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Maestro de Seducción por Emmyllie Saiyan

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Notas del capitulo:

Muchísimas gracias a las personitas hermosas que se tomaron el tiempo de dejarme un review, me dieron mucha inspiración para este capítulo <3

Capítulo 2: Método Práctico

Pasaban de las tres de la madrugada, cuando Tom finalmente acabó su investigación. Su vista se sentía cansada y sus músculos se habían agarrotado un poco, por culpa de estar sentado tanto tiempo en la misma posición, pero aún así estaba satisfecho de la información que logró reunir. Luego de una exhaustiva búsqueda en cientos de páginas web, muchas de las cuales fueron bastante incómodas de leer, tenía más o menos trazado un elavorado y metódico plan para ayudar a Harry. El problema era que todavía no resolvía cómo llevarlo a práctica, ya que muchas de las técnicas que pensaba emplear con él, requerían de excesivo contacto físico, aunque suponía que sobre la marcha se le ocurriría la forma más adecuada para hacerlo funcionar.

Apagó su computadora, estirando los brazos y la espalda para destensar un poco sus huesos. Se lanzó boca abajo sobre la cama, sin siquiera molestarse en desvestirse, demasiado cansado para siquiera ponerse el pijama. Se acomodó en la almohada y suspiró complacido, cerrando sus párpados con pereza. Le quedaban al menos cinco horas de sueño, las cuales no pensaba desaprovechar. Ya tendría tiempo de pensar en su misión, de preferencia después de haberse dado una ducha reparadora a la mañana siguiente.

Sería un extraño día que afrontar, en cuanto despuntara el alba.

La vibración constante e insufrible de su celular, olvidado la noche anterior encima de su escritorio, sacó a Tom abruptamente de su plácido sueño.

Entreabrió los ojos, notando que su habitación seguía en penumbras. Con un insulto entre dientes se arrastró para alcanzar el móvil, frunciendo el ceño al encender la pantalla y ser encandilado por el potente brillo de la luz. Tenía más de diez notificaciones, algunas de mensajes y otras de llamadas perdidas, todas provenientes desde el número de Harry.

—Mierda, son las siete de la mañana masculló, desbloqueando el teléfono para leer los seis mensajes de texto acumulados en su bandeja de entrada.

"Ey, Tom. ¿Estás dormido?"

"Es que… no me dijiste a qué hora debía ir."

"Empiezo a creer que no fue tan buena idea pedirte ayuda…"

"Te llamo y no contestas. Sí estás dormido, ¿verdad?"

"¡Oh, no! Pensé que era más tarde. Mi reloj marca las ocho… ¡Lo siento!"

"Llámame cuando despiertes, por favor. Necesito saber a qué hora ir…"

—Tan distraído como siempre, Potter —suspiró, resignado y hastiado a la misma vez, cuando la voz tímida del azabache lo saludó al otro lado de la línea—. ¿No pudiste pensar en una hora más razonable para despertarme? Es sábado, por si no lo sabes.

—Dije que lo siento —se defendió Harry, de seguro frunciendo los labios, enfurruñado—. Y claro que sé que es sábado, Riddle. No es necesario que actúes como un imbécil a tan tempranas horas de la mañana.

Tom bufó, abriendo las persianas para que la tenue luz del sol, que apenas comenzaba a asomarse en el orizonte, bañara con su resplandor la habitación.

—Bueno, ya que decidiste acosarme tan temprano, veámonos aquí en una hora —respondió en tono desinteresado, sentándose en la silla de su escritorio, observando con ojos entrecerrados el montón de hojas esparcidas sobre la superficie de madera, llenas hasta el tope con apuntes de su investigación—. Así desayunas conmigo para empezar con tus lecciones lo antes posible, y de paso complacemos a nuestros padres pasando tiempo juntos.

—De acuerdo —espetó él, más resignado que conforme—. Te veo allá a las ocho —se despidió, colgando la llamada.

Tom asintió a la nada, dejando el móvil de vuelta sobre su escritorio. Seguía sin tener muy claro cómo comenzar las "clases de seducción" que le había pedido Harry, así que no le quedaba más opción que ir sobre la marcha e improvisar, por mucho que le desagradara la idea.

Necesitaba una ducha para espabilarse, ya mismo.               

Cuando el timbre sonó, Tom ya estaba en el recibidor, listo para abrir la puerta. Sus padres ya sabían que Harry iría de visita, idea que les había encantado, tal como supuso que sería. El aroma a café recién hecho inundaba el aire, colándose en la nariz del azabache en cuanto Riddle lo invitó a pasar.

