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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Notas del capitulo:

Sis/bro

creo que este ff no lo lee ni Dios padre xd ptm

Ambos amaban tanto el rumbo que había tomado su vida, a su familia y amigos, que eran casi lo mismo. Lo tangible de lo que algún día fueron solo sueños para consolarse y que ahora estaban consolidados en su realidad les llenaban de gozo y se sentían bendecidos y tranquilos como hace mucho no pasaba.

A Deidara todo le parecía tan calmado e irreal por momentos. No podía pedir nada más para ser feliz, estaba en una posición donde ya no deseaba ninguna cosa que no tuviera en ese momento y así pudo haberse mantenido por la eternidad. Seguiría criando a Ino y compartiría la vida con Itachi como prioridades, además de ayudar a su aldea como propósito.

Se preguntaba porqué no pudo llevar esa vida tranquila que ya tenía bien asegurada. Tuvo que viajar con inocencia y desconocimiento a ese pueblo vecino. ¡Y es que todo fue tan repentino! Las cosas eran sencillas, solo iría a ayudar a Konan mientras Sasori se ocupaba de la parte complicada de guiar a sus hombres para brindar apoyo a esas personas y todo fue acompañado de un por si acaso, porque ninguna complicación debía surgir, de otra manera Itachi también hubiera estado presente.

El doncel no tenía ni una sola tarea de alto riesgo y dentro de los planes nunca estuvo que súbitamente le proporcionaran una espada para luchar, lo admitía,a pesar de que ya habían pasado varios años seguía teniendo miedo de verse en la situación donde debía matar para sobrevivir.

Ahí, en el pequeño campamento que se instaló, al caer la noche comenzó la alarma de ataque y se guiaron a todas las mujeres, donceles y niños a un lugar seguro para protegerlos. Su primer instinto fue correr a ponerse a salvo pero nadie más de Akatsuki lo hizo y todos le hubieran mirado mal si se atrevía a hacerlo, porque en ese momento no era un doncel cualquiera, representaba a aquellos que eran la esperanza y nuevos guardianes de ese pueblo. Ignoró su temblor y el vacío en el estómago para prepararse.

Él y Konan seguían en la última línea quedando como opción final, aunque sabía que en parte la peliazul se quedaba a su lado por compañerismo porque lo que ella deseaba era ponerse al frente del batallón. Sasori se les acercó presuroso.

- Será mejor que no estén aquí, no son pocos hombres. Esa rata de alguna forma consiguió más gente, al parecer creyó que este punto estaría desprotegido y por eso decidió atacar, pero ahora que está aquí no se retractará aunque nos vea.

Veía a Konan con el mismo semblante de siempre, no cambió su expresión ni por un momento solo se quitó la capa para estar lista cuando llegara el momento. Todos le permitirían irse de ahí sin juzgarlo abiertamente, pero escuchó a los niños lloriquear asustados, los reconoció débiles y se comparó con ellos. Ya no era parte de ese grupo, ya era fuerte, privilegiado con entrenamiento y una buena vida, ya estaba de ese otro lado donde a él le tocaba retribuir. Imitó a la médico y afianzó la espada mostrando enojo en su mirada dispuesto a dar todo.

Los hombres de Hanzo los superaban en número, a pesar de eso no debían dudar de que ganarían. Era horrible porque nunca se había enfrentado a nadie de esta forma, no en una batalla de verdad y definitivamente no en plena oscuridad.

El rubio estaba tan enfocado en recordar todas las lecciones dadas por su esposo que se perdió de la estrategia planeada por los demás.

Este pueblo de paso tan pequeño pero tan estratégico por ser un lugar donde los comerciantes se reunían a hacer tratos o descansar a medio camino era un lugar demasiado peligroso pero sin protección de ninguna de las grandes aldeas vecinas. Por supuesto que debían tener sus trucos bajo la manga para sobrevivir. Ahora que vieron la oportunidad de aliarse a Akatsuki lo tomaron pero en definitiva nunca se confiaron de ser prioridad, mucho menos aquellos que ya eran mayores, y aún menos al saber que nada era seguro teniendo a estos maleantes rondándolos como buitres.

Los hombres se comenzaron a mover frente a sus azules ojos obedeciendo los gritos de Sasori, fueron a la mitad del campo donde ya se veían cercanos los enemigos. Ponían y quitaban mientras él seguía recordando todos los concejos de su esposo para acabar y lastimar al enemigo. En su mente ya llevaba la ventaja de planear su propia táctica.

- Vamos –le jaló Sasori para retroceder.

- ¡Pero! –¿por qué todos iban a la dirección contraria, huían?

