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Inefable por Menma Lightwood-Uzumaki

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Notas del capitulo:

¡Bueeeeenas! No, no estaba muerta aunque si por muy poco xD

Les explico rápidamente mi situación: Me cure de mis quemaduras más rápido de lo que pensé (Alabado sea el Madecassol) pero cuando pensaba que ya todo estaba bien, me dió una fiebre bien satánica que perduró intermitentemente por unos cinco días, así como unos malestares bien jodidos que me hizo pensar que era mi último día con vida (No es chiste, señores, sentía que me les iba) así que luego de ir al doctor como tres veces, descubrir que me estaba saliendo una muela de atrás, unos cuantos exámenes de sangre, un funesto reencuentro con el perro asqueroso de mi ex y un montón de pastillas, heme aquí, relativamente viva (Sigo en reposo pero me he escapado para complacerlos UwU) y lista para casi todo  

Es decir aún sigo teniendo covid (Mi suerte no puede ser peor .-.) Pero la peor parte ya ha pasado, solamente me queda reposar, tomar pastillas y dormir.   

Ahora, debo aclarar que este capítulo está dividido en dos partes que pensaba subir al mismo tiempo, pero gente, de verdad que me la he pasado con sueño (Putos antibióticos) y apenas puedo pensar, así que era perderme otro mes o traerles esto hoy, así que espero puedan perdonar el atraso. Les prometo que les traeré un episodio doble muy pronto, solo tengan paciencia y mejor recemos que no vali verga con tanta enfermedad.  

Hoy vengo de volada porque como saben no tengo internet y mis datos ahora son un asco (Ya después les haré su correspondiente dedicatoria larga a cada uno) pero muy rápidamente le quiero agradecer a Edmary, Zidian, Kaory y mi pequeña uva por sus buenos deseos, en especial los referentes a mi recuperación, los quiero muchísimo.  

En fin, espero que esto les guste UwU         

XXV parte I

There's nowhere we need to be

I'ma get to know you better

Kinda hope we're here forever

There's nobody on these streets

If you told me that the world's endin'

Ain't no other way that I can spend it

Got all this time in my hands

Might as well cancel our plans 

I could stay here forever

 

Hubo una época en donde el evento sentimental de mayor peso entre Itachi y Deidara fue el dormir juntos, y aunque no fuese algo que hubiesen planeado que sucediera, se permitieron la dicha de permanecer en la compañía del otro hasta el amanecer, aceptando que por mucho que la enfermedad de Itachi hubiera sido una excusa perfecta, lo cierto es que desde hace tiempo habían estado reteniendo las ganas de hacer algo similar.

La atracción desde un principio fue intensa, llegando a transformar las cosas más pequeñas en motivos suficientes para realizar algo más significativo, aún si no lo hubiesen planeado; Deidara nunca pensó que un ataque de tos sanguinolenta pudiera terminar con ellos durmiendo juntos en el suelo de aquella azotea, así como tampoco creyó que su mala alimentación traería más consecuencias que un sermón y una dieta estricta, sin embargo, haberse equivocado no le resultó amargo en lo absoluto, ya que por mucho que no fuese fanático de las revisiones constantes, su delicado estado de salud terminó provocando que Itachi tomase la drástica decisión de que lo mejor en ese caso era transformarse en un apoyo constante, y para facilitar esa tarea había una sola solución.

Adiós a las visitas esporádicas, a las despedidas difíciles y a las cartas demasiado cortas que no alcanzaban a explicar todo. Oficialmente ya no sería necesario que ambos pasaran semanas ahogandose en ausencias llenas de anhelo...

Porque vivían juntos.

La idea había sido enteramente del Uchiha, ya que al estar esperando notícias en la sala de espera no pudo evitar el recriminarse por muchas cosas. Los signos de la mala alimentación de Deidara siempre estuvieron presentes de alguna u otra forma, y sin embargo él no había podido dimensionar la gravedad del asunto como sentía que debió hacerlo. Creyó que quizás se debía a su pésima costumbre de solucionar todo dándole más espacio, cuando lo mejor habría sido intentar hablar sobre el tema por mucho que pudiera resultar incómodo, estaba consciente de que Deidara no era la clase de persona que pedía ayuda aún cuando la necesitaba, sin embargo él tampoco lo era y a pesar de ello le tuvo casi siempre a su lado cuando sufrió recaídas fuertes, demostrándole que no era necesario conversar sobre los problemas para servir de apoyo mientras se buscaba resolverlos.

Itachi no tomó la iniciativa para hablar de su enfermedad, tampoco le enseñó a hacer el té que servía para sus pulmones, esas habían sido acciones que Deidara hizo por su cuenta porque sabía de antemano que él no era una persona que disfrutara hablando de si mismo, especialmente con tanto que reprocharse; A partir de entonces aquel chico siempre había encontrado la manera de ayudarle, y saber que sus tácticas no habían sido igual de efectivas en su caso le hizo sentir frustrado, pero principalmente impotente.

Se suponía que se conocían lo suficiente como para intuir aquella clase de problemas, y sin embargo él estaba allí, sentado y con sus pulmones funcionando mientras que Deidara yacía inconsciente en una camilla por culpa de algo que él no había podido notar a tiempo.

No podía evitar sentir que le había fallado, que no pudo retribuir la misma dedicación que recibió de él, y fue por ello que decidió hacer algo al respecto.

No estaba del todo seguro si era una buena idea invadir por completo su espacio tan rápido, pero terminó de convencerse cuando le vió sufrir con cada cucharada de sopa que Kaiyah le trajo a las dos horas de dejarlos solos, pasando a hacerle el momento más ameno cuando comenzó a hablarle de Akatsuki, así como de los rumores que giraban en torno a sus futuros planes y el revuelo que eso trajo al equipo. Probablemente no era el tema de conversación más interesante que existía, pero a Deidara le distrajo lo suficiente como para comerse más de la mitad del pequeño tazón, seguía siendo bastante difícil, pero la compañía le sirvió para olvidar un poco aquella ansiedad que le imposibilitaba tragar, y al notarlo, Itachi terminó de certificar su decisión.

Sabía que lo más probable es que Deidara no siempre quisiera aceptar su apoyo, pero cuando así fuese quería estar cerca para poder dárselo.

No obstante, primero necesitaba saber que pensaba él al respecto.

– ¿Quedarte? – El artista había alzado ambas cejas con cierto desenfoque, encontrandose algo sorprendido – ¿Te refieres a permanentemente?

Tras asentir un par de veces, el Uchiha le observó con cuidado.

– Solo si quieres.

– No tengo problema – Su única contradicción siempre era el espacio personal, y a pesar de ello sabía sin lugar a dudas que Itachi no le hostigaria de ningúna forma. Eso consiguió efervecerle un poco, viéndose algo curioso un momento después – ¿Y tú?

– De tenerlo no te ofrecería la opción.

– Ya lo sé, sabelotodo, me refiero a Akatsuki. Aún tienes muchas cosas que hacer con ellos, ¿No? ¿No se te haría muy difícil cumplir con tus obligaciones estando tan lejos?

– No demasiado – Repuso calmadamente, ubicándose mejor en aquel pequeño hueco que el enfermo le dejó en la camilla – La mayoría de las batallas son libradas por Kisame, mi papel por lo general no supera el de ser un refuerzo, y para ello estarían los clones.

– ¿Y Sasuke?

– Siempre lo he mantenido vigilado aún cuando está lejos, en eso no habría diferencia.

– Quizás – Asintió él, manteniendo en su rostro una sarcástica mueca de circunstancias – Pero tú mismo dijiste que andaba rondando demasiado cerca en estos días, ¿Eso no requeriría de tu atención?

– Si, pero no tanta como imaginas – Encontrándose prontamente en el foco de su curiosidad, aclaró – Se ha estado alejando últimamente.

– ¿Y eso? – Le resultaba impactante la noticia pues era bien sabido que la venganza no era un asunto que Sasuke se tomase a la ligera. Contrario a ello, Itachi elevó suavemente la esquina de su boca.

– Es probable que se deba a que el Jinchuriki del Kyubi le está pisando los talones.

Logrando entender un poco mejor el motivo de su gracia, Deidara contuvo un suspiro.

– No sé como no lo ví venir... – Se había hecho una idea de la impulsividad de su carácter al ver la reacción que tuvo por la muerte del Kazekage, aún sí, la lealtad que le mostraba a aquel adolescente Uchiha seguía pareciendole impresionante –  La verdad no sé cuál de los dos es mas terco.

– Los dos – Itachi no lo dudó mucho, aunque la idea tampoco parecía desagradarle – Está bien de todas formas, necesitaran mucha de esa voluntad cuando la guerra empiece.

– Son unos mocosos – Negó levemente, provocando un gesto conciliador en su acompañante.

– Nosotros también lo éramos.

– Cierto, pero nosotros no tendremos que enfrentarnos a Uchiha Madara, bueno, al menos eso espero – Suspirar era inevitable cuando rememoraba su situación, salvándose de caer en pensamientos negativos al recordar la propuesta que acaba de hacerle – Entonces... ¿Cuando te mudaras?

– Justo ahora, me iré contigo cuando te den de alta – Su voz no lo demostró, pero sintió un leve atisbo de entusiasmo a ver cómo aquello también parecía gustarle al artista – Debería ser pronto.

– Eso espero, necesito dejar este sitio, hace demasiado frío – Se estremeció en su sitio mientras se frotaba para agarrar calor; Recientemente se había enterado que sentía frío todo el tiempo debido a que la anemia impedía que pudiera regular su temperatura de forma normal. Ren le comentó que manteniendo una buena nutrición podría volver a la normalidad, pero que mientras tanto intentase mantenerse abrigado. Las sábanas que le habían puesto eran lo bastante gruesas como para cumplir con esa tarea, aunque no evitaban por completo los daños colaterales – Ahora vuelvo.

Hace unos cuarenta minutos le habían quitado la vía intravenosa, de modo que solo necesitó pararse para ir al baño. Habiendo estado tantas horas inconsciente más bien era extraño que no hubiera tenido que ir antes, aún si hacerlo últimamente le resultaba algo chistoso, pues ya contando con seis meses recién cumplidos la visibilidad que tenía de la cintura para abajo era prácticamente nula, por lo que debía maniobrar con mucha destreza si quería apuntar al sitio correcto y no hacerle un desastre innecesario a sus doctores.

Aprovechando el momento también se cepilló los dientes y lavó su cara, comprobando con cierto pesar que su reflejo no lucía tan bien como podría estarlo.

Necesitó tomar un respiro profundo para recordarse que era una perdida de tiempo darle vueltas a aquello que no tenía solución, prefiriendo enfocarse en el camino que le quedaba por recorrer y en las personas que estaban dispuestas a permanecer a su lado mientras lo hacía.

Fue saliendo del baño que terminó haciendo una pausa en el marco de la puerta, con su ceño frunciendose de tal forma que inmediatamente llamó la atención del Uchiha.

– ¿Pasa algo?

– ... Me está reacomodando las costillas – Comentó en medio de un resoplido frustrado, no logrando entender como ni siquiera haber perdido la conciencia era suficiente para apaciguarle – Supongo que deben estorbarle.

– Seguramente – Aún si se veía compasivo, había una leve gracia bailando en la oscuridad de sus pupilas – Kaiyah ha mencionado que se está empezando a quedar sin espacio.

– Eso lo puedo entender, lo único que no me agrada es que se la pase entrenando con mis órganos, los voy a necesitar luego – Arreglandoselas para esbozar una sonrisa torcida que murió al recibir otro puntapié; Rodó los ojos – Necesito sentarme antes de que me mate.

