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Todo por Riki por Arwen Diosa

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Riki estaba apoyado en la pared y lo miraba con intensidad, el fuego que emanaban esas orbes negras eran emociones perceptibles… como la excitación y la lujuria; Iason lo conocía tan bien que reconocía los deseos guardados que clamaban por salir, aunque sus labios dijeran que no, los ojos de Riki tenían marcada la verdad. Sus labios llenos estaban sellados en una sonrisa ligera y tenía una ceja curvada enmarcando sus ojos. Por la ligera inclinación de su cabeza algunos cabellos caían rozando una de sus mejillas.
Iason sonrió de lado ante la mirada juguetona de Riki, había empezado a soplar sus cabellos dándoles una ligera elevación sólo para que volvieran a caer con gracia. Por la forma en que nunca dejó de mirar al Blondie y el movimiento fruncido de sus labios, entendió que era una propuesta de hacer algo travieso y prohibido.
Iason esperó que algo más sucediera, ansioso y sin poder intervenir, porque en realidad ésta imagen de Riki era una invención de su mente, él sabía eso. Y a pesar de estar consciente de estar alucinando a Iason le gustó la idea de no poder controlar a ésta invención… era tan libre en sus acciones y decisiones como su verdadera mascota. Iason podía verlo, sentía su presencia llenando la habitación, incluso percibía su agradable olor, esperaba que un poco más y empezaría a deleitarse con el sonido de su voz.
De repente, Riki se separó de la pared con un paso delicado y se sentó en el suelo con movimientos suaves, separó las piernas y mantuvo las rodillas dobladas. Dibujó un camino elevando la mano por encima de su cabeza, descendió rozando su mejilla, acariciando su cabello negro y dejó entrar dos dedos en su boca, dónde permitió a Iason ver el paseo de su lengua sobre ellos, al sacarlos los llevó a su cuello, dejando caminos de saliva mientras pasaban por el pecho, sin olvidar estimular un pezón hasta dejarlo visiblemente endurecido.
La mirada celeste encendida de placer se perdió en el juego de esos dedos, sin perderse ni un sólo movimiento de sus manos que hacían a un lado la tanga negra y acariciaba a lo largo de su carne.
El vaivén de su cabello sedoso al compás de su mano sobre su eje, la nuez de Adán temblando en su cuello al tragar los gemidos lascivos y sus músculos definiéndose a lo largo de sus piernas, abdomen y pecho fueron un espectáculo de lujuria a sus ojos, dejando que su propia hambre despierte y exija el calor de la piel que tenía a su disposición.
Sólo toma y desahógate.
Pero Iason ignoró sus propios deseos, para seguir admirando a su mestizo. Tenía a Katze cerca a su pecho, mientras lo apresaba y a Cal trabajando con su boca hasta lavar cada resto del afrodisíaco. Sin embargo, su presencia era definida por el propio título que tenían: muebles. Ninguno de los dos le importaba, los únicos aquí eran Riki y él.
Alcanzó su clímax en una explosión blanca que manchó el piso y sus dedos, mientras se mordía tan fuerte el labio hasta dejarlo sangrar; poco a poco, Riki se quedaba con los brazos a los lados e intentando recuperar el aire cerraba los ojos, adornando sus facciones extasiadas con el largo de sus pestañas espesas. Cuando lo miró otra vez, sonrió ligeramente con picardía, Iason le correspondió el gesto ansioso de ver qué haría a continuación. Su concentración en el espectáculo era tanta, que había sentido por su columna cada espasmo de placer que recorría a su mascota.
De repente esa mueca traviesa se convirtió en desagrado, frunció la nariz como detectando un olor desagradable. Iason movió los ojos en dirección a dónde los tenía puestos Riki, directo a Katze que seguía entre su cuerpo y Cal de rodillas en el suelo. Cuando volvió su mirada, Iason notó que Riki se había ido.
Arrugando el ceño y frustrado, Iason se percató que Katze había empezado a sudar demasiado y le resultó completamente molesto para su sensible olfato que no soportaba esas minucias de nadie, si no era Riki, cualquier necesidad o aspecto relacionado a las particularidades de un ser humano, le eran insoportables.
