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Encrucijada. por NNK

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Capitulo III: Regreso a casa.

 

Renato agradeció tanto cuando su primo Maximiliano le envió la ubicación de su casa a minutos de que el timbre sonará. Observo por la ventana sintiéndose abrumado, puso cara de pocos amigos al ver que la mirada de Cristóbal se dirigía a su persona a través del cristal. No lo soporto más y solo pudo sonreír antes de llamarlo con la mano, el chico se acercó, le tomó de la corbata y quedando con su rostro a pocos centímetros, sorprendiendo a su viejo amigo.

—Sígueme mirándome así y te mandaré al hospital como ocurrió hace un año y medio—comentó con tono amenazante, mientras sonreía forzadamente.

—Si puedo ver tu cara en la ambulancia, puedo arriesgarme a que me rompas la pierna y el brazo nuevamente, Ren—murmuró ante la mirada molesta del chico. Se alejó del chico al ver que Ricardo los observaba con desconfianza.

—Esta vez te mandaré de una patada al otro mundo—comentó para sí mismo, viendo que este regresaba al lado del profesor.

Renato olvidó su molestia y sonrió cuando escucho el timbre, tomó su mochila, dispuesto a irse de los primeros, pero se sorprendió cuando Ricardo le agarró el brazo. Renato le miró con extrañeza, sin darse cuenta de que Cristóbal miraba a ambos con molestia.

— ¿Qué sucede?—preguntó Renato, extrañado al ver la cara asustada de su nuevo compañero de curso.

— ¿Te dijo algo que no debía?—consultó Ricardo, preocupado. No le había gustado que Cristóbal se acercara a su nuevo protegido.

— ¿Quién?— respondió, restándole importancia al tema. No iba a revelar nada a ningún desconocido.

—Vaya que eres distraído, me refiero a ayudante de profesor, Cristóbal ¿Te dijo algo que te incomodara Renato?—repitió la pregunta, preocupado.

—Ah él…Tranquilo Ricardo, yo puedo defenderme solo, además Cris, solo ladra no muerde—comentó, haciendo un guiño y dejando ver una sonrisa en su rostro.

—Entiendo, confiaré en tu palabra—habló con una sonrisa alegre.

—Genial, ¿Me devuelves mi brazo? Si no llego a casa temprano mi primo se preocupara—comentó con una sonrisa alegre

—Perdón—murmuró, soltando el brazo de Renato— ¿Puedo acompañarte a casa?—preguntó, de seguro el chico aún no conocía muy bien las calles.

Renato le miró un poco confuso, tenía todas las ganas de decirle que no, pero por más que hubiera visto el mapa en el GPS no se ubicaba nada por esta ciudad y no quería arriesgarse a perderse y que su primo Maximiliano se preocupara por su desaparición. Miró a su compañero con una sonrisa, quien le correspondió al pensar que tal vez había ganado.

—Eso depende de si vamos por el mismo camino, porque no sé cómo llegar a mi casa—confesó un poco avergonzado.

—Eso se resuelve fácil ¿Tienes la dirección de tu casa?—preguntó, mientras caminaba fuera del salón con Renato.

—Sí, mi primo me lo envió por teléfono—habló Renato, mostrándole el celular con el GPS indicando la dirección.

Ricardo observo el GPS y sonrió al darse cuenta de que quedaba a solo unas cuatro cuadras del establecimiento en diagonal, tendría tiempo para conocer un poco mejor a Renato y eso le emocionó un poco.

—Vamos en la misma dirección, yo vivo en el condominio de la siguiente calle—avisó con una sonrisa, que Renato imitó— ¿Puedo preguntar de dónde conocer al nuevo ayudante?

—Él era mi tutor en la otra ciudad el año antepasado y mi novio por unos tres meses antes de que se marchara—comentó con una sonrisa, omitiendo el hecho de que al terminar casi lo mata.

—Ya veo ¿Vives con tu familia?—preguntó Ricardo, sin dejar de observarlo en ningún momento.

—Solo con mi primo mayor Maximiliano, pero más que primo es mi hermano porque nos criamos juntos hasta que vino a la universidad—comentó, mirando el GPS para asegurarse que iba en el camino correcto— ¿Y tú?

—Yo vivo con mi familia, mi madre, mi abuela, mi hermano menor y mi padre, aunque bueno él viene cada quince días—comunicó con una sonrisa nerviosa.

—Genial, yo también tengo un hermano se llama Felipe—comentó con una sonrisa, viendo la mirada de Ricardo, que le pedía continuar—Él va a venir a esta ciudad en unas semanas o meses, todo depende de mi padre. Cuando llegue te lo presentaré.

—Estaría encantado—habló Ricardo, deteniéndose en frente del edificio de Renato—Creo que esta es tu casa.

—Dame tu número—pidió Renato, Ricardo lo anotó en el teléfono, Renato le envió un mensaje—Genial, avísame cuando llegues a casa.

Renato vio como Ricardo seguía su camino, mientras él caminaba hasta el puesto de comida china, para comprar el almuerzo que le había pedido su primo en la mañana. Se sorprendió al entrar y encontrarse con el chico del ascensor, observo para ambos lados algo incómodo al recordar la mirada que le dirigió anoche. Iba a pedir dos órdenes cuando sintió que ponían una mano sobre su hombro.

—Dos órdenes por favor. Una con carne y otra con pollo—pidió Maximiliano con una sonrisa a Alejandro.

—¿En qué momento llegaste?—preguntó Renato, sorprendido cuando se giró

—Te vi mientras estacionaba, así que viene a buscarte para que almorcemos juntos—habló con una sonrisa, mientras pagaba por la comida—¿Cómo te fue hoy?

—Mal al universo se le ocurrió achicar el mundo hasta el punto de meter a la peor persona del mundo en el mismo colegio que voy a asistir todo el año, si esto continua así, voy a morir antes de lo pensado—se quejó, frustrado.

—Vamos no seas dramático, solo tuviste un mal día. Aunque por poco casi me pones los cuernos—comentó, mirándolo de reojo. Ese chico con que le había visto no le agradaba del todo.

—Yo solo vine a estudiar, no tengo tiempo para buscar novios—murmuró Renato a su defensa, ante la mirada de su primo.

Maximiliano lo observo con sospecha antes de recibir el pedido que Alejandro le entregaba con una sonrisa forzada. Renato puso atención a la reacción de ambos. Alejandro le retiró la mirada a Maximiliano y este hizo lo mismo, ambos estaban nerviosos y eran unos idiotas ¿Por qué los adultos actuaban como adolescentes?

— ¿Cuándo van a volver a estar juntos?—preguntó Renato, viendo que su primo le miraba asustado al igual que el otro chico.

—Creo que el hambre ya te tiene hablando estupideces—comentó Maximiliano, riendo nervioso para que Alejandro no le mirara como si quisiera matarlo—Mejor vámonos.

—Como quieras, de todos modos para mí ambos son unos idiotas—comentó Renato con una sonrisa, saliendo del local.

Alejandro observo al menor con una sonrisa divertida. Maximiliano le regresó la mirada con una sonrisa inquieta, mientras se disculpaba con la mirada. Alejandro, bajó la mirada, extraña ese torpe comportamiento de Maximiliano.

Notas finales:

Gracias a todos por llegar hasta aqui, nos vemos en la siguiente publicación,


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