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La complicada vida de Draco Malfoy por Orseth

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            Draco había puesto manos a la obra en cuanto pudo, se apresuró para terminar lo pendiente sabiendo que de todos modos no iba a terminar  a tiempo, por lo que cuando se encontró con Erín, no le sorprendió verla con cara de ogro.

            -¡No has hecho nada! ¿¡Donde te has metido?!

            -Tuve una consulta con el sanador Potter, él va a ser mi gineco obstetra.

            -¿Y a quien le avistaste?

            -Lo olvidé, lo siento.

            -¿Y quién crees que va a hacer tu trabajo, te parece justo que los demás sufran por tu calentura?

            -¿Perdón?

            -Sí, nadie tiene la culpa de que estés preñado y quieras trabajar menos como si un embarazo fuera una enfermedad.

            -Se está metiendo en mi vida privada y no tiene ningún derecho –masculló sintiendo su sangre hervir.

            -La verdad me importa una mierda con quien te acuestes y tienes razón, no me interesa… lo que sí me interesa es entregar unas instalaciones limpias, sino puedes hacerlo dímelo de una vez para buscar quien si pueda.

            Draco apretó los labios para no gritarle hasta de lo que se iba a morir, necesitaba el trabajo más que nunca y no podía darse el lujo de perderlo.

            -Sí puedo.

            -¿Ah sí? –Respondio cruzando los brazos con sarcasmo- ¿y qué harás al respecto?

            -Me quedaré tiempo extra para limpiar lo que me faltó.

            -Eso espero Malfoy, porque mañana lo revisaré exhaustivamente y si encuentro un ápice de polvo, tendremos problemas –concluyó dándose la vuelta  y yéndose.

            Draco exhaló un suspiro mientras se sobaba el vientre, un dolor en el estómago le hizo hacer una mueca, era un dolor provocado por la situación, así que sin más remedio reanudó sus labores.

 

 

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            Esa noche Harry iba a ir a cenar con los Weasley, por lo que se duchó y preparó para irse, pero a punto de entrar a la chimenea comenzó a buscar su varita.

            -No puede ser ¿la habré dejado en el hospital? –pensó contrariado mientras levantaba cojines y demás sabiendo de antemano que ahí no podría estar.

            Enojado aventó el cojín y salió de su casa para ir al hospital.

 

 

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            Habiendo recuperado su varita emprendió el regreso,  además ya que estaba por ahí, decidió comprar un vino en una tienda que le gustaba mucho, iba pensando en que haría de cenar Molly Weasley cuando una conocida figura sentada en una banca del parque le llamó la atención.

            -¿¡Malfoy?! -Draco alzó la cara sorprendido- ¿Qué haces aquí? Estás muy lejos de tu casa.

            -Descansaba un poco –respondió con una mueca que intentaba ser una sonrisa.

            Harry le tocó la frente encontrándolo con fiebre.

            -¿Descansar? ¡Son las diez de la noche! No me digas que apenas saliste de trabajar -Draco solo bajó la cabeza, estaba muy cansado como para siquiera hablar, llevaba sentado ahí diez minutos solamente- esto es inaudito –masculló furioso viendo la palidez de Draco- Vamos, te llevo a tu casa.

            -No es necesario Potter, estoy bien.

            -No me hagas enojar más, vamos.

            Comenzaron a caminar a la estación flú más cercana, pero Draco se quedaba atrás por ir casi arrastrando los pies.

            -Ven –dijo Harry ofreciéndole el brazo- sujétate de mí -Draco lo miró sorprendido, una cosa es que lo acompañara y otra muy distinta ser visto del brazo de un mortífago- ¿Qué pasa?

            -Pasa que te verán conmigo Potter.

            -Ya me están viendo contigo.

            -Sí pero no del brazo ¿Qué pensará la gente del ver al salvador del mundo mágico dándole el brazo a un mortífago?

            -¿Te importa lo que gente piense?