Itachi le despejó la zona para que pudiera tomar asiento, y aunque hacerlo no disminuyó el atraco interno al que era sometido, al menos pudo descansar los tobillos.

– Los pies – Masculló con pesar, a lo que Itachi frunció un poco las cejas.

– ¿Cómo dices?

– Que está usando los pies, cuando son las manos no es tan molesto – Y como si el pequeño monstruo se encontrase cansado de recibir tantas quejas en su contra, Deidara pasó de sentir las pequeñas pataditas en su sistema a solo debajo de la piel de su abdomen – Bueno, al menos ya no está probando el funcionamiento de mis órganos. Algo es algo.

– ¿No?

– No, anda por ahí – Mirando automáticamente una parte de su costado izquierdo. El Uchiha se encontró ladeando la cabeza de forma inconsciente a dónde creía que era, pareciendole algo divertido al artista ya que estaba mirando al lugar equivocado – Ahí no, Uchiha, aquí – Apoyando entonces de manera superficial la punta de su dedo índice en el lugar donde el movimiento era más pronunciado.

Provocarlo no había sido su intención, pero Deidara tampoco podía reprocharle demasiado el suave anhelo que Itachi intentó disimular mientras veía detenidamente sus movimientos; Sus deseos eran bastantes obvios, y aunque podría quejarse argumentando que no era inusual recibir algunas caricias de su parte, lo cierto es que en ninguna de esas ocasiones el pequeño monstruo se había movido. Al principio porque estaba muy pequeño para sentirlo, luego porque escasamente se movía y ahora más que nada era cuestión del mismo chakra, el Uchiha portaba una energía que le emanaba calma a través del Kinjutsu, y como el monstruo era bastante sensible a ello se terminaba calmando cuando le sentía muy cerca. De allí a que Itachi no hubiera podido, ni siquiera una vez, sentir los movimientos de su hijo.

Ahora él se encontraba debilitado y por lo mismo sus habilidades sensoriales no estaban en su máximo potencial, provocando que nada pudiera apaciguar el carácter del pequeño monstruo. Aunque eso, en si mismo, le ofreciera una ventaja de oportunidad que quizás no era mala idea concederle.

Deidara observó con mayor detenimiento la suavidad de su mirada y resopló.

– ¿Sabes? A veces eres insoportablemente predecible... – Echando los ojos a un lado, le tomó rápidamente de la muñeca y la atrajo para que pudiera posar la palma justo donde había apuntado antes.

A Itachi le sorbrecogió la acción, pero le caló más profundo el sentir aquellos vagos toquecitos bajo su mano. No era algo que no hubiera sentido antes – Sasuke siempre fue un bebé muy inquieto, incluso antes de nacer – y a pesar de ello se encontró tan profundamente sacudido que incluso a Deidara le costó no encontrar enternecedor el brillo ilusionado en sus ojos.

– Pensé que esto no te agradaba – Seguía mirando fijamente su abdomen, demasiado ensimismado por el momento y la paz que lograba transmitirle.

– No lo hace, pero... – Antes de poder pensar en algo que no sonara demasiado comprometido, una idea afloró en su cabeza – De hecho, te iba a pedir un favor.

– Claro – Su respuesta fue tan rápida que Deidara dudó que le hubiera escuchado realmente, pero lo ignoró porque le convenía que estuviera de acuerdo – ¿Que necesitas?

– Bueno, sabes de sobra que soy bastante resistente, pero en vista de que andamos en este plan de aceptar las fallas debo admitir que esto me está sobrepasando, y necesito más segundos de paz si quiero sobrevivir – Recibiendo un asentimiento breve por parte del Uchiha, él exhaló sin muchas ganas – Kaiyah me ofreció una idea para hacer la cosa menos fastidiosa, pero no me agradó en ese entonces y sigue sin hacerlo ahora.

– ¿Cuál fue?

Deidara le dió un toquecito a la mano que aún no le quitaba de encima.

– Justo esto. A mí no me sale hacerlo, pero en vista de que a ti si, pienso que podríamos hacer un trato.

– Te escucho.

– No es nada del otro mundo, solo necesito que me des tu colaboración cuando no me deje en paz, así tú tienes tú raro momento con tu mocoso y yo puedo dormir más de cuatro horas sin quererme suicidar... – Hizo una pausa breve al ver que aún no dejaba de sentir las erráticas sacudidas del monstruo Uchiha – Si es que acaso funciona, porque yo no veo cambio.

Aunque a él ya no le causaba más que fastidio, para el Uchiha debía estar resultando toda una experiencia el casi poder delinear la silueta de sus pequeños pies a través de la piel. Tenía bastante fuerza, eso era seguro, así como energía de sobra para continuar de esa manera por un rato que al artista se le antojaba demasiado largo como para soportarlo. Itachi, sin embargo, no lució alterado.

– Si podría haberlo.

– Yo no veo que resulte.

– Aún no he hecho nada – Su mirada fue algo chistosa y la que recibió a cambio no fue muy diferente, aunque Deidara terminó aflojando la expresión al sentir como sus dedos le acariciaban. Era diferente a todo lo que habían compartido hasta la fecha pues ahora el toque era más significativo, hecho con un único fin, y el sentirlo al mismo tiempo que los movimientos bajo su piel fue curioso de una manera para nada incómoda;Itachi pareció querer sonreír al verle tan curioso – ¿Es tan malo como habías imaginado?

– Un poco menos – Su resignación teñida con una ligera burla aún si eso no mermó la tranquilidad que sentía; Decidió que fue una buena decisión entonces, ya que de haberlo hecho él mismo lo sentiría como una obligación, mientras que con el Uchiha todo era voluntario y rebosante de cariño – Ah, mira nada más.

Le tomó un poco más de lo que había creído, pero muy pronto dejó de sentir los desastres de su polizón. No podía deducir si se había quedado dormido o solo tomó la decisión de quedarse quieto, lo único seguro es que la intervención de Itachi aunado a la calidez de su chakra habían funcionado maravillosamente, incluso más de lo que creyó posible.

Estando más que satisfecho, Deidara le alzó una ceja.

– ¿Tenemos un trato?

– Trato – El Uchiha estaba feliz, no podía negarselo. Tener la posibilidad de vivir más momentos de intimidad paternal sin que eso representase un problema para Deidara era como el milagro que no espero recibir, justo después de su hijo, por supuesto; Su rostro evidenciaba su conformidad, formando en Deidara una sonrisa tenue que desapareció al recordar la conversación que seguramente Itachi había tenido con sus médicos sobre sus entrenamientos clandestinos.

No se lo había mencionado hasta ahora y una parte suya tampoco deseaba que lo hiciera, pero se habían prometido hacer un esfuerzo y afrontar las conversaciones incómodas era parte del paquete.

– ¿Que más te dijo Kaiyah sobre mis resultados médicos?

– ...Lo suficiente – Había la cantidad necesaria de seriedad en su voz para que pudiera intuir su postura al respecto, pero no tanta como para asumir que se encontraba molesto. En realidad, su expresión era más confusa que nada – ¿Por qué lo hiciste?

Mantener el contacto visual fue todo un reto que Deidara logró superar a medias, encogiéndose incómodamente de hombros.

– No quería quedarme sin hacer nada.

– Haces mucho – Habló en ese tono que normalmente conseguía halagarlo, aunque no consiguió el mismo efecto en esa ocasión.

– No lo suficiente – De manera casi inconsciente le rodeó la muñeca con los dedos, observando la tonalidad enfermiza de sus venas con una expresión alicaida que se mantuvo incluso cuando esa mano pálida se giró para sujetarlo de la misma manera. Era curioso estar tomándose de las manos de esa manera, como si buscaran sostenerse mutuamente, aunque le afectó más el escuchar como la voz de su acompañante se suavizaba en una nota adolorida.

– Podría haberte ayudado...

– Yo también – Replicó con un duro gesto que se deshacía en emociones – Podría haber intentado hacer las cosas mejor desde mucho antes, pero tú no pediste mi apoyo, peor aún, ni siquiera me dijiste nada.

El recuerdo de aquello, así como de la discusión que habían tenido le hizo volver a experimentar aquel sentimiento lleno de culpabilidad.

– Estaba equivocado.

– Dijiste que encontraríamos la forma de solucionar las cosas – Apretando un poco más su agarre – ¿Eso también fue una equivocacion?

– No... – Posiblemente fuese por la brillante iluminación del lugar, pero la luz blanca enaltecía su piel con una transparencia casi fantasmal, magnificando su cansancio – Pero no sé de qué otra forma podríamos hacerlo.

– Bueno, para empezar podrías dejar de intentar resolver todo por tu cuenta – No era enojo lo que afilaba el azul de sus ojos, sino una severidad que le hacía ver algo mayor de lo que era – Mira, la verdad no tengo ganas de discutir, pero no estaría de más el recordarte que este asunto ya es lo suficientemente difícil como para que tus ínfulas de salvador nos compliquen las cosas. Yo no necesito que intentes relevarme de mis obligaciones, ni tampoco que cargues con toda la responsabilidad cuando no es ni nunca ha sido necesario, ¿Lo que quieren es que aprenda a ser responsable? Bien, pero para eso necesito que dejes de interponerte, porque nunca voy a lograr asumir nada si a cada rato te estás metiendo en las cosas que solo a mí me corresponden. No tengo ni la más mínima idea de que impresión tienes de mi ahora, Itachi, pero yo no soy Sasuke, no necesito que me salves y creeme que de necesitarlo tampoco te lo pediría. Soy perfectamente capaz de hacerme cargo de mi mismo, pero para eso debo saber a todo lo que me estoy enfrentando y eso nunca será posible si no paras de ocultarme las cosas. Hace rato dijiste que no estoy solo, que no estamos solos, y es cierto. ¿Te crees que para mí es sencillo aceptar que necesito ayuda? Obvio no ¡Joder que no! Hubiera preferido arrancarme los brazos antes de hacerlo, pero soy capaz de asumirlo solamente si tú también haces lo mismo, porque ni te creas que voy a dejar de hacer algo que tú continúas haciendo. En este campo de batalla estamos parejos, así que ahórranos tiempo y asume de una buena vez que necesitas de mi contribución para sobrellevar este asunto, porque no vamos a poder avanzar a ningún maldito lado si no lo haces.

Aún si su ceño estuviera fruncido y sus palabras hubieran sido bastante duras, su discurso no alteró a su acompañante como había creído, al contrario, se quedó en silencio unos segundos mientras asimilaba todo lo que le había dicho para posteriormente asentir.

– Puedo asumirlo.

– ¿Completamente? – Arqueó una ceja con acritud, haciéndole esbozar una sonrisa tenue.

– Se que te necesito – Aquella aceptación fue tan transparente y sincera que le robó el habla por un segundo – No es algo fácil con lo que lidiar, pero tampoco es imposible.

– ... ¿Tan difícil es mi existencia para ti?

– Es difícil tenerlo todo para luego perderlo, pero lo es más aún cuando nunca se ha tenido nada y de repente se tiene todo, en especial cuando solo es por poco tiempo – Su ojos llenos de pesar recorrieron la curvatura de su abdomen, exhalando a su vez con todo el cansancio que retenía en su alma – Nunca quise excluirte... tampoco diré que me es fácil cargar con todo, es simplemente que a veces pareciera que no hay otra forma de hacer las cosas.

– La hay – Convino él, encontrando su mirada con seguridad – Pero no la encontrarás si no te sacas ese esquema de la cabeza. No estas en la guerra, Itachi, aquí no hay bandos ni tampoco un enemigo al que tengas que derrotar, lo único que puede llegar a detenerte es tu propia incapacidad para aceptar que eres mucho más que una simple marioneta manipulada por un maldito gobierno.