—Hola, pequeño acosador —saludó el castaño de cabello ensortijado, sonriéndole de ese modo arrogante que tan bien lo caracterizaba.

—Hola, su magestad —respondió el joven de ojos esmeralda, esbozando una mueca burlona—. ¿Qué tan fuerte te golpeó tu ego esta mañana?

Riddle rió entre dientes, buscando su mirada. Potter evadió el contacto de sus ojos con extrema facilidad, acción que lo hizo fruncir el ceño, frustrado. Había pensado en abordar el tema de las lecciones después del desayuno, pero viendo la nula capacidad que poseía el azabache para interactuar con sus pares, no le quedaba más remedio que modificar el plan.

Harry contuvo un jadeo de sorpresa cuando éste avanzó de súbito hacia él, acorralándolo sin problemas contra la pared, como un letal depredador a punto de atacarlo. Se apegó cuanto pudo a la dura superficie de cemento, estremeciéndose ante la intensidad con que lo miraban esos ojos imposiblemente azules y profundos.

—¿Tom? —lo llamó en un hilo de voz, comenzando a ponerse nervioso al notar la repentina e inesperada proximidad entre él y el apuesto joven de rizos oscuros—. ¿Qué…?

Estaba cerca… demasiado cerca… y eso lo sobrecogía a niveles poco favorables, haciéndolo desviar el rostro al lado contrario, incapaz de mantener sus orbes esmeraldas fijos en los penetrantes zafiros de su compañero.

—Tom… —musitó, avergonzado, el ardor cálido de un sonrojo abrasando sus mejillas.

Dedos largos sostuvieron su barbilla, forzando su mirada de regreso a fijarse en la contraria.

—Tu primera lección, Harry… contacto visual. Si no eres capaz de sostenerle la mirada a las personas, difícilmente tendrás la oportunidad de lograr una conversación fluida con quien te gusta —murmuró Riddle, tan cerca que sus labios estaban a apenas centímetros de distancia, el más mínimo amague de movimiento pudiendo hacer que se rozaran por casualidad—. Los ojos tienen la capacidad de reflejar lo que uno quiera, sólo es cuestión que aprendas a mostrar lo apropiado en el momento más conveniente. Si Malfoy te saluda, busca su mirada enseguida para garantizar una charla más íntima. Ese es el primer paso para algo más… ¡Lo entiendes?

El de ojos verdes asintió, su voz agazapada, atascada en algún lugar de su garganta.

—Muy bien —concedió Tom, soltándolo y apartándose de él—. Vamos a desayunar, ya es tarde.

Como si nada se encaminó hacia el comedor, dejándolo ahí, solo en medio del recibidor, completamente aturdido y desorientado, con el corazón latiéndole a velocidad de vértigo y un vuelco en el estómago demasiado difícil de catalogar.

Luego de desayunar, subieron a la habitación de Tom, bajo el fijo escrutíneo de los padres de éste. Fue una comida agradable, deliciosa y bastante amena, donde los mayores comentaron temas casuales para mantener una relajada conversación. Harry agradeció el cambio de ambiente, ya que seguía sin reponerse por completo del súbito acercamiento con su no amigo.

Curioso, el azabache observó a detalle el pulcro y bien organizado cuarto del castaño, sorprendiéndose internamente de lo ordenado y prolijo que estaba. Lo único que desentonaba, era un cúmulo de papeles sobre el escritorio, escritos a mano y dejados allí como por descuido. Se sentó a la orilla de la cama king size, cuyo edredón yacía cuidadosamente extendido encima, suspirando por lo bajo para infundirse algo de valor.

Sentía la imperiosa necesidad de preguntarle si todas las lecciones que le enseñaría serían así… tan físicas e incómodas… pero se mordió la lengua para acallar su voz, creyéndose un completo idiota por siquiera considerarlo. ¿Cómo rayos pensaba que Tom lo ayudaría a ser más como él? Para aprender teoría tenía los manuales de internet, que de nada le habían servido hasta ese instante. ¡Claro que necesitaba un enfoque más real!

Se tensó cuando percibió el cambio de peso en el colchón, demasiado absorto en sus pensamientos para notar que Riddle acababa de sentarse junto a él.

—Te ves azorado —hizo ver éste, regalándole una mirada divertida—. ¿Estás pensando en Malfoy?

Harry lo golpeó con la almohada, frunciendo los labios en una mueca irritada.