Agarró a Katze del cuello y de un solo movimiento de su brazo lo arrojó en dirección a la puerta abierta del cuarto de baño.
Cayó boca abajo con jadeos dolorosos y se quedó así, sin tener fuerzas para moverse. Había tenido el tiempo suficiente para poner las manos antes de romperse la nariz minimizando el daño; ahora estaba queriendo convencerse que ser lanzado como una jabalina era en realidad algo bueno, Iason ya no lo obligaría a recibir esa atención de Cal… los últimos minutos habían sido particularmente molestos ante la boca que irritaba la piel de su miembro que no respondió más a su estimulación ¿Se había terminado el efecto del afrodisíaco? ¡Eso también era algo bueno! Se sentía completamente exprimido. Controló su respiración agitada ante la cantidad insuperable de sensaciones mandadas a su cerebro; además del afrodisíaco, las marcas de los latigazos estaban frescas a lo largo de su espalda, hasta llegar a los muslos, Iason nunca dejó de presionar esas zonas sensibles. El malestar de su estómago, parecido a tragarse una piedra era por el desgaste físico y mental de los eventos, parecido a ser arrastrando por una catástrofe… sus fuerzas estaban resultando ser un adversario insignificante.
-¡Quita ese desagradable olor de ti! – rugió Iason la orden imposible de romper si Katze no quería repetir su experiencia bajo el látigo, eso lo sabía el pelirrojo. Movió sus huesos y encontró fuerza en sus músculos para llegar bajo el agua fría de la regadera.
Cal recibió otra orden y abandonó esa habitación, fue a la que antes era de la mascota. Buscó los artículos requeridos volviendo pronto, intentando ignorar el nudo amarrado en su estómago.
Pero en todo el recorrido… Cal aprovechó para lavarse las lágrimas de la cara, cepillarse los dientes rápidamente pero con abundante crema dental y por poco se acabó el enjuague destinado a la boca, repitiéndose en su mente que sólo eran órdenes… órdenes… si quería mantenerse sano y vivo, debía cumplir sin retrasos. Pero no pudo evitar temblar todo el tiempo… ¿Qué estaba pasando con su Maestro? Sólo Cal podía ver la mirada desenfocada de Iason a un extremo vacío de la habitación, dejando que su boca cruel, dibuje una sonrisa malvada, lujuriosa y satisfecha. Con esos ojos grandes y fijos dejando puntos de hielo al medio; Cal sentía literalmente que el suelo bajo sus pies, temblaba.
Aliviados los dos, pero guardando silencio, Iason por fin salió de la habitación dejando a Katze bajo la regadera y a Cal pasándole los artículos de limpieza necesarios que antes eran de Riki.
Castañeando los dientes, Katze terminó de bañarse, se aseguró de hacerlo bien pues no quería represalias. Apagó la ducha y se quedó ahí, goteando de varias partes del cuerpo.
-Perdón, él me impidió traer toallas y la función de secado está bloqueada.
-¡Vete rápido! – Katze levantó la mirada notando recién la presencia de Cal bajo el marco de la puerta, en las manos tenía todos los artículos de limpieza, debía llevárselos de nuevo – ¡Te meterás en problemas si te quedas aquí!
Cal mantuvo la mirada baja, parecía que en cualquier momento explotaría en llanto.
-El Maestro cerró la puerta por fuera, no puedo salir – hizo una pausa – Yo… no entiendo lo que está pasando – tartamudeo en voz baja.
Katze deseaba tener algo con que secarse, algo para cubrirse y dejar de sentir que cada hueso era traspasado por el frío pero, aún en su propia incomodidad, sentía empatía por Cal. Sabía que también estaba sufriendo.
-Intentaré traerte comida caliente – murmuró Cal, rompiendo el sonido de la respiración temblorosa de Katze – Pero cómela pronto antes que se enfríe, quizá así, evitaremos que enfermes.
Quería empezar a reír histéricamente “Si, no enfermar… es mi primordial preocupación” pensó, mientras se quitaba el agua restante del cabello exprimiendo cada mechón con dedos temblorosos.
