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Seducción Indirecta por mfernandasadiklover

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Harry jamás le contaría a alguien sobre esto, incluso si lo torturaban nunca lo diría y estaba seguro de que Malfoy también prefería que quedará en el olvido.

Con ternura cubrió el cuerpo recién bañado del Slytherin, aún podía sentir su cálida y suave piel bajo sus dedos, la forma en que el hombre rubio se había entregado sin resistencia al cuidado del salvador del mundo mágico, le dejaba hambriento por más.

Se sentía... como si fuera útil nuevamente.

Dando un suspiro cansado usó magia para secar el cuerpo húmedo de su amigo, si es que podía llamarlo así. Jamás había hecho algo tan íntimo como lo era bañar y conocer partes secretas de otro hombre.

Incluso bajo la tenue luz de las velas que iluminaron el inmenso baño de la mansión, pudo distinguir con claridad las marcas que había dejado en el delgado pecho. Las cicatrices ligeramente enrojecidas destacaban en la piel crema de Malfoy, se le revolvió el estómago al pensar que era hermoso, era algo tan diferente a lo que acostumbraba a observar en el cuerpo de su esposa, tan pálido y tan rosa.

Movió rápidamente la cabeza para dispersar ese tipo de pensamientos. Buscó ropa en uno de los gigantes armarios para ayudar a vestirlo, el pequeño bebé dormía arropado en la cuna al lado de la cama.

El Gryffindor tuvo un montón de problemas para dormir al bebé que estaba en un estado francamente alarmante, la cara enrojecida por el llanto e igual de frío que el hurón, seguramente tampoco había comido ni dormido nada. Su corazón se tambaleó al reflexionar en cómo perdió a su madre apenas de haber nacido.

Escuchó un suave sollozo, se apuró a llegar con Malfoy que solo había reaccionado para llorar. Encontró un delgado pijama de color verde esmeralda y aunque esperó que el Slytherin se moviera para vestirse, este ni siquiera lo miró.

Harry tomó la toalla que rodeaba el cuerpo del chico pálido y dio un tembloroso suspiro, estaba nervioso, pero la preocupación era suficiente como para olvidar todo lo demás.

Abotonó la seda y ahogó un gemido cuando miró hacia esa zona que no debía mirar, incluso es blanco en esa parte pensó avergonzado. Levantando la vista se concentró en los bonitos detalles del pijama, no fue la mejor idea.

Podía notar como las protuberancias redondas del pecho de Malfoy se marcaban a través de la fina tela. Pezones que se notaban perfectamente dejando saber dos cosas, ese chico usaba ropa muy delgada y tenía unos botones muy gorditos.

Se mordió el interior de la mejilla, no debía tener esos tipos de pensamientos.

Puso un hechizo para calentar la habitación y culpó al frío de lo sensible que se había puesto su propia piel contra la ropa. No tuvo valor para ponerle los pantalones, así que cubrió a Malfoy con cálidas mantas antes de bajar y preparar algo para que padre e hijo comieran.

Necesitaba que el Slytherin le dijera con más exactitud que pasaba. Buscó en la cocina, era increíblemente grande ¿por qué no había nadie en ellas? Tampoco en la casa, todo era tan extraño.

No había cosas para comer, inesperadamente estaba todo casi vacío, los estantes se observaban incluso más grandes por lo mismo, miró las bolsas de leche y reconoció que era las que daban en San Mungo, estaban abiertas al lado de biberones a medio terminar.

       —Él no quiso comer nada. —Se sobresaltó al escuchar la temblorosa voz de Malfoy a sus espaldas—. Ella murió Potter, simplemente no resistió. —Harry lo miró con tristeza y se acercó lentamente, se fijó que estaba descalzo y seguramente el piso era demasiado frío para exponer esa piel tan delicada.

Se acercó a Harry con pasos temblorosos, sus piernas largas y carnosas cerca de sus muslos distrajeron al Gryffindor lo suficiente como para sobresaltarse cuando la cabeza del chico triste se apoyó contra su pecho, Malfoy lo estaba abrazando.

