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Sol y arena. por RLangdon

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Mirando por la ventana circular, Gaara se entretuvo durante varios minutos, observando la tormenta de arena. Vio espirales doradas formándose en el aire y desvaneciendose en indefinidos y densos patrones de granulitos. La arena serpenteaba como si tuviera vida propia, era el mismo espectáculo que se suscitaba noche tras noche en el desierto de Sunagakure. Una tempestad que podía durar minutos o tal vez horas. El clima siempre era inestable en ese lugar. Para Sabaku no Gaara era como admirar sus emociones condensandose con la arena, fluyendo en un torrente de irregularidades.
 
Engaños, la pantomima de su vida pasada y presente, recreada mediante aquellos vórtices que obligaban a los aldeanos a encerrarse en la seguridad de sus hogares hasta el amanecer. La noche traía consigo la tempestad, y por la mañana volvía la calma y la monotonía.
 
Cerrando pesadamente los parpados, Gaara se permitió cavilar unos instantes. Usualmente se permitía relajarse en las madrugadas, puesto que casi nunca dormía. No lo necesitaba. Su cuerpo se había adaptado a la vigilia constante con el paso de los años. Y a pesar de ya no poseer al Shikaku, le era imposible reconciliar el sueño como haría cualquier civil o Shinobi. Generalmente su organismo se hallaba en estado de alerta, y a la espera de cualquier desperfecto en las inmediaciones de la aldea.
 
Siendo el actual Kazekage, Gaara no se confiaba al grado de bajar completamente la guardia ni por un instante. Era su responsabilidad velar por la seguridad de los aldeanos, había elegido ese camino para redimirse y hacer aquello que Naruto Uzumaki le había enseñado hace más de tres años...
 
Proteger al prógimo
 
Cuando Gaara abrió los ojos, lo primero que visualizó fue el retrato sobre el escritorio, aquel que enmarcaba la única imagen de su difunto tío. Lo tomó y casi de inmediato, su mente se remontó a aquella época, cuando era apenas un crío inocente y sin conocimientos del mundo que lo albergaba. Cuando la palabra soledad representaba tan solo una esquirla en el mar de problemas que se presentarían más adelante...
 
"Yashamaru ¿qué es el dolor?" Se encontró preguntando esa vez en que su tío lo había descubierto tratando de infringirse una herida, todo en vano, la arena siempre interfería a modo de escudo, impidiéndole ejecutar el minimo daño a su piel.
 
-Uhm, ¿cómo puedo decírtelo?- Yashamaru se golpeó ligeramente la barbilla en actitud pensativa. -Es muy difícil o tal vez quiero decir molesto, es como cuando algo se atora o se corta, es un sentimiento difícil de llevar, cuando estás herido no te sientes normal…creo que no estoy explicándome muy bien…básicamente es una situación que quieres evitar como sea posible.
 
En aquella ocasión, Gaara no había estado muy seguro de haberlo entendido. Le era complicado determinar si el dolor era bueno o malo, si servía o en cambio no tenía sentido.
 
-Yashamaru ¿también tú me odias como los otros?
 
Otra de sus dudas perpetuas radicaba en el odio de su padre, de los aldeanos. Todos le temían, todos le odiaban y lo miraban con...esos ojos.
 
Ojos de incomprensión, de odio. Ojos que repudiaban su existencia y anhelaban su muerte con tan solo una mirada despectiva. Gaara lo sentía, más no lo entendía del todo. No podía comprender por qué las cosas tenían que ser así, por qué alguien estaba destinado a vivir en la soledad y el desprecio eterno. ¿Qué sentido tenía?
 
Por toda respuesta, Yashamaru sonrió. Lo hizo a pesar de haberse cortado en el dedo y estar sangrando. Sonrió pese a que no lo sentía en ese momento. Gaara parpadeó visiblemente confundido.
 
-Todos van por la vida hiriendo a los demás y siendo heridos- respondió Yashamaru al tiempo que revolvía el cabello rojizo de su sobrino. - Pero no es fácil para nosotros odiar a los demás.
 
Una tenue sonrisa se dibujó en los rigidos labios del menor.
 
-Gracias- suspiró. -Eso ayudó, creo que ya comprendí lo que es el dolor, y creo que también me han herido… igual que a los demás, siempre siento el dolor…sé que no estoy sangrando pero me duele mucho aquí- llevo su mano al pecho y aferró la tela de la camisa con fuerza.
 
Pensativo, Yashamaru alzó el indice, evidenciando el diminuto rastro de sangre que se deslizaba por la herida.
 
