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Angra Mainyu por Mascayeta

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Draco daba vueltas por la pequeña sala donde lo metieron, no tenía ni idea de cómo en menos de quince días se le volteó su plan dejándolo acorralado cuando se supone, que él era quien tenía todos los elementos a la mano para hundir a Potter.

Cansado se sentó, lo único que podía hacer era esperar por el Auror y el tipo del Fisco que le explicaría lo que sucedería con su fortuna, por ahora, todas las protecciones seguían activas, lo que debía tener a esos ladrones al borde de la histeria por no haber obtenido ni un galeón de sus cuentas, y seguir sin entrar al palacete y a la manor. 

La puerta se abrió dando paso a la mismísima Ministra Hermione Granger junto a Largman, el tipo decidió no verlo a los ojos, pero Draco no se quedaría callado, el estúpido más de una vez fue a la mansión para reunirse con Voldemort, y, al igual que Yaxley, le pasaban información al Lord, lo apoyaban jurándole lealtad hasta después de la muerte. Irónico verlo al lado de los magos de luz, pero era evidente que aquellos que supieron manejarse y aprovechar las ventajas de no estar en el Círculo, fueron los más beneficiados al final de la Guerra.

Granger observó a Draco, seguía intrigada cómo, a diferencia de sus demás coetáneos, él lucía como si no le hubiese pasado un año de vida, quizás representaba máximo unos veinte años y eso era discutible. Si eran ciertos los rumores de los Aurores que lo cuidaron en Azkaban, la única manera de acabar con su vida era al estilo muggle, juzgarlo por crímenes a los derechos de los magos, y sentenciarlo a la Pena Máxima, previendo un escape y que volvieran a delinquir apoyado por los Dementores.

—Quiero saber el motivo por el cual fui arrestado —exigió Draco con el mismo tono que tantas veces se dirigió a ella en Hogwarts—. Tengo entendido que en su nueva forma de robar a los Sangre Pura, sólo tengo que recibir una cuenta de cobro.

Granger con soberbia deslizó una fotografía sobre la mesa hasta ponerla ante el platinado, pudo notar que, aunque la máscara de indiferencia de Malfoy no se cayó, consiguió su objetivo.

—Para cada uno de los crímenes que cometieron los seguidores de Voldemort, se estableció una tarifa que han pagado de diversas formas…

—¿Cómo las establecieron? ¿Diez muggles equivalen a 200 galeones? —El sarcasmo presente en la pregunta era una manera de defenderse que no causó el daño que quería—. Aunque realmente lo que me gustaría saber, es cómo invierte ese dinero, porque no creo que le giren a los no magos que perdieron sus familiares en la Guerra.

La expresión prepotente de Granger cambió cuando se dio cuenta que Draco fue capaz de descubrir que el programa de Justicia y Reparación era una simple manera de cubrir un robo, y enriquecer las arcas del Ministerio y sus funcionarios.

—No pienso caer en tu juego Malfoy, pienso que deberías enfocarte en la prueba que acabo de mostrarte —Draco alzó una de sus cejas retomando la actitud indolente que lo caracterizaba—. Quiero que tu mente prejuiciosa comprenda que si los del Círculo que aún siguen con vida, pagaron una considerable suma, tu no podrás salir tan fácil de la deuda por ser la zorra de Voldemort.

El platinado rió por la insinuación, la imbécil de Granger cada vez caía más bajo.

—Puedo desaparecer esto con un tronar de mis dedos, pero sé que tu esbirro te dará todos sus recuerdos y los pondrás en estas imágenes para demeritar mi existencia —respondió Draco haciendo que la fotografía ardiera entre sus dedos sin necesidad de pronunciar palabra—. ¿Qué quieres sangre sucia?

—Verte muerto Malfoy.

Respondió Hermione que hizo gala del hechizo que Umbridge utilizó en el Bosque Prohibido con el centauro, la diferencia es que ella no necesitaba de varita, y lo modificó para la cuerda, entre más lucharán por soltarse, más daño infringido, al punto de cortar la piel. Pero lo mejor, es que cualquiera que viese la escena, pensaría que la víctima sólo sufría una convulsión. 

Draco instintivamente llevó sus manos al cuello para liberarse de la atadura, en los ojos de la castaña brillaba el triunfo de verlo ahogándose. Malfoy trató de liberar algo de la magia de Angra, pero era como si la divinidad hubiese abandonado su cuerpo.

