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Johann por diidi1897

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Notas del fanfic:

¡ATENCIÓN!


ANTES DE QUE CONTINUES, LEE ESTAS INDICACIONES PARA QUE NO SUFRAS DE UNA BARBARIDAD DE SPOILERS.


ESTE ES UN CAPÍTULO ESPECIAL (QUE QUISE PONER APARTE) DE MI SERIE "FUGITIVOS", LA CUAL, YA CUENTA CON TRES TEMPORADAS.


LOS PERSONAJES QUE APARECEN EN ESTE CAPÍTULO ESPECIAL, SE CONOCIERON EN LA SEGUNDA TEMPORADA (PUEDES ENCONTRARLA EN ESTE PERFIL COMO "FUGITIVOS II" O EN WATTPAD) DIIDI1897 - Wattpad


SÉ QUE EL PROCESO LO HICE COMPLICADO, PERO ÁNIMO, TE ASEGURO QUE VALDRÁ LA PENA ESTE CAOS (ADEMÁS, ESTO NO ES NADA XD TE FALTA MUCHO POR LEER):



  • PRIMERA TEMPORADA

  • SEGUNDA TEMPORADA

  • TERCERA TEMPORADA

  • -----ESPECIAL DE JOHANN

Narra Johann

 

Salí de mi auto y di un último arreglo a mi saco casual antes de avanzar hacia la entrada principal de la casa en donde Daniel vivía.

Ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que hice ese recorrido y me sentí nostálgico. El vecindario no había cambiado en nada, pero por increíble que se escuchara, el chico que iba a recoger ese día, sí. Y bastante.

Era martes y faltaban dos minutos para las 3 de la tarde. La puntualidad era algo que se me daba de manera natural, pero éste día en especial, quería que todo saliera muy bien y no podía confiarme.

Después de que el nuevo Daniel llegara de la nada a mi consultorio y de que intercambiáramos números telefónicos, solo nos tomó un par de días ponernos de acuerdo, con mensajes, para acordar un día en el que pudiéramos salir juntos. Éste era mi día libre y pese a que prefería pasar mis días libres leyendo o viendo alguna película, el plan del día de hoy no me molestaba en lo absoluto.

Era una excepción a mi regla.

Y resultaba ser la mejor excepción de la vida.

Di otro vistazo a la ropa que había decidido vestir ese día y cuando todo lo encontré en un perfecto orden, exhalé para liberar un poco la tensión y toqué el timbre. En menos de 5 segundos, escuché pasos apresurados que se acercaban a la puerta. Para mi sorpresa, fue Daniel quien atendió.

Cuando me vio, sonrió

-¡Johann!-me saludó con la suficiente emoción como para contagiármela y conseguir ponerme aún más nervioso. Le sonreí-Voy por mi abrigo y regreso-anunció sin darme la oportunidad de regresarle el saludo porque en un santiamén volvió al interior.

De nuevo tuve la necesidad de suspirar para calmarme. Con solo verlo desbordando alegría y entusiasmo, provocó que mis manos sudaran a mares.

Cuando estuve a punto de dar otro suspiro para liberar la nueva oleada de tensión con la que mi cuerpo entero sufría, Daniel regresó

-Listo-anunció mientras terminaba de abotonar su abrigo café claro. En ese momento, no pude evitar recorrerlo con la mirada. Llevaba puestos unos tenis blancos, un pantalón de mezclilla azul oscuro y su abrigo.

De seguro, sus pijamas habían quedado en el olvido

-¿No hay nadie más en casa?-pregunté al mismo tiempo que Daniel cerraba la puerta a sus espaldas y empezábamos a caminar rumbo a mi auto

-Sí. Mientras te esperaba, estaba viendo televisión con Tom y Ben-explicó

-¿Y Sean?-sí, por supuesto ¿En dónde estaba Sean?

-En su estudio-elevó ambos hombros como restándole importancia al asunto y yo solo pude asentir cuando en realidad quise saber más. ¿Sean había dicho algo cuando se enteró que Daniel y yo saldríamos? ¿Cuál había sido su reacción?-¿A dónde vamos?-preguntó justo cuando llegábamos a un lado de mi auto

-Primero, quiero saber si ya comiste-quise estar al tanto para, si resultaba positiva su respuesta, hacer un ligero cambio en los planes que tenía.

Daniel asintió

-¿Y tú?-me regresó la pregunta sin dejar de sonreír

-También-en realidad, no había comido. Pero justo en esos momentos mi estómago estaba hecho un nudo que me aseguraba no iba a ser capaz de comer un solo bocado. Y menos con Daniel frente a mí sonriendo y observándome-Entonces, primero vamos a dar una vuelta por la Marienplatz y después podemos ir por un tentempié para que platiquemos con calma ¿Te parece?-suponía que estaba de más preguntar si continuaba con alguna dieta porque era evidente el hecho de que ahora tenía más energía.

En General, se veía saludable

-La Marienplatz está en el centro de la ciudad ¿no?-asentí-Desde que regresé he querido ir a verla-

-¿De verdad?-pregunté mientras lo guiaba hacia el lado del copiloto y le abría la puerta

-Sí, qué bueno que hoy vamos a ir-anunció al mismo tiempo que entraba al auto y yo le cerraba la puerta.

Mientras regresaba a mi lado, noté un ligero movimiento en una de las ventanas que había en el segundo piso de la casa. Por un momento me pareció que las cortinas se movían, pero al final no le di importancia; supuse que tal vez fueron sacudidas por el frío viento que había ese día.

Subí a mi auto y durante todo el camino, Daniel y yo mantuvimos una conversación muy animada. Él no se tomó ningún reparo en demostrar su emoción al saber que íbamos a visitar el lugar que tanto quería conocer. Me felicité mentalmente por elegir un buen lugar de entre tantos que había en Múnich.

En medio de nuestra conversación, una segunda posible salida entre nosotros dio señales de vida cuando Daniel recordó que también quería visitar el parque Westfriedhof. No perdí la oportunidad y le prometí que, en otra ocasión y con un mejor clima, iríamos a verlo. Su emoción al escuchar mis palabras fue casi palpable.

Me sentí afortunado.

_____________________________________________________________________________

 

Daniel quiso que aparcara el auto a unas cuantas cuadras de donde se encontraba la Marienplatz porque quería conocer las calles del centro histórico y caminar un poco entre ellas.

