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Una fruta. Tomo 1 y 2 por yuniwalker

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Miércoles, 2:50 pm, Estación Freising. No había nadie.

Miércoles por la tarde a las 2:50, en el confesionario, Dennis acababa de dictar la novena penitencia. Su voz, como de costumbre, había aliviado el dolor del confesor. Estaba muerto. Había dormido solo una hora o dos todos los días hasta que llegó el momento que había prometido Jesaja. Casi hasta se había saltado las comidas. Dedicó todo su tiempo a su vida de fe y de oración pero sí, estaba tan sumergido en este asunto que terminó por estar todo exhausto. La maldad de Jesaja, la preocupación por su padre, el vicio que era Jesaja, la preocupación por su padre, las travesuras de Jesaja, la preocupación por su padre. ¿Sucumbiría a la impureza? ¿Llevaría a su padre al infierno? Dennis, tras la angustia, decidió no elegir su camino. Ir a la estación de Freising fue lo último que hizo hace 10 años y eso sería repetir errores. Dennis estaba siendo intimidado por brutales amenazas sobre cortarle las orejas a su padre, pero ya había decidido no tener miedo. Sus ojos estaban llenos de desprecio y sus labios sonreían como los de un ángel. Cuando se confesó, su voz no tembló ni una sola vez mientras hablaba de pecados irreales. No, si temblaba. Temblaba de satisfacción por la blasfemia. Fue tan descarado que secuestró a su padre, no cree que esté mintiendo en eso.

Dang, dang, dang.

La campana de la catedral sonó tres veces, anunciando que ya eran las tres de la tarde. Hoy Dennis era el confesor hasta las 4.

3:00 pm del miércoles, Estación Freising. Jesaja había comprado un café barato por un euro en una cafetería histórica. Observó el reloj, miró a su alrededor pero no pudo ver a ningún sacerdote venir en su dirección. Sin embargo, siguió tomando su café tranquilamente. A las 3:20 pm, Dennis seguía sin aparecer así que Jesaja arrugó el vaso de papel. Lo tiró a la basura y comenzó a mover sus pies bruscamente. Subió al coche que estaba parado frente a la estación y azotó la puerta en una clara expresión de enojo. Era lo esperado, así que por eso había venido con Timor.

" Neuhauser , 6 avenida".

Jesaja declaró brevemente su destino. Timor encendió el coche sin preguntar nada más y comenzó a ponerse en marcha. Sin embargo, mientras salía de la estación, Timor miró al hombre que estaba sentado a su lado con un poco más de detalle: Su mirada se había pintado toda de negro y sus manos parecían increíblemente inquietas sobre una hielera de poliestireno.

"Espera aquí."

Dijo cuando llegaron.

"¿Cuándo regresas?"

"Dentro de una hora."

Jesaja, sosteniendo la hielera en sus brazos, salió del auto. Timor se puso un cigarrillo en la boca y abrió la ventana, mirando la espalda alargada que desapareció en el edificio blanco...

Miércoles por la tarde, 3:45 horas, confesionario. Habiendo murmurado la undécima penitencia, Dennis cerró la ventana corrediza y se pasó la mano por la frente. Tenía un sudor frío recorriendo hasta la punta de su espalda. El dolor mental debe haberse transmitido a todo su cuerpo y sin embargo, su alma no se debilitó ni una sola vez. En realidad, Dennis estaba aguantando tan bien que ni siquiera notó que ya había pasado un tiempo considerable desde la hora de la reunión. Abrió la ventana corredera. Esta sería la última confesión de hoy.

"..."

"..."

A las 5:58 de la tarde, alguien pronunció su nombre en silencio.

"Dennis..."

La rodilla del hombre cayó al suelo.

"Oye..."

Jesaja miró su reloj. Cuatro, tres, dos, uno: Dang, dang, dang, dang. Y sin dudarlo, caminando hasta la puerta del confesionario, Jesaja abrió en un impulso tremendo y se encontró con Dennis, arrodillado y con los ojos medio abiertos. Podía verle los zapatos... Levantó lentamente la cabeza y tuvo ahora la imagen de unas piernas largas y negras. Tenía una camisa azul oscuro bien planchada y unas manos con unas uñas muy limpias. Sus pestañas doradas se movieron y la pared tembló ante sus propias emociones. Dennis tomó un gran respiro, exhaló y una vez más, movió los ojos y miró hacia el final. Dennis, que ya no temblaba, barrió su bien peinado flequillo y también cada parte de su cara. Repentinamente, como si no pudiera respirar, se levantó de un salto e intentó salir del confesionario de una manera bastante exagerada. La mirada de Jesaja se levantó y se encontró con el maduro Dennis. Estaba encantado de no estar equivocado con sus fantasías.

