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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Notas del capitulo:

En este capítulo hay lemon.

Repito, esto no es un simulacro.

Hay lemon!

 

 

 

 


Aunque no está tan hot la dvd ggg.

Odiaba ser tan voluble, ¡lo odiaba en serio! No era un desequilibrado pero era tan inseguro que dudaba sobre cada decisión tomada, el pasado se encargaba de recordarle que había cometido demasiados errores aunque en su momento hubiese pensado que eran buenas acciones.

Le había dicho que sí a Itachi sobre sus encuentros, todo lo que hicieron el día anterior y lo ocurrido en la Roca le llenaban de una felicidad muy particular que solo él podía brindarle; de eso sí estaba muy seguro, nunca encontraría a nadie que le hiciera sentir así. Y sin embargo aquí estaba escudándose con su hijo para evitar que el pelinegro se le acercara, también procuraba estar en las zonas que veía más concurridas y hubiera gastado todo el tiempo con sus compañeros de la Roca pero no podía concentrarse además de que Boruto se ponía inquieto rápidamente.

Pero por más que evadía el contacto con Itachi este no se iba de sus pensamientos, le atormentaba el deseo de estar con él a cada minuto; el aire le faltaba solo de imaginar lo que harían la próxima vez porque en cada encuentro escalaban más rápido el nivel de confianza.

Anhelaba lo que se estaba negando, no quería encontrarse con él y al mismo tiempo era lo que más deseaba. Caminaba lento adrede solo para darse tiempo de mirar en todas las direcciones posibles esperando verle aunque fuera de lejos, cada vez que doblaba en una esquina el corazón se le desbordaba solo de imaginar encontrarlo al dar la vuelta. El sol ya se estaba ocultando y nada de eso pasó, no lo vio ni una vez en el día.

Deidara no lo había visto pero Itachi no se había perdido ni un solo paso de su recorrido, todo el tiempo supo exactamente dónde encontrarlo pero no fue una persecución divertida porque sabía de sus intenciones; era evidente que estaba huyendo de cualquier situación que le diera la oportunidad de abordarlo.

No lo entendía, de verdad pensó que todo sería idílico después de su encuentro. ¿Acaso lo había obligado? ¿Por qué Deidara se comportaba así?

- Temprano esta noche, ¿eh? –Le dijo Sai al verlo entrar a la habitación. Lo miró molesto, no le gustaba que fuera tan confianzudo. –Las cosas no salieron bien con el Tsuchikage.

- Todo gracias a tus malditos consejos.

- Oye, te aseguro que el consejo fue bueno ¿pero no pensaste que funcionaría mágicamente verdad? El chico tiene miedo, no ibas a derrotar el monstruo que lleva creciendo años en un día. Dale tiempo y espacio para extrañarte, el irá corriendo a tus brazos tarde o temprano. –Itachi estaba escéptico y molesto por su ayuda.

- Claro, seguro a ti te han funcionado esas estrategias. –Sai frunció el ceño por su comentario sarcástico.

- No es la misma situación porque al menos tú puedes estar seguro de que hay algo con el Tsuchikage. –Ya estaban algo irritados así que lo mejor sería que se relajaran antes de decir algo de lo que se arrepintieran.

Sai se levantó de su lugar y salió sin despedirse. Iba con las manos en los bolsillos caminando con hastío, tener al Tsuchikage en la Arena volvía sus noches muy aburridas puesto que no podía salir de parranda con Itachi y el Kazekage tampoco estaba de humor para soportar sus ocurrencias. A veces se preguntaba qué hacía ahí perdiendo el tiempo, claro que en la Hoja tampoco tenía un propósito claro.

- Su majestad –se acercó al rubio al verlo merodear. –¿Se ha perdido camino al comedor? –estaba seguro que esa no era la razón.

- No, solo exploraba.

- Ya veo, en ese caso yo puedo darle un recorrido –Se acercó y le ofreció su brazo para no darle tiempo de negarse.

Lo guio con maestría por todos los rincones de la torre.

- Estoy seguro de que no es tan interesante ni tan hermoso como puede ser su aldea o incluso la Hoja.

- Jamás me atrevería a decir algo así, cada aldea tiene su encanto.

- Supongo que es difícil verlo de ese modo cuando llevas tanto tiempo aquí pero algo bueno hay en la profundidad, de otra forma no habría vida ni esperanza en este lugar ¿no cree? –Deidara se quedó callado, le parecían raras sus palabras, como si se las dijera a sí mismo para convencerse. –Sé qué estaba buscando, le diré como llegar a la habitación de cierto guardia desde la suya sin ser descubierto. No es necesario que me lo agradezca ahora, ya me cobraré este favor cuando sea conveniente –Le guiñó un ojo y sonrió.

Aunque le enseñó el camino más fácil para moverse Deidara no hizo el intento de seguirlo por ahora. Tampoco pudo dormir mucho esa noche, solo se paró junto a la puerta intentando callar la voz que le animaba a salir; no lo haría. Se sentía culpable por muchas razones.

Al siguiente día a pesar Itachi se sentía reacio a visitar a Deidara, Sai le hizo ver algo fundamental. Si él no era quién daba los pasos hacia el Tsuchikage este no lo haría, no podía hacerlo; porque una cosa era el juego que usaba para seducirlo y hacerlo caer en la intimidad pero otra muy diferente eran las acciones que podía permitirse realizar a la luz del día, el rubio era una persona importante y la mayor tiempo sería vigilado y juzgado.

Entró en sigilo a la oficina y esperó a que el doncel llegara. Él era muy paciente, pudo haber estado ahí escondido por días hasta que Deidara se apareciera, no fue tanta la espera. Lo vio caminar tranquilo hasta el sillón que quedaba en medio de la habitación, se quitó la túnica de Tsuchikage y el sombrero para dejarlos perfectamente acomodados sobre este; vestía un hermoso y sencillo kimono. Lo observó embelesado amarrarse el cabello en una coleta alta dejando a la vista su largo cuello, no muchas veces tenía la oportunidad de admirarlo así. El ojiazul no se distrajo en absoluto y de una manera casi ceremonial acomodó sus libros, sus apuntes, sus pinceles y tinta para empezar a trabajar. Miró su perfil, todo él estaba totalmente inmerso en sus tareas, tan imperturbable y hermoso que no quiso interrumpirlo. Solo se dedicó a admirarlo por minutos, por horas, hasta que terminó sus deberes.

Cuando parecía haber terminado salió de su escondite, el Tsuchikage saltó y se tocó el corazón por el susto.

- ¿Deidara, me temes? ¿Hice algo para ofenderte?

- ¿Por qué lo dices?

- Porque pareces huir de mí, pensé que estábamos bien. -Entonces el rubio respiró profundo y le evadió la mirada.

