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Encrucijada. por NNK

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Capítulo II: Primer día.

 

Renato abrió sus ojos, ansioso en aquella mañana al escuchar el sonido de la alarma que estaba programada en su celular, se incorporó de su cama y fue directo a ducharse para ponerse su nuevo uniforme de instituto, estaba un poco nervioso, era la primera vez en dos años que volvía a clases presenciales, debido a que en su antigua ciudad hacia exámenes libres, debido a su hospitalización. Se miró en el espejo ya listo, tenía que sobrevivir a este primer día pasara lo que pasara.

Salió de su cuarto viendo que Maximiliano ya se encontraba haciendo el desayuno, mientras bebía de su taza de café, tratando de despertar. Sonrió travieso cuando notó que su primo estaba distraído, perfecto estado para hacerle una pequeña broma, pero sus planes se vieron frustrados, cuando este se volteó la mirada con cara de pocos amigos.

—Si te atreves, te atropello—amenazó su primo, observando sospechosamente a Renato, quien se sentó a desayunar. Sonrió— ¿Ya tienes todo listo, supongo?

—Sí, está todo guardado en la mochila—confirmó con una sonrisa, antes de comenzar a desayunar

—A la salida, te enviaré la ubicación de la casa, te depositaré para que pases a comprar comida al local que está afuera del edificio y procura que sea comida lista, no quiero que me quemes la casa, intentando cocinar—pidió con una sonrisa burlona. Renato rodó sus ojos ante tantas peticiones—Con tanta actividad ayer, me dio flojera dejar el almuerzo listo.

—Qué curioso, no me sorprende el comentario—respondió con burla, causando que su primo negara con la cabeza. — ¿Trabajaras hasta tarde?—preguntó con interés.

—Tú solo vuelve a casa, directo del colegio y trataré de que sea hasta una hora razonable, hoy tengo muchas entregas y no se cuanto tiempo me demoraré—confesó serio, ante la mirada brillante de Renato.

Renato le miró resignado antes de sonreír para seguir comiendo. Maximiliano le dedicó una mirada preocupada, no le gustaba dejar a Renato solo mucho tiempo, pero trato de convencerse de que solo sería por hoy, ya mañana podría organizar su tiempo mucho mejor para la semana. Tomó su celular confirmando la hora, sonrió aún quedaba tiempo para que Renato llegará a tiempo al colegio.

— ¿Ya quieres echarme de a casa?—preguntó Renato ante la acción de su primo—Al menos déjame terminar de comer, que anoche me dejaste muerto de hambre por tu berrinche de enamorado—comentó en tono burlón

Maximiliano le miró con cara de pocos amigos, mientras se mordía el labio, guardando todas esas palabras que tenía para ser su prima. No iba a reaccionar a sus bromas, primero se iba a asegurar de que terminara de comer y encontraría el momento perfecto para devolverle la broma con intereses sumados.

—Termina de comer, nos vamos en cinco—advirtió entre dientes, sonriendo.

— ¿Cinco minutos? Iré a lavarme los dientes—habló Renato, mientras se levantaba de su asiento y corría al baño.

Maximiliano lavó la loza y limpio la mesa, para luego tomar su mochila y colgarla en su espalda junto a la de Renato, mientras lo veía salir del baño ya listo. Ambos salieron del apartamento y fueron al estacionamiento para ir a dejar a Renato a su nuevo instituto. Renato sintió dolor de estómago cuando llegaron al lugar y vio a chicos de su edad ir con el mismo uniforme, se atemorizó al tomar su mochila.

— ¿No quieres que te acompañe a la entrada?—consultó Maximiliano al ver la reacción de su primo.

—No soy un niño de guardería, puedo entrar solo—comentó con una sonrisa, acomodando su mochila en la espalda para salir del auto—Nos vemos en casa.

—Aceptar y reconocer tus temores no te matará—le reclamó Maximiliano al verla salir escuchando el portazo—Buena suerte Renato, espero que no temas por dejarlo salir—murmuró al verlo desaparecer en la entrada del colegio.

Renato suspiró y camino hacia su nuevo establecimiento, se despidió de su prima moviendo su mano en la entrada, confirmando que su primo se iba en el auto. Bufo, tratando de hacer desaparecer sus nervios y así evitar las ganas de salir corriendo. Agradeció no recordar las calles que había tomado su primo para traerlo hasta aquí, porque así no tendría más remedio que quedarse en el instituto hasta la hora de salida. Sacó su carnet escolar de su bolsillo y lo presentó en la entrada, al menos el sistema de entrada era similar al que recordaba antes de volver a estar hospitalizado y no tener más opciones que hacer exámenes libres para no atrasarse.