La rudeza de su voz, aunque grave, le sacó una mínima sonrisa.

– ¿Ahora también odias Konoha?

– Puede ser... – Igualando su actitud antes de acercarsele. Ahora que no contaba con el chakra extra se sentía más agotado y adolorido, por lo que requería de algo más de contención para estar a gusto. El Uchiha no le negó el cariño, dejándole recostarse en él mientras sus brazos le acobijaban – Aún te odio más a tí.

Aún sin verle, sabía que su terquedad le había hecho gracia.

– Estoy bien con eso.

– ¿Y con todo lo que he dicho?

– Todo lo que has dicho es cierto – Frotando suavemente su mandíbula contra aquel largo cabello rubio – Cada palabra.

– ¿Eso significa que ahora haremos las cosas a mí manera? – Lo había dicho con una incertidumbre que guardaba una emoción casi infantil, aumentando al verle asentir con calma.

– Si.

– Nada de secretos – Advirtió seriamente con los labios fruncidos – Ninguno. Ni siquiera por el bien de nadie.

– De acuerdo.

A pesar de que tener el control de las cosas le causaba cierta satisfacción personal, Deidara exhaló con pesadez.

– ¿Por qué presiento que esta será la única vez que logre vencerte? – Había sido un cuestionamiento pesimista más que otra cosa, pero el Uchiha de igual forma hizo el favor de responderle.

– No es la única, y tampoco será la última – Cuando el artista echó la cabeza atrás para verle, sus ojos negros estaban rebosados de dulzura – Me venciste la primera vez cuando lograste que no me fuese de esa azotea, y lo seguiste haciendo cada día en el que me disuadiste de quedarme.

– Pero si ni siquiera hice nada.

– Exacto – Con la punta de su nariz tocando suavemente la suya – Esa es la mejor parte.

La más divertida de las risas se atoró en su garganta, negandose a dejarla salir y optando mejor por demostrar su entusiasmo con un beso, uno tierno que escondía en si mismo la promesa de corregir sus errores al mismo tiempo que buscarían atesorar cada segundo de felicidad que la vida pudiera ofrecerles.

No obstante, el inicio de su convivencia no había sido para nada fácil, comenzando porque Deidara seguía manteniendo un estado de salud increíblemente deficiente, lo cual le trajo una amplia variedad de consecuencias como fatiga, cansancio y, por supuesto, más frío. De haber sido por él se la habría pasado en la cama, pero contando con unos médicos cuyo temperamento era de armas a tomar – es especial desde que ahora le visitaban sin falta todos los días – dejarse vencer había dejado rápidamente de ser una opción.

No le gustaba que le molestaran constantemente, sobretodo cuando se la pasaba somnoliento la mayor parte del tiempo, pero al parecer a Kaiyah se le había acabado la compasión, porque fue muy decisiva cuando le pasó un papel con la enorme lista de alimentos que debía consumir.

– No me jodas, ¿Tanto? – Sus ojos vagaban con incredulidad por la extensión del papel, quedándose sorprendido ante todo lo que se suponía que debía ingerir: Lechuga, espinaca, brócoli, un montón de diversas legumbres, pistachos, tomates, un sinfín de semillas que ni siquiera sabía que se comían, cereal integral, hígado, pescado, huevos, frutas ricas en vitamina C... y así sucesivamente hasta el final de la lista – Es imposible que pueda comer todo esto.

– Oh, si que podrás, de eso me encargo yo – Completamente inflexible, Kaiyah se cruzó de brazos – Ya te hemos hecho un calendario completo de comidas para que empieces a estabilizarte.

– Y subir de peso – Añadió Ren, y aunque su comentario no guardase ni un gramo de malicia, él no pudo evitar ver sus propias muñecas.

No recordaba que alguna vez los huesos de sus manos se hubieran visto tan pronunciados, no estaba críticamente delgado, pero ciertamente no se veía tan jovial cómo cuando estuvo en Akatsuki. Inicialmente creyó que era paranoia al saber sobre la anemia, eso debido a que en los últimos meses él se había sentido más que inmenso, pero luego se dió cuenta que, más que estar tan ancho como creía, el problema es que se había concentrado tanto en el volumen de su abdomen que no se detuvo a ver toda su anatomía. De haberlo hecho quizás habría podido notar que a medida que el pequeño monstruo se iba expandiendo, el resto de su cuerpo se pegaba a si mismo debido a la perdida de masa corporal.

– ¿Entonces esta es su milagrosa solución? – Arqueó una ceja con escepticismo – ¿Me harán comer de todo?

Ren, quien se mantenía cómodamente acostado en el sofá, negó con la cabeza.

– No de todo, no puedes tomar leche, chocolate ni tampoco café.

– Eso no suena tan mal...

– Tampoco té.

– ¿Qué? – Exclamó del tal manera que Itachi, quien se había ido a acomodar sus cosas en la habitación principal, se asomó para ver que había hecho al artista alzar la voz con tanta indignación – ¿Por qué no?

– El té reduce la absorción de hierro en el organismo, y como eso es lo que más necesita tu cuerpo no puedes beberlo – Imperturbable ante la expresión de su paciente, Kaiyah mantuvo el tono de profesionalismo – Así que nada de té hasta que estés mejor.

– Dios, mejor mátame... – Pasando a observar dramáticamente a un Uchiha quien torció ligeramente la boca al ver su decaimiento.

Su segundo médico le sacudió una mano.

– Relájate, rubio, aún puedes tomar jugos.

– No quiero un maldito jugo – Refunfuño con mala cara, echando la lista a un lado – Odio las estúpidas dietas...

El resto del público presente podía congeniar un poco con su mal humor, pero como aquello era imprescindible para mejorar su salud lo máximo que podían hacer era intentar distraerlo con otras cosas, aunque no fue demasiado necesario puesto que igualmente Deidara se la pasaba durmiendo la mayor parte del tiempo.

En el hospital lo máximo que le habían dado de comer eran cremas y sopas, nada demasiado exigente ni pesado ya que de todas maneras el suero le mantenía lo suficientemente hidratado como para darse el lujo de no ser drásticos, por otro lado, una vez de regreso a casa si fue necesario comenzar a ingerir comidas más completas que, aunque no fuesen el banquete exponencial que imaginó en su momento, si le representaron una guerra que no le dió tregua alguna.

Una vez especificado los términos de su dieta sus médicos le habían dejado ir a dormir un rato, pero le despertaron justo a las cinco y media para que fuese a cenar. Él no tenía nada hambre y cargando con sueño su disposición era mucho menor, sin embargo, tampoco tenía muchas opciones.

Kaiyah le oyó resoplar al sentarse en la mesa y se giró para tener una visión más amplia de su ceño fruncido.

– ¿Algún problema?

– Veo mucho verde... – Comentó quejumbroso en lo que ojeaba su plato, así como la cantidad – a su criterio – exorbitante de ensalada que había.

– ¿Sabes quiénes comen mucho verde, Deidara? – Cuestionó la Hyuga antes de asentir – Las personas saludables.

– Si, ¿Y sabes quiénes también? Los animales – A su espalda logró escuchar la risa de Ren, así como ver de reojo la leve gracia que iluminó los ojos negros del Uchiha mientras acomodaba un par de cosas en la cocina. Kaiyah se vió con toda la intención de refutar, más él le alzó una mano – Ya, me lo comeré todo.

– Mejor – Ella meneó la cabeza, pasando a tomar asiento junto a su compañero en la sala y así darle algo de privacidad.

A regañadientes, Deidara se obligó a ingerir poco a poco la cena que le habían servido. El sabor no era malo, de hecho aún podía apreciar muy bien el sazón del pescado y las papas por mucho que la ensalada no fuese de su gusto particular, incluso le habían puesto una manzana roja como postre, y aunque hubiese preferido un dulce comprado en vez de aquello, se tuvo que conformar con los azúcares naturales que traía la fruta.

Comérselo todo fue arduo, y por mucho que conseguirlo podía considerarlo un logro, no fue capaz de disfrutarlo, pues apenas se estaba tomando la limonada que le habían dado para bajar los alimentos cuando le sobrecogió un bajón. Hacía muchísimo tiempo que no sentía el estómago tan lleno, y por mucho que no era una cantidad de comida peligrosa para su organismo, se encontró repentinamente asqueado ante la pesadez que invadió su sistema.

– Hombre, te ves pálido – Murmuró Ren por lo bajo, buscando no alertar demasiado a los demás.

El frío que normalmente sentía pareció incrementarse cada vez un poco más, por lo que Deidara, con las manos levemente temblorosas, sacudió la cabeza.

– Creo que necesito agua.

– Ya la traigo, aguanta ahí.

Ren no se tardó demasiado buscando un poco de agua natural, aunque de igual forma eso no hizo a su paciente sentirse mejor, al contrario, el temblor le había subido a los hombros y era particularmente consciente del pausado latir de su corazón.

– Aquí, ten – Su segundo médico se la extendió a una distancia corta, pero él había decidido levantarse un poco para tomarla; Un segundo después, ambos confirmaron que esa no fue una buena idea – ¡Joder!

Fue una suerte que su grito fuera lo bastante alto cómo para llamar la atención de un Itachi cuya velocidad fue superior a la suya, pudiendo así sujetarlo cuando repentinamente perdió el conocimiento.

– A mi no me mires – Le advirtió el chico a Kaiyah quien automáticamente le había mirado al ver a su paciente desmayado en brazos del Uchiha – No tengo idea de que le pasó, pero iré por un termómetro por si acaso.

– No, mejor trae todas mis cosas, puede que necesite algo más.

– Bien.

En lo que ambos doctores se movilizaban para descifrar que era lo que había pasado, Itachi le acomodó un poco mejor en lo que trataba de mantener a raya el nivel de angustia, no tenía idea de que habían hecho mal para que decayera tan rápido, pero la blancura que estaba adquiriendo su rostro era preocupante, y no aminoró cuando, tras un vacilante parpadeo, abrió finalmente los ojos.

El momento era tenso pero para Deidara solo había durado un segundo, apenas un momento de lapsus en el que todo se había vuelto increíblemente oscuro, como si vagase en medio de una densa profundidad en la que la llenura de su estómago no paraba de hacerle sentir enfermo. El frío que calaba sus huesos era poderoso, pero no le ganó al asco que trepó repentinamente por su garganta, provocando que a menos de cinco minutos de haberse desmayado, terminara sentandose de golpe para meter la cabeza en el cuenco que Kaiyah le acercó al advertir sus intenciones, procediendo a vaciar el estómago que literalmente acababa de llenar.

El vomitar no le hizo sentir aliviado de ninguna forma, aún seguía pálido, jadeante y sin fuerza alguna, apenas pudiendo sostener el pañuelo con los dedos temblorosos para limpiarse la boca. 

A partir de allí el tiempo se le hizo increíblemente lento, no recordaba haberse acomodado nuevamente contra el Uchiha, por lo cual era probable que hubiera colapsado nuevamente. No tenía energías suficientes para levantarse por su cuenta, pero si para sentir el temblor en su cuerpo y el incesante castañeo de sus dientes.

– ¿Fiebre? – Kaiyah estaba muy lejos como para que pudiera verla, pero su voz sonaba preocupada.

– Peor – Estando ubicado más cerca, visualizó entre sus párpados entrecerrados la silueta borrosa de Ren con el termómetro en la mano – Hipotermia.

Al estar tan pegado a su pecho pudo sentir la tensión que recorrió los músculos de su acompañante, así como oír levemente a la Hyuga cuando inhaló profundo.

