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Por ti me rendí. por itzie

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Notas del fanfic:

Hola a todos!

Si, he vuelto con una nueva historia, ahora perteneciente al fandom de Yuukoku No Moriarty, espero les guste y les divierta tanto como para mi lo ha sido escribirla, pero antes de continuar, me gustaría aclarar algunos puntos:

1) La idea original parte de la Yuumoriweek 2021, en especifico del día tres, en el cual participe con el tema: matrimonio arreglado.

2) A pesar de que la ambientación se lleve a cabo a finales del S.XIX, decidí tomarme algunas libertades en algunos aspectos, como lo es el matrimonio entre personas del mismo sexo y tomarlo como un suceso frecuente y normal, por lo que la unión entre Sherlock y William no es capaz de causar escandalo o tratarse de un tema prohibido.

3) Es un AU.

4) A pesar de ser un AU, retomo algunos elementos del manga, como pueden ser: escenas, personajes o situaciones.

 

Dicho lo anterior, puedo asegurar que están advertidos, así que espero sea de su agrado.

 

 

 

Antes de que el sol saliera por el este, anunciando un nuevo día, él ya se encontraba despierto. Su mañana había comenzado desde las cinco y es que, aquel era un día sumamente importante, pero antes de siquiera comenzarlo, debía dejar algunos asuntos preparados. Después de todo, tras la desaparición de la cabeza de familia, en este caso, su hermano mayor Albert, en una misión al servicio de la reina, en la India, ahora él había pasado a ocupar ese lugar.

El hermano de en medio, William James Moriarty, había pasado a ocupar el lugar principal de una familia de nobles que se encontraba en decadencia y la completa miseria a causa del despilfarro de su fortuna, por parte de su fallecido padre adoptivo. Para otros, aquel fatídico panorama había sido suficiente para perder la cabeza e incluso cometer suicidio. A final de cuentas, las oportunidades de un noble sin fortuna eran más que limitadas, sin importar de cuantos títulos fuera poseedor, y claro, esto no era la única cruz con la cual debía cargar, ya que el hecho de haber sido adoptado por la familia Moriarty, era de conocimiento popular, degradándolo aún más en una escalonada sociedad que vivía de las frías banalidades de sus integrantes, sin embargo, ese día lo cambiaría todo y William jugaría su última carta.

Fue a las siete quince, cuando después de darse un baño y arreglarse con las prendas que previamente su hermano Louis había dejado en su habitación, se miró por única vez al espejo, a pesar de lo sencillo de su traje, y la austeridad en los accesorios, su aspecto era más que perfecto: impecable y atractivo.

La mirada que se dirigió hacia si mismo fue una de completa indiferencia, pero muy crítica, no era un hombre vanidoso, pero esta ocasión era especial, debía cerciorarse de lucir a la altura. que todo estuviera en su lugar y su presentación fuera perfecta, para él, no solo era importante lucir agradable a los ojos de su futura pareja, sino a los de la sociedad de la cual pasaría a formar parte una vez que uniera su vida a la del menor de los Holmes.

—¿Se puede? —escucho detrás de la puerta la voz de Louis.

—Claro, adelante.

Louis entró a la habitación cerrando la puerta tras de sí. En cuanto William se giró para quedar frente a él, su expresión fue confusa: por un lado, sonrió al verlo arreglado para su próxima boda, pero después de unos minutos su sonrisa se vio transformada en una mueca de decepción y enfado.

—Estoy listo —dijo William.

—Si, ya lo veo —respondió con un tono que no era usual que dirigiera a su hermano.

Si dependiera de Louis, esa boda jamás se llevaría a cabo, si estuviera en sus manos haría todo lo posible e imposible por impedirlo, sería capaz incluso de acabar con la vida de la familia Holmes para anular el contrato que solo traería infelicidad a su familia y, en especial a la vida de su hermano, pero estaba más que imposibilitado para actuar.

—Te ves muy bien hermano, pero, tu cabello.

William se llevó una mano a la coronilla alisándolo y tratando de peinar cualquier cabello que se hubiera escapado de su vista.

—No, espera, creo que no puedes verlo —dijo adelantándose a señalarlo —Resaltan algunos mechones un poco por debajo de tu coronilla, tal vez tú no te percates de ello, pero puedo verlos.

