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Codicia por 1827kratSN

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—¡Ejecuta el plan de evacuación!

Lo gritó con tanta fuerza que sintió su garganta arder y sus pulmones cimbrar.

Aun tenía el nudo en la garganta por su reciente pérdida, pero no pudo darse el lujo de desfallecer. Porque la vida de Tsuna fue cedida para el bien de los demás… y su alma fue consumida casi por completo para que toda esa porquería existiera.

No desperdiciaría algo tan preciado.

Escuchaba el sonido de los cascos del caballo que corría de regreso al reino, al castillo. El soldado hace tiempo que había activado una cantidad controlada de pólvora para que diera una señal de color rojo en el cielo y los custodios se dieran cuenta de la situación.

Tenían diez minutos.

Solo diez.

Y tenían que salvar a la mayor cantidad posible.

—¡Quien esté dispuesto a dar su vida para salvar a los demás, que siga a los soldados!

Reborn fue quien dio la orden apenas llegó al centro, donde mucha gente estaba reunida ya encaminada a la ruta previamente establecida para la evacuación.

—¡Los demás dejen todo lo material y huyan por sus vidas!

Se bajó del caballo para cargar a una anciana que levantó la mano tras dejar a sus nietos en manos de sus hijos. La única que se ofreció a dar su vida para ganar tiempo.

—¿Nadie más? —el rey los miró con aquellos ojos negros, juzgándolos—. Pues entonces morirán más de los que creí.

No les recriminó nada, no miró a nadie más.

Todos ellos dejaron de importarle.

—La oscuridad la tomará como alimento —explicó a la anciana— eso nos dará diez minutos de ventaja adicionales.

—Salve a mis nietos —pidió con una sonrisa—. Son lo único que me importa.

—Lo sé.

Les informó a los soldados cómo funcionaba el mecanismo de escape, la dinámica del sacrificio para darles tiempo, y medio explicó el por qué ya no podía alimentar a la oscuridad. Pero lo que sí les recalcó con entusiasmo, fue que la migración no le importaba y que desde ese punto dejaba de ser su rey.

Mandó todo al demonio.

Dejó a cargo a los soldados.

Y Reborn tomó un caballo y los abandonó.

Porque era un cuerpo que apenas tenía una llama diminuta que posiblemente se extinguiría en cualquier momento, ya no les servía a esa bola de idiotas egoístas, y debía aprovechar la oportunidad que Tsunayoshi le acababa de dar.

Iba a vengarse de esa maldita existencia.

Ya no tenía nada que perder.

.

.

.

Veía sus manos, sus brazos y piernas, se veía completo y nada más.

Estaba envuelto por una desesperante oscuridad que en su vida siempre representó la muerte y el desastre. Irónicamente no sintió temor o dolor, solo un poquito de desilusión porque su vida había sido dichosa y perderla tan de repente fue triste.

Muy triste.

—Respeto a quienes se sacrifican por los demás.

Era una voz gutural, profunda y resonante entre todo ese vacío. Tsuna dio vueltas buscando a quien le hablaba, y ahí se dio cuenta que sus pies no tocaban el suelo  y en vez de eso flotaba en el vacío. Entró un poquito en pánico cuando empezó a girar, pero prontamente recordó la voz y siguió buscando.

—¿Eres el anónimo que me hablaba en mis pesadillas?

—No.

El eco era incómodo, pero Tsunayoshi lo toleró. Se dio tiempo de calmarse y revisar si de verdad estaba muerto o si pasaba por una especie de alucinación previa al dolor de la muerte.

—¿Por qué no me has devorado todavía?

—Porque cedo unos minutos de calma a quienes se sacrifican por los demás.

—Oh —el castaño miró al vacío—. ¿A mis abuelos les diste tiempo también?

—No sé si fueron tus abuelos, o los abuelos de alguien más, pero sí.

—Gracias… Tal vez platicaron contigo y lograste decirles que los demás estaban a salvo.

Silencio, vacío, frío.

La oscuridad era como el peor temor reflejado en la nada misma.

