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129. Envuelto en un Lazo (22)- Villa Kim por dayanstyle

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—Odio mi jodida vida. —Hae Chan salió de la fábrica en la que había estado trabajando los últimos dos años, caminando por la calle en el intenso frío. La parada de bus estaba a una manzana de distancia, pero también podría haber estado a diez. El viento estaba azotando y ya se le estaban congelando las pelotas.

Cuando el autobús llegó, estaba lleno y tuvo que permanecer de pie durante su viaje a casa. Sus pies ya le estaban matando, pero viajar en él era su única opción. Afortunadamente era viernes y no tendría que tomar otro hasta el lunes. Era algo muy triste, cuando eso era lo más destacado de su semana. Necesitaba cambiar seriamente una vida social.

Su día no había mejorado para el momento en que llegó a casa. Entró a una batalla –su hermano enfrentándose con su tío. Ambos se veían preparados para matarse mutuamente, y él no estaba de humor para jugar ser el árbitro.

 


—Ya te dije que no tengas a ese perezoso amigo merodeando por mi casa—ladró el tío Travis. Sólo había una persona sobre la que podía estar hablando. No le importaba Stan, pero el hombre no era tan malo– no lo suficientemente como para que Travis explotase.

Una botella de whisky barato estaba aferrada a la mano de este, lo que no era una sorpresa. Juraba que el hombre había nacido con una en su mano. Su artritis tampoco ayudaba. Travis dejaba caer constantemente su botella, y luego los maldecía a él o Ji Sung cuando eso sucedía, como si de alguna manera fuese su culpa que sus dedos no pudieran mantener el agarre.

La hermana de Travis salió de la cocina, rodando los ojos. —La cena casi está lista. Vayan a lavarse.

Gloria no vivía con ellos, pero dos o tres veces a la semana venía para asegurarse que tuviesen algo decente para comer. Sólo odiaba que ella ignorara conscientemente el problema de Travis con la bebida y que él fuese un completo idiota con sus sobrinos.

Lo que lo puso de mal humor, fue el hecho de que faltase una semana para Navidad. No quería pensar sobre ello. Las pasadas Navidades, él, Ji Sung y Travis habían pasado el día discutiendo, y Travis se había perdido tanto que había caído sobre la mesita de café y la rompió, luego se dio la vuelta y culpó a sus sobrinos por ello, cuando estuvo lo suficientemente sobrio.

Las fiestas apestaban en la residencia.

—Vamos. —Empujó el hombro de Ji Sung. Su hermano dijo algo en voz baja, pero no lo entendió y tampoco lo hizo Travis porque se dio la vuelta, casi chocando con la pared antes de que tropezara por el pasillo hacia su dormitorio en la parte posterior de la casa.

Ji Sung y él tenían el piso de arriba. Travis solía dormir ahí, pero con su problema en las rodillas y su adicción al alcohol, no podía subir  bien las escaleras. La gracia salvadora de su enfermo cuerpo, era que no subía para molestarles.

—¿Qué fue eso? —Detuvo a Ji Sung en el pasillo del segundo piso, mirándole fijamente. Este sabía que no debía irritar a Travis. Su tío amaba recordarles que vivían bajo su techo, y si no caminaban en línea recta, les echaría. Le gustaba lanzar esa información en su rostro al menos media docena de veces en una semana.

 

 

Solía amar a Travis. Había sido uno de esos tíos guay que les había llevado a caballito, los había llevado a pescar, y siempre sonreía. Pero eso fue antes de que sus padres hubiesen muerto en un accidente de coche. Tenía diecisiete años y Ji Sung dieciséis. La corte les habían enviado a vivir con Travis, desde que llamaron a la puerta de su casa, se había convertido en un imbécil. Ni siquiera estaba seguro de por qué había habido un cambio tan drástico en su personalidad. Quizás no había querido la responsabilidad, o se estuviese desquitando de la muerte de su hermana con ellos. Cualquiera que fuese la razón, ahora aborrecía al hombre.

 

—Todo lo que dije, es que necesitaba ducharse. —Ji Sung frunció el ceño. — El hijo de puta apesta. Cada vez que estoy cerca de él, tengo el impulso de vomitar. ¿Por qué mierda  Gloria no hace que lave su apestoso cuerpo?

