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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Notas del capitulo:

Besties, llega la actualización de esta semana.

Cada que leo un capítulo para subirlo me pregunto cómo es que escribí todo eso, pero igual se me hace lindo.

 

La semana había pasado en un abrir y cerrar de ojos. Tal vez sus síntomas habían sido el resultado de la presión acumulada o esos tés sí estaban dando resultado pero ahora se sentía mucho mejor. Claro que seguía teniendo mareos ocasionales y había encontrado la forma de manejar las nauseas pues ya no eran tan frecuentes. Además lo que más le ayudaba era que Itachi lo consentía y le dejaba dormir, extrañaba sus caricias pero en estos momentos prefería solo descansar entre sus brazos.

 

 

– ¿Sí? –Deidara fue a abrir la puerta, casi nadie los visitaba y a esta persona no la conocía. –En qué puedo ayudarte.

– Soy la médico, Sakura Haruno. La curandera me dijo que les hiciera una visita. –Le enseñó su maletín. Se hizo a un lado para dejarla pasar. –Con permiso. –Iba vestida de rojo, era muy hermosa, no quería ser demasiado indiscreto así que solo dio una rápida mirada de arriba a abajo para recordar su aspecto. Jamás había conocido a alguien con el pelo de semejante color, un rosado algo chillón pero que le quedaba perfecto con su piel tan clara y sus ojos verdes que al sonreír se rodeaban de unas arrugas apenas perceptibles. Se quedaron en silencio hasta que ella comenzó la conversación. –¿Cuál es tu nombre?

Le respondió cortante. Se estaba portando tímido, no quería ser grosero, solo no estaba animado.

– Bien, vamos a empezar tu chequeo. Mira esta es una forma que llenamos para llevar un registro –Asintió –Aquí vamos a escribir tu nombre, tu edad y cualquier cosa importante que encontremos en esta visita. ¿De acuerdo? –Asintió de nuevo. Estiró la mano para que le entregara el papel.

– No tengo tinta. ¿Carbón está bien?

– Claro. –Lo miró de reojo llenar los campos mientras sacaba su equipo.

Sakura le pareció una mujer agradable, le trataba amablemente casi maternal.

–Bien, por qué no te recuestas aquí junto a la ventana donde hay bastante luz. –La obedeció y le entrego el papel. Le hizo los chequeos de rutina, Deidara ya los conocía todos muy bien y quería evitar llegar a la parte primordial. Con mucho respeto abrió la tela que cubría su cuerpo y tocó su abdomen. Parecía mirarlo y tocarlo con el propósito de memorizar. –Por donde lo quiera ver luce normal, la anciana tenía razón y estás esperando.

–¡No! Les digo que no puede ser –Se enojó de nuevo, tenía pensamientos despectivos que no externaría pero ya no confiaba más en esta médico. No dejaba de ser una mujer de pueblo, no era como los médicos a los que tenía acceso cuando era Tsuchikage –¿Lo viste no es cierto? Las cicatrices que tengo, ya otros me han dicho que he quedado estéril así que te digo que no puede ser. –Sakura lo miró sorprendida, todo el tiempo había estado muy callado y solo con mencionar un embarazo explotó.

– De acuerdo veamos de nuevo. –Tocó la cicatriz y reconoció que era el trabajo de un experto –Debe tener ya algunos años, dime cuántos –Le respondió –Eras bastante más joven. Hay muchas chicas y donceles que a esa edad no tienen mayor problema en tener hijos pero también hay otros que simplemente no están listos, hablo de una madurez en sus cuerpos. ¿Entiendes? Tal vez simplemente eras demasiado joven, ¿fueron abortos espontáneos?

– Solo el primero –Ya no sentía tan doloroso hablar de ello, al menos no al punto de llorar –El segundo fue por un accidente.

– ¿Fueron dos intentos? ¿Con qué tiempo entre uno y otro? –No le gustaba ser interrogado así, sin embargo respondió –Esperar solo unos meses no fue lo más prudente. –Sakura parecía pensar. –De acuerdo, es posible que esto no sea un embarazo. Aun así debemos esperar y ver. Quita esa cara de preocupación, no vas a morir por esto. Número uno, debes alimentarte mejor. Muéstrame qué cultivan y cuéntame qué es lo que pueden comprar.