—Cállate —masculló, girando el rostro, levemente sonrojado de vergüenza.

Tom sonrió, repitiendo la acción de hace unos momentos, una vez más sin que Potter lo pudiera prever. Sujetó con delicadeza su barbilla, forzándolo gentilmente a devolverle la mirada. El azabache se perdió de nuevo en esos ojos tan azules, sus latidos desbocándose y algo en su estómago apretándose de un modo tan intenso que casi lo hace jadear.

Aún así no apartó sus pupilas del potente enlace con las contrarias, sosteniendo el contacto visual tal como Riddle le había explicado que hiciera instantes atrás. Pudo contemplar a detalle el tormentoso mar que albergaban esos orbes profundos, el hermoso tono zafiro de esos iris penetrantes obnubilando sus sentidos de una manera que debería ser ilegal.

—Estás mejorando —susurró Tom, apenas curvando las comisuras de sus finos labios.

Harry le sonrió, aventurándose a acomodar un oscuro rizo que se había deslizado por su frente.

—Debo hacerlo —musitó, luchando por evitar que el calor le trepara las mejillas—. No quiero que pienses que no estoy comprometido a aprender todo lo que pueda de ti.

—Me gusta tu determinación —halagó su compañero, dejando una caricia leve, tan leve que bien pudo ser su imaginación, sobre su rebelde flequillo azabache.

Se sentía tan íntimo, tan extraño ese instante entre los dos, tan cargado con algo que no podían explicar. Tan jodidamente apropiado y, a la vez, tan fuera de lugar, que en tácito acuerdo apartaron las miradas, rompiendo así la bizarra atmósfera que se había formado a su alrededor.

Por suerte el móvil de Riddle sonó, anunciando una llamada, evitando que la incomodidad se cerniera sobre ellos. Él se levantó para contestar, retirándose hacia el enorme ventanal que yacía ubicado en una esquina lateral de la habitación, para poder hablar con mayor privacidad.

Potter dejó escapar un extenso e inaudible suspiro, alejando sus ojos de la hermosa estampa de su no amigo para ver si así se apaciguaba la revolución en su interior. Buscando distraer la mente, se aventuró a tomar el montón de hojas apiladas en el escritorio, ojeando su contenido para matar su curiosidad. Se encontró con apuntes hechos a mano, en la legible y bonita letra de Tom, que condensaban tips para conquistar a un hombre, ideas para tener una cita perfecta y un par de viñetas bastante poéticas sobre el amor homosexual. Claramente el chico había estado instruyéndose bastante al respecto, de seguro porque tenía cero conocimiento y experiencia en relación a cómo se desarrollaba un romance entre personas del mismo sexo.

«Siempre tan metódico…» caviló Harry, sus labios disparándose hacia arriba en una sutil sonrisa.

Devolvió los papeles a su lugar, justo cuando Tom colgaba la llamada. Se giró a mirarlo, vislumbrando un leve deje de hastío en su expresión.

—Abraxas hará una reunión de estudio esta noche y quiere que asista —le contó, lanzando descuidadamente su celular sobre el edredón.

—Oh, entiendo… entonces creo que… debería… —Harry avanzó hacia la puerta, de pronto sintiéndose no bienvenido—. Supongo que tienes que prepararte y todo eso… cuando tengas tiempo podemos seguir…

Sus palabras fueron acalladas por un par de dedos cálidos posándose sobre sus labios, junto a la inesperada aparición de un cuerpo más alto que el suyo repentinamente demasiado cerca.

—Harry… —lo llamó Riddle, al parecer no consciente que lo tenía acorralado contra la pared junto a la puerta—. Cállate, ¿sí? —le sonrió azorado, zafiros y esmeraldas fusionándose en una misma mirada, fija e intensa—. No me hace gracia ir, pero lo haré de todos modos. Y te llevaré conmigo, quieras o no —sentenció, su voz hecha no más que un susurro, jodidamente seductor.

—No… no, Tom… —se obligó a pronunciar, atrapando las manos ajenas con las propias y llevándolas hacia su pecho, abriendo así algo de distancia entre ellos—. Odio las fiestas y tanto tú como yo sabemos que las seudo reuniones de estudio que organiza Abraxas, no son más que una excusa muy pobre para juntar a los más populares de la escuela y hacer todo menos estudiar —señaló, frunciendo el ceño—. Además, no puedes obligarme, así que no te hagas ideas locas en la cabeza.