William simplemente sonrió, como lo había dicho su hermano, él ni siquiera se había dado cuenta.

—Es difícil que se te escapen estos detalles.

—Permite que lo arregle por ti, por favor, toma asiento.

William fue obediente ante la petición de su hermano, después de todo, no había quien le ganara en detalles de ese tipo. Tomo asiento frente a un sencillo tocador instalado en su habitación, sobre este había algunas colonias que guardaba para ocasiones especiales, un espejo y algunos artículos para su arreglo personal. Louis tomó el peine y comenzó a pasarlo por el cabello que causaba desorden. Con cuidado y cierta tristeza realizó su tarea ayudando a su hermano a prepararse, después de todo, esta sería la última vez que ayudaría en su arreglo, en cuanto contrajera matrimonio con el menor de los Holmes, se quedaría prácticamente solo en esa enorme y vieja mansión.

—Terminé.

William se miró al espejo, su hermano había hecho un buen trabajo en peinar su cabello, dejándolo mucho mejor ordenado y evitando los cabellos sueltos.

—Gracias, Louis, eres más cuidadoso que yo —dijo y se levantó para pasar a colocarse las mancuernillas—, bueno, creo que se hace tarde y lo mejor es llegar con un poco de anticipación, no queremos dar una mala impresión, ¿cierto?

Louis apenas alcanzó a negar con la cabeza, pero pese a que su hermano mayor se dispuso a salir, él no se movió de su lugar.

—¿Louis?

—William, no estoy de acuerdo con esto—dijo apretando con fuerza los puños.

—Ya lo hablamos, está bien y, es necesario—insistió William regresando sobre sus pasos y tomándolo por los hombros —Tenemos un plan —ambos ojos escarlata se encontraron, los preocupados de Louis con los estoicos y tranquilos de William, por su parte la decisión ya estaba tomada y formaba parte de un plan mucho más grande que incluso su vida, dar vuelta atrás lo llevaría a perder la valiosa oportunidad por la cual había estado trabajando.

—Albert no estaría de acuerdo y, yo tampoco lo estoy —negó Louis, esta era su última oportunidad de convencerlo y sabía que era más que probable que no funcionaría, su hermano era brillante, y sus planes obedecían a un algo más grande que su relación de familia, de modo que la batalla estaba prácticamente perdida, pero al menos debía intentarlo.

—Albert no está aquí, y esta es la oportunidad que hemos buscado por meses. Formar parte de la familia Holmes no solo ayudara a nuestro plan mayor, sino muy probablemente a recuperar a Albert.

—¿Aún cuanto el precio seas tú? —pregunto con intención de hacerlo desistir.

—El sacrificio de un hombre no es importante si, es un medio adecuado para lograr un bien mayor.

Louis suspiro derrotado.

—Por favor, William, tú siempre eres quien esta dispuesto a correr el riesgo, si Holmes descubre tus verdaderas intenciones, no tenemos idea de cómo reaccione.

—Para cuando las descubra no habrá vuelta atrás y solo tendrá dos alternativas —repuso, pero claro que esto último alerto mucho más a su hermano—El tiempo se agota Louis, no sabemos nada de Albert, nuestras influencias se han hecho a un lado y por más respetable que sea nadie está dispuesto a ponerse del lado de un noble que no solo es un bastardo, sino que además se encuentra en la ruina, además, tú cirugía no podrá esperar por mucho más. Si aprovecho la oportunidad de Mycroft no solo recuperaremos tu salud, sino también a Albert, y seremos capaces de retomar nuestros planes, un destino por el de muchos más en este retorcido y desequilibrado mundo.

El carruaje ya esperaba fuera de casa de los Moriarty a William y Louis, quienes distantes uno del otro, lo abordaron sin decir palabra, encaminándose al destino que marcaría más vidas de las necesarias.

Por su parte, en la mansión de los Holmes, un malhumorado joven estaba retrasado en su arreglo, el amanecer lo había sorprendido a destiempo y ahora hacía malabares para encontrarse listo poco antes de la hora acordada.