Ninguno de los dos se sentía incómodo o molesto por la presencia del otro, a pesar de lo que acababa de suceder entre ellos. Ambos sabían que las órdenes de Lord Iason Mink eran inquebrantables y estaban sometidos a ellas.
-Ojalá pudiera ser de más ayuda – volvió a hablar Cal, ante Katze había abandonado cualquier postura de servilismo o protocolo tan enraizado en él por su duro entrenamiento como mueble, tenía los hombros caídos y la cabeza gacha. Olvidado que como mueble debía mantenerse firme y a disposición… ¿O no? ¿Todo esto significaba que debía tratar a Katze como una mascota? Antes era tratado como un invitado de la casa. Pero el Maestro Iason nunca ofreció ninguna explicación, sólo ordenaba a su placer situaciones completamente inesperadas.
-¿Sabes algo de Raoul? – Katze no sabía cómo preguntó eso realmente, mencionar ese nombre en particular era peligroso por su descubierta relación con el Blondie. Pero su angustia era tanta, imaginando miles de escenarios posibles que superó su razón ¿De verdad Raoul lo abandonó? Para su decepción, el joven de cabellos rubio cenizos negó con la cabeza.
-Estoy confinado al ático, sólo el Maestro puede salir y entrar. Incluso bloqueó varias de las funciones de mi brazalete y de los dispositivos de la casa… también hay guardias en la puerta – el susurro inquieto de su tono, más esa información lograron que Katze arrugara la frente.
Escucharon la puerta deslizándose y Cal salió cuando reconoció el lenguaje corporal de su Amo. Katze se quedó cerca a la entrada del cuarto de baño, sus pies húmedos dejaron un rastro visible. Mantuvo la mirada baja, pero atento a lo que pudiera suceder; esperaba con ansias y esperanzas que Iason pronuncie esas palabras y por fin lo dejé salir.
Pero Iason se fue y lo dejaron sólo.
Katze se quedó largos momentos sin saber exactamente qué hacer a continuación.
Estaba mojado y la punta de sus dedos casi azules a causa del frío, de su cabello aún caían gotas de agua al piso. Estaba intentando controlar el ritmo de su respiración para que sus dientes no chocaran y convencido que Iason no tenía intenciones de volver (no sabía si eso era frustrante o no) empezó a secar su cuerpo con un extremo del colchón. ¿Qué alternativa le quedaba? Se imaginó que se veía realmente ridículo frotando su cabeza contra la superficie, pero era hacer eso o permanecer mojado y no se arriesgaría a empapar todo el colchón pues… ¿hasta cuándo se quedaría encerrado?
“Si todo sale bien, eventualmente saldrás” le dijo Iason, ¿qué significaba eso? ¿Qué significaba toda esta locura?
¡Maldición!
Primero lo sentenció a muerte, luego lo hacía agonizar bajo el látigo, sin seguir ninguna lógica le inyectaba un afrodisíaco… estaba desnudo, encerrado y un mueble acababa de atender “esas” necesidades ¿Era una mascota ahora? ¡Imposible! ¿Por qué volver a un hombre de su edad una mascota? Katze no tenía la osadía de pensar que podía estar “reemplazando” a Riki… entonces, ¿Esto era su castigo por un conjunto de motivos? Por su relación con Raoul, por la cirugía, por salvar a Guy, dejar a Riki volver al fuego de Dana Bahn, por no salvarlos a ambos antes de esa explosión… ¿Había algo más? Se sentó en la cama queriendo jalarse los cabellos y gritar de frustración ¡Mierda! La incertidumbre era peor que cualquier otra cosa… ¿Qué estaba pasando con Iason?
Cuando empezó a entrar en un sueño inquieto y su estómago a dar señales de necesitar alimento, la puerta se deslizó.
Katze salió de su aletargamiento al ver su rostro serio, enmarcado por la pálida cabellera de su Maestro. Iason no entró de inmediato, recorrió la habitación detenidamente con la mirada, sin notar a Katze, como buscando algo. Él pudo reconocer la mueca de enojo ante un motivo que sólo tenía sentido en su mente y luego su fría mirada como hielo se detuvo sobre la suya.
