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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Notas del capitulo:

Hola hermosxs, les dejo un nuevo capítulo de mis bbs Sai y Gaara.

ILY

La vida de casados no fue como ninguno de los dos creyó. Definitivamente ya no eran los jóvenes que se unieron en matrimonio y aunque pasaron tanto tiempo juntos no parecía que hubieran llegado a conocerse, mucho menos a entenderse.


 


Después de unirse oficialmente al Kazekage la Hoja no tuvo otra opción más que dejar ir a Sai por completo, el asunto del Tsuchikage se había calmado ya hace bastantes años y esa aldea de origen tampoco pondría recursos en intentar retener a un funcionario de tan baja categoría. El pelinegro, para conveniencia de Gaara, resultó ser bastante avispado con las tácticas políticas. Al parecer el hecho de que nunca fue apreciado en la Hoja se debía a que el hombre simplemente no estaba dispuesto a luchar por esa clase de reconocimiento. En la Arena tampoco es que lo buscara, siempre preferiría pasar el día con sus hijos.


El pelinegro fue una gran ayuda para la Arena, sin embargo en realidad lo que siempre hizo fue esforzarse por actuar como un soporte para su esposo y que este encontrara en él un lugar de confianza donde no tuviera que esconder sus problemas ni preocupaciones. A veces sentía que lo había logrado, otras la verdad es que sentía que sus acciones solo lo alejaban.


Todos sabían que el Kazekage carecía de habilidades sociales, para su beneficio Sai era todo lo contrario y gracias a ello Gaara ganaba puntos en simpatía con aldeas y comerciantes. Aunque con el tiempo Sai se volvió reconocido y respetado por otros, el doncel sabía que jamás buscaría colgarse la medalla de haber ayudado en la prosperidad que ahora gozaba la Arena; Sai no lo había hecho directamente porque no era tan buen ejecutor, pero él fue el primero en animarlo a ya no competir con otras aldeas. En el futuro cercano nunca tendría un ejército que fuera el ejército más fuerte, no tendría eruditos ni científicos con el mayor conocimiento, simplemente nunca alcanzaría fácil aquello que otros le pintaban como un objetivo.


Sai le dio la esperanza de que sí podían lograr estabilidad usando aquello que otros no tenían y la Arena sí. La gente se olvidaba que pocos años atrás se morían de hambre y ahora tenían más abundancia; gracias a la Roca en un inicio pero no todo fue su trabajo, la Arena se esforzó por mantenerse y crecer. En ese momento de incertidumbre el pelinegro sugirió que hicieran un gran imperio de material primas; la Arena tenía cientos de cuevas para explorar en su frontera con la Roca y un montón más de minas por todo el territorio. Nadie quería arriesgarse a minar pero si él tomaba ese mando cuando los demás vieran que era un gran negocio cada vez les iría mejor. Tenían tanto material en bruto para vender y transformar que solo estaban dejando ahí enterrado. ¿Y qué importaba si era frívolo buscar piedras preciosas? ¿Por qué debería ver como deshonra crear armamento o joyería para otras aldeas? Llamaría la atención de grandes comerciantes y gobiernos porque todo el mundo amaba el lujo. Gaara que nunca se interesó en nada de eso le parecía tan simple, aunque era una gran oportunidad, si la Arena era pionero todo saldría bien; por alguna razón en el fondo al doncel siempre le daba seguridad lo que su pareja decía.


Sai siempre pensaba en estar con los niños, eran lo más importante en su vida junto a su esposo. El primer hijo se convirtió en alguien lleno de energía que solo podía ser soportado por su padre varón o por su tío Kankuro. Desde temprana edad fue obvio que sería un destacado guerrero, de esos que nunca huirían a una batalla, tal vez el único capaz de aprender a frenar esa energía fue su padre Gaara que era muy estricto en sus estudios; después de todo, al Kazekage le preocupaba que este hijo suyo aprendiera como pensar y se defendiera en el mundo de la política. Y aunque el doncel se mostraba demasiado rudo en el exterior la verdad es que su hijo nunca se negó a estar a su lado, era un momento en el que el pequeño calmaba la mente. Cuando era niño hacía preguntas correspondientes a su edad sobre el mundo, sus padres siempre le contestaron todo, y así conforme creció se volvió más agudo en sus observaciones y fácilmente podía tener horas de plática con el doncel; Gaara tenía gran confianza en él, por eso le permitió ponerse bajo el cuidado de su hermano mayor en el ejército.


La niña por otro lado, no era nada tonta, el problema con ella era que parecía temer demasiado a Gaara y por eso su otro padre solía darle cariño extra, siempre jugando con la pequeña. Le enseñó a leer, a recitar poemas, a pintar, incluso a tocar instrumentos; todo eso era una recompensa por al menos pasar unas horas con el Kazekage. Aunque ese apego entre padre e hija le molestaba al doncel siempre que intentaba convencerle de que la soltara Sai terminaría respondiendo que pronto sería enviada a la Roca y sería muy difícil verla con regularidad. Terminaban bastante conflictuados con este tema porque Gaara no quería que con el tiempo se volviera una mujer consentida y dependiente, mientras que Sai solo lo veía como brindarle una infancia afortunada.


 


En ese tiempo pasaron tantas cosas. Ya pronto sería su aniversario de una década.


