Cuando Junpei se fue a dormir, creo que todos pudimos respirar tranquilos. Y no era porque nos desagradara, al contrario, era un gran amigo de todos nosotros. Pero su constante vigilancia nos tuvo con los nervios de punta buena parte de la noche - excepto a Takuya, que era el campeón del sueño profundo-. Tres veces lo escuchamos revisar la habitación donde él e Izumi dormían, hasta que esta última por fin salió a decirle que si quería podía amarrarle las manos a Takuya, pero que dejara de estar abriendo constantemente la puerta porque no la dejaba dormir. Pude escuchar su pequeña discusión solo por partes, aunque al final no supe si le había tomado la palabra o no. Después de que Izumi cerrará su puerta, Junpei regresó a su sillón y no volvió a levantarse. Los minutos pasaban en lenta agonía, hasta que por fin pude escuchar unos leves ronquidos desde su dirección. Sentí que me relajaba.
Habían sido tantas emociones en los últimos días (y principalmente hoy), que no podía conciliar mi sueño con facilidad. Pero debo admitir que principalmente, la causa de mi desvelo era el saber que en la habitación contigua dormía plácidamente mi hermano Kouji. Podía imaginarme esa hermosa piel clara bañada con la hermosa luz de la luna que entraba por la ventana. Podía imaginarme su sedoso cabello extendido en la almohada, de una forma que en el día no podía ver. El solo pensar en tocar su rostro, besar con cariño su mejilla, su frente, sus labios, y por supuesto sentir sus cálidos brazos alrededor de mí, era lo más que mi mente podía soportar.
Precisamente el día de hoy le había confesado a mi hermano que desde el primer momento en que lo vi me enamoré de él. Sin embargo aún no me había dado ninguna respuesta. Quizá no me lo creía, pero de verdad fue un amor a primera vista. Las ganas que tenia de conocerlo, de hablar con él eran más fuerte de lo que jamás en la vida había sentido. Y el tener la oportunidad de conocerlo aquí en el Digimundo era para mí lo más maravilloso que me pudo haber pasado. No me importaba el hecho de que fuéramos hermanos. Jamás habíamos pasado tiempo juntos, ni siquiera habíamos convivido, ¿cómo esperaban que no sintiera nada por él, después de meses de seguirlo y conocerlo? Con estos pensamientos rondando mi cabeza, intenté dormir un poco.
Unos minutos después me desperté al escuchar que pronunciaban mi nombre con una voz apenas audible. Al aclarar mi cansada vista, pude notar una mano que me apresuraba a levantarme y seguirle. En la penumbra su silueta se movía con sigilo y yo tomé su ejemplo haciéndolo de la misma forma. Llegamos al pequeño estudio de esta abandonada casa y como si leyera mi mente, me tomó ambas manos y me acercó hacia él, haciendo que mis brazos rodearan su delgada espalda, mientras hacía lo mismo conmigo. Poco a poco adquirimos más confianza hasta que pudimos abrazarnos con tanta fuerza como podíamos, como si quisiéramos fusionarnos en uno mismo. Después de un rato ambos nos acostamos sobre la cálida alfombra. Con su cuerpo generó una suave curva en donde me pude acomodar, mientras sus brazos me rodeaban con cariño y sus manos tomaban las mías. Nuevamente pasaron los minutos lentamente, pero en esta ocasión no me molestaba. Podía sentir su cálida respiración contra mi cabello y entonces mi corazón comenzó a latir tan rápidamente que por un momento creí que se saldría de mi pecho. Algo que jamás había sentido, una extraña pero placentera sensación comenzó a recorrer mi cuerpo. Tenía que relajarme y tener autocontrol.
Respiré profundo e intenté pensar en otras cosas. Pero cuando me susurró al oído que también me quería, ya no pude seguir controlándome. Rápidamente me deshice de su abrazo y giré hasta quedar frente a frente. Pude notar un ligero rubor en su lindo rostro, mientras yo me acercaba con velocidad a sus labios, correspondiéndome de inmediato. Nuestros movimientos eran un poco torpes e inexpertos, pero lentamente comenzamos a tomar un ritmo armonioso que pudo haber durado horas, de no ser por la falta de aire. Ambos nos separamos al mismo tiempo. Los nervios y la vergüenza, hicieron que comenzáramos a reír como un par de tontos, lo que ayudó a relajarnos y a tener el control de nosotros otra vez. Con calma nos sentamos en el pequeño sillón y nos cubrimos con una manta que había allí. Pronto, tomados de la mano, comenzamos a platicar de todo y de nada. Sin embargo, ya era tarde y el sueño comenzó a invadir nuestros párpados, y al darnos cuenta de que ya no podíamos decir ninguna frase coherente, nos entregamos a los brazos de Morfeo.
Al día siguiente, muy temprano, sentí como lentamente se ponía de pie, depositaba un tierno beso en mi cabeza, me cubría con la manta y salía sigilosamente de la habitación. Como siempre, él era un ave tempranera, siempre dispuesto a conseguir comida para todos nosotros y en constante vigilancia por Kerpymon. Yo deseaba con toda desesperación seguirlo, pero el sueño me llamaba con fuerza. Había sido la noche en vela más maravillosa de todas.