Cuando la plaza quedó justo frente a nosotros, Daniel casi brincó del gusto. Dio dos vueltas lentas sobre su propio eje para ver todo lo que nos rodeaba; lo cual era mucho. Construcciones históricas era lo que más abundaba en la zona además de gente que iba de aquí para allá. Las personas que nos rodeaban, no se percataban de lo que los ojos de Daniel veían por primera vez con la emoción de un niño de 5 años.

Fue extraordinario verlo de esa manera.

Nunca, ni es mis más agudas escenas imaginarias, él se veía tan reluciente como en ese momento. Fue gratificante

-¡Es enorme!-continuó observando todo lo que nos rodeaba y después volteó a verme sin quitar la sonrisa de su rostro

-Ven, vamos a verla de cerca-propuse y ambos emprendimos el camino.

Sin dejar morir la conversación, Daniel continuó haciendo comentarios respecto a cada situación, cosa o persona curiosa con la que nos topábamos. Todo, absolutamente todo, le llamaba la atención. Solo se calmó un poco cuando tuvimos que cruzar una avenida. Del otro lado nos esperaba el centro de la plaza

Caminamos uno al lado del otro.

Me dediqué en escuchar cada uno de sus comentarios y también respondí a sus preguntas. No me tomó mucho tiempo darme cuenta de que, aunque Daniel ya había hecho una pequeña investigación sobre el lugar, no sabía uno que otro dato. Y fueron precisamente esos datos que él no conocía que yo aproveché para intentar impresionarlo

-Ésta es la "Columna de María"-después de haber caminado por la plaza viendo las construcciones que nos rodeaban, ambos nos detuvimos frente a uno de los monumentos principales-La estatua dorada que está arriba es la Virgen María con el Niño Jesús entre sus brazos. La obra hace alusión al triunfo-escuché un "wow" por parte de Daniel-En la base se encuentran cuatro ángeles que luchan contra criaturas míticas que representan las cuatro amenazas que Múnich tenía en aquella época-Daniel siguió el movimiento de mi mano al señalar cada una de las estatuas-El primer monstruo es un dragón que representa el hambre. El segundo se trata de un león que representa la guerra, el tercero es un basilisco que significa la enfermedad y el cuarto es una serpiente; representa la herejía-

-¿Qué es la herejía?-

-Son protestantes de aquella época que estaban en contra de la iglesia católica-expliqué y su boca se entreabrió

-Qué interesante...-llevó sus manos hacia su espalda para entrelazarlas. Después, empezó a caminar alrededor del monumento para observar cada detalle de las estatuas que le había explicado.

En cuestión de segundos, Daniel se encontró distante al ajetreo que nos rodeaba. Verlo tan fascinado y tan absorto en el monumento, me provocó caer aún más por él. Me pareció que él también era un monumento digno de ser admirado tal y como él lo estaba haciendo con la columna.

Cuando Daniel quedó justo del otro lado del monumento, nuestras miradas se encontraron y me sonrió a la distancia. Le devolví la sonrisa y continuó dando la vuelta entera a la columna hasta que estuvo de regreso a mi lado

-¿Terminaste?-elevé ambas cejas y el soltó una risa nerviosa

-¿Puedo tomar una fotografía?-me enseñó su celular

-Claro-

No tuve que decir más para que él se dedicara en tomar varias fotos a la columna. Buscó algunos ángulos y después de tomar unas cuantas fotos, se dispuso a revisarlas hasta quedar satisfecho

-Listo-guardó su celular en el bolsillo izquierdo de su abrigo-Ahora ¿A dónde vamos?-

-Veremos la fuente de allá-señalé hacia nuestro próximo destino y Daniel me siguió-Ésta se llama fuente del pez o de los pescadores-empecé con la explicación y la atención absoluta de Daniel en mí persona no se hizo esperar-Antes, los pescadores que vivían a las afueras de Múnich, venían a éste lugar para vender sus productos. La fuente era utilizada por los pescadores al colocar en su interior a los peces aún vivos para que los compradores pudieran examinarlos y decidirse por uno de ellos-de inmediato, Daniel dio un vistazo al interior de la fuente-Las estatuas de los peces fueron hechas para recordar aquellos tiempos y porque ahora ya no se pueden poner más peces vivos-hizo un puchero al escuchar el último dato

-Estaría mejor si tuviera peces vivos-mencionó y me reí

-Sí, tienes toda la razón-

De nuevo, empezó a analizar a detalle las estatuas

-Es bonita-concedió al finalizar con su escrutinio-El pez más grande parece que va a brincar en cualquier momento-dijo mientras yo veía hacia donde él señalaba. De nuevo, le di la razón

-¿No vas a tomarle fotos?-interrogué y sonrió como si lo hubiera descubierto infraganti.

No se hizo de rogar y, como hizo con la columna, en la fuente también se dedicó a tomar varias fotos. La única diferencia fue que, mientras sostenía su teléfono entre sus manos, me percaté de que éstas le temblaban ligeramente. Le costó varios intentos conseguir que la cámara enfocara debido al movimiento involuntario.

Iba a dejar pasar el tema, pero después de que guardó su celular en su bolsillo, se dedicó a frotar sus manos entre sí para intentar generar calor.

Me acerqué a él

-¿Tienes frío?-tomé una de sus manos y él se sobresaltó ante el repentino contacto; contacto que me hizo descubrir que sus manos no estaban tan frías como imaginé

-Sí, un poco-se liberó de mi agarre y escondió sus manos dentro de los bolsillos de su abrigo. Esos movimientos de su parte me llamaron la atención porque fueron demasiado obvios. Fue innegable deducir que Daniel rehuyó del contacto porque no quería que les prestara atención a sus manos.

Quise preguntar, pero me detuve a tiempo. Ese no era el lugar ni el momento idóneos para resolver mi incógnita

-Vamos a tomar algo-propuse y, sin mencionar nada más, estuvo de acuerdo.

El cambio en el ambiente que nos rodeaba, fue inevitable.

Durante nuestro paseo por la Marienplatz Daniel se mantuvo como un chiquillo inquieto. Observó de aquí para allá con los ojos bien abiertos. Hizo preguntas de todo e incluso hubo un momento en el que creí que jamás iba a quedar saciado con la nueva información que estaba obteniendo. Todos sus sentidos estaban en alerta y trabajaban a una gran velocidad para intentar captar hasta el más mínimo detalle.