- Lo único que temo es perderme, ser incapaz de hacer que no todo se trate de ti. Temo ignorar todo con tal de perseguirte.

- Te lo dije antes y podría repetírtelo mil veces; esto será lo que tú quieras que sea, como quieras llamarle y hasta donde quieras llegar. Soy arcilla en tus manos, tómame y haz de mí lo que desees pero no me alejes... es lo único que te pido, no me rechaces porque sé que nos amamos más de lo que amaremos a cualquier otra persona en la vida.

Se acercó a abrazarlo con fuerza.

- Lo haré si me prometes una cosa. Si llegase el día en que tú ya no soportes me lo dirás. –Itachi leía perfectamente el subtexto en esas palabras, pero era imposible, se mantendría todo el tiempo necesario a la disposición de Deidara, no necesitaba a nadie más.

- Te acabo de decir que eres la persona más importante en el mundo...

- ¡No es lo que estoy diciendo! Digo que si por cualquier razón nuestra relación ya no puede ser primordial, si te acarrea más problemas de los que puedes solucionar entonces solo tienes que decírmelo... –esa era una de las cosas que más temía, que tener un romance así, en secreto, implicaría una gran carga para ambos y no le podía pedir a Itachi que aguantara por siempre porque allá afuera había un montón de personas hermosas totalmente compatibles con él que podían alejarlo de nuevo y estaba preparado para aceptarlo pero se prevenía ante el hecho de que lo que más le dolería sería seguir amando a una persona que tenía necesidades que él jamás podría cumplir y que en lugar de aliviarle le estaba dificultando la vida.

- Te diré cada cosa que pase en mi vida, te lo contaré todo si es lo que quieres.

- Hablando de eso, no quiero recibir más de tus cartas; no las envíes por favor. Solo necesito que me prometas que serás sincero, ¡promételo Itachi! Es importante para mí. – A sus ojos el que más perdía era Itachi, al menos quería ofrecerle esta salida si algún día la necesitaba.

- Te lo prometo. –Lo abrazó para esconder su dolor, ¿por qué Deidara no podía simplemente creer en que lo amaría por siempre?

 

Más temprano de lo que hubiesen deseado Deidara regresó a la Roca. La última imagen que Itachi tuvo de él fue verlo subir a su transporte con su vástago en brazos, lo miró desde lejos porque estaba seguro que no podría ocultar el rechazo que le tenía a ese niño; sí inmerecido pero al final de cuentas tan intenso que era casi palpable. No era de su agrado en primera por ser hijo de su hermano y en segunda, y más importante, porque parecía ser lo más preciado para Deidara.

Nunca hubiese podido competir por el lugar más valioso en el corazón de Deidara y se repetía que no importaba porque incluso teniendo un pequeño rincón en él sería feliz. Debía conformarse con que ahora el rubio se dejaba tocar libremente aunque fuesen unos pocos días al año, incluso con todas esas restricciones que le había puesto.

Lo único que podían esperar con paciencia y anhelo era su próximo encuentro. Sería incierto el tiempo que pasaría, solo les quedaba tener fe y atraer la buena fortuna con pensamientos positivos; lo que más costaría sería no dejarse consumir por la incertidumbre e inventarse angustias innecesarias.

 

Poco más de un año pasó y al fin la tortura de estar lejos cesó.

Siguió a Deidara desde la frontera entre las dos aldeas con cautela para no ser descubierto, cuidó ese carruaje como el tesoro que era y al llegar a la torre del Kazekage por fin lo pudo ver descender del vehículo. El corazón casi se le detuvo por semejante belleza, no sabía si era el tiempo o si de verdad había cambiado en algo pero el doncel le resultaba mucho más apuesto que la última vez.

Esa sonrisa de perlas aunque se la dirigía al hijo le estremeció, ya deseaba encontrarse con él frente a frente para ser el único que tuviera su atención.

Se sentía un poco hipócrita al recordar todas las veces que le recalcó a Deidara que no pediría más de lo que quisiera darle, solo que en el pasado pensaba que el rubio lo pondría como prioridad por el amor y deseo que se tenían al menos en el corto tiempo que estuvieran cerca; creía que las visitas a la Arena serían el pretexto para estar juntos y ahora notaba que en realidad no era así pues estaba dedicando más tiempo a sus compromisos de Tsuchikage y no quería ser absurdo porque aunque fuesen unos pocos minutos al día se encontraban para besarse o toquetearse. No podía reclamar nada y no se hubiera atrevido a tomar acción alguna, sin embargo un evento le caló profundo en el ego.

- Lo siento Itachi hoy no puedo estar mucho tiempo, tengo varias cosas importantes qué hacer. -Entendible, nada raro había en ello.

Lo que le molestó fue verlo unos minutos después paseando con Sai y después tonteando con su hijo y Temari. Esas eran puras necedades ¿si tenía tanto tiempo libre por qué no se lo dedicaba a él?

Contuvo el disgusto y no mencionó nada aunque los días siguientes siguió recibiendo puras migajas del doncel y este ni se inmutaba ante su mala cara.

Ahora había un enojo contenido que deseaba mostrar, lo hacía pasivamente aunque Deidara parecía no darse cuenta o lo fingía demasiado bien. Quería gritarle que en sus ojos negros que siempre le miraban con amor también viera la desesperación y el reclamo por esta situación. ¡Eran adultos, maldita sea! Sabía que esto era un berrinche, que no era correcto este actuar pero nadie le había enseñado la forma adecuada de expresar sus emociones, siempre se trataba de aguantar hasta explotar de la peor manera.

De haberse dado el tiempo de respirar y alejarse Itachi podría haber controlado sus sentimientos y sin embargo aquí estaba besando a Deidara desesperadamente y con furia.

El doncel lo sentía aunque se cegaba selectivamente, no quería ser el causante del enojo si siempre había sido tratado con tanto cuidado. Quería apaciguar lo que fuese que había causado este malestar en Itachi, entrelazó los brazos tras el cuello del mayor y abandonó sus labios para ir bajando en un camino de besos por su mentón, le recorrió el cuerpo con la boca y con las manos hasta llegar al pantalón.

Itachi sabía muy bien lo que quería hacer el doncel, solo buscaba distraerlo con el placer de siempre y por mucho que le encantaba, en esta ocasión quería más, de verdad necesitaba en el alma que Deidara le diera un poco más. Lo tomó por ambos brazos y lo levantó hasta dejarlo de pie, lo besó de nuevo profundo y hasta ahogarse con la atropellada respiración del rubio.

Había cierta violencia en las caricias que el pelinegro propiciaba pero Deidara no podía evitar la excitación, por supuesto que no podría; Itachi ya conocía sus puntos débiles, lo hacía alucinar. Sabía que por fin pasaría, no sería capaz de detenerlo porque estaba tan caliente que la lucidez se evaporaba. Estaba agitado por todo el preludio, por sus besos y la preparación.

