Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Summer por RLangdon

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

La resonancia estridente de las risas se mezcló con la tonada de la radio luego de que Naruto la encendiera y empezara a tararear una de las canciones sintonizadas. El suave rumor del motor se abría paso por la carretera mientras el automóvil ganaba velocidad por la estrecha y alargada línea junto a la costa.
 
Los vidrios del automóvil se deslizaron hacia abajo, y Naruto pudo asomar el rostro por la ventanilla y dejar que la brisa húmeda le acariciara el rostro en tanto que una sonrisa incauta se extendía en sus labios cada vez más.
 
Finalmente habían llegado las ansiadas vacaciones de verano. Algunos grupos en el instituto habían organizado sus propias salidas y excursiones, y el grupo de Naruto Uzumaki no había sido la excepción.
 
—Eh, Naruto— el llamado de Kiba le hizo adentrarse en el automóvil y encaramarse mejor en el asiento mientras posaba sus expresivos ojos celestes en su interlocutor—. ¿Recuerdas aquella vez que Akamaru se metió al salón y saltó sobre el regazo de Iruka?
 
Por toda respuesta, Naruto asintió con vehemencia, trayendo a sus pensamientos el suceso evocado por su amigo.
 
—Te castigó el resto de la semana— añadió con una sonrisa astuta, mirando por el espejo retrovisor a sus otros dos acompañantes. Del lado izquierdo, Shikamaru Nara dormitaba con los brazos cruzados apoyados sobre el borde de la ventana. En el lado opuesto del asiento, Chouji Akimichi no dejaba de engullir a toda prisa el contenido de la bolsa de celofán que llevaba sobre sus piernas. Naruto supuso que se trataba de frituras y compendió al instante por qué ninguno aportaba nada a la conversación que tenía con el Inuzuka.
 
Llevaban poco menos de una hora de trayecto, pero todos estaban impacientes por llegar a su destino y poder disfrutar del primer día vacacional, lejos de los fastidiosos deberes escolares, exámenes sorpresa y todo el estrés que conlleva el estudio y la rutina ligada al mismo.
 
El simple hecho de no tener que escuchar los constantes regaños de la directora Tsunade, equivalía a un descanso sin precedentes para todos.
 
Pese a lo que cabría esperarse, aquel viaje improvisado había sido idea de Kiba. Los padres del muchacho se habían asentado cerca de una playa y durante todo un mes se ausentaban por motivos de trabajo, dejando a sus hijos solos. La hermana de Kiba, Hannah, había organizado su propia excursión en compañía de sus amigas, por lo que el inmueble estaría disponible por casi dos semanas.
 
Y no que hubiera realmente algo más por celebrar más allá del término de otro año escolar. Naruto estaba plenamente consciente de que sus notas no habían sido, ni por asomo, de las mejores, sino todo lo contrario. Iruka había apelado más bien a otras virtudes y valores morales para permitirle pasar de año. Pero ya habría tiempo para mejorar sus calificaciones. Todo lo que Naruto necesitaba era una nueva motivación, algo que le alentara a querer superarse, una meta quizás.
 
Tras haber perdido a sus padres y quedar varado toda su infancia en múltiples hogares de acogida, no había tenido oportunidad de centrarse en lo que verdaderamente quería. Sus metas, sus sueños en si, eran tan cambiantes como el fragor irregular de los olas que se divisaban lejanas en el horizonte.
 
—¿Por qué ya no estás cantando?
 
Naruto tamborileó distraído los dedos sobre sus muslos. Por ínfimos momentos había despertado en él un sentimiento de añoranza.
 
—Solo quiero llegar, comer algo de ramen y nadar— comentó más entusiasmado al recordar el motivo del viaje. Todos querían relajarse y pasar el tiempo lejos del ajetreo bullicioso de la ciudad. Querían escabullirse al menos por unos días de las actividades diarias del hogar.
 