Ahora, todo eso se había esfumado en cuestión de segundos. Incluso su rostro sonriente había sido sustituido por uno que vacilaba entre preocupación, nerviosismo y duda.

Mientras nos dirigíamos hacia una cafetería que yo recomendaba, se mantuvo cabizbajo. Sus manos continuaron escondidas dentro de sus bolsillos durante todo el camino.

Para no presionarlo o cohibirlo aún más, me dediqué en caminar a su lado y en silencio.

Me preocupé por su cambio de actitud, pero fue increíble darme cuenta de que su sola presencia silenciosa, reservada y misteriosa, me era más que suficiente. No lo pensé más; ya tendría oportunidad de aclarar ese cambio y me dediqué a disfrutarlo en esa faceta que era tan propia del Daniel que recordaba

-Aquí es-me detuve justo frente a un local que tenía su fachada adornada por una enredadera verde y bien podada. La enredadera poseía pequeñas flores blancas que resaltaban en algunos puntos

-¿Aquí?-Daniel también observó la fachada y leyó el nombre de la cafetería en voz baja. Después volteó a verme para encontrarse con mi mirada atenta en cada una de sus expresiones.

Asentí a su pregunta

-Vamos-coloqué un brazo en su espalda y lo guié rumbo al interior. Ese simple roce entre los dos me hizo exhalar de satisfacción en voz baja

-Wow...-murmuró inmediatamente después de que sus ojos curiosos empezaran a examinar la estructura y forma de la cafetería.

Comprendí su sorpresa.

Esa era una de mis cafeterías favoritas porque, además de que su fachada era muy bonita y atrayente, el interior no se quedaba atrás. La madera que había en el techo y en las paredes, junto a la iluminación cálida y tenue, creaban un escenario tranquilo, íntimo y romántico que me encantaba. Incluso los pocos comensales que disfrutaban del lugar eran envueltos por la sensibilidad hasta el punto en que se dedicaban a hablar en voz baja para que la experiencia no se perdiera con risas ruidosas o tonos de voz elevados.

Por supuesto que las bebidas y la comida que servían, también eran excelentes. Tenían porciones justas y deliciosas. Además de que no solo se quedaban en un único menú porque iban variando sus productos de acuerdo a la temporada.

Otro aspecto que también era de mis favoritos, era la música clásica que parecía brotar de las paredes porque no se encontraban tan rápido las bocinas. Incluso esos detalles que podrían considerarse como toscos, eran resueltos con minuciosa atención y dedicación.

Daniel no tardó en elegir una mesa que se encontraba cerca de una ventana que otorgaba vista a la calle donde instantes antes nos habíamos detenido. Ambos tomamos asiento, él con vista al exterior y yo a un lado de él. Aparte de que no quería cubrirle la ventana, también era porque así podía estar cerca de él.

Un mesero no tardó en presentarse y en entregarnos la carta del lugar. Revisamos en silencio los productos disponibles hasta que Daniel me preguntó por una recomendación que no tardé en darle. Hicimos nuestros respectivos pedidos y cuando el mesero volvió a retirarse, Daniel recargó su espalda en el respaldo de la silla acojinada sin dejar de observar todo lo que nos rodeaba.

Mientras él observaba todo, yo lo observé a él

-Este lugar me gusta. La madera del techo me recuerda a la que había en la tienda de chocolates en donde trabajé-me sorprendí

-¿Trabajaste en una tienda de chocolates?-su sonrisa estuvo de regreso al igual que nuestra fluida conversación.

Él empezó a platicarme sobre todo lo que hizo en Zúrich. Me contó anécdotas y una que otra cosa sobre su tratamiento. Noté que fue un poco reacio en compartirme algunas situaciones, pero con las preguntas adecuadas de mi parte, poco a poco fui enterándome de todo.

Conforme Daniel me platicaba cada nuevo aspecto de su vida, yo no dejé de examinarlo en ningún momento. Lo detallé tanto que fui capaz de encontrar la muy pequeña y casi imperceptible cicatriz que tenía en su párpado derecho que solo se notaba cuando él bajaba un poco la mirada. Recordé que ese era el resultado de aquella cirugía que le habían hecho para evitar el párpado caído. Antes era una zona amoratada e inflamada que le provocaba picazón y molestia, ahora solo quedaba esa cicatriz que era opacada por los ojos de Daniel que se encargaban de atraer toda la atención de las miradas curiosas.

Sus ojos eran preciosos.

Antes eran adornados por ojeras muy marcadas y no resaltaban porque se encontraban sumidos debido al cansancio que padecía durante todo el tiempo.

Ahora, incluso sus pestañas largas los adornaban y embelesaban con sus movimientos lentos y tranquilos con los que se movían.

Cuando nuestras bebidas y comida llegaron, la conversación no se detuvo para nada hasta que Daniel, repentinamente, cubrió su boca con ambas manos y su rostro denotó entre pánico y sorpresa

-¿Qué sucede?-regresé a la mesa mi taza con café que estuve a punto de beber. Daniel negó y descubrió su boca. Esa boca que tanto había estado observando moverse de arriba hacia abajo

-Apenas me di cuenta de que he estado hablando solo de mí-explicó-También vine aquí porque quiero saber sobre lo que tú has hecho durante todo éste tiempo-suspiré con alivio

-Creí que era algo más importante-volví a tomar mi taza y di un sorbo a mi café

-Sí es importante-Daniel tomó una de mis manos entre las de él justo cuando dejaba mi taza sobre la mesa. Ese contacto tan repentino me hizo apretar la mandíbula. Todo el tiempo que Daniel se la pasó hablando, yo solo pensaba en tomar sus manos inquietas entre las mías. Quería tocarlo, aunque solo fuera un poco-Quiero saber de ti-sus palabras me provocaron un shock mental que solo me impulsó a retirar mi mano de entre las de él para que yo las sujetara con las mías

-Ya no te están temblando...-susurré al mismo tiempo que aprovechaba en dejar suaves caricias a sus nudillos. Daniel quiso volver a esconder sus manos, pero con discreción y agilidad, conseguí que nuestro contacto no se terminara al afianzar mi agarre en él. Daniel no puso más resistencia, así que continué-¿Qué pasa con ellas?-el tema seguía rondando en mi mente y yo quería saber lo que sucedía

-No es nada-dijo mientras permitía que mis dedos exploraran los suyos

-¿Nada?-nuestras miradas se encontraron, pero Daniel la apartó primero

-Bueno...-se removió sobre su silla y giró apenas un poco su cuerpo hacia mí para después, inclinarse hacia adelante. Tenerlo tan cerca me permitió captar su olor corporal, el cual, me resultó agradable-No sé si recuerdes que mis muñecas estaban lastimadas-susurró y asentí a sus palabras.