Siguieron corriendo hasta alejarse una distancia considerable.

- ¿Funcionará? –por primera vez cayó en cuenta de que estaban con los guías de ese pueblo.

- Hay que esperar el momento adecuado.

Y entonces sus sentidos se sorprendieron e incluso hombres valientes que habían visto de todo en esta vida gritaron de miedo, pero Deidara se ensordeció ante sus aliados y sus enemigos, solo existía la belleza ante su mirada y estuvo apunto de llorar ante la magnificencia de este espectáculo. ¿Cómo era posible? Este acto provocado para acabar con la vida de los atacantes solo le hacía sentir maravillado y el calor del fuego no solo lo sentía en el rostro, lo sentía en su interior y quería que se perpetuara por la eternidad.

Sabía lo peligroso que era, lo mucho que lastimaban las llamas a la piel y aun así quería acercarse y caminar entre la calamidad sintiendo seguridad de que no le haría daño. Por suerte o desgracia Sasori le tomó del brazo para alejarlo.

Ante los ojos de la multitud estaba en shock y aturdido por toda la estimulación y debían tranquilizarlo.

No era así, sin embargo no encontraba las palabras para expresar lo que sentía. Ningún té ni medicamento le calmaría, lo que debía hacer era encontrar a quién logró tal técnica.

 

Apenas amaneció salió del campamento y buscó con la vista a Sasori que efectivamente ya se encontraba levantado y dispuesto a entrenar.

Al escuchar la petición de Deidara se sorprendió y dudó si debía involucrarse y ahondar en sus razones. Aunque nunca había sido alguien que se interesara por asuntos ajenos, tal vez por ser el más joven dentro de Akatsuki el rubio le provocaba un sentimiento de tutela, claro que ya tampoco era un niño y bien podía tomar sus propias decisiones.

Resolvió darle la información que buscaba aunque propuso acompañarle en caso de que alguien les atacara. Era una buena excusa para no dejarlo solo.

Al llegar a la cabaña del hombre al doncel le entró la duda porque, ¿qué le diría? Se sentía mudo e insignificante, sin embargo ante esa duda se sobreponía el pensamiento de que sería peor irse del pueblo sin haber conversado con esa persona.

Tocó la puerta y nadie contesto, tocó de nuevo y nada. ¡Vaya decepción!

- Hey, es Akatsuki –tocó con fuerza Sasori que no hizo ese recorrido en vano y bien sabía que el hombre estaba dentro.

Un doncel que parecía estar ayudando en ese lugar les ofreció pasar y el pelirrojo le indicó que entrara, no lo acompañaría y no le interesaba saber sus razones porque tampoco le ofrecería más ayuda de lo que acababa de hacer.

La paz que sintió el rubio en ese momento era indescriptible porque su interior se sentía completo. ¿Cómo es que esto le hacía falta sin saberlo? Era extraño y en ese instante no podía resolver sus sentimientos, pero le llenaba de felicidad estar frente a esa persona y saber que tenía la oportunidad de rogar por su guía.

Se hincó ante su presencia y tal vez nunca nadie había apreciado al viejo así en la vida porque este se sorprendió al punto de incomodarse. También para Deidara era una ocasión única, jamás se había postrado ante alguien sin linaje pero aquí estaba siendo sincero sobre su completa admiración y respeto.

El hombre lo miró sorprendido porque nunca imaginó que un doncel se acercaría a pedirle que fuera su maestro y aunque le hubiera encantado aceptarlo y creer en su entusiasmo la verdad es que después de tantos golpes en la vida sabía que un chico como él no lo soportaría y sinceramente la edad ya pesaba tanto como para molestarse en tener una esperanza de que alguien tendría la capacidad de manejar esta técnica que tanto le había quitado y que en el mismo nivel le había concedido.

- ¡Maestro por favor acépteme! –Se quedó en silencio esperando la respuesta o algún movimiento de su parte pero nada sucedió. Alzó la vista y ni siquiera lo miraba. –¿Qué pasa, no me ha escuchado?

- Te escuché pero no entiendo. ¿Maestro? Es que acaso puedo enseñarte algo que necesites saber. –Deidara se levantó con energía.

- ¡Claro que sí! ¿Qué otra persona en el mundo puede crear una imagen tan maravillosa como la que me permitió ver? –El hombre se giró a verlo por largo rato.

- ¿Eres un niño de Akatsuki no es así? –Le pareció reconocer su rostro entre aquellos que ayudaron el día del ataque.

- Sí, sí, sí. –Omitiría el hecho de que lo llamó niño solo por su diferencia de edad. –Por favor enséñeme a hacer eso que logró realizar con el fuego.

