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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Todo estaba organizado. Lo normal sería que Deidara no estaría en casa, mucho menos tan tarde por lo que Itachi no debería esperar encontrarlo ahí. Ino se quedaría con una amiga y para disponer de todo el lugar alentó a Mayumi a tomar unos días para visitar a su familia.


Se había arreglado y perfumado lo mejor posible. Ya que era una sorpresa tuvo que ponerse el kimono que le regalaron el día de su boda con el obi hacia el frente; aun así lucía hermoso para nada vulgar, solo seductor. Tenía preparado el anillo de Itachi entre los dedos y unas botellas de vino dulce para darse valor. No debía tomar demasiado o se quedaría dormido o se le trabarían las ideas al hablar.


- Vamos Deidara, ten valor. -se repitió al espejo dándole un gran trago a la botella aunque le quemara la garganta. ¡¿Por qué diablos no llegaba Itachi?! ya había anochecido.


Esperaría lo necesario, sin embargo la incertidumbre lo mataba por dentro. Si itachi no aceptaba esta ofrenda de paz, este gran sacrificio, entonces no sabría qué más hacer para reconciliarse por completo. Nunca tuvo mucho que ofrecer a excepción de su persona y ahora le entregaría de nuevo todo su ser y su capacidad para procrear. Estaba dispuesto a hacerle creer que le daría el hijo que durante tanto tiempo le pidió y que esas tantas veces le negó. Se miró en el espejo por enésima vez, sí, seguía luciendo bien aunque ya algo mareado; se acercó más para concentrarse en su rostro, haría algo malvado pero no quería que se le notara en la mirada.


Por fin escuchó la puerta abrirse y se acomodó sentado en la cama para esperar al susodicho, sentía el rostro arder de inhibición o tal vez nerviosismo, ya no lo sabía.


- ¡Deidara! -Itachi se sorprendió de verlo ahí. Sintió la sangre bajarle de la cabeza a las gónadas, estuvo a punto de perder el control y lanzarse a besarlo. No era justo, le debía una gran explicación al rubio antes de continuar.


- Itachi ven, siéntate a mi lado. -Palmeó el lugar indicado y de manera obediente el pelinegro lo hizo. Ahora al doncel le costaba mucho ponerse en una situación tan vulnerable sin embargo estaba dispuesto a hacer de lado su orgullo por esta ocasión. Se hincó frente a Itachi y mostró el anillo que todo ese tiempo había sostenido. -Lo siento. Todo lo que prometí era verdad y sé que todo lo que dijiste ese día no fue falso pero que fue dicho desde el dolor y que mis acciones no te hubiesen dolido tanto si tu amor no fuera proporcional o incluso mayor. Si me aceptas de nuevo a tu lado como tu esposo te demostraré que puedes seguir amándome como antes. -Le tomó la mano con la intensión de ponerle su anillo de bodas. -Estoy dispuesto a demostrarlo cediendo a uno de tus más grandes deseos y que me negué tanto tiempo -le miró pícaro pero al mismo tiempo fingió a la perfección en sus ojos que solo habría sinceridad en sus palabras -amaría llevar a tu hijo en mi vientre de nuevo.


- Dei... espera. -Al verlo ahí a sus pies tan indefenso y dispuesto a todo Itachi se llenaba de excitación, cada vez se sentía menos capaz de controlarse. Se preguntaba si Deidara de verdad sería tan misericordioso como para perdonarlo por sus actitudes nefastas. Ese doncel era la mayor bendición que había tenido en la vida y por un enojo lo había fastidiado todo. E Itachi era tan cobarde que durante todos estos días dejó que el rubio creyera que el alejamiento era meramente por su culpa. No lo era, Itachi se sabía como el peor esposo del mundo y merecía ser despreciado. -Antes de que digas cualquier otra cosa tengo algo que confesarte. -Su mirada negra era de culpa y en ese instante el doncel ya sabía que le rompería el corazón ¿pero de qué manera? -Lo siento Deidara -Se agachó en el piso y pegó la frente al suelo. -Te engañé, fui infiel. ¡Lo siento Dei! -El guerrero se quedó varios minutos así y el rubio seguía en silencio.