            -Me importa desde que la gente tiene poder sobre mí, así que procuro pasar desapercibido, pero en este caso es que no quiero perjudicarte, has sido amable conmigo.

            -Pues afortunadamente nadie tiene poder sobre mí, así que vamos.

            Draco vio que Harry seguía ofreciéndole el brazo, así que sabiendo que realmente a  Harry poco o nada le importaba la opinión de la gente, aceptó.

            -Gracias –dijo algo cohibido.

            A simple vista parecían una pareja, con Harry guardando una mano en el bolsillo de su chaqueta y con el otro brazo flexionado para que Draco se sujetara de el, caminaron en silencio.

            Sin poderlo evitar, Draco comparó al hombre que iba a su lado con el “innombrable” pues ese hombre nunca lo tocó en público, ni siquiera le hablaba, solo en la intimidad lo colmaba de caricias y palabras dulces; él sabía perfectamente que lo hacía por el qué dirán y lo aceptaba… lo aceptaba porque estaba hambriento de amor, de atención, de que alguien se fijara en él después de ser un paria, por eso cuando ese hombre le pidió tener relaciones sin protección lo aceptó sabiendo que no debía, lo aceptó por temor a perderlo… y lo había perdido de todos modos.

            -¿Estás bien? –preguntó Harry al oírlo hipar.

            -Sí, si… estoy bien.

            Pero no lo estaba, estaba cansado, decepcionado, le dolían los pies y la cabeza y el saber que solo fue usado se le hizo más presente que nunca; Harry ya no dijo nada más, quiso respetar ese silencio y Draco lo agradeció desde el fondo de su corazón.

 

 

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            Harry lo dejó en su apartamento y luego se dirigió a su casa, ya no estaba de humor para visitar la casa de los Weasley, así que simplemente se disculpó enviando la botella de vino; pero al día siguiente se propuso hacer algo al respecto en cuanto llegara al hospital.

            -Buenos días –saludó a Ada y a una mujer que lo esperaba en la sala de espera.

            -Buenos días señor Potter, la señora McGregor ya está aquí.

            -Sí, que pase por favor.

            Así que su visita al director de San Mungo tuvo que posponerse.

 

 

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            Cuando abrió los ojos, espantado vio que ya eran las 9:00 am, así que se levantó y arregló en menos de cinco minutos y corriendo salió de su casa.

            Cuando llegó al hospital subió directamente a la  oficina de Erín, quien lo recibió con una sonrisa satisfecha.

            -¡Vaya, al fin te dignas aparecer!

            -Lo siento –respondió con las gotas de sudor aun corriéndole por la frente y  con la respiración agitada- de verdad lo lamento, me quedé dormido.

            -Sí, ya vi que tu holgazanería sobrepasó los límites.

            -No soy un holgazán, nunca he llegado tarde ni faltado en los dos años que llevo laborando aquí.

            -Eres un holgazán si –reafirmó cambiando su semblante a uno de furia contenida- y esto fue la gota que rebasó el vaso ¿Quién demonios te crees que eres para hacer tu santa voluntad aquí? ¿Crees que sigues siendo el hijito junior de papi que todo lo consigue chasqueando los dedos? –Draco apretó los labios sintiendo la furia como olla de presión en su cabeza- Dejé pasar muchas faltas tuyas, pero esto último fue el colmo, estás despedido.

            -¿Qué?

            -Lo que oíste sordo, estas despedido, no te necesito aquí, de hecho nunca necesité a un maldito mortífago venido a menos como tú ensuciando este lugar, así que pasa a recursos humanos por tu ultimo cheque, ya di la indicación de que ayer fue tu ultimo día laboral.

            Draco se quedó de piedra escuchando a la mujer regodearse de su poder y sintiendo el terror de verse echado a la calle, pero su indignación fue superior a cualquier otro sentimiento.

            -Maldita gorila amargada –exclamó haciendo callar a la mujer, quien lo miró sorprendida.

            -¿Qué dijiste infeliz?