Fue tan apresurado que apenas sí se dio cuenta que ahora estaba con la cara y manos pegadas a la pared. Tragó duro y siguió jadeando de gozo, a sus piernas y vientre llegó la frescura del aire cuando le echó la tela a la espalda, por sí mismo se había acomodado en esa posición vergonzosa con las piernas separadas y el torso ligeramente inclinado. ¿En qué momento habían escalado tan rápido? Sentía los dedos adentrarse en él y con un atrevimiento exagerado explorar todo su interior, estaba muy consciente de cada caricia y sentía pinchazos de dolor que le hacían gritar encantado cada vez que el guerrero agregaba otro dígito y los separaba para dilatarlo

Estaba por entregarle todo a la persona que amaba. No temía en absoluto, tampoco había espacio para pensar en arrepentimientos y mucho menos en consecuencias.

Apretó los dientes en cuanto sintió la punta del glande abrirse paso, sabía que no lo penetró por completo en ese movimiento; le estaba dando tiempo para acostumbrarse, lo agradeció soltando el aire en un gemido. Se sentía extraño, sabía que esperar pues esta no era su primera vez pero todo era diferente.

¿Cómo lo había hechizado? ¿Por qué estaba tan desinhibido?

Separó el rostro del muro y dándose el soporte necesario con los brazos comenzó a echar la cadera hacia atrás mientras inclinaba más el torso, lo hizo a su ritmo, dándose el tiempo de sentir como poco a poco cobijaba a Itachi en su cuerpo.

El varón empezó a moverse, el interior estaba tan lubricado por el juego previo que no hubo ni un sonido de dolor, solo de placer por parte de ambos. Sacaba casi por completo su miembro y después lo introducía de golpe hasta sentir sus testículos chocar contra el trasero del rubio, lo escuchaba gemir tan alto que estaba seguro de que alguien terminaría por descubrirlos.

Para el guerrero era delicioso sentir la calidez, saber que Deidara lo recibía con gozo. Ya se había olvidado de la furia, ahora todo era pasión. Puso las manos a cada lado de la cadera, veía como se hundían y se marcaban los dedos en la piel pero no podía evitarlo y sabía que no lo estaba dañando. Esto de verdad era estar en la gloria, muy diferente a solo tocarse con las manos o la boca. Nunca creyó que las entrañas del doncel se sentirían así, apretándose y relajándose ante cada estímulo, sentir su pene dentro de ese cavidad bien caliente y húmeda era una experiencia que quería repetir mil veces más.

El ojiazul estaba perdido y solo era capaz de reconocer a Itachi, nada más existía. Se encontró tan desesperado por el placer que no supo cómo reaccionar a lo que su cuerpo sentía. Sufría un exquisito y sutil dolor en los pezones que completamente erectos se rozaban con la tela, quería tocarlos pero si lo hacía perdería el equilibrio y no encontraba la coherencia necesaria para pedírselo al pelinegro.

Itachi con esa maravillosa condición dada por años de entrenamiento no parecía reducir el ritmo, al contrario, su frenesí se volvía desesperado de a ratos, golpeaba su interior con tal velocidad que estaba seguro de no durar mucho más. Solo lo estaba estimulando por su esfínter y aun así se correría pronto, estaba seguro, estaba tan sensible de todos sus sentidos que solo con escuchar los gruñidos del pelinegro se sentía cada vez más desorientado.

Era tan dulce su agonía que sintió las ya tan comunes lágrimas de placer. Sus oídos ahora se ensordecían, solo quería tomar la mano contraria al llegar el momento. Se sintió tambalear al perder uno de sus punto de apoyo y como pudo lo tomó de la muñeca justo antes de correrse.

Itachi sintió el cuerpo de Deidara temblar como nunca antes lo había hecho y apenas sí pudo reaccionar para no dejarlo caer, lo levantó casi como un muñeco y lo pegó a su pecho; lo abrazó muy fuerte mientras le daba las últimas estocadas. La entrada de Deidara se contraía más fuerte con cada respiro de una manera enloquecedora, era su forma de reclamarle que ahora él debía entregarle su orgasmo. Claro que así sería.

El doncel por primera vez se sintió conectado de una manera espiritual con alguien más a este nivel. Sentirse lleno de la esencia de Itachi le dio todo el fuego que le faltaba en el alma, no fue solo algo físico. Apretó fuertemente las manos que lo tenían preso grabándose en el corazón este encuentro para la eternidad.

- Te amo Dei –Le dijo besando su nuca, esa sinceridad fue tal que lo hizo sonreír tontamente.

Se quedaron así, juntos, esperando a que pasara la intensidad de la actividad física. Itachi sacó el miembro ya flácido de su interior, no hubo ningún sentimiento de abandono como a veces sentía al separarse de él. Era terrible, ahora estaba seguro que jamás podría alejarse. Lo amaba tanto que no solo podía albergar felicidad en su corazón, dentro de sí habitaba todo el espectro de sentimientos por el pelinegro, Itachi era su vida.

Deidara se tomó la cabeza, ese gesto de preocupación no pasó desapercibido por el pelinegro. Se acomodaron en el suelo, el rubio de verdad parecía derrotado. Se sentó con las piernas estiradas y echó el cuerpo hacía atrás hasta topar con la pared.

- No debí, tenía que ser más fuerte para evitarlo. –Itachi se preguntó si lo había presionado demasiado para que cedieran a sus deseos. –Fue lo mejor que me ha pasado, estaba lejos de imaginar lo increíble que sería. ¿Entiendes Itachi? Me esforzaba por evitarlo y controlarme porque estoy seguro que ahora por ninguna razón podré dejarte.

Esa confesión hizo sonreír a Itachi más de lo que hubiese deseado, su hermoso rubio sufría y debía entenderlo; era su deber tener empatía por la situación aunque le costara un gran trabajo porque esas palabras habían terminado por llenar esa tarde de un júbilo desconocido.

Pronto Deidara partiría a la Roca pero esta vez no sentía ansias, no había vacíos, ni celos, ni desconsuelo; todo sería diferente. Solo quería abrazarlo así por el resto de la vida.

- ¿Dei qué debo hacer con este amor que se está desbordando? Quiero dártelo todo hasta que quedes harto de él, quiero sostenerte y admirarte, sentirte... saber que estás a mi lado. ¿Dime una solución para no volverme loco al no verte, debería perseguirte hasta la Roca?

Deidara también sonrió con ternura al oír a Itachi diciendo esas cosas, ser tan sincero sobre el amor que le profesaba era irreal, un sueño de su ya lejano pasado. No habría un remedio ni forma de que su situación mejorara mágicamente. Ya había cometido adulterio, no esperaba ser perdonado por ello puesto que no se arrepentía; solo quería encontrar la fuerza para confesárselo a todos y luchar cuanto fuese necesario para que le dejasen tener a Itachi como nueva pareja.

