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Acromatopsia por aisaka-san

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Despertó desde las sombras, forzado por la penetrante luz que se inmiscuía, traviesa, por su ventana. Un bostezo abandonó lo más profundo de su pecho, provocando que sus ojos lagrimearan un poco. Los estiramientos básicos de cada mañana ya eran una costumbre bien arraigada, así como dejar su cama hecha un desastre.

 

Escuchó los llamados de su abuela desde la planta baja, respondió a ellos en un idioma inentendible pues aun con la pasta dental entre los dientes mientras mordía el cepillo despreocupadamente.

 

Como todos los días, no ocupo revisar demasiado su armario para encontrar algo que ponerse encima, después de todo siempre se vería igual; quizás unos días más gris que otros.

 

¿Pero quien diferencia gris de gris?

 

 

Quizás el propio Joshep lo hacía, mientras caminaba por la acera de las calles en Nueva York o cuando se quedaba despierto en las noches, el suficiente tiempo para que sus ojos se adaptaran a la oscuridad y se distrajera con las cosas de su siempre desordenada habitación.

 

Bien, no tenía la vida más divertida del mundo.

 

¿Pero qué iba a hacer él, un chico de 19 años con muchas ganas de divertirse, en una ciudad nueva para él?

 

Quizás la respuesta era muy obvia, aunque a decir verdad no le interesaba demasiado explorar la ciudad, ni sus calles o sus atiborrados bares.

 

No estaba interesado en absoluto, después de todo a donde quiera que fuera todo parecía igual de muerto.

 

Podría ser que se debía a que se estaba acercando poco a poco a una edad bastante peligrosa, si seguía como antecedentes su trágica historia familiar; no era nada alentador saber que tú abuelo murió joven y tú padre también lo hizo.

 

Sabía muy bien que ese era un temor muy supersticioso, pero le era inevitable no preocuparse por ello. Su juventud estaba llegando a la cúspide y no había experimentado ninguna experiencia emocionante ni memorable, entre su desánimo interno para hacerlo y la extraña sensación de que las cosas no iban del todo bien en el mundo; simplemente no tenía la seguridad suficiente para hacer algo arriesgado.

 

Las pesadas nubes grises se aglomeraban en el cielo que tenía un tono similar; las observó con la mirada apagada e indiferente, solo sería otra tormenta como las muchas que caían en la ciudad.

 

Y cuando las noches llegaban, cuando la blanquecina luz de la luna bañaba las calles de un blanco tan puro que cegaba pero que dejaba a su vez en penumbras a todo lo que la rodeara. En esas noches Joseph se preguntaba, ¿su vida siempre sería así de vacía y apática?

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