Tímido búscame, te invito una copa en el mar
Ya era mitad del verano y aunque en un principio se divirtió mucho coqueteando por toda la playa, tanto con chicas como con chicos, se empezaba a aburrir. Aquel día en particular no lograba encontrar a nadie interesante para ligar o eso creyó, hasta que los ojos más azules y brillantes que había visto lo lograron flechar.
Unos brillantes y al mismo tiempo fríos ojos azules, se fijaron en él y aunque sonrió con la mejor sonrisa de su repertorio de conquista lo que recibió por parte del portador de los bellos ojos fue una clara mueca de fastidio.
Parpadeo un par de veces, no muy seguro de la reacción del chico y atribuyendo su alucinación al calor, rápidamente se separó de sus amigos y se fue a conseguir unas bebidas.
Con unas piñas coladas bien frías, se encamino justo en la dirección en la que su nueva conquista lo aguardaba y sin pensarlo mucho se sentó a su lado ofreciendo la bebida con su sonrisa más sexy.
Sin embargo, la reacción que recibió fue exactamente la misma, una mirada de fastidio seguida de un —¿Quién eres?
—El amor de tu vida.
—A ya— fue lo único que le dijo el pelinegro, mirándolo con acritud. Para después levantarse e irse sin mirar atrás en ningún momento.
Y así se quedó con dos piñas coladas en sus manos y con cara de tonto, viendo como en la lejanía sus amigos se reían del desaire que le había hecho aquel chico.
Miro a sus amigos con dagas en los ojos y estos, contario a captar el mensaje y alejarse, corrieron en su dirección e intentaron consolarlo con claras intenciones de burlas.
—Ya dejen de molestar, claramente es un chico muy tímido.
—Sí, se nota que es muy introvertido—dijo su amigo Shikamaru mientras le quitaba de la mano una de las piñas coladas, para beberla él.
—Si…si… concuerdo—soltó su otro amigo Sai mientras le quitaba la otra bebida y sus demás amigos lo veían divertidos al ver que en verdad creía en sus palabras.
Tímido atrévete, a qué hora podemos quedar
La fortuna le sonreía, aquella mañana cuando el atractivo, pero tímido chico de ojos azules, huyo de su cautivadora presencia. No pensó que se volverían a encontrar tan pronto, sin embargo, los dioses se apiadaron de él y aquel mismo joven se encontraba no muy lejos bailando con su grupo de amigos.
Cada movimiento de baile que este realizaba solo lo hechizaba más y más, le era evidente que aquel joven lo llamaba con su danza, así que decidido a no seguir privando de su presencia al tímido chico. Le entrego su coctel a Sai y se acercó lentamente siguiendo el compás de la música.
Cuando este se percató de su presencia, en esta ocasión en vez de hacer un gesto de fastidio solo frunció el ceño levemente, lo ignoro y siguió bailando con sus amigos.
No obstante, en algún punto de la noche el tímido chico decidió darle una oportunidad y comenzó a bailar con él, tocando juntos la oscuridad, hasta que pararon para descansar un poco.
—Así que… amor de mi vida. ¿Quién eres?
Sonrió y dijo—te digo, si me dices tú primero tu nombre.
El tímido chico hizo como que lo pensaba durante unos minutos antes de decir—Namikaze Menma.
—Menma… tienes un nombre muy delicioso—soltó con una mirada seductora.
Recibiendo como respuesta algo entre una mueca y una risa por parte del pelinegro, quien dijo—Y bien… cuál es tu nombre.
—Uchiha Sasuke.
—Sasuke eh… dime, esos trucos de seducción baratos, te sirven con todas tus conquistas o solo con algunos incautos.
—¿Qué?
Menma vio curioso la cara de desconcierto que hizo por su pregunta y dijo—Olvídalo, tal vez nos encontremos en otra ocasión y se marchó, dejándolo momentáneamente confundido. Antes de que se levantara, para seguirlo.
Y solo lo alcanzo cuando este bajaba por unas escaleras que daban a la playa.
—No recuerdo haberte invitado a seguirme— soltó Menma mientras caminaban por la playa bajo la luz de la luna.
—¿A qué te referías con eso de trucos baratos?
—Dije que lo olvidaras.
—Creía que estábamos coqueteando mutuamente.
Y ahora fue Menma el que se quedó con cara de confusión.
—Para nada, tu eres el único aquí que ha estado coqueteando.
—¿No te gusto? —cuestiono aun confundido.
—No— respondió secamente Menma.
—Entonces… ¿por qué me veías en la playa?
—No te veía, nuestras miradas solo se encontraron por casualidad.
—Seguro.
—Si.
—Y si hago esto—pronuncio y con un rápido movimiento atrajo a Menma y unió sus labios.
Causando que el otro pelinegro se quedara como estatua de sal, unos segundos antes de romper el fatal beso y darle un gancho directo en la barbilla.