-Hiere tu cuerpo y la sangre correrá rápidamente, seguida por el dolor, pero mientras pasa el tiempo, el dolor se termina. Con la ayuda de la medicina puede sanar aun más rápido, pero es más peligrosa una herida en el corazón porque nada tarda más en sanar.
 
-¿Una herida en el corazón?- cuestionó Gaara con expectativa, a lo que Yashamaru se esforzó por aclarar.
 
-Las heridas del corazón son un poco diferentes a las heridas de la carne, a diferencia de una herida en el cuerpo, no hay medicina para una herida en el corazón, y en ocasiones nunca sanan…pero no te preocupes, sí hay algo que cura un corazón roto…pero es un remedio un poco complicado- se rascó la mejilla ante la mirada escrutadora del menor. -Sólo puede ser administrado por otra persona.
 
-Entonces ¿qué se supone que debo hacer?
 
-Sólo hay una cosa que puede sanar el corazón, sólo una…es amor Gaara.
 
-¿El amor?- Gaara se mostró incrédulo y consternado. -Pero cómo puedo deshacerme de él, ¿qué debo hacer para deshacerme de este dolor?
 
-¿No lo sabes Gaara?- el aludido negó con la cabeza. - Es algo que ya se te ha dado…el amor es el deseo del corazón de servir a quien nos es querido y cuidar de él como mi hermana lo hizo contigo.
 
Años atras Gaara no lo había entendido. No había experimentado ese dejo sanador que el amor esparcía. No lo sintió realmente hasta que lo conoció a él, no fue sino hasta que vio en los ojos de Naruto su propio dolor y desdicha. Él había sufrido la soledad y el desprecio de ser diferente al resto, gracias a él dejó de ser tan antipático y comprendió que su existencia no se centraba en arrebatar vidas ajenas.
 
Gaara solía odiar al mundo, y a su gente. Odiaba a sus semejantes porque no comprendían lo que era el auténtico dolor. Quería destruirlos...destruirlos con sus propias manos, exterminarlos para hacer valer su existencia.
 
Y por años así lo hizo...
 
Naruto le enseñó el valor de la amistad. Él lo detuvo, y aunque era su enemigo en aquel tiempo, lloró por él. Lo hirió y aun así Naruto lo llamó amigo.
 
Solo él lo había salvado de la oscuridad. Bastaron unas palabras, unas cuantas lágrimas para que Gaara se replanteara la razón de su existencia. Y ahora creía comprenderlo.
 
-¿Gaara?- al oír la voz de Temari, Gaara dejó el retrato sobre el escritorio. Segundos después la rubia entró en el despacho y lo miró inquisitivamente. 
 
De manera irónica, solo sus hermanos no le temían. Ellos habían dejado de temerle y creyeron en él. Los aldeanos sin embargo aun lo aborrecían por sus crímenes pasados, dudaban de sus intenciones, e incluso se habían suscitado altercados que pretendían atentar nuevamente contra su vida.
 
Para Gaara era extremadamente doloroso ver que su aldea lo aborrecía y desconfiaba constantemente de sus actos, pero solo le restaba esforzarse para ser aceptado, de otra forma no podría protegerlos, y entonces su existencia no tendría sentido.
 
-Es el reporte de las últimas misiones- informó Temari con un sonoro suspiro. Gaara asintió de manera automata, y ella comprendió de inmediato lo que su hermano quería escuchar. -Estará aqui para el atardecer, quizá llegue algo cansado...
 
Gaara le devolvió la mirada, inexpresivo ante la indirecta.
 
-Acondiciona mi recamara- repuso con seriedad. Temari sonrió de medio lado, pero su gesto se desvaneció enseguida al notar el estado tan meditabundo de Gaara. Usualmente el pelirrojo se mostraba ligeramente ansioso cuando Naruto se presentaba a la aldea, pero en esta ocasión los motivos eran más delicados. Y Temari estaba consciente de lo complicado que sería para su hermano tomar su papel como Kazekage. Después de todo, corría el riesgo de que una sólida amistad se rompiera. Si había alguien a quien Gaara quería, ese era Naruto. Lo tenía en tan alta estima que, Temari estaba segura de que haría cualquier cosa por protegerlo, aun si con ello debía romper su amistad con él.
 
-Le diré a Kankuro que esté al pendiente- masculló antes de salir de la oficina. Gaara tuvo la certeza de que pronto experimentaría el dolor más fuerte de todos, y esta vez...no habría forma de sanarlo.
 

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