No esperaban felicitaciones de ninguna aldea, este era un evento demasiado personal como para sospechar que la Roca se atrevería a hacer una visita en una fecha tan cercana. Podía ser una simple coincidencia y tal vez Sai no lo hubiera sobre pensando si Gaara no hubiera sido tan insistente en enviarlo unos días con Temari.


No sabía como expresar ese malestar, no le caían nada bien los gobernantes de la Roca, a Sasuke apenas sí lo trataba porque cuando ese Uchiha se le acercó con intensiones amistosas lo primero que expresó fue su burla por no haber domado a Gaara; se enojó tanto. En lo relacionado a Naruto no quería ser celoso de una manera tan explicita y es que no eran solo celos, para Sai era muy claro que el Uchiha usaba a Naruto para enviar mensajes y manipular a su esposo que se permitía ser ciego ante ese doncel. Ya solo se callaba porque tenía miedo de que si decía algo en contra del rubio Gaara terminaría gritándole y muy molesto, su preocupación era fundamentada pues ya había pasado en un par de ocasiones.


El Kazekage no podía hacer mucho controlando lo que Sai sintiera por eso les ponía espacio de por medio, no le gustaba la actitud que tomaba el pelinegro entorno a Naruto y prefería mantenerlos alejados. No podía decir que estaba muy feliz con su invitado esta vez, hace años que no lo veía en persona y no siempre estaba al tanto de los pequeños rumores que se pudieran decir sobre el matrimonio que gobernaba la Roca, solo se enteraba de los grandes sucesos como el nacimiento de este hijo que ahora acompañaba a Naruto a todas partes. Le dolió ver el gran parecido con Sasuke y no dudaba que esta fuera una burla de parte del Uchiha porque de otra forma la presencia de Naruto en la Arena no se justificaba.


Igualmente con toda la plática de Naruto los disgustos se fueron rápido y esos días le dedicó su atención por completo al doncel, lo consintió y le dio más regalos como felicitación por su descendencia aunque ya en su momento lo había hecho. Lo vio sonreír mostrando los dientes y con gran ánimo, Gaara le daría un millón de presentes con tal de verlo así tantas veces como fuera posible. De nuevo el tiempo pasó volando al lado de su amigo rubio, no lo quería dejar ir, quería más tiempo juntos. Cuando lo despidió se sintió el vacío en la torre.


 


Sai regresó poco después, nunca pasaría por alto esta celebración y siempre tendría algún detalle preparado; cada año lograba no alterar los nervios de Gaara en esa fecha para no empezar un nuevo año con una pelea. Esta vez se sentía diferente porque no estaban realmente enojados el uno con el otro, era solo inconformidad, el día que él volvió su esposo ni siquiera le recibió con un saludo. Aunque sabía que Gaara ni lo notaría lo estuvo evitando en bastantes ocasiones. Al final el varón sabía que ese tipo de actitudes posesivas no provocarían ningún efecto en el doncel y se rindió.


Como ya se esperaba algo de él no dejó de preparar una pequeña cena con el pelirrojo, aunque esta vez no se sentía con el suficiente ánimo para compensar la apatía de Gaara con una conversación que se convertiría en monologo.


El varón especulaba que esta vez Gaara tenía el doble de apatía porque no se presentó a la hora acordada. Sai miró este cuarto grande con la mesa hermosa al centro pero sin nadie a su lado y se sintió apesadumbrado, suspiró. Pensó que sus hijos ya estaban creciendo, la pequeña ya había recibido una propuesta formal de matrimonio y el varón viajaba con Kankuro.


Comenzó a comer por su cuenta lo que pasó preparando en la tarde y le sabía desabrido; se hizo a la idea de que muy pronto así serían sus días. Era poco probable que el pelirrojo le echara fuera de la Arena, ¡pero eso era peor! Quedaría solo dentro de la torre. Tal vez podría visitar a Temari más seguido, o cuando su yerno subiera de posición visitaría por una larga temporada a su hija... eran solo sueños, tampoco quería importunar la vida de los demás. De repente se le fue todo el apetito y se sintió cansado, incluso como las noches eran más frías se había tomado la molestia de comprar botellas de un buen sake para tomarlo caliente. Tomó una tazade té y luego una copa de licor, repitió varias veces; la verdad tampoco estaba de humor para tomar, solo lo hacía porque quería alejarse de la vida por un momento. Se acostó con los brazos recargados sobre la mesa y temió que en este momento estaba demasiado triste como para ver las cosas con claridad y el mundo en su totalidad le resultaba tan trágico que le dolían la espalda solo de pensar en su existencia.


Ya había llegado la hora de dejar de hacerse el tonto consigo mismo. Sabía exactamente de dónde provenía este dolor: de su terquedad. Se había estado engañando por todos estos años esperando más cuando siempre estuvo muy claro y Gaara nunca le ocultó el hecho de que ellos no tenían esa clase de relación.


- ¿Qué haces? -le llamó una voz a su izquierda y solo giró el rostro para ver a Gaara vistiendo su túnica y sombrero de Kazekage.


