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Nothing's gonna take you from my side por BlueVelvetSociopath

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Notas del fanfic:

Oh boy... ¿qué se supone que diga en este tipo de situaciones? Hace muchos años que no me pasaba por aquí a leer y mucho menos a publicar o continuar algo propio. Hace unos días decidí que quería volver a escribir y justo ahora he terminado esta pequeña idea que, aunque cliché como ella misma, me hacía cierta ilusión escribir.

Y nada, si alguien llega a leer esto, espero que lo disfruten y si es así, me lo hagan saber por medio de un kudo o un comentario que se agradece inmensamente :D

Notas del capitulo:

Alternate Universe - College/University, Teenagers, John Watson Plays Rugby, Ballet Dancer Sherlock Holmes, Emotional Hurt, First Kiss, Love Confessions, Idiots in Love, Fluff, Comfort, POV Sherlock Holmes, Protective John Watson, Homophobia.

- ¡Pirouette, pirouette, pirouette, pirouette, pirouette, pirouette! ¡Arabesque! - exclamó por quinta vez la profesora de ballet; con aquel estridente tono de voz y un pésimo acento que quería hacer pasar por un perfecto francés.

La mujer era un auténtico dolor de cabeza cuando se lo proponía, más aún cuando era mi turno de pasar al frente y repetir cada uno de los ejercicios que me exigía, siendo algunos incluso ridículos e imposibles de hacer. La punta de los pies comenzaba a arderme más de lo normal, confirmándome que esta vez su única intención para conmigo era llevarme al límite y hacerme renunciar.

No me habría importado estropearme cada músculo con sus ridículas peticiones, de no ser porque sabía que detrás de aquella insistencia y crueldad se ocultaba su más que notorio rechazo a aceptar que el mejor alumno de la clase no fuese un hombre, sino un maricón, como la había escuchado llamarme en varias ocasiones frente a varias de las alumnas que lejos de molestarles mi orientación sexual, me veían como una amenaza.

El palpitar de mi corazón resonaba en mis oídos como un martillo en plena construcción. Cada giro demandaba un equilibrio perfecto y romperlo casi al instante para realizar un arabesque era casi una locura. Cerré los ojos con fuerza, notando el dolor en mis muslos y el ardor en mis pies; no iba a poder seguir a ese ritmo por mucho más tiempo. Muy para mi disgusto y frustración, escuché a la mujer proferir un sonido desaprobatorio y un par de palabras que distaban mucho de ser quejas en francés.

- No puedo creer que estoy perdiendo mi tiempo contigo. ¿Tienes idea de cuántas personas matarían por estar en esta clase conmigo? Si no eres capaz de realizar un ejercicio tan simple como este, deberías pedir tu cambio a otra de las clases que se imparten en este instituto. El ballet claramente no es lo tuyo - escupió, cruzándose de brazos y mirándome con un aire de superioridad que terminó por colmar mi paciencia.

Abandoné la postura que con tanto esfuerzo había intentado mantener y fruncí el ceño. Le había permitido sin mucha importancia que me discriminara por el simple hecho de ser homosexual, pero que pusiera en duda mi capacidad en aquel arte de una forma tan injusta no era algo que iba a permitir. Inhalé y exhalé con pesadez el aire en mis pulmones un par de veces, notando como mi rabia se hacía mayor. Pensé en decirle un par de verdades sobre sus supuestos conocimientos sobre ballet y ese ridículo acento francés que habría hecho a mi abuela morir de risa, pero cuando las palabras estuvieron a punto de emerger de mis labios, lo único que vino en respuesta fue:

- Bien. Me inscribiré a otra clase y le cederé mi tan deseado lugar a otra persona… - murmuré, notando cómo las comisuras en la boca de aquella mujer comenzaban a formar una mueca de satisfacción. Casi podía escuchar en su mente los halagos que se dada a sí misma ante tal victoria. Observé su intención de decir algo más y fue mi momento para dar fin a su fallido triunfo. -… si usted es capaz de replicar exactamente el ejercicio que me ha pedido realizar - terminé por sentenciar.

Los ojos de la mujer se abrieron por completo ante mis palabras y pude notar hasta el último rastro de altanería en su persona abandonarla. Los susurros y murmullos de los demás a sus espaldas no se hicieron esperar, impacientes por saber cuál sería la reacción o actuar de la profesora ante tal petición. Sentí mis propios labios curvarse en una discreta sonrisa y sin mayor palabra me aparté del centro del aula, obsequiándole la oportunidad de obtener la victoria haciendo algo tan sencillo como realizar ejercicios que para ella serían pan comido.

