien lo que había pasado. Me abrazó.


- Yo soy tu árbol... - Me susurró al oído y sentí la frescura de su aliento, exactamente como sentía la suave brisa de sus hojas. Sus brazos eran fuertes y protectores, como sus raíces, y pude sentir el latido de su corazón, lento y uniforme como el bombeo que hacía mi árbol de vez en cuando. Me aferré a él como cuando tenía diez años.


- Gracias por haber estado a mi lado todos estos años. - Le dije con sinceridad. - Siempre has sido mi mejor amigo.


- Lo sé y te agradezco que me consideres de esa forma. Déjame ahora convertirme en algo más especial para ti. - Besó mi cuello y sentí un cosquilleo recorrer toda mi columna.


- De acuerdo... eh... ár. - Tartamudee un poco, el volvió a sonreír.


- Kouichi Kimura. – Sonreí, pues no podía creerlo. - Si, por extraño que lo parezca ese es mi nombre.


- Muy conveniente. -Asintió.


- Vámonos, Kouji. Vámonos lejos de este lugar y vivamos juntos para siempre. Podemos irnos más lejos que tu patio trasero. - Me sonrojé, ¿que tanto le había dicho estando ebrio?


- Créeme que me encantaría, pero las cosas no son tan sencillas, -suspiré. -Para empezar, no tienes ninguna identificación ni tenemos dinero para lo que me propones.


- De los papeles yo me encargo, no creo que sea tan difícil hacerlo. He visto muchas cosas a lo largo de estos años. - Me hizo a un lado y se arrodillo sobre la hierba. - Y por el dinero ni te preocupes. - Comenzó a escarbar un poco en donde antes habían estado sus raíces.


- No me digas que tienes tu billetera ahí. - Le dije burlonamente, mientras él seguía con su labor. De pronto se detuvo.


- No es una billetera, - jaló con fuerza y sacó un pequeño cofre, - es un tesoro.


- ¿Cómo? - Pude verlo, cientos de monedas de oro y algunas joyas se encontraban allí.


- Si no me hubieras despertado, seguro habría muerto y los constructores lo hubieran encontrado. - Me miró y pudo notar mi expresión. - Hace unos cien años, un tipo extranjero, que parecía una especie de soldado, lo enterró allí, ya que lo perseguían. Después siguió huyendo. Supongo que pensaba regresar, pero a unos metros de mí, lo ejecutaron. Desde entonces lo he estado resguardando bajo mis raíces.


- Vaya. - Todo era asombroso. Si estaba soñando, esperaba que no me despertará nunca.


- Entonces, Kouji, ¿te gustaría huir conmigo? - Lo miré, tal vez todo era extraño, pero podía estar seguro de algo.


- Si, ¡vámonos juntos! - Y volvimos a besarnos, esta vez con mayor fuerza.


Me conocía y yo lo conocía a él. Bueno, tal vez no era así, tal vez era solo la sensación que me brindaba porque ¿quién puede saber cómo es en realidad un árbol?, ¿qué piensa? Yo creo que nadie. Me sentía en una ligera desventaja. Pero al fin mi deseo se había cumplido. Kouichi y yo nos dirigimos a mi casa. Por suerte mis padres no estaban, pues habían salido a un viaje de negocios. Sería más fácil para mi dejar mi carta de despedida.


- Bienvenido. - Le dije. Pude ver el asombro en sus ojos. - Vamos, solo es una casa.


- Es un verdadero castillo. - Me dijo. Recordé que me había contado que era un humilde campesino. Supongo que en su época no tenía esos lujos.


- Ven, mi cuarto es por aquí. - Lo tomé de la mano y lo llevé al segundo piso. No cabía en su asombro. - Puedes tomar una ducha si lo deseas.


- Si quieres hacerlo tu primero, no me molestaría esperarte. - Tomó asiento en el suelo.


- ¿Seguro? - El asintió.


- Claro, estoy acostumbrado a la tierra y al frio. Pero tu no. - Sonreí.


- De acuerdo, no tardaré. - Preparé todo tanto para su baño como para el mío. Incluso le dejé una muda de ropa limpia, ya que el solo tenía la desgastada ropa de trabajo de su vida pasada. Incluso iba descalzo. Afortunadamente éramos de la misma talla. Comencé a ducharme. De pronto, la puerta se abrió y allí estaba. Me sonrojé de inmediato, ambos estábamos desnudos. Su torso estaba tan duro como el tronco que tuviera antes. Se acercó a mí y nuevamente nos besamos. Me acercó a él lo suficiente como para sentir todo su cuerpo, frio y cálido a la vez. Deslizaba sus manos sobre mí, y yo hacía lo mismo con él. Me gustaba mucho la forma en la que repetía mi nombre, una y otra vez, con mucho cariño y ternura. Por fin, casi con timidez, nos volvimos uno solo.


 - Kouji... Te amo... -Me susurró al oído.


- Yo también te amo... Le dije mientras lo volvía a besar. El agua de la regadera continuaba cayendo sobre nosotros, tan fría como si fuera lluvia...


 Lluvia...


No era la regadera, ¡realmente era lluvia! Mi cobija a unos metros de mí, estaba empapada. Pero yo no me había mojado tanto ya que me encontraba siendo resguardado por mi viejo amigo, por sus amplias ramas. Lloré sin poder controlarme. Había sido un sueño, lo iba a perder. Abracé sus raíces y sentí que él las cerraba más sobre mí. Tal vez era mi imaginación tal vez no. Pero no quería perderlo. No otra vez. Comencé a escarbar justo donde él me había enseñado, y mi sorpresa fue tan grande como en mi sueño.