—¿Sabes nadar?— con las manos en el volante, la mirada fija en la luneta del automóvil y una sonrisa taimada asomando a sus labios, Kiba se volvió un segundo para mirar como la alegría de Naruto se volcaba en una expresión de desconcierto.
 
—Eso creo— se abstuvo de añadir que, en realidad, nunca antes lo había intentado.
 
**
 
La casa de los padres de Kiba estaba asentada en la región este de Hokkaido. Era la última vivienda de un condominio instalado del lado opuesto de la playa. El mar se extendía del otro lado de la carretera, con sus centellantes olas azotando los monticulos de arena y algunas elevaciones de rocas.
 
Naruto no esperó a que sus amigos se acercaran. Tan pronto dejó el equipaje botado afuera de la morada, echó a correr hacia la arena. Se quitó los zapatos en el camino y sonrió con regocijo al sentir la arena mojada en las plantas de sus pies. Era una mezcla entre fangosa y fresca. Las partículas se adherían a su piel ante el impetuoso soplo del viento, meciendo su cabello con premura en tanto su mirada celeste se perdía en la luminosa superficie del agua que semejaba un espejo de tan brillante y clara que estaba.
 
Más allá de las boyas se alzaba un solitario peñasco, y varada sobre una de sus patas, una gaviota dejó escapar un sonoro graznido momentos antes de alzar el vuelo.
 
Naruto fue acercándose al agua poco a poco, hasta que las olas cubrieron sus tobillos. Para cuándo quiso darse cuenta, el agua le llegaba a la cintura. Estaba helada pero su cuerpo se habituó rápido al cambio de temperatura.
 
Las blancas nubes se izaban esponjosas en líneas discontinuas cinceladas sobre un firmamento bruñido en ocre. Asimismo, el aire se respiraba mucho más limpio que en la ciudad.
 
Cuando Naruto oyó los gritos de sus amigos cuestionandole por qué ni siquiera se había tomado la molestia de ponerse el bañador, decidió salir.
 
Entró a la casa circundado de risas al ver la notoria marca que le había quedado a Shikamaru en el rostro debido a su persistencia por dormir apoyado a la ventana.
 
Después de deshacer las maletas, se habían dedicado a preparar sopa instantánea con vegetales y carne de la nevera. Chouji se había hecho cargo de la limonada y a Naruto no le quedó más remedio que lavar los platos sucios una vez terminada la cena.
 
Habían decidido disfrutar el día siguiente al máximo todos juntos, pero después de instalarse cada uno en sus respectivas camas del cuarto de huéspedes, Naruto no pudo conciliar el sueño. Se sentía con demasiada energía como para dormir tan temprano, por lo que se decidió salir a hurtadillas para dar un paseo por la playa y explorar un poco más el lugar.
 
En silencio, se enfundó en un ligero suéter naranja, tomó las llaves de la mesa y se aventuró al exterior.
 
Anduvo vagando bajo la cascada de luces de los faros distribuidos afuera del condominio. Salvo por el sonido de las olas rompiendo esporádicamente sobre la arena, el exterior se hallaba sumido en un silencio angustioso. Por ello, cuando Naruto oyó la suave tonada del piano, no pudo reprimir su curiosidad. La melodía, que rayaba en una honda melancolía toda vez que desprendía un influjo magnético, lo instó a redirigir sus pasos hasta una de las cabañas intermedias.
 
La iluminación de la ventana, le permitió vislumbrar al ejecutor de la tonada, de unas notas vibrantes que rápidamente se volvieron frías e hirientes.
 
Se trataba de un joven de veintitantos años, ceñido en un elegante frac marino. Su tez pálida resaltaba aún más en conjunto con su abundante cabellera oscura, larga y lacia, perfectamente sujeta en una coleta baja. Llevaba unos lentes de sol que le conferían un aspecto exótico debido a la hora.
 
Naruto se debatió entre acercarse más al verle de perfil. Aquel joven, pese a pulsar las notas con precisión y soltura, deslizando sus dedos sobre el teclado del piano como si tuvieran vida propia, tenía la mirada en alto, extraviada en algún punto de la pared.
 