            -Dije “maldita gorila amargada” ¿te crees mucho  por estar a cargo de un departamento de limpieza? Porque déjame decirte que un elfo con retraso haría un trabajo mucho mejor que tú, que solo sabes aplastar tu culo gordo en esa silla fingiendo trabajar.

            -¿¡Pero quien te crees que eres para hablarme así, maldito mortífago preñado?!

            -Pues al menos alguien tuvo ganas de preñarme, no como tú, que tiene que andar mendigando atención dándole regalitos al tipo de mantenimiento para que se digne mirarte sin saber que el tipo habla pestes de ti mientras se la monta con Debbie, la de administración y se tragan los chocolates corrientes que le das.

            -¡¿Qué?!... ¡Tú… tú…! ¡Ellos no…!

            -Qué ¿no lo sabías ballena malparida? –Dijo cruzándose de brazos- él se ríe de tus patéticos intentos de coqueteo, de que pareces foca afónica cuando te ríes de sus malos chistes y todo para que al menos te dé una simple cogida ¿pero sabes qué dice? Que le das asco, que preferiría metérsela a un Inferi que a ti,  así que no vengas con aires de grandeza porque si a gente patética vamos, en este cuarto tú te llevas el premio mayor.

            -¡Lárgate, lárgate de aquí maldito infeliz, vete! –Gritó con ojos arrasados de lagrimas mientras señalaba la puerta- ¡vete o llamaré a seguridad para que te saque como a un maldito perro sarnoso!

            Sin decir nada más,  salió de ahí y caminó con paso rápido hasta llegar a la calle, en donde con la vista fija en el frente y sin mirar a nadie caminó de regresó hasta su casa; iba aspirando y exhalando en un intento desesperado por contener las lagrimas.

            -No es el momento… -se dijo tragándose el cúmulo de sentimientos que lo aplastaban- No es momento de llorar, tranquilo…

            Y lo logró, se serenó lo suficiente para no romperse en público, caminó y caminó hasta llegar a la oficina de correos en donde tenía un apartado postal donde recibía las cartas de sus padres pues no tenía para una lechuza propia, lo hizo para no tener que llegar a su departamento y tener que pensar, pero al final debía hacerlo, así que cuando llegó a su pequeño departamento abrió el sobre.

 

“Draco, mi amor ¡Qué bueno que está yéndote bien en tu trabajo, me hace muy feliz que reconozcan tu talento, tu padre me dice que te pase sus saludos, saber que estas bien le da fuerza en su salud, dice que está orgulloso de ti, pero que si necesitas algo, dínoslo y te enviaremos algo de dinero, nosotros ya estamos más estables, logramos hacer unas inversiones y ya hay algo de fluidez que nos permite vivir sin carencias y solventando los gastos médicos, esperamos con ansias el momento de podernos reencontrar, por lo pronto cuídate mucho, te ama mamá”

 

Los sollozos estallaron en su garganta incluso antes de arrojarse en la cama.

 

 

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            -¡Al fin! –Exclamó cuando su última paciente antes de almorzar se fue- me muero de hambre.

            Salió de su consultorio y viendo que tenía tiempo además de su almuerzo, decidió ir primero  a ver al director para tratar el asunto de Draco.          

            -Adelante señor Potter ¿en qué puedo ayudarlo? –saludó solícito el hombre cuando Harry fue a su oficina.

            -Lamento interrumpirlo señor –respondio Harry sentándose frente a su escritorio- pero vengo a hablar de un asunto que a mi parecer es importante.

            -Claro, claro, dígame ¿Qué sucede?

            -Hay una persona trabajando en intendencia.

            -¿Ajá?

            -Se trata de Draco Malfoy.

            El gesto atento del director se puso serio mientras exhalaba un suspiro.

