Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El prometido de Ivaldi por shiki1221

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Fanfic por el Narusasu day oriental, debí subirlo el 3/7, pero más vale tarde que nunca XD

Notas del capitulo:

Disclaimer: Los personajes son propiedad de Masashi Kishimoto, sólo la historia es de mi autoría.

Cap 1: El desafío

―Para ser una esposa o esposo elegible para el matrimonio, existen ciertas normas que deben cumplirse en Konoha ―recitó una mujer de edad avanzada procediendo a enumerar dichas características.

1_Siempre lucir hermoso.

2_Nunca contradecir a un hombre.

3_Hablar con voz aguda y sumisa.

4_Saber cumplir las tareas del hogar; lavar la ropa, cocinar, limpiar, etc.

5_Ser dulce e interesante.

6_Hacer sentir al varón en el paraíso cada vez que llega a la casa.

7_Procurar verse feliz todo el tiempo.

8_Escuchar todo lo que relate, sin interrumpir ni hablar a menos que él lo pida.

9_Tener buena salud para dar a luz a hijos sanos.

10_Evitar el ruido o cualquier alteración de la paz del esposo mientras está...

―Haciéndose el vago ―soltó una voz enojada y seria, ganándose la mirada de todos sus compañeros donceles y mujeres―. ¿No puede al menos ayudar en parte de las tareas de la casa? ―interrogó mirando a su maestra.

―Es el deber de una esposa atender todo lo concerniente a la casa por sí misma ―explicó la institutriz acomodándose las gafas con una mano―. Luego de un arduo día de trabajo para llevar el pan a la mesa es lo mínimo que se le puede ofrecer a un esposo.

―Qué inútil ―murmuró el doncel mostrándose disgustado por la respuesta obtenida.

―¿Inútil? ―interrogó la anciana mujer golpeando con su regla la mesa de su alumno―. Usted es la última persona que podría reclamar sobre este asunto, siendo sus calificaciones las más desastrosas de toda la clase ―acusó ella mostrando una hoja con números rojos cerca del nombre “Uchiha Sasuke”.

―Sólo en el área de “tareas que mi inútil marido no querrá hacer” ―se defendió alzando las manos de manera burlona―. Mis padres insistieron en hacerme tomar estas clases, donde lo único que me enseñan es cómo usar una escoba. Una información vital para sobrevivir ―ironizó con una sonrisa de lado.

La mujer arrugó el entrecejo y sus ojos se posaron en el desobediente chico frente suyo. Él era el mayor dolor de cabeza que había tenido en todos sus años como educadora. Había enseñado los modales y reglas básicas a decenas de donceles y mujeres de todas las edades, algunos más lentos de aprendizaje que otros, pero en porcentajes, sus clases eran altamente eficientes. Todo hasta la llegada de aquel joven de cabellos oscuros. Carecía por completo de educación sobre lo básico que cualquier doncel de su edad, e incluso mucho más jóvenes que él, tenían inculcados desde su hogar. Ella como gesto de buena voluntad hacia su pequeño y amado pueblo había ofrecido dar clases sobre el secreto para tener un matrimonio tan perfecto como el suyo. El cual, dicho sea de paso, llevaba ya tres décadas completamente de estabilidad y reputación envidiables a su parecer.

―Ya se terminó mi tiempo de tortura ―dijo Sasuke levantándose de su asiento―. Tengo cosas más interesantes que hacer ―dijo caminando hacia la salida.

―Un doncel educado jamás se levanta o habla sin permiso ―regañó su maestra mientras daba un fuerte pisotón en el suelo y sus dientes postizos crujían al friccionarlos en un intento de no gritar.

―”Una mujer casada siempre es puntual y tiene la casa en perfecto orden antes de la llegada de su esposo” ―recitó Uchiha mirándola por sobre su hombro―. ¿Segura que tendrá tiempo de dejar la casa lista y arreglarse usted misma si no nos vamos ahora? ―cuestionó divertido sabiendo cómo usar a su favor aquellas ridículas “normas”.