Observé desde su anterior posición cómo intentaba mantener la postura, aún con un deje de superioridad que yo sabía que difícilmente la haría perder. Me preparé para lo que daría como resultado mi atrevimiento y, después de una última mirada llena de desprecio por parte de la profesora, la victoria llegó a mí. El escuálido cuerpo de la mujer giró una, dos, tres, cuatro veces, y ante la atónita mirada de sus alumnos, la mujer perdió aquel perfecto equilibrio que tanto demandaba y así como su altanería se había presentado, se esfumó. Me permití sonreír mientras los demás guardaban un silencio sepulcral, y sin mayor palabra por parte de ambos, me dirigí a la barra de ejercicios, tomé mi bolso y salí por la puerta.

Sabía que lo que acababa de hacer estaba mal y que muy probablemente aquello me ganaría una reprimenda por parte del director, pero realmente no me importaba. Había llegado al punto en el que ya no estaba dispuesto a permitir más discriminaciones sin sentido, mucho menos viniendo de alguien tan miserable como aquella mujer.

Busqué mi teléfono dentro del bolso de mi ropa y frené en seco en pleno pasillo cuando leí los mensajes que tenía de parte de John. Me había olvidado por completo de asistir a su partido de rugby, el mismo del que me había estado hablando toda la semana y que era tan importante para él. Me reprendí mentalmente por haber perdido tiempo con aquella vieja bruja cuando podría haber estado en el partido para apoyar a John.

- Maldita sea - bufé, observando rápidamente la hora en la parte superior de la pantalla. El partido había comenzado hacía más de cuarenta minutos. No sabía cuánto tiempo quedaba, pero decidí darme prisa para llegar aunque fuese al último minuto y festejar la victoria que sabía que mi amigo conseguiría para su equipo.

────── o ──────

- John va a matarme - murmuré mientras corría por la entrada al campo, donde aún pude observar, con cierto alivio, que el partido continuaba. No había tenido más remedio que posponer mi cambio de ropa y correr hasta ahí.

Me detuve en la entrada del lado izquierdo de las gradas y fue cuando lo vi. John corría a toda velocidad por todo el campo, con el balón bajo el brazo y esquivando de forma magistral a cada tipo que se cruzaba al frente, sólo para un segundo después dejarlo tras de sí, recibiendo la tierra que sus zapatos desprendían del suelo. No pude evitar sonreír como un tonto cuando lo vi, más cuando de un momento a otro me miró de soslayo y continuó corriendo. Me sentí avergonzado de que se diera cuenta de que había llegado tarde, pero ya no podía hacer nada al respecto.

Pensé en subir a las gradas y tomar asiento, pero al escuchar las palabras alteradas y casi inentendibles del comentarista en la torre frente a las gradas, supe que el partido estaba a solo segundos de terminar. Los demás alumnos del instituto y gente que había ido a presenciar el juego estaban haciendo un escándalo digno de un partido de las grandes ligas. Yo me sentí el doble de emocionado ante tales gritos, sabiendo que tal alboroto era por John, pues había demostrado ser un gran elemento para el equipo de rugby.

Me permití el gusto de observar a John en todo su esplendor y mi corazón, junto al de muchos en las gradas, dio un vuelco al ver como un tipo enorme se tiraba sobre John y lo hacía perder el equilibrio. Lo vi rodar por el pasto con el balón fuertemente aferrado a su pecho y maldije al salvaje que amenazaba con tirarse sobre él. Pero de pronto, para mi sorpresa y conmoción del comentarista y el público, John se impulsó con un último ruedo y se puso en pie solo para seguir corriendo y sin mayor dilación obtener la victoria para su equipo.

Contuve la emoción de celebrar de forma ruidosa con el público y me limité a aplaudir junto con ellos, observando cómo su equipo se abalanzaba sobre John y lo estrujaban en un tosco abrazo victorioso mientras otros le revolvían el cabello con emoción. La sonrisa de John era enorme, opacando por completo el lamentable aspecto que le había quedado tras aquel ataque. Tenía el rostro enrojecido por el esfuerzo, con algunos rastros de tierra y sudor en él. Su ropa y rodillas se habían llenado de tierra y aún así podría haber jurado a pies juntillas que John seguía viéndose un millón de veces más atractivo que cualquiera en aquel lugar.

Entonces, atrapándome con lo que esperaba que no fuese una sonrisa boba en mi rostro, John volvió a mirarme y me sonrió ampliamente. Yo sentí que mi corazón se saltó un latido. Lo saludé discretamente con la mano y de un momento a otro me paralicé. No me había percatado un solo instante de los estridentes gritos de las animadoras hasta que las vi invadir el campo y rodear a los jugadores. Aquello no me habría importado en lo más mínimo, de no ser porque la capitana de aquella escuadra corrió directo hacía John y lo besó en los labios, ocasionando que todos los presentes avivaran su festejo.

