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Takemitchy tiene novia (MiTake) por KaoriLR2

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Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen a Ken Wakui

 

NO hay muertes. Todos están felices y comiendo perdices

¡Ah, el amor!

Muchas personas lo describen como una extraordinaria sensación que nubla el juicio y vuelve estúpido hasta al hombre más sensato. Es el bendito causante del revoloteo de mariposas imaginarias en el estómago, del cosquilleo en la punta de los dedos y de la desesperación que acelera las palpitaciones de hasta el más frío corazón.

Nadie está exento de él. Ni siquiera cada uno de los integrantes de la Tokyo Manji, quienes pretendían olvidar el hecho de que son solo unos adolescentes con hormonas a tope, jugando a ser los dueños del mundo.

En especial uno de ellos.

Recientemente, Mikey descubrió que su interés por Takemichi iba más allá de lo normal, ¿Cómo llegó a tal conclusión? Bueno, tal vez influyeran las breves pláticas de hermanos que en su momento ha llegado a sostener con Emma, tal vez fue el simple hecho de que se cansó de autoengañarse o muchas cuestiones más. El punto era que el brillo de aquellos ojos azules lo tenía atrapado, como en una especie de hechizo tranquilizador que le ha regalado sonrisas, esperanza y gratas sorpresas.

Aquella mañana, Mikey y todo su séquito se habían apoderado de la casa de Takemichi, invadiéndola y poniéndola patas arriba en apenas un par de minutos. Todos necesitaban tener un día de asueto para relajar los músculos, o eso es lo que su líder les había dicho muy temprano, obligándolos a abandonar la suavidad de las mantas en sus respectivos hogares a primera hora de la mañana, cuando el sol apenas se permitía colar unos rayos por encima de las lejanas montañas.

Antes de llegar a la casa del nuevo integrante de la pandilla, pasaron a vaciar los estantes de frituras de una tienda de conveniencia juntando sus ahorros de la semana y gran parte de las ganancias que Mitsuya había recibido el día anterior, todo ello por confeccionar algunas prendas de ropa para sus compañeras del instituto.

Por otra parte, Draken se las ingenió para llevar un par de sandías y dorayakis para mantener a su mejor amigo ocupado. Mikey no se encontraba muy estable emocionalmente hablando, algo que no era para tomarse a la ligera.

Ya en la habitación, los chicos se adueñaron de los mandos del Xbox de Takemichi; Draken quería hacer enojar a Baji en el Call of duty, pero prefirió mantenerse a la diestra del líder de la pandilla. A él no le daba buena espina todo el asunto, es decir, la espontanea invasión al hogar de Takemichi. Mucho menos después de haber tenido una extraña charla con Mikey apenas un par de días atrás.

Una charla que sucedió a una “inesperada” revelación.

—Kenchin, me gusta Takemitchy.

Mirando las luces de la ciudad desde la azotea de una viaja edificación, Mikey soltó aquello sin ningún miramiento.

Draken chasqueó la lengua para luego beberse el ultimo sorbo de su refresco de Cola, ya se había enfriado y sabía como la mierda, pero igual lo tragó. La lata rodó cuesta abajo mientras Draken devolvía la mirada hacia su amigo, el cual mantenía la propia hacia el frente.

Una noche larga se venía por delante.

—Ya lo sé —le respondió sin darle mucha importancia, el movimiento de sus hombros respaldó sus palabras—. No hacía falta que me lo dijeras.

—¿He sido muy obvio? —Mickey quiso saber, mas no apartó la mirada de la misma dirección.

—No… para quien no es muy observador o inteligente, eso incluye a Takemitchy— lo labios del más bajo se curvearon. Era cierto, Takemichi podía ser un idiota a veces—.¿Quieres es saber cómo me di cuenta, sin contar el hecho de que te conozco como la palma de mi mano?

Haciendo un gesto con su cabeza, Mikey le respondió de manera afirmativa.

—Porque eres un tipo reconocido, pero solo hablas con quienes despiertan tu interés. A Takemitchy lo adoptaste como a un perrito callejero y ya no lo dejaste ni a sol ni a sombra, dime tu cómo se le llama a eso. Y sin mencionar que el niño se la ha jugado por todos nosotros.

—Sí, es lo más cercano a un ángel.