Deidara se vistió y le hizo caso, Sakura tenía un extraño don para calmar con sus palabras.

– Bien, parece que podemos hacer algo con todo esto. ¿Te gusta cocinar?

– Mi esposo se ocupa de eso, no se me da la cocina. –Admitió avergonzado.

– Pues se te dará, juntemos unos vegetales de tu huerto y te enseñaré algunas cosas.

La médico era muy buena con él, no le había regañado por nada y aunque llevaban apenas unas horas de conocerse sentía que su preocupación era sincera. Podía adivinar que ella no hacía esto como una mera obligación, genuinamente disfrutaba ayudando a los otros. Le enseñó como prender el fuego y a preparar algunas recetas sencillas, también le mostró como limpiar el arroz correctamente y hervirlo. Era algo fácil que nunca se había tomado el tiempo de aprender, no era ningún tonto y se memorizó los pasos sin complicaciones.

 

– Bien, cuídate. Estaré unos días más en el pueblo en caso de que haya alguna emergencia y regresaré a verte en unas semanas.

– ¿Y si pasa algo y no estás?

–Entonces intenta sobrevivir mientras mandan a llamarme. La ciudad central no está tan lejos, menos de un día en ir y venir. –De nuevo le sonrió –Quita esa cara, no tienes porque preocuparte demasiado, eso incluso es contraproducente.

Sobrevivir, eso era exactamente lo que llevaba haciendo toda su existencia. Alejó los pensamientos negativos al quedarse solo, ni siquiera se atrevería a pensar en la posibilidad de... es más no dirigiría a eso sus pensamientos. Él estaba desbalanceado, enfermedad cualquiera que a todo mundo podía darle; se cuidaría y en unas semanas estaría cien por ciento recuperado.

Se distrajo el resto de la tarde anotando todos los cuidados que le había dicho Sakura. Itachi le había prohibido ir a buscarlo al pueblo por unos días, al menos lo sorprendería con lo que había aprendido.

– Dei, estoy en casa. –En realidad no era necesario anunciarse, en ese lugar no se podía estar sin ser visto. –¿Qué te han dicho? –Se acercó a abrazarlo y besarle la frente.

– Comida saludable y descanso, eso es todo.

– ¿Seguro? –Arqueó la ceja, no le creía del todo. Deidara giró los ojos, Itachi no le dejaría en paz hasta que le contara todo; daba igual, él tenía derecho a saber lo que le pasaba.

– Sakura Haruno, la médico, también cree que podría ser... –debía resistir el impulso de decirlo –pero no quiero que pienses eso –le vio a los ojos –porque es imposible y no debes hacerte ilusiones.

Itachi lo abrazó de nuevo muy fuerte, le creía a Deidara más que a nadie. Si él decía que no, era no y punto.

Cenaron con tranquilidad y estuvo gratamente sorprendido por lo que preparó el doncel, era simple pero al menos tenía buen sabor. Tomaron té antes de dormir mientras platicaban de todo lo que habían hecho en el día. El pelinegro preparó el futón a su pareja para que descansara y le hizo acostarse antes mientras él lavaba la loza y apagaba las lámparas.

Deidara obedeció, estaba cansado y esas hierbas sí que lo relajaban. Se acomodó de su lado correspondiente quedando en la posición que le gustaba para ser abrazado por Itachi. Esa era su rutina y le agradaba.

El pelinegro se acercó silencioso, se quitó la ropa de calle y se metió en el futón. Ya había notado que el doncel tenía un sueño profundo así que se tomó la libertad de acariciarle el pelo y la espalda. Lo abrazó y el cuerpo de Deidara reaccionó de inmediato pegándose a su pecho, le pasó la mano por la cintura y acarició su vientre con cautela; no podía decir si era diferente a antes, entendía por qué le había hecho la advertencia de no ilusionarse. Cuando aún estaba en la Arena, después de que el rubio había partido a la Roca pasó semanas pensando si su unión tendría algún fruto debido a que habían sido descuidados, al final resultó en nada.