Al pelirrojo le preocupó que no contestó, solo se le quedó mirando insistente. Levantó los hombros restándole importancia y comenzó a quitarse la ropa de gobernante. Se sentó a un lado de Sai y le quitó unos mechones de pelo de la cara. El pelinegro se enderezó pero no parecía tener ganas de conversar y ya que Gaara llevaba trabajando todo el día estaba muerto de hambre y solo comenzó a comer.


Se sentía muy extraño solo ser observado, miró la disposición de los platos y en realidad parecía que Sai tampoco había probado mucho, seguramente porque la comida ya estaba fría, aunque a él eso no le molestaba porque su esposo cocinaba muy bien y sabía cuáles eran sus platillos favoritos, además no quería sentirse más culpable. Intentó avanzar sus escritos toda la semana y terminar sus deberes más temprano el día de hoy, no fue posible. Seguramente recién hecho esto era mil veces mejor.


- No lo comas Gaara, es desagradable. -le empujó los palillos hacia abajo.


- De acuerdo. Solo comeré los postres. ¿Eso estaba bien, no? -al principio el doncel no era aficionado a los dulces, ignoraba porqué pero Sai le contagió ese gusto.


Entonces su esposo le acercó el plato pareciendo un poco torpe y Gaara se divirtió viéndolo, no de una forma negativa sino que le enterneció ver que incluso en esa confusión le seguía consintiendo.


- ¿Tomaremos esta noche?


- Claro, ¿quieres que te sirva?


El pelirrojo detectó solo con olerlo que este era un licor seco y fuerte, no era muy bueno bebiendo, Sai lo era más pero tal vez porque parecía tener el estomago vacío ahora estaba un poco mareado. Ambos tomaron de un trago el líquido y ahora Gaara se ofreció a servirle una copa a Sai mientras que él apenas sí se sirvió un cuarto. No es que quisiera engañar a su esposo, solo que él se quedaría dormido si tomaba algo más, simplemente con esa copa ya estaba en el punto de marearse y poder decir un par de tonterías sin olvidarse de ellas. Le pareció divertido, lo haría tomar un poco más para que olvidara su enojo por haberse presentado tarde.


Tomó la mano de Sai y se recargó en su hombro. Pensó en Naruto y cómo creyó que en él había encontrado un depósito para sus sentimientos y que nada podía ser más grande que ese cariño. Eso era solo amistad, Naruto era su mejor amigo y nunca lo iba a dejar de tomar en cuenta pero ahora le era muy clara la diferencia; aquello que sentía por el rubio estaba en un plano totalmente diferente de lo que sentía por Sai. Porque su esposo era un hombre que le gustaba tener a su lado, que le cosquilleaba desde las piernas hasta el corazón solo con verlo, estaba muy seguro de que este era ese tipo de amor enloquecedor del que todos hablaban.


- Cerecita, te quiero mucho. No me dejes. -Balbuceó Sai contra su oído y le hizo sonrojar, quería llamarle la atención por darle un apodo tan infantil pero al girar lo vio con los ojos rojos a punto de llorar y le estremeció el corazón saber que el pelinegro podía verse así de triste.


- ¿Por qué dices eso? No voy a dejarte -y tontamente el pelinegro le sonrío.


- Te voy a obedecer. Cuando regrese el zorrito voy a ir con Temari y no te voy a molestar. -Le besó la frente.


- ¿Qué? -Le separó para verse de nuevo y descubrió que no estaba jugando, estaba siendo honesto expresando sus pensamientos.


- Ya no te voy a abrazar en las noches, no voy a ser encimoso, tampoco voy a pensar que te amo para que no me alejes. -entonces a Gaara le escocieron los ojos por retener unas lágrimas. -Cerecita ¿qué pasa? -Era la primera vez para el pelirrojo que alguien le decía con claridad y en palabras que lo amaba, se lo decía en una oración que implicaba que ya no lo iba a hacer más.


- ¿De verdad me a...mas? -se ponía muy nervioso de preguntar.


- Todos los días te amo Gaa-chan -se rio travieso - cuando te cambias de ropa frente a mí, cuando te veo regañar a los niños, cuando estas pensando y enojado mientras comes -pero poco a poco su cara cambió a una más seria - sobre todo cuando te he mirado dormir tranquilo, pienso ¡ah qué increíble es Gaara! Puede verse así de sereno y también manejar una aldea sin perder la cordura, él merece ser amado más que nadie en el mundo. También se merece ser muy feliz. -De nuevo puso su cara de absoluta tristeza -Yo solo puedo cumplir una de esas dos cosas aunque sea la que menos te agrada y que no te sirve de nada. Solo puedo amarte pero no puedo hacerte feliz. Si no tienes felicidad ¿al menos puedes decirme si no eres miserable a mi lado?


El doncel también quería decirle que lo amaba aunque las palabras no salían. Solo se abrazó a Sai con fuerza mientras lloraba un poco.


- Lo siento cerecita, no quería herirte. -le alejó los brazos. -Todo es mi culpa, porque esta es una vida que me gusta mucho y solo pienso en mí, me estoy quedando cuando ya debería haberte dejado en paz. Perdón, de verdad perdón Gaara. Solo estaré aquí un poco más, te juro que la próxima vez que lo pidas me iré; hoy solo dormiré en otro lado ¿sí? Y mañana me levantaré temprano para hacerte el desayuno y tal vez en la cena me mires menos enojado -Aunque Sai ya sonreía acostumbrado a esa rutina era la primera vez que Gaara notaba que eso hacía como forma de disculpa siempre que discutían y él le gritaba que ya no lo soportaba. Le dolió tanto pensar en esas veces.