            -Sí, tengo conocimiento de que labora aquí –dijo rascándose la barbilla- pero me enteré mucho después de que fue contratado, así que si yo lo hubiera sabido antes tenga por seguro que no lo hubiese  permitido, pero no se preocupe, me encargaré yo mismo de que su contrato ya no sea renovado, sé que un ex mortífago laborando en San Mungo da muy mala imagen.

            -¡No es de eso de lo que vengo a hablarle! –Exclamó horrorizado- No vengo a quejarme de él.

            -¿Ah no? bueno, el asunto se me hacía muy obvio ¿entonces de qué, fue grosero con usted o con alguna de sus pacientes?

            -No, no lo fue –respondio ya con un humor de mil diablos- Vengo a hablar de él porque es mi paciente.

            -¿Su paciente? –repitió sonriendo confundido.

            -Sí, el señor Malfoy es intersexual.

            -Oh ya veo ¿y cuál es el problema? Veo que está algo afectado.

            -Sí, me molesta mucho la forma en que está siendo tratado a pesar de que ya reportó su condición a su supervisora, el señor Malfoy está gestando.

            -Oh…

            -Su embarazo está a un paso de ser de alto riesgo si siguen tratándolo de la forma en que han venido haciéndolo.

            -¿De qué manera?

            -Está siendo obligado a quedarse después de su horario de trabajo a terminar de limpiar sin que se le pague tiempo extra.

            -Bueno señor Potter, si él no cumple los estándares de trabajo, creo que debería agradecer que se le dé la oportunidad  de completar sus labores.

            -El no puede hacerlo debido a su estado, su magia está descompensada y hacer hechizos puede ser peligroso, debido a eso deben hacerse modificaciones en su trabajo para evitar riesgos y no se ha hecho.

            -¿Ya lo había reportado y no se ha hecho nada?

            -Bueno, lo reportó apenas ayer.

            -¿Y espera que hayan cambios inmediatos?

            -Así debe ser y no se han hecho, ayer salió casi a las diez de la noche y aunque no tengo conocimientos de leyes laborales, supongo que eso es contra la ley.

            El director exhaló un suspiro y se recargó en su asiento mirándolo.

            -Entiendo su aprecio a su profesión señor Potter, es un paciente suyo después de todo pero… es sólo un mortífago ¿Por qué le preocupa tanto? Pensé que justamente usted sería de los primeros en pedir su despido inmediato.

            -Pues justamente por ser yo –respondió hirviendo de indignación por gente que asumía saberlo todo de él por simples revistas- sé lo que ésta persona vivió en la guerra, lo sé mucho mejor que otros que solo leyeron lo que pasó aplastados en sus sofás y le exijo que sus condiciones laborales sean adecuadas a su estado de salud o reportaré esto ante el departamento de trabajo y si, sé que por ser él quien es nadie le prestaría atención, pero tenga por seguro que yo, por ser quien soy, me encargaría de que fuese escuchado.

            El director lo observó en silencio por unos momentos asintiendo con un gesto de desinteresada resignación.

            -Bien, bien señor Potter, no es necesario que se enoje tanto, por supuesto que haré que su caso sea revisado de inmediato, pero quiero aclararle que no lo hago por temor a sus advertencias, simplemente creo que no es necesario armar tanto alboroto por una persona como él; regrese tranquilo a su consultorio, yo me ocuparé de esto.

            -Gracias –respondio levantándose y saliendo de ahí- no esperaba menos de usted.

 

 

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            -¿Qué hizo qué?

            -Lo siento señor director –dijo Erín sentada frente a él aun con ojos llorosos- pero era un holgazán, irrespetuoso y grosero ¿Qué podía hacer? Era incorregible e incluso temí por mi seguridad, fue un mortífago después de todo y no cualquier mortífago.

            -Pues si pero el sanador Potter armará un escándalo cuando se entere que fue despedido, además Erín, es ilegal despedirlo en su condición.

            -Pero no lo despedí por eso.

            -¿Y acaso eso importa? Vaya y tráigalo de inmediato.

            -¿¡Qué?!... ¡pero no puede pedirme eso señor director, me faltó al respeto hace rato!