– ¿Cuál es su temperatura?

– 30° y bajando – Emitiendo un grave gruñido inconforme, Ren pareció dirigirse al Uchiha por primera vez – Hay que encerrarlo en una habitación y abrigarlo antes de que le dé un paro cardíaco.

El tiempo a partir de entonces comenzó a pasar por distintas velocidades, alterando su percepción de una manera curiosa. Hubo un momento en el que se vió cargado por Itachi, distinguiendo la preocupación en su rostro con tanto detalle que creyó que pasaría mil años de esa forma, observándole hasta desaparecer. Luego hubo cambio, y ya no fue capaz ni de visualizar en dónde estaba, solamente que se encontraba recostado en un sitio cálido y acogedor, carente de cualquier mínima corriente de aire que pudiera potenciar sus escalofríos.

Estaba como en un limbo, uno en el que no podía dormir ni tampoco terminar de despertar.

Mientras Deidara se encontraba en su estado de desorientación, Itachi estaba inquieto. Kaiyah le había encomendado que cerraran puertas y ventanas de la habitación, incluso que encendiera una pequeña vela en vista de que encender la chimenea podía delatar su ubicación secreta. Lo importante era regular la temperatura del paciente, y para ello le envolvieron con muchas mantas, poniendo aparte algunas toallas tibias en seco sobre su corazón para entibiarlo.

Kaiyah dejó correr una media hora, y al confirmar que le estaba costando algo más de lo usual recuperar el calor debió ponerle de nuevo la máscara de oxígeno, esta vez con una fórmula que estaba hecha especialmente para calentar sus pulmones.

– Cuando se despierte dale de beber algo caliente – Ella lo había dicho mirando a Itachi, pero fue su compañero el que hizo un ruidito de burla.

– ¿Y que se supone que le vamos a dar si no puede beber leche, café, chocolate o té?

– ...No lo había pensado – El drama de la hipotermia le distrajo tanto que olvidó por unos segundos que la anemia les seguía restringiendo muchas cosas; "Esto sencillamente no puede ser más complicado..." Suspiró – Entonces solo pon a calentar las mismas bebidas naturales, no importa lo que se tome, lo importante es que esté caliente.

– ¿No sería mejor darle un trago de sake? – Si tuviese que enumerar todos los momentos en los que Kaiyah le miró fijamente como si quisiera estrangularlo, ese sin dudas se llevaba el primer lugar – ¿Que? Le ayudaría a calentarse rápido y lo sabes.

– La anemia no le permite beber alcohol, Ren.

– Tampoco el embarazo – Itachi por lo general procuraba mantenerse lejos de las discusiones de ese par, pero le resultó imperativo recordarles que lo que hacía verdaderamente complicado el caso de Deidara no solo era la debilidad de su organismo, también el pequeño monstruo que dependía de él.

Era una situación de lo más complicada, pero se encargaron de poner todo su esfuerzo para que pudiera superarla.

Un día entero se les fué volando con rapidez, el paciente de vez en cuando despertaba por unos escasos cinco minutos en dónde le instaban a beber algo tibio antes de que volviera a dormirse. Era casi como si realmente no estuviera del todo consciente, y como último recurso debieron colocarle un líquido intravenoso tibio de agua salada para climatizar un poco su sangre, obteniendo como resultado que luego de un tiempo increíblemente largo, Deidara despertase por completo.

Una onda de buen ánimo le recibió cuando se sentó en la cama, así como la advertencia de no volverse a dormir con la ventana abierta sin haberse abrigado bien antes. Él les escuchó sin protestar ya que seguía sin tener muchas ganas, y mantuvo la misma apatía cuando le sirvieron un nuevo plato de comida.

Era evidente que tendría que pasar por esa situación una y otra vez hasta que pudiera superarla por completo, pero su desasosiego mermaba al captar el perfil de un Itachi que fingia estar concentrado en su pergamino.

– Cuéntame algo – Habló entonces, tomando una pequeña porción de comida y esperando que tomase asiento junto a su cama para ofrecerle la compañía que necesitaba en ese momento.

– ¿Hay algo en particular que quieras escuchar?

– No lo sé, siempre hablas sobre Akatsuki, así que... – Probó con cuidado los alimentos, tomandose su tiempo para degustar su sabor antes de observarle con interés – ¿Por qué no mejor me cuentas qué hacías en Konoha cuando no andabas planificando masacres?

– No mucho – Siempre era gusto poder satisfacer su curiosidad, aunque desafortunadamente no había mucho que pudiera comentar sobre su vida personal – Hacia misiones la mayor parte del tiempo.

– ¿Con ANBU?

– En su mayoría.

– ¿Y lo demás?

– Misiones regulares, estar en casa, entrenar con Sasuke... – Su voz a veces se perdía como si sus recuerdos de pronto le absorbieran, manteniéndose en el presente solo porque Deidara hizo un ruidito de incredulidad.

– ¿Me estás diciendo que aparte de entrenar, ser el hermano del año y controlar los siete círculos del infierno no hacías nada más?

Manteniendo la pequeña sonrisa que siempre surgía al oír de sus orígenes satánicos, Itachi hizo un gesto vago.

– No que yo recuerde.

– ¿No tienes algún pasatiempo? – No le sorprendió que sacudiera la cabeza puesto que literalmente lo primero que supo de su vida fue que apenas había tenido tiempo para respirar – Hombre, eres raro.

– Un poco tal vez – Le concedió de buen agrado, estando bastante conciente que su ritmo de vida no fue del todo saludable.

Aún batallando con los alimentos, Deidara no pudo evitar sentirse algo mal por aquel joven Itachi cuya vida llena de responsabilidades le impidió vivir una experiencia tan simple como lo era el buscar algún hobby por diversión; El arte para él era su vida, y pensar que el Uchiha no tenía nada parecido a ello se le hizo extrañamente triste.

– ¿Entonces no te gusta nada?

– Me gustan varias cosas... – La sutilidad de aquella indirecta pronunciada tan suavemente logró erizarle la piel, aunque lo disimuló tomando de su jugo de manzana – Fuera de ello, realmente no sabría si hay algo.

– Quizás si lo hay – Alzando sus hombros con ligereza – Podrías intentar averiguarlo ahora, a fin de cuentas te sobra tiempo libre.

– No es una mala idea – No habría pensado que usaría parte de su tiempo en algo tan banal como aquello, pero la idea le atraía de una manera que no pensó que podría – ¿Participaras?

Deidara se detuvo para obsequiarle una ancha sonrisa de altanería.

– ¿Acaso crees que me perdería la oportunidad de verte fracasar en algo?

– No – Igualando su actitud, le miró con algo de gracia – Así como tampoco perderías la oportunidad de burlarte.

– Es mi don y mi maldición – Tenía algo más que decir aparte de aquello, pero se le olvidó al ver cómo su plato estaba completamente vacío. Se había distraído tanto con la charla y la sabrosura de la comida que no notó que logró comérselo todo, experimentando entonces algo de orgullo pero también una extraña sensación de inconformidad.

Itachi se mostró curioso al ver la mueca en su cara.

– ¿Sucede algo?

– Mmm... – Se le había acabado más rápido de lo que creyó posible, e incluso si sus lúgubres pensamientos seguían sin darle tregua, su estómago no parecía muy alterado por ellos.

– ¿Te ha quedado hambre? – Dificultaba mucho que así fuera, pero quería abarcar cualquier posibilidad por si acaso. Sin embargo, para Deidara aquella interrogante fue suficiente para hacerle recordar que ninguna enfermedad era capaz de disminuir ni un gramo de su carácter, así como su potente capacidad para superar las peores adversidades. De modo que alzando el mentón con su acostumbrada confianza, miró al Uchiha a los ojos.

– Si – Intentando no reparar mucho en la sorpresa que mostró su expresión, añadió muy claramente –: Quiero pan.

Al distinguido genio del clan Uchiha le hizo falta parpadear unos segundos antes de poder incorporarse, superando el pasmo de la primera impresión para ir a buscarle algo del pan integral que Kaiyah le había traído; A la doctora también le impresionó la petición cuando lo supo, pero se alegró tanto por el progreso que le preparó su pedido de la manera más apetitosa posible para que pudiera comerlo, contando por supuesto con la ayuda de su compañero quien muy servicialmente le sirvió una limonada, la cual, en vista de su controlada temperatura, estaba fresca en lugar de caliente.

Aunque ligeramente confuso por el descontrol de su propio sistema, Deidara aceptó el pan de buen agrado, pasando a comerselo con un gesto de satisfacción en su rostro que perdió fuerza cuando reparó en el vaso que le habían traído.

Kaiyah le había comentado al despertar que ahora sin tanto chakra Uchiha quizás podría resentir más pronunciadamente el descontrol hormonal, y creerlo no le fue demasiado difícil, tanto porque confiaba en sus conocimientos como por el hecho de que era imposible no reparar en el desánimo que le invadió ante la ausencia de aquello que tanto deseaba y no podía consumir.

¿Traducción? Extrañaba su maldito té.

Aún así siguió comiendo, solo que ahora con un gesto increíblemente triste que atrajó la atención inmediata de su acompañante. Su preocupación era notable, pero Deidara solo emitió un gruñido frustrado antes de girarse para volver a dormir.

Itachi se había mostrado abiertamente dudoso ante lo cambiante de su comportamiento, pero cuando salió a dialogar el asunto con los médicos, Ren no se abstuvo de bufar cuando preguntó en voz alta si el artista estaría bien.

– ¿Que dices? Ha pedido comida fuera de la hora, se puso alegre y ahora está triste – Su sonrisa ampliándose de una manera cómica – Literalmente es lo más normal que ha experimentado con su embarazo hasta ahora. Es imposible que esté mejor.

Exceptuando la parte de la burla, aquel comentario no estaba en lo absoluto equivocado. La revisión había arrojado que el pequeño monstruo estaba sano y que Deidara solo necesitaba cuidarse si quería sentirse mejor, para ello los tres ninjas se turnaban diariamente con la intención de pasarle chakra, buscando así que tuviera energía extra que le solventase aparte de la suya propia. Entre eso y una alimentación balanceada no había nada que le impidiera mejorar en poco tiempo, y gracias a la constante compañía que recibía cada vez que la necesitaba, avanzar para lograr esa meta no se le hizo incómodo o desagradable, hasta se podía decir que estaba contento. Aunque aceptarlo podría haber sido más fácil de no contar con los molestos síntomas de la anemia.

– Ugh... – Estirándose con molestia, Deidara ahogo un bostezo – Odio estar tan cansado sin haber hecho nada.

– Eso no es cierto – Infinitamente paciente, Itachi le retiraba el plato que acababa de vaciar – Haces mucho aunque no lo creas.

– Quizás, pero no se si pueda verlo como un trabajo.

– Entonces consideralo como una misión – Ofreciéndole una de esas expresiones de aliento que lograban motivarlo – Una diferente, pero no por ello menos difícil.

Deidara estaba al tanto que parte de su palabrería no era solo para incentivarlo, sino una realidad que a veces le costaba ver. Le había tomado trabajo, pero terminó aceptando que habían muchas maneras de ver las cosas, y aunque no estaba en discusión aplicar esa teoría con su arte puesto que lo consideraba un sacrilegio, accedió en intentar hacerlo con todo lo referente a su nueva vida cotidiana; Jamás sería, ni por asomo, un brillante rayo de sol, pero podía tratar de reprimir su mal genio pensando en cosas más positivas.

