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Encrucijada. por NNK

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Capitulo XII: Enfermedad.

 

Maximiliano terminó de comer, dejó a Felipe en la mesa viendo Los Simpson antes de caminar al cuarto del menor, donde se encontraba Alejandro, ordenando el cuarto de Felipe, cerró la puerta con llave. Alejandro le miró curioso al ver que se volteaba con la mirada apenado, mientras se sentaba en la cama de Felipe.

—Necesito un consejo—confesó, mirándole con preocupación.

— ¿Para qué quieres un consejo mío, si al final no lo vas a considerar?—preguntó Alejandro, mientras seguía doblando la ropa del menor.

—Esta vez lo tomaré en cuenta, lo prometo, solo ayúdame—rogó, acostándose en la cama, desordenando la ropa.

— ¡Hey! No te comportes como un crio—reclamó al ver que su esfuerzo había sido en vano—Me desordenaste todo.

— ¡Entonces, ayúdame!—exclamó en un murmullo mientras se cruzaba de brazos.

—Bien, cuéntame el problema para ver cómo puedo aconsejarte—dijo, sentándose a su lado.

—Bueno hace tres días cuando estábamos en los recreativos, vi como el amigo de Renato lo llevaba al fondo del local, pensé que estaba en problemas y saque mi lado “primo ultra protector” y él se enojó y yo me enojé más y dije algo que no debía. Algo horrible que jamás pensé que yo diría. El problema ahora, es que Renato no me dirige la palabra y no sé cómo decirle que lo siento—dijo, sintiéndose culpable—Pero solo quiero pedirle perdón por las palabras que dije, por el chico ese no me da confianza para nada.

—Ya no quiere hablar contigo, por qué no buscas el momento para tomarla por sorpresa, le explicas porque reaccionaste mal, le dices lo malo y lo bueno que no te gusto de su amigo y ya está—aconsejo con una sonrisa.

—Si suena buena idea, puedo invitarla a un helado y así solucionar el tema—habló con esperanza, mientras sonreía—Gracias, Alejandro.

Este se sonrojó cuando Maximiliano impulsivamente le dio un beso en la mejilla, le vio abrir la puerta con una sonrisa en el rostro, mientras ella se quedaba con el corazón acelerado, negó con la cabeza para no hacerse futuras ilusiones, de todos modos, ahora por culpa de él, tendría que volver a ordenar la ropa de Felipe. Una vez estuvo todo listo lo dejó en sus cachones y volvió al comedor, viendo como Maximiliano se iba a su trabajo, se instaló con Felipe en el living para ayudarle a hacer la tarea que faltaba.

Ambos voltearon la puerta cuando escucharon la puerta abrirse. Alejandro se extrañó al ver entrar a Ricardo, sujetando a Renato, mientras Camilo cerraba la puerta. Renato camino hacia el comedor, sentándose al lado de Felipe, su rostro estaba blanco como un papel y tenía escalofríos por todo el cuerpo, definitivamente sentía que moriría en cualquier momento.

—Mírate pareces un papel, era mejor llevarte al hospital que traerte a casa—reclamó Camilo preocupado.

—Nosotros le hubiéramos avisado a tu familia, Renato—le siguió Ricardo con una sonrisa.

—No sacaba nada yendo al hospital, si no tenía mi carnet—le habló a sus amigos enojado—Además, solo es un poquito de fiebre—dijo, sintiendo la mano de Alejandro en su frente.

—Estás hirviendo, Renato—le regañó Alejandro con preocupación.

—No es nada, descansaré y la fiebre pasará—ánimo con una sonrisa.

— ¡No nos convences para nada!—reclamaron Alejandro, Ricardo, Camilo y Felipe a la vez.

Renato hizo una mueca antes de levantarse y apoyar sus manos en el sillón, se sentía un poco mareado, su cuerpo le pesaba y sentía que si movía tan solo un músculo se desmayaría. Camino, apoyando sus manos en la pared y se encerró en su cuarto, mientras oía cómo sus compañeros se iban de su hogar cuando Alejandro les agradecía por traerlo.

Se acostó en la cama sin sacarse el uniforme, apoyó su cabeza en la almohada, tosió y sorbió su nariz, tratando de respirar por ella, pero era imposible. Cerró sus ojos, le dolían partes del cuerpo que jamás había imaginado, jamás pensó que se enfermaría a semanas del torneo ¿Por qué siempre le pasaba aquello, cuando se sentía demasiado nervioso? No supo cuánto tiempo estuvo con los ojos cerrados, pero los abrió nuevamente al sentir algo húmedo en la frente.

—Felipe…—nombró al reconocer a su hermano menor.

—Shh… Sigue durmiendo, Alejandro ya llamó a Maximiliano y al médico para que vengas a verte—comentó preocupado.

—No necesito un médico, solo descansar—comentó, testarudo mientras observaba a Felipe.

—Estás enfermo, no tienes voto, así que silencio—regaño Felipe con una sonrisa alegre.

Felipe acarició la cabeza de Renato con una sonrisa, viendo como está volvía a dormirse con la respiración agitada. Maximiliano llego a su hogar cuando el médico ya estaba atendiendo a su primo en su cuarto, entró viendo como Alejandro le miraba preocupado.

— ¿Se encuentra bien?—preguntó preocupado y alterado.

—Shh… cálmate, lo están atendiendo ahora—comentó Alejandro con un dedo en sus labios.

 —Deben estar tranquilos, Renato solo tiene gripe con unos días de descanso y estará como nuevo, no se preocupen—dijo el médico, mirando a ambos con una sonrisa.

— ¿Está seguro?—preguntó Maximiliano inseguro.

—Sí, solo debes darle la medicina y vigilar que transpire para que le baje la fiebre, vendré pasado mañana para ver si ha mejorado—dijo con una sonrisa.

—Le acompaño a la puerta—dijo con una sonrisa alegre al conocer el estado de Renato.

Maximiliano se quedó al lado de Renato, acariciando su cabello con cuidado, la vio abrir sus ojos enrojecidos y cansados. Esta sonrió con flojera y muy adolorida. Si no hubieran peleado hace tres días y se hubieran aplicado la ley del hielo, él hubiera estado más atento a que Renato no enfermará. Sintió rabia al verlo en ese estado.

—Maximiliano…—llamó con voz débil—Me siento como si me hubiera aplastado una grúa

—No seas exagerada, solo te aplasto un camión de helado—bromeó con una sonrisa culpable.

— ¿Por qué te sientes culpable ahora?—preguntó, mirándole.

—Perdón, no debí decir que te mandaría de regreso, fui cruel, muy cruel—reconoció, mirando a Renato a los ojos.

— ¿Pero?—preguntó con una sonrisa.

—Me cae gordo ese mocoso, no me gusta para nada que esté pegado a ti como una lapa—reclamó sincero, sacando una sonrisa del rostro de Renato.

—Lo supuse, aunque me gusto saber que sigo siendo uno de tus favoritos—dijo con una sonrisa, volviéndose a dormir.

Maximiliano sonrió, acarició los cabellos de su prima y la dejó descansar, ya estaba todo solucionado.

 

Notas finales:

Gracias a todos por llegar aqui, nos vemos en la siguiente publicación.


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