Al día siguiente, a primera hora, acudí a la oficina del alcalde y exigí que me recibiera. Tal vez fuera mi aspecto poco aseado lo que me daba una apariencia amenazadora pero no me importaba. Pasaron horas para que pudiera recibirme y por fin pude hablar con él. Le expliqué todo lo sucedido (por supuesto, omitiendo mi sueño), le expliqué lo que ese árbol valía para mí y por último le dije que sería capaz de comprarlo con tal de que no lo talaran. Poco faltó para que se riera de mí, pero cuando le mostré el cofre se sorprendió demasiado. Llamó a un experto y este confirmo que se trataba realmente de un tesoro que tenía cientos de años de antigüedad. Valia una fortuna.


- ¿Qué quieres hacer con él? No podemos darte el total del valor del tesoro porque ya sabes, el gobierno...


- Si, ya lo sé. - Lo interrumpí. No tenía ganas de escucharlo, además ya había apartado una buena parte en mi casa. Si tonto no era. - Lo único que pido, y sé que usted lo puede hacer, es que conserven intacto al árbol, en su lugar.


- Lo siento hijo, pero ya se ha firmado un convenio para derribarlo. - Movió la cabeza. - Es algo completamente legal y que está fuera de mi alcance.


- ¿Y si lo trasplantaran? - Le dije sin pensarlo un minuto. No iba a dejar que le pasara nada a mi mejor amigo.


- ¿A dónde, a tu patio trasero? -  Me miró divertido, aunque después de verlo con hostilidad, cambió su semblante. - Me parece que podemos arreglarlo.


Nos estrechamos las manos y cerramos el trato. Esa noche, cuando mis padres volvieron a casa, les comenté lo que había hecho. A mi padre casi le da un infarto, pero mi madrastra, por primera vez en su vida, le exigió que me apoyara. Así que finalmente aceptó. Al día siguiente, el enorme árbol fue trasladado a mi patio trasero. Conforme pasaron los días me di cuenta de que no había de que preocuparme. Estaba sano y fuerte. Quizá en unos diez años habría que reducir la casa a un tamaño más chico, pero eso no me importaba. Contratamos a un arquitecto que hizo maravillas con él, y ahora tengo mi propia casa del árbol, claro, con los servicios básicos y mi propia habitación. Eso sí, sin haberle causado ningún daño. Tal vez era una absoluta extravagancia, pero no me importaba. Él y yo nos habíamos vuelto uno mismo.


Cuando por fin me mudé, la brisa de sus ramas me acarició y yo me sentí feliz. Me dirigí a mi habitación y dormí tan tranquilamente, como nunca lo había hecho. Pero en la madrugada, una caricia diferente me despertó.


- Hola, Kouji... - me susurró con esa voz grave.


- ¡Kouichi! - Grité mientras me colgaba de su cuello. - ¡Estás aquí!


-Siempre lo he estado. - Me sonrió. - Y gracias a ti siempre lo estaré. - Me abrazó con fuerza y me sonrojé. Conversamos sobre cosas triviales hasta que me armé de valor y le pregunté.


- ¿Tu historia es real? – Él suspiró decepcionado.


- ¿Acaso el cofre con el que compraste mi vida no lo era? – Negué con la cabeza. – Ambas historias son reales.


- ¿Y por qué te pareces a mí?, ¿Así eras en tu vida pasada?


- Tal vez. O tal vez como soy un espíritu tomé tu apariencia. - Me sonrió divertido. - Eres demasiado atractivo. – Me volví a sonrojar y él solo me abrazó con más fuerza.


- Pero no eres el árbol, ¿correcto? - Todavía seguía un poco confundido.


- Siempre lo he sido. Su alma y la mía se fusionaron después de todos estos años. – Lo pensó un momento. - Supongo que después de vivir cientos de años de esa forma era imposible que volviera a ser una persona real. Al menos me convertí en un espíritu. - Besó mi frente. – Y al ser un espíritu también puedo entrar en los sueños.


- ¿Esa será la única forma en la que podamos vernos? - Lo abracé con más fuerza.


- Esa será la única forma en la que podamos tocarnos, Kouji - me susurró al oído mientras yo me estremecía como antes. - Ahora que ya vivirás aquí todo el día podré aparecerme frente a ti, como si fuera un fantasma. -Hizo los movimientos de uno mientras sonreía. - A menos que tú no quieras...


- Quiero vivir contigo para siempre, Kouichi. - Lo besé con ternura en sus labios y él me correspondió.

Notas finales:

Hasta aquí la historia, espero que les haya gustado. Recuerden, a cuidar la naturaleza, chicos. Este hermoso mundo no va a estar igual para siempre. Y menos con esas viejas vecinas metiches que talan los árboles del jardín comunal porque "van a botar el piso". Si señora, como en unos veinte años y dudo mucho que usted siga con vida.  Por cierto, cuando Kouji comenta que el apellido de Kimura es muy conveniente, es porque en realidad este nombre significa “el árbol del pueblo”. Un dato curioso de Digimon que yo desconocía hasta que escribí esta historia - y que si lees esto lo podrás conocer tú también -. Pero bueno, ya saben que cualquier comentario bueno o malo, siempre es bienvenido. ¡Nos vemos en el siguiente!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).