Apenas había terminado de ducharse y ahora con navaja en mano y espuma se afeitaba con cuidado. Deseaba que, a pesar de las circunstancias, todo saliera perfecto al menos por su parte y, pese a que todo el asunto del matrimonio haya sido acordado por ordenes de su hermano mayor, él en verdad se encontraba feliz de haber accedido, viendo más un beneficio propio que un sacrificio.

Sherlock Holmes, era el menor de los hermanos Holmes, portador de un apellido y linaje de nobles que comenzaban al menos unas tres generaciones atrás, pero que, en realidad, en los últimos años se había hecho de renombre gracias a su hermano mayor y el servicio que prestaba a favor de la reina.

En lo particular, él era todo lo contrario al respetado Mycroft Holmes, siendo conocido como: un hombre excéntrico, descuidado, pero brillante, un excelente investigador e incluso científico, que, en su mayoría de ocasiones, por diversión o como alimento a su conocida arrogancia, disfrutaba de desentrañar intrincados casos, propios de Scotland Yard. Lamentablemente su nombre no era reconocido por esto último, sino por sus vergonzosos antecedentes como un ex-adicto, derrochador que hacía unos pocos años había tocado fondo.

Durante el duro proceso en el que prácticamente había malgastado parte de la fortuna que le correspondía, reconoció de la forma más cruda varios aspectos de él, que jamás cambiarían: el más importante, su falta de lazos con los demás. Como un hombre poseedor de un coeficiente superior a la media, las demás personas con las que lograba entablar contacto no le interesaban lo suficiente como para conversar por horas o formar verdaderos lazos de amistad. Al final siempre terminaba aburrido, y con ganas de conservar su espacio. En un principio, una vida en solitario no le sonaba nada mal, al menos esos fueron sus pensamientos iniciales, pero conforme se descubría a si mismo y se percataba del intrincado infierno en el que se había transformado su vida, experimentaba deseos de escapar de él.

Él jamás había sido religioso y, no podría serlo, era un hombre de ciencia, de hechos tangibles, pero debía admitir una cosa, si existía una clase de poder superior en beneficio de los hombres, ese poder se había encargado de colocar a William en su camino.

—¡¿Qué?!, Aún no te encuentras listo —Alguien había abierto la puerta del cuarto de baño descubriéndolo con una toalla en la cintura y a punto de terminar su afeitado.

—¡Auch! —la distracción le había costado una fea cortada en la mejilla —Podías haber tocado o algo, no entiendo cómo puedes servir a la reina con esos modales.

—Sherly, no te atrevas a compararte con su majestad, por favor —dijo dirigiéndole una fría mirada de pies a cabeza—Mírate, ni siquiera estas vestido, te lo advierto, tienes veinte minutos para terminar, los Moriarty no tardan en llegar.

—Dijiste que llegarían a las nueve treinta.

—Son las nueve.

—¡¿Qué?! —soltó la navaja y abrió la llave del agua para enjuagarse violentamente, en un afán de apresurarse —No puede ser, ¿por qué nadie me dijo nada? No puedo llegar tarde, no en mi boda, no con Liam.

—Eres imposible, bueno ahora pasaras a ser responsabilidad de Moriarty, espero el pueda ponerte en regla, o este matrimonio será un desperdicio de tiempo y recursos.

—No digas estupideces y quítate de mi camino —dijo Holmes retirando a su hermano de la puerta para salir a su habitación y comenzar a vestirse —Compartir mi vida con alguien como Liam, jamás será un desperdicio, bajo ninguna circunstancia —dijo bastante animado comenzando a vestirse.

Mycroft lo siguió, mientras observaba escrupulosamente el proceso.

—Decirlo para ti es demasiado fácil. La única ventaja que obtengo de este compromiso es que se hagan cargo de mi problemático hermano, y se asegure de que no continúe deshonrando nuestro apellido —dijo Mycroft ayudándolo a colocarse adecuadamente la corbata, mientras el menor forcejeaba.

Sherlock chasqueo la lengua, sabía que tenía razón. En esos momentos, los Moriarty no se encontraban en su mejor momento y ningún noble en su sano juicio querría asociarse con ellos, pero en el caso de Mycroft y Sherlock, era diferente y podían darse ese lujo que, al parecer traería más beneficios que inconvenientes.