Itachi lo había engañado, se había acostado con otra persona. Estaba furioso, muy furioso.  Intentó respirar calmadamente, ya se imaginaba que eso pudo haber pasado; se lo imaginó mil veces durante el tiempo que estuvo lejos. Aguantó las lagrimas de su desgarrado corazón porque aunque ya lo esperaba igual dolió tanto como si no lo hubiera sospechado; apretó el anillo en su mano casi tan fuerte como sus dientes. Itachi podía ser impulsivo si estaba molesto y pocas veces lo había visto así de resentido como cuando se abandonaron. Se había preparado mentalmente para aceptar esa situación si resultaba real... y bueno, así fue. Fue más fácil perdonarlo en sus pensamientos y sin embargo debía serle fiel a la conclusión reflexionada cuando tenía la mente fría y no a su yo de ahora que quería volverse loco de rabia.


A Itachi lo seguiría amando así cometiera mil equivocaciones, pero solo le perdonaría una. Tomó la mano izquierda del guerrero y rápidamente le colocó el anillo.


- Está bien, te perdono. Si prometes... ¡no!, si juras con tu vida que me sigues amando con la misma intensidad que yo lo hago. Te perdono y podemos seguir con nuestras vidas. -Si bien el rubio no quería ser un cornudo su sentimiento de querer permanecer junto a esta persona estaba sobre cualquier otro error. Aun así su mente no abandonaba esa pequeña posibilidad de que no hubiese sido un simple amorío y eso sería lo peor.


- Lo juro Deidara, te sigo amando con locura, tanto que no creo merecer tu perdón.


- Shh... te digo que ya está bien. -Era duro estar en esta situación pero ambos habían tenido el mismo nivel de culpa a los ojos del doncel, de una u otra forma y con tal de no perderlo Deidara lo justificaría en esta ocasión. Si Itachi lo había engañado fue porque él lo había orillado a hacerlo y esa era una ridiculez con la que podía mentirse a sí mismo solo para ya terminar con este alejamiento.


Itachi sintió las huesudas y tibias manos de su esposo tomarlo del rostro con una fuerza casi innecesaria y lo besó con hambre. Su aliento era cálido y con un regusto amargo a alcohol que le encantó, ambos estaban tan desesperados como si fuesen unos jovencitos aún y no se separaban a pesar de necesitar respirar. Lo hacían todo mal, no coordinaban de tanta premura y se sentía casi como una pelea de tan agresivos que eran. Se separaron respirando agitados y con una mirada tan apasionada que no tardaron ni dos segundos en estar devorándose de nuevo.


Deidara lo separó y le miró sonriente y divertido mostrando sus dientes e Itachi estaba tan perdido en sus ojos fieros que le fue imposible detener el golpe que le lanzó directo a la mandíbula haciéndole retroceder un paso y probar el sabor metálico de su propia sangre. Estaba atónito por esa acción pero miró el rostro del doncel y se disolvió cualquier reclamo porque entendía que detrás de esa mueca que hacía ver la agresión como una travesura se escondía una protesta por el dolor que sentía a pesar de haberle concedido el perdón. Itachi le devolvió la sonrisa sabiendo que se merecía eso y más.


El rubio estaba tan hermoso que era irreal, nadie podía negar que era hermoso desde su nacimiento y todo el que tuviera ojos lo notaba. La diferencia era que ellos no tuvieron la oportunidad de sostenerlo desnudo y vulnerable entre sus brazos como sí la tuvo Itachi para notar que ahora su cuerpo había cambiado de una manera divina, estaba tan firme y marcado -aunque no de una manera grotesca- su clavícula, sus brazos, su espalda, el abdomen, sus cautivadores muslos y especialmente su trasero... deseaba tener más brazos para tocar más partes al mismo tiempo.


Por su parte para Deidara era magnifico sentir que su esposo una vez más desembocaba toda esa testosterona sobre su cuerpo, temblaba en sus entrañas solo de sentirse rodeado por esos brazos y frotarse contra esa entrepierna para ir despertando la hombría de su varón.


- Espera, lo puedo hacer mejor. -Esas palabras del ojiazul seguido de su sonrisa coqueta dejaron dócil a Itachi ante lo que le quisiera hacer. Deidara lo obligó a alejarse un poco, y dejó ver que ya la cabellera larga estaba hecha un desastre y el kimono algo desalineado aunque eso no le quitaba nada a su belleza, al contrario, a Itachi le encendía saber que terminaría aún peor.