 

Aunque la felicidad le embargó a borbotones los últimos días que estuvo en la Arena al dimensionarse solo de regreso a su nación el pánico se extendió por su cuerpo; no quería llorar de tristeza, sus ojos le ardieron húmedos de incertidumbre. Estaba agitado, se imaginó la cara furiosa de su esposo. Dentro del posible ataque de locura y enojo que estaba seguro le daría ¿cuál sería el peor escenario?, ¿lo llegaría a dañar? Tal vez no debería correr a decírselo y esperar unos meses para preparar el terreno.

Tenía miedo, tanto miedo que resultaba risible para un hombre de su edad y de su posición; aunque la verdad seguía siendo un pequeño ser que apenas comenzaba a ganarse su lugar en el mundo. Antes no había un premio en la cima de la montaña que lo motivara a seguir pero ahora ahí estaba esa felicidad absoluta que se le había permitido conocer por un breve lapso de tiempo, insuficiente para quedar satisfecho pero lo justo para desear más.

Siempre le había gustado asistir al teatro, era algo que de verdad amaba. Debió haber aprendido por observación a fingir así de bien porque ahora se sentía como un mentiroso. Se movía en una simulación, ya varias veces se había encontrado frunciendo el ceño cuando nadie le observaba debido al hastío que le provocaba estar rodeado de estas personas. Lo que más le dolía era que incluso se sentía enfadado de escuchar la voz de Boruto diciéndole papá o sentir como se abrazaba a sus piernas; no era correcto que lo alejara por eso reprimía cualquier muestra de rechazo. Y es que sí lo amaba, estaba seguro porque no imaginaba la vida sin su presencia, simplemente no quería ver su carita tierna e inocente mirándolo con tanta alegría cuando dentro de poco le arruinaría su pequeño mundo; a veces la oscuridad le inundaba y deseaba con todas sus fuerzas que el niño jamás hubiera nacido.

Con Sasuke todo era peor, una pesadilla.

A cada oportunidad le echaba en cara su engaño, jamás lo había aceptado pero tampoco lo negaba; meramente se limitaba a soportaba su veneno lanzado en indirectas. Además ahora era descarado acerca de su relación con Naruto, eso le asqueaba.

Intentó ser racional y convencer a Sasuke de separarse porque no tenía ningún sentido seguir juntos si ya no se soportaban, por supuesto, él no aceptó.

- Escúchame bien Deidara, si vuelves a repetir esa estupidez o siquiera sugerirlo con tu actitud te voy a dejar bien claro lo que va a pasar; te destruiré, te dejaré tan solo y en la miseria que vas a regresar rogando a mí. Me llevaré a Boruto, mi hijo, lejos de ti y te haré saber lo desgraciada que le es la vida siendo criado como el pequeño bastardo que es por el Clan, jamás lo volverás a ver y si algún día llegasen a encontrarse de nuevo solo encontrarás en sus ojos un profundo odio. Pero no creas que solo será eso, te quitaré tu tierra; todos tus súbditos te odiarán al ver como los Uchiha los destruyen sin piedad mientras que su Tsuchikage solo puede llorar, cada aldeano sabrá que provocaste su desgracia simplemente porque no pudiste aguantar las ganas de meter en tu cama a un desterrado.
   ¿Y adivina qué? Itachi ni siquiera estará ahí para verlo porque tendrá a todas las aldeas persiguiéndolo, sino es que ya estará 3 metros bajo tierra.
   Así que más te vale pensar antes de hablar.
   ¿Crees que me importa lo que hagas y deshagas en la Arena? ¡Claro que no! De ser así no te hubiese dejado ir ni una sola vez, no me importa en absoluto. Ten uno o mil amantes, da lo mismo; sin embargo, solo tienes un esposo, ¡yo! Me vas a respetar y te vas a comportar como lo que eres, el Tsuchikage.

En su corazón solo juntaba el resentimiento y aguardaba el momento correcto para sacarlo. Se arrepentía tanto de haberse casado con este hombre, ahora se daba cuenta del gran error que cometió. Era tanta la frustración de saber que no podía cambiar nada por ahora.

Quería ver a Itachi, deseaba con desesperación escuchar su voz, algunas palabras de aliento. Estaba tan desconsolado que ya no podía ni discutir con Sasuke, todas sus energías se iban en pensar la mejor estrategia para salir de esta condena y al mismo tiempo quedarse con su aldea y su bienestar, su hijo y por supuesto, Itachi.

Se le ocurrían tantas vertientes, un sin fin de posibilidades; ora vencedor, ora perdedor. Pero siempre vislumbraba la penumbra que significaba la imposibilidad de poseer todo, debía sacrificar algo amado por un bien mayor y lo correcto aunque no coincidiera con sus deseos más honestos era siempre poner a la Roca en primer lugar.

El esfuerzo mental le estaba consumiendo a gran velocidad, si no se relajaba terminaría destrozado y loco.

Rogaba por un poco de paz pero los problemas no cesaban. El pueblo le presionaba para dar respuestas ante los cambios traídos por los Uchiha, se le cuestionaba –aunque no directamente –sobre su falta de interés con sus constantes salidas a la Arena que no mostraban gran beneficio para la Roca.

Solo quería gritarle a todos que se callaran por un maldito segundo, no podía resolver todo él solo y a lo lejos entre las caras de sus consejeros siempre se topaba con la sonrisa burlona de su esposo. ¡Ese maldito gozaba al verlo sufrir!

- ¿Qué pasa Deidara, es demasiado para ti?

- Déjame en paz, ocúpate de entrenar bien ese ejército que tantos gastos nos ha traído. Pronto recuperaremos lo invertido.

- ¿A qué te refieres? ¿No pensarás venderlo o sí?

- ¿Vender? ¡Claro que no! No se trata de ganado, son personas necesarias para la Roca; más bien tómalo como una renta.

- Un poco idiota tu idea, si no tienes guardias aquí será cuestión de tiempo para recibir un ataque.

- ¡Ja! Número uno, ¿quién nos atacaría? No tenemos ningún enemigo; dos, si llegasen a atacar llamamos a los que estén fuera como apoyo, después de todo el que se vayan no los emancipa; tres, si preparas más guerreros en lugar de perder el tiempo tendríamos el suficiente número para enviar y cuidar la Roca.