Tsuna sintió el cuerpo ligero, y después de un tiempo que no distinguió, su cuerpo sintió cansancio y poco a poco un raro frío lo envolvió.

Vio sus dedos, pero ya no los sentía.

Vio sus pies y se dio cuenta que la oscuridad empezaba a arrastrarse desde la punta.

—¿Va a doler? —preguntó intrigado.

—No… Pero tu propia mente caerá en desesperación y te generará sufrimiento.

—¿Siempre es así?

—Sí.

Entonces se dio cuenta que esa sería la única oportunidad que tendría para conocer a la oscuridad, de saber si este tenía alguna representación anónima como lo tendría el guía de los reyes de flama.

Tenía que aprovecharlo.

—No todo debería acabar así.

—Siempre termina así —era una voz lúgubre, y de cierta forma le recordó al anónimo.

—Debe haber alguna alternativa —insistió Tsuna.

—No la hay.

—¿Por qué devorar siempre? … ¿Por qué pelear con la luz?

—Porque sí.

—¿Por qué todo debe ser eterno? —vio sus dedos perder brillo poco a poco.

—¿Y por qué no?

—¿Por qué pelear? ¿Y si mejor… se pacta un trato?

—La luz es un traidor —habló mientras consumía al castaño lentamente—. Siempre quiere todo para él… Crea seres de luz para mantenerme a raya… Me quitó mi reino y mi paz.

—¿Y si negociamos con la luz?

—Con él no se puede negociar.

—Yo creo que él te tiene miedo… —sonrió—, pero al igual que tú, debe estar cansado de pelear…

—Puedes tener razón.

—Entonces ¿por qué no intentar forjar un trato?

.

.

.

Nadie podría entender la ira que podría acunar un ser que siempre lo tuvo todo, pero que le quitaron lo único que deseó en realidad.

Porque no había ira más poderosa que la de un alma infantil encerrada en el cuerpo de un adulto hostil.

Y tal vez fue esa la razón por la que el anónimo guía de los herederos de la llama de la última voluntad, nunca dejaba vivo a un rey.

Hasta ese día.

Porque no salió según lo previsto.

Por primera vez desde el comienzo de la batalla eterna, la luz cometió un error.

—¡Él nos ha engañado a todos!

Reborn le habló al primer rey del reino que logró encontrar, lo hizo mostrando el diamante con el que hasta ese punto cedió parte de su alma para salvaguardar un reino.

—¡Nos ha arrancado del seno de nuestras familias y nos ha atado a una tierra que ni siquiera era nuestra!

El rey de esa región le puso toda la atención, porque reconocía en la mirada apagada de su par, su propio cansancio por una tarea que lo llevaría hasta la muerte.

—¡Nos ha abandonado a nuestra suerte para morir!

—¿Y cuál es tu ofrecimiento entonces?

—Dejar de servirle y dejar que se muera.

El rubio rey de la región sonrió muy divertido por lo que escuchaba de su compañero.

—Que se muera el anónimo que solo nos utiliza para mantenerse a salvo.

—Reborn, ¿te estás escuchando? Si dejamos de servir, nosotros también moriremos.

—Y si sigues sirviéndole, morirás sin haber conocido nada más que este odioso palacio y haber cuidado de todo un pueblo ignorante que te abandonaría al saber que ya no puedes mantenerlos a salvo.

—Estás hablando de tus siervos.

—Acabo de ver lo que pasaría si ya no les sirvo —miró retador al rubio—. Se olvidaron de mí en cuanto les dije que ya no tenía llamas… Todos, sin excepción… Y te harán lo mismo sin dudar.

—Maldita sea.

Y entonces llegaron las risas, porque era obvio que los reyes entendían la miseria que cargaban a cuestas, de lo solo que estaban y de lo cruel que era haberlos atado a una tierra desconocida.

—Qué diablos —el rubio se levantó—. Hay que abandonar a estas basuras parásitas.

Reborn repitió el proceso con el siguiente reino, y el que siguió, hasta el último que pudo ver en el horizonte.

