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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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No era propio de Gaara dejar sus tareas oficiales por pasar un poco más de tiempo con la familia. Esa tarde, sin embargo, estuvo demasiado atento con ellos.

Alguien como Sai que vivía resignado a no entender a su esposo solo lo dejó pasar. A pesar de que nunca sabría las verdaderas razones le encantaba verlo más tiempo durante el día.

Pasearon por la torre con sus hijos hablando de pequeñeces, sí, era muy extraño ver a Gaara hablando sobre cosas ordinarias por más de cinco minutos. Sai sonreía tonto porque en esta brevedad ellos se convirtieron en una familia común, le hubiera encantado que su primer hijo estuviera presente y todo sería perfecto. Como si le leyera la mente Gaara lo dijo.

- Escribí una carta, Kankuro tiene órdenes de enviar a nuestro hijo de regreso.

Sai le sonrió y creyó ver a Gaara curvear sus labios en un gesto de felicidad por un segundo. Se sentía como si su esposo lo estuviera consintiendo demasiado ¿por qué?

- Kazekage le busca un mensajero -Informó uno de los sirvientes.

Así regresó a la realidad. Gaara no ignoraría sus responsabilidades para siempre.

- Papá -lo llamó su hija con un tono de alarma tal vez demasiado exagerado -¿Por qué está tan raro? Seguimos sin decirle de la carta del Tsuchikage, ¿verdad? -Sai asintió -¿Entonces, él hace esto solo porque piensa que me voy a ir? -El pelinegro le sonrió y acarició la cabeza.

- No digas eso, es porque debe querer pasar algo de tiempo acompañado después de irnos por unas semanas. -No, no podía decir que sus palabras fueran ciertas. Su hija tenía razón pero no afirmaría lo irracional que le parecía el comportamiento de Gaara.

Acompañó a su hija hasta su habitación para dejarla descansar. Miró a su otro hijo, tenía toda la cara sucia y la ropa llena de baba por querer hablar con el doncel todo el tiempo.

- Bañaré a tu hermano y lo traeré de vuelta ¿de acuerdo? -Ella afirmó -En serio no lo pienses mucho, cariño. Las cosas pasaran como tengan que pasar, el Tsuchikage dio su palabra y la cumplirá, no sé si pueda evitar que te vayas pero es una buena persona y si vas a la Roca puedes confiar en él.

- Te creo papá.

¡Ah, no sabía que estaba pasando ahora! Se sentía muy inquieto, presentía que dentro de poco algo enorme pasaría. No podía decir si bueno o malo para la Arena pero una tempestad se acercaba.

Al regresar a la habitación ahí ya estaba Gaara terminando de quitarse su ropa de Kazekage. Se sentía tenso en presencia del pelirrojo. No era una sensación agradable, por eso evitaba pensar demasiado en lo que pasaría, terminaba asustándose a sí mismo. Para cuando reaccionó Gaara ya se había acercado hasta quedar a un paso de distancia.

- ¿Te pasa algo?

- No -Pero el pelinegro en realidad no era muy bueno mintiéndole a su esposo y solo desvió la mirada.

- ¿De verdad? -Ninguno de los dos sabía de dónde había salido ese extraño pero lindo tono con el que Gaara preguntó, el varón creyó que incluso fue un poco coqueto.

Sai no pudo pensar mucho sobre ello, el doncel solo se lanzó hacia enfrente y lo abrazó con una necesidad que llevaba guardando esas semanas que estuvieron lejos. Gaara sintió que el cuerpo de Sai estaba muy fresco y todavía olía en él las aguas perfumadas. No quería separarse, al mismo tiempo se sentía derrotado por demostrar estos sentimientos.

- ¿Ahora que estamos solos ya puedo besarte? -Expresó el de ojos claros contra el pecho de su esposo.

En ese momento el pelinegro olvidó muchas de sus preocupaciones. Casi nunca entendía a Gaara, no sabía si solo le necesitaba por una mera calentura pero creía escuchar en el fondo de su pregunta que en realidad sí había extrañado a su familia, que lo había extrañado mucho a él.

Le levantó el rostro y depositó un suave beso confirmando que podía besarlo todo lo que quisiera. Con la otra mano masajeó una de las nalgas del doncel. Sai podía ser muy amable pero no era un santo y actuaba con seguridad sabiendo las acciones que más le gustaban a su esposo.

El doncel tragó saliva con deseo de seguir y casi desesperado se quitó la ropa, primero él y luego al pelinegro. Jaló a Sai hasta la cama y lo sentó en la orilla, procedió a hincarse entre sus piernas. Tal vez la cara del pelirrojo no fue la más expresiva y sus ojos claros no demostraron mayor excitación, sin embargo en el fondo Gaara no podía con ese cosquilleo anticipando que harían algo delicioso y que lo disfrutarían.