—Baja la voz. —Miró con nerviosismo hacia las escaleras.

—Como si pudiese escucharnos—Ji Sung fue pisoteando hacia su habitación. —Ese bastardo no escucharía la explosión de un coche desde aquí.

Ese no era el punto y Ji Sung lo sabía. —Pero sabes que Gloria puede escuchar caer un maldito alfiler—, le recordó de manera innecesaria.

Travis no había sido el único que había cambiado. Entendía por completo la ira de Ji Sung tras la muerte de sus padres. Él mismo no había estado  mejor. Enojado con el mundo ni siquiera había comenzado a hacer una incisión en cómo se había sentido. Pero eso había sido hacía cuatro años, y Ji Sung aún estaba tan malditamente enojado… con todo.

Había intentado ayudar a superar su dolor, hasta el cansancio, pero nada parecía funcionar. Amaba a Ji Sung a muerte, pero había veces cuando sólo quería alejarse nunca mirar atrás. Ji Sung cerró su puerta de un portazo y él hizo una mueca. Gloria los reprendería por eso. Ella no era mala como su hermano, pero era de la vieja escuela y dar un portazo era una gran señal de falta de respeto a sus ojos.

Abrió la puerta de Ji Sung y le miró fijamente. —¿Estás intentando conseguir que nos echen?

Ji Sung soltó un bufido. —Travis no va a echarnos. Pagamos las cuentas y su  bebida. Al hijo de puta sólo le gusta echarnos en cara que acogió a dos huérfanos. Como si nos hiciera un maldito favor, cuando es al revés.

Quiso golpearse la cabeza en la pared. Tratar con Ji Sung y Travis iba a darle úlcera. Había estado dudando si quería salir mañana por la noche, pero después de la semana que había tenido, agravado por lo que había visto justo al llegar a casa, la decisión fue tomada. Realmente no tenía dinero para ir de fiesta, pero necesitaba la distracción de un buen polvo para hacerle olvidar que tenía una vida de mierda.

—Ve a lavarte para la cena. —No se quedó para una de las respuestas de sabelotodo de Ji Sung. Estaba hambriento y necesitaba una ducha caliente, antes de bajar a cenar.

El aroma de carne asada flotó por las escaleras, mientras se secaba y vestía. Ese era uno de sus platos favoritos, y rezó para que quedara suficiente para almorzar mañana. No podía cocinar una mierda, y tampoco Ji Sung. La mayoría de las noches, comían queso a la parrilla y sopa, o abrían una lata de espaguetis y albóndigas.

Bajó las escaleras y vio discutiendo a Gloria y Travis. Tan pronto como le vieron, se tranquilizaron. Quiso decirles que no le importaba sobre lo que estaban discutiendo, pero mantuvo la boca cerrada y se dirigió al interior de la cocina.

Había captado parte de su discusión. Travis había estado suplicando a su hermana por algo de dinero. Pero no era su asunto. Había aprendido, a lo largo de los años, a no involucrarse en disputas entre hermanos. Ji Sung bajó diez minutos más tarde y se dejó caer en una de las sillas de la cocina, su usual ceño fruncido en su rostro. Se alegró de que Travis no se hubiese unido a ellos.

 

—Hice mucho, para que sobrara. —Gloria puso la bandeja de asado en medio de la mesa. —Ahora me voy.

Sin duda se dirigía al bingo del viernes por la noche en el centro recreativo. Nunca entendió su obsesión por el juego.  

Después de que ella se fuera, Ji Sung agarró un plato y se dirigió hacia el piso de arriba. Él se sentó ahí mirando fijamente la mesa. Recordó un tiempo cuando la cena había estado llena de conversaciones y risas. Pero eso se sintió hacía una vida. Incluso recordó cuando Ji Sung sonreía todo el tiempo, bromeaba y no era nada más que un molesto hermano menor.

Con un profundo suspiro, cenó en una silenciosa y vacía cocina.

 

Jeno se sentó en el sofá de Jae Han, observando, mientras Bones olía la pared recién pintada. Aún no podía creer que la casa de su hermano se hubiese incendiado, y nadie le hubiese avisado. No había sido hasta la mañana siguiente, cuando fue a la estación de bomberos para su turno y había escuchado hablar de eso. Hyobin también lo había reprendido por no haberlo llamado.