Ahora entendía la atmósfera de cuando llegó. Se sentía como si esta fuera una de las últimas veces que estarían juntos. No le costaba admitir que esto debía ser en realidad su culpa, porque en esta relación era un asco de persona, era infantil y grosero con su matrimonio, era mucho más fácil manejar una aldea que decir con claridad lo que sentía.


El pelinegro se levantó y le regaló una caricia en el hombro antes de girarse hacia la salida.


- Sai quédate -se sonrojó y acercó el rostro al otro. Pocas veces se besaban, Gaara era poco claro sobre ese sentimiento de que juntar sus labios significaba algo mucho más importante que todo lo demás.


Como en esta ocasión Sai no se encontraba muy consiente ahora se atrevió a marcar el ritmo. Tomó a Gaara de la cintura con una mano y lo apretó con fuerza, con la otra le tomó la barbilla y con el pulgar jaló el labio inferior para comenzar por acariciar esos dientes que nunca se mostraban en una sonrisa y tal vez para reclamar o tomar aire Gaara cometió la acción de dejar pasar una lengua ajena a su interior.


Sintió lo extrañó de ese musculo inquieto golpear y enrollarse con su propia lengua y humedecerse con su saliva para después acariciar su paladar y las mejillas; al doncel le temblaban las piernas ¿esto también se podía decir que era un beso? Porque parecía más cercano a querer comerse. Sin pensar gimió el nombre de Sai inentendible y aun así el varón lo comprendió y se volvió más salvaje mordiendo sus labios y mezclando sus sabores hasta sentir la humedad escapar fuera de su boca, se retorció inevitablemente excitado. Por fin le dio un respiro y se desprendió de sus labios para repartir pequeños besos por el resto de su rostro.


Gaara quería sentir eso de nuevo y le echó los brazos al cuello ahora siendo él quien invadía la boca ajena e intentó imitar lo que le había hecho y se llenó de morbo al sentir que Sai correspondía jugando y atrapando su lengua entre los dientes con delicadeza. Le apretó el trasero haciéndole gemir ya bastante sensible de cada caricia. Él también bajó sus manos y se topó con la ropa húmeda y levantada escondiendo una poderosa rigidez. Encontró solo con el tacto la atadura de la vestimenta y con habilidad la deshizo. Empujó a Sai con la fuerza suficiente para no parecer enojado y le miró a los ojos más rojo que nunca, después miró hacia abajo y acarició el miembro más que erecto de su esposo, apretó los dientes con vergüenza de admitir que se le antojaba seguir comiendo y se hincó frente al varón que por un momento intentó impedírselo jalándolo hacia arriba.


Sai lo había hecho un montón de veces y cerró los ojos recordando lo que sentía intentando recrearlo ahora. Abrió la boca y metió la cabeza mojada.


- No pongas tus dientes Gaara, duele.


El pelirrojo se sonrojo hasta las orejas por estar haciéndolo mal. Lo sacó para intentar algo diferente, solo lo lamería fuera de la boca. Acercó la nariz hasta llegar a la base y sacó la lengua para hacer todo el recorrido hasta la punta que envolvió solo con los labios y se complació con el sabor de Sai, separó el rostro y miró la punta del pene casi hipnotizado queriendo probar una vez más, la metió de nuevo y con su lengua tentó delicado la división de la que provenían los jugos de su esposo. Al escucharlo gemir él mismo se sintió más excitado con el vientre contraído y hormigueándole, se aferró a las piernas de Sai para no caer al suelo y volvió a lamer todo lo que pudo, estaba tan perdido sin saber qué hacer y queriéndolo hacer todo que en desesperación le lamió los muslos por el interior mientras se masturbaba con ligereza sobre la ropa, después se concentro en probar los testículos llenos de la semilla que quería una vez más en su interior. Se preguntó por qué pensaba tantas obscenidades, claramente ahora sus piernas estaban mojadas y seguro al levantarse habría un pequeño charco que delataría sus deseos de ser tomado. No podía evitar gemir de placer a pesar de que solo se estaba tocando un poco y no de forma directa.


- Gaara -le llamó con voz ronca que hizo al doncel apretar sus piernas. -Jálalo -No creyó que pudiera sentir tanta vergüenza con esa palabra tan simple y la piel de su rostro la sentía tan caliente que creía estar a pleno rayo de sol en un día de verano. Obedeció y lo masturbó con un ritmo rápido sintiendo caricias suaves en su nuca. -Mmm Gaara, lo haces muy bien. -La respiración de Sai se volvió cada vez más pesada. Pronto el varón tomó su propia erección -Abre la boca Gaara, no te muevas. -El pelirrojo gimió y obedeció, su esposo le apuntó al rostro mientras continuaba masturbándose, no esperó que se viniera en su piel y boca así de abundante. Pudo haberse molestado mucho pero miró directo a esos ojos negros desde abajo y encontró en ellos tanta pasión y virilidad que tuvo su propio orgasmo bajo la ropa. ¡No podía creerlo! ¿Dentro de qué hechizo lo había puesto Sai? El corazón le latía tan rápido, se sentía derretido e incapaz de soportar estos sentimientos dentro, necesitaba decirlo y librarse del silencio que él mismo había establecido por tantos años.