Vaya que estaba sorprendido. ¿Enseñarle a su edad? Él ya era un viejo que apenas sí podía moverse sin causar lástima, su balanza se inclinaba hacia la muerte y no a la vida. Por años buscó un aprendiz lo suficientemente valiente para no rendirse a medio camino, para no temer a la muerte pero que eso no lo volviera intrépido, al contrario, que fuera mesurado en sus acciones y lo suficientemente sabio para mantener el temple en cualquier situación. Jamás pudo encontrar a alguien con esas características y ahora venía este doncel extranjero a pedirle que le enseñara cuando a simple vista no poseía ninguna cualidad que le interesara.

El anciano sabía que las decisiones con ese nivel de compromiso no debían tomarse así de fácil y a pesar de la ferviente pasión que encontraba en esos ojos azules no podía crearse ilusiones. Lo mejor sería hablarle con franqueza de todos los sacrificios que haría si decidía quedarse y que los pensara y hablara con su familia y con su aldea. Sí, lo mejor era alejarlo y quitar ese entusiasmo antes de que ambos terminaran decepcionados.

Deidara cerró los ojos y se mordió la lengua ante el rechazo. No necesitaba tiempo para pensar en lo que él anhelaba.

 

El regreso a Akatsuki ahora se aparentaba a una expiación.

De verdad disfrutó con todo el corazón y el alma ver crecer a Ino, era un sentimiento inexplicable. Saber que ella era feliz y que lo demostraba sonriendo a cada ocasión le hinchaba el pecho de ternura, le recordaba que había algo hermoso en el simple hecho de ser humano.

Y su amor por Itachi seguía igual de grande, ¡en serio que era igual! Lo era en su estado más puro y más sincero. No dudaba ni un poco que él era su alma gemela, que sus corazones estaban unidos y que juntos funcionaban perfectamente. Lo amaba con honestidad.

Lo que le preocupaba era el hecho de que su mente y su cuerpo querían estar en otro lugar, sus manos sudaban al delirar con ese bello sueño que no incluía ni a Itachi ni a Ino. No existía nadie más que él y esa hermosa fantasía de sentir la calidez en su cuerpo y como la tierra temblaba a sus pies. Era una obsesión que le quitaba sus pocos minutos de sueño, una ilusión que lo enloquecía al punto de plantearse la posibilidad de abandonar a su familia con tal de experimentar aquello de nuevo.

- Dei... Dei... –Escuchaba a Itachi llamarlo pero no quería verlo. –¿No puedes dormir? –Solo estaba ahí sentado en la cama con la espalda recargada en la cabecera y con los ojos cerrados imaginando.

- Algo así –se tardó en contestar. Respiró profundo y se rindió. Se acostó normalmente y tomó el mentón de Itachi entre sus dedos, sonrió porque le gustaba que su esposo siguiera igual de guapo que en su juventud.

- Sabes que solo eso basta para calentarme ¿verdad? –Le acarició la cintura con libertad.

- ¿Cualquier cosa bastaría no? –No estaba cansado de sus provocaciones, al contrario, se sentía muy llenó de vida últimamente. Con coquetería se supo a gatas sobre el cuerpo del Uchiha. Él comenzó a acariciarle los muslos de arriba abajo sobre la ropa.

- Dios, Deidara ¿sabes que te ves hermoso así? –Se sonrieron, claro que el rubio sabía que seguía siendo la adoración de su varón. Se acercó a besarlo y entre besos cortos el pelinegro le hizo saber su intención de discutir un tema. –Dei tengamos otro hijo –se detuvo de repente y perdió toda la intención que tenía de pasarla bien esa noche.

- ¿Qué? –lo había escuchado perfectamente pero no podía creerlo. ¿Por qué? ¿Para qué?

- ¿Fui muy brusco? Lo siento no quería asustarte.

- No estoy asustado, solo... está bien, vamos a hablarlo. –Necesitaba tiempo para salir del shock, aunque no necesitó ni un segundo para saber que la respuesta era un no definitivo. Se bajó de su regazo y de nuevo se recostó de lado para mirarlo.

- Te he visto raro últimamente, pareciera que buscas algo pero sin saber qué es. No lo entiendo en absoluto y de alguna manera llegué a la conclusión de que tal vez lo que necesitamos es una familia más grande. Es algo que personalmente deseo con intensidad, apenas tengo recuerdos de Ino cuando era pequeña, sabes que no pudimos criarla juntos por mucho tiempo. También nos perdimos parte de tu embarazo por desconocimiento y en ese momento estabas tan asustado que me preocupaste al punto de no poder consentirte y mimarte. Fue tan difícil esa primera vez que quisiera vivir todo de nuevo de una manera más relajada y este me parece el momento perfecto. Somos mayores y sabemos lo que queremos de la vida, tenemos una seguridad y una libertad que antes no teníamos. Además Ino ya es mayor, es tan independiente que a veces creo que ya no nos necesita.