El doncel paseó las manos por el pecho duro del guerrero y fue repartiendo besos por encima de su ropa desde el cuello hasta el estómago y no se detuvo ahí, bajó el rostro hasta restregar su mejilla en la entrepierna y repartir un par de besos cortos por toda la zona. Ese era un verdadero demonio de ojos claros que disfrutaba viendo a su pareja cada segundo más impaciente, sonrió con satisfacción y desabrochó el pantalón de Itachi para acercarse a su piel. El mayor creyó que lo torturaría un poco más pero liberó su pene de toda barrera y lo besó en la punta, eso le provocó un escalofrío desde la punta de los pies hasta la coronilla y lo reflejó en un gemido que llenó de satisfacción al rubio.


- Te extrañé mucho -lo dijo lento y dando besos entre cada palabra sobre el miembro que se sentía cada vez más rígido.


Deidara lo seguía provocando y castigando al mismo tiempo. Tomaba la base del pene y lo apretaba con una fuerza deliciosa y bien medida para hacerlo disfrutar, repartía lamidas por toda su extensión y de vez en vez se detenía para succionar. Ya cuando estuvo bien lubricado por saliva le regaló una de las imágenes más eróticas en la vida, jamás hubiese imaginado al doncel hacer algo así.


Parecía un pequeño roedor con las mejillas infladas, era incluso una imagen graciosa y de no sentir placer tal vez se hubiese reído. Se notaba que le costó trabajo desde el principio meterse el escroto por completo en la boca y su respiración se volvía agitada entre más tiempo pasaba pero aún así no dejaba de rozarlo con su lengua en el interior mientras masturbaba el pene frente a su rostro, si el rubio continuaba se correría pronto.


- Ah... Ah -El rubio lo liberó y de inmediato abrió la boca para compensar el oxigeno que le faltaba y se limpiaba la saliva que escurrió por su barbilla. -Dios... era más fácil... en mi mente.


¿Así que llevaba tiempo imaginándolo? Aunque los pensamientos de Itachi fueran vulgares solo le urgía enterrarse en el rubio ya, no debía decir esas cosas tan provocativas sin esperar que se descontrolara y al parecer ese era su juego. Tomó al doncel de los hombros y lo besó de nuevo con tanta pasión que lo hizo vibrar.


- Juegas sucio Dei.


- Déjame consentirte Itachi -Le ayudó a quitarse toda la ropa. -Me gusta saber que yo también puedo hacerte sentir bien.


Eso Deidara lo decía de verdad, en su tiempo de reflexión pensó que muchas veces solía ser demasiado inactivo y que le dejaba a Itachi todo el trabajo. Claro, eso no era equivalente a que su pareja no disfrutara, el cuerpo era el cuerpo y las sensaciones agradables inevitablemente lo llevarían al orgasmo pero todo el preámbulo solía ser algo que en lo que él no se esforzaba especialmente. Tal vez llegaba a hacer una o dos cosas que le gustaban a su esposo pero no a propósito, todo era fortuito. Ahora quería provocarlo, seducirlo, volverlo loco, quería que lo deseara y volverse una necesidad.


El rubio acarició el abdomen contrario y enterró su cabeza en la entrepierna, le costó trabajo engullir toda esa carne y aunque los ojos le lagrimeaban y sentía que se ahogaba la cara que le reglaba Itachi lo valía todo. Cada vez se hizo más fácil y a pesar de que el Uchiha tenía la mano sobre su nuca le dejó marcar el ritmo o al menos lo intentaba pues de vez en cuando no podía controlarse y echaba la pelvis hacia adelante para llegar más al fondo. Debió hacerlo muy bien pues se corrió en su boca sin dar aviso. No fue desagradable solo extraño sentir algo espeso e hirviente deslizarse en su garganta. Se sacó el miembro de la boca y comenzó a toser y a jalar aire.


- Lo siento Dei, fue demasiado -Se disculpó intentando recuperarse del orgasmo y abriendo los ojos para mirar a su pareja, ese rubio tenía una boca deliciosa y no pudo aguantar a liberar su esperma. Lo observó hipnotizado, los ojos azules seguían cristalinos y un poco de semen le manchaba los labios. No importaba, le ayudó a levantarse y lo besó por largo rato. -Ven, ahora yo te haré sentir bien.


