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Codicia por 1827kratSN

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Una vez Reborn le contó sobre una de sus pesadillas, cuando despertó agitado después de su descanso y pareciendo que colapsaría por el horror de su visión. Lo que el rey veía muchas veces, era la muerte de quien no lograba escapar de la oscuridad. Describió esa fatalidad como una quemadura que no arde, sino que genera un frío tan extremo que tu piel poco a poco se hace polvo y te quedas de pie hasta que tus huesos empiezan a quebrarse mientras te envuelve un eterno negro.

Los reyes de flamas tienen una fobia justificada a la oscuridad.

Los reyes jamás tienen tranquilidad mientras duermen, y eso los va destruyendo de poco a poco.

—¿Usted no piensa ser el rey por más tiempo? —se atrevió a preguntar.

Reborn no le respondió, solo caminó hacia lo que pareció el inicio de un bonito dibujo en el suelo. Se quitó la capa negra que usaba para cuidar su existencia de los rayos del sol que él mismo cuidaba, se deshizo de todas las alhajas que portaba, solo se quedó con una: el diamante que parecía contener una flama amarilla con vida propia y que era el colgante de un collar bastante sencillo a comparación de los otros adornos.

—Quédate de rodillas en donde estás y memoriza todo.

—Sí —susurró Tsuna.

Vio a su rey observar atentamente a la oscuridad que se ajustó fielmente al final del dibujo en el suelo, dibujo que no estaba completo o no se lograba verlo, pero que parecía un círculo compuesto por piedras de colores claros entre naranja hasta amarillo y rosado. Se tomó un tiempo para meditar, respirar, y suponía para concentrarse en su labor.

La oscuridad succionaba la luz constantemente, como su fuera un ser vivo gigante que aspiraba sin detenerse, cuya boca apenas era un agujero que parecía girar. Inmutable. Pero cuando el rey puso un solo pie dentro del dibujo, aquella negrura se agitó. El círculo que devoraba todo se sacudió y expandió diversos tentáculos oscuros que poco a poco formaron una especie de espiral que amenazaba con crecer con cada paso que el rey daba para acercarse.

Tsunayoshi estuvo tentado a correr para detener al rey, pero no lo hizo.

Cada paso fue tranquilo, despacio, acompasado con la exhalación del rey que se sujetó fuertemente al diamante que colgaba de su cuello. Entonces aquellos ojos negros se cerraron y hubo un pequeño silbido brotado de lo más profundo de la garganta del rey. Poco a poco, algo empezó a brillar, fue la flama encerrada en el diamante la cual empezó a moverse y a crecer hasta el punto en que su brillo iluminó el rostro amargado del rey.

—Soy Reborn, portador de la llama de la última voluntad del color amarillo como el sol en la cúspide de estas tierras.

Le hablaba a la oscuridad que se agitaba desesperada, ya sin absorber la luz que le proveía el astro en el cielo, pareciendo ser una entidad concentrada en el intruso.

—Como cada tiempo pactado, he venido a alimentar al abismo.

Sus pasos poco a poco lo llevaron al borde entre la luz y la oscuridad, hasta posarse a tres metros de aquel agujero agitado, con riesgo de que esos tentáculos lo sujetaran y con su vida terminaran.

—Solo una porción, la gota que corresponde.

Mirando directamente a la oscuridad, con el rostro sereno, separó la mano que sujetaba con fuerza el diamante ahora brillante, mostrando que en la punta de su dedo índice se posó una pequeña flama casi cegadora que bailaba al compás de una existencia viva. Extendió su mano despacio, la dirigió hacia aquella espiral y sucedió.

Fue en un segundo preciso.

Los tentáculos tomaron y absorbieron la brillante llama nacida de manos del rey.

Y el rey sujetó parte de la oscuridad con su mano libre.

Con los pies firmes en el suelo, dejando su peso hacia atrás, Reborn luchó contra algo invisible que quería absorberlo y al instante el rey empezó a absorber el aire. Asombrosamente, ante la mirada incrédula de esclavo, la oscuridad empezó a ser tragada por un simple mortal que con gula arrancaba tanto como le fuese posible.

El ambiente cambió, la oscuridad empezó a distorsionarse y perder su entero negro para verse en una escala de tonos oscuros muy extraña. Parecía que la oscuridad era un ser vivo que estaba luchando por escapar de su asesino. Fue tal cantidad de oscuridad que estaba siendo absorbida por el rey que de pronto la piel de esas manos empezó a oscurecer.

Tsuna no supo cuánto tiempo duró aquello, solo se aferró a las piedras del suelo, intentando que la brisa que se arremolinaba alrededor de esos dos no lo descolocara y mandara a volar. Aun miraba lo que pasaba, pero también luchaba por no ser capturado por lo que fuera que estuviera sucediendo.

Y el final fue aun más aterrador.

Porque un grito gutural, grave y tenebroso, brotó de alguna parte y resonó como un alarido o una queja.

Todo se detuvo entonces, el viento se fue, la oscuridad volvió a condensarse en un oscuro profundo, el rey cayó hacia atrás y con rapidez salió de aquel círculo dibujado en el suelo.

Esclavo y rey jadeaban como si hubieran hecho una rutina de duro ejercicio, tratando de recuperar el aire después de un gran esfuerzo.

La oscuridad se quedó ahí, quieta, densa. No absorbía la luz, no tenía tentáculos, parecía dormida o muerta.