La vida se encargó de ponerle la primera prueba apenas un par de días después, ya que tras haber estado un largo rato sentado en el suelo inspeccionando unos pergaminos, el artista se dió cuenta con una sensación casi humillante que no tenía ni idea de cómo pararse sin verse ridículo. Su columna simplemente no estaba en condiciones de soportar tantos nuevos kilos de Kinjutsu, y presentía que para lograr incorporarse por su cuenta tendría que encorvarse de una manera absurdamente patética.

Antiguamente aquello podría haber sido el inicio de una crisis furiosa, pero como ya había asimilado que eso solo le traería rabia y ansiedad, optó por la solución más práctica que encontró.

– Itachi – Casi de inmediato una melena oscura atravesó el umbral que daba al patio trasero para quedarsele viendo a esperas de que continuase; Él le vio seriamente – Dos cosas.

– ¿La primera?

– Sin preguntas – La advertencia en su voz terminó siendo innecesaria puesto que el Uchiha ya estaba asintiendo antes de que terminase.

– ¿Y la segunda?

Torciendo la boca con resignación, Deidara le llamó con un movimiento de su mano, procediendo a extenderle ambas cuando lo tuvo lo bastante cerca. Itachi pareció captar el mensaje sin problemas, pasando a tomar sus manos y sirviendole de soporte para que pudiera ponerse de pie; Siendo un criminal de rango S tener que recibir tanta ayuda no le tenía muy contento, sin embargo podía aceptar que las cosas resultaban más sencillas cuando no ponía tantas trabas al momento de necesitar un empujón, mientras que Itachi, aunque para nada feliz de verle indispuesto e inestable, se sentía conforme con el simple hecho de poder ayudar.

Así como antiguamente hacían en los terrenos de Akatsuki, Itachi y Deidara retomaron la práctica de deducir que tan malos podían ser los días utilizando como referencia la enorme lista de dolencias que se cargaba cada uno; Al iniciar el día lo primero que hacían era un recuento específico de como andaban sus sistemas, calculando que tan indispuestos habían amanecido y que necesitaban para sentirse mejor. Hacerlo era más sencillo antes puesto que el único enfermo era Itachi, pero ahora que tenían de por medio el embarazo las posibilidades de que ambos se enfermaran al mismo tiempo eran muy altas.

Ese día en particular el Uchiha se la había pasado con algo de fiebre, teniendo que mantenerse sentado en la cama ya que al acostarse sentía que se ahogaba. Deidara al notarlo inmediatamente quiso volver a valer sus conocimientos de medicina, pero no había terminado de buscar el envase con agua fresca cuando debió inclinarse sobre la mesa de la cocina, poniendo una mano en su espalda allí en donde el dolor era más pronunciado.

El recordatorio constante de sus molestias no es que fuese algo positivo, pero en cierto modo le ayudo a acordarse de aquel episodio doloroso que sufrió de regreso a casa el día que visitó la biblioteca, poniéndose inevitablemente algo inquieto ante la posibilidad de que la sensación fuese peor al ya no contar con el chakra Uchiha; Seguía siendo un guerrero fuerte, pero como tampoco deseaba sufrir si podía evitarlo acudió a Kaiyah unos días después de haberse recuperado, procurando específicamente que fuese una charla privada. No tenía intención alguna de seguir excluyendo a Itachi en ningún asunto, pero se sentía más cómodo y en control expresando sus problemas a solas con su médico.

La Hyuga entonces le pidió un recuento exacto de los hechos, así como del dolor que había sentido. A lo que él, intentando ser lo más exacto posible, relató de principio a fin los sucesos de aquel día.

– Básicamente fue como si se me estirase la piel muy rápido – Resumió luego de un rato con el ceño fruncido – Me refiero a que estoy acostumbrado a sentir como se estira un poco todos los días, pero aquella vez fue demasiado en muy poco tiempo.

– ¿Dirías que fue como sí algo se expandiera de pronto?

– Mmm si, la verdad si – Cabeceó un par de veces – Aunque no duró demasiado, unos dos minutos a lo mucho.

– Bueno, siendo así... – Tomandose un segundo para releer nuevamente sus apuntes, ella encontró su mirada con firmeza – Creo que tengo una idea de que podría ser.

– A ver, dime.

– ...¿Si recuerdas que te dije que sentirías algo parecido a las contracciones?

– No me digas que empezarán ahora – Formó un gesto incrédulo, ya que por mucho que se sintiera enorme la mayoría del tiempo, sabía que aún le quedaban varias semanas antes del gran día – Porque no tendría sentido, aún falta mucho.

– Pues si, aún falta algo de tiempo para el parto, pero para que eso pase tu cuerpo necesita asimilar muchos procesos que están sucediendo al mismo tiempo, entre ellos el más importante es el adelgazamiento de la capa de chakra que lo recubre. Normalmente cuando en una batalla se hace un ataque la energía se utiliza y luego se va, en cambio tú la mantienes constantemente en uso, y eso es algo que tú organismo aún está tratando de digerir. Esa cosita en cierto modo te ayuda ya que absorve gran parte de esa energía, pero una vez que llega a su límite es normal que opte por empujar lo demás.

– ¿Empujar? – Reiteró con cierto desdén, certificando entonces que su teoría de haberse convertido en un saco de boxeo humano no estaba muy equivocada.

– Si, para ello utiliza su cuerpo. La idea en general es que se mueva despacio para así mover el chakra sin tener que hacerte daño, el problema es que... bueno, es un bebé – Ella le sonrió con una simpática resignación – No puedes pedirle que tenga la precaución de un adulto, así que es probable que de vez en cuando se mueva muy rápido, haciendo que el chakra se estire más de lo que tú piel puede resistir en ese momento. Eso también incluye tus órganos, ya que no es un empujón que va en una dirección fija, el chakra simplemente se expande a todas partes y si aprisiona tus pulmones es normal que pierdas un poco el aliento.

– En pocas palabras es su culpa – Echándole una ojeada quejumbrosa a su propio abdomen que convenientemente se había portado bien ese día.

Kaiyah dejó salir una risita.

– No del todo, no debes olvidar que aún si tu propio cuerpo no está adaptado a sobrellevar una gestación, el sistema siempre hace lo que cree que te dará más opciones de supervivencia. Es algo así cómo cuando en casos de frío extremo la sangre se concentra en tu torso y abandona tus extremidades para proteger tu corazón. En este caso el Kinjutsu se está expandiendo y como tú cuerpo comprende que eso te ayudará a tener un parto que no pondrá en peligro tu vida, en cierto modo también incita un poco a que ese proceso pase.

– Vale, lo tomaré entonces como que soy el menos culpable.

– Si eso te deja dormir tranquilo – Se desentendió graciosamente ella, lo suficientemente adaptada a su carácter como para permitirse bromear – Intenta tomarlo como si fueran contracciones de práctica, no deberían ser excesivamente dolorosas y tampoco puede que las sientas muy seguido ya que el ritmo natural del proceso es lento, pero en caso de que te suceda de repente no olvides sentarte y respirar, eso siempre ayuda.

Deidara hizo una mueca.

– Así dices con todo y no siempre funciona.

– Eso es porque una gran parte de lo que ayuda a sobrellevarlo es emocional, y contigo esa parte nunca es fácil – Advirtiendo la mueca de incomodidad que logró sacarle a su paciente, ella suspiró – Escucha, no digo que debas obligarte a ser feliz, pero hacer cosas que te distraigan es una buena opción si deseas transitar este embarazo con más tranquilidad.

– Haré lo que pueda – A pesar de su inconformidad, no sentía realmente que aquella tarea fuese muy difícil, en especial cuando tenía a un Itachi con mucho tiempo extra viviendo con él.

La mayoría del tiempo la privacidad entre ellos implicaba sexo y charlas que resultaban bastante íntimas aún si fingian que no lo eran, pero no por ello habían deseado secretamente hacer algo más, y tener ahora la oportunidad de hacer junto a él cualquier cosa por más trivial que fuera, era una noticia cuyo único punto amargo era la expectativa que le generaba el sentir aquel estirón de nuevo.

Deidara entendía que era parte del proceso que su cuerpo necesitaba emplear para prepararse, pero eso no lo hacía menos desagradable.

A pesar de ello, transcurrieron los días y no volvió a pasar por algo similar de nuevo, lo cual agradecía ya que tenía suficiente con el sinnúmero de punzadas que sentía a diario por cortesía de su enérgico polizón. Las caricias de Itachi hasta el momento estaban resultando muy útiles, de modo que le era imposible no querer devolver el apoyo de la misma forma, incorporandose luego de unos minutos para terminar de buscar el agua fresca que reanimaria al enfermo.

Encontró al Uchiha en el mismo sitio cuando regresó, sentado con la espalda contra pared y las cejas ligeramente fruncidas en la única demostración de dolor que se permitía hacer.

Deidara emitió un suspiro desganado mientras le colocaba la tela húmeda sobre la frente, a lo que su paciente entreabrió un ojo para verle de la misma manera que hacía cuando sabía lo que pasaba por su cabeza.

– No hagas eso.

– ¿El qué?

– Pensar que eres culpable.

– ...Cuesta no hacerlo cuando es la verdad – Se encogió un poco, acomodandose mejor a su lado en lo que el Uchiha meneaba suavemente la cabeza.

– Llevo cargando con esto desde antes de conocerte, no lo olvides.

– No lo olvido, pero tampoco puedo ignorar el hecho de que mi presencia no lo hace más fácil – Contrario a lo habitual, ver aquella mueca de resignación en su rostro no le causó conformidad alguna – Además, deberías admitir que sería más sencillo si pudiera colaborar.

– ¿Colaborar? – Itachi tenía una idea clara de lo que iba a decirle, pero eso no quitaba el hecho de que no era un tema fácil de abordar.

– Te recuerdo que hablamos de hacer las cosas de manera justa, y el que tú seas el único que esté frenando el Kinjutsu no lo es.

– Lo sé – Parpadeó lentamente en lo que sentía su cabeza palpitar – Pero no existen muchas formas de hacerlo entre ambos sin que pierdas el control del chakra.

– Lo tengo en cuenta, pero tú eres más confiable que Ren para calcular mi nivel de energía. No creo que la estrategia anterior haya sido mala, solamente necesitaría forzarlo menos.

– Y tener más cuidado – Añadió, procurando no sonar exigente, sino más bien tan preocupado como siempre estaba por él – Podría ayudarte – Ofreció de pronto, y el artista alzó ambas cejas.

– ¿Tú quieres ayudarme?

– Eso depende.

– ¿De que?

– ¿Dejarías que lo hiciera? – Conociendo de antemano sus viejas costumbres de trabajar en solitario, había preferido plantearle la idea primero; No obstante, en vista de que Deidara se había impuesto como meta el hacer las cosas bien, le refrescó nuevamente la toalla antes de encogerse de hombros.

– Siempre que no quieras pasarte de listo todo bien.

El Uchiha esbozó una pequeña sonrisa.

– Eso es algo que solamente tú haces.

– Lo hago más, es diferente – Viendo que no le incomodaba, se ubicó lo suficientemente cerca como para sentir la alta temperatura de su piel. No quería hostigarlo demasiado, pero le dolían los tobillos y necesitaba mantenerlos en alto para descansar, Itachi también parecía saber aquello, haciéndole entonces un espacio a su lado para después rodearle con su brazo derecho – Y tu definitivamente no eres un santo.

– Jamás he dicho que lo sea – Su rostro se veía aletargado pero su expresión de conformidad era genuina. A pesar de ser alguien solitario en general, apreciaba bastante el poder pasar esos malos momentos junto a él – Pero no necesito usar esa clase de métodos contigo.