Itachi tocó sus piernas por debajo del kimono, seguía teniendo la piel igual de suave. Recorrió con las manos el camino a su trasero, ya había sentido que no usaba ropa interior pero ahora lo comprobaba. Masajeó sus nalgas cuanto quiso mientras lo besaba, solo lo soltó para pedirle que se acomodaran en la cama. Deidara no rechistó y se dejó caer con él entre las piernas, los ojos negros le miraron desde arriba grabando una nueva imagen de esa sublime belleza. El pelo dorado que tanto le encantaba regado por todas partes con unos mechones pegados a la frente y cuello, le sonreía mientras extendía los brazos para invitarlo a abrazarse y besarse de nuevo. Quería verlo desnudo pero también amaba verlo con su kimono desarreglado.


Acarició en repetidas ocasiones el camino entre el vientre y sus genitales. Recorría con besos su pecho, su cuello, sus orejas, su rostro. Necesitaba recordar cada rincón de ese cuerpo. Lo masturbó con firmeza y el rubio no le negó ni un solo gemido, no tenía reparo en hacerle saber lo mucho que le estaba gustando. Paró el movimiento de su mano y se dirigió a jugar con la entrada que hervía de entusiasmo.


- Espera, espera, espera -El doncel detuvo la mano -Si lo vas a hacer no puedes venirte dentro, ¿entiendes? -Debía decirlo antes de que se perdiera en el placer y ya no le importara nada.


Itachi resopló, por supuesto que no lo haría; aunque ahora que lo mencionaba le entraban unas ganas desquiciadas de llevarle la contraria. No cumpliría su egoísta deseo, hasta él entendía que su ofrecimiento había sido retirado después de confesar la infidelidad y era más que justo.


Lo iba a acariciar de nuevo pero el rubio cerró las piernas con fuerza.


- ¿De acuerdo? -Itachi rodó los ojos, cómo podía pensar que haría algo así en contra de su voluntad.


- Claro, de acuerdo


Deidara le sonrió complacido y se relajó de nuevo. Lo jaló por el cuello para obligarlo a acercarse y besarlo como sello de su promesa. El ojiazul sabía como hacer bajar la guardia a su pareja y ahora en un rápido movimiento era el guerrero quien se encontraba de espaldas en la cama y con el doncel sentado sobre su pelvis.


Le puso las manos sobre el pecho y recorrió el torso a su gusto y por todo el tiempo que se le antojó arrancando esos sonidos placenteros que Itachi aún se avergonzaba de expresar. Después comenzó a acariciarse a sí mismo, empezando por los muslos y subiendo hasta el obi que deshizo con facilidad para dejar a esos ojos negros deleitarse con el cuerpo bien esculpido que ahora tenía. No se quitó el kimono, solo lo dejó abierto; veía que a Itachi le gustaba esa imagen, tal vez porque lo relacionaba con el día de su boda.


Deidara siguió con las caricias por su propio vientre y pecho, subió por su cuello y levantó el pelo para después dejarlo caer sobre los hombros con sensualidad. Movía las caderas de atrás hacia adelante con la evidente intensión de provocarlo y por supuesto que daba resultados, podía sentir claramente como la erección iba tomando forma a su espalda. Sin embargo, antes de llegar a la cúspide del acto quería jugar un poco más.


Se acomodó sobre el varón de tal forma que este pudiera ver perfectamente su entrada y comenzó a masturbarse frente a sus ojos, ocupaba ambas manos, una en su pene y otra en su entrada a la que tímidamente introdujo un dedo.


- Mmm... Ita...chi -cerraba los ojos recordando como se auto complacía en la soledad de su cuarto cuando estuvieron lejos.


Metía y sacaba el dígito y cuando se sintió preparado agregó otro retorciendo los dedos de los pies y llevándose la otra mano al pecho para acariciarse los pezones. Se sentía bien aunque lo que más lo encendía era saberse observado.


Sintió que Itachi quería unirse a su juego metiendo uno de sus dedos también. Lo miró retándolo a hacerlo, después de todo esa noche estaba ahí para lo que él quisiera hacer con su cuerpo.


Los dedos de Itachi eran más largos y gruesos que los suyos además de tener una mayor facilidad para llevarlos hasta el fondo y desde diferentes ángulos. Cuando Deidara se penetraba a sí mismo le costaba encontrar ese punto de máximo placer pero no a su esposo, él ya tenía mucha practica y casi de inmediato lo lograba. Eso era fantástico porque lo hacía desbordarse de felicidad en poco tiempo.


- Nnnn... Ita... sigue... -Le costaba recordar que estaba diciendo o por qué lo decía. Le dejó todo el trabajo a él y ocupó sus manos para acariciarse otras zonas y dejarle al pelinegro total acceso a su cuerpo.