El pelinegro lo rodeó devolviendo el abrazo fuertemente, quería llevarlo a la habitación donde estaba el pequeño bebé, así que los brazos del chico rubio le rodearon el cuello y permitió que el brazo de Potter pasará por detrás de sus rodillas para cargarlo.

De esta manera el león se aseguraba que los pies del hurón no tocaran el piso, con un brazo rodeando la espalda y el otro puesto en la flexión de las rodillas comenzó a subir la escalera para llevarlo a su cálida cama. Volvió a recostar a Draco y limpió las lágrimas con su pulgar.

       —Tranquilo, tal vez no sea un consuelo que yo esté aquí, pero haré lo que sea para que el bebé y tú estés bien —confesó con calma, Malfoy le dio una mirada triste.

Harry escuchó con atención cada palabra que pronunció con voz ahogada.

Retuvo el aliento y sujetó las manos del Slytherin que temblaban, quería transmitirle confianza y tal vez cariño. Al parecer, Astoria, había muerto debido a una maldición de sangre que la debilitó demasiado después del nacimiento de su hijo.

Seguidamente de eso todo se vino abajo, todos los sirvientes de la mansión se negaron a trabajar directamente para Malfoy el mortífago y se marcharon luego de la muerte de la señora.

Nadie quiso venderle nada a él, su esposa era la encargada de las compras y de toda la gestión de la mansión.

El hombre rubio no podía usar magia ni siquiera para calentar las habitaciones del frío y tampoco salir a la calle sin ser insultado. Potter entendió que Draco rechazó su invitación solo porque no quería que notara como el mundo lo rechazaba.

El chico de oro sintió que la tristeza lo consumía, había pensado que la joven esposa era un estorbo cuando ella era la que realmente protegía a Malfoy.

Harry le dio un largo abrazo y se marchó, tenía un montón de cosas por comprar, lo dejó arropado en la cama y salió de la habitación. Debía hacerlo antes de que anocheciera.

       —¡Espera, Potter! —Harry se giró a mirarlo, y negó con la cabeza al observar que Malfoy lo había seguido con los pies descalzos.

       —Si sigues saliendo de la cama voy a amarrarte a ella. —Malfoy dio una pequeña sonrisa, de esas que das cuando te cansas de llorar y le tendió una bolsa llena de galeones. Lo miró interrogante al notar que el chico de ojos verdes no se había movido para tomarla.

       —Podré querer muchas cosas en esta vida, pero no soy tu obra de caridad, Potter. —Harry tensó la mandíbula, se sintió disgustado por el tono orgulloso.

       —No te vi detenerme cuando te dije que haría las compras —reclamó Harry, Draco se acercó y apoyó su rubia cabeza contra el cuello del Gryffindor.

       —Quiero que seas amable conmigo, no que actúes cómo si estuvieras salvándome. —El hurón le dejó la bolsa de dinero en las manos testarudamente.

Y no se retiró de donde estaba, Harry se sintió tentado a rodearlo con los brazos y apretarlo contra su cuerpo para que entendiera que realmente lo quería, de una forma peculiar sentía cariño hacia él.

El hombre rubio se alejó rápidamente al escuchar el llanto del bebé, así que lo observó marcharse por el pasillo para calmar a su pequeño.

       —¡Ponte algo en los pies Malfoy, si te enfermas no voy a cuidar de ti! —gritó Harry antes de que la cabeza rubia se perdiera de vista, sonriendo salió de la mansión, era un alivio que el hurón no se hubiera perdido en la tristeza.

***

La semana que siguió fue indiscutiblemente cansada. Jamás le gustarían las mentiras, pero eran inmensamente útiles para disipar las dudas de todos al descubrir que desaparecía repentinamente.

Es que estar con Malfoy era absorbente, el mago de sangre pura, no sabía ni siquiera preparar un huevo, lo único en lo que era bueno era en fabricar pociones pensó preocupado.