Sai se arrodillo a su altura y lo besó tierno.


- Vamos a la cama -le pidió agitado. El doncel asintió.


Casi tuvo que cargar con todo el peso del varón y arrastrarlo. Sus palabras quedaron en el viento y la promesa no dicha de hacerle el amor desapareció cuando se quedó dormido apenas tocó la suavidad de las sábanas. Ah, Gaara estaba tan molesto, deseó no haberle dado sake.


Él también se encontraba exhausto y solo miró el rostro tranquilo y satisfecho de Sai.


- Idiota -lo abrazó -también te... quiero.


Lo soltó como si temiera que lo hubiera escuchado. No había dicho nada malo, le daba sus sentimientos a un hombre que era bueno, seguro que Sai se alegraría al oír esas palabras, y aunque supiera todo eso la inseguridad le ganaba, no sabía qué tanta fragilidad podría demostrar antes de que este hombre intentara aprovecharse de ella. Se levantó para desvestirse y limpiar su rostro y piernas antes de dormir, también limpió a Sai y le dio un beso más.


 


Al día siguiente el pelinegro se despertó sintiendo solo un malestar y cansancio. Antes de abrir los ojos se desperezó e increíblemente su esposo seguía en la cama, despertó por completo y lo primero que se encontró fue un par de ojos claros mirándole intenso.


- Buenos días Gaara -le dijo intranquilo. No recordaba cómo habían llegado a este punto y si el pelirrojo se miraba molesto seguro hizo algo que se pasó de la raya la noche anterior ¿y si le había gritado?, peor ¿y si le había forzado a algo?, ¿por qué estaban desnudos? Acaso le había hecho el amor a su esposo y no lo recordaba, ¡qué dolor no saberlo! El doncel no respondió su saludo, solo le siguió mirando. -Lo siento Gaara.


- ¿Por qué lo sientes?


- Ah, no lo sé. -Admitió ganándose un gesto aún más enojado -¿Te lastimé anoche? ¿Fui malo contigo?


- Cómo podrías, ni siquiera pudiste hacer que se te parara. -La cara de Gaara era tan seria y decepcionada que Sai se sonrojó, complacer al doncel era su único deber y ya ni eso podía hacer bien. El pelirrojo vio la culpa en ese rostro y su apuro por decir otra disculpa que no aguantó una carcajada. -Eres un idiota Sai.


El varón realmente no entendía qué le causaba tanta gracia, pero esa era la primera vez que veía reír al doncel tan relajado y le pareció alcanzar la cúspide de todas sus ambiciones. Si en la noche de aniversario no pudo ahora se sentía capaz de enfocar toda su energía en tomar a Gaara hasta dejarlo satisfecho. Eso fue claro para el pelirrojo cuando sintió el calor acumularse debajo de las sabanas.


- Tengo asuntos que atender. -No huía, era verdad que con todo este asunto del matrimonio y la guerra que comenzaba a respirarse en el aire tenía un montón de peticiones en su escritorio. Se trataba de una situación oscura que al menos esta vez parecía beneficiar a su aldea. Sai le sonrío comprensivo y se despidió.


Después de que la sensación de dulzura desapareció, de nuevo la pena atacó el corazón de Sai y ya que venía de una gran subida de endorfinas la caída fue todavía más fuerte. Se levantó y limpió todo el desorden, si estaba solo no había necesidad de fingir una sonrisa y solo se amargó compadeciéndose. Gaara no solo le estaba ocultando qué había sucedido la noche anterior, también lo que había pasado con Naruto y una imaginación tan activa como la suya ya se había dibujado un millón de escenarios.


Gaara se rio de él tal vez burlándose de algo que hubiese confesado, ¿y si le parecía gracioso que ahora ya no le necesitaba para nada y se había convertido en un payaso en esta situación? ¿Y si en un acto totalmente extraordinario los donceles aceptaron sentimientos mutuos y solo planeaban el momento de revelarlo? ¿Pronto le enviarían a la Hoja? No podía dejar de darle vueltas a esas acciones mientras continuaba apuñalando su propio corazón con cada suposición. Lo peor es que se quedaría con esa incertidumbre porque Gaara ya apenas pasaba tiempo con él, siempre estaba ocupado con su cargo y eso era algo que nunca se atrevería a reclamar, esta aldea también era muy importante para su esposo.


 


El Kazekage por su parte estaba de muy buen humor, casi sospechoso. Sabiendo su carácter daba la impresión de que tramaba algo malvado. Ese ánimo ya se había prolongado por varios días y había tomado una resolución personal para su relación, si ya no quería preocupar más a Sai debía empezar a cambiar.


Se reunió con su hija y por primera vez decidió hablar con ella como su padre. La invitó a acompañarlo a lo más alto de la torre donde nadie pudiera interrumpirlos y no le fuera tan fácil huir de su lado.


- ¿Entiendes por qué te casaras con el futuro Tsuchikage?


- Porque soy mujer.