De repente, el joven dejó de tocar, finalizado tan cruda pieza con un brusco movimiento de ambas manos, dejándolas caer abruptamente sobre las teclas mientras su rostro, antaño sereno, adoptaba una expresión confusa.
 
—¿Quien está allí?
 
Naruto dio un paso atrás al verle levantarse del banquillo. Quiso echar a correr de vuelta a la cabaña, pero sus pies no respondían a la orden dada por su cerebro, ya fuera por la falta de convicción interna o debido al nerviosismo y la curiosidad que aquel apuesto joven le inspiraba.
 
—Me...— finalmente se decidió a acercarse a la ventana—. Me llamo Naruto Uzumaki— se presentó, notando extrañado como el mayor pese a observar en su dirección, no le miraba directamente a él, sino que tenía la mirada puesta a varios centímetros hacia su derecha.
 
Fue hasta entonces que reparó en lo que había pasado por alto hasta ese momento. El joven de inmaculada faz y oscura cabellera, era ciego.
 
—Lamento mucho no haber llamado antes. De veras—. hizo una reverencia pero se arrepintió en el acto al recordar que el joven no podía verle—. Solo pasaba y escuché música. Toca muy bien, aunque...— dejó sus palabras suspendidas al creerlas inadecuadas, pero el silencio le dio la pauta para continuar—. Suena muy...
 
—¿Triste?— la voz mesurada hizo que Naruto se mordiera la comisura del labio interno. No pretendía ser grosero, pero tampoco le gustaba irse por las ramas.
 
—Cuando escucho tu música siento un profundo dolor en el pecho—. se reclinó en el marco de la ventana, apoyando los brazos sobre el mismo—. Me hace recordar la ausencia de mis padres.
 
La mención pareció avivar el interés del joven. Antes de que Naruto pudiera disculparse una vez más por su irrupcion, la puerta fue abierta en una invitación silenciosa pero firme.
 
Sintiéndose dudoso por las acciones del joven, Naruto se adentró en la cabaña.
 
Aunque su interior era espacioso, a Naruto le sorprendió lo impoluto y ordenado. Los muebles de acabado rústico estaban perfectamente acomodados, sin volutas de polvo acumulados en ellos ni daño alguno en el mobiliario. Había dos mesas de caoba y cada habitación estaba separada por puertas corredizas cubiertas de papel tapiz en un sobrio tono grisáceo, sin estampado ni decorados. Naruto pensó que, de no ser por el piano, la vivienda estaría impregnada de una melancolía aun más profunda, similar al aura depresiva y enigmática que manaba del joven.
 
—¿Vives solo?— sabía que era inoportuno preguntarlo, pero fue lo único que se le ocurrió para alentar al muchacho a dar pie a la plática.
 
Tras un suspiro que pareció eterno, la faz de porcelana se relajó.
 
—Si— respondió secamente—. Mi primo Shisui viene cada dos semanas para traer víveres.
 
Naruto se sentó pensativo junto a mesa del comedor, viendo al mayor moverse libremente y con tanta precisión por la cocina, que costaba creer que fuera ciego. Aunque después supuso que debía tratarse al tiempo que tendría viviendo allí.
 
—Mi nombre es Itachi Uchiha— anunció tanteando los objetos de la alacena.
 
Naruto se incorporó un poco en su asiento, deseando poder ayudarle a encontrar lo que el misterioso muchacho buscaba, pero muy pronto Itachi se hizo con una pequeña caja metálica de la cual extrajo dos bolsitas de té.
 
—Y no acostumbro a invitar a extraños a mi casa— agregó al cabo de unos minutos de silencio. Naruto notó la renuencia del joven en cuanto a hacerle compañía en la mesa. Itachi permanecía de espaldas en la encimera, aguardando a que el agua se calentara.
 