La lengua del doncel le recorrió por toda la extensión, ya había practicado un poco desde la primera vez que hizo algo así y ahora con seguridad podía engullir ese miembro hasta que le llegara a la garganta. Por supuesto al varón le complacía muchísimo estas acciones, estaba encantado de que Gaara lo hiciera por voluntad propia. Le acarició la cabeza sin hacer presión.

- Ya casi Gaara. -El doncel entendió y lo sacó de la boca limpiándose los labios antes de que el pelinegro terminara. Respiró hondo un par de veces para calmar sus latidos.

Sai lo ayudó a levantarse y estuvo a punto de acomodarlo en la cama para seguir con su parte, esta vez su esposo no se lo permitió y le pidió que se acostara. Gaara llevaría el ritmo esta vez.

Le tomó por los muslos para que abriera las piernas y se colocó entre ellas. ¿Hace cuánto que no lo hacían de esta forma? Sai sonrió un poco nervioso, no le molestaba ni le hería el orgullo, solo le ponía inquieto porque Gaara era muy malo y no se preocupaba por su dolor; incluso podía jurar que lo hacía apropósito solo como un castigo en las ocasiones que le había hecho enojar. ¿Esta vez por qué estaba tan molesto?

El doncel comenzó con un movimiento con algo rudo para prepararlo metió uno de sus dedos y cuando quiso agregar otro fue difícil.

- Usa un poco de lubricante -sugirió Sai y el pelirrojo se sonrojó pero así lo hizo, siempre se olvidaba de los pasos que debía seguir. El varón le sonrió comprensivo ¿tal vez ahora no era por enojo? No le importaba lo que Gaara quisiera hacer mientras deseara seguir compartiendo estos momentos solo con él.

Sin ser demasiado brusco Sai le jaló por la muñeca que tenía libre para hacerlo perder el equilibro y que parara, ya se sentía listo para recibirlo. Casi como si en este rito de amor estuvieran conectados se miraron y Gaara entendió que ya era hora, de nuevo él era el más nervioso con esta acción.

Mordiéndose el labio por no poder aguantar más el hormigueo en su interior guio su miembro erecto que desde hace rato le exigía sentir al menos una caricia y se fue introduciendo, disfrutaba de esa extraña sensación que le debilitaba las piernas. Cuando llegó hasta la base miró la cara de Sai, él también estaba ligeramente sonrojado y se le agitó la respiración, debía admitir que le parecía muy lindo verlo compartir su placer, sobre todo le gustaba que le mirara así de fijo transmitiéndole un montón de sentimientos hermosos.

- Muévete Gaara

El pelirrojo no sabía bien de donde agarrarse. Echó ambos brazos sobre los hombros de Sai y se aferró bien fuerte mientras escondía el rostro en el cuello del otro. Se empezó a mover dificultado por la poca experiencia de ser el activo.

- Ahh, ayúdame. Dame más fuerte. -El pelinegro no tuvo que pedírselo dos veces, se acomodó mejor y siguiendo el ritmo que pedía su esposo, movía la cadera con velocidad agitando la cama y escuchando el chapoteo indecente. Sai lo abrazó con fuerza sin dejar de moverse al ritmo que imponía su doncel, era encantador sentir ese aliento cálido contra su cuello y esos gemidos cargados de disfrute tan cerca de su oído. -Tócame Gaara -El nombrado gimió complacido también por esa orden, lo hizo, se aferró al miembro del varón y lo masturbó hasta sentirlo derramarse entre sus dedos. El delirio ya estaba llegando y se lo advertiría a Sai con la respiración cada vez más agitada.

- Sigue cerecita, correte adentro. -Seguía tan sensible del reciente orgasmo que cualquier estímulo lo sentía multiplicado por 10... no, con Gaara aumentaba muchísimo más. Sus paredes húmedas se aflojaban y contraían sin poder controlarlo para complacer al doncel, se mantuvieron unidos hasta que su esposo depositó todo en su interior.

- Gaara -Le llamó con coquetería, este miró a los ojos al pelinegro y encontró en ellos una infinita ternura, tuvo que desviar la mirada porque fue demasiado.

- Mmm Sai -Ronroneó mientras se balanceaba hacia adelante y frotaba sus cuerpos -Te quiero adentro. -Ambos se estremecieron por esas palabras.

El doncel sabía que estaba equivocado al atreverse solo así a expresar sus necesidades. Incluso ahora, cuando muy en el fondo sabía que su esposo tenía sentimientos muy fuertes hacia él, no podía dejar de pensar que si Sai llegaba a perder la pasión y el deseo por estas sensaciones físicas entonces lo perdería. Simplemente era muy cómodo decir palabras atrevidas para provocarlo en lugar de confesarle la inseguridad que sintió cuando lo vio hablar tan alegre sobre su afinidad con Deidara.