—Ricardo, llegó el chico que pertenece a tu salón—anunció la portera con una sonrisa amable—Bienvenido querido.

Renato sonrió nervioso ante el gesto de la señora, observo al tal Ricardo, viendo que se despedía de una chica pelinegra parecida a él y más baja en estatura, antes de girarse y mirarlo con una sonrisa. Ricardo se acercó a Renato, tendiendo el brazo para darle un apretón de manos, le gustaron sus ojos y su sonrisa, el chico parecía ansioso.

—Bienvenido a nuestro colegio Renato, es un bonito nombre—elogio Ricardo, viendo que el menor le dedicaba una mirada confundida—Por favor sígueme.

Renato le siguió, mirando los pasillos con curiosidad, rápidamente se dio cuenta de que el edificio de la derecha era para los niños de primaria, mientras que el de la izquierda era el de la secundaria, subió al tercer piso, sintiéndose un poco intimidado al entrar al salón ¿Por qué no había huido en cuando tuvo la oportunidad? Se asustó cuando Ricardo silbó para llamar la atención de los presentes a su persona.

—Chicos, él es Renato Aihara, nuestro nuevo compañero de salón—presentó Ricardo a sus compañeros con una sonrisa optimista.

Renato se sintió incómodo cuando las chicas le miraron con atención, mientras que los chicos con algo de celo y desagrado. Ricardo lo guio a su asiento al ver que sus compañeros volvían a lo suyo. Renato sonrió le gustaba estar sentado en un lugar donde podía ver por la ventana en cualquier momento. Su primer día hasta este punto no iba tan mal como pensó que sería.

Ricardo se sentó al lado de Renato, mirándole de reojo de manera preocupada. Renato era el único chico nuevo en su salón, luego de largo tres años y para colmo sus compañeros no le habían dado la mejor bienvenida. Renato parecía un chico reservado y tímido, porque no había pronunciado palabra desde que lo guio al salón. Sonrió al ver que Camilo se volteaba para hablarle a Renato.

—Renato ¿Te comieron la lengua los ratones?—preguntó Camilo, observando que Renato le miraba nervioso—No tienes que tener miedo, aquí, nadie muerde solo ladran. Dime Renato ¿Practicas algún deporte?

—Sí, defensa personal. Soy cinturón negro en Taekwondo—anunció, ganándose la atención de todos sus compañeros, quienes se giraron a mirarle, haciendo que se sintiera incómodo.

— ¿Tú eres el niño del cinturón negro? Leí un artículo de ti en la página de nuestro colegio, te llaman Oso mayor Aihara—pronunció uno de sus compañeros sorprendido—Por cierto, me llamo Gabriel.

Renato le miró atento por unos segundos el chico le pareció conocido, pero al escuchar el sobrenombre que tanto odiaba solo mordió su labio, si su hermano menor Felipe no lo hubiera gritado en un torneo a todo pulmón, en el periódico nacional hubiera aparecido su nombre real en el encabezado en vez de ese sobrenombre. ¿Por qué tuvieron que poner eso los del periódico?

—Sí, soy yo, un gusto conocerte Gabriel—confirmó con una sonrisa forzada.

—No pensé que eras tú, supe que te habías inscrito a exámenes libres y te habías mudado a otra ciudad—comentó Gabriel lo que había leído del artículo.

—Sí, eso hice, pero ya quería volver nuevamente —mintió Renato. Lo que decía Gabriel era la mentira que su padre había inventado para no decir que estaba en un hospital psiquiátrico, aunque no todo había sido mentira.

—Entonces, me aseguraré de que pases unos buenos años en este colegio—prometió Camilo con una sonrisa.

Renato se alivió al sentirse un poco más cómodo al escuchar aquello, sus compañeros de curso habían cambiado su mirada a una de admiración y las niñas le miraban más intensamente, todo ello le hizo sonrojar un poco. Parece que su segundo día en su nueva ciudad no iba a ser malo. El timbre sonó anunciando que la jornada había comenzado y sonrió al ver al profesor, pero su sonrisa se borró por completo al ver al ayudante del profesor.

¿Qué hacía Cristóbal trabajando ahora en un colegio? Bufo, se había ilusionado demasiado rápido, ahora realmente iba a morir en el intento de sobrevivir a su primer día de escuela.

Notas finales:

Gracias a todos por su apoyo y llegar hasta aqui. Nos vemos en la siguiente pubicación


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