– Eres rastrero a veces y lo sabes – Convino con una sonrisa algo traviesa que solo se pronunció más al notar ese leve atisbo de incomodidad bochornosa. Itachi nunca había sido muy partidario de hablar abiertamente sobre sus mañas durante el sexo, y molestarlo con eso siempre era muy divertido – No es que me queje, por supuesto.

– Seguro que no.

– Pero debes aceptar que no lograrias los mismos resultados de tener menos malicia.

– Es una teoría interesante – Admitió con ese sutil tono de intriga que a Deidara le pareció la oportunidad perfecta para quedarsele viendo con cierta galantería.

– ¿Estarías dispuesto a probarla? Para fines de investigación, claro está.

Una breve pero suave risa había brotado de los labios del enfermo antes de posarlos sobre los suyos, transmitiendole un ligero calorcito por la temperatura interna de su piel. Deidara notó que el beso era tan perezoso como esperaría de alguien con fiebre, pero sus ojos negros se vieron brillantes cuando le observó con fijeza.

– Mañana – El tono en si mismo preservaba una promesa que ambos sabían que cumpliría, por lo que estando más que conforme, Deidara se centró en terminar de cuidarle mientras disfrutaban de una noche apacible, charlando abrazados sobre cualquier trivialidad en lo que esperaban a que el mal episodio terminase.

Era un hecho que ambos no compartían muchos gustos personales, pero resultaba entretenido cuando decidían hacer cosas nuevas por muy aburridas que les pudieron parecer antes; Se plantearon cómo objetivo hacer algo diferente cada día, ya fuese una aventura en la cocina, un camino nuevo por recorrer o una historia fantasiosa que leer juntos. Y aunque cada momento guardaba en si mismo una belleza distintiva, Deidara debía admitir que su momento favorito fue cuando en la búsqueda de un hobby para su acompañante, le ofreció moldear algo con la arcilla. Fue el mismo día que cumplió las veintisiete semanas de embarazo, y no podía recordar un momento en el que se hubiera reído tanto.

El artista había ladeado la cabeza entonces, mordiéndose el interior del labio para no perder la cara de seriedad.

– ¿Me explicarias de nuevo que tipo de árbol se supone que es?

Itachi reprimió una sonrisa sin dejar de extenderle la figura que había hecho.

– Es un animal.

– ¿Y está vivo? – Habiendo recibido a cambio un gesto torcido que se debatía entre la diversión y el fastidio, Deidara se movió como si buscase un buen ángulo – Me refiero a que viéndolo así podría decir que está vivo, pero de cabeza pareciera que lo hubieran atropellado.

– Veo que estás disfrutando esto – Forzando una cara de circunstancias para no entrever lo mucho que le animaba verlo de buen humor.

Deidara se encogió de hombros con la menor de las culpabilidades.

– No diré que no.

La mayoría de las personas tendían a idolatrar tanto a Itachi Uchiha que no veían posible que hiciera algo mal, y aunque Deidara ciertamente no formaba parte de ese grupo, si admitía que el genio de su clan poseía una predisposición increíble para aprender rápidamente. Sin embargo, lo que le daba tanta gracia no era que se equivocase, sino que lo hiciera en algo que a él se le daba muy bien.

Las figuras de arcilla eran su vida, y superarlo en eso sencillamente no tenía precio.

– ¿Que animal tenías pensado hacer? – Estaba fresco el día, por lo que ambos habían aprovechado para estar un rato en el jardín trasero. Deidara ya había dejado de sentir tanto frío gracias a la buena alimentación y la constante transferencia de chakra, mientras que Itachi se sentía más cómodo sin su uniforme, utilizando prendas más casuales que combinaban a la perfección con el ambiente hogareño.

– No lo sé, quizás un gato.

– Pero vivo ¿No? – Tras recibir una mirada, Deidara rió un poco para después tomar el desastre que su acompañante había hecho – Anda, déjame llevarte por el buen camino.

Itachi alzó una ceja, sonriendo apenas.

– ¿Debería preocuparme?

– Hombre, si no te preocupaste en el momento que decidiste involucrarte conmigo no tendría mucho sentido que lo hicieras ahora.

– Si estaba preocupado – Confesó entonces, causándole algo de intriga – Pero no lo suficiente como para retractarme.

– ¿Y ha aumentado esa preocupación?

– Tal vez un poco.

– ¿Tanto como para hacer que te retractes? – Su expresión era confiada ya que suponía de antemano su respuesta, e Itachi se lo certificó con una expresión cómica.

– En lo absoluto.

– Todo resuelto entonces, ahora préstame atención – De ahí en adelante su voz adquirió un tono más sabio en lo que buscaba explicarle los principios básicos para moldear la arcilla, siendo observando silenciosa y diligentemente por su acompañante.

El Uchiha intuía de antemano que no contaba con talento para el arte, pero sus fracasos le eran recompensados con la oportunidad de poder escucharlo hablar con tanta ilusión sobre aquello que le gustaba; Deidara tenía la habilidad para hablar más sabio que un monje si de arte se trataba, explicando su punto de una manera tan poética que lograba sacarle una sonrisa. Gracias a las dificultades que estaban atravesando era algo más difícil verlo feliz por algo, y si debía fracasar torpe y miserablemente en una cosa tan básica como hacer un animal de arcilla para conseguirlo, entonces lo haría con gusto.

Al terminar ese día Itachi estuvo seguro de dos cosas, la primera es que el arte no era lo suyo, y la segunda que podría pasar todo el día escuchándole reír.

Desafortunadamente seguían existiendo líneas que aún eran difíciles de atravesar para ellos, en especial todo lo referente al Kinjutsu. Deidara se había abierto sinceramente ante él sobre su frustración y sentimientos, pero seguían sin profundizar demasiado en el hecho de que, sin importar los pensamientos de cada uno, iban a tener un bebé; Itachi solía tener pensamientos frecuentes sobre su futuro, pero titubeaba al momento de contárselos por el mero hecho de no saber si los detalles de su próxima vida paternal serían de interés para Deidara, principalmente porque se supone que eran experiencias que no iban a compartir.

Resolvían pequeños problemas cada día, pero existían algunos que para solucionarse debían traerlos a colación y el Uchiha honestamente no sabía de que manera hacerlo, o si valdría la pena. Habían experiencias relacionadas al pequeño monstruo que aún podían compartir sin necesidad de involucrarlo directamente, pero al ser momentos tan familiarmente íntimos no pudo evitar tener dudas, y su vacilación le llevó a guardar absoluto silencio, manteniendo aquella leve tristeza en su pecho mientras sus manos tocaban la tela suave de la ropa para bebés. No tenía idea alguna de cuáles escoger, tampoco cuántos necesitaría llevarse. Era uno de esos extraños momentos en el que se sentía inusualmente perdido, y saberse allí completamente solo le hacía suspirar con desánimo.

Sus ojos cayeron de pronto en un pequeño kimono azul, volviendo a recordar con melancolía las épocas en las que acompañaba a su madre para comprarle ropa a su nuevo hermano. Mikoto ese día le había cedido el honor de escoger la primera ropa que usaría el bebé al nacer, y él, estando muy emocionado, se apresuró a recoger uno que había llamado su atención, haciendo sonreír a la Uchiha con cierta gracia ya que había escogido algo para niños aún cuando le habían asegurado un montón de veces que tendrían una niña. De haber estado Fugaku presente posiblemente le habría reprimido, pero ella adoraba a su pequeño y por lo mismo lo aceptó de todas maneras, guardandolo en secreto entre el resto de las cosas que se llevarían al hospital e intentando no reír cuando al final ese traje terminó siendo lo único que el pequeño Sasuke podía usar, pues hasta la vieja ropa de Itachi había sido regalada a sus primos más pequeños.

Anecdotas cómo aquella a veces luchaban por salir de su garganta, deseando compartir con Deidara un pedazo más de la vida que había tenido; Vivía constantemente con la duda de si valía la pena abrirse por completo aún sabiendo que no existiría un futuro para ellos más allá de los próximos meses, y aunque fuese un pensamiento deprimente, el solo saber que aún tenía tiempo para vivir juntos como la familia que jamás pensó que tendría era suficiente para mantenerlo tranquilo. Aunque eso, por supuesto, no erradicaba sus dudas. Había aprendido a ser un poco más egoísta en los últimos meses, pero seguía sin tener la capacidad de anteponerse por encima de alguien más, de modo que para evitar irrumpir la tranquilidad que tanto se habían esforzado en tener como equipo, Itachi terminó de comprar lo que creyó necesario y guardó la ropa sin mostrarsela a nadie.

Sabía que era fuerte, toda la vida lo había sido, incluso cuando no le correspondía hacerlo, pero a veces la retención de tantos pensamientos le hacía quedarse ensimismado, mirando en silencio las estrellas mientras no paraba de replantearse todas las decisiones que había tomado.

Antes de la llegada de cierto artista a Akatsuki, solía quedarse solo en esa azotea toda la noche sin dormir, pero ahora era diferente puesto que había alguien junto a él. Alguien quién, tras evaluar su expresión, decidió que esa noche necesitaba algo de compañía para sobrellevar el peso de aquellos pecados que herían su alma.

– ¿Que te está martirizando hoy?

Su nariz reaccionó más rápido que sus ojos, captando el olor de unos dangos que tomó de inmediato para que él pudiera sentarse más cómodamente.

Él observó el presente con una pequeña sonrisa, quizás Deidara no le decía palabras bonitas, pero le traía su dulce favorito cuando le notaba triste aún si seguramente se le habría antojado, y no podía apreciarlo más por ello.

– ¿Que te hace pensar que algo lo hace? – Repuso con calma, tomando una pequeña bolita de dulce con la boca y extendiendole el palillo para que pudiera comerse la otra.

Deidara aceptó el gesto – le había costado un montón el no comerse una durante el camino – comiéndose la golosina antes de suspirar.

– A tu mente siempre hay algo que le afecta, supongo que en ese aspecto somos iguales.

– ¿Hay algo que te esté afectando hoy?

– Pues además de lo usual... – Movió sus cejas con cierto fastidio antes de quedarse mirando el cielo estrellado – Más que nada me intriga el futuro.

– ¿Tienes dudas con respecto a algo? – Se había asegurado de ser lo más claro posible en cuanto al plan de su convivencia, pero no le molestaba el tener que detallarlo de nuevo si era necesario. No obstante, su acompañante negó con la cabeza.

– Sobre esto no tengo dudas, simplemente creo que es curioso, antes pensaba todo el tiempo en lo que podría hacer cuando fuera libre, y ahora apenas puedo imaginar en lo que haré mañana.

– A veces la perspectiva de conseguir lo que queremos puede cegarnos – Murmuró terminandose el segundo dango. Estaba tan dulce y fresco como le gustaba que ni siquiera podía calcular en qué momento los habría comprado – O quizás simplemente aún no terminas de creer que vas a lograr lo que siempre has querido.

– ¿Podría esto considerarse un logro? – Comentó de una manera que parecía estarse cuestionando a si mismo – ¿Podría decir que soy libre si debo huir toda la vida?

– Antes lo hacías.

– No, Itachi, antes enfrentaba a mis enemigos – Una sonrisa increíblemente amarga se unió a su resignada expresión – Antes me aseguraba de ir a los sitios en donde menos era bienvenido, antes no me preocupaba en lo absoluto pasar desapercibido. Creaba caos y destrucción por donde quiera que fuese, mi arte era mi único aliado y si decidía ser un adolescente por unas horas eso no me traía este tipo de consecuencias – Así como acostumbraba, el recuerdo de sus días más rebeldes le robó una profunda exhalación – Antes no me importaba morir, y ahora luego de pasar por tanto sería estúpido si continuara pensando de la misma forma. Mi enemigo ahora es un Uchiha al que no tengo posibilidades de vencer, y aún si me alejase todo lo que pudiera siempre va a existir algo que me recuerde lo que alguna vez hice en esa base.