Casi como palabras mágicas Sai se le puso encima y le hipnotizó con esos ojos negros apasionados que otra vez le llenaron el corazón y alejaron sus dudas, se sentía estúpido de haber imaginado lo que no era. ¿Cómo este hombre sería capaz de mirar a alguien más de esta manera? No creía que fuera posible, aún así algo había descubierto, necesitaba cambiar y esta vez en serio. Ya no quería seguir siendo ese ser despersonalizado que alejaba todo lo bueno de su vida por miedo.

- ¿Gaara me extrañaste? -Preguntó el varón sin esperar recibir una respuesta. El pelirrojo seguía perdido en el aroma de su esposo y sus pensamientos. Escuchó la pregunta y no dudó en hablar.

- Mucho -fue automático, Sai solo quería molestar un poco en cambio recibió lo que deseaba escuchar. Apretó los dientes para retener todas las confesiones intensas que quería decir en este momento.

Fue muy rápido encontrar la entrada de su doncel y se enterró en él. Lo disfrutó por un largo rato intentando sustituir las ganas de hablar por este acto carnal pero no se iban. Los gemidos de Gaara diciendo su nombre, su cuerpo hirviendo que se entregaba tan despreocupado, la incertidumbre que cargaba desde hace días; todo se había juntado en este momento, aunque podían doler las consecuencias de expresar con franqueza su más grande sentimiento, lo diría. Se corrió dentro del pelirrojo y miró ese rostro hermoso memorizando la expresión de satisfacción y calma.

- Te amo -por fin le confesó a Gaara completamente sobrio. Por primera vez temía demasiado el futuro porque ya no le involucraba solo a él. Ahora su hijo podía enfrentar batallas de verdad, de esas donde regresar muerto es un honor; su hija se encontraba en medio del azar donde si Deidara recuperaba su puesto se quedaría aquí en la Arena pero si Sasuke triunfaba tendrían que enviarla a un infierno. Gaara era una incógnita, ya vería qué pasaba con él, aunque era muy claro que por esta o aquella razón podrían alejarse un día. No quería sobrecoger el corazón del doncel, no le quería dar la responsabilidad de cargar con un sentimiento que no deseaba recibir y que nunca pidió. Solo quería decirlo para no vivir con ese arrepentimiento si después ya no era posible.

- Sai... -vio su carita de titubeante intentando procesar esta confesión, ya no era tan joven pero a sus ojos siempre tendría en la claridad de sus ojos verdes un rasgo de honestidad. Gaara no era malo, siempre a su manera lo había protegido, gracias a él seguía vivo por lo que no le debía nada.

- Shh, no es necesario que digas nada. -Se puso a un lado y lo atrajo en un abrazo contra su pecho pero el doncel lo empujó con ambas manos.

- Yo también -esta vez Gaara no se quedaría callado, le vio a los ojos y desvío la mirada varias veces, algo que no era común en él, hasta que su corazón se calmó un poco y por fin se centró en esos ojos negros. -También te amo -El pelinegro sonrío incrédulo, sin embargo no pudo mantener ese gesto por mucho tiempo y como un tonto se puso a llorar. Sus hijos se lo decían constantemente de una manera filial y definitivamente no era lo mismo. Esta era la primera vez que alguien le decía esas palabras acompañado de un sentimiento de protección, creció sin familia, sin amigos, estaba tan solo en el mundo hasta que Gaara apareció, este hombre le había dado. -¡Deja de llorar!

- Lo siento Gaara, puedes decirlo de nuevo -apenas sí pudo preguntar hipando. Gaara lo abrazó y lo repitió intentado no sonar demasiado efusivo para esconder el gusto que había provocado en su interior decir esas palabras. Pero Sai no pudo calmarse y siguió llorando a mares, recibió unas palmaditas reconfortantes del doncel. Este pelirrojo nunca dimensionaría lo mucho que le significaban esas palabras.

 

 

 

Las noticias corrían rápido. Este tipo de acontecimientos eran los que cambiaban el destino de todo el universo en un abrir y cerrar de ojos. Cayeron los Uchiha, cayó Sasuke y sus aliados, la Hoja era un caos casi tan grande como el regodeo que causaba en todas las aldeas enemigas del Hokage el asenso de Akatsuki y su aparente apoyo a la Roca. De las grandes naciones de ese extremo solo la Arena se mantenía neutra por el momento y tal vez ese era el camino que debía seguir.

 

Un día, sin embargo, llegó un invitado que podía causar un gran problema para la aldea. Naruto se apareció cansado y con un semblante de desesperación que Gaara no pudo ignorar. Le contó llorando con gran dolor todos los males que le había causado Deidara. Era de esperarse que el doncel le recibiría en la Arena a pesar de la negativa de sus servidores más cercanos. Nadie podía hablar mal del rubio ni insinuar que se le echara de ahí, Gaara se convertía en un perro rabioso protegiendo a su amigo.