- No. -Se quedó callado un momento. -La razón es que no pude construir la seguridad de esta aldea más rápido, eres la única persona a la que le debo una disculpa. -Eso hizo sonrojar a la niña -No soy duro contigo porque me guste, te estoy enviando a un lugar donde para sobrevivir tienes que ser fuerte. Aquí tendrás a tus padres toda la vida pero en cuanto te conviertas en esposa de Boruto te tocará luchar para que el futuro de tus hijos sea mejor que el que nosotros pudimos darte. Debes pensar que no lo haces solo por ti, mucho menos por mí, también y sobre todo lo haces por todas las personas que tienen una esperanza en ti, a veces más amarga e ingrata pero al final ellos no escogieron su posición ni tú la tuya. -Le pasó un brazo por los hombros -Eres muy fuerte, vas a pelear por nosotros. -No sabía porqué, no entendía del todo lo que le quería decir su padre, solo le gustaba este cariño y se acurrucó en el hombre que nunca la había abrazado pensando que no quería decepcionarlo. -Lo siento, quisiera que al menos pudieras elegir un camino menos doloroso.


 


Sai siguió sonriendo a su hija, a los sirvientes, a los políticos, hasta a su esposo cuando lo llegaba a ver. Ya todo era más o menos normal. Si adivinaba bien Gaara actuaría raro por un tiempo, haría un par de cosas fueras de lo común casi como un desquite con lo que el destino le imponía. Ya fuese casándose con él, dándole regalos caros que ni siquiera le gustaban, trayendo a su hijo desde lejos solo para convivir unos días, siendo posesivo en la cama; todas esas acciones que para él resultaban algo parecido a una recompensa pensaba que en realidad eran una especie de autocastigo para el doncel. No le gustaba, no quería que Gaara se siguiera lastimando de esa manera, pero solo había una forma de evitar que lo hiciera, se entristeció solo de pensarlo.


 


Gaara seguía pensando en todo lo que podía ir haciendo ¡quitarse todos sus malos hábitos de un día a otro no era fácil! Se tomó su tiempo pero ya quería ver a Sai y lo buscó por la torre, sabía cuáles eran sus lugares favoritos y lo vio a lo lejos sentado solo a la sombra en uno de los patios. Se veía muy concentrado en la mesita frente a él, afiló la mirada y su corazón se apretó ¿estaba jugando con su anillo de bodas? Apresuró el paso para ver más de cerca y preguntar directamente.


- Ah, Gaara ¿qué haces aquí? -escondió rápido las manos bajo la mesa fingiendo que no pasó nada.


Maldita sea, las manos le temblaron al ver al doncel tan cerca y reconocer que su simple presencia le seguía estremeciendo. Esto era verdadero amor, era unilateral y no correspondido pero seguía siendo amor en su estado más natural. Ya llevaba días pensándolo y leyendo sobre esto, no podía simplemente ir eligiendo a quién quería amar. De ser así, aunque doliera pensarlo, no habría elegido a Gaara. Si se pudiera elegir habría unido su vida a esa persona imaginaria con la que no se dañarían de manera consciente, que no le obligaría ni coaccionaría a hacer algo que le lastimaba, habría amado a alguien que también le amara.


- ¿Qué hacías? -Sai sonrió como de costumbre como defensa a la molestia del doncel. Protegería su triste amor a como diera lugar, porque a él esa pregunta sonó más bien como un ¿crees que no te vi? Pero a mí nadie piensa en dejarme, yo te voy a dejar primero. Sí, seguro ya se estaba volviendo loco de dolor y prefería huir como un cobarde antes de escuchar alguna palabra que le lastimara.


- Solo pensaba un poco. Iré dentro a leer. -Se levantó y reverenció a Gaara para salir casi corriendo.


El doncel podía soportar su propio dolor y la garganta ardiente de incertidumbre sin mostrar ni un cambio en la expresión. No le gustaba que Sai le evitara, quería tan desesperadamente encadenarlo a él. Incluso si el pelinegro de verdad había decidido ya no amarlo, ya sabía que no era un doncel que pudiera mantener una relación así de larga con otra persona por sí mismo pero dentro de Sai siempre existiría un amor incondicional a su descendencia, de ahí que estuviera tan resuelto a seguir un plan así de radical. Quería cambiar, de verdad quería hacerlo pero necesitaba más tiempo para hacerlo. Si podía embarazarse de nuevo juraba que usaría esa prorroga para demostrarle a su esposo que podía ser mejor persona.


Lo siguió por la torre a corta distancia.


- Lo siento Gaara -una vez más le pedía perdón sin saber porqué -¿Necesitabas algo? -no podía seguir ignorando que imitaba sus pasos.


- Rápido, sígueme. -Su orden de seguirlo y encerrarse en su habitación le daba mala espina. No quería estar ahí, quería alejarse de Gaara.


- ¿Qué p... -No terminó su oración y el doncel le besó metiendo de inmediato su lengua, tanto por la sorpresa como por la excitación soltó un gemido de gusto. Apenas le dio un respiro hizo su pregunta -¿Qué pasa Gaara? -Le preguntó mientras continuaba apretando su cintura e intentando que su erección no creciera más.


