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Alberto por OnwardLostDream

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Las estrellas son solo estrellas

Las palabras se repetían y sentía las nuevas emociones y la nueva fatiga, finalmente abrió los ojos y se levantó. La luz naranja llenaba el cuarto y el sol estaba medio oculto bajo el mar tranquilo. Alberto no se movió, se quedó algo aturdido con la vista fija en el mar.

—¿Eh?— Dijo suavemente.

Escucho a alguien reír con una risa que reconocía bien.

—Pensé qué dormirás como diez años—

Alberto se giro despacio. Giulia lo observaba desde el marco de la puerta, sonreía ampliamente.

Fueron solo unos segundos de contemplar a su amiga, el cabello le colgaba debajo de los hombros y quizás era un poco más alta, no supo decirlo bien. Entonces la conciencia de Alberto por fin volvió.

—¡Luca!— Grito Alberto, salto, pero las mantas se le enredaron y callo de cara al suelo. Se incorporo buscando de un lado a otro con los ojos bien abiertos y salió con prisa de el cuarto sin mirar a Giulia.

 —No está aquí— Dijo Giulia en voz alta.

Alberto se detuvo en medio del pasillo. El corazón casi se le salía del pecho y el temor de no verlo lo a bordo de inmediatos, pero Giulia disipo ese temor rápido.

—Él y sus padres fueron con su tío Hugo, volverán en la noche—

—¿Qué?— No entendía porque no había llegado a verlo ¿De verdad esperaba que acudiera? —¿Por qué el no vino a verme?—

Giulia sonrió. Alberto se encogió de hombros y metió las manos en los bolsillos ¿que era tan gracioso? Había sido un año ¿no deseaba verlo tanto como él?

—Estuvo aquí por la mañana— dijo Giulia — Pero estabas dormido, papá me dijo que has estado sobrepasándote con el trabajo y Luca pensó que era mejor dejarte dormir—

—¡Eso es ridículo!— Replicó Alberto con molestia.

Giulia contenía las ganas de soltar una buena carcajada. Se aproximó despacio y se detuvo al costado de él y susurró —Luca dijo que volvería esta noche y que te estaría esperando en el puerto, solo a ti— Continúo caminando casi dando saltitos de alegría.

Sin saber que decir o pensar Alberto se dirigió al puerto. Aun faltaban unas horas para que la noche calleara, pero la ansiedad de permanecer en casa lo volvería loco.

Caminó sumido en sus reflexiones, mientras la brisa le acariciaba el rostro. Los callejones empedrados de Portorosso estaban insulsamente vacíos, siempre andaba una o dos personas deambulando por ahí, pero está vez sentía que el mundo quería que se sintiera solo.

Alzo la vista, por encima de las altas y delgadas casas vio como el cielo ya era de dos colores: un rosa y morado pálidos. La noche se acercaba y la ansiedad presionaba más su pecho. Se mordió los labios y aceleró el paso al puerto o terminaría metiéndose en una pelea con el primer desafortunado que se cruzará en su paso.

Dio un gran bostezo, separó los brazos, abrió los ojos y miro como lo último del sol despareció en el mar. Escucho al sonido pacifico de las olas y el viento silbando. Le había costado horrores tranquilizarse así que pasó todo el tiempo esperando sentado en el muelle. Alberto observo a un costado, ahí estaba el lugar donde le había enseñado a Luca como caminar. Luego miro hacia arriba, el cielo oscuro lleno de puntos brillantes, de anchoas. Sonrió para si mismo recordando los días en la isla, las noches con Luca viendo las anchoas. Deseaba que las cosas fuesen así de simples otra vez, solo él y Luca.

—¿Ahí lugar para uno más?—

Algo dentro de Alberto se sacudió, no había escuchado cuando se acercó. Conocía esa voz mejor que nadie, los recuerdos de hace un año se desbordaban en su cabeza. Sentía otra vez la presión en el pecho, pero no eran igual, era cálida, reconfortante y lo hacía sentir feliz.

El peso es un sus hombros se levantó, se aferró con los dedos al muelle, se sentía tan ligero y pensó que si no lo hacía se iría volando con el viento. La sonrisa se dibujo en su rostro cuando vio el reflejo distorsionado de quién estaba detrás de el.

Dio un salto y atrapó a Luca entre sus brazos, lo estrecho tanto como le fue posible. El calor y el olor de Luca lo invadió, un aroma un tanto diferente al que recordaba. Enterró la cabeza en el cabello de su amigo. Por fin podía respirar bien otra vez.

—Siempre lo hay para ti— Respondió Alberto.

Luca reía y eso era lo más hermoso para Alberto en ese momento. Se estrecharon fuerte el uno al otro, fue solo un año, pero habían parecido diez para ambos y de alguna manera ahora se volvía algo lejano.

Por fin Alberto lo dejo ir y permanecieron muy cerca mirando lo que ese año había hecho con los dos.

El paso del tiempo dejo huellas en Luca, el rojo más vivo en las mejillas y algo más alto, pero prácticamente seguía siendo el mismo. El mismo pelo delicado y ondulado. Vestía diferente, ahora llevaba zapatos y un conjunto de ropa muy parecido al que Giulia llevaba cuando subieron al tren.

—Estas más alto— Dijo Luca

Alberto sonrió con orgullo inflando el pecho —Si— Respondió. En verdad era más alto y un tanto más corpulento, aún que su cabello seguía igual de enredado y la ropa que vestía era la misma.

Se sentaron en la orilla del muelle viendo el largo camino de luz que la luna dibujaba en la superficie del mar.

Alberto se recostó con la cabeza sobre los brazos cruzados, observo el cielo y se sintió tonto por todos esos pensamientos que había tenido, con Luca a su lado volvía a sentirse completo.

—Fue un año bastante largo— Dijo Albert en tono bajo.

—Si— Asintió Luca — Fue difícil—

—Pero ahora estás aquí y eso todo lo que importa— agrego Alberto, no quería que el ambiente se estropeará —Encontré unos lugares increíbles que quiero mostrarte—

—Yo también tengo tanto que quiero contarte— Luca Sonrió —El mundo es increíble, tiene tantas cosas emocionantes—

Alberto sintió algo extraño, no parecía importante saber acerca del mundo en ese momento, cada vez que hablaba de algo que no entendía en las cartas era irritante. Escucharlo venir desde Luca lo hacia lucir como alguien que no conocía, un extraño.

—Suena maravilloso—Dijo Alberto —que tal si solo observamos las anchoas y nos relajamos—

—¿Anchoas?— Repito Luca, luego miro el cielo— Ah, te refieres a las estrellas, te equivocas esas no son anchoas. Las he observado bastante con el telescopio—

Alberto se irguió —Yo no me equi…— guardo silencio, la última vez que discutieron por eso las cosas fueron empeorando entre los dos —Si, las estrellas, lo sé. Solo bromeaba— Dijo sonriendo vagamente — Volvamos a casa y comamos algo delicioso—

Alberto extendió la mano y ayudo a ponerse a Luca en pie. Caminaron de regreso a casa. Alberto miro hacia el cielo, de pronto las estrellas ya no se veían tan brillantes para el.

Durante todo el camino de regreso Alberto sostuvo a Luca de la mano, algo dentro de el seguía teniendo que se fuese en cualquier momento.

 

 


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