Ante la conmoción del momento terminé por devolver mi mano a su lugar; de un momento a otro me sentía como un idiota, y es que al final sí que lo era. John y probablemente todos los demás jamás se habían percatado de mi atracción por él, y yo estaba feliz con eso. Por lo menos hasta que aquella acción me había traído hasta una realidad que me había negado a querer ver. John era heterosexual, y como era obvio para alguien tan atractivo, en buena forma y deportivo como él, las chicas nunca le faltaban.

Mientras observaba la unión de aquellos labios que jamás podría probar, me encontré dándome cuenta de que realmente estaba muy fuera de lugar en aquel sitio. Había ido a apoyar a mí amigo en aquel juego, ¿o realmente solo había ido a alimentar ese amor imposible que tenía por él?

- ¡Hazte a un lado, ridículo! - exclamó uno de los compañeros de equipo de John, solo para un segundo después y sacándome de mi consternación, empujarme contra las gradas.

Observé con los ojos completamente abiertos que todo el equipo se dirigía hacia a mí; entre ellos un John que parecía sumamente incómodo pero intentaba mantener la sonrisa que su triunfo así le exigía. Me di cuenta demasiado tarde que me había quedado de pie justo en la mira de aquellos idiotas, obstruyendo su camino hacia el pasillo y las duchas. Cuando por fin pude ser consciente de lo que pasaba, me encontré frunciendo el ceño ante aquel comentario que parecía no haber llegado a oídos de John.

- ¿Cuál es tu problema? - espeté, conteniendo las ganas de llamarlo idiota. Había tenido suficiente de los comentarios de la profesora y no pensaba soportar un solo insulto más.

- Los malditos maricones como tú son el problema en esta escuela - escupió James, a quién ya conocía por ser uno de los idiotas más homofóbicos que había puesto los pies en aquella escuela. - Se creen con el derecho de andar aquí y allá exhibiéndose como asquerosas rameras como si fuera normal - agregó, desconcertándome ante aquel comentario.

Yo no era partidario de usar ropas exageradamente llamativas que delataran mi orientación sexual como muchos otros a los que había visto. Fue entonces cuando recordé que aún llevaba puesta la ropa de las clases de ballet. Me lamenté inmensamente no haberme detenido en el baño para cambiarme la ropa y evitar llamar la atención, pero ya era demasiado tarde para eso y lo único que me había importado era llegar a tiempo con John.

- Sólo mírate - insistió James, recorriéndome con una mirada que supe identificar como una de repudio y rechazo. - Maldito fenómeno…

Escuchar aquellas palabras terminó por romperme, más aún cuando se le unieron las miradas de rechazo de los demás jugadores, quienes no perdieron la oportunidad de murmurar sus propios pensamientos sobre mí. Podía soportar una gran infinidad de comentarios de personas imbéciles como lo era James, pero había algo en aquella palabra y lo que implicaba, que simplemente me desarmaba.

James continuó con su camino hacia las duchas y los demás le siguieron el paso, haciéndome a un lado entre empujones mientras yo buscaba ocultarme de la mirada de todo el mundo, intentando inútilmente que mis manos en torno a mi cuerpo hicieran algo a favor de hacerme desaparecer. Noté el rocío de las lágrimas comenzar a humedecer mis pestañas y fue cuando lo escuché.

- ¿Sherlock?

Alcé nuevamente la mirada y me encontré con John, notando la preocupación y el pesar en su mirada. Me avergonzaba que quizá hubiera escuchado las palabras de James, pero por su semblante más afectado que molesto, supe que su reacción se debía a lo afectado que yo debía verme. Sentí la necesidad de acercarme a él, de buscar algún tipo de consuelo en su toque o sus palabras. Pero antes de siquiera poder dar un solo paso, la distancia entre nosotros se hizo mayor cuando el coach abrazó por el cuello a John y lo felicitó efusivamente por su triunfo.

- ¡Bien hecho, Watson! Estuviste increíble allá afuera, hijo - alagó el hombre, pasando completamente por alto mi presencia y el persistente sentimiento de incomodidad en el rostro de John. - Hoy vino a verte jugar un editor de la revista BBC Sports y quiere hacerte una entrevista, ¿por qué no vas a las duchas, te refrescas un poco y vienes con nosotros?

Por un instante pude observar cómo las facciones de John cambiaban, mostrando una mueca de asombro ante aquella noticia. Incluso a mí, dolido como estaba, me emocionó escuchar aquella oportunidad tan importante para John y su carrera en los deportes. Observé a John tener intención de zafarse cortésmente del agarre del entrenador, pero sus intentos fueron en vano una vez que se vio siendo prácticamente arrastrado en dirección a las duchas. Me volvió a mirar un último instante y yo no pude hacer nada más que ofrecerle un intento de sonrisa, aunque en el interior me sentía tan roto.

