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Liberty por RLangdon

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La luz vespertina bañó la habitación en una súbita cortina de iluminación cobriza luego de que Levi Ackerman abriera la ventana de par en par, dejando entrar el aire para que la recientemente aseada recámara se ventilara. 
 
Había dedicado más de tres horas a la limpieza y está vez lo había hecho no porque su pieza lo requiriera sino que se dejó arrastrar a la vorágine del marcado toc que se había intensificado precisamente ese día.
 
Trataba de mantenerse ocupado para no tener que sucumbir a sus lúgubres pensamientos. Ideas baladíes que involucraban a cierto mocoso rebelde de ojos verdes. 
 
No sabía con exactitud lo que acontecería luego de que Eren fuera sometido a determinadas pruebas, cortesía de los médicos de la corte real.
 
¿Sería Eren lo suficientemente fuerte para resistir lo que viniera después?
 
Daba lo mismo lo que él pensara. Nadie sabía nunca a ciencia cierta el resultado de sus propias acciones hasta que estas se presentaban. Bien podía inferir a grandes rasgos sobre el inseguro porvenir de Eren y ello no marcaría ninguna diferencia. 
 
"Tiempo al tiempo"
 
Había que esperar para ver los resultados de su contrapartida.
 
Con un suspiro, más de resignación que satisfacción por la pulcritud que ahora reinaba la pieza, Levi se deshizo del cubrebocas y la pañoleta de su cabeza. Se quitó los guantes y acudió a la ventana al oír el traqueteo de la diligencia abrirse paso por la calle en dirección al juzgado. 
 
"Eren"
 
Luego de casi cuatro horas, finalmente le llevaban de vuelta a su celda. 
**
 
Levi no era fiel adepto a las planificaciones. No se fiaba de ellas principalmente debido a las altas probabilidades de que no resultaran según lo esperado. Prueba fehaciente de ese hecho era el rumbo de los acontecimientos marcados ese día en particular. 
 
Había creído que dispondría de tiempo suficiente para ver a Eren. Que no le llevaría más que unos minutos desplazarse hasta el subterráneo para pedir los pormenores de la situación a Hanji. Sin embargo no había previsto que Erwin solicitaría su presencia en la junta con miembros de la corte real que, además, demandaban la asistencia de todos los comandantes y capitanes de sus respectivas tropas para discutir posibles tácticas a futuro. 
 
Faltaba un cuarto de hora para las seis, pero todas las sillas dispuestas a la mesa rectangular de roble dentro del cuartel, ya se hallaban ocupadas para entonces. 
 
Keith Shadis, Darius Zackley, Dot Pixis y Nile Dok esperaban sentados y con expresiones cansinas a los miembros faltantes. 
 
Una vez que Erwin se sumó a la comitiva, Levi dio media vuelta para ingresar al salón aledaño. 
 
Petra, Auruo y Gunther le dieron la bienvenida. Levi se limitó a tomar su lugar, a sabiendas de que la reunión podría demorarse varias horas. Oteó a los presentes en la habitación central. Su escrutinio demoró más en el folder que se encontraba encima de la mesa. Habían varios dispersos a lo largo, pero uno en particular tenía el sello impreso en el exterior de la Legión de Reconocimiento. 
 
Si no se equivocaba, ese era el expediente de Eren. 
 
Levi mantuvo la mirada fija en el folder. Por vez primera sentía una enorme curiosidad por saber qué clase de registros se tenían sobre su actual discípulo. 
 
¿Estaría allí estipulada la causa y el posible desenlace de la serie de  experimentos a los que pensaban someterlo en lo sucesivo?
 
—Capitán Levi, ¿Qué es lo que necesita?— la voz de Petra resaltó entre la charla escueta que mantenían Auruo y Gunther, quienes, al ver a Levi volverse hacia ellos, dejaron de hablar para centrarse en lo recién dicho por la única fémina del grupo.
 