Harry lo había sorprendido encerrado en una habitación oscura y de aspecto dudoso dos días seguidos y cuando preguntaba que estaba preparando, decía levemente que era algo que ayudaría al bebé Scorpius.

Potter se negaba a creer que era una poción para dormir para siempre. Era pasado el mediodía, le mencionó a su secretaria que iría a almorzar fuera del ministerio y en realidad se había aparecido en la mansión Malfoy.

Entró en silencio e hizo una nota mental para comenzar a lanzar hechizos protectores. El chico rubio estaba en la cocina, tenía libros abiertos en la mesa y los observaba con mucha atención, Harry podía saberlo porque ni siquiera había notado su presencia.

No quería hacerlo, pero realmente no pudo evitarlo, sus ojos recorrieron la espalda ligeramente cubierta por una camisa blanca, estaba usando unos pantalones que se ajustaban en las exquisitas curvas de su trasero, avergonzado tragó saliva ante el escaneo que acababa de realizar.

Así que carraspeo para que el otro se diera cuenta de su presencia, Malfoy se giró y ni se asustó con la repentina visita del león.

       —Potter llegas tarde —dijo y se acomodó el cabello en una trenza que cayó sobre su delgado hombro.

Harry le sonrió con pesar, el chico rubio podía actuar como siempre, aun así, el Gryffindor sabía que no estaba bien, las oscuras ojeras y la piel mortalmente pálida le recordaron a un Malfoy pasado.

Dando un suspiro, se acercó a la mesa mirando curioso por saber qué era eso que la serpiente planeaba. Abrió los ojos tan grandes que le dolieron, miró a Malfoy y luego al libro, tragando saliva observó el pecho del chico coqueto.

       —Aunque busques pechos, aún no crecen, Potter, toma su tiempo que la poción haga efecto. —Malfoy le dirigió una mirada cansada pero divertida.

       —Scorpius no quiere beber leche de ningún tipo y me preocupa que se enferme. —luego de dejar escapar un suspiró agotado, añadió—: Tuve que casi llorar junto a él para lograr que comiera, Potter no sabía que intentar, por un momento pensé que si fuera mujer todo sería más fácil, así que aquí estoy, esperando que me crezcan pechos. —finalizó desdeñoso, alzando una ceja y haciendo una mueca con la nariz.

Harry desvió su vista hasta la pequeña cuna en la que arropado en mantas verdes el bebé dormía.

Eso fue muy lindo opinó nervioso.

       —Creo que es admirable que hagas esto por tu hijo, ahora me podrías dar algo de comer, me muero de hambre. —Astutamente, Harry cambió de tema al distinguir que Malfoy parecía avergonzado.

Harry Potter había cocinado desde su infancia, era bastante hábil por lo mismo, no obstante, Malfoy estaba a otro nivel. Es que no era posible que en tan poco tiempo aprendiera a cocinar tan sabrosamente.

       —Es porque soy bueno en pociones, la cocina es similar, soy extraordinario en muchas cosas —declaró satisfecho. Harry con la boca llena de comida lo miró sobre los lentes que se le habían caído hasta la nariz.

       —No eches a perder la comida con tu actitud tan presumida. —El hombre rubio dio una risa y en sus brazos el pequeño Scorpius gimoteo seguramente ansioso por comenzar a comer.

Harry miró asustado al hurón cuando lo escuchó gemir fuertemente, tragó rápidamente lo que tenía en su boca del susto.

       —¡Potter, sujeta al bebé! —Harry se levantó rápidamente de la silla al escuchar el grito y sostuvo al niño mientras observaba horrorizado como Malfoy siseaba de dolor, el pequeño en sus brazos pareció sentir la angustia de su padre porque inundó la enorme cocina con su llanto.

Harry no pudo despegar su mirada cuando el hombre rubio abrió la camisa húmeda y dejó a la vista lo colorado e hinchado que estaban esos pezones. Tal vez era por lo blanca que era la piel del Slytherin, pero esas cosas que tenía en el pecho parecían pequeñas cerezas.