Sai tampoco dijo nada, solo les miraba de lejos celoso y amargado. Esos días su esposo ni siquiera se aparecía frente a él. No en la habitación, no en sus comidas, no para una platica corta. Hasta que un día por casualidad lo encontró sentado en la cama mirando un papel viejo y se acercó a verlo, en un acto que no se atrevería a hacer en alguna otra circunstancia le quitó la nota de las manos y la leyó en un par de segundos antes de que Gaara la tomara de vuelta.

- Lo siento, pensé que era otra cosa. -De verdad estaba arrepentido de haberlo hecho. No sabía donde esconderse de la vergüenza, ese tipo de secretos relacionados con el rubio no quería saberlos.

- Incluso si fuera otra cosa no tendrías que inmiscuirte en lo que no te involucra.

- Lo sé -cerró los ojos recordando las pocas veces que Gaara le había dicho que lo amaba, seguro eran muy reales porque el pelirrojo no mentiría en algo así, pero también era seguro que se lo dijo sin pensar que un día ya no tendría barreras para conseguir a la persona tras la que corrió gran parte de su vida.

- ¿Qué haces?

- Nada, nada. -para Gaara era muy claro como los ojos de Sai se enrojecieron al abrirlos. -Volveré luego. -Le dio la espalda.

- Tengo que hablar contigo. – Sai se congeló y respiró profundo, listo, con eso ya estaba un poco más calmado y aguantaría actuar unos minutos.

- Sí, qué pasa. -Se sentó a su lado con el cuerpo rígido pero sonriendo comprensivo. No era difícil olvidar que antes fingía muy bien que nada le afectaba, ese talento seguía ahí pero ya no había hecho falta últimamente.

- ¿Tú también crees que es un error mantener aquí a Naruto? -Sai lo pensó un momento. Debía ser muy cuidadoso con sus palabras para alargar un poco más el momento de llegar a la inevitable ultima discusión. Porque incluso si dolía quería que Gaara le recordara como alguien que siempre lo puso primero, tal vez así le pensaría con un poco de cariño en algún momento de los días venideros.

- No podría ser un error. Cambiaron todas las posiciones y ahora el Kazekage tiene en sus manos una aldea muy fuerte. Si lo alejas puede interpretarse un temor por las consecuencias, sería un acto de debilidad y la Arena ya no es débil. Puedes mantenerlo aquí si así lo quieres, eso da un mensaje claro de que tomas tus propias decisiones y que no cederás a la presión a tu alrededor, puede resultar en algo bueno. Sin embargo, tienes que prever el estar preparado para un ataque por parte de otras aldeas colgándose de este pretexto para quitarte poder. -Sai se sorprendía de que la voz no le temblara, perfecto, ya solo faltaba aguantar un poco más. Se daba ánimos él mismo, lo estaba haciendo excelente. -Entonces, está bien si se queda o si se va, lo que sea que elijas está bien, solo tienes que contemplar las consecuencias de cualquiera de esas dos opciones pero seguro que eso ya lo tienes bien calculado.

- ¿Y para ti? -Gaara entendió que en realidad ya era un libro abierto para Sai, lo conocía mejor que nadie. En esta ocasión tenía la sensación de que el varón estaba más resignado que nunca a no involucrarse de ninguna manera.

- No pienses en mí, no me atrevería a opinar. Lo que sea que el Kazekage decida para la Arena será sabio y será aceptado por todos los servidores de esta aldea. -Aunque Sai quería acariciarle el pelo solo pudo tocarle el hombro con un cariño helado para no derrumbarse. -No lo pienses demasiado, ya has tomado tu decisión y es la correcta.

Gaara no supo qué hacer para retenerlo más tiempo a su lado y solo lo dejó ir. Esas palabras lo habían molestado porque parecía que Sai nunca creyó realmente que lo amaba aunque no se atrevía a discutir sobre eso porque hasta él se sentía algo confundido en este momento; no por su amor a Sai sino por el hecho de querer darle su atención a dos personas al mismo tiempo. Lo que esperaba para aclarar sus prioridades era que su esposo le dijera con rabia que solo se pertenecían el uno al otro para poder enojarse y sacar toda la frustración que llevaba encima. ¿Sai no lucharía por él?

 

Seguía viendo a su esposo en los pasillos y le reverenciaba como de costumbre. Cuidaba a sus hijos con normalidad aunque en realidad cada día Sai sufría por dentro esperando el momento en que Gaara le echara de la aldea.

El varón se preguntó cómo podía ser tan fuerte como para afrontar el hecho de que él, que se esforzó cada día por ser mejor para Gaara, no recibiría nunca tanta consideración y por otro lado Naruto que solo existía trayéndole problemas al doncel lo recibía todo. Apenas iban unas semanas y ya se sentía asfixiado, no aguantaría una vida así y seguramente el Kazekage tampoco.

 

Naruto ya se veía más recuperado de las malas experiencias que vivió hace poco, Gaara decidió que era momento de hablar seriamente con él.