—Hora de conseguir su comida—dijo Hwi Chan cuando él y Han Gyeom atravesaron la puerta, con las bolsas de la cena en sus manos. —Será mejor que lo aprecies, tuve que caminar un kilómetro en la nieve para conseguir la cena.

Han Gyeom rodó los ojos. —Caminaste desde la camioneta, tonto.

—Y tuve que luchar contra los leones de montaña—dijo Hwi Chan,  mientras ponía las bolsas en la cocina.

—Era un gato callejero que maullaba por comida —lo corrigió Han Gyeom.

—Entonces, una manada de lobos hambrientos nos rodearon —, dijo Hwi Chan cuando regresó a la sala de estar.

—Algunos de los hombres de Jongin estaban en el restaurante—Han Gyeom negó con la cabeza en su camino hacia la cocina. —Prepararé la mesa, mientras Hwi Chan continúa su elaborada y escalofriante historia.

—¿Por qué tienes que arruinararlo? —Dijo Hwi Chan, mientras le seguía.

Le sonrió a Jae Han. —Tienes las manos llenas.

—Uno, sólo alienta al otro—Jae Han le regresó la sonrisa. —Mantiene las cosas interesantes.

Apostaba que sí. No le importaría que alguien mezclara las cosas en su vida. Quería la repugnante felicidad que parecía derramarse de Jae Han. Había estado sólo durante demasiado tiempo, pero que su hermano encontrara a sus parejas, le dio esperanza, que quizás él también podría, que se encontraría con el hombre o mujer antes de que fuese demasiado viejo y senil para recordar para qué era su polla.

—Por cierto—dijo Jae Han, —mamá está en el pueblo.

Esas eran noticias que no quería escuchar. Detuvo la mueca antes de que se mostrara. Simplemente lo que le sorprendió fue que todos actuaran como si su madre no hubiese cambiado, como si no se hubiese vuelto más emocionalmente retraída desde la muerte de su padre. Sus hermanos querían actuar como si todo fuese normal, como si no se hubiese vuelto más fría.                                                                                                                                              

Cuando había estado en su casa por el Día de Acción de Gracias, su madre no le había dicho una sola palabra. A pesar de que ella nunca lo dijo, sabía que le culpaba por la muerte de su padre. La peor parte era que había veces, actuaba como si su madre no se hubiese vuelto fría, como cuando le dijo a Jae Han que su madre estaría feliz de que su hermano hubiese encontrado a sus parejas. Dudaba mucho que lo estuviese. Hwi Chan y Han Gyeom sólo servirían para recordarle lo que había perdido.

—De acuerdo, la mesa está preparada —dijo Han Gyeom desde la puerta de la cocina.

Se puso de pie y le dio una palmadita a Hyobin en el hombro. —Creo que necesitamos conservarlos. Nos alimentan.

Hyobin se rio entre dientes. —Tienes razón.

Sus hermanos se dirigieron hacia la cocina. Estaba justo detrás de ellos, hasta que escuchó a alguien llamar a la puerta principal.

—Sí, seguro—dijo. —Atenderé la maldita puerta por ti. No me importa ser tu mayordomo.  

—Gracias—dijo Jae Han desde la otra habitación.

 

Con un movimiento de cabeza, fue hacia la puerta. Tan pronto como la abrió, se arrepintió de venir a cenar.

Mi Yeon Kim estaba de pie al otro lado. Su madre lo miró con acusación en sus ojos, antes de que pasara junto a él sin decir una palabra, dirigiéndose hacia la cocina. Apretó los molares cuando cerró la puerta, y luego contó hasta diez. Se dijo a sí mismo que soportara la cena, pero sabía que no podría hacerlo. No podría sentarse ahí y actuar como si todo estuviese bien. Simplemente no podía, sin importar lo bien que oliese la comida.

Agarrando su abrigo del armario frontal, se fue.

 

 

The Manacle estaba rebozando, pero, ¿dudaba que fuese así? Este era el lugar perfecto para perderse y olvidar  la mirada acusadora que su madre le había dado, mientras estaba en la puerta.