Deidara se quedó en silencio, veía en el rostro de Itachi la felicidad de hacer esa petición; era sincero y no había maldad alguna en sus palabras aun así le sonaron molestas y llenas de egoísmo. Él jamás se había permitido ser así de egoísta, siempre ponía a Ino o a Itachi antes que a sí mismo. Intentaba entender sus sentimientos antes de hacerles una petición, no quería obligarlos a nada y en este momento sentía que el guerrero no le pagaba con la misma moneda. Era como si no lo conociera en absoluto.

Solo porque lo amaba se mordió la lengua y ocultó su decepción fingiendo lo mejor que podía.

- Veremos ¿de acuerdo? –Fue lo más condescendiente que pudo expresar en ese momento. Ocultó el rostro en el pecho de Itachi para dar la conversación por terminada.

 

Al día siguiente fue a contárselo a su confidente y mejor amiga. En este momento ella era la persona con quién se sentía más seguro de hablar, lo cual le cargaba un poco de culpa porque ese debería ser el pelinegro.

Konan escuchó atentamente su relato mientras hacían el inventario de los insumos médicos.

- ¿Y qué piensas hacer?

- Negarme, pero al mismo tiempo temo que se moleste por no acceder.

- ¿Crees que lo haría? –Frunció el ceño, odiaba ver que Itachi fuera tan posesivo y que tuviera tanto poder de decisión sobre Deidara.

- Tal vez, porque sé que él pertenecía a una familia grande y creo que esa es su idea de cómo debe ser; incluso tiene a su pequeño hermano al que quiso mucho cuando eran niños. No siento que quiera otro hijo con una intención más allá de simplemente tenerlo. Quisiera sentir ese deseo también pero me es imposible, mi mente solo está llena de... bueno, tú sabes de qué.

- Sabía que seguías pensando en ello. He convencido a Pain de pronto regresar a ese pueblo y por supuesto que irás conmigo y con Sasori –Le sonrió cómplice.

- ¡No! Debería negarme a ese deseo porque es imposible y no tiene ningún objetivo.

- Es ahí donde te equivocas. Debes rogarle a ese hombre que te ayude, que te acepte y no ceder de ninguna manera a un no como respuesta.

- Pero...

- No hay pero que valga Deidara, créeme. Esa pasión que ahora sientes debe ser explotaba, tienes que indagar, descubrir, mancharte las manos y experimentar porque si no lo haces ahora en el futuro solo habrá arrepentimiento y vivirás con la incertidumbre de qué habría pasado si...

- ... –Se quedó en silencio pero la emoción le consumía. Amaba hablar del tema y que Konan le apoyara con tanto entusiasmo. –¿De verdad pronto regresaremos?

- Te lo prometo –Se sonrieron sellando el pacto.

No debía hablarlo con Itachi aún porque si las cosas no sucedían como él planeaba prefería conservar todo como un secreto para sí mismo. En el otro escenario las cosas se pondrían difíciles, sería doloroso pero no desaparecería, solo tendría que cambiar de residencia. Eso era todo.

Ahora debía prepararse mentalmente para ser aguerrido, aferrarse a lo que quería con un sentimiento aún más grande que el amor a su familia. No los apartaría, no los abandonaba, no debía sentir culpa.

 

Con la sangre llena de adrenalina corriendo por las venas se despidió de su familia y recorrió todo ese camino ansioso. Estaba tan nervioso de hablar con ese hombre, ¿y si no lograba convencerlo?, ¿y si le rechazaba?

Ese pqueño pueblo ahora era aliado de Akatsuki y fueron bien recibidos. La excusa para regresar la puso Konan y ahora debía atender a los enfermos de ese lugar por unos días y aunque él debió estar presente para ayudar ella le permitió –casi obligó– a visitar a ese hombre en su cabaña y hacer lo que tuviera que hacer para convencerlo de ser aceptado como su aprendiz.

Respiró hondo varias veces antes de atreverse a tocar. Llegó muy acelerado pero en cuanto escuchó que le permitían pasar y miró el interior de esa casa perfectamente ordenada con el dueño sentado junto a la ventana bebiendo té sin mayor preocupación su sistema nervioso se moderó. Caminó lento hasta llegar a su lado y por primera vez en su vida se arrodilló ante una persona con la frente pegada al suelo.