—¿Tu familia...?— desistió de su pregunta cuando Itachi tensó los hombros—. Nunca conocí a mis padres- cambió el rumbo de la conversación para no incomodarle—. Crecí yendo de un hogar a otro. Mis padres adoptivos eran...bueno, soy demasiado hiperactivo y les daba muchas molestias, así que me devolvían— frunció las cejas, comparandose a sí mismo con un objeto. Así se sentía cada vez que lo llevaban de vuelta al orfanato. —Aunque me habría gustado tener un hermano...¡Wow! Deja te ayudo— corrió a auxiliar a Itachi cuando se percató de que el golpe tras su confidencia provenía de la tetera volcada. —¿En donde guardas los trapos?
 
—Es mejor que te vayas.
 
Naruto dejó de hurgar en los cajones. Itachi tenía una expresión rígida. Los labios formando una línea recta, la mandíbula tensa y sus manos aferrando con fuerza algunas servilletas.
 
—Lo siento mucho— se disculpó con auténtico pesar. —No quise ofenderlo.
 
Se alejó con un profundo malestar en el pecho. Entonces Itachi pareció relajarse. Naruto se detuvo al escuchar su nombre a sus espaldas. Se volvió para ver al joven recomponiendo su postura y retirándose las oscuras gafas que cubrían unos bellísimos ojos grises enmarcados por una largas pestañas.
 
—He olvidado como tratar a las personas—. le oyó decir a modo de disculpa—. Además de mi primo, no suelo recibir visitas...nunca— añadió, dando mayor enfasis a lo que Naruto consideró enmascaraba una extraña revelación—. Puedes venir siempre que gustes.
 
Naruto dio las gracias, salvando la distancia que lo separaba de la puerta, echando un último vistazo al joven, notando las diminutas manchas rojizas alrededor de sus ojos acompañadas de unas profundas ojeras, así como su expresión eternamente cansada.
 
En su fuero interno, Naruto se prometió visitarlo otro día.
 
*
 
—Lo que hiciste fue una tontería. Te pusiste en peligro.
 
Naruto se apartó unos pasos de la mesa y se cruzó de brazos ante la actitud molesta de Kiba. Shikamaru y Chouji todavía dormían a su regreso, pero Kiba si había reparado en su ausencia y había salido a buscarlo infructuosamente por la playa.
 
—Solo conversamos un rato— al saberse descubierto, Naruto no había tenido más remedio que contarle lo sucedido, omitiendo únicamente la reacción de Itachi minutos antes de la despedida.
 
Kiba negó reprobatoriamente, sujetando el respaldo de la silla en un intento de canalizar su enojo.
 
—No conozco a Itachi Uchiha. Cuando mis padres adquirieron esta propiedad, corrían rumores de que había permitido que asesinaran a sus padres a sangre fría mientras dormían— relató a media voz, mirando constantemente hacia las escaleras que conducían al cuarto de huéspedes—. Tenía un hermano, seis años menor. Su abuelo se lo llevó a estudiar al extranjero, pero nunca pudo sobreponerse al trauma de haber perdido a sus padres. En menos de un año se consumió por la depresión.
 
Naruto hizo una mueca de fastidio e incredulidad.
 
—Si fuera cierto, la policía lo habría apresado, ¿No crees?— se puso a la defensiva—. Ademas hablé un poco con él, no parece una mala persona— afirmó, aunque su voz no sonó tan segura esta vez.
 
*
 
Cuando amaneció, Naruto se sorprendió con pocos ánimos de salir. Había acuciado a sus amigos para que fueran a divertirse y mientras tanto, se dedicó a ver la televisión. Su mente vagaba constantemente en la historia de Itachi Uchiha. Pasada una hora, se levantó del sofá y echó un vistazo por la ventana.
 
El sol brillaba con intensidad, envolviendo el paisaje en una inmensa cortina luminosa. Nadie en su sano juicio debería pasar un día así encerrado, sobretodo cuando hacía un clima perfecto.
 
Hurgando entre sus pertenencias, Naruto encontró su bañador oscuro, bloqueador y gafas. Tomó el último artículo con cuidado, trayendo consigo la imagen de Itachi.
 