Vencida en su propio juego, la mujer de las gafas tan sólo pudo exteriorizar su molestia resoplando con fuerza a través de sus fosas nasales. Componiendo su mejor y más falsa sonrisa dio por terminada aquella clase. El resto de los alumnos miraban atentos a su maestra. Uchiha siempre le hacía perder su valioso tiempo con comentarios y cuestionamientos absurdos. Ni siquiera entendían el motivo por el cual asistía a dichas clases. ¿No era más sencillo negarse a ir a las mismas? Si tan rebelde era, no tenía motivo para asistir a todas y cada una sin excepción. A ellos sí les interesaba, ya que siendo un pueblo pequeño habían pocos varones disponibles para casarse. Mejor dicho, había pocos varones guapos, con dinero o trabajadores, con los recursos para darles una vida sin preocupaciones.

Sasuke caminó despreocupado mientras pateaba piedras en el camino o bufaba de tan sólo recordar las palabras de esa mujer. No había día en el cual sus pensamientos no se vieran atravesados por alguna maldición a su mala suerte. Si él hubiera nacido varón todo sería más sencillo en su vida. Sin embargo, para su mala fortuna era un doncel y para colmo el hijo menor del jefe del clan más importante en Konoha, el Uchiha. Su pueblo estaba lejos del alcance del poder del Shogun y de las leyes en general. Si no tenían problemas con bandidos o con pueblos vecinos, era sencillamente por lo poderosos que eran los recursos humanos en el clan Uchiha. Todos ellos eran hábiles espadachines y peleadores, incluido él mismo. Era capaz de sostener una pelea cuerpo a cuerpo contra varones gracias a las enseñanzas de su padre y hermano. Le habían educado con las mismas técnicas legadas a cualquier varón de la familia con intención de que se defendiera, incluso sin ellos cerca llegado el caso. Con lo que no contaban era con que le gustara tanto la lucha que se volviera negligente respecto a su “rol” como doncel.

―Estúpidas normas ―se volvió a quejar mientras daba una patada aún más fuerte mandando a volar una roca hacia el río―. Yo no necesito de estas tontas clases.

―Pero si no las tomas papá no te dejará tranquilo ―interrumpió una voz a espaldas del Uchiha.

―¡Nii-san! ―gritó Sasuke entre enojado y sorprendido por su aparición tan repentina―. No hace falta que vengas a recogerme cada vez que terminan esas tontas clases. ¿Cuándo dejaré de venir?

―Cuando te cases… quizás ―respondió el mayor de los hermanos con cierto tono de duda―. Respecto a lo otro, sabes que siempre estoy pendiente de mi lindo y tierno hermanito menor ―dijo despeinándolo con intención de hacerlo enojar. Cosa que funcionó enseguida.

―¡Puedo defenderme yo solo! ―reclamó exasperado cruzándose de brazos mientras hacia un puchero que, a ojos del mayor, era tierno.

―Pero si eres mi tonto hermano menor, el nene, el bebé, el chiquito ―soltó los motes burlones uno tras otro sólo para verlo manteniendo esa carita roja como un tomate.

El mayor de los hermanos sabía bien de la fuerza de Sasuke. Él personalmente le enseñó a luchar y se enorgullecía de los resultados. Empero, era su hermano mayor. Como tal, existía siempre ese pequeño gusto perverso por hacer enojar al menor. Verlo enrojecido como un lindo tomatito, se le hacía tierno y gracioso. Este hecho era lo que lo tentaba a ser más pesado y molesto para el otro. Personalmente, no tenía ningún problema en irlo a buscar cuando terminaban las clases sobre cómo ser un buen esposo a futuro. Su padre estaba preocupado de no poder encontrar algún buen partido para Sasuke, debido a su poca preparación para las tareas hogareñas. Se esforzaron tanto en enseñarle a valerse por sí mismo y repeler a los asquerosos varones que quisieran propasarse que el menor lo llevó al otro extremo. No dejaba a nadie acercarse demasiado y gustaba de medir sus fuerzas con cuanto rival se le pusiera enfrente.

―¡Uchiha Sasuke! ―llamó un varón de cabellos anaranjados interrumpiendo el momento entre hermanos―. ¡Vengo a desafiarte! ¡Pelea! ―ordenó antes de lazarse contra él.

―¿Otra vez? ―preguntó el doncel con aburrimiento―. La primera decena de veces fue un poco entretenido, pero últimamente sólo eres un saco de boxeo.

―Nuestro padre fue muy estúpido al aceptar semejante propuesta ―suspiró Itachi negando con la cabeza.