Deidara no tenía porqué mentirle. Sí deseaba ser padre y construir una familia pero solo con este chico, y si no se podía no importaba, era sincero en eso.

Se levantó temprano a entrenar y preparar el desayuno para ambos. Jamás se permitiría bajar la guardia, sentía seguridad en no ser encontrados porque ya estaban bastante lejos y había pasado el suficiente tiempo como para creer que la búsqueda había cesado. Claro que todo futuro era incierto y no podía adivinar si en un arrebato de locura –o genialidad– a su hermano se le ocurría buscarlos en esa aldea.

 

 

– ¿Abuela qué sabes de la pareja nueva del pueblo? –Preguntó Sakura a la curandera mientras revisaba sus notas.

– No más de lo que sabes tú y lo que sabe todo el mundo.

– ¿Pero no te causan curiosidad?

– Como a todos, tal vez con el tiempo nos enteremos de qué les trajo aquí. Por el momento han demostrado ser personas de bien. Yo que tú no me metería demasiado en sus asuntos.

– No te preocupes, sabes que no soy imprudente. –Entendía lo que quería decir la mujer, ya muchos años les había costado echar a los bandidos de esas tierras como para arriesgarse a provocar a uno más. Aunque nadie lo dijera abiertamente todos pensaban que el varón tenía cara de poder matarlos a todos en un abrir y cerrar de ojos de no ser porque su esposo doncel apaciguaba esos instintos.

Hoy revisaría a los niños del pueblo por suerte no había enfermedades graves que tratar. Vio a lo lejos acercarse al tan destacado pelinegro, solo lo conocía de vista ya que jamás habían tenido la oportunidad de cruzar palabra y ahora tenía una buena excusa.

– Buen día –entró en la tienda que Itachi cuidaba.

– Buen día, ¿qué se le ofrece?

– En realidad quería hablar contigo. –Levantó la ceja intrigado. – Soy Sakura Haruno el día de ayer hice una visita a su esposo.

– Sí, me lo contó todo.

– Pero olvidé darle una lista de alimentos que debe comer, claro, son sugeridos y en medida de sus posibilidades. –Le entregó la lista.

– Se equivocó.

– ¿Disculpa?

– El nombre, esta lista pertenece a otra persona. –Le regresó el papel.

– ¡Ah, claro! –Sonrió, ya sabía que era la incorrecta. Ahora tenía más preguntas que respuestas, ¿por qué si ambos tenían educación habían terminado en este pobre pueblo en medio de la nada? –Por favor cuida de él en mi ausencia, regresaré en unas semanas a revisarlo.

– Sensei –se dirigía a ella con respeto –¿De verdad cree que esto pueda ser muy grave?

– ¡No, para nada! A pesar de todo él parece ser un chico sano, malas épocas las tenemos todos. Estoy segura de que cuando menos se den cuenta todo volverá a la normalidad.

 

 

Pero las cosas no volvieron a ser como eran. Deidara todos los días parecía levantarse peor que el anterior, no es que estuviera realmente enfermo, más bien la preocupación lo consumía. Creía alucinar al sentir el vientre más rígido, a veces se miraba en el agua o los cristales pero su cuerpo no parecía tener cambios. Quería preguntarle a Itachi si notaba algo extraño, lo hubiese hecho de no ser porque no deseaba crearle falsas esperanzas y el guerrero no lo notaría por sí mismo, ya que ahora ni siquiera lo tocaba.

¿Cuántas semanas más tardaría en regresar Sakura? Necesitaba que le resolviera todas sus dudas. Necesitaba templanza para soportar el tiempo que faltase. Las primeras semanas de incertidumbre le parecieron eternas y solo aguantaba para que llegara el momento preciso donde se sintiera más enfermo e hiciera llamar a la médico; pero conforme pasó el tiempo y casi sin darse cuenta todo había cambiado, Itachi nunca le permitió descuidarse y ya sus malestares no le asustaban, ahora tenía temor por otras razones.

 

– Hola, lo prometido es deuda y estoy aquí para revisar tu estado. –Miró la cara de pocos amigos del rubio, no estaba desmejorado solo enojado.