Itachi lo tocaba tan certero en cada punto erógeno que no duró mucho antes de llegar al orgasmo, se corrió gratamente ensuciando su cuerpo. Todavía no se recuperaba por completo de esas sensaciones pero no dejaría a Itachi ni un momento más sin su recompensa que en realidad era un momento que él también aguardaba con ilusión desde varios días atrás. Con las piernas temblorosas y haciendo un esfuerzo considerable se acomodó sobre la erección del pelinegro y la fue introduciendo con lentitud en su interior.


Era un poco incomodo porque llevaba mucho tiempo sin hacerlo pero su cuerpo ya estaba bien estimulado y preparado para envolver ese gran pedazo de carne que tanto placer le procuraba.


Al final terminó mostrando una sonrisa de satisfacción y triunfo cuando lo tuvo por completo dentro. Itachi lo afianzaba por la cintura y sus dedos lo apretaban tratando de sobreponerse a esa calidez que era única en el mundo.


Deidara comenzó a moverse con mesura, sacando solo un poco y dejándose caer, moviéndose de atrás hacía adelante o en círculos; su instinto le decía cómo hacerlo y el pelinegro solo se dedicaba a disfrutar la imagen de su querido doncel gimiendo en lo alto. Cada vez estaban más sudados y perdidos en la lujuria.


Itachi necesitaba un poco más, lo quería tener cerca, esto no solo era algo físico. Se sentó para poder abrazarlo y susurrarle al oído sus sentimientos.


- Dei te amo. -Lo repitió un par de veces mientras hacía las estocadas más certeras y se clavaba hasta el rincón más profundo.


El rubio se aferró a la espalda del otro con brazos y piernas, tantas veces le había dicho sus sentimientos pero la última era lejana y descubrió que le seguía afectando de la misma manera; le hacía sentir inocente y puro recibir ese amor, todo su cuerpo reaccionaba con gratitud especialmente su corazón que le decía que aunque fuera solo para este hombre seguía teniendo bondad.


Itachi lo echó hacia atrás con fuerza y en ese ímpetu su rostro se transformó en pura sensualidad. El varón gemía libremente, le regalaba esa imagen única y fue imposible correrse de nuevo y manchar su propio torso.


El pene del guerrero fue deliciosamente estrujado y lubricado por el orgasmo del doncel. Le enterró los dedos en las costillas intentando manejar el gran placer y resistir unos minutos más pero se mentía a sí mismo porque nada podría eclipsar el erotismo que se le mostraba tan honesto y tangible en ese momento. Deidara era todo un gozo, una total dicha. Lo adoraba tanto. Solo apretó los dientes y bañó en abundante semen la piel de su esposo.


Fijó los ojos negros por breves segundos en la imagen de ese hombre hermoso le ofrecía pero su sonrisa y ojos cristalinos le llamaban como imanes para que sellara ese encuentro con un beso más. Se dejó caer a un lado y lo acomodó en su pecho. Le besó la frente y las mejillas hasta llegar a los labios de nuevo, eran unos adictos irrecuperables.


- Itachi te quiero tanto.


Al escuchar su nombre dicho por el doncel le embargo una sensación extraña de no merecerlo no obstante debía ignorar esa inseguridad, ahora estaba extasiado con haber hecho las paces. Se acurrucaron hasta que sus respiraciones regresaron a la normalidad. No sabía cuando tiempo más hubiera aguantado lejos de Deidara y teniéndolo tan cerca, no lo diría pero agradecía que el doncel hubiera dado este gran paso.


- La próxima vez me prepararé para que lo hagamos bien. -Itachi rio ante ese comentario, sabía a qué se refería pero para él esto estuvo más que bien.


Se quedaron en silencio mientras le hacía mimos en la espalda al rubio, parecía estar dormido pero solo cerraba los ojos y de vez en cuando los abría para hacerle saber que seguía ahí.


- Mis manos siguen temblando -le mostró los dedos y así era. -¿Sabes a qué se debe?


- No -Contestó totalmente calmado y le besó la frente.


- Es porque deliberadamente olvidé el tema para no incomodarte antes de hacer el amor pero ahora estoy nervioso y enojado. -Acarició con los dedos el golpe hecho, no se arrepentía y esperaba que dejara marca por unos días.


- Ah -fue su corta respuesta, ciertamente estaba sin palabras. Temía lo que fuera a decir ahora, aunque cualquier cosa se la merecía.