*
 
—¿Te gustaría ir a la playa?
 
Naruto no ocultó su sonrisa cuando la expresión del joven se llenó de desconcierto. Itachi estaba de pie junto a la puerta de la cabaña, sosteniendo el pomo de la misma para presuntamente permitirle entrar, sin esperar oír semejante propuesta de su parte.
 
—No es buena idea— negó al cabo de un minuto de silencio. —Mi primo vendrá en unas horas a traer los víveres.
 
La efusividad de Naruto amenazó con esfumarse. Podría unirse con sus amigos, pero había algo en el misterioso joven que lo incitaba a buscarlo. Además, necesitaba refutar la historia de Kiba en la que con tanto ahínco discrepaba.
 
—Solo será un rato— puntualizó—. Prometo acompañarte de vuelta. Hace tan buen clima como para quedarse todo el día allí dentro.
 
Los labios de Itachi abandonaron su tirantez en un esbozo de sonrisa afable.
 
—Supongo que te lo debo, después de lo grosero que me porté contigo ayer.
 
—No lo veas como una obligación— Naruto lo sujetó del brazo para ayudarle a bajar el pórtico, pese a que Itachi demostró pericia al moverse hacia el primer peldaño—. Va a ser divertido— prometió, deseando profundamente que así fuera.
 
En menos de quince minutos llegaron a la playa. Naruto puso sus pertenencias sobre uno de los camastros, regocijandose al inhalar el aire salado y húmedo.
 
—Caminemos por la arena— propuso, intuyendo al ver la ropa informal que vestía Itachi que este no pretendía entrar al mar en lo absoluto.
 
Itachi estuvo de acuerdo, aunque se veía nuevamente abatido y cansado. Llevaba puestas sus gafas oscuras y no rehusó que Naruto le tomara del brazo para guiarlo por la arena, cerca de donde rompían las olas, pero lo suficientemente alejado para no mojarse.
 
—¿Por qué tu primo no viene a verte más seguido?— pensó que era mala idea indagar, pero las palabras escapaban de su boca en un irrefrenable torrente de curiosidad.
 
Itachi se mantuvo cabizbajo en todo momento.
 
—Porque yo sé lo he pedido de ese modo.
 
Como Itachi no agregó nada más, Naruto sopesó el hecho de haberle ofendido por su indiscreción.
 
—¿Nadie más viene a verte?
 
—¿Aparte de ti?— Naruto sonrió por la broma, pero después dedujo que Itachi hablaba en serio.
 
—¿Quién te enseñó a tocar el piano?— a lo lejos se alcanzaba a ver uno de los montículos que separaban la playa del sector empresarial.
 
—Tuve un maestro particular que me impartía clases desde los ocho años.
 
Genuinamente asombrado, Naruto separó un poco los labios. Estaban por llegar a la orilla, así que empezó a aminorar el paso.
 
—Para serte sincero, no esperaba que volverías a aparecer por mi casa después de lo que sucedió ayer— expuso Itachi, deteniéndose a la par que Naruto para tomar asiento en la arena.
 
Naruto hizo un aspaviento con la mano, como si el comentario fuera intrascendente y no le hubiera afectado en lo más mínimo. Lo cierto era que actuaba así desde que tenía uso de memoria. Las personas, incluso sus allegados podían ofenderle o herirle, pero el trago amargo le duraba muy poco, ya que procuraba perdonar cualquier agravio para no arrastrar odio y rencor consigo.
 
—Esta mañana pensé en ti— admitió, tomando un trozo de corteza junto a una roca para dibujar remolinos en la arena. —Me pareció que era buena idea que vinieras conmigo.
 
Despacio, Itachi fue sacándose las gafas. Mantuvo los ojos cerrados, sintiendo sus párpados vibrar suavemente. Naruto dejó la vara a un lado, embelesado con la visión del atractivo rostro que poseía el joven.
 
—¿No vas a preguntarme por mis padres?
 