- Naruto, pronto estará lista tu casa en la aldea.

- ¿Pero por qué no puedo quedarme aquí? -le rogó infantil. -No quiero alejarme de ti, tengo miedo de que el Tsuchikage envíe a alguien.

- No es probable que lo haga. Tendrás a los mejores guardias y sirvientes, no te faltará nada y si tienes alguna petición solo debes decirme.

- No es lo que quiero -se acercó y le tomó ambas manos a Gaara poniéndolo nervioso. -En las noches no puedo dormir por las pesadillas. -Le hablaba muy de cerca con una voz delgada y temerosa. El pelirrojo le miró con simpatía.

- Buscaré a alguien que te ayude con eso.

- No hay forma de aliviarlo Gaara. Solo tengo la esperanza de que pronto esta tortura termine.

- No digas cosas así a la ligera Naruto. -De verdad le preocupó al Kazekage esa oración. Solo buscaba apoyarlo a recuperarse.

- Es la verdad. Deidara me quitó todo, ya no tengo familia e incluso se atrevió a asesinar a mi pequeño hijo que era totalmente inocente. Siempre fue un monstruo haciéndose el puro, regresó sediento de venganza irracional. -Gaara pensó que eso era cierto en una parte y continuó escuchando atento. -Por favor Gaara, yo no tengo nada y a nadie, no sé nada sobre las relaciones políticas pero si nadie le pone un alto a ese demonio va a terminar destruyendo el mundo.

- ¿Qué me estás pidiendo exactamente? -Fingió que no entendía su suplica.

- ¡Es que eres el único que puede detenerlo! Tienes una aldea que te respalda, un gran ejercito leal que lidera tu hermano y tu hijo. Ellos harán todo por ti.

- Eso es cierto. -Naruto le sonrió complacido agradeciendo la empatía. -Ellos harían todo por mí y tú quieres que yo haga todo por ti. -Frunció la frente con molestia.

- ¿A qué te refieres?

- Te daré una casa en la aldea con guardias, sirvientes y lujos. Es todo en lo que puedo ayudarte.

- ¡Pero Gaara, eres todo lo que tengo! -lo abrazó.

Gaara respiró este olor particularmente dulce y agradable. ¿Naruto se perfumaba para su visita? Una declaración abierta del beneficio que esperaba recibir y lo que estaba dispuesto a dar a cambio. De repente ya no le pareció nada agradable y se sentía enojado consigo mismo por no ver a través de este pequeño manipulador. Si no fuera porque Sasuke estaba muerto no le ofrecería tanta simpatía, esto quería decir que Naruto también lo sabía ¿no? Este doncel era consciente de que en el pasado le gustaba mucho y por eso era atrevido sin temer su enojo, quería que desatara una guerra por un poco de cariño. ¡El ojiazul era tan egoísta! le pedía que lo escogiera a él sobre la aldea que tanto se esforzó por construir.

- O puedes ir a la Hoja.

Rompió ese abrazo, pensaba que debía alejarse a calmar su molestia para no terminar la amistad, tal vez en un tiempo Naruto reflexionaría su error y podrían hablarse con casualidad de nuevo. Por ahora lo quería lejos, ya estaba haciendo suficiente con mantenerlo seguro.

 

Sai se enteró de esto, su esposo le había dado una casa al rubio. Torció la boca como muestra de su dolor, no expresaría nada más. ¿Esto no era un rasgo de Gaara? ¿No hace años también le ofreció sirvientes y un resguardo a otro habitante de la Hoja? ¡Ah! Y ya sabía cómo terminó esa historia, la única diferencia es que a Naruto no lo chantajeaba y Naruto no tenía que consolarse con ilusiones ni esperanzas.

- ¡Papá! -le prestó atención a su hijo que apenas decía algunas palabras con una voz muy linda. Estaban jugando con tinta y rio compartiendo la alegría de su hijo.

- Muy lindo -le aplaudió tratando de ignorar sus problemas de adulto pero llegó el dueño de todas sus emociones y quedó estático fingiendo que no le dolía su presencia para que solo dijera un saludo y se fuera pronto.

- Sai necesito hablar contigo.

- Seguro -se levantó y cargó al niño entre los brazos como escudo.

- A solas. -El pelinegro entonces se puso serio y apretó la espalda de su hijo aferrándose a un sentimiento que le diera fortaleza para aguantar.

- De acuerdo Kazekage. Vamos a su oficina, solo dejaré al pequeño con alguien.

Gaara no contestó y se dio la vuelta, le revolvía el estomago que Sai le hablara así y ya no le llamara por su nombre. Caminó a su oficina y se sentó en la silla tranquilizando su corazón, lo arreglarían todo.

Esperó paciente, esperó un poco más, se desesperó y siguió esperando. Nadie llegó y ya estaba bajando el sol.