       —La poción comenzó surtir efecto, no pensé que dolería, me tomó de sorpresa —aclaró. Harry dio un suspiro aliviado de que no fuera nada grave y aún más calmado de que la voz de Malfoy lo distrajera de sus raros pensamientos.

Tal vez le faltaba intimidad con su esposa porque estaba seguro de que entre amigos o dos hombres no era muy normal sentir leves punzadas de deseo al distinguir algo tan poco sensual como un pecho plano.

Terminó de almorzar sin despegar los ojos del pequeño Scorpius que succionaba hambriento el pecho de su padre, el propio Harry se sentía ansioso al mirarlo.

       —¿No llegarás tarde al trabajo? —preguntó Draco y curvo su ceja perfecta—. Por mí podrías quedarte todo el día, sin embargo, si no trabajas no podrás darle a Scorpius una buena imagen de padre trabajador.

Potter alzó la vista al escuchar su tono de voz, una tímida y bromista sonrisa se había alojado en el cansado rostro de su amigo.

Harry le sonrió con ternura, Malfoy podría estar en su peor momento, cansado mental y físicamente, preocupado y entristecido hasta los huesos, pero aun así se las arreglaba para poder poner una sonrisa en el rostro del salvador del mundo mágico.

***

Al visitar la mansión Malfoy todos los días no había notado que rápidamente pasó un mes.

Le enseñó a Draco todo lo que logró aprender en las clases de cómo ser padre de Hermione y cada vez se sorprendía más de lo cariñoso que era el hurón con su hijo. Eso lo hizo sentirse extremadamente culpable por descuidar a su familia.

Como era costumbre entró a la mansión para almorzar junto a ambas serpientes, había descubierto que, aunque Malfoy le dijo que no era necesario se ponía extremadamente feliz de tener a Harry cerca.

Es que Draco podría tener cara de piedra algunas veces, pero sus ojos brillantes al mirar a Harry lo ponían en evidencia, por esa mirada es que seguía escapando de sus responsabilidades. Lo sorprendió en el comedor acomodando dos puestos y supo de inmediato que Malfoy lo había estado esperando, aunque hiciera de todo por negarlo.

       —No es para ti, obviamente es para mi hijo, así que borra esa estúpida sonrisa de tu rostro —dijo al verlo llegar y Harry solo pudo sonreír más ampliamente y miró divertido a Malfoy.

Usando el tono de voz que sabía molestaba a la serpiente declaró burlonamente.

       —Obvio que es para Scorpius, porque ya sabes Malfoy, un bebé que solamente chupa pecho ya puede utilizar un cuchillo para cortar la leche. —Harry se sentó en su puesto y alejó los cuchillos de las manos de la serpiente, no se le vaya a ocurrir algo a la peligrosa cabeza rubia.

       —Si quieres comer, sírvete tú mismo —murmuró con las orejas completamente rojas. El hurón lo mando a servir la mesa.

Harry debía volver al trabajo, así que le dio un delicado beso a la suave cabecita de Scorpius y miró el ceño aún fruncido de Malfoy.

       —Oh vamos hurón, no te enojes conmigo, no te veré hasta mañana, ¿qué tal si me pasa algo? —Harry lo miró sonriente al observar que Malfoy comenzaba a estirar ese carnoso labio inferior ante el apodo tan degradante—. Nos conocemos desde los once años, no puede ser que te avergüences de mostrar tu cariño hacia mí. —El vengativo rubio le envió una mirada sorprendida.

       —¡Yo no te quiero ni un poco, Potter! —chilló avergonzado y levantándose con rapidez, caminó hasta dejar al bebé en su cuna y se volvió a mirar a Harry aun con las mejillas rojas—. ¡No te creas tanto! —el Gryffindor arrugó el entrecejo repentinamente molesto.

Aunque sabía que Malfoy no lo mencionaba en serio, le dejó una fea sensación el que negara con tanto fervor que Harry no era especial.

       —Bueno si es así, debería irme. —El pelinegro se dio la vuelta y avanzó varios pasos lejos del malhumorado hurón, esté lo sujetó del brazo.