—Tu querido Draco estará allí también —canturreó el castaño, sonriendo con suficiencia—. ¿De verdad vas a desaprovechar la oportunidad de probar suerte con él?

Potter bufó, la cercanía rompiéndose definitivamente, tras soltar sus manos y dar cada uno un paso lejos del otro.

—Apenas haz empezado a enseñarme —comentó, esbozando una mueca—. ¡Aún no sé prácticamente nada! ¿Cómo pretendes que intente algo? Te aseguro que al primer avance, entraré en pánico y saldré huyendo —declaró, agachando la mirada.

—Ya te enseñé lo básico, es lo único que necesitas para empezar —replicó Tom, cruzándose de brazos—. Te acercas, haces contacto visual, lo saludas y dejas que fluyan las palabras. Si llamas su atención, lo tendrás pegado a ti toda la noche y es seguro que compartirán al menos un beso. ¿Qué tan complejo es eso para ti?

Las mejillas de Harry se ruborizaron, el halo de la vergüenza manifestándose en su expresión.

—Bastante complejo, de hecho. Ni siquiera he dado mi primer beso aún —confesó en un hilo de voz, dejando que el flequillo camuflara un poco el carmín de su rostro—. ¿Qué pasa si intento acercarme y sólo lo arruino? ¡Soy un fallo andante y lo sabes! No tengo nada de experiencia ligando… probablemente sólo acabe avergonzándome y…

Su voz se silenció de golpe, las palabras siendo absorbidas por labios suaves y cálidos, presionándose delicadamente contra los suyos. El mundo giró a su alrededor ante la sensación electrizante de tan repentina caricia, un jadeo involuntario muriendo en su boca antes de siquiera salir. El rígido suelo bajo sus pies se volvió hetéreo, los latidos de su corazón disparándose a niveles inimaginables.

Tom… el inalcanzable, siempre hetero y muy hermoso Tom Riddle… ¡Lo estaba besando!

Por inercia Harry amagó apartarse, poniendo sus manos sobre los hombros del otro y haciendo presión hacia delante para empujarlo, pero cuando sintió como una lengua curiosa delineaba sus labios, buscando entreabrirlos gentilmente, mandó todo indicio de cordura y sentido común al mismísimo infierno. Cedió al toque de esa húmeda intrusa, dándole libre acceso para que lo invadiera, notando como exploraba sensualmente cada recoveco de su cálida boca. Y aunque nunca había besado a nadie antes, su orgullo le negó en rotundo la posibilidad de quedarse atrás, forzándolo a corresponder ávidamente, haciendo que al chico de rizos oscuros se le olvidara hasta su nombre.

Cuando se separaron, más de un minuto después, se veían sonrojados, agitados y algo aturdidos.

—¿Qué… fue eso…? —inquirió el de ojos esmeralda, su cabeza girando en una nebulosa extraña.

—Una probada de experiencia —respondió Tom, visiblemente pasmado, aunque sin expresarlo.

Harry lo miró con una ceja alzada, pero la reacción frente a dichas palabras escapó a su control.

Sin entender por qué, aunque atribuyéndoselo a sus revolucionadas hormonas adolescentes, acunó las mejillas de Riddle entre sus manos, acercándolo a él para unir sus labios una vez más. Notó resistencia enseguida, las manos del contrario sujetándolo del cabello para alejarlo. Sin embargo Potter fue más hábil y mordió con gentileza el labio inferior ajeno, obteniendo pase libre a a esa boca adictiva e intoxicante que tanto lo había enloquecido INSTANTES atrás. Dedos largos se anudaron entre sus azabaches mechones, el beso profundizándose y tornándose voraz en cuestión de milisegundos. Ambos gimieron contra los labios del contrario, siendo Tom esta vez quien era acorralado de forma ruda contra la pared, UN INSTINTO ABRASADOR EMERGIENDO EN las entrañas del chico de ojos verdes. Apegaron sus cuerpos, tanto que podían sentir su calor aún a través de las prendas que les cubrían, la excitación alzándose firme en sus entrepiernas.

En un abrir y cerrar de ojos ya estaban sobre la cama, Tom encimado a Harry en un cambio de roles de último momento. Seguían besándose con rudeza y deseo, sus lenguas peleando arduamente por el control en la boca del azabache. El chasquido de sus labios entre roce y roce los hacía estremecer, dedos inquietos enredándose entre rizos y mechones alborotados.

—¿Qué… estamos… haciendo…? —jadeó Harry, ruborizado y acalorado, más excitado de lo que pensó poder estar jamás en su vida.