No tenía ninguna duda en que su hermano menor podría hacerse cargo por su cuenta del varón delante de ellos. Era hasta terapéutico para el doncel descargar sus frustraciones en sus pretendientes y sin consecuencias dicho sea de paso. Todo porque su padre en un intento de conseguirle un buen partido a Sasuke anunció que le concedería la mano de su pequeño al varón más poderoso que quisiera desposarlo. El problema con el cual no contaron es que el azabache menor defendiera su propia mano poniendo como condición que no se casaría con ningún varón más débil que su persona. En palabras de Sasuke “si el objetivo de amarrarme a un varón es que me cuiden, quiero uno que no sea una carga o un estorbo en mi camino”. De ese suceso nació la costumbre de los varones de retar al doncel a combates de todo tipo con la condición de que si perdía, se casaría con el vencedor.

―He aprendido de mis errores y ahora soy más poderoso que antes ―anunció con orgullo el varón.

―De nuevo me regañaron en las clases de la anciana esa ―dijo el menor de los Uchiha haciendo tronar sus propios dedos―. Tuviste tu oportunidad de evitar mi malhumor. Ahora lidiarás con las consecuencias de eso.

El varón del cabello anaranjado se le acercó a luchar mientras Itachi se movía un poco para darle espacio al enfrentamiento. Él no tenía permitido intervenir a menos que se estuviera llevando a cabo algún tipo de injusticia. Como lo podría ser una lucha con números desiguales, la utilización de armas sin ofrecer a Sasuke una, entre otras. Mientras la lucha fuera de uno contra uno, a mano limpia o ambos armados no tenía derecho a intervenir. En caso de hacerlo mancharía la reputación y honor de su hermano menor y de su familia de paso. Negó un par de veces moviendo su cabeza en negación por la solución ofrecida por su hermano menor. Bien podría haberle permitido a él proteger su mano. Mas, su padre no creía existiera alguien más fuerte que su primogénito y de ponerlo a él como obstáculo, Sasuke moriría virgen y sin darle la descendencia que tanto anhelaba junto con alguien que pudiera cuidar del doncel cuando ellos ya no estuvieran para cubrir las espaldas del menor.

―¡Adelante! ―gritó Juugo arrojándose contra el doncel.

El doncel de cabellos oscuros de inmediato adoptó una pose defensiva flexionando sus piernas y elevando los brazos para proteger el área del rostro y su pecho. La mano derecha estaba en dirección a su propia barbilla y su puño izquierdo cubría la zona donde estaba su corazón. Una forma de pelea aprendida de su hermano para tener ventaja a la hora de responder los ataques contrarios. El retador creyó que usando su peso como si de un alud se tratara podría aplastar al doncel y dejarlo indefenso. En teoría no era mala idea debido a la diferencia entre sus contexturas. Sin embargo, dando un pequeño brinco, Sasuke evitó ser aplastado, dejando al otro en ridículo por quedar de cara al suelo. En un acto de enojo y desesperación, Juugo sujetó del tobillo al doncel y jaló con fuerza haciéndolo caer también.

―¡Maldito! ―gruñó el menor de los hermanos Uchiha al verse tirado en el suelo.

―¡Al fin te tengo! ―celebró el de cabellos naranjas tirando de él para acercarlo y colocarse encima para ganar el control de la pelea.

―Qué idiota ―bufó Sasuke antes de darle un puñetazo en la nuez de Adán.

La fuerza en las manos que él poseía era bastante envidiable y tal acto consiguió robarle el aire al varón. Por reflejo le soltó y comenzó a toser como un gato intentando escupir una bola de pelos atorada en la garganta. El azabache ni siquiera le dio tiempo a recuperar el aire antes de darle una patada en el rostro con tal fuerza que su cabeza rebotó en el suelo. A ese golpe le siguieron varios más. Sasuke no se detuvo hasta que no oyó la rendición de su contrincante. Dando por finalizado el combate, ambos hermanos comenzaron a caminar rumbo a su hogar. Itachi ni se había molestado en revisar al insistente varón. A su parecer, era hora de rendirse. Había perdido la cantidad de veces en las que su hermano se alzó victorioso contra sus pretendientes. Incluso aquellos más osados, venidos de pueblos vecinos, atraídos por la pequeña fama ganada por el doncel Uchiha y el peculiar desafío se vieron mordiendo el suelo. Aunque bien merecido se lo tenían por subestimar a un Uchiha.