¡Clap, clap! 

Aplaudió con la sensación de estar abrumado por lo que tenía enfrente ¿Cómo ese pedazo de hombre sensual pudo haber estado viviendo divinamente todo este tiempo? ¡Que idiota! Pero Dennis no pudo oír los aplausos que resonaron en el desolado espacio. Sus puños estaban apretados y las venas azules, que se hinchaban, se retorcieron debajo de su piel como si fueran a estallar. Las uñas penetraron su palma y sin embargo, si aflojaba el agarre aunque fuera solo un poco, estaba seguro de que iba a empezar a estrangular a Jesaja de inmediato. El corazón de Dennis se había apretado ante su indolente belleza. Es una criatura hermosa, así que Dennis comenzó a quejarse con dios. ¡Merecía ser tan feo como el pecado que había cometido! ¿Por qué nunca lo castigaban a él?

El reencuentro después de diez años fue breve y feroz al mismo tiempo. Ambos ojos se encontraron en un segundo.

"Dennis... Estás más alto". Fue Jesaja quien se acercó primero. "Vine a recogerte".

Manos flexibles se extendieron hasta el rostro de Dennis, pero Dennis le golpeó la mano justo antes de que le tocara. El rechazo hizo que la emoción de Jesaja se quedara atrás.

"Dennis... Eres terrible cumpliendo tus promesas".

"Nunca concerté una cita contigo".

"Lo hiciste." Jesaja, con una sonrisa brillante, fue a la parte de atrás del confesionario y comenzó a echarle un vistazo a su espalda. "¿No pudiste cumplir tu promesa porque no tenías ropa sexy que mostrarme?"

"..."

"Eso imaginé, así que compré varías cosas para tí".

Jesaja se paró a su lado y abrió la tapa de la caja antes de arrojarla al suelo. La tapa de espuma rodó silenciosamente hasta sus pies.

"Mira..." Jesaja, quien recogió un paño brillante de color vino del interior de la caja expuesta, dijo: "Tómalo". Y acercó su mano al pecho de Dennis, pero él no lo obedeció.

"¿No te gusta? Está bien, tengo otro."

Esta vez, sacó un traje azul que se parecía al color de los ojos de Dennis.  De nuevo, Dennis lo apartó y luego lo tiró al suelo. Ante eso, Jesaja negó con la cabeza y chasqueó su lengua. No parecía enfadado sino, más bien algo decepcionado.

"Por favor, al menos toma el último".

Ante sus palabras, los ojos de Dennis se volvieron hacia la caja. Había un paño negro... Sin dudarlo, Jesaja se estiró y agarró la tela con maldad, lo puso en sus manos y como si tuviera allí un animalito, quitó la tela para enseñarle el interior.

"¿Qué piensas?"

A diferencia de las dos prendas anteriores, la tela negra cayó con espanto.

"Tú... Tú..."

"Cumplo muy bien mis promesas".

"¡Jesaja!"

"¿Estás impresionado, Dennis?"

Y ¡Pam! En un instante, un crujido se extendió y la cabeza de Jesaja se cayó a un lado para darle entrada a una marca puntiaguda, que apareció en su oreja y su mejilla. Tenía la forma de la huella de una mano. Jesaja, con la cabeza erguida, movió sus zapatos un paso hacia adelante y le ofreció de nuevo el pañuelo. ¡Pam! La mejilla de Dennis se levantó esta vez y su piel se volvió de un rojo puro a punto de estallar. Incluso los mechones rubios grises que se habían vuelto a juntar, se disolvieron.
Jesaja, con la cara desenfocada, retiró sus manos lentamente y luego, sus zapatos negros se movieron en una vuelta y no se detuvieron hasta que llegó a la puerta. Pero Dennis solo estaba allí, mirando el interior del paño como si hubiera perdido el alma. Un par de orejas estaban amontonadas sobre la tela de terciopelo. Ese era el verdadero regalo.


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