- Quita esa cara de preocupación, no estoy enojado enojado pero necesito recibir todo de una sola vez, merezco saber los detalles. No quiero que en una semana te pregunte una parte de la historia y en un mes me cuentes otra y en unos años me entere de otra cosa. Solo dime quién era, cuándo pasó, por qué razón, qué siguió... ¿me entiendes? Quiero saber toda la historia incluso con las partes más innecesarias.


- Tienes razón, es justo. -Lo abrazó con fuerza pensando lo que respondería.


- De cualquier forma es cierto que no me iré. -respondió al abrazo, tal vez eso era lo que temía Itachi, que al hablar del tema se alejara de él.


- Su nombre era Hanami...


- La sirvienta


- ¿Cómo lo sabes?


- Ino lo mencionó.


- Fue justo después de la última vez que nos vimos por eso no regresé más. Tenía vergüenza de mi comportamiento y no podría mirarte a los ojos sabiendo las cosas terribles que te dije y después siendo un patán hipócrita. Solo pasó, regresé tan borracho esa noche que apenas sí recuerdo cómo se dio esa situación; mis pensamientos eran de furia y venganza por lo que sentía que me habías hecho o que me ibas a hacer, me sentía pequeño y abandonado porque descubrí que te necesitaba más de lo que tú me necesitaste a mí.


- ¿Y era bonita?


- No me lo parecía demasiado. ¿Por qué lo preguntas?


- Porque en definitiva esa hubiera sido la única razón por la que yo miraría a otro hombre. Tendría que ser mucho más guapo que tú, no sucedió así que puedes estar tranquilo por mi parte.


- Por ella nunca sentí nada diferente a simpatía, era una chica que cuidaba diligentemente a nuestra hija y simplemente no quería tenerla aquí recordándome ese gran error así que le pedí a Pain que enviara a otra persona y así Kisame trajo a Mayumi, desde esa vez no la he vuelto a ver. -Bueno, pero eso no tranquilizaba al doncel. Por una parte agradecía que al menos había sido cosa de una sola vez, lo que le descolocaba era que Itachi no se había acostado con ella por una atracción física y si no fue por eso entonces la razón debía ser sentimental y eso dolía mucho más. -Gracias por regresar Dei. Durante mucho tiempo temí que algún rumor llegara a tus oídos o que de alguna forma te enteraras y simplemente desaparecieras. -estrechó el cuerpo del doncel más fuerte aterrado de que se alejara. Ahora debía disculparse por otras razones que le eran incluso más vergonzosas. -Lamento haberte fallado a ti y a Ino siendo un mal padre, y también lamento habete hablado así antes y herirte. Decir que fueron celos es una pobre excusa pero es la verdad, y no solo quiero que me perdones por esta relación de amantes, también te ruego que lo hagas porque eres mi mejor amigo.


¿Qué era esto? ¿Quién le había cambiado a su Itachi? Le hizo sonreír que dijera esa simpleza y casi le hacía sentir culpa que él también estaba engañándolo, no de la misma forma pero se había aprovechado de conocerlo bien y de que el pelinegro aun no estuviera consciente de lo mucho que había cambiado. Estaba desesperado por acostarse con Itachi, quería que recordara lo bien que se sentía estar unidos y la confesión de su infidelidad solo le dio la oportunidad de quedar como la victima en la relación, y si algo le había aprendido bien a Haku era a manipular con su fragilidad.


En realidad nunca estuvo nada dispuesto a tener un hijo pues Konan ya le surtía de las yerbas anticonceptivas desde su regreso, así que incluso si el pelinegro hubiera faltado a su palabra nada sucedería, le llenaba de satisfacción que incluso sin saberlo ahora Itachi tenía más respeto a lo que le pedía y parecía estar muy dispuesto a pagar su error con cualquier exigencia.


Deidara aún tenía cientos de pensamientos rondando en la mente pero por esa noche era suficiente con lo que habían dicho; las cosas fueron simples de solucionarse en primera instancia, solo tenían que hablar y escuchar. Ahora que todas las cartas estaban expuestas no había grandes secretos de por medio, el rubio solo podía creer que las heridas de ambos terminarían de sanar con el tiempo y cualquier pensamiento que Itachi se quisiera guardar para sí mismo ya no necesitaba saberlo porque él tampoco quería revelar las pequeñas mentiras que le involucraban para ya no herirse más al menos por un tiempo.


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