– ...Lamento eso – Ansiaba poder decir algo que fuera más útil, pero Deidara no parecía compartir su opinión.

– ¿Por qué? Tú no me hiciste robar una técnica prohibida, eso lo hice porque me dió la gana. Que te hayas visto involucrado solo fué una coincidencia de lo más jodida – Exhaló con cierta fuerza, viéndose prontamente amargo – En cierto modo, pienso que sería más fácil si pudiera arrepentirme.

– ¿Y no lo haces?

– ¿Quieres que te sea totalmente honesto? – Cuestionó, mirándole en lo que una suave amargura le cruzaba por los ojos – Aparte de esa azotea, estar aquí es lo menos malo que me ha pasado en estos tres años... – Se detuvo un segundo para reprimir el gesto que evidenciara su buen humor – Arrepentirme es simplemente imposible por mucho que quizás sea lo mejor.

– ...Pienso igual – Fue su sincero comentario, ya que por mucho que lo más sensato hubiera sido mantener la distancia prudente que entablaron al principio, no se arrepentía en lo absoluto de haber terminado en dónde estaban.

A pesar de compartir en cierta manera su opinión, Deidara meneó la cabeza como si pensara en algo.

– Si, pero podría apostar a que no piensas lo mismo con respecto a todo.

– ¿Te he dado esa impresión?

– Itachi, tu siempre das el porte de andar pensando las veinticuatro horas del día. El bonus de conocerte es saber de antemano que la mayoría de esos pensamientos son bastante turbios.

– Has observado con atención, entonces – Le ofreció una desgastada expresión que rebosaba de culpabilidad – Porque no te equivocas.

– Sé que no, incluso podría intentar adivinar que te está comiendo la cabeza y puede que tampoco me equivoque – Contrario a las teorías conspirativas que el Uchiha esperó escuchar, aquellos ojos azules solo le vieron de reojo – Pero sería mejor si tú mismo lo dijeras.

A Itachi no se le dificultó captar el ofrecimiento real que guardaban sus palabras, pero por mucho que siguiera sintiendo la necesidad de soltar sus difusos pensamientos, aquella turbia indecisión de terminar arruinando el momento le mantuvo en silencio, experimentando cómo el acostumbrado nudo de ansiedad le retorcía las entrañas;
Era sorprendente el cómo su seguridad al momento de interceder por otros se desvanecía al deber enfocarse en sí mismo, escasamente lo había hecho antes, y tener la oportunidad de darle importancia a sus propios pensamientos le resultaba tan irreal que casi parecía una alucinación de su funesta enfermedad.

El artista le observó fruncir ligeramente los labios en lo que sus ojos se quedaban fijos en la negrura, haciéndole soltar un suspiro.

– ¿Sabes? incluso cuando te observo no puedo asegurar con exactitud en lo que estás pensando. Tienes esa egocéntrica cabeza dividida en tantas guerras que adivinar con cuál estás luchando es casi tan difícil como disuadirte de dejarlas.

– ¿Querías que las dejase? – Indagó con cierto impacto plasmado en sus oscuras pupilas.

– Lo que quería era que, al menos por un rato, entendieras que no eres lo que imaginas. En eso sí somos diferentes – Sobraba ironía en su voz, así como la despreocupación usual que venía cada vez que hablaba de su mismo – Mi destrucción es solamente con fines artísticos, nada que ver en lo absoluto con lo que tú haces. Puede que ambos seamos criminales, pero mientras yo voy por ahí creando guerras, tú levantaste una aldea completa, y aún cuando ya lo sabes no paras de romperte la cabeza pensando en ello – Moviéndose de manera que pudiera tenerle de frente, Deidara le observó con total franqueza – ¿Quieres que te diga si creo que tomaste la decisión correcta? Porque la verdad no lo sé, a fin de cuentas era una situación en la aparentemente todo el mundo se quería sacar los ojos, así que elegir un bando debió ser bastante jodido. Sin embargo, lo único que si sé, es que de todas las opciones escogiste la mejor para él.

El Uchiha extendió su brazo derecho entonces, pasando los nudillos por el costado de su brazo y ofreciéndole una  expresión quebradiza que apenas podía mantener a raya el filo de sus tormentosos pensamientos.

– A veces me pregunto si eso es suficiente.

– Somos humanos. Nunca nada es suficiente – Se encogió un poco – Lo máximo a lo que podemos aspirar es a vivir conformes, y creo que tú hermano tiene eso garantizado.

– ¿Y tú? – Preguntarle aquello había surgido tan naturalmente que por un segundo no comprendió como eso sorprendió a su acompañante, sobretodo cuando abarcaba un espacio inmenso en su mente, apenas un poco más pequeño que el de su corazón.

Deidara le hizo un gesto que pretendía ser irónico aún sí internamente guardaba una verdadera intriga.

– ¿Te preocuparia que no fuese de la misma manera?

– Me preocuparia de la manera que fuese.

– No debería. Tienes demasiadas ocupaciones en tu vida como para añadirme a una lista de preocupaciones que está más que llena.

– Siempre habrá un espacio – La manera en que se iluminaban sus ojos oscuros solo podía ser resultado de la tenue luz que emanaban las estrellas y el rebose de sentimientos que había retenido por demasiado tiempo – Ahora y siempre.

– ¿Que dirías si fuese lo mismo al revés? – Fue un cuestionamiento algo cómico que el Uchiha se tomó de la misma manera, sonriendo a medias.

– Diría que ya lo había imaginado, pero que es agradable oírlo.

– Podría ofenderme, pero entiendo el punto. En una situación como la nuestra siempre es bueno escuchar de todo, incluso lo que puede que no se considere necesario – Aquello último apenas podía calificar como una indirecta, era más bien como la afirmación de algo que terminó de reafirmar cuando, contra todo lo que hubiera esperado, la mano del artista se entrelazó a la suya en la oscuridad – Tu di lo que te dé la gana, Uchiha, que yo no me iré a ningún lado por ahora.

Itachi no pudo evitar sonreír ante el reconocimiento de que aún si no le había dicho nada, Deidara había captado a la perfección la forma en la que intentaba camuflar sus preocupaciones, y la forma tan hábil que encontró para tocarle el tema – apelando a una sutilidad poco común pero más que efectiva – le hizo sentir inevitablemente halagado. Lleno de aquel satisfactorio sentimiento que le generaba el poder desligarse así sea un poco de todas aquellas penas que torturaban su espíritu.

Confesó entonces que aquello que le estaba robando el sueño últimamente era el futuro de Sasuke, pues a diferencia de años anteriores en los que su única preocupación era que pudiese volver a la aldea, ahora también le preocupaba el cómo lograría desenvolverse en el mundo ninja cuidando a un niño, en especial guardandole tanto rencor hacia el gobierno que deberá protegerlos. No dudaba que su hermano intentaría hacer lo mejor posible, pero también sabía que aún le faltaba madurar en muchos aspectos, y la idea de que esas equivocaciones pudieran afectarle a ambos le perturbaba constantemente.

Eso sin contar que estaba hablando de un niño Uchiha, el primero nacido luego de la casi completa erradicación del clan. Una cosa era su hermano adolescente que podía defenderse muy bien, pero su indefenso bebé ya era otro asunto.

– Muchos intentarán herirlos a ambos – Continuó hablando en un murmullo bajo que estaba cargado de angustia – Y puede que algún día lo logren.

– No lo harán si se quedan en Konoha.

– En la aldea ya han sucedido cosas a escondidas de la población por discordancias en el gobierno, que vuelvan a suceder no sería muy difícil si todos quisieran tomar decisiones diferentes – Hizo una pausa breve para fruncir las cejas, con el rictus de preocupación en su rostro otorgándole un aire de deteriorada longevidad – Deseo que Sasuke vuelva a Konoha porque sé que lo considera su hogar, pero la realidad es que vivir adentro es tan peligroso como hacerlo afuera.

Permitiendose un segundo para apreciar el grado de desasosiego que se asentaba en su rostro, Deidara le dió un suave apretón.

– Tengo entendido que el conflicto de los Uchiha comenzó por el ataque del Kyubi, si eso no hubiera sucedido quizás tu clan no se hubiera visto orillado a creer que masacrandolos a todos iban a obtener la justicia que querían, aunque perfectamente puede que después encontraran otra excusa para hacerlo. Puede que no te guste oírlo, pero hay guerras que simplemente están destinadas a suceder – Pese a la mueca que esperó recibir, Itachi pareció estar de acuerdo; Quizás porque estaban hablando del clan Uchiha y era bien sabido por todos que se conocían por ser rencorosos – Aquí la verdadera realidad es que no puedes predecir el futuro, Itachi, puede que no suceda nada en Konoha, como también puede que cuando algo pase habrá transcurrido el tiempo suficiente cómo para que tu hermano no sea el único que pueda tirar a matar. Quién sabe, incluso existe la posibilidad de que Sasuke se niegue a volver y decida criarlo en el exilio, lo que pasará no lo sabemos, lo máximo que puedes hacer es lo mismo que has hecho siempre.

– ¿Y eso es?

– Elegir lo que consideres mejor – Contestó seriamente, pasando a verse menos estoico al esbozar una sonrisa burlona – Descuida, eres el supuesto genio de un clan de psicópatas, fallar es casi tan probable como el que logres moldear un gato que no se vea moribundo.

En la garganta del Uchiha se atascó una pequeña risa que salió a medias, meneando la cabeza al mismo tiempo que asimilaba el pensamiento de que muy probablemente nunca volvería a encontrar a alguien que pudiera provocarle lo mismo que él, porque la forma en la que podía transformar su dolor en una risa era tan creativa como reconfortante; Sus palabras le hacían sentir mejor, su cuerpo le podía llevar al cielo y su sola presencia era capaz de distorsionar cualquier desolada realidad en el paisaje utópico más hermoso que sus ojos pudieran ver; No estuvo entre sus intenciones hacerlo, pero en el minuto que sus labios se separaron terminó contando todo lo que antes no pudo hacer, exponiendo pequeños trocitos de su vida que no había compartido con nadie más desde hace muchos años; Habló sobre su aldea, su escaso tiempo libre, sus entrenamientos con Shisui y el inevitable rencor que a veces sentía por las elecciones de sus padres. También habló mucho de Sasuke, de la primera impresión que tuvo cuando lo conoció, del momento en que evadió limpiamente los brazos de Fugaku para dar sus primeros pasos en su dirección, como si supiera que ese era el mejor sitio a dónde ir. Rememoró sus juegos, el cómo solía esconderse mal para que pudiera encontrarlo, de la asombrosa habilidad que tenía para hacerle sentir mejor con un gran abrazo y una bonita sonrisa...; Incluso comentó brevemente el abandono de sus propios sueños a temprana edad, de la forma en la que había renunciado al anhelo de criar a un pequeño que no tuviera que crecer como su hermano o como él, con el odio formando parte de su existencia a una edad demasiado temprana.

Itachi ciertamente esa noche hablo más de lo que Deidara jamás le había escuchado antes, siendo su inusual relación el único tema que no mencionó, aunque no hizo falta, pues ambos tenían tan presente la significancia del otro en su vida que hablar de ello era simplemente innecesario.