Sin saber si retroceder o encogerse en su sitio, Katze contó los tres pasos hacia él, decididos y rápidos.
-¡Maestro! ¡Por favor…! – Katze no sabía qué iba a pedir pero su lengua se soltó por la descarga de miedo que se apoderó de él, cuando fue sujeto del brazo por un agarre doloroso y conducido al centro de la habitación ¿Por favor no lo haga? ¿Por favor déjeme salir?
-¡Guarda silencio! – Iason lo sacudió por los hombros logrando que su cabeza se balancee adelante y atrás, parecido al de una muñeca rota. Por último, lo presionó hacia abajo y lo hizo sentar en el suelo. Aguantó el dolor de los latigazos sobre toda la región maltratada, mientras Iason simplemente se alejaba unos pasos, hasta quedar contra la pared, en el extremo menos iluminado de la habitación.
-Actúa para mí.
Entre el miedo ralentizando sus pensamientos racionales, vino la orden impensable. Katze se encontró separando los labios, queriendo decir algo que le diera coherencia a la situación.
“Disculpe, Maestro, ¿Esto significa que soy una mascota? Pero… ¿Qué sucederá con los negocios en el Mercado Negro?” no sabía si aplaudirse o abofetearse por siquiera pensar en decir algo como eso.
Quizá, de alguna forma, mientras Cal era obligado a usar su boca para estimular su miembro, pensó que, si la tendencia de castigos de Iason iría por la rama sexual, algo así, sí podría suceder… pero a pesar de haberlo pensado era tan inesperado cuando no tenía otra alternativa que cumplir.
-Hazlo, no hagas que me repita.
Tragando el gran nudo de su garganta, movió sus dedos fríos al medio de sus muslos, bajando la mirada a un punto anodino del piso, mientras dejaba que la reacción mecánica de la estimulación hiciera su trabajo. Katze había tenido su cirugía reconstructiva recientemente, pero a causa de éste encierro su tratamiento hormonal para completar su recuperación había sido interrumpida, prueba de ello era el escaso bello corporal que había brotado en algunas partes de su cuerpo. La erección que tuvo y los posteriores orgasmos, fueron resultado del afrodisíaco que lograron su propósito; ahora, sin esas hormonas en específico la cantidad natural que producía su cuerpo era baja todavía y con estas macabras circunstancias de por medio, sólo un milagro lo haría tener una erección.
La piel delgada de su miembro estaba sensibilizada por la constante estimulación de Cal, brillaba en rojo y la fricción de su tacto, no consiguió nada más que dolor. Katze sabía que tenía que lograr una actuación como lo haría una mascota, dando un verdadero espectáculo sensual para satisfacer los deseos de su Amo. Pero estaba lejos de reunir todos los ingredientes físicos y mentales que se requerían para que incluso él mismo se creyera capaz de conseguirlo.
Tenía miedo, tenía dolor y estaba temblando de frío; su piel lastimada y su falta de hormonas necesarias para lograr que las caricias sobre su pene tuvieran resultados, lo llenaron de ansiedad. Cerró los ojos, mordiéndose el labio inferior para impedir que los sollozos se escaparan de su pecho, ¡Iason lo llevaría a la agonía debajo del látigo! Su orden era inexorable.
Intentó recuperar la calma, mientras su mano se movía en movimientos acompasados. No podía rendirse. Intentó enfocar su mente en un escenario apropiado para obtener una respuesta de su cuerpo, que su mente traspasara las paredes grises… lejos… a unos brazos amados…
Iason, apoyado en la pared frente a Katze, miraba en cuenta regresiva los ridículos intentos de brindar un espectáculo decente. Con éste bajo nivel de erotismo, no tenía lo necesario para que su mente libere a Riki ¡Era una pérdida de tiempo! Estaba molesto por la ausencia de su mascota. Pensando en cómo castigar a Katze acariciaba la empuñadura del mismo instrumento de castigo que usó para cortarle la cara, pensando en si debería abrir la misma herida o decorar la otra mejilla.