La expresión antaño indiscreta de Levi demudó a su habitual estoicismo. Estaba siendo muy obvio, pero si quería averiguar más sobre los experimentos tendría que valerse de alguna estratagema rauda y fructífera. 
 
—¿Necesitar?— cuestionó en tono inflexible. —Solo observaba— y para resaltar lo dicho, redirigió su mirada hacia el folder, propiciando que Petra mirara en la misma dirección. —Seguramente los registros de nuestra tropa figuren allí.
 
Tanto Auruo como Gunther se sumaron a la inspección visual del objeto que despertaba el interés del Capitán. Era algo fuera de lo común presenciar la atención de Levi inclinandose por un objeto tan simple como lo era una carpeta. 
 
—Entonces ¿Nuestros registros están allí?— preguntó Petra, más inquieta al sopesar en las palabras de su compañero. 
 
Levi tardó unos segundos en responder, sintiéndose irritado al saberse una vez más siendo imitado torpemente en postura y expresión por Auruo. Ambos mantenían la pierna derecha cruzada sobre la izquierda mientras sus codos reposaban sobre el borde de la mesa en un sincronizado y ridículo remedo. Levi, lejos de sentirse halagado ante tan la absurda pantomima de su compañero, tildaba aquella burda emulación a su persona como un auténtico desproposito. Un sinsentido carente de justificación.
 
—Posiblemente— contestó con absoluto desenfado, pasando a servirse un vaso de licor con lentitud. 
 
Una acción desencadenaba otra. Petra Y Gunther intercambiaron una mirada cómplice en tanto Auruo no se perdía un solo movimiento del respetado Capitán de la tropa.
 
Gunther señaló discretamente los folders de uno de los esquineros. Y Levi fingió no saber la querella que se traían entre manos sus camaradas cuando Petra se puso de pie con una botella sellada de vodka.
 
—Mira y aprende, Gunther— susurró poco antes de echar a andar resueltamente en dirección a la mesa, llevando consigo la carpeta oculta bajo el brazo. 
 
Bastó apenas un veloz intercambio en los papeles cuando Petra, resaltando su coquetería al máximo, ofreció a Dot Pixis una copa de la botella. 
 
Nadie más prestó atención en la mesa. Y en apenas dos minutos, Petra volvió hacia la habitación con la carpeta. Solo una hojeada y la devolvería a su sitio. 
 
La puso sobre la mesa y al abrirla, la decepción fue latente en su rostro. 
 
—¿Eren Jaeger?
 
Levi la tomó con celeridad. Pasó las páginas, sin encontrar nada que no supiera ya sobre Eren y sus familiares. En el expediente figuraba desde el ingreso de Eren a la milicia, hasta sus logros a lo largo de tres años, la orden de detención y posterior juicio emitido. 
 
No se había redactado pena de muerte a futuro, pero Levi no descartaba la posibilidad de un cambio en la documentación. 
 
—Basura— espetó al terminar la fugaz lectura, botando el folder a la papelera junto a la puerta para dar mayor validez a lo enunciado. 
 
El semblante de Petra se desencajó por el miedo. Gunther rompió a reír al ver a su compañera correr a sacar la carpeta para proceder prontamente con el intercambio antes de ser pillada in fraganti. Solo Auruo siguió manteniendo su forzada pose neutral, enaltecido por la estampa sofisticada y pretenciosa que destilaba Levi Ackerman. 
**
 
Alumbrando el camino con ayuda de la antorcha, Levi bajó uno a uno los estribos de piedra, adentrándose en el túnel cuya fortaleza se sostenía, tan oscura y silenciosa cuál boca de lobo. 
 
A medida que se acercaba a la celda actualmente ocupada por Eren, veía de refilón los calabozos vacíos. La mayoría de criminales y violentadores no llegaban a cumplir sus sentencias antes de perecer por enfermedades o a causa de la inanición. 
 
