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ÍMPETU E INSTINTO por Mon18Zu

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Permaneció despierta la mayor parte de lo que quedaba de la noche. Durmió cerca de media hora solamente y mantuvo su mente ocupada en la conversación que tuvo con Nanaba. Únicamente se puso en pie para alimentar a Cirano.

Poco antes del amanecer, se levantó y desamarró a su caballo del árbol. Montó en él cuando Erwin dio la señal de salida y todo el grupo partió en conjunto en dirección a las murallas, de vuelta a casa.

En el camino, T/N alzó la mirada hacia el cielo y dejó que el sol acariciara su rostro. Siendo un alfa, su cuerpo es capaz de producir el calor suficiente para mantenerla cómoda incluso en noches frías y lluviosas, algo de lo que no gozaban los omegas, pero, aun así, era confortable sentir el sol sobre su piel.

La puerta de la muralla María se abrió para recibirlos e ingresaron a caballo a ritmo lento, sin avistamientos de titanes en las cercanías.

El camino por el distrito de Shiganshina no fue silencioso. Algunos pueblerinos los vitorearon, pero la mayoría se limitaron a criticar entre ellos, de modo que los susurros subieron de tono en poco tiempo.

T/N mantuvo una expresión regular, rayando en lo aburrido. En algún momento, sintió una característica pesadez sobre sus espaldas y no pudo evitar mirar.

Justo a tiempo consiguió ver cómo Nifa ocultaba su rostro detrás de Moblit, un soldado que pertenece al mismo escuadrón que ella y que cabalgaba unos metros por detrás. Está vez, T/N apreció el increíble sonrojo de sus mejillas. Moblit pareció darse cuenta de que algo había ocurrido, pero solo parpadeó, seguramente sorprendido del comportamiento de Nifa.

T/N volvió su mirada al frente, ignorando aquello por el momento. No le sorprendía que Nifa no pudiera quitarle los ojos de encima, pero aún tenía que hablar con ella. Sabía que mientras no tuvieran esa charla, también debía tomar distancia con otros omegas, con el fin de evitar conflictos. No podía darse el lujo de subestimar a Nifa.

T/N no podía decir con exactitud quién y quién era un omega dentro de la legión. Solo podía hacer deducciones.

Suspiró, algo cansada.

Todo este asunto le estaba consumiendo mucha energía.

Llegaron al cuartel general poco después de medio día. Antes de descender de su caballo, un recluta se acercó y se ofreció llevar a Cirano hacia los establos. Ella dejó que lo hiciera, pero los siguió hasta las afueras de los establos que se encontraba en la parte trasera del edificio principal del cuartel.

Esperó el momento justo en el que el resto de los reclutas guardaron a todos los caballos para ingresar en el establo, donde había visto a Nifa entrar, pero no salir. El largo pasillo de la edificación estaba repleto de forraje sobrante pero el aire olía fresco y hogareño.

Desde la distancia, observó a Nifa acariciando a Cirano, quien respondía complaciente a sus muestras de afecto. Luego acercó su nariz al caballo y T/N supo que estaba buscando el mismo olor que encontró en su playera, en el caballo.

Aquello le sacó una sonrisa, pero volvió a la seriedad rápidamente.

Ciertamente, Nifa era un omega digno de apreciar. Era pequeña, delgada, hermosa, gozaba de una figura de reloj de arena y una elegancia característica.

T/N no pudo evitar pensar que su madre estaría más que complacida de aceptar una omega como ella en la familia, si aún se preocupara por su hija.

La miró desde la distancia unos segundos más antes de dar unos pasos al frente, en silencio. Luego la llamó con voz calmada, tratando de ser amable.

-Nifa.

La omega se sobresaltó y la miró sin reparo. Separó sus manos de Cirano, las junto al frente e hizo una inclinación como muestra de respecto, pero aquello también representó una indudable disculpa.