Bolas le faltaron a la luz para huir de su furia, porque poco a poco, paso a paso y en complicidad de todos los demás reyes de flamas, fueron abandonando esas tierras llenas de vida, dejándolas a su suerte y agolpándose entre risas para trazar su travesura.

Eran hombres maduros, mujeres jóvenes, niños rebeldes y adolescentes caprichosas, todos riéndose de la desesperación de aquel anónimo que les gritaba entre sueños y alucinaciones, les decía que solo traerían como consecuencia la extinción del ser humano y de los animales en esas tierras.

—Al diablo el anónimo.

—Al diablo todo.

—Qué nos importa su desesperación.

—Si nosotros nunca le importamos en primer lugar.

Fue Reborn que herido por la pérdida del que fue su única luz y compañero, armó una guerra en contra de su mentor, y lo llevó al borde de la desesperación hasta el punto en que tuvo que mostrarse físicamente ante todos los portadores de flamas.

—Dichosos los ojos que te ven —se rieron de la entidad albina que se les presentó.

—No saben cuántas almas han perecido por su culpa.

—¿Y qué hay de nosotros y de nuestros antecesores?

—¡Solo intento mantener a los demás con vida!

—Yo creo que solo te proteges a ti mismo —Reborn lo vio divertido—, escondiéndote entre nuestros sueños, bajo una máscara, evitando pelear contra la oscuridad por ti mismo.

Lo acorralaron, jactándose de la ridiculez de aquella situación.

Porque de haber sabido que si decidían unirse contra aquel idiota y negar sus designios, lo harían aparecer, lo habrían hecho mucho antes.

Todos los herederos sonrieron ante la desesperación reflejada en los gritos de aquel anónimo para que volvieran a sus tierras y detuvieran a la oscuridad que casi les sujetaba los pies. Se miraron entre si antes de conjuntamente mostrar los diamantes con los que cedían sus almas y uno por uno irlos arrojando a los pies de aquella entidad egoísta.

Hubo una rebelión.

Se opusieron a la luz.

—¡Que nos devore la oscuridad y termine con esta absurda condena!

—Ya qué importa morir si con eso no le vemos la cara a este idiota.

—De todas formas, ya no tenemos nada.

Y sucedió.

La oscuridad se abrió paso hasta ellos, los rodeó y apresó.

El anónimo entonces entró en desesperación, usando lo que le quedaba de fuerza para alejar a los tentáculos que le darían muerte, intentando con todas sus fuerzas resistirse a ser arrasado y borrado, gritando en desesperación.

—¡Te dije que te tenía miedo!

Y una sola voz que detuvo las risitas divertidas de quienes presenciaban el patético colapso del anónimo.

Entonces una sombra tomó forma de hombre y se materializó frente al anónimo sin rostro que representaba la luz.

—¿Tsuna? —susurró Reborn empujando a sus pares para abrirse paso.

Pero aunque sus ojos lo buscaran, no veía más que a la sombra negra que enfrentaba a la luz y al telón de oscuridad que rodeaba a los presentes.

—Debería devorarte sin piedad.

La negra extensión rodeó el cuello de la luz, quien en desesperación pataleó al ser elevado en el aire.

—Pero no sería tan divertido ser el único en este mundo.

—¡Deberías dejar de existir! —renegó la luz.

—Siempre tan desagradable —y lo soltó para dejarlo caer.

Los reyes no entendían lo que estaba pasando, Reborn creyó estar alucinando por escuchar la risita de Tsuna en algún lado, la luz estaba en una crisis histérica, y la oscuridad solo lo disfrutó.

—Hay que hacer un pacto.

—¡Contigo jamás!

—Uno para honrar el deseo de nuestro padre —la oscuridad miró con decepción a la luz a la que tuvo que aprisionar entre sus manos y callar con su tentáculo— y para no arruinar la existencia de las vidas tan interesantes que habitan esta tierra.

—¿Qué tramas? —Reborn le dio frente.

—Quiero hacer un trato con uno de ustedes, para que sea justo.