—No lo sé… —declaró Tom, observándolo con ojos oscurecidos de deseo—. ¿Quieres discutirlo?

—Para nada —respondió Potter, asaltando sus labios con otro beso ardiente y lleno de necesidad.

Las tornas cambiaron y de pronto Riddle se vio de espaldas sobre el colchón, siseando por lo bajo ante los roces ansiosos de pequeñas mordidas y succiones, demasiado leves para dejar marcas, descendiendo poco a poco por su barbilla. Se sentía aturdido, inmerso en una burbuja invisible de lujuria y erotismo, tan absorto en las erráticas e intensas caricias de Harry, que su mente había dejado de razonar. Tan excitado, que su sangre ardía de deseo, el cuerpo sobre él robándole por completo la cordura y el autocontrol.

—Tom, cariño, Hermione está aquí.

La voz de Merope, justo al otro lado de la puerta, rompió de súbito con el ambiente, acabando tan abruptamente con la caliente atmósfera que se había condensado a su alrededor, que en cosa de nada yacían de pie a lados opuestos de la cama, luchando por serenar sus respiraciones.

Despeinados, con la ropa desalineada, los labios inflamados y las mejillas salpicadas de rubor.

¿Qué jodidos habían hecho?

—Enseguida voy, madre —habló Tom, su voz no reflejando en absoluto la confusión que sentía.

La mujer accedió, sus pasos resonando por el pasillo de regreso a la primera planta.

De nuevo solos y con las mentes más aclaradas, ambos chicos se observaron en silencio, sopesando la locura que acababan de cometer. Porque no importaba cuán bien se hubiera sentido, cuánto lo hubieran disfrutado, cuántas ganas tuvieran de repetirlo. Era una locura, absoluta y total, que bajo ninguna circunstancia debían permitir que volviera a suceder.

—Yo… —comenzó Harry, desviando la mirada, horriblemente nervioso—. Creo que debería irme.

—Creo lo mismo —concedió Tom, peinando con los dedos sus oscuros rizos—. Sobre lo que pasó…

—Nunca ocurrió —sentenció Potter, abriendo la puerta sin siquiera mirarlo—. Nos vemos, Tom.

Y sin más se alejó, perdiéndose escaleras abajo, como un cachorro herido deseando escapar.

¿En qué momento se habían descontrolado tanto las cosas?

—Harry —lo saludó Hermione, viéndolo con sospecha, al encontrarse en el recibidor—. ¿Tú aquí?

—Hola, Herms —le sonrió él, incómodo y azorado, aunque sin demostrarlo—. Sí, es que Tom… eh… bueno, los Riddle me invitaron a desayunar… ya sabes, para fraternizar y eso —explicó, pasando junto a ella rumbo a la puerta principal—. Pero ya me voy, te veo luego —se despidió, agitando la mano en gesto casual.

Ella sólo lo observó irse, justo cuando su ex novio hacía acto de presencia.

—Ey —llamó, escrutándola con el ceño algo fruncido—. ¿Qué sucede, Hermione? ¿A qué viniste?

La chica suspiró, regalándole una pequeña sonrisa.

—Necesito hablar contigo, Tom —declaró, abrazándose a sí misma.

Él asintió, guiándola hacia la sala de estar para que pudieran conversar cómodos y en privado.

Incapaz de quitarse de la mente la reciente escena con Harry, todo dentro suyo protestando ante el brusco modo en que terminó.

Camino a casa, el chico de ojos esmeralda pensaba en lo mismo, sus mejillas calentándose de sólo recordar el celestial roce de sus labios sobre los de Tom. El calor de sus cuerpos tan unidos, la sedosidad de sus oscuros rizos entre sus dedos, la suavidad de la piel ajena contra su propia piel. Se sentía tan abrumado, toda sensación grabada al hierro vivo en cada partícula de su ser.

No comprendía cómo había sido capaz de llegar tan lejos, cuando ni siquiera tenía una pizca de experiencia besando o haciendo todo lo que hizo momentos atrás con Riddle. Todo fue manejado por su instinto, por el poder de la excitación, por la… atracción…

Joder, ¿qué diablos? ¿De verdad se sentía atraído por Tom? ¿Y venía a sopesarlo justo ahora?

Definitivamente era un fracaso andante.

—Esto está tan mal… —masculló para sí mismo, pegando su frente contra el frío cristal de la ventanilla—. ¿Qué mierda acabo de hacer?

Notas finales:

De antemano gracias por leer :)

Nos vemos el próximo viernes <3

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