Claro que lo recordaba. Sus cuidados siempre representaron un reto para mí porque debía hacer la limpieza con mucha cautela para evitar una reinfección

-Ahora, las heridas ya cerraron, pero quedaron cicatrices y secuelas-se movió apenas un poco y quedamos tan cerca que, si yo me inclinaba hacia un lado, habría terminado por besar su mejilla. Pero dejé ir esa oportunidad para enderezarme e intentar voltear sus manos para revisar la zona de sus muñecas, pero Daniel lo evitó al poner resistencia-No me gusta que vean las cicatrices-aclaró y dejé atrás mi intento

-Disculpa-tuve que decirlo para evitar que sus manos continuaran tensas entre las mías. Funcionó-¿Qué secuelas quedaron?-continué explorando la parte superior de sus manos con ayuda de mis pulgares

-Mis ligamentos y articulaciones están atrofiadas-relamió sus labios y éstos quedaron brillosos-No puedo hacer movimientos repetitivos porque las manos enteras empiezan a dolerme. Hoy, mientras tomaba las fotos, mis manos estuvieron expuestas al frío y al sostener el teléfono fue algo incómodo-comprendí del porqué vi ese temblor en sus manos. Significaba que empezaban a cansarse-Tampoco puedo sostener cosas pesadas o hacer impulsos con ellas-suspiró con pesar-Ni siquiera puedo escribir durante mucho tiempo porque sufro de calambres y después de dolores que no se me quitan hasta que alguien me da un masaje con pomadas especiales que tengo-asentí. No era necesario preguntarle sobre a quién se refería con "alguien". La respuesta era lógica-El doctor Otis me dijo que ya es algo crónico-elevó ambos hombros y de nuevo suspiró con pesar.

Siempre supe del problema porque Iván me lo explicó. Incluso sabía que estuvieron a punto de amputar una de sus manos para que la gangrena no avanzara, pero Iván no se dio por vencido.

Era un milagro médico el que justo en esos momentos sus manos se encontraran entre las mías

-Ahora que ya sabes del problema que tengo con mis manos...-su sonrisa estuvo de regreso y, sin que yo pudiera evitarlo, se liberó de mi agarre para sostener su taza y darle un sorbo a su chocolate caliente. También tomó de regreso su espacio personal-Quiero ponerme al tanto de lo que tú has hecho durante éstos años-le sonreí mientras recargaba mi espalda en el respaldo de la silla

-Continúo trabajando en el hospital y sigo escribiendo artículos sobre las investigaciones que hago-le di un nuevo sorbo a mi café

-Me gustaría leer lo que escribes-no me esperé esas palabras. Y lo mencionó tan casualmente mientras incrustaba su tenedor en el último trozo que le quedaba de su pastel de limón, que no se percató de lo que provocó en mí.

El mínimo interés que demostró tener en mí y en lo que me apasionaba hacer, me hizo sentir flotar.

Tuve que aclararme la garganta para que mi emoción y nervios, no salieran a relucir justo cuando frente a mí se presentaba la oportunidad perfecta de conseguir que se interesara aún más en mí

-Todos mis artículos están disponibles en páginas de algunas universidades, en la del hospital y en revistas médicas. Solo tienen acceso los estudiantes de medicina o nutrición y los que pagan mensualmente una suscripción-su boca se entreabrió e hizo un casi imperceptible puchero. De inmediato, pensé en una solución-Después te mandaré por mensaje un ID de usuario y su contraseña para que puedas acceder a la información cuando y donde quieras-su rostro se iluminó

-¡Sí, me encantaría!-celebró-No sé mucho de nutrición, pero sí me interesa leerte-

-Siéntete libre de preguntarme sobre cualquier duda que tengas-ofrecí y asintió con emoción.

Bebió el resto de su chocolate y por un momento creí que su curiosidad disminuiría al haberle englobado, a grandes rasgos, lo que yo había hecho durante el tiempo que no nos vimos.

No me esperé que las preguntas de su parte incrementaran exponencialmente.

La siguiente hora y media me la pasé respondiendo a cada una de sus dudas. Pasamos de hablar de mi trabajo en el hospital, hasta lo que yo hacía en mi tiempo libre. También hablamos de mis gustos personales en cuanto a películas, comida y pasatiempos. Después, la conversación volvió a centrarse en más temas relacionados con mi trabajo.

Se sintió increíble recibir tanta atención de su parte sin verlo somnoliento o cansado. Me di cuenta de que Daniel continuaba siendo un buen conversador al extender un solo tema durante varios minutos; escuchaba con atención y se notaba que su interés era genuino

-¿Y has asistido a más eventos de medicina?-preguntó mientras cortaba otro trozo a la nueva rebanada de pastel de chocolate que se había pedido

-Sí. De hecho, desde hace meses empecé a dar ponencias de algunos temas que trato en mi libro. Ya no solo voy como espectador. Ahora soy un ponente-sonreí con orgullo

-¿Qué?...-le presté atención y lo vi con su boca abierta de par en par como señal de sorpresa

-¿Qué pasa?-

-¿Tu libro?-preguntó-¿Escribiste un libro?-aclaró

-Ah... sí-me removí sobre mi asiento. No supe si mi movimiento fue producto de los nervios que me dieron al verlo aún más interesado en mí o por la emoción que sentía al platicar sobre uno de mis más grandes logros-Trabajé durante más de dos años en él-saqué mi celular y busqué un archivo en PDF. Cuando lo encontré, dejé mi celular sobre la mesa para que Daniel pudiera darle un vistazo-Ésta es la portada del libro-

-¿De verdad?-sostuvo mi celular entre sus manos y se pasó varios segundos analizando la portada de mi libro-Es increíble-me regresó el celular y volteó a verme-Sé que es complicado escribir un libro y supongo que ha de ser más difícil publicar uno sobre nutrición ¿no?-

-Fue complicado-le di la razón-Pero como se trata de mi especialidad y de algo que me gusta, no me agotó en algunos aspectos. Todos los días leo o escribo algo sobre nutrición-

-¿De qué trata el libro?-

-Sobre una mirada al futuro de la nutrición en base a datos estadísticos y algunos casos específicos. Al final, englobo todo al dar una opinión personal-sonrió y sus preguntas no se detuvieron.