Sabiéndose descubierto, Naruto apartó la mirada de vuelta hacia la arena, incómodo, recordando el relato de Kiba la noche anterior.
 
—¿Qué le pasó a tus padres?— preguntó con voz firme.
 
El semblante de Itachi se tornó meditabundo.
 
**
 
Ya había caído la tarde para cuando Naruto pudo convencer a Itachi de ir por unos helados para luego regresar a la cabaña.
 
—Cuidado con el escalón— avisó, adelantandose un paso para que Itachi subiera seguidamente, dándole la mano como punto de apoyo. Durante el recorrido, Naruto había estado conversado todo el tiempo para llenar los huecos silenciosos y molestos. Desde que Itachi le contara lo ocurrido con sus padres, no había vuelto a decir palabra, salvo para responder a lo más indispensable.
 
Ahora Naruto estaba terriblemente angustiado, preocupado por creerse culpable del actual decaimiento del joven. Le había visto muy relajado por la mañana, y tras su impertinencia de entrometerse en el pasado ajeno, Itachi se había recluido en un mutismo alarmante.
 
—Itachi. Me has dado un susto de muerte. Llevo buscándote todo el día.
 
Naruto reaccionó tardíamente ante la imponente presencia del otro joven que aguardaba dentro de la cabaña, notando el inmenso parecido físico, tanto en el cuerpo esbelto y herculeo que se adivinaba bajo la ropa holgada, como por los rasgos faciales.
 
—¿Quién eres tú?— la mirada recelosa del adulto intimidó un poco a Naruto, pero no sé dejó amedrentar.
 
—Es amigo mío, Shisui. Se llama Naruto.
 
—¿Pasó algo? ¿Acaso te caíste o sufriste un percance?— pese a que las interrogantes estaban dirigidas a Itachi, Naruto no pudo evitar entrometerse una vez más, queriendo al menos justificar su propia falta por llevárselo sin informar.
 
—Solo fuimos a dar un paseo por la playa y a tomar un helado— explicó—. Fue idea mía. Itachi me dijo que esperaba la llegada de su primo. Le dije que no tardaríamos, pero...— ya no supo cómo continuar. Entre caminatas y conversaciones se les había escapado el tiempo.
 
Shisui Uchiha se plantó frente a él, y aunque Naruto creyó adivinar que le daría un buen golpe por su insensatez, Shisui le obsequió una sonrisa colmada de paz mientras le palmeaba el hombro con gratitud.
 
—Mi primo no suele salir nunca. Te agradezco que vinieras. Itachi no permite que nadie se acerque por aquí. Debes ser un buen chico si incluso accedió a ir a la playa y pasar el día contigo.
 
La sangre se agolpó en el rostro de Naruto. No supo qué responder. Eran demasiadas emociones en un solo día para digerirlas todas juntas. Se adentró un poco en la cabaña y se despidió de Itachi, prometiendole regresar en otro momento
 
Las luces de la planta baja estaban encendidas cuando Naruto llegó a la casa de Kiba. Sus labios se fruncieron en un mohín ante la segura reprimenda que intuyó le esperaba.
 
Al entrar al comedor, se encontró con Chouji y Shikamaru sentados a la mesa. El primero comía tempura de vegetales, y el segundo estaba recostado sobre ambos brazos.
 
—¿En donde estabas, Naruto?— Chouji preguntó impaciente, entre un bocado y otro—. Estabamos preocupados. Kiba salió a buscarte.
 
—Lo siento— se rascó la nuca con una sonrisa nerviosa—. Sólo salí a dar una vuelta, pero me quedé husmeando en los alrededores.
 
Chouji achicó los ojos con suspicacia.
 
—¿No habrás ido con una chica, o si?
 
—No— desmintió Naruto—. Salí con un chico.
 
**
 
El fin de semana transcurrió presuroso. A pesar de que Naruto había deseado visitar a Itachi en días anteriores, terminó cediendo a las exigencias de Kiba para que salieran todos juntos a divertirse, tal como habían acordado desde antes de su llegada.
 