- No –fue  la escueta sílaba del hombre, los donceles como él debían dedicarse a otra cosa. Aprender lo que quería aprender podía costarle la vida y no parecía estar consciente de ello.

- ¡Por favor! –rogó impaciente con intensidad. –Lo necesito –Deidara estaba desesperado. No podría regresar a Akatsuki sabiendo que al primer intento se rindió.

- No tengo la suficiente energía para invertir en alguien que puede irse en cualquier momento que esto le parezca difícil. No puedo entrenar a alguien que sea poco inteligente y de escasa fuerza. –El viejo pondría mil pretextos porque odiaría verse de nuevo abandonado a medio camino

- No soy nada de eso, lo juro. ¿Cómo se lo podría demostrar? Solo tengo mi palabra. –El anciano lo miró por largo rato meditando si debía aceptar. No quería, de verdad que no pero también detestaba el pensamiento de no poder pasar su conocimiento; todos esos años de aprendizaje y experiencia para nada.

- Estarás a prueba, no te mostrare lo que quieres saber hasta que demuestres que eres digno de recibirlo.

¿En serio estaba recibiendo esta buena noticia? Es decir, no era lo que esperaba, pero ahora solo debía esforzarse como siempre lo había hecho, e incluso más arduo. La emoción era tanta que fue imposible borrar su sonrisa por los siguientes días a pesar de que tuvo que escribir una carta dura donde le explicaba a Itachi de la mejor manera que esto no era un abandono ni una traición. También escribió algo para Pain confiando en que entendería lo que estaba haciendo y que por ese motivo no fuera expulsado de Akatsuki, por su puesto que se fiaba de Konan como un gran apoyo para que el líder le tuviera una enorme consideración y le dejara estar ese pueblo sin previo aviso. Por si no fuera poco aprovecharse así de su amiga le encargó la difícil tarea de consolar a Ino si es que no entendía la situación.

 

 

- ¿Konan, sabes que el Uchiha enloquecerá en cuanto nos vea llegar verdad? –Le advirtió Sasori pero ella ignoró su pregunta. No era importante si ese hombre se molestaba y tampoco sentía ningún tipo de remordimiento por alentar a Deidara a seguir sus sueños. Incluso diría que fue satisfactorio ver el rostro descompuesto de Itachi al mirar que solo ellos dos habían regresado.

Pain también lo notó y llevaba tanto tiempo conociendo a Konan que pudo ver perfectamente en su cara inexpresiva que sonreía por dentro. Algo había hecho y debía hablar pronto con ella en privado.

Bueno, al menos Itachi había controlado sus impulsos frente al resto de los aldeanos y esperó hasta estar los cuatro a solas en la guarida.

- ¡Exijo saber dónde está Deidara! –Por fin explotó.

- Está en ese pueblo vecino. –Empezó Sasori –Decidió quedarse. –Sabía que todos esperaban explicaciones más extensas pero él solo diría lo necesario para salir de ahí. No quería verse inmiscuido en este drama.

- ¿Cómo que decidió? –Golpeó la mesa con el puño y se levantó. –Era su responsabilidad traerlo a salvo. –Ninguno de los dos respondió a esa actitud. Todos ellos eran adultos y a diferencia de Itachi no estaban perdidos de amor por el rubio, a Deidara no le insistirían en regresar si él no tenía la voluntad de hacerlo.

- Tranquilo Itachi, de nada te servirá actuar así. –Intervino Pain tratando de ser razonable pero el hombre no escuchaba motivos y al verlo salir sabía cuál era su destino. Miró a Konan con reclamó y ella solo sacó ambas cartas de su capa para entregarlas antes de que saliera persiguiendo al pelinegro.

Pain resopló, a veces su esposa podía ser una verdadera desalmada.

- Espera Itachi –Lo alcanzó en las caballerizas. –No puedes irte con la cabeza caliente ¿qué acaso no estás pensando en Ino? ¿La dejarás así sin explicaciones? –Jugó con esa trampa porque era la única manera de hacerlo entrar en razón y al parecer funcionó. –Toma, es para ti. –Le entregó el sobre –Por favor ve a casa con tu hija y lee esto con calma, tal vez encuentres las respuestas a tus preguntas.

Vio el sobre con la bonita caligrafía de Deidara y respiró hondo. Hizo caso a lo que su líder sugirió y aunque su sangre hervía de coraje por ir en busca del rubio se controló todo el día hasta que dejó a Ino durmiendo en su recamara. Entonces se dirigió al estudio donde el doncel solía gastar la mayor parte de sus ratos libres y a la luz del fuego leyó la carta.