_____________________________________________________________________________

 

-¿En dónde puedo encontrar tu libro?-Daniel preguntó justo cuando dábamos nuestros primeros pasos fuera de la cafetería.

La noche ya estaba alcanzándonos. Faltaban cinco minutos para que dieran las 7.

Estuvimos tan centrados en nuestra plática que, si no hubiera sido porque encendieron más luces dentro de la cafetería, no nos habríamos percatado de la hora. Ni Daniel ni yo tuvimos prisa en dejar nuestros lugares, pero como le propuse que diéramos otro pequeño paseo por los alrededores, no lo dudó ni un segundo

-Lo encuentras en algunas librerías, pero puedo conseguirte una copia-

-Gracias, pero me gustaría comprarlo-volteé a verlo-Sería muy abusivo de mi parte leer tus artículos sin pagar nada como para también tener una copia gratis de tu libro ¿no crees?-

-No te preocupes. Tengo dos copias en casa-aclaré. En realidad, el tema del dinero no me preocupaba. Mi libro continuaba vendiéndose bien y mi única ambición, por el momento, era investigar y dar a conocer la información. Claro que pensaba que la retribución por mi trabajo era importante, pero no era una de mis motivaciones principales

-Lo compraré-dijo mientras detenía su andar. También me detuve frente a él

-De acuerdo-acepté y sonrió con picardía. Me daba cuenta de que esa sonrisa era de cada que conseguía lo que quería-¿Quieres dar una vuelta por el parque?-con mi barbilla, señalé hacia el parque que había del otro lado de la calle de donde nos encontrábamos. Daniel volteó a verlo y lo vi dudar-O... ¿Ya quieres regresar a casa?-

-No-su atención regresó a mí e hicimos contacto visual-Aun quiero platicar de algo contigo-

-Bien, entonces... vamos-di el primer paso rumbo al parque y Daniel me siguió.

Durante varios minutos, caminamos en medio de un silencio sin tratarse de un silencio incómodo. Disfruté de los últimos atisbos de la luz del día para dar paso a la oscuridad mientras esperaba con paciencia a que Daniel empezara a hablar.

No tenía ni idea de lo que quería platicar conmigo, pero por el ambiente tranquilo y relajado que lo rodeaba, suponía que no era algo de qué preocuparme.

Disfruté de su presencia, del aire fresco y de las vistas verdosas que el parque nos ofrecía. Me sentí tan afortunado por la experiencia que llegué a pensar que, si Daniel y yo no volvíamos a tener una salida así... no habría problema porque tendría el recuerdo de la que estábamos viviendo justo en esos momentos

-Decidí regresar a Múnich porque aún tengo asuntos que resolver-empezó a hablar estando a un lado de mí. Le di una mirada de reojo y después observé hacia el frente-Pero lo que más me impulsó en volver fue el querer verlos a todos. Tenía muchas ganas de platicar con Lucy y de escuchar las tonterías de Tom-se rió de algún chiste personal. Sonreí al verlo contento-Y...-se detuvo y yo lo hice un par de pasos delante de él

Su mirada se mantuvo en el piso y vaciló durante unos cuantos segundos hasta que volteó a verme

-También regresé para darte las gracias-dijo.

Dudé

-¿Por qué me das las gracias?-retorné hacia él sin apartar mi mirada de su figura. Daniel también se mantuvo observándome

-Por... por haber cuidado de mí-relamió sus labios-Durante meses estuve enfermo y solo recuerdo algunas cosas. La mayoría de ellas son borrosas y confusas, pero lo que no se me olvida es que siempre ponías música para mí. Te juro que algunos de mis recuerdos son solo de mí con los ojos cerrados y con música de Bach en el fondo-ambos nos sonreímos hasta que, poco a poco, su sonrisa fue disminuyendo-Creo que nunca te lo dije, pero la música calmaba mi mente y me hacía sentir menos dolor-noté que sus manos se movieron con nerviosismo dentro de sus bolsillos-Hubo una ocasión en la que te dije que no quería escuchar más música. No sé cómo lo hayas tomado, pero te aseguro que mis palabras fueron provocadas por los primeros síntomas de mi depresión-asentí-Aparte de mis palabras, mis acciones también fueron causadas por la depresión-

-Sí, no te veías como tú-aun recordaba esos días en que todo dejó de avanzar para empezar a moverse en reversa. Fue un tiempo en el que llegué a dudar de mi trabajo y de qué tan bueno era en ello.

Yo soy enfermero y mi especialidad es la nutrición. Siempre estuve enfocado en cuidar del cuerpo de Daniel, tanto del exterior como del interior en el sentido de la comida que le preparaba y el impacto que tendría en él. Por esa razón, yo no me di cuenta de su depresión. Nunca presté atención a su cabeza en otro sentido que no fuera para revisar sus heridas externas.

No supe del problema que aquejaba a Daniel hasta que Iván me lo explicó.

Pasé días mortificándome al no haberme percatado de algo tan... tan evidente. De algo que estuvo justo frente a mis ojos, pero que no conseguí percibir. Era como si la depresión de Daniel hubiera estado oculta a simple vista y en frente de todos nosotros, pero no lo sabíamos. El problema no se descubrió hasta que Daniel tocó fondo.

Iván se encargó de darme unos días de descanso y me repitió hasta el cansancio que el problema de Daniel estaba fuera de mi alcance y que dejara de culparme por algo que estaba lejos de mi control y, a nivel de estudios, de mi especialidad.

Me tomó tiempo aceptar que lo que pasó no fue mi culpa y ahora, escuchar el agradecimiento por parte de Daniel, fue como sacar la ropa vieja y sucia de mi clóset

-Y, aun así, siempre fuiste amable conmigo. Nunca me gritaste cuando llegué a desesperarte-exhaló-Siempre intentaste ayudarme-dio un paso hacia mí-Gracias, Johann-la manera en que me sonrió, logró confundirme durante un instante.

Ese instante fue corto, pero suficiente como para provocar que uno de mis brazos lo rodeara y lo atrajera hacia mí. Por un momento no me importó si ese movimiento de mi parte le resultaba extraño o incómodo.

Decidí ser un poco egoísta porque desde un principio quise estrecharlo entre mis brazos y esa era mi oportunidad de oro. Tenerlo tan cerca y sonriéndome así... ¿Cómo se suponía que iba a poder resistirme?