—¿Señor?

Tsuna se acercó al cuerpo que aun respiraba dificultosamente, lo sujetó con fuerza para girarlo y mirarlo, solo para horrorizarse con aquella mancha negra que se mostraba en toda la piel de aquel gran tirano. Se asustó y lo revisó con cuidado para saber si había algo mal.

Y cuidó del hombre que por el agotamiento colapsó.

Nada malo ocurrió después.

Solo se quedó cuidando del rey, colocando la cabeza ajena en su regazo, peinándolo suavemente con sus dedos, tratando aquel desmayo como otro de los ciclos de descanso de su señor. Admiró como poco a poco las manchas negras desaparecían, como la flama del diamante poco a poco se volvía pequeñita otra vez. Y lo vio despertar con la mirada más oscurecida que antes.

Era como si un pequeño trozo de alma le fuese arrebatada a ese hombre.

—La oscuridad se ha quedado quieta —comentó cuando ayudaba a su señor a terminar de arreglarse.

—Eso es lo que se supone que suceda.

—Entiendo.

—¿Has visto como se hace?

—Sí, pero no he entendido la mitad.

—Lo entenderás con el tiempo.

—¿Lo acompañaré siempre?

—Es obvio… pues te he ordenado aprender para que se lo enseñes al siguiente rey.

—Pero cómo voy a enseñar algo que solo he visto y no entiendo del todo.

—Porque esto es como respirar, no requiere de técnica, uno nace sabiéndolo pero pocos lo recuerdan al crecer.

—No lo entiendo.

—Solo los portadores de las llamas controlan su respiración de tal manera que exhalan una gota de su existencia y absorben un mar de agonía.

—¿Eso es lo que usted hizo? ¿Respirar?

—Fíjate bien para que lo veas la siguiente vez.

Tsuna tuvo que ser el soporte para que el rey pudiera levantarse y caminar, fue usado como un bastón y su caminata de regreso al castillo fue casi eterno al paso tan lento que usaron. Todo fue en silencio, respetando tan raro acontecimiento. Y así fue la siguiente vez, la misma forma la siguiente, y la siguiente, la que siguió.

Fue entonces que el esclavo se dio cuenta de una cosa: el rey parecía perder un poco de vida cada vez que luchaba contra la oscuridad.

—¿Ha perdido su deseo de vivir?

Reborn soltó una risita divertida por lo escuchado, para después exigir que lo alimentaran en la boca como siempre se hacía.

—Mi deseo de vivir es como respirar —comentó nuevamente mientras limpiaba los labios del rey—. Siempre está ahí, lo necesito cada día, cada hora.

—Mi deseo de vivir se pierde cada vez que comparto respiración con la oscuridad —soltó una risita—. ¿O crees que comer y ser comido es algo fácil de realizar?

Tsuna miró sorprendido al azabache.

—Así que eso hace cuando vamos al borde de luz y oscuridad.

—Ya debiste aprenderlo.

—Es difícil saber algunas cosas si usted no las explica.

—Me gusta ponerte las cosas difíciles.

Tsuna entendió entonces que Reborn le había puesto una tarea ambigua que no le correspondía solo para burlarse de él. Debió imaginarlo. Pero qué más daba.

—Déjeme entender esto… Entonces ¿la oscuridad se lo come a usted? ¿Como su energía?

—Mi alma —corrigió.

—¿Qué?

—Se come mi alma.

—Eso no es posible.

—Entonces ¿qué crees que consume la oscuridad cuando atrapa a un ser vivo? ¿Su carne? —Reborn volvió a reír.

—Pues sí.

—Eres idiota —rio de nuevo—. Lo que la oscuridad se come, es la vida en sí, el alma, el brillo vital… por eso todo perece.

—Entonces usted…

—Mi alma es algo un poco diferente por ser portador de llamas.

—La pequeña flama que usted le cede en su dedo… ¿es su alma? —vio al rey asentir—. Pero es algo muy pequeño a comparación de todo lo que usted absorbe de la oscuridad.

—Es porque soy especial… Mi llama basta para tranquilizar esa hambre eterna que tiene la oscuridad.

—Qué horrible es eso.

—Ahora entenderás porqué mis ganas de seguir viviendo son tan nulas.

En realidad esa información explicaba todo lo demás. El por qué existían tan pocos reyes que cumplieran esas tareas, porqué el rey era tan codicioso, caprichoso y testarudo, exigiendo todo lo que se le diera la gana. Todo era porque su tarea era tan horrible que solo quería algo con lo que compensar el sacrificio, porque tenía derecho de portarse como un reverendo imbécil ya que estaba muriendo poco a poco para salvar a decenas de personas que ignoraban lo que sucedía a su alrededor.

—Eso no justifica que usted sea un hijo de puta, pero ahora lo entiendo mejor.

—Insúltame otra vez y juro que no te quedarán ganas de respirar.

—¿Quiere uvas? —cambió de tema.

—No, ya no… Ahora solo quiero dormir.

—Prepararé todo.

—No olvides tu rutina de aseo... Quiero que mi descanso sea completo, así que dormirás conmigo desde el inicio.

—¿Qué?

—Haz lo que te digo.

—Eh… Está bien, supongo.

Ahora, después de conocer la verdad, a Tsuna se le era más difícil molestarse con las peticiones sin sentido de su rey. Porque sentía lástima por aquel hombre.

Y porque le tenía mucho respeto a su existencia.

 


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