Con curiosidad se giró, Malfoy no lo estaba mirando, pudo distinguir que parecía luchar consigo mismo. Draco no quería mostrar que Harry se había vuelto un ser esencial en su vida. Como la serpiente aún sujetaba su brazo, lo atrajo hasta que quedaron separados solos por unos cuantos centímetros.

       —Potter, yo... —titubeó al hablar cuando Harry acortó la distancia. Lo rodeó con sus brazos, el hurón se sentía tan delgado entre ellos.

La piel cálida y perfumada lo atrajo lo suficiente como para dejar un suave beso en la colorada oreja, avergonzado no solamente por haberle dado una caricia, sino porque la presión contra los pechos hizo gemir a Malfoy levemente.

La poción había hecho un desastre de sensibilidad en el pecho del chico, ahora Malfoy poseía unos pequeños bultos carnosos llenos de leche con sensibles pezones que Potter podía distinguir incluso con la ropa puesta.

Harry se negaba a fijarse demasiado en eso, pero recorrer el cuerpo de Malfoy era inevitable, más de una vez se había sorprendido mirando a Scorpius comer. No por la ternura que le provocaba el acto como cuando veía a Ginny sino por algo oscuro y repulsivo que el chico que vivió quería borrar de su mente.

       —¿Siempre eres tan cariñoso con tus amigos? —la voz ligeramente divertida lo hizo sonreír, no se apartó de Malfoy, sino que pego su frente contra la contraria y disfruto de mirar los ojos grises.

       —Solo con quienes son amigos especiales. —Fue la respuesta, sin embargo, era una ligera mentira, Harry jamás había besado tan íntimamente la oreja de un amigo.

Aún recordaba el cálido aliento de Malfoy chocar contra la piel de su rostro, la forma tan sutil en la que le acarició la espalda al chico rubio cuando se separó de él y la suavidad en la mirada del hurón como si no quisiera dejarlo ir.

Harry con pesar lo dejó ir y tuvo que volver a su ajetreada vida. Volvería mañana y le llevaría algo delicioso para que comiera.

***

La primera vez que noto algo raro en el chico, sucedió unas semanas después. Tenía al pequeño Scorpius en sus brazos y miraba a Draco corretear en su sala de pociones. El bebé hizo ruido seguramente hambriento, el propio Gryffindor estaba desesperado así que comprendió el sentimiento.

       —¡Vamos Malfoy, los hombres de la casa tienen hambre! —el Slytherin lo miró levantando una ceja retando a qué continuará, Harry guardó silencio al notar como el chico de linda nariz le sonreía.

       —¿Quieres que te dé pecho Potter? —dijo y su voz coqueta y burlona hizo que a Harry le ardieran las orejas. Malfoy estaba nuevamente mirando libros sin prestarle atención, y la hora que tenía para pasar con él y comer algo se iba rápidamente.

Avergonzado el león murmuró más para sí mismo que para su espinoso amigo.

       —Tus tetas son demasiado pequeñas, no tendrías demasiada leche para ambos. —Malfoy le mandó una mirada enojada por sobre su hombro.

       —¡Mis pechos son lo suficientemente apetitosos! ¡Por Merlín, mira lo que me haces decir estúpido Potter! —reclamó enojado. Por lo menos había logrado que sacara su bonita nariz de los libros

Luego de eso Harry comió hasta saciarse y el bebé también. Podía observar cómo la pequeña boca se apretaba contra la delicada carne, el Gryffindor tragó saliva y apartó la mirada avergonzada de su comportamiento.

El hurón se había desabrochado la bonita camisa de color negro que llevaba, el contraste con su cremosa piel dejó a Harry nervioso. Draco Malfoy era hermoso, ese día se despidió del chico rubio con un suave besito en la frente.

Era tan bonito cuando se quedaba con los ojos abiertos por la sorpresa.

***

Unos meses después nació su segundo hijo y el tiempo que Harry podía huir donde Malfoy se redujo bastante. Comenzó a usar la hora del almuerzo para visitar a Ginny y a su niño.