Inhalé sin ningún reparo su olor característico y lo apreté un poco más contra mi cuerpo. Lo disfruté y, cuando me convencí a mí mismo de que con eso me era suficiente, Daniel me tomó por sorpresa al rodearme con ambos brazos para corresponder a mi abrazo

-Gracias, Johann-repitió.

Decidí disfrutarlo un poco más porque ahora no tenía la sensación de que debía tratarlo con sumo cuidado. Su cuerpo ya no era solo huesos embarrados con piel.

Lo apreté una última vez y por fin lo solté.

Tomamos un poco de distancia, pero me percaté de que sus manos continuaron prensadas de mi saco

-Terminemos de recorrer el parque para que te lleve a casa-propuse y Daniel asintió.

Quise dar un paso hacia un lado para terminar con nuestro contacto, pero Daniel no se movió ni un centímetro. Sus manos en mi saco tampoco reaccionaron

-¿Pasa algo?-bajó su mirada y noté que empezaba a hacer movimientos nerviosos con sus dedos en la tela de mi saco

-Yo... tengo otra cosa que decirte-murmuró y boqueó un par de veces antes de continuar-Durante mucho tiempo quise darte las gracias, pero también quiero pedirte una disculpa-dio un paso hacia atrás y nuestras miradas volvieron a encontrarse

-¿Por qué?-

-Por aquella vez que intenté lastimarte-mordió su labio inferior y sentí el momento exacto en que mis cejas se fruncieron ante la duda que sus palabras me generaron

-¿Lastimarme? ¿A qué te refieres?-

-De la vez que quise golpearte con el porta suero-explicó-Fue... la última vez que te vi-relamió sus labios-Tú siempre me trataste bien y...-de inmediato, elevé una mano para pedirle silencio

-No hace falta, Daniel. Comprendo lo que...-negó varias veces con su cabeza y tomó mi mano en el aire

-No, espera. Escúchame-mi mano recibió un apretón de su parte-Necesito decírtelo-sus cejas se fruncieron.

Asentí

-Te escucho-suspiró

-Aquel día yo te dije cosas de las que me arrepiento. Tú solo querías darme de comer y yo... yo te traté muy mal-quise decirle que eso no significaba que fuera su culpa. La depresión y sus problemas mentales fueron los que tomaron su lugar en aquella ocasión-Puede que pienses que en ese momento no era yo... pero debo confesarte que, en parte, lo hice porque estaba enojado contigo-¿enojado?-Unos días antes escuché una conversación entre tú y Sean. Tú le dijiste a Sean que yo debía regresar al hospital y eso me molestó. No podía creer que tú querías que regresara al hospital-negó varias veces y sus dedos se revolvieron nerviosos contra mi mano-Me sentí traicionado-su mirada se encontró con la mía-Sentí que ya no podía confiar más en ti y por eso quise golpearte con el porta suero-hizo un puchero-Mientras estaba en el hospital no me preocupé mucho y quise volver a verte, pero tú no fuiste a visitarme y después me enteré que ya no ibas a cuidarme. Al principio me enojé aún más contigo, pero después empecé a sentirme culpable. Emil es quien me ha estado ayudando con el tema y la única solución que me dio fue que debía platicarlo contigo. Por eso necesitaba verte y platicar contigo. Necesitaba pedirte una disculpa-

Sonreí.

Al parecer, yo me estuve atormentando por que creí que mi trabajo no era bueno y Daniel también se angustió por querer pedirme disculpas.

Comprendí sus palabras y la importancia que traían consigo, así que no lo alargué más

-Sí Daniel. No te preocupes de nada, te perdono-de inmediato, sonrió

-¿En serio?-interrogó

-Hablo en serio-aseguré

-Gracias-volvió a abrazarme y me dio un fuerte apretón. Me reí al escuchar los sonidos de regocijo que dejó salir

-¿Continuamos?-lo invité a seguir disfrutando del parque y de nuestro paseo.

Estuvo de acuerdo.

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Ambos salimos de mi auto y, en silencio, caminamos rumbo a la puerta principal.

No podía creer que el día ya se había terminado. Durante la mañana me la pasé buscando la manera de que el tiempo avanzara más rápido para que llegara el momento en que fuera a recogerlo, pero ahora, deseaba que el tiempo se detuviera.

Y como si pudiera leerme la mente, Daniel se detuvo a escasos centímetros de subir el primer escalón de su entrada para girarse hacia mí

-Entonces... la visita al parque Westfriedhof queda pendiente ¿verdad?-le sonreí

-Por supuesto-me sonrió y continuó subiendo los escalones.

Cuando lo vi de espaldas, quise detener su andar.

A lo largo de la tarde tuve el privilegio de recibir muchas sonrisas, palabras, miradas y, sorprendentemente, también recibí abrazos de su parte. Creí que con solo el recuerdo me sería suficiente, pero ahora caía en cuenta de que eso había sido suficiente... solo para ese día.

Deseé que al día siguiente y al siguiente y al siguiente continuara gozando de todo aquello que me dió sin pedir nada a cambio.

Quizás...

Si lo detenía y le decía que podría ir a verme cuando quisiera a mi consultorio, que podría mandarme mensajes cuando quisiera, que podríamos hacer más planes juntos...

Quizás existía una pequeña oport... la puerta principal se abrió de un momento a otro y Sean apareció frente a los dos.

Me detuve porque obtuve una respuesta del destino.

Lo supe al obtener una respuesta inmediata a la oportunidad que aún no terminaba de pensar.

Lo supe al ver a Sean.

No había oportunidad. Nunca la hubo.

Caí aún más en cuenta cuando Daniel volteó a verlo y el brillo en sus ojos, que había tenido durante todo el día, ahora resplandecía con más vigor.

No había ninguna duda.

Daniel solo tenía ojos para Sean. Y viceversa.

Tal vez, en todo éste tiempo, lo que había entre ellos por fin se había formalizado.

Era un hecho y, justo frente a mí, se encontraba la prueba definitiva.

Sean había estado esperando a Daniel

-Hola, Sean-saludé y no supe cómo se vio mi intento de sonrisa.

Sean me dio una mirada que valió más que mil palabras. Le dio otra mirada a Daniel y volvió a entrar a casa dejando la puerta abierta y sin regresarme el saludo.