―Nii-san ―llamó el menor sacando a su hermano de sus pensamientos―. Hoy ya debe estar lista mi espada ―anunció de manera escueta.

―Alguien quiere ir a ver a su novio ―molestó el joven de larga cabellera sonriendo burlón.

―No es mi novio ―negó hastiado mientras se cruzaba de brazos―. Sólo pienso ir a ver si tiene lista mi Kusanagi. Eso es todo.

―Sí, claro ―respondió Itachi con un sarcasmo muy claro―. Anda, ve con él ―permitió finalmente―. Recuerda volver antes del atardecer. Iré a buscarte si te retrasas ―advirtió con firmeza.

Podía ser cómplice en las escapadas de su hermanito para ir donde el herrero del pueblo, pero no irresponsable. Bien sabía de algunos varones rencorosos por las humillaciones sufridas en público a causa de las derrotas sufridas. Si bien en los combates se jugaba la mano de su hermano, alguien lleno de odio e ira lo último que buscaría sería una unión consagrada de honor. Sabía bien de algunos de ellos, que fraguaron formas de manchar el honor de su hermanito, buscando cobrarse la humillación con una afrenta incluso peor. Y siendo Sasuke un doncel, no era difícil imaginar por donde irían las torturas y el “cobro” por sus deshonrosos combates perdidos. Confiaba en la fuerza del menor, pero prefería prevenir y cuidarlo a lamentarse después por una acción no llevada a cabo a tiempo. En estos casos era mejor ser su confidente y saber qué, cuándo, dónde y con quién hacía las cosas, en vez de que fueran un secreto para él como lo era para el resto de su familia.

―Gracias, nii-san ―agradeció el más joven despidiéndose de su hermano antes de tomar un ruta distinta a la que llevaba a su hogar.

Sasuke se internó en aquella parte boscosa y caminó por el terreno pedregoso. Era un sitio poco ideal cuando se pretendía mantener la pulcritud. El lodo abundante y las hojas húmedas y putrefactas cayendo de árboles en agonía dificultaba la tarea de mantener cabello y ropa limpia en la travesía, especialmente en cuanto al calzado, el cual si no era grueso y resistente causaba dolor y ampollas a los desprevenidos. A Uchiha todo lo anterior le daba igual. Cuando entrenó en las artes marciales y las relacionadas a la espada le perdió el asco a esas nimiedades. En una batalla lo principal era triunfar. No había tiempo de ver si su cabello permanecía limpio o en su sitio. Mas, fuera de aquello aún gustaba de verse presentable. Lástima que en este caso no podía hacer gala de una hermosa apariencia habiendo tenido una pelea pocos momentos atrás.

―Te ves horrible, Teme —saludó un rubio luego de darle un rápido vistazo antes de volver a concentrarse en la espada al rojo vivo que sostenía con su mano enguantada.

—Juugo de nuevo me desafío —respondió como única explicación a su sucia apariencia.

—Y de nuevo le diste una paliza seguramente ttebayo —afirmó el blondo con seguridad.

Aquel joven era un herrero. El único en el pueblo de hecho, razón por la cual podía jactarse de ser el mejor a causa de la nula competencia. Mas sólo en ese ámbito destacaba puesto que a causa de su orfandad no había recibido educación formal. Aquellos conocimientos relacionados a la escritura, lectura y demás eran reservados sólo para aquellos nacidos en una cuna noble o familia acaudalada capaz de costear los altos precios cobrados por quienes ofrecían sus servicios como educadores. Él se ganaba la vida forjando o arreglando espadas cómo le enseñó su tutor, Jiraiya. Un conocido de su padre y amigo de su familia, quien se hizo cargo de él desde pequeño.

—Por supuesto que sí, Usuratonkachi —contestó el doncel.

Sasuke caminó tranquilamente hasta llegar a una distancia prudente. No era estúpido como para acercarse al varón mientras trabajaba. Sabía bien que la razón de llevar una espada al rojo vivo era porque seguramente terminó de repararla y ahora tocaba enfriarla con el uso del agua en aquella pequeña fuente improvisada dispuesta en el "patio" con ese fin. Uzumaki dejó la espada en el agua unos cuantos segundos y tras una humareda provocada por el vapor de agua, la retiró del líquido y la dejó apoyada contra la pared de la casa. Al finalizar su tarea se quitó los guantes y se acercó al doncel para inspeccionarlo. Tomándose el atrevimiento de palpar un poco su cuerpo en busca de heridas. A lo cual el moreno respondió con un manotazo.