Eso le molestó mucho ¿qué había entretenido a Sai? Siempre había sido la prioridad del pelinegro y ahora que lo necesitaba no se aparecía. Salió azotando la puerta y buscó donde lo había encontrado antes, ahí seguía la tinta y el papel pero no las personas. Caminó más molesto y desesperado. Vio a sus hijos mayores entreteniendo al más pequeño y se acercó.

- ¿Y su padre?

- No lo sé. -la niña se asustó porque su padre doncel se veía muy molesto.

- ¡Nunca sabes nada! -Los tres niños le miraron inseguros y entonces Gaara relajó el rostro. -Es importante, necesito encontrarlo.

- Solo nos pidió cuidar a nuestro hermano y se fue.

Eso le sentó horrible al pecho de Gaara. Se fue. Ordenó buscarlo por todas partes y avisarle en cuanto lo encontraran. El cielo ya casi estaba oscurecido y nadie le encontraba, no podía desaparecer y no había reporte de que hubiera salido de la torre. Cerró los ojos un momento, eso solo podía significar que estaba en un lugar al que los soldados y sirvientes no tenían fácil acceso. Casi como si fuera demasiado obvio caminó rápido a la cima de la torre.

Miró el cielo ya en tonos purpuras y frente a él estaba Sai sentado con un caballete y una pintura de la Arena.

- ¿Qué haces aquí?

- Ah, lo siento Gaara. Me entretuve un poco. -Era una excusa claramente ridícula -Vayamos ahora a hablar. -Se levantó sin mirar a la cara al doncel y dobló su obra en tres para guardarla entre la ropa. Lo pasó por un lado y el pelirrojo supo que buscaría una nueva forma de evitarlo, te juro que la próxima vez que lo pidas me iré, recordó esas palabras con claridad y le dolió, estaba seguro de que Sai se estaba imaginando cosas que no eran. Se le puso enfrente para evitar que se fuera.

- Podemos hablar aquí. -Sai respiró afligido y se acercó a la orilla de la torre mirando la ciudad con melancolía y la horrible premonición de que este sí sería el fin. Todo lo bueno tenía un final, al menos este era hermoso. Gaara se paró a su lado. -¿No vas a mirarme? -Pero Sai sabía que no era tan fuerte en este momento y prefirió no hacerlo, no quería que Gaara pensara que sus reacciones eran una forma de persuadirlo.

- No importa Gaara -le pesaba cada parte de su ser -¿qué querías decir?

- Escribí una carta para el Hokage -vio los hombros de Sai tensarse, sabía exactamente lo que el pelinegro pensaba en este momento.

- ¿Ah sí?

- Porque has estado actuando extraño.

Sai pensó que eso era muy cierto. ¿Si lo regresaban a la Hoja le permitirían trabajar en un almacén? Podría estar bien si clasificaba pinturas y libros por el resto de su vida. ¿Y sus hijos? ¿Le visitarían? Sería difícil. La verdad no quería regresar a la Hoja, nunca había sido malo con Itachi, ¿podría pedirle a él asilo? Pero entonces sería mucho más difícil que sus hijos le visitaran. Además eso ofendería a Gaara, se uniría al causante de todos los males de su amado Naruto. Por otro lado, si se iba a la Hoja podrían amenazar a Gaara, ellos no sabían que eso no funcionaría, al Kazekage no podían coaccionarlo a través de él porque no tendría ningún valor.

-¿Por qué no dices nada?

- Ah, lo siento Gaara -la voz le salió inusualmente débil. -De repente no sé qué decir. Está bien, es cierto. Actúo extraño. -Sonrió a la nada antes de voltear para mantener esa sonrisa falsa unos minutos más. -¿Cuándo enviarás esa carta? Estaré listo ¿de acuerdo? -Le pasó por un lado para irse.

- No sabes su contenido ¿por qué dices algo tan irracional? -Lo agarró por la ropa. -¿No vas a creerme? ¿Así de malvado piensas que soy? -Sai no sabía cómo responder a esas preguntas. -A nadie más podría decirle que lo amo y no sé qué más hacer para que me creas. -El pelinegro escuchó a Gaara sorber su nariz y se giró de inmediato para verlo llorar por primera vez en la vida.

- Gaara, tranquilo. -Se asustó en primero instante y pensó que tal vez como consolaba a sus hijos podría consolar al doncel y lo abrazó golpeando levemente la espalda con comprensión pero el pelirrojo lo empujó. -¿Qué es lo que quieres entonces? -no podía con la consternación, cómo calmaría la rabia de Gaara? O más bien, ¿debía esforzarse en intentarlo?

- Quiero que me digas lo que tú quieres. -Apretaba los dientes. Sai le diría mil veces que lo amaba pero nunca le había compartido nada más.