El pelirrojo se quitó el sombrero y su túnica de gobernante. No decía nada, su siguiente acción fue abrir los pantalones de Sai y manosearlo hasta lograr dejarlo erecto. El pelinegro supuso que de repente su esposo tenía un momento de calentura como cualquier hombre podría tener, podía ser que estuviera muy estresado y necesitaba un alivio urgente. Esta era su oportunidad para demostrarle que seguía siendo capaz de al menos complacerle.


Lo levantó por el trasero y Gaara se aferró a él con las piernas. Casi al momento de tirarlo sobre la cama introdujo dos dedos para prepararlo y se apresuró por encontrar el punto de placer.


- Solo mételo ya -suplicó el doncel desesperado.


Un poco conflictuado por hacer todo tan rápido Sai obedeció y llevó ambas piernas del pelirrojo hacia arriba dejándolo con las rodillas a la altura de los hombros, ese rostro sonrojado e impaciente de recibirlo le enloquecía.


- Ahh Gaara -gimió mientras se introducía, el interior de su esposo estaba tan mojado y apretado.


- Rápido, muévete -Era insoportable como el pene de Sai le quemaba por dentro cada rincón que alcanzaba a tocar. Le rasguñó los brazos sin la intensión de hacerle daño, no podía controlar su cuerpo cuando el varón encontraba tan preciso el lugar que le hacía delirar. -Mmm Sai, más fuerte. -Sai ya sudaba, con torpeza abrió la ropa que aun cubría el cuerpo debajo y se apresuró a pellizcar esos pezones sensibles sintiendo como los músculos internos le apretaban delicioso.


- Gaara -le gimió ronco junto al oído.


- Dime cerecita -entre el shock y la tremenda excitación estaba muy confundido, ¿cómo es que lo sabía si solo le llamaba así en su mente? Gaara percibió su sentir en el cambio de ritmo a uno más lento, lo había dicho sin pensar. -Sai, rápido -y movió las caderas para tener su concentración en el acto una vez más.


- Cerecita -le dijo vacilante pero increíblemente el cuerpo de Gaara se sintió más cálido y lo repitió constante mientras se clavaba con la fuerza que todo su ser le permitía.


- Sai... -dijo su nombre mientras temblaba corriéndose con una satisfacción que hace mucho no sentía. El frenesí del varón se exaltó y ya veía en sus expresiones que pronto llegaría al orgasmo también. -Sai, lléname.


¿Por qué justo hoy Gaara decidió sorprenderlo tantas veces? No hubo tiempo de pensar en ello y se corrió gruñendo. Miró a la preciosa creación entre sus brazos, sudado y respirando intentado recuperar el alma, le pareció tan diabólico e irresistible. Esta aura complaciente la conocía, lo enredaría de nuevo en alguno de sus planes. Debía ser eso ¿por qué otra razón se le acercaría?


- ¿Qué pasa? -abrió los ojos y Sai le seguía mirando, ni siquiera había salido de su interior.


- ¿Estás tramando algo Gaara? -eso hizo sonrojar al doncel y desviar la mirada. ¿Cómo podía Sai saber ese tipo de cosas, por qué lo leía con tanta claridad?


- No -negó descarado, sabía que el varón no le creería pero tampoco preguntaría más.


- Ah, de acuerdo. -Le besó la frente y aunque acababan de compartir un momento tan lindo a Gaara de nuevo le llegó un frío extraño. Sabía que empezaba a ser momento de ya no callarse las cosas. Lo tomó por los brazos antes de que se quitara de encima.


- Quiero tener otro hijo. -¿Y ahora para qué quería otro niño? ¿Tenía algo que ver con que Naruto también había parido hace unos años? ¿Podía ser que quisiera asegurar otra moneda de cambio antes de que fuera demasiado tarde? O simplemente uniría a este hijo también con el hijo de aquel que amaba -¿Qué pasa?


- Nada, nada. ¿De verdad es lo que quieres? -Quitó unos mechones de pelo que tapaban el tatuaje. Amaría a otro hijo, aun así este era un gran recordatorio de que por mucho que quisiera convertir su fantasía en realidad, Gaara solo le veía como una herramienta para tener y criar a su descendencia. Suspiró.


- Sí, ¿tú no? -Sai se quedó callado, no le llevaría la contraria porque en realidad su opinión no contaba para nada.


- Claro -le tomó la mano sin mirarlo. -¿por qué ahora?


- Ah -Gaara se soltó y lo abrazó. -Ya tenemos un hijo para la Arena, tenemos una hija para la Roca y ahora tendremos un hijo para nosotros. -Eso hizo sonreír a Sai, seguramente era parte de su trampa, igual no le restaba dulzura a sus oídos porque casi sonaba como si Gaara de verdad lo viera como su esposo. Al menos podría quedarse un tiempo más.


 


Así que antes de que acabara ese año el Kazekage tuvo a su tercer hijo que a pesar de los riesgos por su edad nació sano y muy lindo. Una vez más fue otra imagen del doncel, a diferencia de los otros a este parecía consentirlo mucho, lo cargó en sus brazos cada día y lo veía dormir acompañado de Sai. Con los días se fue distanciando porque no podía ignorar por mucho tiempo su posición y como de costumbre el varón terminó criándolo, sin embargo, no existía el sentimiento de abandono hacia su hijo recién nacido.


Todo parecía muy bueno, Gaara sentía que por primera vez las cosas iban demasiado bien. La aldea tenía gran estabilidad y recuperaba prestigio, Sai ya no estaba triste y él pensaba que por fin se sentía cómodo de tener una gran familia.