-Lamento haberle hablado de esa manera en la base militar, sé que no fue de su agrado – Dijo. Por un segundo, T/N olvidó la razón por la que estaba allí porque se había olvidado de aquello por lo que se estaba disculpando el omega.

-Esta bien, Nifa. No necesitas hablarme con formalidad, de hecho, prefiero que no lo hagas – Adelantó una de sus manos en un gesto cordial.  

Nifa la miró, claramente complacida de sus palabras, pero mantuvo su postura de respeto.

-También salvó mi vida, se lo agradezco. Con esa oscuridad no pude ver a tiempo al titan.

-Escucha – Le dijo, algo brusca – Quiero dejar las cosas claras desde ahora porque parece que has tomado cierto interés en mí desde que te diste cuenta de que soy un alfa y me has dejado bastante claro que eres un omega.

Nifa parpadeó, atenta a sus palabras, pero un rubor volvió a extenderse por su rostro, esta vez más suave y rosado.

-No estoy buscando unirme a nadie y sinceramente, hacerlo no está en mi panorama de vida.

Nifa pareció extrañada por lo que dijo el alfa. Negó un par de veces antes de responder, claramente en conflicto. 

-Ataqué tu cuerpo neciamente - Admitió – fue incorrecto, lo sé, pero me hiciste sentir mucho confort y luego me brindaste calor gran parte del trayecto…yo supuse…

-Solo te llevé en mi caballo – Sentenció T/N resaltando lo obvio – Lamentó si lo malinterpretaste – Se dio casi media vuelta, manteniendo el contacto visual - Y respecto a mi aroma, me aseguraré de que no vuelvas a olerlo.

Fue lo último que dijo antes de alejarse y salir del establo.

Intentó no pensar en el horror marcado en los expresivos ojos marrones de Nifa. Aquello fue como quitarle un dulce a un bebé.

 

 


 

Fue en la cena de esa noche que se enteró que un total de cinco compañeros no volvieron del exterior. T/N afortunadamente no los conocía de nada. Debieron de haber sido atacados por delante de la formación, donde dirigían tanto el comandante, como los sargentos o líderes de escuadrón.

Se había cambiado el uniforme por unos pantalones beige con un grueso cinturón de cuero y una playera ajustada de manga corta. Además, usaba unas botas negras de tipo militar.

Dentro del cuerpo de exploración, podía darse ciertas libertades en los que respecta a su vestimenta. Normalmente, ella usaría un traje formal de lana con una corbata.

Dentro del comedor, las mesas estaban asignadas, de modo que los sargentos compartían una sola mesa. Le sentó bien saber que la sargento Hange había salido ilesa. De alguna forma, siempre se había preocupado por ella, pero T/N sabía que solo eran sus instintos alfa queriendo proteger a la omega, y es que, como sargento, Hange Zoe siempre iba adelante.

En algún momento de la noche, Hange se retiró del comedor, varios minutos antes de que T/N lo hiciera.

A pesar de estar cansada, T/N no estaba segura de poder dormir. Caminó por el pasillo de las recámaras a paso lento, pero algo hizo que se detuviera.

Una mano se posó sobre su hombro de improvisto.

T/N miró y se encontró con la misma Hange Zoe. La sargento era al menos una cabeza más baja que ella, pero eso no impidió que la mirara con bravura. Sus cejas adoptaron una forma que la inquietaron, además, se había quitado sus característicos lentes de aviador y su cabello castaño estaba un poco revuelto, pero eso a Hange jamás le había importado.

-Nifa está inconsolable – Dijo – Y lo único que pude distinguir entre sus balbuceos fue tu nombre.

T/N se giró un poco hacia ella, pero Hange no interrumpió el contacto físico.

La sargento no vino sola, Moblit la respaldaba, como siempre hacía él. T/N no estaba segura de que Moblit fuera un alfa, pero éste mantuvo su distancia.