El león le regaló una lechuza cuando le contó que no podría ir tan seguido, Malfoy le dijo que no va a malgastar ni tiempo ni papel en hablarle, recibió una carta dos días después de eso y Potter se sintió increíblemente aliviado.

El tiempo se había hecho inmensamente largo sin hablar con el otro como tenía acostumbrado. Ahora lo único que podía obtener era una carta cada día, donde parecía oler el perfume de Malfoy impregnando el papel. Eso calmaba la ansiedad por verlo.

 

Al no tan querido

Harry Potter

el desgraciado que se hace rogar.

Quiero mencionarte que desde que no me visitas, estoy de mejor humor,

solo espero que la comadreja menor se sienta muy agradecida

con tu nefasta presencia.

Draco Malfoy


Harry dejó escapar una leve carcajada, casi podía escucharlo mascullar entre dientes. Tomando una pluma escribió apresuradamente mientras la lechuza comía las golosinas que le había dado.

Al querido hurón rubio que se hace llamar

Draco Malfoy.

Lamento que mi ausencia te cause buen humor,

preferiría tenerte escribiéndome cartas llenas de ruegos

por estar a mi lado nuevamente.

A escondidas le hablo a Albus de cierto hurón saltarín,

te extraño

Harry Potter


Firmando apresuradamente, amarró la nota a la lechuza que emitió un ruido conforme con lo que había comido y alzó vuelo de regreso con su dueño.

Harry llegó a casa tarde, pero no lo suficiente como para causar el disgusto de su pelirroja que hacía dormir al pequeño Albus en sus brazos.

Olvidó momentáneamente todo lo relacionado con Malfoy, este era el lugar en el que debía estar, Draco era su amigo, Ginny era su esposa y la madre de sus hijos. Le dio un beso en los labios y comenzó a preparar la mesa para cenar junto a su familia.

Por la noche Ginny le miró con ojos brillantes antes de acostarse, tocar a su esposa siempre fue algo mágico y lo seguía siendo.

Ella lo abrazó quedándose dormida por la actividad, cansado a punto de dormir le dedicó un breve pensamiento a Malfoy.

Él debía estar solo en ese momento, una mansión demasiado grande para vivir sin compañía, una mala sensación se instaló en el pecho de Harry, entendió que necesitaba ir y comprobar que todo estaba bien.

No lograba escaparse y comenzaba a desesperarse, su hurón no le había mandado ninguna carta en días y el fin de semana se acercaba, quitándole todo el tiempo que podía usar para ir a la mansión Malfoy. Lo extrañaba tanto y estaba tan preocupado.

       —Este es, tal vez, el décimo suspiro que das esta noche. —Ginny lo abrazó apoyando su cabeza pelirroja en su pecho, ambos niños dormían y Harry se había quedado perdido en sus pensamientos lo suficiente como para que ella lo notara.

       —Mi amor, sabes, últimamente me siento muy... atrapada en casa, mis amigos harán una pequeña fiesta este sábado. Sé que tú estás igual de cansado que yo... pero realmente necesito despejarme, ¿podrías cuidar de los niños? —Harry le sostuvo los hombros mirándola fijamente sus ojos verdes brillantes miraron a la avergonzada pelirroja.

       —¡Claro que sí! No deberías sentirte mal por pedirme un tiempo solo para ti, yo también debo hacerme responsable de mis hijos, ve y no te preocupes por nada. —Ciertamente, era honesto con lo que había dicho, sin embargo, era más feliz de lo que debería ante la noticia de dejar a su esposa sola en una fiesta.

Es que, si Ginny salía, él podría salir. Ella obtendría lo que quería y Harry igual.

 

Querido Malfoy

iré este sábado a visitar para que conozcas a mis hijos

Estoy seguro de que se llevarán maravillosamente con Scorpius,

tan bien como yo me llevo contigo.

Serpiente, si necesitas algo no dudes en mencionarlo, estaré ahí para ti,

por favor, manda una respuesta para que pueda dormir tranquilo,

Te extraño y me alegro mucho de poder estar a tu lado de nuevo.