- ¡Mierda! -gritó enojado tirando el mensaje que acababa de recibir de la Roca. Fue de inmediato a buscar a Sai.


- Dile hola a papá -le movió la mano a su hijo y al doncel le pareció adorable pero no era tiempo para esto.


- Sai estamos en problemas. -Entonces el varón se puso serio y preguntó cuál era el asunto -Deidara regresó a la Roca.


- ¿No es eso bueno? No significa que ya no tendrás que lidiar con los Uchiha.


- Llegó solo pero él nunca estaría solo.


- ¿Te refieres a que Itachi también está cerca?


- ¡Claro! ¿y si vienen contra la Arena?


- Cálmate un poco Gaara -No entendía porque el pelirrojo llegaba a esas conclusiones cuando ambos habían sido buenos con el Tsuchikage e Itachi.


- ¿Cómo voy a calmarme? Cuando Sasuke confirme que mentí sobre haber matado a su hermano nada de esto tendrá sentido. Va a quitar a Deidara del camino una vez más y vendrá a buscar venganza. ¿De qué sirvió entonces que tuviéramos a esos niños, eh?


- Tranquilo -lo abrazó solo por el hombro para no incomodar al bebé y fingió que no le desilusionaba darse cuenta que Gaara seguía viendo a todos sus hijos como un bien intercambiable, muy en el fondo el doncel no podía cambiar. -No era buen amigo de Deidara pero con Itachi tenía una mejor relación. Iré a sondear la situación ahora que no está tan turbia, veré qué pasa y regresaré para pensar en algo juntos. -Además también estaba la sospecha de que en realidad lo que a Gaara más le preocupaba averiguar era qué había pasado con Naruto.


 


Sai fue a la Roca con la mente tranquila y descubrió que algo muy peligroso se cocinaba en esa aldea. No podía decir nada al respecto porque su mente estaba muy activa y sus ideaciones carecían de un fundamento. Solo le pidió a su hija que por el momento no mencionara ninguna promesa del Tsuchikage, le preocupaba la reacción que tendría Gaara cuando se enterara de la posibilidad de que ninguno de sus sacrificios valiera la pena.


- ¿Y bien, Sai, qué has averiguado? -se acercó a cargar al bebé que solo se había separado poco tiempo pero parecía desconocerlo y mejor lo regresó a los brazos de su esposo.


- No mucho en realidad. -Vio la cara de molestia de Gaara. -El Tsuchikage definitivamente es Deidara, no hay duda. No creo que tenga una intención malvada contra la Arena, de hecho fue bastante amable, hablamos de algunas cosas, trivialidades.


- ¿Qué clase de cosas? -Apretó los puños inconsciente por ver a su esposo hablar de otro doncel.


- Ah, ya sabes, mmm -pensó un poco -no podía mencionar mucho de su pasado en la Arena... creo que sigue sin recordar a Itachi. -le mintió, no era bueno mintiéndole a Gaara y no quería ser descubierto. -El Tsuchikage no me diría muchas cosas importantes a mí de cualquier modo así que solo hablamos un poco de arte. -Y entonces se le iluminaron los ojos a Sai, era verdad, aunque el guardia de Deidara estuvo vigilándolos de cerca todo el tiempo pudieron hablar varios días sobre las pinturas de la Roca.


- ¿No recuerda nada de su pasado pero puede discutir esas tonterías?


- Sí -cerró los ojos y sonrío tranquilo -cuando venía aquí hablaba sobre los espectáculos en la Roca. Aunque no recuerde mucho creo que ese tipo de gustos por tonterías nunca se van. -Sai ya no le decía ninguna información valiosa a Gaara, en cambio solo plantaba una inseguridad desconocida en el pelirrojo.


Algo le estaban ocultando pero ni su hija ni Sai se atrevían a hablar claramente, negaban todo o le daban evasivas. Y si era cierto que Deidara no recordaba a Itachi y Sasuke no se fijaría en él, ¿entonces ese doncel pretendía algo con Sai? Si pudo ganarse la simpatía de su esposo y de su hija cuando ella se fuera sería muy fácil que Sai la acompañara y entonces ellos podrían... ¡pero no! No podía ser eso, el pelinegro nunca lo traicionaría así ¿o sí?


- ¿Es todo lo que querías saber? -Sai creía que toda esa introducción era para después preguntar por Naruto.


- Sí -Para Gaara era obvio que el varón se quería retirar urgente. Eso incrementaba las sospechas


- Bien, entonces no te molestamos más.


- Espera -se acercó a tomarlo de la cintura y le besó con intensidad cuidando de no apretar demasiado al niño en el medio. Metió su lengua traviesa y acarició toda la boca de Sai gimiendo leve y pasando una de sus manos a la entrepierna del pelinegro


- Contrólate Gaara -Le miró con fuego en sus ojos claros, pero Sai no cedió y se alejó.


¿Qué podía darle ahora a Sai para mantenerlo a su lado? ¿Más regalos? Ya no quería más hijos, incluso era probable que ya no funcionara de nuevo, ¿tal vez más atención? ¿qué mierda es lo que tenía que hacer para que no sintiera que lo perdería?


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