-No le hice nada a Nifa, si eso es lo que preguntas – Sin embargo, sus palabras no parecieron tranquilizarla.

- ¿Qué fue lo que dijiste? Lo que haya sido, ¡retíralo!

T/N parpadeó, impresionada por aquella actitud. Hange estaba preocupada por Nifa, su subordinada. Podía entender eso.

-No puedo – respondió con determinación, cerrando un momento sus ojos. Hange se sorprendió con aquella respuesta, soltó su hombro, pero solo para tocar con su dedo índice su pecho, en una clara actitud desafiante.

-Vas a decirme que fue lo que le dijiste… – la amonestación no la perturbó en absoluto, pero le molestó el toque sobre su pecho y, aunque no lo mostró en sus facciones, la interrumpió.

-Por favor, no lo hagas – le pidió con amabilidad, mirando su mano.

-Sargento Hange – Habló por primera vez Moblit, notoriamente preocupado por su superior porque la voz le tembló – No debería tocar así a las personas…

-No soy su subordinada, sargento Hange, no tengo porque obedecerla.

Pero antes de que Hange tuviera una respuesta, una persona se acercó al trío y se dirigió hacia T/N. Llevaba una carta en la mano.

-Tengo una carta para T/N Brzenska, del comandante Pixis, del distrito de Stohess – Anunció con respiración agitada.

Ante aquella interrupción, la expresión de Hange pasó a ser de estupefacción. Retiró el dedo de su pecho. Por su parte, T/N tomó la carta, ignorando a la sargento y a su segundo.

- Gracias – Dijo y el soldado se retiró.

- ¿El comandante Pixis te envía una carta? – Susurró Hange, atónita.

Era cierto, la carta estaba sellada con el emblema de las tropas de guarnición. No estaba más desconcertada que la propia Hange.

Abrió la carta ahí mismo y la leyó en silencio.

Su presencia es requerida en la ciudad de Stohess cuanto antes posible. Tiene relación con su prima Rico Brzenska.

Comandante Pixis

Dobló la carta y la introdujo en el sobre, pensativa. Aquello tenía sentido puesto que, como la única alfa de la familia que quedaba con vida, la responsabilidad de su prima Rico era suya. La carta no especificaba las razones de aquella solicitud, pero debía ser más que importante.

Se giró hacia la sargento, quien esperaba por sus palabras.

-Tengo que partir hacia Stohess ahora mismo. – Guardó la carta en el bolsillo de su pantalón – Seguro que el sargento Mike lo entenderá.

Se retiró a su habitación, tomó rápidamente todo aquello que consideró necesario para partir, se colocó el abrigo militar y salió hacia el pasillo. Tanto Hange como Moblit se habían ido, así que se apresuró hacia los establos.

Retiró a Cirano de su espacio y tiró de las riendas hacia el exterior, donde la oscuridad inundaba. De cualquier forma, tenía que partir y conocía muy bien los caminos como para no perderse. Sobre las paredes exteriores de los establos descansaban dos antorchas encendidas, pero no fue suficiente para que T/N advirtiera la presencia de Nanaba, quien se había estado escondiendo, hasta después de que ésta le propinó un golpe en el rostro.

Definitivamente, T/N no lo esperaba. Parpadeó, el dolor extendiéndose por su nariz. Se llevó la mano izquierda a sus labios, donde la sangre comenzó a caer.

Observó la postura de Nanaba y su expresión indignada.

- ¿Creíste que no iba a enterarme de lo de Nifa? – Dijo, con el entrecejo fruncido. Nanaba tenía ojos pequeños, pero definitivamente era más amenazantes que los de la sargento Hange. Aún asi, decidió no arremeter.

-Sinceramente, no me preocupa – Respondió, tomando marcha nuevamente. Los cascos de su caballo fueron la única cosa que se escuchó por unos segundos.