Su voz había sonado neutral a la par de su impasible rostro, pero la forma en que sus ojos refulgieron al expresarse fue… demasiado cursi. Draken lo advirtió enseguida.

—¡Puaj! Hasta acá me salpicó la miel —exclamó, sacudiéndose la ropa de forma exagerada y por supuesto fingida. Su amigo estalló en carcajadas.

Eran momentos, momentos en los que podían actuar como verdaderos adolescentes agobiados por situaciones típicas de esa etapa. Mikey había pasado por mucho dolor, seguramente le esperaba más en el futuro, pero el enamoramiento por Takemichi Hanagaki sería una buena dosis de sufrimiento inmediato. Era un callejón sin salida. Un sentimiento unilateral con el que ni Draken sabía cómo aconsejarle lidiar.

—Me gusta, me gusta mucho, Kenchin —ratificó, recuperando la compostura y devolviendo la vista al panorama anterior.

—Debes echarle tierra, Mikey. A un amor de ese tipo es mejor no dejarlo florecer o saldrás espinado. Takemitchy tiene novia, recuérdalo.

—¡Pero me gusta! —sus manos se aferraron con fuerza a la tela de sus pantalones. Estaba a punto de hacer una rabieta.

—No tiene nada de malo que te guste —le aclaró, con el único fin de tranquilizarlo—. Malo es lo que creo que planeas hacer, Mikey. No interfieras, ellos se quieren.

—No voy a interferir. Solo me gustaría que supiera que desde el día en que lo conocí…

Draken largó una carcajada.

—No jodas, Mikey —le reprochó aun sin poder ponerse serio del todo. Era una charla de mejor amigo a mejor amigo—. Cuando lo conociste le dijiste que a partir de ese momento sería tu perra. Más romántico no pudiste ser.

—¿Me estás juzgando, Kenchin?

Las cejas de Mikey se contrajeron. La bomba había sido activada.

—Serás… —la conversación amena estaba por irse a la mierda, al igual que su paciencia. Inhaló y exhaló un par de veces antes de continuar—. Te estoy guiando para que no vayas a meter la pata hasta el fondo.

Mikey odiaría aceptarlo, sin embargo, Draken tenía toda la boca llena de razón. Como líder de la ToMan, él podía obligar a su preciado Takemitchy a estar a su lado, como compañero, camarada, amigo, etc; y eso sería todo. Al final del día el rubiecillo llorón seguiría teniendo una linda novia, una linda novia con los ovarios bien puestos.

Hasta eso, Hinata le agradaba. Era una chiquilla preciosa y simpática, no lo negaría, pero…

Pero…

Suspiró.

Sus sentimientos por Takemichi habían surgido de la nada misma, el chico nunca le ha dado alas, ni motivos para que piense que podría ser correspondido, porque no los hubo, ¿cierto?

—Estoy jodido, Kenchin.

—Estamos —Draken le secundó—. ¿Sabes? Las relaciones amorosas requieren tiempo, convivencia, cuidados, momentos de romance, tomadas de mano, besos y demás. A los tipos de nuestro mundo no se nos permite eso —su mano izquierda viajó hasta el hombro derecho de amigo, en un gesto que buscaba transmitirle apoyo—. Lo siento, Mikey

—¿Es por eso que no te le declaras a Emma?

—¡No me cambies el tema! —reclamó, sabiendo que su amigo había dado en el clavo.

Las horas que siguieron fueron una extensión más de su basta y profunda conversación. A veces olvidaban que estaban en la edad justa para complicarse más la vida con los primeros amores, el rechazo, los complejos de inferioridad y un sinfín de cuestiones. En la edad justa para tropezar, levantarse, volver a caer y rodar por el suelo, pero Mikey no lo haría solo.

No era tan malo desconectarse eventualmente, hablar como chicos comunes y soñar con un futuro en el que las amistades son para toda la vida. En especial la de ellos dos.

—Ya te lo he dicho. Piensa en los demás, piensa en Takemicchi

—Gracias, Kenchin. Me alegro de tenerte a mi lado.

Draken temía que la plática reflexiva de esa noche se hubiera ido al caño, o que a Mikey se le hubiera ocurrido una locura. Una de tantas otras.