Y si alguien llevaba grabado a fuego tal escarnio, era precisamente Levi Ackerman. Dentro de unos meses cumpliría treinta años, y más de la mitad de su vida había transcurrido en un frenesí de pobreza, injusticia y soledad. Se había salvado por las justas, aunque su madre no había corrido con la misma suerte. 
 
Mientras su infancia había sucumbido a la miseria y la falta de cariño, su adultez la había encarrilado a un sinnúmero de logros, pues habiendo enfocado el furor dormido que los genes de su familia se encargarán de heredarle, había conseguido no solamente sobrevivir a la inmundicia del mundo subterráneo, sino también de hacerse de un buen puesto al enlistarse varios años atrás en la milicia. 
 
Dedicación, perseverancia y disciplina. De ello dependía todo lo demás. 
 
Habiendo llegado a su destino, Levi observó primeramente la solitaria silla del guardia. Se había acordado la vigilancia de Eren en tres turnos, siendo Hanji su antecesora y el guardia su predecesor. En ese orden debían cubrir la estancia del prisionero. 
 
—Eren— llamó, palpando la llave que pendía al costado de su cinto. Su primer instinto había sido el de querer abrir la puerta, pero entonces recordó que estaba vedado el ingreso a la celda hasta la mañana siguiente. 
 
Acercándose lo más que le fue posible, Levi alumbró en dirección a la colchoneta dónde Eren yacía dormido, recostado boca arriba. 
 
Su respiración era cadenciosa, lo mismo que el sutil movimiento de su pecho. 
 
Parecía estar bien.
 
Pero Levi comprendería más tarde que las apariencias podían ser engañosas.
 
Conforme, se sentó en la silla y lo miró dormir, meditando en los temas abordados en la junta de la tarde. 
 
**
 
Los rayos solares bordeaban la linde superior de la muralla, refractandose en densas circunferencias luminosas al atravesar las copas de los árboles, proyectandose a lo largo del verde prado que se extendía a los pies de Eren mientras que este corría para ascender a la colina. Una vez que llegó a la cúspide y se abrió paso entre los matorrales, pudo escalar la gran roca para admirar mejor el bello paisaje que el atardecer ofrecía. 
 
Viviendas labradas en piedras y arce, cuyos jardines se hallaban ribeteados de brotes de margaritas y azucenas. Hogares con suntuosos tejados diagonales de briqueta, ventanales bajos y aldabas de metal en las puertas.
 
Los Eldianos acudiendo presurosos a sus respectivos trabajos y rutinas. Niños jugando junto a las cercas. 
 
Eren descendió de la roca de un salto y se adelantó otro poco a la majestuosa visión de su propio hogar. 
 
Su madre estaría cocinando verduras mientras su padre reía a la mesa al rememorar alguna anécdota en su trabajo donde fungía como médico. Mikasa llegaría al poco rato con un buen puñado de leña y le excusaría en la mesa por su ausencia, alegando que se había quedado jugando con Armin en la pradera. 
 
Queriendo constatar sus pensamientos, Eren se encaminó hacia su hogar, ansiando llegar a la ventana para observar de cerca a sus progenitores, pero entonces un agudo y penetrante ruido le taladró los oídos segundos antes de que el primero de varios estallidos diera inicio. 
 
Las ventanas de las casas cimbraron, algunas estallaron en una lluvia de diminutas esquirlas. El césped se manchó de sangre. Las calles se llenaban de cuerpos que caían sin vida uno sobre otro cuál inestables piezas de dominó. 
 
La casa de Eren se vino abajo frente a sus propios ojos. 
 
Pasmado, se tiró del cabello con ambas manos, después su garganta se cerró en un potente nudo.
 
Trató de mover los escombros con sus inútiles y pequeñas manos. Piedras de tamaño considerable que no se deslizaban un ápice a pesar de sus esfuerzos. 
 
Más sangre escurriendo a sus pies, oscura y brillante, esparciendose en charcos cada vez mayores. 
 