- Tú lo dijiste, no son ganado. No nacen sabiendo hacer las cosas, si el entrenamiento tarda es porque la calidad será alta; apurar los procesos resultaría contraproducente. Como sea, te daré la lista de las personas que puedes enviar a otras aldeas –Deidara se relajó, a veces así empezaban las discusiones con Sasuke pero al final parecían apoyar el mismo fin y es que quería creer que al menos quedaba algo de bondad en su esposo y aunque ya no se la dedicara a él conservaba ese sentir por la que ahora también era su aldea –Por cierto, venía a buscarte por otra razón. Karin pronto realizará la prueba a Boruto.

- ¿Cuándo? –Era cierto, estos años habían pasado más rápido de lo esperado y su hijo ya estaba en edad de ser reconocido como doncel o como varón.

- La próxima semana.

- De acuerdo, avísame cuando estén los resultados. –No quería ahondar en las posibilidades. Aunque Boruto era un niño tierno y muy hermoso casi podía jurar que no sería un doncel, cosa que le alegraba porque podría romper fácilmente su relación con Sasuke, claro, más fácil que si fuera doncel. No obstante estaba esa incertidumbre referente a su legado, si Boruto no era doncel y él no podía tener hijos, ¿entonces a quién le sería cedido el puesto de Tsuchikage?

Se acercó de nuevo al espejo como de costumbre desde su regreso a la Roca, pegó su kimono al vientre; plano, totalmente plano. Ya habían pasado cinco meses, claro que no podía embarazarse y aun así tuvo la pequeña esperanza.

 

 

- Lo siento su majestad, no quería molestarlo pero su hijo se niega a dejarse examinar.

- No te preocupes Karin. –Le sonrío a Boruto aunque este apenas sí podía mirarlo entre lágrimas. –¿Qué pasa mi amor? –se acercó a arrullarlo entre sus brazos, el pequeño de inmediato escondió el rostro en su pecho y se aferró a su ropa. –No pasa nada cariño, no quiero que llores; sé valiente. –Su hijo pareció tranquilizarse, se atrevió a mirar a su padre y sorbió su nariz, su presencia lo calmó en pocos minutos.

Deidara le dio una señal con la cabeza a Karin para que se acercara a tomar las muestras que necesitara. Lo apretó para que no se moviera mientras la médico hacía su labor, ya lo demás serían exámenes poco invasivos.

Boruto no quería decepcionar a su padre y se dejó hacer aunque sintiera un poco de dolor y miedo. Todos le decían que debía ser fuerte, por eso le gustaba la forma en que lo cuidaba su padre doncel, lo calmaba con amor, le daba seguridad a diferencia de su otro padre que siempre le gritaba o regañaba por comportarse como un cobarde; no entendía del todo el significado de esa palabra pero por el tono en que lo decía le hacía sentirse triste.

- ¿Te veré más tarde, de acuerdo? –Le besó la frente y lo dejó sentado en compañía de Karin. Tomó su mano para que no se fuera, Deidara se giró para mirarlo. –Si tienes miedo le pediré a Naruto que venga y se quede contigo pero no puedo estar más tiempo, ¿entiendes a papá verdad? –Le acarició el rostro, Boruto no debía desobedecer a sus padres; solo asintió haciendo un puchero.

 

Al poco rato llegó el rubio, vestido con el uniforme que usaba el resto de la servidumbre, un kimono sencillo de tela gris y un pañuelo en la cabeza para mantener el rostro descubierto. Boruto lo miro, no quería a Naruto; no le gustaba que lo consintiera y lo tocara tan familiarmente. Cuando lo tomó del hombro para saludarlo le empujó la mano.

Karin no pasó desapercibido el rostro de dolor de Naruto pero no dijo nada, no era de su incumbencia la forma en que ahora se relacionaban. Ella solo debía limitarse a actuar como la médico de los gobernante de la Roca mientras no estuvieran en privado, sobre todo para seguir siendo una persona de confianza de Deidara. Este ya le había otorgado un lugar en el concejo como la segunda al mando en lo que a la rama de salud se refería, además de dirigir el hospital de la aldea y aún más importante le dio el permiso de acceder a todos los escritos de su madre. Tal vez su primo, Naruto, pudiese acusarle con Sasuke por no apoyarlo como parte de su familia pero ya suficiente había hecho al ayudarlos a construir esta mentira y sabía que el Uchiha veía más beneficio en que ella estuviera del lado del Tsuchikage en apariencia.

Boruto aún no era fuerte, no era difícil agarrarle los brazos si era necesario para que se quedara quieto. Naruto aprovechó esos minutos para tomarlo como hace mucho no hacía, prácticamente desde que era un bebé. Era evidente que todos los días se moría por abrazar a su pequeño, le gustaba llamarlo por el nombre que él mismo había escogido y que Sasuke le permitió ponerle a pesar de creer que era algo raro. Su hijo era tan lindo, tan cálido, todo él le parecía perfecto.

- Terminamos. –Dijo Karin anotando los últimos datos.

- ¿Puedo ir con papá? –Preguntó al aire esperando la respuesta. La pelirroja asintió pero Naruto seguía sin soltarlo –¡Quiero ir con papá! –Se revolcó para soltarse con éxito y agarró su ropa tratando de vestirse por sí mismo.

El rubio mayor salió de su trance y se acercó a ayudar, Boruto no se lo hizo fácil y a pesar de no poder hacerlo por su cuenta como de costumbre no dejó de moverse exageradamente. Karin miró a su primo con algo de lástima, él nunca se quejaba de tener que lidiar con su hijo malcriado. Ambos agradecieron a la médico y el niño salió corriendo, Naruto tuvo que hacer lo propio para alcanzarlo.

- Espera Boruto, el Tsuchikage me pidió que te llevara con Kurotsuchi-san –Lo detuvo por un brazo antes de que siguiera corriendo, ya ubicaba perfectamente donde llevaba a cabo las reuniones Deidara y la última vez que no pudo evitar que el pequeño interrumpiese fue severamente regañado por este; claro que no le dijo nada a Sasuke para no crear más problemas.

- ¡No quiero! –A Boruto le agradaba Kurotsuchi, además de que su padre le pedía que fuera amable con ella, lo que era suficiente para comportarse así; lo que no le gustaba era que Naruto le dijera qué tenía que hacer.

- ¡Eh! ¿Cómo que no quieres? –Los interrumpió una voz femenina, ambos reconocieron de quien se trataba y Boruto se sonrojó al ser descubierto por la amiga de su padre. Se acercó a saludar e invitó al niño a acompañarlo a su clase puesto que Deidara ya le había advertido que seguramente Naruto no sería capaz de llevarlo.

El doncel suspiró ligeramente, no de alivio sino de decepción; creyó que ya había hecho un avance con su hijo. No quería imaginar que Deidara lo envenenaba en su contra aunque a veces así lo sentía. Caminó tras ellos a una distancia prudente, Kurotsuchi ni siquiera tenía que guiarlo de la mano; él la seguía obedientemente y platicando algunas cosas, le gustaba verlo sonreír y soñar que algún día así sería su relación.