—De qué…

—Para que la oscuridad y la luz coexistan en paz, para que ya no se devoren entre sí… y para cederles nuestros lugares, el mío y el de mi hermano —la oscuridad soltó un suspiro—, a dos entes neutrales, quienes regularán nuestras existencias por la eternidad.

—Paso —el primer rey negó dando un paso hacia atrás.

—Yo igual —el rubio segundó retrocediendo.

—Ya tuve suficiente con ser rey de un reino.

—No quiero un cargo eterno, qué aburrido.

Uno a uno los reyes retrocedieron negando, hasta que solo uno quedó erguido y mirando a la negrura que parecía poco a poco devorar a la luz, pero solo por diversión y sin intención de asesinar a su hermano.

—¿Quién regulará a tu lado? —Reborn lo miró fijamente.

—¡Yo!

De entre la negrura que se erguía casi infinita detrás de la forma humana de la misma, se mostró alguien muy conocido, pero más pálido que la última vez que Reborn lo vio.

—Siempre me das contra, Tsunayoshi.

—También me alegra verte de nuevo, Reborn —sonrió divertido—. Permíteme decirte y repetirte: “debe haber una solución para terminar con esta batalla”… y adivina qué —rio divertido—. ¡La encontré!

—Estás demente —Reborn rio bajito antes de levantar la mano y mirar a la oscuridad—. Seré yo quien represente a la luz.

—Bien… Encerraré a mi hermano dentro de ti —el mencionado pataleó— y te encargarás de que no haga otra estupidez como esta, porque estoy cansado de esta batalla.

—Fácil —Reborn miró a la luz y le sonrió arrogante—. Te callaré la boca para siempre, en venganza por robarme todo.

—Y yo cuidaré de la oscuridad —Tsuna reverenció a la entidad que le permitió vivir—, para que descanse todo lo que desee.

—Un trato justo.

No hubo explicación adicional, no hubo ceremonia o festejo.

La poderosa oscuridad, quien hasta ese punto había ganado la batalla contra su hermano y tenía el poder de decidir, encerró a su hermano bajo la tutela del antiguo rey, advirtiendo que no quería otra guerra y que dormiría mil años para recuperarse. Después, la oscuridad amablemente ingresó en el cuerpo elegido para ser su representante y dejó de resonar tan fuerte.

En ese momento indeterminado, en ese preciso instante donde la oscuridad poco a poco se desvanecía de los alrededores, mostrando un paisaje vacío y seco, justo ahí… dos entidades tomaban posesión de sus nuevos cargos.

Tsunayoshi representado a la oscuridad.

Reborn custodiando a la luz.

Irónico.

—Encantado de velar sus sueños de nuevo —Tsuna sonrió.

—Pagarás por haberme asustado de esa forma —Reborn se acercó para abrazar al castaño.

—Creí que no me iba a extrañar.

—Te dije que te quedarías conmigo para siempre.

—Y ahora así será… porque desde este momento tú y yo reflejaremos un ciclo continuo y repetitivo.

—Así que lo planearon todo.

—Yo no —Tsuna rio bajito—, al parecer la oscuridad solo buscaba el momento indicado para retomar un camino ya trazado.

El día y la noche nacieron a la par desde el inicio de la creación.

Pero el miedo del uno fue el inicio de una batalla casi eterna.

Y aun así, todo siempre retomaba el camino trazado.

Desde ese punto los días y las noches volverían a existir en armonía, siempre tomados de la mano, el uno reinando por unas horas mientras velaba los sueños del contrario, el otro despertando para cumplir sus tareas mientras dejaba al primero descansar. Juntos, impasibles y gentiles. Sintiendo el confort de nunca estar solos.

Sin guerras.

Sin miedos.

En armonía.

Por siempre.

 

 

 

Notas finales:

 

Ha sido una semana dura, pero espero que cada capítulo les haya gustado.

Fue una historia simple, pero traté de que a la vez fuera interesante.

¡Aquí termina la R27week2021!

¡Feliz cumpleaños a nuestro carismático asesino y a nuestro cielito adorado!

Eterno sea el ciclo del día y la noche.

 

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