La mano de su madre sobresaliendo de la destruida estructura, su voz quebrándose al llamarle. 
 
—¡Nooo!— su propio alarido lo arrancó de la pesadilla, pero su mente se negaba a procesarla como tal.
 
—...ren... ¡Eren!
 
Una violenta sacudida a sus hombros, y el desgarrador grito se tornó en un agudo sollozo, después en constantes y lastimeros hipidos. 
 
Con los párpados fuertemente apretados, Eren se aferró al cuerpo delante suyo, abrazándole como si se tratara de su propia familia materializada una vez más ante sus llorosos ojos. 
 
—Solo estabas soñando. 
 
Sin corresponder a tan emotiva y desesperada muestra de afecto, Levi se limitó a quedarse en su lugar, sosteniendo aún en lo alto la lámpara de queroseno que Hanji se encargara de proporcionarle media hora antes. 
 
"Si estuviera aquí encerrado, seguro también tendría pesadillas" meditó imperterrito, sintiendo el cuerpo de Eren sacudirse en esporádicos espasmos mientras las lágrimas le humedecían el hombro derecho. 
 
Levi aguardó unos minutos antes de apartar a Eren para iluminar la mohosa pared aledaña. 
 
—Este sitio es inhabitable e insalubre— murmuró para si mismo, sintiendo por vez primera repulsión a esa celda. Hasta entonces no se había detenido a analizar la sucia estructura. 
 
No obstante, al volver la luz de la lámpara hacia Eren, un sentimiento molesto afloró dentro suyo. Era una inaudita mezcla de compasión tinturada de enfado ante semejante estado de debilidad.
 
—Sosiegate, Eren. 
 
Tallandose los ojos con el dorso de la mano, Eren asintió. Sin embargo las lágrimas seguían brotando a raudales sin que él pudiera evitarlo.  
 
—Y duérmete— continuó Levi, alejándose de la puerta tras haberla cerrado. —Es una orden. 
 
Eren se mordió el labio, aplicando más y más fuerza hasta que la sangre brotó de la nueva herida autoinducida. 
 
—Si, Capitán— accedió, forzandose a eliminar de su mente aquel crudo y realista escenario. 
**
 
Pasaba de las nueve de la noche. El comedor ya se encontraba vacío, a excepción de la recluta que se había posicionado en el puesto cinco de su escuadrón.
 
Ymir se había escabullido a esas horas porque sabía perfectamente que el lugar se encontraría desierto, pero jamás esperó que alguien le seguiría.
 
Sin dejar de engullir a toda carrera las sobras del arenque de una de las cazuelas, levantó la mano y la movió en una silente seña de invitación.
 
—Ymir...— sabiéndose descubierta, Krista Lenz abandonó el resquicio de la entrada y se aventuró al interior, mirando con ojos confusos como la susodicha se hacía de un platillo y otro, saciando así su repentina hambre voraz.
 
Desde su regreso, Krista no había tenido tiempo suficiente para abordarla y poder esclarecer todas las dudas surgidas a raíz de su aparente desaparición. Ymir la había ignorado de forma contundente, evadiendola en cada oportunidad y fingiendo que nada pasaba. Sin embargo, su extraño comportamiento seguía dando pie a maquinaciones de toda índole dentro del escuadrón. Incluso se rumoraba sobre una posible traición de parte Ymir hacia su propia tropa.
 
Krista sabía que era todo mentira, pero aunque había intentado desmentir aquellas habladurías, otorgándole a Ymir el beneficio de la duda, ya no estaba segura de qué pensar.
 
—Estas robando comida— señaló lo obvio, tomando asiento junto a la chica de férreo carácter y rudos modales.
 