Antes de dar la vuelta en un pasillo lo detuvieron por la cintura, no tenía que mirar para saber de quién se trataba. No puso resistencia a que lo giraran.

- ¡Sasuke! –su nombre era un llamado lleno de sentimiento, él era justo lo que quería en ese momento.

- ¿Qué sucede? –Le levantó el rostro con dulzura para verlo a los ojos, sabía que no diría nada pero el malestar era debido a Boruto y por su puesto a la relación que llevaba con aquel a quien llamaba padre. Esos líos sentimentales le importaban poco, si Naruto se lo hubiese permitido ya habría puesto en su lugar a ese niño.

- No pasa nada –Evidentemente Sasuke no le creía, lo sabía pero tampoco tenía tiempo de darle explicaciones. Intentó convencerlo de que estaba bien como siempre hacía, mostrando su dentadura casi perfecta en una gran sonrisa y cerrando los ojos; no era del todo falso ese gesto. A pesar de cualquier disgusto que pudiera sufrir en esa torre ver al Uchiha siempre le hacía sentirse lleno de alegría. –¿Nos veremos más tarde, de acuerdo? –Lo besó rápido y se soltó de los brazos para correr tras su hijo.

 

Entendía todo lo que Kurotsuchi le decía a su pequeño Boruto aunque creía que a un niño no debían presionarlo así. ¿Por qué le enseñaban a leer, a escribir? Tantos ejercicios y él solo tenía unos pocos años.

Ahí estaban rodeados de un montón de libros de la Roca. ¿Deidara los habría leído todos? ¡Eso parecía imposible!, él ni siquiera pudo terminar aquel que le presto durante el confinamiento que compartieron. Pobre Boruto, tendría que someterse a todas las exigencias que suponían ser el heredero del clan Uchiha y el Tsuchikage.

- Otra vez se quedó dormido –Comentó el niño.

- Eso no nos supone ningún problema ni es de nuestra incumbencia –Respondió Kurotsuchi. Ella no tenía nada contra Naruto, estaba enterada de la clase de relación que tenía con Sasuke; eso sí que le molestaba pero le enojaría de verdad si no fuese porque Deidara estaba con Itachi. Mejor no involucrarse en esa frágil telaraña de sentimientos. Le acarició la cabeza al niño para recuperar su atención, estaba absorto mirando al otro rubio y no con una expresión pacífica; nunca se había imaginado tan maternal pero ver a su líder tan feliz la convenció de también tener un hijo con su pareja. –Continuemos...

 

Deidara por fin había terminado sus deberes con los concejales, era su rutina. Ahora debía ir a buscar a Boruto para comer juntos; ya no iba con una sonrisa a buscarle como antes de su última visita a la Arena y no quería ser un mal padre pero tenía que lidiar con tantos conflictos en su interior, a pesar de ello sabía que su deber era fingir que nada era diferente y mostrarse frente a él como el padre cariñoso que siempre había sido. Es decir, no era una tortura porque Boruto seguía siendo un niño estupendo que solo tenía amor en su corazón y que siempre le demostraba lo mucho que le quería y le hacía saber con acciones que él era su padre favorito aunque ni siquiera fuera cierto.

Esfumó toda duda de su cariño de la mente y abrió la puerta para encontrarse con la espléndida sonrisa del pequeño, Kuro enseñándole con diligencia y en la esquina junto a la ventana Naruto aun dormitando. Puso su dedo índice sobre los labios para hacer callar a Boruto y le llamó con la otra mano, intercambió miradas con Kurotsuchi para comunicarle que no debía despertar a Naruto al menos hasta que ellos ya estuviesen lejos de ahí.

Tomó al rubio de la mano mientras cerraba en silenció, miraba a su hijo cubriéndose la boca para no soltar una carcajada; él también aguantó la risa aunque no sabía bien porqué. Estaba siendo malvado y no era correcto que le enseñase a Boruto a ser así pero al mismo tiempo pensaba que no era tan grave, solo le hacía ver al niño que todo era una pequeña broma y él simplemente continuaba con su pequeña guerra contra Naruto sin lastimar a nadie.

- ¡Mira Ruto–chan! –A veces así se refería a él, solo cuando estaban a solas –¡Ha comenzado a nevar! –se quedaron a observar por los ventanales, ya llevaban unas semanas de invierno pero no habían visto comenzar una nevada juntos en todo ese tiempo.

- ¿Papá podemos jugar? –Miró su carita de ilusión.

- ¿Vayamos después de comer, de acuerdo? –Le sonrío, ahora no falsamente.

Mientras tomaban sus alimentos Boruto le contaba animado todo lo que quería hacer en la nieve, ya había salido a jugar un poco con Naruto pero no había sido divertido; apenas sí le había dejado estar afuera cuando excusándose en el frío que hacía lo hizo volver dentro. ¡Por supuesto que sería frío, ese era el punto de la nieve!

Para Boruto, con su querido padre todo había sido diferente. Era maravilloso divertirse a su lado, ambos sonreían libremente mientras armaban fuertes de nieve para después actuar pequeñas batallas. Le causaba gracia incluso el simple hecho de verle el cabello lleno de copos, no es porque fuese chistoso pero su nivel de alegría era tal que no podía contener la risa. Tuvieron que parar cuando el sol se volvió sombrío y la suave nevada amenazaba con transformarse en tormenta.

Ese día le fue especialmente memorable por la serie de sucesos que contrastaron esa absoluta felicidad junto a su padre doncel y el hecho de enterarse de lo malvado que era en verdad su padre varón.

Después de tomar un baño juntos le había cubierto con ropa cómoda y calientita totalmente diferente al uniforme que estaba acostumbrado a usar todos los días. Lo abrazó a su lado mientras le leía un cuento y tomaba chocolate caliente.

- ¿Papi puedo dormir aquí? –Le preguntó a punto de caer rendido ante el cansancio. Deidara lo pensó un poco y movido por la culpa de tener que irse en unos días de imprevisto a la Arena aceptó.

Boruto no se enteró a qué hora había sido cargado a la cama. Solo fue consiente de sí mismo hasta que escuchó a sus padres pelear en la habitación. Su posición no le permitía tener a la vista a los dos adultos pero la sombra reflejada en la pared aunado a las voces le hacía imaginar lo que estaba pasando; las palabras exactas no las recordaba, solo sabía que su padre Sasuke quería llevarlo de vuelta a su habitación, sonaba muy molesto y gritaba sin importarle nada más. Intentó acercarse a él para llevárselo pero su otro padre se lo impidió, vio las sombras juntarse violentamente; parecían danzar pero sabía que en realidad peleaban. Era ignorante de qué fuerza se lo impedía, sin embargo, en cuanto su padre doncel fue lanzado al suelo quiso levantarse y valientemente enfrentarse al otro, pedir disculpas si era necesario y complacerlo con tal de salvar a aquel que más quería de esa bravuconería; la realidad es que no pudo ni parpadear.