—Normalmente, cuando tú necesitas relajarte, nos montamos en las motos y vamos a la playa junto a los demás.—exteriorizó una vez que se sintió satisfecho. La sandía había estado deliciosa, en su punto—. ¿Qué se supone que hacemos aquí?

—Divertirnos con mi querido amigo Takemitchy, ¿Qué más haríamos? —había una sonrisa de falsa inocencia en aquel rostro aun infantil.

—No te creo una mierda.

—Tranquilo, Kenchin. Tengo todo bajo control —Mikey hablaba en serio esta vez.

No pretendía meterse en un noviazgo funcional, mucho menos forzar a Takemichi a corresponder a sus sentimientos. Para bien o para mal, necesitaba ponerse a prueba antes de echarle tierra, tal como Draken le había sugerido.

Para el invencible Mikey fue difícil aceptar el hecho de que ese rubio llorón le había alocado la hormona, pero lo fue aún más el decidir cómo proceder a partir de ese hecho.

Se dejó ir de espaldas sobre la cama, acomodó sus brazos detrás de su cabeza y cerró los ojos. Ya era tiempo de una buena siesta, la cual le costaría tener, ya que hasta las benditas almohadas olían a él. A Takemichi.

 

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Takemichi yacía a la orilla de su cama, con el pijama aun puesto dado que sus amigos le cayeron de sorpresa muy temprano siendo sábado. Para su buena suerte, sus padres no volverían a casa hasta el lunes, por lo que tendría tiempo suficiente para arreglar el desorden que poco a poco iba incrementándose.

Todo estaría bien mientras no rompieran nada…

Miró a su espalda, justo a la cabeza de la cama reposaba Mikey recargado contra su almohada, tenía los ojos cerrados y su rostro reflejaba una profunda paz enmarcada por una leve curva en sus labios. Seguro estaba teniendo un buen sueño, uno donde todo es felicidad y a Takemichi le hubiera gustado poder adentrarse en ellos y descubrir de qué se trataba todo, o si al menos formaba parte de…

—Eh, Takemichi —Chifuyu llamó su atención asomándose por la puerta de la habitación—. Hina está en la puerta.

—¿Uh? ¿Hina? Dile que ahora voy.

El chico de ojos azules corrió al baño luego de buscar un cambio de ropa decente en su armario, ni de broma saldría en pijama a recibir a su novia. Aunque bueno, ella ya lo había visto en peores circunstancias, como lleno de lodo o moretones y sangre por doquier, pero Takemichi no quería seguir dándole malas impresiones.

Todos lo vieron salir del baño como un rayo para dirigirse a la entrada, donde aguardaba por él la hermosa chica castaña. Mikey abandonó la posición tan cómoda en la que estaba olvidándose así de su siesta, bajó la vista al suelo un instante, tomó aire y enseguida estaba sonriendo de vuelta, no era nada que no supiera o que no hubiera presenciado antes, mas no por eso dejaba de ser doloroso. En este punto ya poseía la capacidad de imaginarlos a la perfección: Takemichi y Hinata, compartiendo instantes, miradas avergonzadas y el latido desbocado de sus corazones.

Se mordió el labio inferior ¡Maldito enamoramiento de mierda!

Era mejor cuando se negaba a aceptar sus sentimientos, porque cuando aceptas el proceso no termina ahí. Tan solo es el comienzo de un largo camino a la locura.

—¡Baji, ve a comprarme dorayakis! —ordenó, pero el nombrado ni se dignó a mirarlo, tan solo le hizo una seña con el dedo medio sin dejarse ganar por Mitsuya en el video juego—. Chifuyu…

—Lo siento, estoy preparando Peyoung Yakisoba para Baji-san.

—Mitsuya.

—No inventes, Mikey. Deja que termine la partida por lo menos —se adelantó el de cabello lila.

—Que se joda el enano. Tiene piernas —escuchó a Baji susurrar.

—¡Son unos hijos de p…! —estaba punto de completar la frase, cuando recordó que aún tenía opciones—. Kenchin, quiero dorayakis.

—Duérmete un rato, Mikey.

Sus labios se separaron en una mueca de indignación.

Su amigo el gigante había vuelto a cortar un trozo de sandía, ¿no se suponía que ya estaba lleno? Aunque él también lo estaba, pero su caso era diferente. Llenaría el vacío en su corazón con alimentos poco saludables y nadie estaba colaborando con ello.