Desde su ingreso a la milicia, a Krista le había parecido maravillosa la conducta tan altanera y poco propia de una mujer que exhibía Ymir. Era menos femenina que la mayoría de las reclutas, siempre haciendo comentarios sarcásticos y directos, como si le importase bien poco lo que los demás opinaran de ella. Ymir no tenía que alzar una frívola y correcta fachada, no se esforzaba por ser perfecta y encajar. Tan solo era ella misma, obraba y decía según sus propios principios, poseyendo, en suma, un grado de libertad ulterior a cualquiera que Krista halla conocido hasta entonces.
 
Admiraba a Ymir porque vivía por y para ella misma.
 
—¿En dónde estuviste antes, Ymir?
 
Terminando de vaciar su último plato, Ymir se irguió sobre la silla y se encogió de hombros.
 
—Entrenamiento intensivo— contestó con simpleza. —Dentro de poco podré decir que soy una soldado.
 
Los grandes ojos azules de Krista titilaban en incertidumbre.
 
—¿Y Reiner, Bertolt, Annie...?— siguió indagando. Si bien Ymir había regresado, sus compañeros seguían ausentes hasta la fecha.
 
Una sonrisa sarcástica se amplió en los labios de Ymir.
 
—¿Por qué tengo que saber yo el paradero de esos idiotas? ¿Crees acaso que soy su niñera?
 
Krista iba a decir algo más, pero notó en la mirada de Ymir que no era buen momento para seguir con las pesquisas.
 
—Me alegra tenerte de vuelta— en cambio se lanzó a sus brazos y dejó salir parte del llanto contenido hasta entonces por la preocupación de no verla más.
**
 
Las pesadillas no solo habían seguido suscitandose, sino que cada noche empeoraban.
 
De nuevo Levi se había ausentado en su encomienda de vigilarle, y había sido únicamente Hanji la encargada de acudir las dos noches siguientes en que Eren despertaba gritando, empapado en sudor y lágrimas. Las ojeras ya asomaban bajo sus ojos.
 
Quería que parara. Deseaba cada noche con todas sus fuerzas no tener que cerrar los ojos si ello implicaba verla de aquella manera. En cada sueño, su madre aparecía. Rebosante de vida un instante, mutilada al siguiente.
 
Y a pesar de que la ausencia de Levi Ackerman le había angustiado al comienzo, Eren empezaba a hacerse a la idea de que había relegado su labor a Hanji. En primera instancia porque no soportaba oír sus gritos durante la noche, en segunda porque estaba harto de tener que cuidar de un crío debilucho como él. El mismo Levi se lo había dicho la última noche que pasó custodiandolo, y Eren se había resignado a no verlo ni preguntar por él. En lo sucesivo debía ocuparse de hacerse más fuerte. La pregunta era ¿Cómo?
 
Según los exámenes médicos, se encontraba en perfectas condiciones. Aunque Eren ignoraba el por qué de aquellas pruebas. Suponía que se trataba de medir su resistencia física, pero algo no cuadraba del todo.
 
Esa noche no fue diferente a las anteriores. Pese a sus esfuerzos por permanecer despierto, Eren había sucumbido al sueño. Tan solo dos horas después sus atronadores gritos se esparcieron cuál ventisca a lo largo del corredor subterráneo.
 
Una vez más Eren sudaba copiosamente, su ritmo cardíaco se había acelerado y sus ojos verdes rezumaban miedo, sensación que se intensificó cuando Hanji entró en la celda portando el conocido y repudiado estuche.
 
—No— Eren la sujetó de la muñeca antes de que acercara la aguja. Su mirada encontró la de Hanji, y está titubeó un instante.
 
—Lo siento, Eren.
 
Un golpe seco en el estómago bastó para dejar al recién nombrado sin resistencia. La aguja traspasó fácilmente la dermis de su brazo, y a medida que la desconocida sustancia penetraba en su piel, Eren sintió que perdía la consciencia. Sus ojos permanecieron fijos en la silueta sombría tras los barrotes.
 