Escuché a la gente comenzar a bajar de las gradas y pensé que lo mejor sería abandonar aquel lugar. No quería encontrarme con más personas que compartieran las ideas de James y me miraran como una criatura extraña o les cubrieran los ojos a sus hijos como si mirarme fuera un pecado. Me abrí paso por debajo de las gradas mientras sus asientos se vaciaban, y tras los murmullos y comentarios de la gente sobre el partido, escuché las voces de la escuadra de animadoras. Al principio no le había dado importancia a las cosas que decían, pero aquello cambió cuando escuché el nombre de John ser mencionado en la conversación.

- Creo que esta vez sí te excediste, Mary - le recriminó Molly, otra de las animadoras que la ayudaba con sus calentamientos. - Sé que quizá fue por la emoción del momento, pero no me parece bien que hayas besado a John de esa forma frente a todos… Creo que incluso se veía molesto.

Detuve por completo mis pasos y sentí un nudo en el estómago al recordar aquella escena. Me pregunté desde cuándo tenían una relación o en qué momento se habían hecho novios, pero nada tenía sentido en mi cabeza. John jamás había mencionado estar saliendo con nadie. Quizá después de todo el enojo mencionado por Molly se debía a que John no quería que se enteraran de aquella forma que tenían una relación oculta.

- ¿Y qué si se enojó? John debería estar aquí dándome las gracias - refutó Mary, dejándome desconcertado ante aquella actitud tan arrogante de su parte. - Le estoy haciendo un favor al hacerle creer a la gente que por fin se ha conseguido una novia; ¿o es que no has escuchado los rumores sobre él? Todo el equipo está comenzando a creer que el tipo raro con el que hizo amistad lo está contagiando.

- Por dios, Mary. Deberías escuchar las tonterías que estás diciendo. La homosexualidad no se contagia y tampoco es una enfermedad a la que deberías tenerle miedo - insistió Molly, mostrándose sorprendentemente alterada ante los comentarios sin sentido de su compañera.

Para mi sorpresa y pasando desapercibida de la atención de Mary, noté cómo Irene, otra de las animadoras, le tocaba sutilmente el brazo a Molly en lo que pareció un intento por tranquilizarla. Ambas se miraron a los ojos y pude notar por un instante un casi imperceptible acuerdo silencioso entre ellas.

- No me importa tú opinión al respecto, Molly. Sólo digo lo que he escuchado, y si John sabe lo que le conviene, será mejor que entienda la indirecta y me invite a salir de una buena vez. Si la gente se llega a enterar de su amistad con el enfermo ese, podrían incluso sacarlo del equipo, ¿te imaginas? - preguntó, haciendo una mueca de espanto ante la sola idea. - No quiero ni pensar qué diría el equipo si John se vuelve un pervertido y los espía en las duchas, ¡qué desagradable! Aunque lo más probable es que lo sacarían a golpes del lugar. Los maricones no se merecen menos que eso y el fenómeno ese que tiene por amigo ha tenido suerte de ser su amigo.

No tuve más estómago como para seguir escuchando las palabras de aquella despreciable chica. Me resultaba sorprendente que incluso las mujeres se expresaran de aquella forma de las personas que éramos simplemente distintos a lo convencional. Decidí continuar abriéndome paso bajo las gradas y extraje un suéter de lana que llevaba en mi bolso de ropa, mismo con el que intente cubrirme lo más que me fue posible. No quería volver a llamar la atención bajo ninguna circunstancia.

────── o ──────

“Nothing's gonna hurt you, baby

As long as you're with me, you'll be just fine…”

El nudo en mi garganta volvió a tensarse al escuchar aquellas frases acompañadas de la suave música de fondo que sonaba en la tenue oscuridad de mi habitación. Había sido un infierno sobrevivir a la cena con mis padres con aquel sentimiento que no había sido capaz de desechar en todo el día, menos aún cuando mi madre insistió en contarle cómo había sido mi día en el instituto.

“Nothing's gonna hurt you, baby

Nothing's gonna take you from my side…”

Sentí mis labios temblar y no pude evitar cerrar los ojos, dejando por fin que las lágrimas se deslizaran por mi rostro hasta la almohada. Sollocé en la completa soledad de la habitación, recostado en posición fetal en un intento por resguardarme del mundo y aquel sentir que me carcomía el alma. La aflicción por haber sido llamado un fenómeno ya no era lo que tanto me atormentaba, sino el hecho de que Mary tenía razón.