Daniel regresó su atención a mí con una mueca de extrañeza en su rostro

-Creo que no te escuchó-intentó encontrar una explicación al comportamiento de Sean, le di por su lado

-Creo que no-le sonreí

-¿Quieres que lo llame?-ofreció y negué

-No es necesario, ya habrá otras oportunidades de saludarlo-continué restándole importancia al asunto

-Bueno-aceptó y un silencio se creó entre los dos. Yo no supe qué más decir porque despedirme no era una opción. Sentía que necesitaba unos minutos más para reaccionar-Gracias por hoy-Daniel se encargó de terminar con el silencio-¿Estamos en contacto?-

-Claro que sí-

Daniel sonrió aún más al escuchar mi respuesta segura y confiada

-Entonces... después nos vemos-dio un paso atrás y yo avancé uno hacia él. Tuve la intención de dar otro hacia él, pero me detuve

-Nos vemos-me forcé a detenerme.

No podía hacer nada.

Alguien más esperaba a Daniel ahí adentro y yo no tenía ningún espacio disponible

-Adiós-me despedí

-Adiós-dijo.

Me otorgó una última sonrisa de despedida y cerró la puerta.

Suspiré.

Di media vuelta rumbo a mi auto.

La despedida resultó ser más rápida de lo que pensé.

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-hann...-presioné un extremo de mi lapicero y la punta se escondió-hann...-de nuevo presioné el extremo y la punta volvió a surgir-¡Johann!-me sobresalté ante el repentino grito de mi nombre.

Observé a mi lado y me encontré con un camarada que portaba el mismo uniforme blanco que yo

-¿Dime?-

-La reunión ya se terminó ¿Qué te tiene tan distraído?-di una mirada a mi alrededor y me percaté de que la sala de reuniones del hospital ya se encontraba casi vacía.

Juré que segundos antes todo estaba lleno ¿Cómo era posible que se vaciara tan rápido y sin que me diera cuenta?

-Disculpa, estoy algo cansado-para mi buena suerte, bostecé

-Ya publicaste un libro que fue bien recibido por la comunidad, deberías tomarte un descanso-

-Sí, creo que tienes razón-junté mis documentos y los acomodé en sus respectivos folders

-Hace un año me fui a las montañas para hacer un poco de senderismo. Regresé sin una pizca de estrés. Deberías intentarlo-propuso y le sonreí

-Gracias por el dato-

-Después te puedo recomendar otros lugares. A mi familia le gusta salir y conozco uno que otro destino que podría gustarte-

-Sí, estaría bien-terminé de arreglar los documentos que había llevado para esa reunión y los acomodé entre mis brazos-No vemos-me despedí.

Salí de la sala de juntas rumbo a mi consultorio.

Moví de un lado a otro mi cuello e hice círculos con mis hombros. El estrés estaba a su máxima capacidad en mi cuerpo. Tal vez sería buena idea tomar en cuenta el consejo de mi colega; conduciría rumbo a las montañas que había a las afueras para respirar un poco de aire fresco y alejarme del ajetreo que envolvía diariamente al hospital y a la ciudad.

Pero mientras planeaba esa excursión, tocaba pensar en algo más sencillo para desestresarme. Por suerte, mañana era martes y eso significaba que era mi día libre.

También, mañana se cumpliría una semana desde que había salido con Daniel.

Llamé al elevador y, mientras esperaba su llegada, suspiré un par de veces.

Antes de que Daniel reapareciera frente a mi después de tantos meses, tenía la sensación de que mi tiempo era como el de los demás. No me preocupaba el hecho de que llegaba a mi consultorio con los primeros rayos del sol y me marchaba cuando ya estaba oscuro. Tampoco se me hacían interminables o desesperantes las juntas como la del día de hoy, pero ahora, mi tiempo estaba desajustado.

Tenía la impresión de que el tiempo en las personas que me rodeaban y del mundo entero, no había cambiado en absoluto, pero mi tiempo sí. Me parecía que, cuando me encontraba atendiendo a un paciente, firmando documentos o investigando sobre mi próximo libro, el tiempo avanzaba a una velocidad lenta, pausada y casi irritante.

Pero en cambio, cuando me la pasaba reviviendo cada momento que pasé junto a Daniel, tanto del tiempo en que fui su enfermero como nuestra reciente salida, el tiempo volaba. Se pasaba a una velocidad casi vertiginosa.

La semana entera había sido una especie de tortura. Solo me la pasaba viendo el reloj de mi consultorio o el de mi muñeca. No sabía por qué estaba tan ansioso si sabía que nada nuevo me esperaba.

El elevador se abrió frente a mí e ingresé. Presioné el botón de mi piso y me recargué en una pared.

Era increíble. Aún me parecía increíble.

Pasé meses pensando en Daniel. Quería saber dónde estaba o cómo se encontraba. El con quién estaba nunca me fue una incógnita.

A veces creí que jamás iba a volver a verlo.

Otros días me levantaba más optimista y llegué a pensar que Daniel estaría de regreso sano y recuperado. Creí que me lo llegaría a encontrar por casualidad en algún supermercado o en el hospital, nos saludaríamos y después cada quien continuaría con su camino.

Conforme los meses pasaban jamás me pasó por la cabeza que, un día cualquiera, un día que no tenía nada más de interesante y que parecía ser el más normal de todos, Daniel tocaría a mi consultorio.

Verlo de nuevo fue una gran sorpresa. Hablamos poco, muy poco, y eso solo me hizo pensar en que mi teoría de un reencuentro fugaz iba a ser todo entre él y yo. Nunca pensé que intercambiaríamos números y que él mostrara interés por mantenerse en contacto conmigo. El poco tiempo que convivimos en nuestro primer reencuentro se compensó el día de nuestra salida a la Marienplatz y a la cafetería. Además de que nos pusimos al corriente sobre lo que pasaba en la vida del otro, recibí un gracias y una disculpa de su parte.

El elevador volvió a abrirse y caminé rumbo a mi consultorio.

Exhalé con fuerza cuando tomé asiento frente a mi escritorio. Dejé mis papeles a un lado y tomé mi celular para, nuevamente, revisar las fotografías que Daniel me había enviado minutos después de que lo dejara en su casa. Una foto era de la columna de María, otra de la fuente de los pescadores, otra que Daniel me tomó mientras me encontraba distraído y otra, la que me sorprendió más, fue una foto en la que Daniel salía en primer plano con la fuente atrás de él y, más atrás, salía yo.