No le resolvió ni una maldita duda, solo lo dejó con el orgullo herido y el corazón desolado. Cómo es que su dulce Deidara le pedía entender que no regresaría por una temporada ¿cuánto tiempo era eso? Si ellos eran confidentes porqué no sabía nada de esos planes que llevaba meditando durante varios meses. Sus palabras eran tan vagas que dolían muy profundo. Solo había una persona que tendría más información y aunque no le agradara en absoluto iría a buscarla.

Itachi no solía dormir durante las noches y ese día sintió que la madrugada fue especialmente larga. Debía dejar de repasar una y otra vez esas palabras en su cabeza porque se daba cuenta que toda su congoja se iba convirtiendo en ira. Y en cada escenario cruel se iba imaginando peores conclusiones. Todas terminaban en lo mismo, Deidara ya no lo amaba.

Apenas amaneció fue en búsqueda de Konan. De verdad intentó hacerlo de una manera civilizada pero esa mujer era tan testaruda que lo sacó de sus casillas y terminó acorralándola contra la pared con violencia. Miró sus ojos, no le temía.

- ¡Dime por qué le permitiste quedarse!

- No soy su dueña y tú tampoco lo eres. Crees que fue apresurado en su decisión aunque no fue así. ¿Qué es lo que de verdad temes? ¿Piensas que nadie se dará cuenta de tu verdadera inseguridad? Deidara no encontró el amor en otro hombre, no te está engañando y estoy segura que te dejó bien claro que no los está abandonando. Con un demonio, solo déjalo vivir.

La soltó contra su voluntad o más bien Pain se encargó de separarlos.

- ¿Puedes darnos un momento a solas Konan? –claro, ella ni siquiera quería estar ahí. –Dios Itachi, si no fueras tan cercano te juro que te rompería la cara por tratar así a mi esposa.

- No lo entenderías Pain.

- Creo que no, pero tengo una vaga idea; si ella me pidiera espacio no sería capaz de dárselo... o más bien no fui capaz de hacerlo nunca. –Guardaron silencio por unos minutos. –Ahora entiendo un poco más porque Konan y Deidara son tan cercanos aunque su comportamiento hacia el exterior es diferente, en el fondo ellos son iguales. –Ese comentario molestó al pelinegro, definitivamente Deidara no era ni una mínima parte parecido a esa mujer –Como un varón que ama con intensidad te diría que fueras tras tu esposo, pero como líder de la aldea te ordeno que no lo hagas. Deidara me ha pedido permiso para quedarse en aquel pueblo el tiempo que sea necesario con la promesa de que regresará cuando haya terminado lo que fue a hacer y muy confiado me aseguró que le traerá grandes beneficios a Akatsuki.

Ahora estaba el doble de molesto, se sentía solo y poco apoyado. No entendía porque Konan era la persona de confianza de su esposo, ¿por qué no le comentó nada respecto a sus sentimientos? En serio Deidara se sentía tan asfixiado a su lado que tuvo que usar una misión como medio para huir.

- Entonces déjame al menos ir a hablar con él. –Sabía que si hablaba de frente lo convencería de regresar.

- Está bien pero será una vez que me convenzas que estás sereno. En este momento no te lo permitiré y no podrás ir con Ino.

- ¡¿Por qué?!

- Es una niña, no la metan en estos líos de adulto. –En realidad la razón principal para Pain era tener una garantía de que al mantener a la pequeña en la aldea no perdería a dos miembros de Akatsuki por deserción.

Itachi aceptó la propuesta de mala gana aunque su líder acertó en que con el paso de las semanas su enojo e incertidumbre disminuyeron, no así su deseo de tener respuestas claras.

Pensó que Ino extrañaría con más intensidad a su padre doncel, pero a los pocos días se enteró de algo que agregó una grieta más a su orgullo. Konan no mentía al decir que todo fue premeditado y al parecer Deidara ya había hablado con su hija sobre el tema para evitarle el sentimiento de abandono prometiendo que nunca dejaría de estar en contacto y la pequeña pareció entenderlo perfectamente porque seguía igual de sonriente durante el día y por las noches solo decía que soñaría con su padre para no olvidarlo.

 

Por fin había llegado la bendita fecha de encontrarse con Deidara, hace mucho que no se sentía así de nervioso. No sabía con qué se enfrentaría, al principio su miedo fue el no hallarlo donde se suponía que estaría; la peliazul había dado su promesa de que sería fácil puesto que no se estaba escondiendo de nadie.

Esa inquietud fue superado en cuanto lo vio de espaldas cortando leña –algo en lo que nunca había sido muy diestro– sabía que era él aunque había cortado su pelo por encima del hombro.

- ¡Deidara! –lo llamó y este de inmediato se giró a recibirlo con una brillante sonrisa.