—¿Dónde crees que me estás tocando? —preguntó con el ceño fruncido.

—Solo me aseguro que estés ileso —aclaró.

—Por supuesto que lo estoy. Le volví a ganar un estúpido varón.

—Lo mismo dijiste aquella vez en la que te hirieron con una espada —le recordó con seriedad.

—Cuando hablas así te pareces a mi hermano.

—Nos preocupa que te dañen y por orgullo lo ocultes... De nuevo.

—Ya les prometí que eso no volvería a pasar. ¿No pueden simplemente olvidarlo?

—¿Cómo podría olvidar el día que te conocí, Teme? —preguntó Uzumaki con una sonrisa cariñosa.

―Eso fue lo único bueno de ese día, Dobe ―mencionó el azabache recordando como fue a parar a la casa del herrero por primera vez.

Fugaku gozaba de buena estabilidad económica y política. Teniendo la aprobación del mismismo Shogun de hacerse cargo del pueblo en el cual vivía, se sentía con el poder de hacer lo que quisiera. Naturalmente lo utilizó en pos de tener una vida tranquila para todos los habitantes y sobre todo, que el lugar fuera un sitio seguro para cada persona allí. La fama de los guerreros Uchiha era tal que rara vez llegaban retadores o criminales. En su mayoría evitaban meterse con ellos por puro miedo. Actualmente sólo había un problema rondando su cabeza. Estaba preocupado por su hijo doncel. Habiendo llegado a la edad casamentera, nadie parecía ser del interés del menor. No quería llegar al extremo de arreglar un enlace con quién él creyera conveniente por el fracaso ya vivido. El líder del clan Uchiha había conocido a algunos buenos prospectos. Organizó una pequeña fiesta en su residencia asegurándose de invitarlos con motivo de conocer a su hijo menor. No había salido como lo esperaba. Sasuke ni siquiera se dignó a arreglarse como un doncel debiera. Mínimo habría deseado se presentara con una yukata. En cambio se vistió de la misma manera que lo hacía Itachi.

―Hijo ―llamó con seriedad en tono de decepción por el atuendo elegido―. ¿No te pedí que estuvieras presentable? Hoy vienen mis compañeros de batallas con sus hijos varones.

―Tengo mi ropa formal ―señaló Sasuke luciendo un pantalón ancho de color marrón oscuro y la parte superior con unos anchos ropajes de color azulado. Típica ropa japonesa para los guerreros en reposo―. Me veo arreglado, sobrio y sobretodo, esta ropa me da la libertad de pelear si lo requiero.

―Es una fiesta, no tendrías razones para luchar ―suspiró Fugaku con cansancio.

―Desde que me pusiste de trofeo para varones babosos siempre me buscan pelea ―le recordó el doncel frunciendo el ceño.

―No te puse de trofeo ―volvió a suspirar―. Anuncié que mi hijo tenía edad para casarse y tú insististe en defender tu propia mano.

―Porque querías arreglarme un matrimonio con alguien que no conocía y para colmo debilucho ―aclaró a la defensiva por las acusaciones de su padre

―Hijo ―llamó con seriedad el castaño sujetando a su hijo por los hombros―. Eres mi hijo menor y mi deber y el de Itachi es cuidar de ti, pero no viviré para siempre y algún día tu hermano se casara y tendrá que cuidar de sus propios hijos. Sólo quiero poder estar tranquilo de que si muero no estarás solo y un buen hombre cuidará de ti ―explicó abrazándolo―. Por eso en esta fiesta espero veas a los prospectos y si alguno te interesa me lo hagas saber. ¿Sí? ¿Puedes hacer eso por tu padre?

Sasuke se dejó abrazar y tras unos segundos de meditarlo decidió corresponder al gesto cariñoso de su padre. A él no le agradaba esa idea de ser encomendado a otro varón como si no pudiera valerse por sí mismo. No obstante, su padre era un guerrero de una generación anterior. Alguien regido por la tradición y el honor. Ya había roto muchas normas implícitas típicas de los conservadores de la época por él; enseñándole a pelear cuerpo a cuerpo, con la espada e incluso dejándole practicar arquería. Su participación en las batallas sería algo impensable de no ser porque era su padre quien elegía a los guerreros. Cualquier otro hombre lo habría mandado quedarse en casa y aprender a atender a un varón. En ese sentido, Fugaku prefirió prever que alguien dañara a su pequeño enseñándole a luchar. Dada su experiencia en el campo de batalla, sabía de primera mano que cuando se pretendía buscar venganza o similares se atacaba a las familias de los guerreros. Jamás se perdonaría que en su ausencia alguien dañara a Sasuke. Sabía de su fuerza, pero aún conservaba varias ideas tradicionales muy arraigadas.