            -Pues nos arriesgamos a una demanda sino consigue que regrese y créame que no podría importarme menos que ese mortífago nos demande, el sólo no lograría nada, el asunto aquí es que no está solo, el sanador Potter lo está respaldando como su paciente y créame que ese tipo de demanda si me preocupa, así que vaya y tráigalo de regreso.

            -Pero…

            -¡No le estoy preguntando! –exclamó haciéndola respingar en su asiento- Quiero al sanador Potter contento en su trabajo, su sola presencia aquí le da mucho prestigio al hospital y hemos estado recibiendo más apoyo en cuestión de donaciones para renovar áreas que lo necesitan mucho, así que lo que menos deseo es que esté descontento y si ese mortífago lo hace estar cómodo aquí, pues lo traemos de regreso y punto ¿entendido?

            -Sí señor –respondio con un hilo de voz- pero ¿Dónde será colocado? No puede hacer magia, no quiero que cause un desastre.

            -Mmm… debemos checar eso, su condición médica es delicada según sé, pero bueno eso ya lo veremos después, envíe una lechuza por él.

            -Sí señor.

 

 

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            Cuando despertó, un fuerte dolor de cabeza le hizo cerrar de nuevo los ojos con fuerza y haciendo muecas, se enderezó tratando de espabilarse y ver que lo había despertado, había sido el sonido de unos golpes en su ventana; se levantó e hizo a un lado la cortina para ver a una lechuza en el alfeizar con el escudo de San Mungo en la carta que traía.

            -Infelices… -masculló cerrando de nuevo la cortina ante el evidente enfado de la lechuza que continuó picoteando el vidrio- tarde se les hacía para enviarme mi carta de despido ¡No quiero la carta, vete! –exclamó fastidiado abriendo la cortina.

            La lechuza no tuvo más opción que irse, por lo que arrastrando los pies volvió a la cama.

 

 

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            Nuevamente el ruido de golpes en la ventana lo hizo levantarse de golpe.

            -¡Vete, no voy a recibir nada! –Gritó a la lechuza, que sin más levantó el vuelo de regreso- Iré mañana por mi finiquito… o tal vez pasado mañana, quien sabe –murmuró regresando a la cama viendo que ya era de noche, pero sin sentir hambre se volvió a dormir.

 

 

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            El día siguiente comenzó con su alarma pues no la había desactivado, así que la apagó sintiéndose deprimido al saber que no había apuro por levantarse, solo las nauseas le hicieron dejar la cama y apresurarse al baño, luego se volvió a acostar e intentó dormir, no pasó mucho para que el timbre de su puerta comenzara a sonar.

            -Carajo ¿es que acaso no puede uno languidecer en su propia miseria sin ser molestado cada cinco minutos? –masculló tapándose la cara con la almohada pero decidido a no levantarse.

            Pero quien tocaba la puerta también parecía decidido a no irse y continuó tocando, hasta que de plano comenzaron a gritar.

            -¿Malfoy estás ahí? ¡Soy Harry!

            Por un momento creyó escuchar mal, pero los gritos insistentes terminaron por convencerlo de que efectivamente Harry Potter era quien quería tumbar su puerta.

            -¡Malfoy sé que estás ahí, abre por favor!

            Se abrazó  a su almohada cerrando los ojos con fuerza, no tenía ganas de ver absolutamente a nadie, estaba deprimido y quería llorar, justo cuando la suerte parecía sonreírle todo se iba al carajo, así que solo deseaba estar solo para lamentarse de su triste vida, solo que Harry Potter tocando y gritando en su puerta no se la iba a poner fácil.

            -¡Malfoy con un carajo, abre la puerta!

            -¡Ya te oí, no estoy sordo! –respondió abriendo de un tirón encontrando que junto a Harry, estaba Becky vestida con bata de dormir y cara de angustia- ¿Tú no deberías estar en cama? –preguntó  a la anciana.

 

 

 

 

 

 

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