- No te tengo miedo Uchiha Sasuke –Esas eran las palabras que sí pudo guardar en su memoria. Después de eso no sabía porqué pero su padre se retiró y escuchó al doncel golpear el suelo. Minutos después, mucho más calmado se metió en la cama y lo abrazó; jamás supo si él habría notado que estuvo despierto todo ese tiempo, no se lo dijo y no hubo ocasión de preguntárselo.

 

En la mañana se sintió nervioso de mirar a su padre directo a los ojos, se sentía inútil por no haberle podido proteger; algo en su corazón le estremecía y le hacía querer llorar, era parecido al miedo pero no lo entendía. Desayunó en silencio con el rubio, algo muy raro entre ellos dos.

- Mi pequeño –le tomó la mano para llamar su atención –¿te pasa algo? –De inmediato Deidara notó que le rehuía, suponía a qué se debía. Se acercó a su silla y en cuclillas lo obligó a verlo de frente, no esperó que Boruto comenzara a llorar y se refugiara en sus brazos pero le permitió desahogarse todo lo que quisiera. No sabía si debía sacar a Sasuke a colación, no quería ni mencionarlo después de lo de anoche. –¿Ya estás mejor? Pensaba que podríamos planear tu cumpleaños esta tarde pero si no te sientes con ánimos podemos dejarlo para otro día –Era un chantaje barato pero al menos funcionó para verlo sonreír de nuevo.

Tal vez fueron tantas emociones vividas en ese corto tiempo sumado a la impaciencia de que ya llegara su cumpleaños y pensar en todas las cosas que quería hacer lo que ocasionó que Boruto no notara su malestar hasta que ya era demasiado evidente que no estaba bien.

Kurotsuchi acompañada de Naruto lo llevaron con un médico de la torre, no pudo ser Karin porque ella normalmente trabajaba en el hospital de la Roca a menos que se le solicitara especialmente como el día anterior. El hombre algo mayor que era también de total confianza para la familia del Tsuchikage les informó que parecía ser un resfriado común pero que debían vigilar su evolución durante los siguientes días, lo mandó a descansar a su cuarto y que se le dieran algunas hierbas para ayudarlo a descansar.

Boruto escuchó lo que decían y creyó entenderlo del todo pero en su mente las cosas se magnificaron. Pensaba que todo era su culpa por no querer parar en la nieve cuando su padre se lo pidió la primera vez, y él era tan bueno y le quería tanto que no le forzó como seguramente lo hubiera hecho su padre varón. Él fue quien se portó mal también en el baño y no quiso dejar secar su cabello por una doncella, espero mojado hasta que su padre salió y lo hizo; creyó recordar una muy breve mirada de decepción en su rostro y aun así después le sonrío y explicó porque era importante que se secara bien apenas saliera de bañarse.

Naruto se preocupaba tremendamente pues su niño parecía tener pesadillas dentro del estado febril, ya habían pasado unas horas y no parecía querer despertar. Le cambiaba constantemente el paño frío de la frente aunque su temperatura no parecía descender. Intentó tranquilizarse hasta que llegara Karin y le ayudara a cuidarlo. Tomó su pequeña mano caliente y no la soltó hasta que escuchó la puerta abrirse. Era la médico acompañada de Deidara.

El Tsuchikage se mostró algo distante con Boruto, normalmente no adoptaba ese comportamiento cuando Naruto estaba presente lo cual le parecía hipócrita pues solo parecía prestarle atención al pequeño cuando quería mostrarle que Boruto lo prefería a él aunque no fuese su padre biológico.

- No hay mucho más qué hacer, solo mantenerlo hidratado, tranquilo y descansando hasta que se recupere. –Fue la sugerencia de Karin –Los niños se enferman, que haya pescado un resfriado no es nada del otro mundo aunque hay que cuidar que no se complique la situación ya que pareciese que lo tomó con las defensas bajas. –Miró a Deidara para explicar la situación pero habló lo suficientemente alto para que Naruto también se enterara. Hizo una reverencia y salió de la habitación.

El silencio fue incómodo.

- Puedes irte, yo cuidaré de Boruto. –Se paró junto a la ventana y cerró las cortinas dándole la oportunidad al otro de irse sin embargo al girarse aún seguía en la habitación y ahora inclinado sobre el enfermo besándole la mejilla, le pareció desagradable que lo hiciera. Se acercó y lo tomó del hombro para alejarlo. Lo miró breve desde la posición privilegiada que le daba su diferencia de alturas y con el pretexto de cambiar el paño de su frente limpió el lugar donde Naruto había posado sus labios.

Como buen subordinado Naruto hizo una reverencia y salió. Deidara se sentó en la cama y soltó un suspiro, no le gustaba tener esa actitud de prepotencia pero con ese doncel lo sentía inevitable. Sabía que en ese momento seguramente estaría buscando a Sasuke para contarle lo ocurrido, lo veía como un completo chismoso que solo llegó a causar más problemas en su matrimonio; lo que más le molestaba era que su esposo lo defendería y vendría a alejarlo de su hijo para que su amante pudiera cuidarlo.

Al menos mientras durara quería abrazar a Boruto, era lo más que podía ofrecerle en esos momentos. Se sentía responsable por dejarle jugar en la nieve, tal vez no debió; sin embargo lo complacía por ese sentimiento de culpa que ahora lo perseguía, debía actuar como un verdadero padre y los verdaderos padres se supone que no dudan del amor a sus hijos, mucho menos piensan en lo fácil que sería la vida si no existieran.

Era urgente que detuviera los pensamientos ligados a Itachi, en unos días partiría a la Arena y lo vería de nuevo pero ahora debía poner toda su atención en el pequeño que a su pesar era real y tenía entre sus brazos.

 

Como lo supuso a las pocas horas entró el Uchiha que menos quería ver por la puerta, no se movió y siguió en la misma posición abrazando a Boruto por la espalda. Al menos ya había logrado que se pasaran sus escalofríos y ahora parecía dormir tranquilamente.

- Deidara vámonos. Será mejor que lo dejes descansar tranquilo. –Miró al guerrero y aunque no lo hubiese hecho ya sabía que esos ojos lo que menos reflejarían era preocupación por su hijo –Te lo dije, lo consientes demasiado y eso lo está volviendo débil.

- Pasaré la noche aquí, puedes quedarte a cuidarlo conmigo o irte. Saldré de la aldea y Naruto podrá estar con él todo lo que quiera pero hasta entonces yo me haré cargo. –Sasuke rodó los ojos y se cruzó de brazos observándolo.