Subió su mirada fría ante un jadeo, una expulsión de aire entre los labios que nació desde su pecho. Katze había logrado una erección y tenía las piernas lo suficientemente abiertas para poder ver todo su aparato, incluido el reducido agujero que se exponía apenas por su posición.
Iason sonrió pero no fue por Katze, Riki estaba otra vez en la habitación.
Iason tuvo dos impulsos.
El primero, fue acabar con la actuación de Katze de inmediato, proporcionándole un fuerte golpe en el cráneo que lo dejara contra la pared, pero se contuvo. Éste Riki, era una invención de su mente y era libre de actuar a su albedrío… las alucinaciones tienen esa naturaleza, no se logran controlar a voluntad. Que Riki decidiera ponerse de rodillas y muy cerca, detrás de Katze, no fue por deseos del pelirrojo, él no sabía que estaba liberando los deseos de Iason. Pero los celos… ¡Oh! Iason tuvo que seguir su segundo impulso de quedarse apreciando el espectáculo que su cerebro mejorado le brindaba.
En realidad… decidió que podía disfrutarlo.
Riki pasó sus manos por los hombros de Katze, en una caricia seductora, bajando por su pecho donde sus dedos rozaron los pezones cobrizos, estimuló ambos botones de carne por largos momentos mientras sus labios húmedos se paseaban por el caminó de su cuello pálido.
Su mestizo de exquisita piel bronceada y ojos oscuros, emparejado con el contraste níveo de Katze, le dieron a Iason descargas de deseo subiendo por la espalda, concentrándose en su abdomen. Riki tomó con fuerza los cabellos de la nuca de Katze y los jaló hacia atrás, justo cuando el pelirrojo iba en sincronía sin saberlo. Iason no perdió de vista la mano de Riki, bajando por el abdomen plano hasta tocar la erección de Katze, que en ese preciso momento, con gemidos contenidos, eyaculó.
La mueca de Riki fue insatisfecha y decepcionada por la pronta venida que finalizó el espectáculo sin más. Se puso de pie, dando unos pasos al rededor de Katze, cuando volvió a mirar a Iason, la señal de sus ojos destellantes y la curva en un extremo de los labios, era muy clara… Riki, quería seguir jugando.
Iason esperó que su mestizo hablara, pero continuó sin expresar palabras, sólo sus expresiones faciales se comunicaban. Entendiendo sin problemas lo que quería, sin romper el encanto de esta invención, Iason miró al pelirrojo que recuperaba el aire.
Katze abrió los ojos sin poder ocultar su tristeza y conmoción… sus aspiraciones post orgasmo se querían transformar en respiraciones rápidas de pánico ¡¿Qué estaba pasando?! Acababa de masturbarse para Iason, ¿Verdad? ¡Era una locura! ¿Qué seguía a esto? ¿Un anillo de mascota y ser emparejado con otros? Casi podía sentir que empezaría a reír estúpidamente. Se animó a subir la mirada cuando su Maestro se acercó unos pasos, aún manteniendo distancia.
-Ya sé que es peor que ser un castrado – le dijo con desprecio – Es ser un impotente y al mismo tiempo, un precoz.
Humillado, bajó la mirada, esperando que Iason se vaya o que lo libere, pero de una vez por todas que se aleje. Su cercanía estaba volviéndose insoportable. Nunca se había sometido a una serie de órdenes sin sentido… siempre vio la objetividad y el propósito en cada paso de Iason, aunque estuviera en desacuerdo silencioso reconocía su inteligencia planificando los eventos, tal vez en el pasado perdió un poco su rumbo con Riki, pero en lo demás fue intachable.
 
-Voltéate. Sobre manos y rodillas – grandes ojos dorados sorprendidos lo miraron entre el miedo y la consternación, Iason no tenía paciencia para eso, quería cumplir con los deseos de Riki – ¡¿Que no oíste?!
El grito de Iason en vez de apresurarlo lo paralizó en su sitio. Entonces, manos poderosas en movimientos sin consideración lo dejaron boca abajo apoyado sobre sus rodillas, con la frente tocando el piso frío.