—Capitán— alcanzó a nombrar antes de sumergirse en un profundo sueño.
**
 
Mikasa suspiró hondamente al pasar de largo la que solía ser la habitación de Eren. Por un momento incluso sintió el repentino deseo de entrar a corroborar que no estuviera allí realmente. Ya era costumbre suya despedirse de él todas las noches desde que se habían enlistado en el ejército.
 
Aún no pasaban dos semanas desde que se emitiera el juicio de Eren, y ella ya lo echaba muchísimo de menos. Y muy en el fondo le resultaba doloroso reconocer que ella le necesitaba más a él que a la inversa. Era como si el destino (cruel y caprichoso) se empeñara en arrebatarselo cada vez que un poco de paz se cernía en sus vidas. Cada vez que su unión se solidificaba, algo terrible tenía que suceder para traer caos a sus vidas. Primero había sido la partida del padre de Eren, después la muerte de su madre.
 
Mikasa sabía que de no haberle seguido hasta allí, habría perdido a Eren hace tres años. No albergaba dentro de ella sentimientos altruistas hacia la humanidad, sino que había sido simple y llano egoísmo el que la hubo motivado a enlistarse, a esforzarse para permanecer al lado de Eren.
 
Ahora la separación se hacía una vez más inminente para ellos. Mientras que Eren sufría encerrado bajo tierra una injusta condena, ella se veía privada de su presencia a diario.
 
Podía visitarlo esporádicamente, pero no era lo mismo a verle y tenerle todos los días cerca.
 
Si tan solo hubiera alguna manera de escapar, de huir lejos de todo...
 
—Hey, Mikasa— la voz de Jean la hizo retroceder de la puerta. —Escuché que mañana irás con Armin a visitar a Eren.
 
Mikasa asintió a lo dicho. Se acomodó mejor la bufanda para ocultar el rastro de lágrimas de sus mejillas.
 
La expresión de Jean se tornó seria.
 
—Tambien quiero ir— expresó con decisión. —Me gustaría hablar con él. Eren es...
 
—Puedes acompañarnos— le cortó Mikasa de tajo mientras echaba a andar hacia el lado contrario del ala superior de los dormitorios. —Pero no permitiré que metas a Eren en problemas— le advirtió con crudeza. —Hay temas que no se pueden discutir con libertad.
 
Jean exhaló resignado al verla partir. Ojalá el cabeza hueca de Eren se encontrara bien. Casi extrañaba sus riñas filosóficas diarias.
 
**
 
Al caer la noche salieron en tropel, uno detrás del otro, deslizandose silenciosos en la oscuridad, avanzando presurosos bajo el abrigo de un anochecer sin luna.
 
Se trataba de una visita clandestina después de todo. Debían ser discretos y evitar ser descubiertos por algún guardia, Capitán o Comandante a la redonda.
 
Afortunadamente no hubieron contratiempos. Llegaron rápido a su destino. Ya se había discutido previamente como sería la visita. Lo harían por turnos para no delatarse en cuanto al ruido. Primero iría Mikasa, después sería el turno de Armin, y Jean iría de último para intercambiar algunas palabras de aliento con su compañero.
 
Jean y Armin aguardaban ocultos tras los setos próximos a la entrada de la prisión subterránea. Mikasa en tanto avanzaba sigilosamente por la abertura.
 
Armin la observó con detenimiento y sintió alivio cuando se perdió de vista sin que nadie acudiera a detenerla. Las estadísticas estaban a su favor está vez. Habían elegido la hora meticulosamente. Inclusive habían leído unos viejos planos del subterráneo para trazar un recorrido a ciegas por una de las celdas vacías y derruidas cuyo muro de hormigón les permitiría penetrar fácilmente para llegar hasta Eren.
 
Se había establecido un tiempo límite de siete minutos por turno. Por ello, cuando Armin vio salir a Mikasa a los cuatro minutos de haber entrado, supo inmediatamente que algo iba mal.
 
A su lado, Jean frunció el ceño.
 