– Claro, pasa. –La invitaba por mera cortesía En este punto ya no creía necesario que la médico le confirmara nada, su problema sería darle la noticia a Itachi.

– ¿Por qué no te recuestas? –Suspiró antes de obedecer. –Bien, veamos. –Le quitó la ropa para dejarlo descubierto y tocar el aún pequeño pero evidente y abultado vientre. –Supongo que ahora no tendrás más dudas. –Miró los ojos azules, no podía creer que un chico tan joven que vivía con alguien que evidentemente le amaba estuviera tan temeroso de formar una familia. –¿Qué pasa?

– No sé qué hacer, tengo miedo de perder este niño de nuevo –maldito embarazo que lo ponía sensible y boca floja. Necesitaba decirlo, esto no podía contárselo a Itachi; lo preocuparía demasiado. Perder a este bebé sería lo peor, si dolió tanto la primera vez cuando no lo quería y era de un hombre al que no amaba, no podía siquiera imaginar como sería en esta ocasión.

– Tranquilo, no debes pensar que eso va a pasar. Este niño tiene a dos padres que lo aman y que lo protegerán, porque eso harás ¿verdad? Así como tú te aferraras a su bienestar él se aferrará a tu cuerpo para crecer.

– ¿Pero y si no se puede? –Las palabras de Sakura le daban ánimos, aun así existía la posibilidad de que algo terrible les pasara.

– Escúchame, debes estar llegando al final del primer cuatrimestre. Por experiencia te lo digo, si fuera a pasar ya habría pasado. Recuerda, ¿cuántas semanas tenías en el pasado? Seguramente menos de doce. –Así era. –Todo irá bien, yo me ocuparé de eso; seguiré visitándote hasta que tengan a su hijo en brazos. A pesar de la preocupación el que Sakura estuviera tan dispuesta a cuidar de él le reconfortaba.

 

Era momento de contárselo a Itachi, se sentía un poco estúpido al confesarle que estaba esperando a su primogénito después de haber juntado el valor para decirle que era infértil. Suspiró, igualmente se daría cuenta pronto y prefería ser él quién le diera la noticia; estaba seguro de que se alegraría.

Esa tarde iría a buscarlo al pueblo, ahora que sabía que no estaba enfermo no le preocupaba tanto el caminar, al contrario, lo necesitaba para no volverse loco; esta vez no quería pasar nueve meses –o lo que restara –encerrado en un cuarto sin nada que hacer.

– ¡¿Dei qué haces aquí, te pasó algo?! –Se acercó apresurado al verlo solo esperando en el banco de siempre.

– ¡No, no es eso! Quise venir para regresar juntos a casa. –Se levantó para comenzar a andar –Hoy Sakura vino a verme.

– ¿Y?

– Parece que todo va bien.

– Es bueno escucharlo. –notaba que Deidara le evadía la mirada, presentía que había algo más pero no se atrevía a decirlo así que lo tomó de la mano para darle confianza. Se quedaron en silencio buena parte del camino, supuso que quería alejarse de cualquier oído chismoso antes de dejarlo salir. – ¿Dei?

– Shhh, no se cómo decírtelo. –Se le puso al frente –No quiero que te rías de mí. –Asintió esperando por lo que tuviera que decir, ¿cómo es que podía pensar que algo de lo que le dijera le haría gracia si parecía ser algo serio? Miró a Deidara, su cabello se iluminaba hermosamente por el atardecer, con ese halo de luz parecía un ser mágico; ya lo sabía pero en momentos así solo reafirmaba lo mucho que amaba a esta persona. –Estamos esperando un hijo. –Itachi se quedó mudo.

– ¿De verdad? –Rápidamente llevó ambas manos al vientre de Deidara aunque él no podía notar la diferencia encima de la ropa.

– De verdad. –Entonces el pelinegro lo jaló para tenerlo entre los brazos y le llenó de besos la coronilla, después le tomó el rostro y siguió repartiendo besos por todas partes. Ambos estaba a punto de llorar de felicidad. –Te amo Itachi.

– Yo también te amo Deidara, los amo a ambos! –Hablaba rápido lleno de emoción. –¡No podría ser más feliz, tendremos un hijo!