Harry Potter


Envió la carta con rapidez para no arrepentirse por haberse puesto tan sentimental. Acomodándose los lentes sonrió ante la idea de la cara de Malfoy al leerla. Podría jurar que se pondría completamente enojado para ocultar su vergüenza. La respuesta llegó un poco antes de marcharse del ministerio ese mismo día.

No necesito nada

y no te molestes en venir,

no me apetece verte.

Draco Malfoy

Harry se dejó caer en la silla, estaba completamente desconcertado con el dolor en su pecho. Esto no era una broma, no había ni un indicio de que las palabras eran mentira. Se quitó los lentes y masajeó su nariz tratando de calmarse, respirando profundamente dio una mirada a la corta pero dolorosa carta.

¿Qué significa esto? Pensó confundido. Lo sabía, algo malo había pasado, tal vez Malfoy se debía haber cansado de esperar y ya no le apetecía estar a su lado nunca más. Dejó escapar un fuerte suspiro, el ligero aroma a manzanas inundó su olfato, llevó la carta hasta su nariz e inhaló profundamente.

El aroma le embriagó los sentidos y lo hizo relajarse a pesar de los angustiantes pensamientos que lo entristecieron. Malfoy, aunque no lo quisiera, lo necesitaba, Harry sabía que los alimentos y las mezclas para pociones estaban acabándose, se sintió culpable de utilizar la necesidad del hurón para obligarlo a algo que no quería.

Sin embargo, si con eso conseguía hablar con él, tal vez podría solucionar cualquier malentendido que hubiese, el Slytherin no podía echarlo de su vida por medio de una carta. No cuando Harry había mentido tanto para conservar su amistad, simplemente ya no se imaginaba el no estar junto al chico espinoso.

***

Tuvo que esperar dos agonizantes días antes de que Ginny bien temprano le diera un beso de despedida y se marchará con la promesa de volver por la mañana del día siguiente.

Voy a necesitar ayuda, pensó fastidiado.

El elfo Kreacher lo miró con los ojos desganados desde la sala de Grimmauld Place.

A Ginny no le gustaba como el anciano elfo la miraba y Harry no la culpaba, Kreacher era un viejo muy mañoso y estar con un Weasley no era su actividad favorita.

Pero el chico de oro, supuso que el trato sería diferente si trabajaba para un noble de sangre pura como Malfoy, le dio una suave orden y el elfo lo miró con los ojos brillantes al saber que serviría a un Black nuevamente.

Harry tomó los bolsos que había preparado con todo lo necesario para sus hijos y dando una suave plegaria a Merlín fue a la mansión esperando que Malfoy no le cerrara la puerta en la cara. Verlo nuevamente fue tan gratificante que casi se queda ahí clavado en la entrada. Se hubiera quedado de no ser que noto alarmado el semblante enfermo del chico.

       —¿¡Qué sucedió Malfoy!? —Potter olvido rápidamente cualquier miedo de no ser bienvenido, no cuando el chico rubio se observaba tan claramente enfermo.

Sus hijos en el carrito de dos pisos donde había acostado a ambos comenzaron a despertar con el grito exaltado de su padre. Malfoy acaricio su cabeza y su cabello comúnmente brillante y sedoso se advertía opaco y se le pegaba a su frente completamente húmeda y roja.

Draco se apartó de la puerta y se alejó caminando sumamente lento y con la espalda, que siempre mantenía erguida de forma hermosa ahora completamente doblada como si caminar le causara un gran dolor.

El chico de oro, empujó el coche de los bebés y entró en la mansión.

       —Te dije que no quería verte. —Harry extendió los biberones a los niños y estos dejaron de moverse inquietos.

       —¡Corta esa estupidez Malfoy! ¿¡Por qué estás así!? ¿Qué está mal? —Draco se alejó furioso con los ojos brillantes de lágrimas contenidas.

Su apariencia le recordó a Harry cuando lo observó en el baño, justo antes de que lo atacara con un Sectumsempra. Esta vez Potter estaba dispuesto a recibir la maldición si con eso Malfoy dejaba de mirarlo con los ojos llenos de ira.