Yo nunca había escuchado a nadie llamar maricón a John y mucho menos insinuarlo, pero sí había notado las miradas y los susurros entre alumnos; aquellas miradas que si bien no eran de rechazo, sí estaban llenas de prejuicio. Había intentado ignorarlas todo el tiempo, lográndolo solo cuando la sonrisa de John aparecía frente a mí o su risa llegaba a mis oídos, pero en aquel momento todo parecía presentarse tan nítido como siempre lo había sido.

*clink*

Amaba a John, lo sabía en lo más profundo de mi corazón, y aquello a la vez me hacía sufrir. No quería perder a John, pero tampoco quería perjudicarlo con mi cercanía. Mi corazón me exigía estar a su lado, pero mi mente me hacía recordar el daño que le haría a su futuro en todos los sentidos. John era un estudiante prometedor, con una enorme posibilidad de llegar a ser uno de los mejores jugadores de rugby o un increíble médico, de los mejores de Londres. Tenía toda una vida de logros por delante y una oportunidad de formar una familia normal como todo el mundo.

*clink*

Llegar a la resolución de que conmigo como su amigo solo obtendría rechazo y una vida miserable por culpa de algo que no era, me hizo sentir un dolor en el pecho. Mi egoísmo intentaba anteponerse a la lógica, al razonamiento. La sola idea de hacerme a un lado me partía el alma, pero sabía que era lo mejor. Quizá jamás podría expresarle mi amor a John con palabras, pero sí con acciones; y alejarme se había convertido ya en una decisión.

- ¡Sherlock!

Me levanté con un sobresalto al escuchar la voz de John en aquel momento. Me giré en dirección a la puerta de mi habitación, esperando ver a John de pie en aquel sitio, pero ésta seguía cerrada. Pausé la música al instante y me incorporé por completo en la cama, pensando si realmente había escuchado la voz de John o sólo había sido mi imaginación haciéndome una mala jugada.

*clink*

Fruncí el ceño ante aquel sonido y al instante identifiqué que se trataba del cristal en mi ventana. Me levanté de la cama y caminé hasta ésta, corriendo las cortinas solo para encontrarme con John montado al filo de una de las ramas del enorme árbol fuera de mi hogar. Abrí los ojos por completo al verlo ahí con el cabello mojado y su chaqueta resguardándolo difícilmente de la lluvia en el exterior. Abrí casi de inmediato la ventana y el frío se coló por la misma, haciendo que un escalofrío me recorriera el cuerpo entero.

- John... - murmuré extrañado, sólo para un instante después darme cuenta de lo torpe que estaba siendo al mantenerlo aún en aquel infernal frío. Lo insté rápidamente a entrar, sin siquiera tener intención de preguntar por qué no había optado por tocar la puerta de la entrada como todo el mundo. Cerré la ventana tan pronto como se introdujo a la habitación y volví a encararlo, preocupado por saber cuánto tiempo habría llevado ahí como para haberse mojado tanto. - ¿Qué haces aquí?

- Creí que me iba a congelar ahí afuera - murmuró, con los labios temblándole ligeramente por el frío que había pasado hacía tan solo unos segundos. Lo vi llevarse las manos al cabello y sacudirse el exceso de agua, solo para volver a peinar sus rubios cabellos hacia atrás mientras me miraba ligeramente apenado. - Ah, yo… ehm… te traje esto… - titubeó, guiando su mano hacia uno de sus costados en el interior de su chaqueta, de la cual extrajo un collar al que se encontraba adherida la pequeña figura de un panal con una abeja recubierto con lo que simulaba ser miel.

Lo extendió hacia mí y yo lo tomé, mirándolo entre extrañado y fascinado por aquel pequeño detalle que John sabía que tenía mucho significado para mi como fanático de la apicultura. Pensé en agradecerle efusivamente aquel regalo, pero más pronto que tarde llegué a la conclusión de que tras aquella acción debía haber otro motivo para estar ahí tan tarde y con aquella lluvia.

- Gracias, John. Pero… - comencé a decir, y fue entonces cuando lo vi. Sentí un vuelco en el estómago por no haberlo notado antes. - Estás… ¿estás herido? - titubé, queriendo guiar instintivamente mi mano hasta el rostro de John, en el que mezclado con las gotas de lluvia se podía ver un rastro de sangre bajo sus fosas nasales y en su pómulo izquierdo.

- ¿Qué? Ah, no, no… - balbuceó, a la vez que se apartaba rápidamente aquellos rastros de sangre con la manga de la chaqueta. - Deben ser raspones que me quedaron por el partido de la tarde. Debí golpearme la nariz; no es nada - desestimó, cambiando rápidamente la conversación al preguntarme: - ¿Estabas llorando? ¿Te encuentras bien?