Mycroft había descubierto en William a un hombre brillante, con mejor autocontrol y dominio de su destino, capaz de influenciar en los demás que, por cierto, estimaba verdaderamente a su hermano, además el joven contaba con una intachable reputación, era un afamado, pero también querido profesor en la comunidad estudiantil de la universidad de Dunham, y tras una larga y minuciosa investigación no había encontrado nada que jugara en contra, por si fuera poco, como un adicional, él había conocido a su hermano mayor: Albert. Un hombre integro y leal a sus principios. Contando con todos estos antecedentes, esperaba con todas sus fuerzas que William se convirtiera en la fuerza de cambio que tanto necesitaba su hermano.

—Señor, ¿me permite? —Uno de los sirvientes tocaba a la puerta interrumpiendo la guerra que mantenían por dejar bien colocada la corbata de Sherlock.

—Adelante, Eugene.

Un delgado joven entreabrió la puerta para dar un breve aviso.

—Los esperan en la planta baja: William y James Moriarty.

—Vaya, llegaron con anticipación, por favor, encárgate de ofrecerles algo de té y bocadillos, mientras nos esperan.

—Como diga, señor —dijo y tras una leve inclinación, se fue cerrando de nuevo la puerta.

—¡Liam ha llegado! —exclamó Sherlock con la clara intención de bajar a recibirlo.

—Ni se te ocurra bajar así, no solo se encuentra William abajo, también nuestros invitados —lo reprendió terminando de acomodar la corbata —Termina tu arreglo y cerciórate de quedar a la altura, hoy nos acompañan distinguidas personas, y no permitiré que deshonres más nuestro apellido —dijo y se dirigió a la puerta, listo para fungir como anfitrión.

El corazón de Sherlock latía como jamás lo había hecho en toda su vida, en esos momentos, pese a formar parte de un acuerdo matrimonial, se encontraba emocionado. Sabía que, en todo el mundo, no encontraría a nadie igual a Liam, alguien con tan brillante y sagaz mente capaz de seguirle los pasos. Esta vez prestó mayor atención a su arreglo personal, peinando su cabello en una rígida coleta, utilizando la mejor de sus colonias y usando las costosas mancuernillas que su hermano le había regalado con motivo de su boda, cuando se cercioro de que todo estuviera en orden se dispuso a bajar.

Como su hermano lo había comentado, aquella mañana se habían reunido para presenciar el matrimonio del menor de los Holmes: aristócratas de todas partes del país, personas que no solo contaban con la distinción de sus antepasados, sino, además, continuaban con el reconocimiento de su majestad al haber apoyado tanto en causas bélicas como intelectuales y humanitarias, personas con las más altas fortunas, dueños de vastos imperios desde navieros hasta mineros. Todos prestando atención a las palabras de su destacado anfitrión, sonriendo ante el evento, pero despotricando y criticando en privado a los Moriarty.

Asco, eso era lo que esas personas generaban en Sherlock, por ello, él jamás se vio encajando en ese mundo, él no era como su hermano y su temperamento era más corto, pero no permitiría que le arruinaran ese día, ni que hicieran menos a la persona con la que compartiría su vida.

En cuanto Sherlock bajó las escaleras y se dirigió al jardín de la mansión. Un juez ya esperaba a los novios, detrás de una mesa con los documentos a firmar, de frente a los demás, en un camino que dividía varias filas de asientos hacía los lados.

—¿Estas preparado, Sherly? —William lo había sorprendido por detrás, de inmediato una sonrisa se dibujo en su rostro y cuando su mirada se poso en él, no podía dejar de admirarlo, el cabello rubio perfectamente peinado, dando reflejos dorados con el sol, el traje negro a tres piezas ajustado a su esbelta silueta, y las mancuernillas que adornaban las mangas de su traje. Sin pensarlo lo tomo por la mano.

—Pero ¿Qué pregunta es esa?, apenas y puedo esperar, vamos.

Liam sujeto su mano con fuerza, una sonrisa maliciosa se dibujo en su rostro, a la par que iniciaba el camino hacia la firma que marcaría el destino de ambos.

 


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