- ¡Itachi! –Soltó el hacha y se acercó al caballo mientras bajaba de él. No lucía decaído por su ausencia, como si se hubiesen visto apenas el día anterior. –Qué alegría me da verte aunque hubiera preferido que anticiparas tu visita. No importa, te encontraremos un lugar para que descanses en el pueblo. Estoy seguro de que la posada tendrá una o dos habitaciones decentes ya que normalmente se quedan comerciantes que... –¿Por qué hablaba tan rápido? Le confundía que su primer impulso fuera alejarlo del lugar donde él vivía actualmente con ese maestro al que aún no conocía.

- Espera ¿por qué no puedo quedarme aquí contigo?

- No sería correcto –el pelinegro frunció el ceño ante esa respuesta.

- ¿Por qué cortaste tu cabello?

- Era necesario.

- ¿Qué? –porque permitía que un hombre al que acababa de conocer le influyera de esta manera. –Iré a hablar con él en este momento.

- ¡No! –exclamó apresurado –No le gusta que lo molesten. Por favor Itachi, ve al pueblo a conseguir una habitación y hablaremos tranquilamente en la noche ¿de acuerdo? –No quería, lo que necesitaba era tomarlo por la fuerza y subirlo al caballo para regresar a Akatsuki. –Te iré a buscar más tarde.

A Deidara le costó un par de argumentos más convencer a Itachi de que se fuera de ahí. Su esposo le parecía tan hábil y encantador que estaba seguro de que convencería al viejo Momochi de algo... no sabía exactamente qué pero no sería benéfico para su persona y aunque era muy consciente de su egoísmo esto era algo que con todas sus fuerzas quería solo para él.

Esta vez sería más fuerte que cualquier impulso de seguir ciegamente a su Itachi, debía serlo.

Aunque Deidara no tenía mucho dinero y fue descarado de su parte, le había pedido una pequeña pensión a Pain para solventar sus gastos durante el tiempo necesario y ya que no existía la necesidad que pagar por techo ni por comida tenía unos pocos ahorros al menos para invitar a Itachi a cenar ese día y hacerlo sentir amado, sabía que eso era lo único que estaba buscando.

Todos los miraban, sabía que era por Itachi; a donde quiera que fuese siempre llamaba la atención porque era muy apuesto y ahora también caminaba con un aura de enojo difícil de ignorar. Deidara solo iba repartiendo reverencias por aquí y por allá a forma de saludo.

- ¿Cómo es que conoces a todas esas personas? –en Akatsuki no era muy sociable, solo lo debidamente necesario.

- Bueno, ya que el maestro no puede hacer muchas cosas yo me encargo de todas las compras. No es que los conozca realmente pero al menos ubico algunos rostros.

- ¿Por qué no puede?

- Es una persona mayor –Le respondió con obviedad.

- Entiendo –Así que su esposo estaba viviendo con un hombre mayor, no creía que estuviese engañándolo carnalmente pero cuando hablaba de él sus ojos se veían más vivos, más despiertos. Desvió la mirada varias veces durante la cena a la mano de Deidara para confirmar que ahí seguía su anillo de bodas. No importaba lo que dijera el rubio, nada desaparecería estos celos. Esa persona estaba llenando al hombre que amaba de un sentimiento que él jamás podría.

- ¿Qué pasa Itachi? –Le tomó la mano –¿Te sientes cansado? Podemos irnos de aquí y seguir hablando en un lugar más tranquilo. Aunque el pelinegro no lo dijera ya anticipaba la pelea que tendrían.

Fueron a su habitación en la posada. Le dejó besarlo todo lo que quiso antes de discutir, le permitió tocarlo hasta que estuvo satisfecho y aunque fue salvaje y algo doloroso lo aguantó sin quejarse porque sí sentía un poco de culpa al haber sido tan escueto en la carta que le escribió.

Cuando todo parecía calmado por fin Itachi sacó a flote la razón de su visita.

- Dei regresa conmigo a Akatsuki. –Le rogó el varón con la voz más dulce que tenía mientras le besada la espalda. Deidara se giró para decirlo de frente esta vez.

- No lo haré Itachi. –En sus ojos azules no había culpa, solo seguridad de sus palabras.

- Así es que de verdad nos estás abandonando. ¡No puedo creerlo! –Este era un chantaje emocional del pelinegro en el que no caería.

- No es así. –Intentó no explotar y dar una explicación que le permitiera a Itachi entender como se sentía y por lo que atravesaba en este momento. –Te estoy pidiendo que esperes por mí en Akatsuki, solo estaré aquí un tiempo pero puedes estar seguro de que regresaré porque ustedes son mi hogar, son mi familia, lo que más amo en este mundo.