Por las mañanas se dividían las actividades para el desayuno, después iban a pasar la tarde en la playa y, caída la noche, frecuentaban uno de los restaurantes de mariscos cruzando la carretera. Aquel día la rutina había sido la misma. Naruto se había asoleado y había nadado tanto que ahora sentía más sueño que hambre.
 
Los cuatro estaban esperando la comida en una de las mesas del centro del establecimiento. Ocasionalmente la mirada de Naruto vagaba del menú hacia la inmensidad del agua que traslucía del otro lado de la carretera, atrapando y reflejando el cielo en su cristalina superficie. Las olas rompían con mayor fuerza del lado del islote, formando vastas ondas en derredor.
 
Con la mejilla apoyada sobre su mano, Naruto contempló el cuadro que el paraje veraniego le ofrecía, hundiéndose en el recuerdo de la historia que Itachi le había relatado días atrás. Imaginó a los padres del joven durmiendo plácidamente en su complejo a las afueras de la ciudad mientras un ladrón con pasamontañas naranja irrumpía en la tranquilidad de su hogar para hacerse con la caja fuerte y asesinarlos a sangre fría, cortándoles la garganta con una navaja de afeitar. Pensó en Itachi, despertando por el alboroto y yendo hacia el cuarto solo para ser rociado con ácido muriatico en los ojos, rompiendo en dolorosos alaridos que no tardarían en despertar a su hermano pequeño, marcándoles a ambos de por vida.
 
Un suspiro de tristeza murió en sus labios. Desde siempre había creído que era muy miserable por no haber podido conocer a sus verdaderos padres como todos los chicos de su edad. Se lamentaba constantemente por no tener ningún recuerdo, por no haber podido desarrollar un lazo fraternal y, sobretodas las cosas, por no haber podido pasar tiempo con ellos. Había vivido pensado que no existía dolor más grande que el de no albergar recuerdos de tu propia familia, pero ahora que sabía la historia de Itachi, discrepaba con su propio pensamiento.
 
Era más doloroso tenerlo todo y después perderlo, que jamás haber tenido nada.
 
—¿Estás bien, Naruto?
 
La voz de Shikamaru lo forzó a apartar la mirada de la playa. Pronto reemplazó su desasosiego con una sonrisa.
 
—Si, pero no tengo hambre— se excusó, dejando el menú en su lugar—. Iré a caminar un poco. Los veo en la casa— se despidió antes de marcharse hacia la cabaña.
 
En esta ocasión, contrario a las visitas anteriores, Naruto no recibió respuesta inmediata. Golpeó la puerta dos veces más y trató de asomarse por la ventana, pero las cortinas estaban corridas está vez.
 
"Quizá salió con su primo" trató de consolarse, pero recordó que Itachi le había dicho que Shisui no solía quedarse, sino que solamente se presentaba para llevar la comida y el resto de la despensa.
 
La pesadumbre fue creciendo a medida que se alejaba de la cabaña. Las huellas dejadas sobre la arena terminaron por incrementar su angustia.
 
Primero caminó, después echó a correr hacia el mar.
 
—Itachi— le llamó cariacontecido, buscándolo insistentemente con la mirada, maldiciéndose por no haber pedido a Shisui su número de teléfono.
 
¿Y si Itachi estaba en peligro?
 
Su rostro se descompuso en una mueca de alarma y pesar al reparar en los banderines rojos a lo largo de la arena. La marea estaba demasiado alta.
 
—¡Itachi!—subió a prisa las rocas del extremo derecho. Hasta que una voz conocida le respondió.
 
Naruto se sujetó las rodillas, jadeando con cansancio antes de bajar y caminar unos metros hasta los árboles aledaños.
 
—Itachi...— el susodicho estaba sentado sobre una de las rocas, llevaba sus gafas puestas, pero Naruto notó un reguero de lágrimas fluyendo por las pálidas mejillas—. ¿Por qué estás aquí?— sintió su garganta cerrarse ante la visión tan vulnerable de Itachi, rememorando su semblante férreo en su primera visita y comparándolo con el actual. El cambio era significativo. Parecía deshecho.
 