Esa última foto fue como un regalo de consolación de su parte sin siquiera saberlo.

Ver su imagen sonriente congelada en esa fotografía, fue como un remedio para calmar lo que sentía por él.

¿Qué sentía por él?

Era claro que me gustaba.

Y me gustaba mucho.

Consiguió llamar mi atención mientras se encontraba en sus peores días, eso ya de por sí se escuchaba sorprendente. Después, solo tuve preocupaciones en mi cabeza y no le presté mucha atención a otros sentimientos. Pero el volver a verlo solo provocó un derrumbe en todo.

Puso mi mundo patas arriba de la noche a la mañana.

Mis nervios no me permitían pensar en la posibilidad de que solo se trataba de alegría por volver a verlo.

Por ejemplo, me gustaba estar presentable, arreglarme, pero al saber que iba a reunirme con él, mis esfuerzos en verme bien fueron más allá de lo normal. Quise que se fijara en mí y no sabía si había logrado, por lo menos, una mirada de reojo de su parte, una mirada como las que yo le di a él sin que se diera cuenta.

Tampoco era dado en ser un creído. No era de pavonearme a mí mismo. Me gustaba que mi trabajo y reconocimientos hablaran por sí solos. Pero la emoción e interés que Daniel mostró por querer saber sobre mi libro y mis investigaciones, me hizo emocionarme más de la cuenta. Hablé y hablé y, aun así, no recibí ningún comentario sarcástico o una mirada de su parte que reprochara mi emoción.

Daniel insistió en querer saber de mí. Era genuino, auténtico. Sin ninguna intención oculta del porqué quería conocerme.

Fue agradable, refrescante y cautivador el haberme encontrado con él.

Daniel no hacía más que sumar puntos a los requisitos que yo mismo había impuesto para que una persona estuviera a mi lado. Su curiosidad continuaba intacta, tenía un sentido del humor que me agradaba porque no se desvivía por hacer chistes o comentarios sarcásticos. Indudablemente era inteligente y ahora era más enérgico.

La vida lo había tratado mal. Muy mal. Pero el continuaba sonriéndole como si fueran grandes amigos.

Suspiré.

Dejé mi celular a un lado y me serví una taza de café para después dedicarme a observar el exterior desde mi ventana

El sol ya estaba cayendo.

Mi horario de atención pronto llegaría a su fin y la rutina en el hospital continuaba como de costumbre.

Di un sorbo a mi café.

Era difícil.

Sabía lo que debía hacer, pero no sabía si quería hacerlo.

Sabía que Daniel no tenía el más mínimo interés en mí, no de la misma manera en que yo estaba interesado en él. Era evidente. La amabilidad era algo característico de él y no debía confundirlo con otra cosa porque no había más. No me era complicado deducir que, así como a mí me había tratado en nuestra salida, así era como él trataba al resto de las personas que lo rodeaban.

No hubo ningún tipo de trato especial hacia mí.

Por eso Tom, Lucy, James y Sean no lo dejaban solo. Ellos sabían que Daniel era una persona que valía la pena en todos los sentidos. Valía la pena cuidarlo. Protegerlo. Ver por él. Estar con él.

Daniel se los había ganado estando en sus peores momentos justo como a mí me había pasado.

No había ninguna oportunidad. Ni una sola.

Daniel no me volteaba a ver más que para crear otra amistad de las que ya tenía a su lado. En sentido romántico, Daniel volteaba a ver a otra persona.

Sean.

No existía ni siquiera la pequeña posibilidad de un enfrentamiento justo contra Sean. Él ya estaba en otro nivel.

Sean tenía más puntos con Daniel que yo.

Sean estuvo desde el principio y continuaba estando ahí.

Cuidó y protegió a Daniel. Fue partícipe en todo.

Y su interés hacia Daniel también era verdadero. Si no era un cariño auténtico, no encontraba otra razón por la que Sean continuara a su lado. Por como era Sean, tan seguro de sí mismo, sabía que nadie lo obligaba a hacer algo que no quisiera. A mí tampoco nadie me obligaba, pero la diferencia entre los dos eran los privilegios.

Sean veía y conocía otras facetas de Daniel que para mí eran desconocidas. Tal vez Sean tenía el privilegio de discutir con él y de recibir su enojo.

Sean no solo veía sonrisas en Daniel.

Exhalé una última vez.

Eso era todo.

Con ese pensamiento se decía todo.

No había nada más.

Daniel logró sanar sus heridas y ahora yo tenía una tarea más sencilla.

Daniel había tenido su tiempo y ahora yo tenía el mío.

Di otro sorbo a mi café, di una última mirada al atardecer y regresé a mi escritorio. Acomodé un par de documentos, encendí mi computadora y empecé a teclear. Ese segundo libro que tenía en mente, no iba a escribirse solo.

 

Notas finales:

¡Hola!


Les juro que sufrí mucho al romper el corazón de Johann, en verdad me veo muy tentada en ponerlo como un fuerte adversario de Sean, pero no :( ¿O si?... bueno, ya sabrán lo que Dany opina.


Ésta actualización especial de un solo capítulo significa que se cierra un ciclo con él. Puede que Johann vuelva a aparecer en la historia principal o puede que no. Pero mientras empezaba ésta idea, de algo estuve segura y es que, él necesitaba de su propio espacio porque es uno de mis personajes favoritos.


Al igual que hice con él, otros personajes también tendrán el espacio que se merecen. Cada uno arreglará sus propios asuntos y también tendrán su propia portada, sinopsis y capítulo. Por ahora ya tengo planeados a 5 personajes, pero puede que salgan más.


Les comento que Dany no le contó otra cosa a Johann (sobre su tratamiento y recuperación) que no se haya visto ya en la tercera temporada de Fugitivos. Lo único nuevo es sobre el problema con sus manos que poco a poco va a irse aclarando aún más.


Y, como dato curioso, si ya leyeron "Enemigo silencioso", tal vez la Marienplatz y la fuente de los pescadores se les haga conocida. Es algo que tengo planeado entre las futuras historias que tengo en mente. Se tratará de pequeños crossovers. Algunos serán más evidentes que otros porque puede que sea con una banda en común entre los personajes, alguna canción, algún lugar o encuentros entre los mismos personajes (me emociono de solo pensar en que ya lean lo que tengo en mente xd)


Gracias por leer, si tienen alguna duda siéntanse libres de mandarme un mensaje.


Nos leemos.


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