- ¡Entonces regresa!

- No es posible. –No cedería e Itachi lo sabía, era tiempo de una medida desesperada que salió de la nada.

- ¿Y qué tal si venimos a vivir contigo? No a donde está tu maestro si es tan fastidioso para ti, puede ser aquí en centro del pueblo.

- ¡No, jamás! –No quería tenerlos cerca porque serían una distracción –Este es un pueblo de comerciantes, no es un buen lugar para que crezca Ino.

- ¿Pero sí es bueno que crezca alejado de su padre? –Lo dijo dolido.

- Está cerca de ti, confío en que la cuidarás mientras estoy ausente y si es por amor no tienes que preocuparte que yo le haré saber todo el tiempo lo mucho que significa para mí y que la distancia no es ningún obstáculo para no amarla. Porque así es para mí. –Le recalcó esas últimas palabras para hacerle saber de nuevo que los amaba a ambos.

- ¡Por supuesto que la cuidaré y mucho más y mejor de lo que tú lo llegaste a hacer!

- Lo sé, lo sé. –Le pinchó el corazón, sabía que Itachi se refería a cuando la abandonó siendo una recién nacida –Aun así ella ya es mayor, tú mismo lo dijiste, y entiende más cosas de lo que creemos.

- No tergiverses mis palabras, eso fue dicho en otro contexto. ¿Dime algo Deidara, huiste y te aferras a este lugar horrible porque no querías tener otro hijo? ¿Fui muy insistente y te asusté? Si es así no lo volverá a pasar.

- Por supuesto que no. –Ya estaban hablando de cosas que ni siquiera venían al caso, eventos pasados de los que podrían decir cosas hirientes. –Escucha Itachi, te amo y siempre te voy a amar. No importa si me crees o no, tú eres el gran amor de mi vida y jamás me cansaré de decírtelo con toda la sinceridad que poseo pero esto que estoy haciendo aquí no tiene nada que ver contigo ni con Ino; es algo que solo me involucra a mí y que debo hacer por mi cuenta. No regresaré a Akatsuki hasta que termine lo que vine a hacer y no importa si te toma tiempo entenderlo o si te enojas conmigo hasta el punto de ser cruel, yo siempre te seguiré diciendo que te amo y que amo todo lo que vivimos y todo lo que hemos construido y amo que siempre me cuidaste y que gracias a ti sobreviví la peor época de mi vida. Te amo desde que te vi la primera vez cuando era un niño y te amaré por siempre en todo momento; sin embargo no me pidas que te siga porque no lo haré.

- Deverdad esto es tan importante para ti. –Deidara asintió efusivamente. –Entoncesmañana regresaré a Akatsuki.

 

Dolía, de verdad que dolía mucho más que cualquier otra herida que Itachi hubiera sufrido en batalla. No había nada que pudiera decir o hacer para cambiar el juicio de Deidara, creía en su buena fe a pesar de que no era fácil la ambivalencia del sentimiento de amor por el doncel y la amargura que le provocaban sus palabras.

 

 

 

 

Ahora los dejo con uno de mis diálogos fav de Yanxi palace: Princess adventures.


Contexto, un guardia imperial y el príncipe mongol hablan de la hija favorita del emperador.

- Quiero ver a la princesa
- ¿Qué dirá cuando la vea? ¿Reprenderla por ser impiadosa y despiadada?
- No es de tu incumbencia.
- Está al tanto de que mató a alguien. ¿Igual puede decir que la ama? Si no puede, entonces no entre.
- Esto no es de tu incumbencia.
- No puede responderme. Es porque sabe que, esta vez, ella está equivocada.
Silencio
- Puede cambiar.
- Pero ¿y si no puede? ¿Y si siempre será así de despiadada y amenazante? Entonces, ¿qué? ¿Igual podrá decir que la ama? Yo puedo. Si amo a alguien, ella puede cometer asesinatos y provocar incendios o ser la mujer más malvada del mundo e igual podré decir que la amo. Aunque sea injuriada por todos y no tenga a nadie de su lado, siempre la protegeré.
- ¿Crees que esa clase de amor es normal? Si amas a alguien y ella comete un error, ¡tu continua indulgencia solo la empujará hacia el camino incorrecto!
- ¿Qué es correcto y qué es incorrecto? ¿Quién lo juzga? ¿Usted? Usted no puede. Ellos no pueden. El cielo tampoco puede. Mientras siga vivo, no permitiré que otro dicte mi vida... mientras crea que amarla es lo correcto, nadie me hará cambiar de opinión.


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