 
Iason no se alejó, miraba a Riki tomar posición detrás de Katze, de rodillas entre las piernas separadas. Amasó y apretó las nalgas que tenía delante, sólo las soltó para liberar su miembro atrapado por la tela de la tanga de cuero de mascota.
Katze, que no sabía qué estaba pasando por la mente de Iason, miró entre la cortina de su cabello el rostro de su Maestro, estaba a unos pasos de distancia y parecía que sólo lo miraba pero no totalmente a él, Iason tenía puesta su mirada por encima de su cuerpo. Sintiéndose confundido y alarmado, se preguntó nuevamente si era posible expresar sus dudas ante tan incoherente situación.
Pero Katze calló su valentía de romper cualquier protocolo, cuando vio que sacaba algo del cinto de su ropa y lo extendía ¡Era la vara delgada con punta filosa que le cortó la cara! Sabiendo que era inevitable, escondió el rostro entre sus brazos pero, Katze no pudo reprimir su dolor, apretando los dientes se filtró el sonido de sus gemidos dolorosos y se retorció como si ondulara su cuerpo.
Iason paseaba la punta afilada por todo el camino de marcas que había dejado el látigo; no aplicaba fuerza en su recorrido lento para no cortar profundamente la piel. Era más una caricia torturadora con un instrumento increíblemente filoso, apenas un descuido y tal vez provocaría un severo daño… era agradable jugar así, con tal eventualidad. Además recorría las marcas dejadas por la fuerza del látigo para que Katze sintiera como su carne magullada recibía una pasada. Esto probablemente, se podía interpretar como un sutil castigo por ser el centro de atención de Riki, no pensaba volver a curar las heridas dejadas para que, en Katze permanecieran todas las cicatrices posibles. Algo de sangre brotó, la suficiente para marcar el camino de sus heridas.
Obviamente Iason, había sincronizado los movimientos de la vara con la imagen de su mestizo penetrando a Katze sin consideraciones.
Los gritos contenidos de Katze, hacían que Riki ganara impulso y acelerara el compás de sus estocadas, dejando a Iason apreciar el espectáculo de su mestizo en esas circunstancias dominantes… los huesos de su cadera marcada moviéndose con deleite, las gotas de sudor naciendo en su piel nacarada y resbalando en gotitas saladas por la comisura de sus músculos definidos a lo largo de su pecho, a lo largo de su espalda ¡Oh! su voz en gemidos lascivos.
Cuando Iason empezó a pasear el instrumento puntiagudo muy cerca de su ano, Katze pegó la frente al suelo con los ojos enormes intentando quedarse muy quieto.
-¡Maestro Iason! Por favor…
Botando la cabeza atrás gritando su liberación, Riki se movió en estocadas pausadas, disfrutando hasta la última ola de placer. Se quedó inmóvil unos segundos y abandonó ese cuerpo para dejarse caer al suelo, mientras recuperaba el aire. Nunca desconectaron miradas con Iason que lo observaba deseoso y fascinado. Muy pronto, el verdadero Riki llenaría su necesidad, mientras tanto Katze permanecería encerrado; un viejo mueble… no valía la pena pensar dos veces en él.
Iason alejó de repente el instrumento de tortura, dejando la respiración de Katze entrecortada y todos sus nervios de punta. Temeroso por la expresión satisfecha, plena y pacífica, como si no acabara de cortarle la carne de la espalda. En realidad, Katze no sabía que estaba presenciando un ligero beso entre Iason y Riki, que se había acercado y alcanzó los labios de su Maestro con algo de esfuerzo.
Una sonrisa ligera y Iason abandonó la habitación sin decirle nada.
Con diferentes grados de dolor en todo el cuerpo y sin querer aventurarse a entender a Iason, sintió que su dura coraza estaba encontrando rendijas a los fuertes golpes. Aquella armadura que usaba para protegerse y mantenerse coherente, estoico y capaz desde el lejano día que se convirtió en mueble… estaba llena de grietas
 
Notas finales:

Muchas gracias por tu apoyo. 

Nos leemos.


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