―Me estás manipulando para que asista a la fiesta ―acusó el menor viéndolo con seriedad.

―¿Y funcionó? ―preguntó el adulto con una sonrisa apenas notoria.

―Sí ―admitió el doncel con fastidio por darse cuenta de la trampa sentimental en la que su padre lo hizo caer―. Asistiré a la tonta fiesta, pero si alguno me desafía o me provoca no me contendré. Quedas advertido.

―Si tienen las pelotas para desafiarte, deberán tenerlas también para soportar la respuesta ―resolvió con sencillez.

―¡Fugaku! ―llamó su esposa llegando ataviada con un hermoso kimono tradicional de color celeste claro―. Esa no es forma de hablarle a un doncel.

―Lo siento, querida ―se disculpó de inmediato viendo hacia el techo como si fuera la cosa más interesante del mundo.

―Por tu culpa nuestro hijo tiene ese lenguaje que asustaría hasta a los taberneros ―acusó con las cejas fruncidas por el descaro de su marido y la poca consideración hacia la presencia de un doncel.

―Si algún varón cree que puede hablarme como quiera, sabrá lo que significa lidiar con un Uchiha de forma verbal y física ―avisó Sasuke cruzándose de brazos con orgullo.

―¡Ese es mi hijo! ―celebró Fugaku con una sonrisa orgullosa antes de ver la mirada de molestia de Mikoto dirigida hacia su persona―. Quiero decir, ten en cuenta que debes socializar. Allí podría encontrarse tu futuro esposo ―aconsejó calmando un poco la molestia de la mujer. Mas, se acercó a su hijo a susurrarle al oído―. Pero si alguno intenta algo raro, me dices y será comida de cuervo.

―Gracias, papá ―dijo en voz baja sabiendo de su apoyo y aprobación a su juicio sobre quién merecía o no una buena paliza.

―Bien, vamos a atender a los invitados ―ordenó la fémina con una sonrisa amable―. Según me informaron en un par de horas Itachi volverá de su ronda y se nos unirá a la fiesta.

―Yo quería ir a patrullar con nii-san ―se quejó Sasuke como cuando era niño, pues fue dejado de lado como de costumbre y todo para atender una celebración que ni siquiera pidió.

―No te preocupes por tu hermano ―tranquilizó Fugaku―. Shisui está acompañándolo, así que tendrá la espalda cubierta. Nadie podrá penetrar semejante defensa.

―Con Shisui a sus espaldas el peligro es otro ―murmuró el doncel bufando―. Ese roba hermanos ―se quejó siendo esa otra de las tantas veces en las que su molesto primo le ganaba el tiempo junto a su hermano mayor.

Negando con la cabeza, el patriarca de la familia apoyó la palma de la mano en la espalda de su hijo incitándole a ir junto a su esposa a atender a los invitados ya distribuidos en el patio de la mansión Uchiha a la espera del anfitrión. La fiesta dio inicio atrayendo la mirada de los varones sobre el hijo del líder del clan Uchiha. Las reacciones fueron variadas; desde aquellos que lo consideraban hermoso hasta los que lo veían poco agraciado por su manera de vestir y por la forma en la que se le marcaba la ropa se le notaba cierta musculatura. Algo natural debido a su entrenamiento. Él podía sostener una pelea cuerpo a cuerpo con un varón sin que su género fuera un problema. Para que eso fuera siquiera posible requería de disciplina y esfuerzo físico diario. Aún mantenía las características propias de un doncel como su rostro fino, sus pestañas largas y su cintura estrecha con caderas marcadas acentuando su capacidad de dar a luz cuando fuera el momento. Mas, sus brazos, piernas y abdomen tenían músculos bien definidos.

"Estos babosos". Pensó Sasuke viéndolos con desprecio. No se molestó en ocultar su mala cara y su amargura por ser partícipe de una fiesta que no solicitó y de la cual escaparía de tener la más pequeña oportunidad.