«La primeras en huir cuando el barco se hunde son las ratas» pensó el platinado con resignación.

«Cuida tus palabras Draco —habló la voz en su cabeza—. Debes proteger tus fortalezas del enemigo».

 

Quiso seguir en su discusión mental, pero de a pocos las fuerzas lo abandonaban, al igual que la conciencia por la falta de aire, esto se le estaba saliendo de las manos, lo peor es que si fallecía, apoyada por Largman, se justificarían con que trató de escapar o quien sabe que estupidez. 

Cerró los ojos, percibiendo la sensación que hacía años quería borrar de su cuerpo, y sobre todo de su mente.

 

Sexto año en Hogwarts, a unos días del ingreso.

Draco observó el estado de su padre cuando entró escoltado por Bellatrix a la sala, los mortífagos lo vieron con una expresión de burla y asco. Era evidente que los Malfoy ya no significaban un peligro porque habían perdido la protección del Lord con el fracaso de Lucius en el Ministerio y la consecución de la profecía. En esos instantes, ellos tan sólo eran una fuente de dinero para Voldemort y su causa.

El ojigris sintió los ojos del señor Oscuro sobre él, al voltear a mirarlo se encontró con una mano extendida que lo invitaba a aproximarse al diván donde se hallaba descansando.

Nagini rodeó a Draco haciéndole caer al lado de Voldemort. 

—Tu hijo es hermoso Lucius —siseó recorriendo con uno de sus dedos el rostro del menor—, una joya que pronto será visto como el más joven de mis mortífagos.

—Señor, por favor no lo haga —pidió Lucius inclinándose para arrastrarse hasta el centro de la sala—, yo…yo cumpliré esta vez, lo del Ministerio se salió de control por los muchachos…

—¡Calla! —Voldemort sujetó la cara de Draco cuando este intentó observar a su padre. 

El gesto de repulsión que se formó en el rostro del muchacho sólo provocó una risa fingida en el señor Tenebroso que con cuidado pasó su otra mano por la cintura de quien trataba de esquivar su mirada. 

—Por favor, Mylord, es un niño, él… Draco recién cumplió dieciséis… si no confía en Lucius para la misión, lo haré yo… 

Esta vez fue la voz de Narcissa la que se oyó, una que se quebró por la imagen ante ella, su hijo mancillado y reducido a un objeto para satisfacción de ese demente.

El menor de los Malfoy pudo imaginarse con lo dicho por su madre que era lo que los mortífagos dedujeron de la escena, una que representaba más de lo que realmente estaba sucediendo. Esa era una de las fortalezas de Voldemort, crear ilusiones que confunden y llevan a los otros al delirio.

—Mi señor, Draco es hermoso, pero es un hombre, no podrá darle lo que quiere… si requiere satisfacción y mantener su legado, habemos otras que se lo…

—Bellatrix ¿Qué te hace pensar que cambiaré una bella escultura de marfil por un viejo trozo de madera?

La carcajada de los presente hizo que Draco tratase de voltear a ver la expresión de su tía, ese mago era el único que lograba humillarla, por segunda vez su rostro fue sostenido con fuerza por la cadavérica mano y él sujetado con más ahínco, en cuestión de segundos percibió como Voldemort entraba a su mente, mantener los escudos de Oclumancia le era imposible.

Fue cuestión de minutos, pero Draco se sintió agotado, inconscientemente se recargó en el mayor, necesitaba descansar, en ese momento el aliento del mago oscuro estuvo demasiado cerca de sus labios. La expresión de Voldemort cambió endureciéndose, era como si supiera algo de él, que lo podría colocar en riesgo.

—¿Qué dirían tus padres si se enteran que ya no eres tan niño? Sabes que es “tomar” a una mujer, no obstante, quieres probarlo con alguien diferente, con aquel que te hace hervir la sangre con una frase… con un reto…

Draco quiso esquivar la mirada del Lord, pero lo que logró fue que este lo obligará a recordar lo ocurrido con Pansy, para poco a poco reemplazar la experiencia con una falsa en la que el protagonista era él recibiendo las atenciones de alguien que desde el año anterior ocupaba sus pensamientos. No se percató de cómo en el éxtasis de la ilusión, Voldemort tomó su brazo para hacerlo gritar por el ardor en su brazo izquierdo, esto lo despertó de la sugestión.

Cayó al suelo mirando como la serpiente se movía desde dentro del cráneo.