Fue mi turno de sentirme avergonzado al permitir que John me viera en aquel estado tan deplorable, pero en aquel momento no pude hacer más que enjugarme las lágrimas con el dorso de la mano y bajar la mirada, recordando la decisión que había tomado minutos antes de que John apareciera. Sentí el comienzo de nuevas lágrimas amenazar con bañar mis mejillas y cerré los ojos un instante. Me dolía tener que hacerlo pero era lo mejor para ambos.

- John, debes alejarte de mí… por favor… - le pedí, intentando mirarlo a los ojos. Me percaté de su intención de objetar ante mi petición y, armándome de valor, lo interrumpí. - No podemos seguir siendo amigos. Si la gente o tus compañeros te siguen viendo conmigo te echarán del equipo de rugby, John… - murmuré aquello con un hilo de voz, fallando irremediablemente en el intento de demostrar que aquello no me causaba algún tipo de dolor.

- Sherlock, no seas tonto. Eso no va a pasar - respondió, sacudiendo la cabeza sin importancia y logrando que aquello fuese más difícil para mí. Me dolía que para él no pareciera ser obvio todo el mal que le haría seguir con nuestra amistad. - No hay nada en el mundo que vaya a lograr que me aleje de ti, Sherlock. Sé que James se comportó como un idiota contigo esta tarde, y no lo niegues, porque te vi y escuché cosas en las duchas - declaró, adoptando aquella actitud protectora con la que antes lograba tranquilizarme.

Sentí un nudo en el estómago y recordé las palabras de Mary sobre la posibilidad de que John resultase herido por una estúpida suposición. La sola idea de John siendo atacado por aquellos animales me contraía el corazón y me llenaba de pavor. Observé a John dar un paso al frente, con la clara intención de tranquilizarme y sentí que todo mi cuerpo se paralizó. Había pasado todo el día esperando poder recibir ese contacto que siempre traía paz a mí ser.

- Ven aquí… - instó John, obsequiándome una cálida sonrisa que temí que terminase desarmándome. Extendió sus manos en mi dirección y avanzó de nuevo, rozándome los brazos sutilmente, y supe que si le permitía hacer un solo movimiento más, ya no habría vuelta atrás.

- ¡No! ¡No me toques! - exclamé con un hilo de voz, sin poder evitar por más tiempo que las lágrimas volvieran a emerger. Me aparté de él como si su sola presencia fuese dañina. - ¡Aléjate de mí! ¡Ya no quiero ser tu amigo, ¿por qué no lo entiendes! - le grité, observando con el corazón roto que sus cálidas facciones cambiaban por las de un palpable pesar y desconcierto. Podía notar cómo el collar se incrustaba en la palma de mi mano al tenerlas cerradas con tanta fuerza, pero ni siquiera aquello me importaba.

- Sherlock, por favor, escúchame… - insistió John, volviendo a acercarse a mí en un desesperado intento por evitar que siguiera huyendo de su tacto. - Vamos a hablar, ¿sí? No sé qué demonios fue lo que James te dijo para que me digas esas cosas, pero créeme cuando te digo que no volverá a hacerte daño…

- ¡Eres tú a quien no quiero que le hagan daño, entiéndelo! - grité, sintiendo que no me quedaban fuerzas para seguir intentando hacer que entendiera mi mayor temor. John dio otro paso, y ante mi desesperación no tuve más opción que empujarlo con ambas manos para que se alejara. - ¡No quiero que a ti también te vean como a un fenómeno, John! ¡No a ti!

Mi garganta se cerró tras un ahogado sollozo. Intenté volver a empujarlo, pero solo obtuve como respuesta que John sujetara mis manos por las muñecas, haciéndome imposible que siguiera empujándolo lejos de mí. Quise golpearlo con los puños, pero mi fuerza cedió ante el fuerte agarre de sus manos.

- Van a golpearte, John… - sollocé, notando cómo la fuerza en mis piernas comenzaba a abandonarme, con las palabras de Mary sonando una y otra vez en mi cabeza. Miré de nuevo a John a los ojos, abatido y angustiado, y temí que un día esos animales me lo arrebataran para siempre. Fue aquel miedo el que terminó por derrumbarme, haciendo que mis piernas cedieran al peso de mi cuerpo y cayera al suelo sobre mis rodillas, con mis muñecas aún sujetas por sus manos. - Te lo suplico… - murmuré, mirándolo aún a los ojos. - Esos animales van a matarte… Aléjate de mí…

Abandoné todo intento por luchar y sentí cómo el collar se deslizaba por mi mano, terminando por caer entre nosotros. Bajé la mirada, derrotado y sin fuerzas para seguir llorando.