       —¡Qué diablos te importa! ¡Lárgate con tu familia de sucias comadrejas y tu vida perfecta! ¡Oh, gran salvador! — gritó hastiado, y su voz fue descendiendo hasta volverse un suave susurró que parecía una súplica. —Deja de actuar como si yo fuera una responsabilidad tuya.

A Harry le dolió cada palabra, aun de esta forma, lo escuchó gritar sin entender la razón del enfado de Malfoy y sin detenerlo. Por qué en el fondo, lo que más le importaba, era saber si estaba bien, si podía ayudarlo, incluso si eso significaba recibir su rabia y frustración.

       —Por favor, dime que pasa ¿es sobre Scorpius? —preguntó dudoso. Se acercó a él y trató de tocarlo, pero Malfoy le apartó la mano de un manotazo. Harry se sintió más herido de lo que alguna vez pensó que se sentiría al ser rechazado.

       —Malfoy, no te considero una responsabilidad, tú eres parte de mi familia ahora, si me hubieras mencionado que estabas enfermo hubiese dejado todo tirado para venir, por favor déjame ayudarte, te llevaré a San Mungo. —el chico lo miró de inmediato horrorizado y Harry corto lo que estaba diciendo.

Potter se acercó y esta vez no fue rechazado, puso sus manos con suavidad en los hombros del tembloroso Malfoy y obligó a que lo mirara, este le envió una mirada asustada.

       —No puedo ir a San Mungo. —Harry le acarició los hombros bajando por sus brazos para luego subir tratando de calentar algo más que la piel fría de su amigo.

       —¿Por qué? —preguntó suavemente con una voz tan amorosa que se escuchó rara en sus propios oídos, pero luego de apreciar como Malfoy suavizaba su actitud y se acercaba a él no le importaría hablarle de esa forma tan cariñosa todo lo que quisiera.

       —Van a burlarse de mí Potter, tú también lo harás. —Harry negó rápidamente.

       —Jamás, menos al entender cómo sufres, por favor dime que sucede para poder ayudarte. —Uso toda la fuerza de voluntad que tenía para no abrazarlo, no quería asustar a Malfoy en un arranque de sentimientos.

Harry contuvo la respiración y se preparó mentalmente para escuchar qué es lo que pasaba.

       —Me está saliendo una... vulva. —Se quedó completamente pasmado al escuchar eso, una rara y mágica enfermedad era más lógico que eso que había escuchado.

       —Espera... ¿Qué? —fue lo más inteligente que pudo formular ante la sorprendente noticia.

Malfoy se alejó nuevamente seguramente esperando una lluvia de burlas, porque eso es lo que él hubiera hecho si se llegaba a enterar. Pero burlarse de algo tan doloroso para el chico lindo, no era lo que Potter haría, ni en el pasado, menos ahora, cuando Harry deseaba la felicidad del hombre tanto como quería permanecer a su lado.

Por eso con cuidado volvió a dar unos pasos en la dirección de Malfoy y lo sujetó suavemente contra su pecho.

       —No te preocupes, dime que sucede lentamente, jamás voy a rechazarte o heriste, no de nuevo, Draco. —Malfoy pareció igual de sorprendido que el muchacho de ojos verdes al escuchar su nombre, era la primera vez que Harry lo llamaba así.

       —Sería más rápido si te muestro. —Ante eso Harry no pudo evitar jadear sorprendido, una cuestión era haber visto desnudo a Malfoy por el estado lamentable en el cual lo había encontrado y otra muy diferente era verlo desnudarse para mostrarle algo que un hombre casado no debería de mirar.

       —No es tan atractiva como piensas —dijo suavemente. Con timidez tomó la mano de Harry para llevarlo dentro de la habitación—. Es horrible, una masa sangrante que deforma mi piel.

Harry pasó saliva frenéticamente. Esto era porque no había opción, Draco estaba herido y necesitaba que alguien lo ayudara.

Nada más.


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