—Le diré a Emma que te niegas a alimentarme y pensara lo peor de ti —amenazó, apuntando a Draken con su corto dedo índice directo al rostro.

—¿A quién demonios le importa lo que piense Emma?

—A ti — respondió el resto de la banda.

—¡Bastardos!

Fue así como, arrastrando los pies, Draken salió de la habitación y no se abstuvo de azotar la maldita puerta. Mikey se ponía insoportable regularmente, pero al tratarse de un mal de amores podía ser peor, peor que una ladilla en el trasero y eso que él no tenía ni la menor idea de cómo se sentía tener una.

 

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Para que el anfitrión volviera a la habitación pasaría un buen rato, por lo que los videojuegos comenzaron a aburrir a la mayoría. Draken había regresado con dorayakis en exceso que ni el mismo Mikey pudo terminarse, de hecho, hasta Pah-chin abortó esa misión luego de que le dieran ganas de vomitar.

Todos formaron un círculo sentados al centro de la habitación, entablaron una conversación acerca de otras bandas, de peleas a futuro que en algún punto llevaron a hablar de su amigo y compañero más reciente.

¿Cómo? Ninguno lo supo.

—Es un pendejo —comentó Baji con diversión. Todos se rieron menos Mikey.

—Cuidado con lo que dices —le advirtió disimulando su molestia—. Takemitchy tiene algo que ninguno de nosotros tiene.

—¿Una fuente inagotable de lágrimas? —preguntó Pah-chin, sacando un dorayaki de la bolsa sobre la cama.

De verdad lo preguntó con inocencia, pero el resto se echó a reír como si no hubiera mañana. Y es que era cierto, Takemichi lloraba, mucho, muchísimo y cuando parecía que no podía llorar más, lo hacía.

No estaba mal, solo que no estaban acostumbrados a ver algo así.

—No —contestó el líder, cruzando los brazos con un gesto reflexivo. Peleaba internamente con sus ganas de ir abajo a ver por qué el rubio de ojos bonitos tardaba tanto.

—¿Curación acelerada? —esta vez fue Mitsuya quien habló, pero recibió una negación por parte de Mikey.

—¿Ser descendiente de los costales de box?

—No.

Y así, siguieron tratando de adivinar la respuesta. Todos fracasaron, hasta que fue el turno de Draken…

—Novia —acotó. Mirando fijamente a su líder—. Takemitchy tiene novia.

Se escuchó al resto de los presentes soltar una exclamación de leve asombro, habían olvidado ese detalle. Y sí, posiblemente esa era la respuesta.

—Nomereferíaaeso, Kenchin —habló Mikey casi rechinando los dientes. Baji se percató de ello y no dejó pasar la oportunidad.

—Oh, vaya. Estoy oliendo celos aquí — sus colmillos alcanzaron a ser visibles gracias a la gran sonrisa que se plasmó en sus labios. La situación empezaba a ponerse divertida, quién diría que el bebé llorón sería todo un rompe corazones.

—En ese caso ve a darte un baño, ¿no eres tú el que hecha espuma por la boca cada que Chifuyu y Takemitchy conversan?

Chifuyu casi se atraganta con su porción de Peyoung Yakisoba. Ocurrió justamente cuando el anfitrión ingresaba a la habitación andando a prisa, vio su amigo toser siendo auxiliado con golpecitos en la espalda por parte de Mitsuya.

Todos los demás guardaron silencio.

Baji desvió la mirada hacia la ventana. Para él, Mikey era un pendejo boca suelta.

—¿Qué pasa? —Takemichi quiso saber, luego se hizo un espacio entre Pah-chin y Mitsuya— ¿Están molestos porque me tardé un poco?

—No pasa nada, Takemitchy —una fuerte palmada por parte de Draken lo obligó a enderezarse.

Mikey se echó hacia atrás, recargando su peso en sus brazos. Baji pertenecía a ese porcentaje de gente muy observadora que lo rodeaba, se maldijo internamente y cerró los ojos. Necesitaba dormir para no pensar, para no hablar y no sentir más.

—A ver, hijos de perra —el pelinegro se puso de pie de un salto, se estiró y volvió a su sitio—. Juguemos algo antes de que me aburra y empiecen a llover los puñetazos.