- Cómo quieras...

Le pareció raro que ahí dejara la conversación, sin discutir nada más, a pesar de no verse contento con su respuesta.

 

Los días pasaron y Boruto parecía no querer recuperarse, la fiebre no bajaba y apenas sí estaba comiendo. Fue cuando Karin tomó la responsabilidad, lo pusieron bajo sus cuidados y al menos al tercer día ya se mantenía despierto unas horas durante la tarde. Ella les explicó que posiblemente había cogido un resfriado algo fuerte de alguno de los visitantes y que tuviesen cuidado puesto que podían contagiarse también.

- Además de todo Tsuchikage-san, Uchiha-san, los resultados de Boruto ya están listos. Cuando quieran podemos revisarlos.

- No necesitamos una ceremonia Karin, dínoslo ahora. –Exigió Sasuke aunque Deidara no se sentía listo para recibir esas noticias.

- De acuerdo, Uchiha Boruto es un varón. –Salió de ahí haciendo una reverencia.

El rubio tuvo que tomar asiento, las piernas le temblaron un poco y sintió un sudor frío invadirle. No era una mala noticia y ya se lo esperaba, se cubrió la boca para no mostrar su gesto mezcla alivio, sorpresa y felicidad.

- ¿Qué pasa Deidara?

- Nada –Se recompuso lo más que pudo en esos segundos, ahora que miraba a Sasuke se daba cuenta de algo muy importante; quería mucho a Boruto porque lo había criado desde que nació aunque no fuera sangre de su sangre y veía en sus ojos que crecería para ser un excelente hombre pero no podía permitir que un descendiente de este Uchiha que tenía enfrente gobernara la Roca, ahora era realmente obvio que había cometido un gran error al unirse a su familia. –Tengo algo importante que hacer.

Ya no vio mucho más a Sasuke los días posteriores y Boruto parecía estar evolucionando favorablemente, eso le quitaba una preocupación de encima. Para su infortunio muchas situaciones no estaban alineadas a su objetivo de sacar a Sasuke de la Roca, no era una sorpresa, pero incluso a Kurotsuchi a quién que se atrevió a decirle todos sus pensamientos y razones no estaba de acuerdo en lo que planeaba y no parecía querer apoyarlo en este momento, lo cuál le resulto en una gran desilusión.

Se sentó a ver la nieve caer, hacía frío pero el hervía; además de su malestar emocional había sido contagiado y a la mañana siguiente partiría a la Arena pues no cancelaría su viaje por ningún motivo. Su prioridad ahora era planear algo junto a Itachi, convencer al Kazekage de ser su aliado y regresar para terminar toda relación con su esposo esperando que con la Arena como respaldo Kurotsuchi se convenciera de que estaba tomando la mejor decisión al terminar la relación con los Uchiha. Con mucha fe la Hoja respetaría sus acuerdos y no se pondría de lado del clan sobre el que recaía su ejército, al cual con esa separación se echaría como enemigo personal.

 

Boruto vio entrar a su padre y sonreírle lo cual le hizo sonreír también. Le hizo las preguntas de siempre, ¿qué tal se sentía? ¿Ya había comido? ¿No estaba aburrido? ¿Lo extrañó?

- Cielo, el día de mañana debo partir a la Arena –lo vio con sus ojos de cachorro anunciando su suplica.

- ¡No! ¡Por favor quédate conmigo! –Nunca había estado tan lejos de su padre.

- No es posible pero no me quedaré mucho tiempo, te prometo que estaré de vuelta para tu cumpleaños.

- ¡Falta mucho!

- No es verdad cariño, ¡no llores! Me rompes el corazón. Te juro que ni te darás cuenta del tiempo que pasará.

- ¿De verdad me lo prometes?

- Claro que sí mi amor. –Lo llenó de besos en el rostro, eso hacía sentir a Boruto totalmente calmado.

 

Esa escena, ese sentimiento, las palabras del doncel, su voz; si se concentraba aún hoy podía sentir su abrazo.

A veces cuando no podía dormir, recordaba ese momento. Revivía una y otra vez a su padre; esa había sido la última vez que estuvo cerca de él. Al día siguiente solo se había despedido rápidamente y una semana después su otro padre sin tentarse el corazón simplemente le dijo que Deidara había muerto.

En lugar de cumpleaños tuvo un funeral. Esos días lloró tanto que creía haber agotado todas las lágrimas de su vida, no recordaba haber vuelto a llorar desde ese día ni a sentir ninguna alegría comparable a las memorias que tenía con el doncel.

¿Por qué tenía que recordar su infancia en este momento? Odiaba el sentimiento de vacío que esto le provocaba. ¿Acaso se debía a la ausencia de Sasuke y Naruto? Tal vez sí, al no tenerlos cerca no había nadie que ensuciara la memoria de su padre.

Cerró los ojos y frunció el ceño, pensar en Sasuke le hacía sentir furioso. Solo venían a él recuerdos de lo mal que lo trató, jamás fue ni un poco empático con el dolor que sentía por su pérdida; nunca lo vio sentirse ni un poco triste por perder a su esposo, ya ni siquiera asistía a su aniversario luctuoso. Ese hombre que se hacía llamar padre era simplemente un tirano que lo había entrenado para ser una herramienta perfectamente afinada en su ejército.

Y Naruto, por él solo podía sentir repudio al no perder el tiempo por ocupar el lugar de su padre doncel. No le causaba ni un poco de simpatía verlo siempre tratando de complacerle, persiguiéndolo y humillándose para que le agradara, ¡eso jamás pasaría! No entendía como su padre parecía ser más humano solo cuando estaba con ese doncel que no era nada más que un campesino aprovechado.

Odiaba albergar estos sentimientos en su ser porque si Deidara viviera lo reprendería. Él solo le había mostrado lo mejor del mundo y cuando se fue todo se volvió gris y sin sentido.

Se levantó y miró al espejo. Había dejado de ser un niño hace ya mucho tiempo. Se preguntaba si él estaría orgulloso de ver en lo que se había convertido.

En verdad se esforzaba por cumplir las expectativas que le exigían, ya le habían dejado bien claro y desde temprana edad que a pesar de no ser doncel se haría una excepción para que él tomara el cargo de Tsuchikage siempre y cuando demostrara que poseía las cualidades necesarias. No creía estar listo, ya tenía casi la misma edad que cuando su padre murió y él aún no encontraba en qué era bueno, no destacaba en nada y no pareció heredar los genes de inteligencia que tenían ambos progenitores; aunado a esto Sasuke no se cansaba de recordarle lo mucho que le faltaba para estar al nivel de un líder Uchiha.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fin del primer acto, se baja el telón.

 

Como ya lo hizo Angelina Jolie en Maléfica, el fénix solo renace de las cenizas 💅

 




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