—¿La descubrieron?
 
La mirada vacía y visiblemente contrariada de Mikasa delataba que la situación no era favorable.
 
Ambos corrieron para reunirse con ella. Mikasa apretó firmemente los puños.
 
—No está— dijo en voz baja, disolviendo así la duda de los dos. —Eren no está allá abajo.
 
Los ojos azules de Armin se llenaron de miedo.
 
—¿Lo habrán...?— pero no pudo terminar de externar su temor cuando Mikasa echó a correr de vuelta al sector.
**
 
 
Su cuerpo se sentía pesado. Demasiado. Sus funciones motoras no coordinaban correctamente, y por ello Eren había dejado de intentar moverse desde hacía horas. Tan solo dejaba que su mente flotara. Ligera como pluma de ave, y vacía cuál cascarón. Era más fácil de esa forma. Solo debía dejar de resistirse y permitir a sus pensamientos evaporarse. De ese modo no dolía tanto.
 
Se habría quedado en esa postura por tiempo indefinido de no ser por las frías cubetas de agua que le fueron vertidas sobre la cabeza, una seguida de otra.
 
La corriente helada viajó a través de su piel, enviándole diminutos impulsos eléctricos por sus articulaciones. Su cuerpo tiritó por entero, reaccionado al fin a una de las órdenes cerebrales ignoradas anteriormente.
 
Terriblemente perplejo, Eren se irguió y parpadeó varias veces para habituar su vista a la molesta luminosidad del amanecer. Cuando logró enfocar mejor su entorno, una exclamación de asombro murió en su garganta. Entonces volvió su atención hacia su costado, dónde, con perenne semblante de aburrimiento contrastando con su mirada de hielo, Levi Ackerman lo escrutaba.
 
—Cada vez me cuesta más trabajo despertarte.
 
Eren tragó saliva, retrocedió un paso y uso su antebrazo para cubrir sus ojos de los aces solares. Tras varios días encerrado, le lastimaba la vista.
 
—¿Estamos en el establo?— por alguna extraña razón, el lugar se le antojó a Eren diferente. Trató de fijar su mirada en el desvencijado contorno de una construcción a medio terminar, luego bordeó la infraestructura de piedra para mirar mejor la muralla que se extendía alrededor.
 
Confundido, buscó a Levi para pedirle una explicación, pero este, adivinando sus intenciones, tomó una de las cubetas del piso y se la extendió junto a un rastrillo.
 
—Será tu nuevo dormitorio, y como tal, debe estar impecable— señaló al interior de la vivienda mientras Eren lo miraba boquiabierto y sin terminar de entender lo que ocurría. —Dentro hay desinfectante y trapos limpios. Puedes usar el agua corriente. Hay sábanas limpias y varios uniformes en igual estado. Tienes permitidas dos comidas diarias que Hanji se encargara de traerte.
 
Eren se adelantó un paso, armandose de valor para preguntar.
 
—¿Por qué el cambio, señor?
 
Levi clavó su incisiva mirada en él y contrajo las cejas con molestia. Odiaba tener que dar explicaciones, y odiaba aún más sentirse condescendiente.
 
—Limpia bien todo— evadió, dándole la espalda. —Cuando regrese no quiero ver una sola mota de polvo ahí dentro. Y rastrilla bien la maleza de fuera.
 
Eren tomó los objetos del piso y vaciló en entrar a la construcción aún cuando Levi se perdió de vista en el sendero que conducía de vuelta al pueblo.
 
¿Ya no tendría que estar en una celda?
 
¿Le permitirían quedarse afuera porque le habían perdonado?
 
¿Y Levi? ¿Acaso tenía algo que ver en esto?
 
Su mente volvía a funcionar a un ritmo normal, procesando los hechos y vertiendo la información en interrogantes que parecían incongruentes.
 
Pensativo, Eren se puso los guantes de limpieza y optó por obedecer.

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