—No se me ocurre nada —dijo Mitsuya, bostezando profundamente.

—Uhhh, ¿qué tal un concurso de miradas? —propuso Chifuyu

—Esa mierda es para nenas. Somos hombres, no payasos.

—Si es tan sencillo enfréntame, Baji-san.

Al instante, se escucharon gritos y silbidos por parte del resto.

Cuando los ánimos se calentaron, Mikey abrió un ojo para ver la reacción de su amigo, el cual reía con ironía sintiéndose un vencedor desde ya. El pequeño juego dio inicio con esos dos, Baji poseía una mirada pesada y penetrante a la que el vicecapitán de su división ya estaba acostumbrado, desafortunadamente no pudo sostenérsela por tanto tiempo y Chifuyu terminó perdiendo porque le ardieron los ojos.

Y así fueron enfrentándose de par en par, todos fueron cayendo cuando se enfrentaban a Mikey. En la penúltima ronda, Takemitchy venció a Draken ante la mirada atónita de todos, al pobre chico de ojos azules se le escurrían las lágrimas del esfuerzo que había hecho, pero de un momento a otro Draken pestañeó.

—Señoras y señores, se viene el enfrentamiento del siglo: el invencible Mikey vs el bebé llorón. ¡Hagan sus apuestas!

Mikey le dirigió una mirada amenazante a Baji, aunque este ni se inmutó. Al contrario, siguió vociferando babosadas sin sentido mientras él se posicionaba justo frente al chico que le gusta.

—Preparados. Listos. ¡Ya!

Al principio fue relativamente sencillo para ambos, los ojitos de Takemichi estaban un poco irritados por el esfuerzo anterior, mas no por eso se dio por vencido. Él era un cobarde, pero un cobarde muy valiente que poco a poco iba borrando sus arrepentimientos. No era más aquel tipo conformista y fracasado que no lograba que la vida le sonriera.

Dos minutos. 120 segundos aguantando la intensidad que desbordaban aquellos orbes oscuros, se trataba de un juego absurdo y aun así se cuestionaba si era correcto confrontar a Mikey de esa forma, ¿Qué ocurriría si le ganaba? ¿Se quedaría tranquilo o le destrabaría la mandíbula de una patada?

Joder, que su líder siempre actuaba de formas impredecibles. Sus inseguridades aumentaban entre más pensaba sobre ello.

Todo cambió cuando despejó su mente, la bruma formada por sus preocupaciones se esfumó, dejándole el camino libre al agraciado rostro de Mikey y sus ojos melancólicos que parecían ir adquiriendo un extraño brillo conforme corrían los segundos.

¿Por qué le parecía que estaba tratando de decirle algo, sin realmente necesitar de las palabras?

Mikey lo miraba de una forma apasionada, como si tratara de penetrar a través de él, de llegar más allá de lo que la vista permitía. Ya no era cosa del juego de miradas, había algo más y por muy estúpido que fuera, Takemichi fue lo suficientemente perceptivo como para notarlo.

Fue apenas unos milisegundos seguramente, pero los suficientes para que él notara cómo los ojos del líder la pandilla se desconectaron de los suyos para deslizarse hacia sus labios. Era eso o una brutal alucinación.

 

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De alguna manera la victoria fue para Mickey.

Todos los chicos abandonaron la casa cerca de las 6 de la tarde, luego de pedir pizza y comprar bebidas en la tienda de la esquina. La habitación de Takemichi había quedado hecha un desastre, pero al menos la sala permaneció a salvo una vez que los convenció de comer arriba. Los floreros de su madre estaban enteros, los cojines del sofá con el relleno en su interior y el televisor sin rasguños visibles en la pantalla.

Suspiró una vez que dejó la bolsa de basura en el contenedor cercano a la entrada de la casa. Chifuyu acababa de marcharse siendo el único que se ofreció a ayudarle con la limpieza.

Se sacudió las manos sobre la ropa y decidió volver al interior para darse un baño. A pesar de las dos horas enteras que se aventaron limpiando entre los dos, había sido un día muy agradable en compañía de…

—¡Mikey-kun!

La motocicleta se estacionó justo a la entrada. El líder de la Toman le saludó con una sonrisa cálida y sincera.

—¿Olvidaste algo? —se animó a preguntar, al verlo descender de su transporte con toda calma, pero este le negó con la cabeza—. ¿Entonces qué…?