- Sherlock… - me llamó John por sobre mi cabeza, pero yo no pude volver a alzar la mirada. - Sherlock, mírame… - insistió, pero al notar que no obtendría respuesta de mi parte, liberó mis manos y su calor se hizo mayor al arrodillarse a mi altura. Noté la sutil y cálida caricia de sus dedos en mi barbilla y alzó mi rostro. - No me importa que vuelvan a golpearme…

Mi corazón se contrajo al escuchar sus palabras y volver a mirar su rostro, notando esta vez la casi imperceptible herida en su labio inferior, el corte superficial en su mejilla y un nuevo rastro de sangre en su nariz. Después de todo, mi mayor miedo ya se había hecho realidad.

- No me importa recibir más golpes a cambio de seguir teniéndote a mi lado, Sherlock… - murmuró, apartando un par de lágrimas de mis mejillas. - Puedo soportar el dolor de los golpes, pero no volver a verte es algo que no puedo soportar… No quiero perderte, Sherlock. Y si eso significa que todos los días tendré que volver a defenderme de esos idiotas, entonces eso es lo que haré…

- Aún estás a tiempo… por favor… - insistí, pues verlo con solo un par de heridas no significaba que John estuviera a salvo. Quizá esta vez había tenido suerte, pero yo no quería que hubiese una segunda ocasión que no resultase de la misma forma. Posé mi mano sobre la suya en mi mejilla y con todo el amor que sabía que jamás sería correspondido, le imploré: - Encuentra quien te haga feliz, John… ámala hasta sentir que tu corazón se destrozará si un día la pierdes… Y por nada en el mundo la dejes ir… - … “como lo hago yo contigo”, dije para mí mismo, acariciando el dorso de su mano en un último intento por guardar en mi memoria lo que sería sentir su cercanía.

Nos miramos mutuamente en lo que sentí que sería nuestro adiós definitivo y, para mi sorpresa, John sonrió y negó con la cabeza.

- Eres un auténtico idiota, Sherlock Holmes… - murmuró, sólo para después acunar mi rostro en sus manos y acortar la distancia entre nosotros, sellando sin palabra alguna mis labios con los suyos en un sutil y cálido beso que me obligó a cerrar los ojos sin un segundo pensamiento.

Imité torpemente los movimientos de los labios de John sobre los míos. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal al notar los dedos de John viajar hasta mi nuca, haciéndome inclinar ligeramente la cabeza mientras enredaba sus dedos en mis cabellos y sus labios succionaban sutilmente mi labio inferior, mismo que sentí ser acariciado por la cálida y húmeda lengua de John. Nuestros labios se separaron después de lo que sentí como una eternidad y mantuve los ojos cerrados, sintiendo después cómo los dedos de John se deslizaban nuevamente hasta mi rostro y surcaba mis labios con su pulgar, ocasionando que cada vello en mi piel se erizara.

- Espero que eso haya sido suficiente para que te des cuenta de lo obvio… - susurró John, a lo que no pude evitar abrir los ojos, sintiéndome ligeramente adormilado. Aquello no podía ser más que un sueño. - Ya encontré a quien me hace feliz, Sherlock. Y serás tú quien me destroce si me llegas a faltar… -. Volvió a acariciar mi mejilla, como si aún quedase rastro alguno de mis anteriores lágrimas y agregó: - Si he de ser rechazado, golpeado y humillado por todo el mundo, que así sea. Siempre y cuando pueda seguir a tu lado…

En aquel momento toda sensación de angustia me abandonó. John me había confesado su sentir y yo había respondido sin necesidad de decir palabra alguna, pues sabía que cualquier frase que emergiera de mi boca no haría más que confirmar algo que al parecer John ya sabía desde hacía mucho tiempo. Deseé quedarme en aquel lugar, con la oscuridad y el silencio acogiéndonos en sus brazos, pero John se puso de pie y sentí la fuerza de sus manos al instarme a ponerme también de pie, sin tener más remedio que ceder nuevamente ante él.

- Date la vuelta - me indicó, a lo que yo, como si no tuviera control alguno sobre mi cuerpo, accedí.

Por un instante me encontré de frente al armario, sin saber el porqué de aquella petición. Los ojos comenzaban a dolerme a causa del llanto, pero ni siquiera aquel sentir pudo sustituir la sensación de calidez que persistía en mis labios. Con un sutil calor en mis mejillas me di cuenta de que mi primer beso había sido aquel, con John; cuyas manos sentí rozar ligeramente mi cuello cuando dejó descansar sobre mi clavícula el collar que me había regalado. Rocé con mis dedos la pequeña figura en él y me giré de nuevo para encarar a John, quién me recibió con una cálida sonrisa que deseé que desapareciera todos mis miedos.