 

Llegaron a casa todavía bañados por la dicha y excitación, ya el rubio estaba más relajado; la protección de Itachi le traía alivio y podía predecir que todo iría bien.

– Lo siento si es raro pero me gustaría verlo –Deidara se sonrojo, no es como si fuera la primera vez que lo vería desnudo pero ahora era por otra razón.

– Está bien –Le daba nervios mostrarse así frente a Itachi, desde el día que todo comenzó no habían sido tan íntimos y extrañaba sentirse querido.

Quitó la ropa de encima pero se quedó con la prenda que usaba antes de mostrar su piel. Itachi se acercó, así sin toda esa tela ya le era visible el cambio, aunque el doncel siempre había sido delgado y apenas sí se notaba la ligera curvatura. Pasó las manos con absoluta ternura desde las costillas hasta la parte más baja del vientre, era tan hermoso.

Así que esto es lo que se siente, se decía el rubio; así debía ser para todos por eso los padres eran felices, ahora lo entendía. Cuando estuvo en esta situación en la Roca había sido la excepción a la regla, el deseo de tener una familia ahora no vendría acompañado de dolor ni tragedia.

Puso sus manos sobre las de Itachi y en cuanto sus miradas se encontraron lo besó, lo necesitaba con urgencia. Pasó ambos brazos detrás de su cuello y no le permitió separarse por un buen rato.

– ¿Dei seguro que estás bien? –Era cierto que llevaba semanas sin tocarlo y también lo necesitaba.

– ¡Sí! –Asintió efusivamente.

Lo recostó sobre el futón que Deidara por suerte no había levantado desde la visita médica. Continuaron los besos y las caricias, Itachi sin vergüenza alguna se quitó la camisa y los pantalones. El rubio lo contempló con adoración, su varón era tan sensual; no había perdido nada de musculatura en esos meses y esa mirada de fuego en sus ojos negros lo derretía por dentro.

Terminó por desnudar al doncel y de inmediato se dirigió a chupar esos pezones que tanto le gustaban, como supuso Deidara estaba más sensible de lo normal puesto que los gemidos que soltaba por solo ese roce eran de éxtasis puro, se retorcía bajo su cuerpo y movía las caderas en busca de aliviar el placer. Deslizó una de las manos hasta su entrada, lo prepararía de inmediato; él también estaba ansioso de hundirse de nuevo en ese cuerpo.

– Mmm Itachi... ¡hazlo ya! –Le tentó acariciando sus testículos con una mano y el glande con la otra. Deidara sí que sabía llevarlo al límite. Lo cargó para cambiar de posición y dejarlo arriba.

– Dei te ves hermoso. –Le acarició por los costados hasta los muslos. Lucía algo cohibido, pocas veces lo habían hecho así y aunque ambos sabían que no era su posición favorita Itachi lo prefería de esta forma; no quería perder el control y dejar caer todo su peso sobre el cuerpo del rubio.

Deidara sabía qué hacer, lo necesitaba ya. Se acomodó como pudo y con una mano dirigió el pene de Itachi a su entrada, por suerte este le ayudaba separando sus nalgas, rozó la punta un par de veces antes de meterla en su interior; las piernas le temblaban así que prefirió dejarse caer.

– ¡Ah! –Había sido un poco doloroso pero solo un momento, estaba en esa línea difusa donde no sabía si de verdad fue dolor o era placer. –Espera –Le pidió a Itachi en cuando lo sintió mover la pelvis, solo necesitaba unos segundos para acostumbrarse y recordar como controlar su propio cuerpo. Apoyó ambas manos sobre el abdomen bien formado del pelinegro y comenzó a balancearse de atrás hacia adelante, no era suficiente ese roce gentil para ninguno de los dos. Intentó darse fuerzas con las piernas para comenzar las estocadas más dinámicas pero no podía; no tenía suficiente fuerza y ya se estaba desesperando.

– Ven –Itachi le hizo un gesto con las manos para que se echara hacia adelante y lo abrazó, obedeció y quedó pegado a su cuerpo. No supo como lo acomodó pero su trasero estaba levantado y estático, quién hizo todo el movimiento fue el varón; impulsaba su cadera con fuerza para realizar las penetraciones, Deidara no podía dejar de gemir sintiendo la maestría que tenía para rozar su punto más sensible y escucharlo gruñir con claridad en su oído lo estimulaba más.