Cuando llegó a la entrada, Jeno golpeó sus hombros con el gorila. Era bueno conocer a la gente correcta. En lugar de tener que esperar en el frío para entrar en el club, le dio un asentimiento de cabeza y se dirigió hacia el interior. El lugar apestaba a vampiro. No tenía prejuicios contra ellos, pero tampoco le gustaban demasiado. No podía entender la cosa de la sangre, y realmente no le importaba lo suficiente, como para darle tanta importancia.

 

De inmediato, vio a algunos chicos a los que no les importaría ir al cuarto de baño para una rápida follada, y parecían más que interesados mientras miraban en su dirección.

—¿Cómo te va? —Junhyun le dio un golpecito en el hombro. —¿Buscando algo en particular esta noche?

Había ido a este club la cantidad suficiente, a lo largo de los años, para que pudiera conocer a casi todos los vampiros. Junhyun era arrogante y enorme, tenía una mirada que decía que no tomaría la mierda de nadie. Por otra parte, este vigilaba el área posterior del club, donde estaban localizadas las habitaciones de BDSM.

—Nah, sólo explorando el lugar.

 

Con un asentimiento de cabeza, Junhyun se alejó. Se pasó una mano por la mandíbula. Algo no estaba bien. Había una sensación en sus entrañas, tirando de él, pero no podía descubrir por qué sentía esa profunda sensación. Se movió hacia adelante, escaneando a todo el mundo a su alrededor. Se detuvo algunas veces, olfateando el aire, cuando su pantera aulló. Unos pocos twinks se acercaron, pero se alejaron cuando los miró. No estaba intentando ser un idiota, pero estaba al acecho de lo que fuera estaba tirando de él.

Era una extraña sensación, una que nunca antes había experimentado, y le tenía al borde –tenía a su pantera preparada para cazar. Su piel se sentía demasiado tensa para su cuerpo, y sus encías dolían, sus caninos amenazando con descender. No tenía idea de lo que estaba mal con él, pero una voz en el fondo de su mente, le dijo que sabía exactamente lo que estaba pasando, un poco del conocimiento arraigado que tenían todos los shifters. Su pareja estaba en alguna parte en este club.

 

No quería creerlo. No quería tener la esperanza de que hubiese hallado a él o ella, que encontraría la felicidad que Jae Han parecía tener con sus parejas, porque si estuviese equivocado, sería un golpe que no sabía si podría soportar. Cuanto más buscaba, más frustrado se volvía. Sus nervios estaban tensos, y sintió que perdería su paciencia en cualquier momento. El sudor se agolpaba en su cuerpo, su pantera estaba inquieta, y el aire era sofocante.

 

Dio la vuelta hacia la barra, y luego se dirigió hacia esa dirección. Estaba lleno, hombres y mujeres colgando unos encima de otros, para llamar la atención del camarero.

Una sola persona se destacó ante él, como si un rayo del cielo brillara sobre el chico. Probablemente ese había sido el pensamiento más cursi que  hubiese tenido alguna vez, pero no obstante, era cierto. El chico llevaba unos ajustados pantalones blancos, una camiseta que parecía de una talla demasiado pequeña y era tan demasiado finita. Su cabello castaño era corto, pero una sección le colgaba sobre el rostro cuando se giró para mirar al hombre que estaba a su lado y que le estaba diciendo algo que no pudo escuchar.

Se acercó, el nudo en su estómago desenredándose. Por la expresión en el rostro del extraño, estaba molesto. Dio un paso al lado del humano, mirando fijamente al hombre a su lado para que se alejara del camino.

Incluso en un club lleno que olía a alcohol, sexo y drogas, pudo oler un ligero toque de vainilla. Se inclinó hacia adelante, inhalando una bocanada. El aroma calmó sus inestables nervios. Sus encías dejaron de doler, aunque su cuerpo aún estaba tenso con necesidad. Pero el aroma tuvo el efecto opuesto en su pantera. Aulló para que se acercara, para que lanzara a su pareja sobre la barra y lo reclamara allí mismo.

Cuando su pareja no se dio la vuelta, bajó la cabeza, sus labios casi tocando el oído del twink, cuando preguntó, —¿Puedo comprarte un trago?

 

 

continuará...

Notas finales:

dejen rws


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