Hablar de todo aquello indiscutiblemente le hizo sentir mucho mejor, pero a pesar de ello siguió sin poder dormir. No era por culpa de un mal sentimiento, al contrario, Itachi se sentía tan liviano luego de haber aligerado sus cargas que bien podía elevarse y llegar muy lejos, habría creído incluso que su espíritu había abandonado su cuerpo de no ser por el acelerado ritmo de su maltrecho corazón, recordándole que aún seguía vivo, y que sólo existía una persona capaz de hacerle sentir de esa manera; Tal vez esa noche no pudo dormir, pero se quedó viendo como Deidara lo hacía, repasando en silencio la belleza de sus facciones androginas y deslizando los dedos por su mejilla mientras sentía su garganta cerrarse, confirmando que era imposible llegar a sentirse más apegado a él. Estaba oficialmente en la cúspide de todo lo que podía llegar a sentir por esa cabeza terca e impulsiva, y no había nada que pudiera hacer para cambiarlo.

Esbozando una mínima sonrisa, Itachi Uchiha aceptó que simplemente era imposible amarlo más.

Si bien el aceptar sus sentimientos le dió algo de paz, el Uchiha sabía que seguía sin ser prudente el hacer a Deidara participe de ellos por mucho que hace tiempo hubieran sobrepasado todos los límites; Puede que las circunstancias les hubieran hecho decidir estar juntos, pero no quería forzar ningún tipo de charla incómoda sobre un tema que, a según su criterio, realmente no hacía mucha diferencia, pues sin importar que lo dijera o no seguirían viviendo y disfrutando del tiempo que les quedaba para estar juntos.

El plan, aunque bueno, le terminó saliendo a medias. Pues incluso si de su boca no hubiera salido nada que lo delatase, la fuerza de sus sentimientos le hizo adoptar un comportamiento que era inconscientemente más relajado y afectuoso, y el artista habría tenido que ser ciego como para no notarlo. Estaba acostumbrado a verle algo más cariñoso gracias al embarazo, pero ahora aquello parecía haberse acentuado de una manera que realmente no le molestaba, solía disfrutar bastante de la atención, de manera que siempre que no exagerase no tendría problema alguno.

Unos días más tarde de aquella conversación, Deidara se encontraba tomando una pequeña siesta en – para variar – su sofá preferido, sintiendo como la brisa que se colaba por la ventana le refrescaba el rostro; Apenas llevaba acostado una hora y algo más, pero eso no pareció importarle demasiado a un pequeño Uchiha quien, una vez terminado su intermitente ciclo de sueño, decidió que le ofendia que Deidara siguiera durmiendo.

– Dios, no otra vez... – Gimió con la cara enterrada en la esquina del sofá, literalmente acababa de perderse el final de un sueño buenísimo por culpa de un par de puños boxeadores.

Malhumorado es poco en comparación a como estaba luego de ser tan groseramente despertado, necesitando encontrar algo de consuelo en algo frío que pudiera beber y sintiéndose algo más conforme al ver que alguien había comprado un jugo de pera en el pueblo. Probablemente debió ser Kaiyah teniendo en cuenta que habían dos envases más – a ella siempre le gustaba comprar en grandes cantidades – por lo que se quedó un rato pensando en lo que sería su próxima consulta hasta que le distrajo un extraño hormigueo en la piel.

Al principio solo era una sensación leve que estaba enfocada en el centro cerca de su ombligo, luego algo pareció expandirse increíblemente rápido, como si todo el chakra del Kinjutsu hubiera decidido echar un brusco estirón. Fue un movimiento repentino que escaló de ser incómodo a considerablemente doloroso en menos de un segundo, y para cuando Deidara logró acordarse del asunto de las benditas contracciones de práctica, ya se encontraba sentado en el piso mientras intentaba no pensar en el hecho de que sin el chakra Uchiha la sensación era infinitamente peor.

Aún estando bastante acostumbrado al dolor físico, el artista debió apretar los labios para no enaltecer el quejido que le produjo el sentir la piel de su abdomen tan súbitamente tensa como si un rasguño fuera suficiente para desgarrarla; Sentía además la ansiosa necesidad de rodearse para impedir que algo se rompiera, pero el ardor que se propagaba por la extensión de su abdomen apenas le permitió ponerse superficialmente ambas manos encima.

Seguir el consejo de Kaiyah nunca había sido tan difícil como en ese momento, principalmente porque se le hacía más viable arrancarse el vientre o en su defecto terminar de suicidarse, no obstante, enfocó sus energías en respirar profundo y serenarse, cerrando en el proceso los ojos y luego frunciendo las cejas en el segundo que escuchó la puerta principal deslizarse. A Deidara le provocó insultar el apellido de cada uno de sus ancestros por ser tan increíblemente inoportuno, pero llevar a cabo ese plan se le hizo difícil cuando le escuchó llamarle con aquel timbre indiscutible de pánico.

– ¿Estás bien? – Estuvo arrodillado a su lado tan rápido que le fue imposible calcular en que momento se había movido – ¿Que pasó?

Sus manos habían buscado tocar sus hombros, pero Deidara alzó la palma en alto para que no lo hiciera. Lo único que necesitaba eran unos cuantos minutos de quietud física para terminar de relajarse, y conseguirlo de seguro habría sido más sencillo de no tener al Uchiha haciendole un montón de preguntas.

– Itachi.

– ¿Dónde te duele?

– Itachi – Pronunció entre dientes, inspirando hondo en lo que sus párpados caídos le veían con irritación – Cállate la maldita boca un segundo.

Algo parecido a un atisbo de vergüenza logró atravesarle por unos segundos, así como un cierto nivel de sorpresa al encontrarse tan considerablemente exaltado que ni siquiera su acostumbrado estoicismo logró mantener sus emociones a raya; Optó entonces por guardar silencio, quedándose quieto en el mismo lugar mientras esperaba a que Deidara terminasen de sobrellevar lo que sea que estuviera atravesando en ese momento.

No le tomó demasiado tiempo luego de aquello, haciendo un total de ocho incómodos minutos que, aunque lentos, apenas le dejaron algo de sensibilidad en la piel y un pesado cansancio en los huesos.

– ...Chakra. Esto es lo que pasa cuando se hace más delgado – Murmuró una vez que estuvo lo bastante estabilizado como para verle a los ojos; Exhaló – Es una completa porquería pero no dura mucho.

Aún sin haber abandonado del todo la inquietud, Itachi frunció el ceño.

– No recuerdo que Kaiyah haya mencionado algo al respecto.

– Bueno, quizás debe ser porqué pensó que yo te lo diría.

– ¿Y por qué no lo hiciste? – A pesar de que estar avisado de antemano no hubiera sido una mala idea, estaba más preocupado por el hecho de si su acompañante seguía teniendo problemas para ventilar sus incomodidades, no obstante, Deidara descartó esas ideas con una desganada sonrisa de gracia.

– Se me olvidó.

Habiendo parpadeado un poco ante la despreocupación por aquello, Itachi solo pudo menear la cabeza por lo increíblemente distraído que podía ser ese chico a veces.

– ¿Necesitas ayuda?

– Un poco, quizás – La resignación era evidente en su expresión, aunque se le diluyó un poco al verse entre sus brazos para luego ser llevado a la comodidad de su sofá; Sonrió con ganas – ¿Sabes? De seguir así podría contratarte para que reemplaces a mis aves de arcilla.

– No tendría problema – Él estaba situado a su lado, con su mano habiendo sujetado inconscientemente la suya en un movimiento que Deidara decidió no evitar.

– Deberías, por lo general esas son las primeras que explotan, así que no te lo recomiendo – Aún si el humor le daba para bromear, torció la boca con cierto remordimiento – Creo que quizás me he pasado un poco al olvidar el asunto del chakra, a mí no es que me haya ido muy bien que digamos, pero a tí pareciera que te dió algo.

– Más o menos – Era una dimisión tranquila y algo cómica en comparación al nivel de exaltación que había experimentado en el momento, y eso hizo al artista suspirar.

– Intentaré no pasarlo por alto de nuevo.

– Está bien – A pesar de todo la expresión de conformidad era genuina, pues ya veía suficiente avance el que no precisaran de una discusión para solucionar un conflicto – ¿Hay alguna otra cosa que olvidaras mencionar?

– Por el momento creo que no, pero si recuerdo algo te lo diré – Habiéndole visto asentir una vez, Deidara arqueó una de sus cejas – ¿Alguna otra pregunta?

– Si – Ya estaban lo bastante cerca, pero Itachi de igual forma se ajustó un poco más a él – ¿Estás bien?

– ...Ahora sí – Deidara tenía que reconocer que había adquirido la mala costumbre de sonreír cada vez que se sentía particularmente halagado por su atención, y no fue muy diferente en aquel momento, permitiendole que le atrajera hasta que su cabeza terminó recostada cerca de su hombro. Estaba tan cerca que podía escucharle inspirar con calma, como si a través de la respiración pudiera expresar lo tranquilo que estaba ante la idea de que todo estuviera bien ahora.

Deidara estaba en una posición en la que no podía ver directamente su rostro, pero no lo necesitaba para poder adivinar la diversidad de pensamientos que estaban rondando en aquella prodigiosa cabeza. Puede que no hubiera reaccionado mucho ante ello, pero se le había hecho demasiado fácil el reconocer la magnitud de los sentimientos que Itachi tan diligentemente luchaba por mantener a raya; No podía decir que lo había delatado su comportamiento – pues interés de su parte nunca le había faltado – más bien se debía a su nueva forma de mirarle. Aquella noche sus ojos negros se habían visto más luminosos y emotivos, manteniéndose de la misma forma hasta ahora y sospechaba que también por el resto de tiempo que les quedase, quizás incluso hasta mucho después; Quejarse no habría sido una mala idea teniendo en cuenta lo peligroso que podía ser aquello en su situación, sin embargo, por mucho que intentó pensarlo con seriedad, lo único que hizo fue dejar que sus brazos le rodearan.

Porque al final, Deidara sabía que Itachi no era el único que se sentía de esa manera.







Continuará...

Notas finales:

Aclaraciones:

1_ Lo que siente Deidara con el chakra y el estirón en el vientre es mi versión de las contracciones de Braxton Hicks, si no saben que son pues básicamente son contracciones leves que suceden en el tercer trimestre como un entrenamiento del útero para el trabajo de parto real. Algunas personas las llamas contracciones falsas o de entrenamiento, solo que en este caso como a Deidara no le puede doler literalmente el chakra, lo que le arde es la piel al sentir que se le estira muy rápido. Si quieren tener una visualización más clara de su dolor entonces intenten estirar un cachito de piel hacia cualquier lado hasta que duela, obviamente no se lo van a desgarrar porque la piel estira mucho, pero eso no quita que, de acuerdo a las condiciones, les vaya a doler muchísimo.  

2_ Lo que realmente le causó hipotermia a Deidara no fue dormirse con la ventana abierta, sino más bien la anemia. Es decir si, a la gente le puede dar hipotermia leve si no se abrigan bien en un día de frío, pero lo que sucedió con Deidara es que al no estar regulando bien la temperatura su cuerpo se enfrió demasiado y como estaba dormido no se dió cuenta.  

Y bueno esta fue la primera parte del capitulo veinticinco, la segunda no se cuando se las voy a traer porque lit sigo moribunda y además agregué muchas partes nuevas, sin embargo, intentaré estar aquí lo más pronto posible.  

¡Finalmente esos dos pendejos han aceptado que están enamorados! ¡Aleluya! ¡Se habían tardado! XD  

Se vienen los capítulos finales, señores. Yo les recomiendo que se preparen porque cuando me entra la loquera no hay quien me detenga, y saben que adoro ser épica UwU

¡Ojalá les haya gustado!   

¡Les mando un saludito!  

Con amor, Menma.


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