El pelinegro giró el rostro y apretó los puños juntando coraje, porque entendía desde hace mucho que había actos de amor que a veces eran dolorosos y todos ellos se los guardó para sí mismo, para solo darle a Gaara aquellos que fueran dulces y al final no sirvió de nada. Le diría la verdad, ya era lo último que podía ofrecerle.

- Bien. -Igualmente si era demasiado para Gaara le sería más fácil echarlo. Ya llevaba toda la vida moldeándose a lo que este doncel exigía y era imposible continuar así. -Estoy harto de nunca ser suficiente para ti. Estoy cansado de tener que acceder a todo lo que dices y mandas para permanecer un día más a tu lado -El doncel vio las lagrimas claramente formarse en esos ojos negros y aunque levantó la voz notaba que no era enojo, era muchísima tristeza -Y no sabes como me reclamo cada día por hacerlo, porque sinceramente no tengo idea si fui tan obediente que te hice creer que me amabas cuando en realidad lo que te gusta de mí es que puedes aprovecharte todo lo que quieras y jamás lo voy a ver mal. Me encantaría entenderte Gaara, pero no puedo. No sabes cuánto deseo que me mires como lo miras a él, quisiera poder transformarme en lo que deseas, desaparecer esto que soy y aparecer siendo alguien que sea bueno para ti pero no puedo, solo puedo ser este idiota. -El pelirrojo se limpió las lágrimas, no estaba acostumbrado a pedir perdón, sin embargo ahora quería hacerlo mil veces. Pensó por muchos años que esa forma de llamar a Sai era solo una palabra sin importancia y cada una de esas veces en realidad fue una pequeña herida en el interior de este hombre que tenía enfrente. -Yo solamente quiero que me digas qué hacer para que no me guardes resentimiento. Gaara, jamás me voy a interponer en tu felicidad. -Bajó la voz a lo más calmado que podía en ese momento -Si puedo pedir solo un favor, esta vez, ¿puedo quedarme a nuestros hijos?

- No.

- ¡Ni siquiera te agradamos! Entonces por qué... -Sai tembló llorando de enojo y desesperado.

- No me importa que te moleste. No me importa si no es lo que esperabas, ni siquiera me importa lo que creas de mí. No te voy a dejar ir hasta que me escuches. -Le gritó. -Ya no puedo estar sin ti, me duele todo el cuerpo solo de pensar que un día podrías ya no estar a mi lado. -Desvió la mirada clara en cuanto Sai lo vio con sorpresa por sus palabras. -Perdón si no soy esa persona amable que brilla y sonríe todo el tiempo, no sé cómo hacerte feliz, yo no entiendo nada de arte ni de caligrafía, ni de ninguno de tus gustos. No puedo ser tierno ni comprensivo con facilidad ni siquiera con nuestros hijos. Pero tú no entiendes Sai como me detesto por eso, quisiera cambiarlo y con la ligereza que tienes para expresar tus sentimientos haber podido decirte desde la primera vez lo mucho que me agradabas y que cuando nos miramos en esa cárcel yo habría hecho cualquier cosa por salvarte porque ya me atraías desde antes, quisiera no ser tan cobarde y haber hecho las cosas bien contigo desde el principio. No sé cómo miro a otras personas pero sé que a ninguna la veo como te veo a ti. Ya sé que no puedo arreglar todo lo que he hecho estos años así que, dime qué hacer Sai, ya no quiero herirte. -Cayó de rodillas, ya no tenía fuerzas. Ahora él cedería a cualquier petición, si después de estas palabras Sai quería ir con Deidara o a la Hoja o con Temari y llevarse a los niños lo aceptaría sin anteponer su propio dolor. Esta familia que habían construido era, sin temor a dudas, lo mejor que poseía pero lo dejaría ir si eso le traía bien al hombre más importante en su vida.

Sai no podía esperar que Gaara dijera esas palabras tan dulces algún día. Se agachó y lo miró profundo, no le gustaban estas lágrimas y al mismo tiempo le parecían satisfactorias. El corazón se le aceleró, ya no podía respirar tranquilo. Quería gritar de emoción. Un poco agresivo le tomó por las mejillas y lo besó. Lo besó tan fuerte y tan desesperado pero estas ganas de quitarle todo a Gaara no se iban.

El pelirrojo por supuesto también se enloqueció. Apretó la ropa de Sai ¿qué más podían hacer? Este reclamo de su esposo es lo que rogaba en silencio desde siempre, no se atrevía a pedirlo por sí mismo pero deseaba desde el fondo de su ser que el pelinegro se adueñara de todo lo que tenía tangible e intangible mientras él también tomaba con impaciencia y de manera insaciable todo lo que era Sai. Esto que sentía no había forma de expresarlo porque era tan grande y tan desconocido.

Solo podían intentar calmar la necesidad que les quemaba insoportable por dentro.