- Necesitas dormir. Ha sido un día difícil - murmuró, buscando en la oscuridad mi mano, la cual no dudé un segundo en poner a su alcance para sentir cómo sus dedos se entrelazaban con los míos. Me llevó de la mano hasta mi cama y sin palabra alguna me indicó que me recostara. - Me vendría bien saber qué piensas, ¿sabes? - susurró, pareciendo por fin ser consciente de que muy probablemente mis padres estaban durmiendo o habíamos hecho demasiado ruido como para mantener la casa en vela.

Fue en aquel momento en el que me di cuenta de que no había pronunciado palabra alguna hasta aquel momento. John había tomado las riendas de la situación y yo me había dejado llevar gustoso por sus acciones. Lo miré desde mi posición en la cama, con él sentado al filo de la misma y decidí buscar su mano a ciegas.

- Jamás había besado a nadie… - revelé una vez que nuestras manos se volvieron a encontrar. Sentí un suave apretón por parte de John y no pude evitar sonreír sutilmente. - Siempre creí que tú… ya sabes… Siempre ha habido chicas corriendo tras de ti… Pero tú nunca… - fruncí el ceño ante aquel pensamiento que de pronto parecía haber sido tan obvio todo el tiempo. - Nunca parecías prestarles atención… ¿Siempre estuviste…  - quise preguntar, pero parecía una pregunta demasiado tonta.

- ¿Esperando a que te dieras cuenta? - aventuró John, permitiéndome escuchar su suave risa en aquella habitación iluminada solo por la tenue luz de la noche. Observé su rostro y sentí un cosquilleo en mi estómago al notar su sonrisa. Se puso de pie y la unión de nuestras manos se rompió de nuevo. - ¿Sabes? Siendo un genio me sorprende que a veces seas un poco tonto.

No pude evitar reír por lo bajo ante aquellas palabras que viniendo de alguien más me habrían enfurecido en demasía. Observé a John dar un paso lejos de la cama e instintivamente lo tomé de la mano, levantándome ligeramente de la cama. Nuestras miradas se encontraron de nuevo y sin apenas pensar en ello, le pedí:

- Quédate, por favor… -. Una sonrisa ladina se presentó en sus labios y se inclinó para acunar nuevamente mi rostro en sus manos, dándome otro gentil beso que me supo como a la gloria misma en aquel momento.

Lo observé dar un paso hacia atrás y frente a mi atónita mirada se quitó la chaqueta de cuero que llevaba puesta, dejándose la camiseta. Pero mi asombro no terminó ahí, pues casi al instante se desabotonó el pantalón y el mismo terminó abandonado en el suelo. Mis mejillas se encendieron de un momento a otro y como si no hubiese tenido suficientes emociones fuertes aquella noche, John se colocó tras de mí en la cama y se metió bajo las sábanas.

- Espero no te moleste que me quitara la ropa; aún seguía muy mojada - murmuró, haciéndome recordar apenado que lo había dejado fuera esperando con aquella lluvia.

Sin esperar a que le diera alguna respuesta, se acercó más a mí y me rodeó con sus brazos, comenzando casi al instante a compartir el calor corporal de ambos. Sentir su respiración a través de mis cabellos y en mi nuca me hizo sentir un escalofrío. Jamás había compartido la cama con nadie, mucho menos con alguien con quien compartiera una…

- John… ahm… tú y yo… ¿estamos en una relación? - pregunté, pues aún incluso en aquel momento, después de haber compartido aquellos besos y escuchado la confesión de John, me seguía costando procesar las cosas. Sentí el cuerpo de John acercarse más al mío, irradiando su calor contra mí y por un instante creí que se había quedado dormido.

- ¿Quieres que lo estemos? - preguntó con un susurro contra mi oído. Yo no pude hace más que asentir, notando el calor haciéndose más intenso en mis mejillas. - Bien. Entonces oficialmente estamos en una relación - afirmó, depositando un beso en mi hombro.

 Aún continuaba intentando procesar todas aquellas acciones y emociones. Más aquellas como el miedo y la incertidumbre de lo que ahora podría pasar si la gente descubría que, en efecto, John y yo oficialmente éramos novios. Pensar en aquel término aplicado a nosotros dos me había hecho sonreír con ilusión en otras ocasiones, pero ahora se sumaba a mis preocupaciones. Si aquello nos iba a acarrear más problemas a ambos, en aquel momento decidí que no me importaba. Tenía miedo, sí, pero lo que había descubierto aquella noche y la cercanía de John, me hizo sentir que fuera lo que fuese que el destino nos tuviera deparado, lo enfrentaría junto a él. Y con la promesa de hacer frente a lo que fuera, cerré los ojos y me permití dormir rodeado por los brazos de John.

 

Notas finales:

Que tengan un excelente día :3


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