—No quería estar en la cabaña— pronunció Itachi sin alteración alguna en su voz, pese a que la tristeza asomaba en cada uno de sus rasgos. Incluso sus labios permanecían ligeramente tensos, dibujando una tenue línea recta que descendía un poco en las comisuras—. No quiero seguir recordando. Necesito olvidarlo. Quiero que deje de doler.
 
Naruto se acercó a él y, sin saber de qué forma aliviar su dolor, envolvió a Itachi en un cálido abrazo, intentando transmitirle apoyo de manera silente. Quería tranquilizarlo, decirle que todo iba a estar bien y que no tenía que preocuparse, pero las palabras no salían de su boca. En cambio, sus labios no dejaban de temblar en un lastimoso intento por contener él mismo las lágrimas.
 
Permanecieron un par de horas en la playa. Naruto intentaba describir lo mejor posible, desde la panorámica actual hasta la apariencia de las aves que de vez en cuando aterrizaban sobre las aguas. También describió a petición de Itachi su propio aspecto mientras se disponían a volver a la cabaña.
 
—¿Puedo tocar tu rostro?— se detuvieron a la entrada. Naruto dio su afirmación, tomando las manos de Itachi entre las suyas para guiarlas sin dilación hasta su rostro.
 
Cerró lo ojos y permitió que los suaves dedos recorrieran primero sus mejillas y su nariz, después sus pómulos, frente y barbilla, deslizándose posteriormente hacia sus labios. Naruto sintió que se sonrojaba, pero permaneció quieto y en silencio en todo momento de la inspección, hasta que Itachi quedó conforme y se apartó para entrar a la cabaña.
 
—¿Vendrás mañana?— inquirió casi en tono de súplica. Naruto le dio su palabra.
 
**
 
Los días siguientes no perdió oportunidad de presentarse en la cabaña de Itachi Uchiha. Naruto le comentó sobre el motivo del viaje, le habló sobre sus amigos e incluso le contó anécdotas escolares que Itachi disfrutó oír. Durante las tardes Naruto volvía con sus amigos, y por las noches regresaba con Itachi para asar malvaviscos en una fogata y caminar juntos sobre la arena, complementándose con la compañía del otro y disfrutando plenamente de las emociones que despertaban en ellos.
 
Fue el viernes por la noche que Itachi hizo algo que Naruto no pudo predecir. Mientras charlaban en el comedor sobre sus gustos en libros y películas, Itachi fue acercando su rostro al de él y le acarició los labios en un beso corto, dulce y rápido.
 
—Pronto regresarás a tu hogar y nuestro encuentro habrá sido como un sueño— dijo Itachi con resignación, preparándose para lo inevitable—. Conocerte ha sido un sueño— se corrigió, asiendo las manos de Naruto entre las suyas—. Me gustaría que te quedarás, pero mi deseo es muy egoísta.
 
Naruto pensó que no lo creía de esa manera, más no lo expresó.
 
—En seis meses serán las vacaciones de invierno— recordó—. Me gustaría visitarte. Hasta entonces puedes pasarme tu número y seguiremos en contacto.
 
Itachi asintió conforme, se levantó y fue a sentarse al banquillo del piano, instando a Naruto con un ademán para que lo siguiera y se sentará a su lado.
 
—Voy a componerte una canción con tu nombre como título, y cuando vuelvas las próximas vacaciones, la tocaré para ti.
 
Naruto sonrió al máximo.
 
—Seguro será una estupenda pieza— aseguró, permitiendo que Itachi posará sus dedos sobre los de él para guiar sus movimientos sobre las teclas, interpretando una suave balada que poco a poco cobró intensidad.
 
En tanto Naruto se dejaba envolver por la música, Itachi permitió que una tenue sonrisa jugara en sus labios. Dentro de él renacía nuevamente el albor de la esperanza.
 

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).