Gaara gimió lindo con un toque húmedo proveniente de la mezcla de llanto y saliva. No podía pronunciar palabras coherentes para expresar su urgencia de ser uno, esta vez no solo por disfrutar sino por demostrarse que lo que sentían eran verdadero en todos los niveles posibles. Solo llevó las manos a la ropa de Sai para desvestirlo a medias y acariciarlo. Lo fue jalando de a poco hasta quedar acostados en el suelo y sin temor a que se notara su premura abrió las piernas para encerrar a su esposo entre ellas.

El varón apenas se dio el tiempo de descubrir el trasero de Gaara y al sentir su humedad no dudó en penetrarlo de un solo empujón.

- Nnng Sai -le gimió colgándose de su cuello y escondiendo ahí la cabeza.

Sai lo jaló un poco del cuello de la ropa para separarlo. Quería verlo a la cara, quería ver el rostro de la persona que amaba. Se giró para cambiar lugares y dejarlo arriba. El corazón se le saldría del pecho, imágenes como esta debían estar prohibidas fuera del paraíso.

Lo jaló con cuidado para besarlo de nuevo en los labios.

- Ahh Gaara te amo, te amo tanto. -Susurró al oído del pelirrojo mientras lo balanceaba sobre su pene de arriba a abajo con toda la fuerza que tenía en ese momento.

- Más Sai -se moría por transmitirle este sentimiento a su esposo. -Tómame entero. Soy tuyo. -Y por primera vez, darle una parte de su individualidad a otra persona no se sentía como una atadura ni como sumisión. Cederle su amor a Sai le volvía más humano. -Te amo, lo juro.

- Mi Gaara -Decirlo y escucharlo era hermoso. Ambos sabían que Sai no necesitaba regresar esas palabras, eso ya era un hecho desde la primera vez que se vieron.

Esto se convirtió en un desastre, estaban tan despreocupados de todo el mundo. Solo siguieron entregándose hasta que ya no les quedaba energía y ni siquiera así fue suficiente para calmar esta divina revelación de su amor auténtico.

Sai creyó por mucho tiempo que estas muestras significativas de sinceridad por parte del doncel siempre tendrían un significado oculto. Entonces se sintió apenado. Nunca creyó que una persona como él podría acceder a una felicidad así de grande y sobre todo, así de real. Se convenció durante años que cualquier muestra de cariño por parte de Gaara no podía ser honesta en su totalidad porque una persona tan pobre como él no se lo merecía, era más fácil ponerle una etiqueta de mentira porque así cuando sus expectativas no se cumplieran podría decir simplemente que ya lo sabía y reprocharse a sí mismo su inocencia y así nunca poner la culpa sobre el doncel. En realidad, con ese pensamiento resultaba egoísta, desacreditaba automáticamente los sentimientos de Gaara y sus esfuerzos por expresarlos al no tomarlos con seriedad y terminó por lastimarlos a ambos.

Pero ahora no lo ponía en juicio, Gaara nunca podría fingir ese llanto tan puro, mucho menos decir sus pensamientos sobre sí mismo a la ligera. Estaba mostrándole su fragilidad, Sai pensó que tal vez nunca entendería a esta persona maravillosa que tenía entre sus brazos, nunca comprendería en qué posición dentro de su corazón lo tenía y lo mejor sería convencerse de que sin importar si era un rincón muy pequeñito era un lugar especial del que nadie le podría arrancar.

La naturaleza de Gaara no era impulsiva, no cambiaría de un día a otro y si ya estaba ahí entonces no le restringiría su amor por ninguna razón. Se enamoró de un doncel que tardó años en corresponderle, pero ahora ya no habría vuelta atrás y ninguno se arrepentiría jamás de lo que compartían.

 

 

F I N

 

 

 

 

 

 

Jaskdjajks se sabe que me cuestan los finales.

Seguro hay un montón de cosas mejorables pero en general a mí me gustó mucho esta historia. Sai mi varón, el verdadero dios de la versatilidad.

Mmm estuve reflexionando sobre las parejas en las historias de amor. Partí de Anna Karenina, porque es de mis libros fav, y siempre hay dos o tres parejas para representar arquetipos de relación; en general la principal será la más complicada, de ahí baja el nivel de drama y siempre habrá una que tiene un problema que se resuelve muy rápido (o que luego ni tiene problemas) y al menos es la que yo siempre disfruto más. En Anna Karenina, obvio es la historia de Kitty. Para ejemplos más cercanos ahí están las tres parejas de Love is an illusion, Junjou Romantica, Sekaiichi.

Ah sí, a lo que voy, esa pareja fácil en este fanfic no es la SaiGaa, será la ZabuHaku. Solo escribí 2 extras de ellos y literal (sin afán de antojarles) solo se dedican a hacer el sin respeto. Y ya, es una advertencia de que no esperen demasiado, eso y que me gusta el cambio de personalidad.

De Haku para Zabuza:
Te quiero ride como a mi bike.
Ya, ya, ya te quiero hacer hentai.

🛵 👄🛵


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