– Itachi, cariño. –como pudo se levantó con la ayuda de los brazos para verlo a los ojos. –Te amo –hizo a un lado los mechones de cabello que se le pegaban a la cara y le sonrío, él devolvió el gesto y comenzó a moverse con más ímpetu deseoso de correrse en su interior.

– También te amo Dei –Le encantaba decir esas palabras y sabía que al doncel también le encantaba escucharlo, su interior se estrechaba de una manera deliciosa y sus rostro ¡por dios!, su rostro si de por sí era bellísimo al escuchar esas palabras se iluminaba irradiando felicidad por cada poro. No podía aguantarlo más, los músculos del rubio apretaban su miembro con tanta fuerza que eyaculó primero; fue brutal, nunca estaría satisfecho de esa sensación y de no ser por el embarazo lo hubiese poseído toda la noche sin dudar. Claro, todavía faltaba que Deidara lograra correrse; se acomodó para quedar sentado y con el pecho ajeno a su completa disposición no dudo en chupar y acariciar esos pezones mientras lo masturbaba con la otra mano.

– ¡Itachi! –Le encantaba hacerlo gritar su nombre, lo sentía temblar en sus brazos y enterrarle las uñas en la espalda.

– Vamos Dei córrete para mí –El doncel apretó los dientes con fuerza mientras soltaba toda su esencia en la mano del pelinegro. Se abrazó fuerte a él en lo que recuperaba la lucidez, Itachi le acariciaba la espalda con tanta calma que quería quedarse así para siempre pero el cuerpo ya se le entumía y prefería acurrucarse como lo hacían usualmente.

– Te extrañaba –confesó Deidara pegando la espalda al pecho del otro mientras este los cubría con una manta.

– Siempre he estado aquí. –La confesión que para Itachi parecía no tener sentido al principio le pegó en el alma cuando cayó en cuenta de que no le prestaba atención al bienestar emocional de Deidara, lo procuraba para que no se viera enfermo de nuevo pero no le había hecho sentir que estaba presente. No podía dejarlo solo, no ahora que ya le había confesado que venía arrastrando el sentimiento de constantemente sentirse abandonado.

– Dei

– ¿Sí? –estaba a punto de rendirse al sueño.

– Cásate conmigo –El corazón de Itachi se agitó al pronunciar esas palabras, nunca imaginó proponérselo.

– Ja, ¿hablas en serio? –No lo decía de forma sarcástica ni malintencionada solo le parecía fuera de lugar su propuesta, ellos no necesitaban casarse; ya estaban juntos.

– Muy en serio Dei –Le pasó las manos por la cintura y las colocó sobre su vientre –Sé que no es necesario, y más que eso, no es posible. Ambos dejamos de existir ante la ley. También sé que desde antes no he tenido nada que ofrecer para tomarte en matrimonio pero me gustaría que al menos de manera simbólica aceptaras ser mi esposo. –Deidara se giró para verlo de frente.

– ¿De verdad, lo dices de verdad, de verdad? –Sabía que Itachi no mentiría, no reaccionó en un principio porque el casarse para él solo traía malos recuerdo aun así escucharle referirse a él como su esposo siempre agitaba las mariposas en su estómago. Comenzó a asentir efusivo –Sí quiero, acepto. –No habría anillo, fiestas ni mucho menos presentaciones con la familia pero no lo necesitaba.

Itachi sabía porqué esa propuesta le llenaba de tanto jubilo y tal vez Deidara ni siquiera era consciente de ello, no era solo ser esposos; ahora con su embarazo y próximo alumbramiento se convertían en una verdadera familia, algo de lo que ambos carecían desde hace mucho. Lo besó con intensidad. Se había prometido no agotarlo, pero fue imposible no hacerle el amor una vez más para celebrar su compromiso.

 

 

 

 

 

¿Sakura será buena o mala?, ¿víctima o verdugo?
Hagan sus apuestas.

 

 

 

 


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