—Draco, mi pequeño príncipe de Slytherin, tú serás mi llave para entrar a Hogwarts, mi adalid para acabar con Dumbledore.

A pesar del dolor por la marca, el ojigris fue consciente de la amarga condena que el mago tenebroso puso sobre él. Vio como Voldemort se levantaba para dar a los demás uno de sus icónicos discursos.

–En el brazo de Draco Malfoy está la marca que lo convierte en mi propiedad, nadie puede tocarlo, deben protegerlo cuando llegue el momento de la caída, yo mismo daré el golpe final a su existencia, quien lo hiera o sobrepase, sentirá mi furia. 

Draco se sintió morir al escuchar ese sin sentido, no quería ser nada de ese hombre, de solo imaginar compartir algo más que no fuese la sala, su estómago se revolvió.

–Tu eliges Draco, la vida tuya y de tus padres, o la Dumbledore.

Voldemort lanzó a Draco hacia donde estaban sus padres, los brazos de Narcissa lo recibieron con el dolor de no poder liberarlo de lo que sabía era un encargo imposible de cumplir. 

No hubo más discusiones, la única que se acercó fue Bellatrix para abofetearlo mientras le gritaba que era peor que una prostituta, Draco escuchó el Petrificus lanzado sobre sus padres, en lo que su tía los agarraba de la coleta alta en que mantenía su cabello. Se arrepintió de la costumbre que tenía de dejarlo crecer en el receso de fin de año escolar.

Lo siguiente que su cuerpo recibió fue un Crucio, eso significaba ser la mascota de Voldemort...



El aire igual se escapó de sus pulmones como ocurrió en esa ocasión, y en las tantas que fue torturado. Con las fuerzas que le quedaban procuró levantar la mirada para enfrentar a Granger, no le daría gusto en verlo arrastrado y gimiendo en el suelo, si iba a morir, lo haría de pie, desafiante como símbolo de su estirpe.

Se apoyó en la pared, de pronto escuchó la puerta abrirse y con ella un golpe fuerte y el grito de la mujer.

Las cuerdas se aflojaron, cayó de nuevo al suelo para toser y  con desesperación abastecerse del preciado oxígeno.

—¡Largo Hermione! Está claro que eres tan imbécil cómo Ginevra cuando se trata de los Malfoy.

—¿Harry? Pero, pero ¿Cómo? —La confusión de Granger era real, se suponía que estaba secuestrado por Ronald y Sandoval.

—Estaba de vacaciones con Andrómeda y los niños —contestó Potter ordenando a Largman que parecía asustado por la situación en la que se vio envuelto.

Harry podía jurar que el Auror, si hubiera podido escapar cuando Hermione empezó la tortura, estaría muy lejos de allí.

Draco levantó la cara cuando sintió que la única persona que le acompañaba en la sala era Potter, procuró mostrarse fuerte y como si lo ocurrido hace unos minutos nunca hubiese sucedido.

Observar a Harry aproximarse cómo un felino, le hizo retroceder hasta chocar con la pared detrás de él. 

—¿Vienes a terminar lo que tu amante no pudo?

—Tengo una propuesta —Draco bufó intentando apartarlo a sabiendas que no lo lograría—. Vive conmigo, yo evitaré que te toquen y que te quiten tu herencia. Confía en mí. 

—La última vez que dijiste eso, terminé en Azkaban y mi padre fue envenenado.

Harry terminó de acorralarlo con su cuerpo, la diferencia de estaturas no era mucha, pero hacía que Draco tuviera que alzar la cabeza un poco, para fijarse en los ojos verdes de Potter que parecía un león a punto de brincar sobre su presa. 

—Acéptame Draco —susurró el azabache sobre sus labios—, y tendrás a Scorpius.

Potter sintió como un halo frío envolvió a Malfoy, haciendo que la habitación se congelara, vio como las heridas hechas por Granger en la blanca piel del cuello del ojigris desaparecieron.

El reto mudo que su némesis le hizo, dio pie para que cerrara el espacio entre ellos, atacando su boca como el día en el cobertizo de los Weasley. Era su sentencia de muerte, porque entre ellos no existían puntos medios, y la lucha sería por todo o nada. Harry sabía que era recuperar a su destinado o perderlo para siempre.

Por su parte Draco se excusó con Angra, nunca volvería a dudar de su visión, él podría vengarse de Potter, recuperar a Scorpius, y entregar al espíritu su ofrenda, una que por lo visto se encontraba en la noble Casa Black.

 


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