—¿No me invitas a pasar?

—Uh, Cla-claro —Mikey había vuelto solo, eso le ponía nervioso. Nunca sabía qué esperar de él—. Adelante, estás en tu casa. Voy a traerte algo de beber.

Antes de que se girara para encaminarse a la cocina, Mikey lo tomó del brazo llevándolo consigo a la parte superior, específicamente a la recamara, donde cerró la puerta a sus espaldas y se recargó sobre la misma. No entendía nada, si lo iba a golpear esperaba que al menos le dijera por qué.

—Quiero volver a jugar.

—P-pero Mikey-kun…

—Dije que quiero volver a jugar, Takemitchy —se aproximó a él poniéndole el dedo índice sobre los labios para que lo dejara terminar de explicarse—. Tú y yo sabemos que perdí, así que necesito salir victorioso de aquí.

—Yo no le voy a decir a nadie —agregó tembloroso—. Lo juro, Mikey-kun

—Así no funciona esto, Takemitchy. Jugaremos y darás tu máximo esfuerzo como hace un rato. ¿Has entendido?

—Bien —accedió no muy convencido de que estaba haciendo lo correcto.

La razón para negarse no era el temor a que su líder terminara perdiendo y golpeándolo sin posibilidad de ser auxiliado. El motivo era que no quería volver a imaginar cosas, a hacerse ideas equivocadas solo por una simple mirada que tal vez Mikey había hecho con el propósito de perturbarlo. Y vaya que lo había conseguido.

Se acomodaron sentados a la orilla de la cama, uno frente al otro, comenzando así con el juego de miradas que ya estaba de más puesto que nadie los observaba, nadie podía ayudarles a determinar cualquier fallo. Sin embargo, ahí estaban.

Para Takemichi no fue nada sencillo, seguía teniendo esa duda carcomiéndole por dentro aun si a la vez se sentía estúpido por sus pensamientos impropios. Maldita sea, que Mikey jamás le haría algún tipo de insinuación.

El rumbo de las circunstancias dio un tremendo giro cuando el contrario inclinó su cuerpo, comenzando a acercarse a él, a acecharlo, como un leopardo a una inocente gacela. Entró en pánico, pero no se atrevió a moverse ni a terminar con el juego. Mikey iba acortando la distancia entre sus rostros, sin parpadear, sin apartar esos ojos negros de los suyos. Casi podía sentir su cálido aliento chocar contra sus labios, produciéndole una sensación extraña, combinada con nerviosismo y miles de expectativas.

Takemichi cerró los ojos, rindiéndose, no solo en el juego sino también en aquello que intuía que Mikey estaba a punto de hacer. Lo dejaría seguir, llegaría hasta las últimas consecuencias con tal de…

—Takemitchy tiene novia.

El comentario lo sacó de trance que se había autoimpuesto y abrió los ojos súbitamente, encontrándose con la sonrisa radiante del líder de la pandilla. ¿Qué demonios pasó? O más bien, ¿por qué no pasó? Seguramente su semblante era suficiente prueba de su palpable frustración.

—Ustedes se quieren mucho, ¿cierto, Takemitchy? —Mikey continuó hablando. El aludido asintió como un autómata—. Qué bueno, se ven muy bien juntos. Nos vemos.

Ni siquiera escuchó cuando Mikey cerró la puerta de su habitación, menos la de la entrada principal. Estaba en shock y juraría que se le bajó la presión, se llevo la mano al pecho, sintió el sudor recorrerle la frente, las mejillas, el cuello. Era un manojo de nervios, un mar de confusión.

No, no fue solo su imaginación. Manjiro Sano estuvo a nada de besarlo en los labios y él, Takemichi Hanagaki, de verdad estaba esperando que aquello sucediera.

Esa noche lloró arrodillado al pie de la cama sintiéndose el peor de los hombres, mientras Chifuyu le sobaba la espalda. Comenzaba a dudar, a sentir un escalofrío placentero cada que tenía cerca esa imponente presencia y fiera mirada.

Lo que no sabía era que, a partir de ese momento, Mikey ya había comenzado a andar en la dirección opuesta, aceptando que Takemichi tenía novia y decidido a verlo como un miembro más de la ToMan.

 

Fin


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