- ¡Demonios!, ¿A dónde rayos vas con esta oscuridad? –Una vez más sintió el peso de una mano sobre su hombro. Se detuvo y su caballo también. La miró con intensidad y optó por no ocultarle nada.

Era extraño como el vínculo de señorío funcionaba. T/N cada vez más era incapaz de pensar siquiera en mentirle a Nanaba.

-Tengo asuntos en Stohess – Nanaba parpadeó, sorprendida – Me reuniré con la legión en la ceremonia de los nuevos reclutas – Retiró su mano, pensativa.

-Pero eso es en dos semanas – Se quejó.

-Lo sé – Se volvió hacia su caballo, pero antes de subirse, ella se lo impidió.

-Espera - T/N lo hizo y miró a Nanaba sobre su hombro – Iré contigo, déjame ir por mi caballo…

-No – Se negó.

- ¿No?

-No – Confirmó su respuesta - Mike no estará de acuerdo con que dos miembros de su escuadrón desaparezcan.

- ¿Mike no lo sabe? - T/N desvió la mirada y subió por fin a Cirano.

-Tomaré el riesgo – Y acto seguido salió corriendo sobre el caballo, dejando atrás a una Nanaba con expresión apesadumbrada.

El frío viento de la noche azotó sobre su rostro por las siguientes horas. Cabalgó sobre los caminos principales guiándose únicamente por la luz de la luna. En el camino, rebasó a más de una carrilla de comercio que se dirigía hacia la ciudad.

Para cuando finalmente atisbó la muralla Sina, la piel de su rostro estaba insensibilizada. Redujo el ritmo del trote y fue recibida a la entrada por un grupo de guardias de las tropas de guarnición. No llevaba puesto el uniforme con la insignia de su división, así que mostró la carta que recibió del comandante para que le permitiera pasar.

Una vez en el interior, mantuvo un ritmo lento, mirando a su alrededor. Ya había estado muchas veces antes en Stohess, de hecho, fue en este distrito donde eligió unirse a la legión de reconocimiento, pero fue en Trost donde le fue entregado por primera vez el uniforme con las alas de la libertad.

Además de los cascos de Cirano sobre los caminos de piedra, de vez en cuando pudo oír las risas de alguna conversación ocasional, sobre todo al pasar junto a los callejones de la ciudad, y percibió el olor de pan por la mañana que las madres llevaban hacia su hogar. En poco tiempo, pudo vislumbrar el amanecer en el cielo, tan intenso que por un momento despejó su mente del sueño.

Podía ser un alfa, pero si no tomaba sueño en las próximas horas, su humor podría empeorar.

Detuvo su caballo frente al cuartel local de las tropas de guarnición, pero no fue necesario que bajara de la silla, porque un soldado se acercó deprisa a ella, le preguntó su nombre y le informó que el comandante Pixis se encontraba en el hospital y que la esperaba justo ahí.

No pudo evitar sentir preocupación.

Estando en el centro de la ciudad, el hospital solo estaba a pocas cuadras. La luz del día iluminaba las calles por completo cuando bajó de Cirano en la plaza principal del edificio. Amarró su caballo en una columna, acarició su lomo y le pidió que esperara.

No se dio cuenta, pero el comandante de las tropas de guarnición la había visto llegar. Apenas se volteó, lo vio de pie con los brazos tras sus espaldas del otro lado de la plaza. No lo conocía mucho, pero sabía que normalmente tenía una sonrisa en su rostro.

Esta vez, no había sonrisa. Y tampoco estaba solo. Un hombre pelirrojo, alto, con barba y bigote y ojos profundos con cuencas oscuras estaba a su lado.

T/N se acercó lentamente, fijando su mirada en ambos hombres. Cuando finalmente estuvo a solo dos pasos, se detuvo.

-Recibí su carta – Fue lo que dijo, con una expresión sombría. Pero no fue el comandante quien respondió, sino su compañero, con una voz de los más tétrica.

-Tenemos que hablar.  


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