―Oh así que este es el pequeño doncel rebelde del que tanto presumes, ¿eh viejo amigo? ―saludó uno de los antiguos compañeros de armas de Fugaku.

―Así es ―asintió el castaño dándole la mano a modo de saludo―. Ya está en edad casamentera y busco lo mejor de lo mejor para mi pequeño.

―Aquí sin dudas se han reunido los mejores guerreros, incluso están los siete espadachines del país de la neblina junto a sus hijos ―mencionó viendo hacia los invitados.

Mikoto soltó un pequeño suspiro disimulado. Debido a las exigencias de su hijo acerca de tener a un prometido más poderoso que él, los invitados eran fieros guerreros. No es que quisiera sonar prejuiciosa o superficial, pero varios de ellos tenían expresiones algo siniestras. Incluso su marido, el cual solía mostrarse severo y algo frío con todos, tenía un rostro más amistoso que varios de los presentes. Además estaba el asunto de la seguridad de su hijo menor. A ella particularmente no le molestaría si se casara con un varón más débil mientras lo tratara bien. El problema es que si el varón llegaba a superar las habilidades de su pequeño ¿sería seguro para Sasuke? ¿Y si se aprovechaba de su ventaja para hacerle daño? Teniendo eso en cuenta, prefería que su vástago eligiera a alguien débil si lo hacía feliz o si encontraba un guerrero de alto calibre como lo era Fugaku, tuviera un buen corazón. Por sobre todo, su mayor anhelo era ver a su hijo feliz, fuera como fuera el varón que eligiera.

―¿Tu hijo aun es fértil? ―preguntó un hombre de cabellos azulados―. Su cuerpo parece demasiado varonil. ¿Seguro que aún puede tener hijos?

―Mi hijo goza de buena salud, Kisame ―respondió el líder Uchiha conteniéndose de decir algo fuera de lugar que arruinara la velada―. Si así lo desea, tendrá hijos algún día.

―Cuando mi hijo lo despose te aseguró que seremos abuelos en cuestión de unas semanas y eso si decide ser suave con tu princesa ―bromeó mientras soltaba una carcajada sólo acompañada por la de su primogénito Suigetsu.

Mikoto se apresuró a sujetar la mano de su marido cuando presintió que estaba próximo a saltarle al cuello. Aquella broma de mal gusto era algo que pasaría por alto de no ser dirigida a su hijo. Su segundo hijo era alguien habilidoso que gustaba de mantener el orden público junto al resto del clan. Dudaba que dejara esa tarea pronto, ni siquiera casándose. Y pobre de ese pequeño bastardo si se atrevía a obligar a Sasuke a hacer algo que no quisiera. Además le molestaba esa vanidad con la cual hablaba. Si bien, respetaba a los guerreros y hombres con confianza en sí mismos, la forma de expresarse le hacía sentir que trataba a su pequeño como una posesión. Algo coleccionable junto a sus espadas.

―Eso sólo sucederá si mi hijo lo acepta ―le recordó Fugaku viéndole con sorna.

―¿Y por qué no lo haría? ―interrogó Kisame con un gesto claramente indignado por aquella respuesta―. Es lo mejor a lo que podría aspirar un doncel inútil como él.

―¡¿Qué dijiste?! ―retó a que repitiera esa frase delante suyo.

―¿Acaso miento? ―preguntó de manera retadora mientras le fruncía el ceño―. Esta fiesta la haces porque nadie quiere a un doncel sin modales, que no sabe cocinar, lavar y ni siquiera tiene un buen cuerpo. El suyo tiene músculos. Se ve grotesco y poco agraciado.

―Querida, nuestro hijo se escapó hace un rato mientras no mirábamos, ¿quieres ir a buscarlo? ―preguntó con dulzura viendo a su esposa.

Ella leyendo el ambiente simplemente asintió antes de retirarse. Ni siquiera le dio tiempo a cerrar la puerta que daba al patio cuando oyó como platos eran rotos y algunos gritos de batalla eran soltados por los invitados. A ella no le gustaban los enfrentamientos y lo último que necesitaba su esposo era de cargar con la preocupación de que saliera lastimada. No le preocupaba su marido. Él era muy fuerte y en la fiesta estaban los miembros del clan Uchiha para darle un refuerzo en caso de necesitarse. Por ese lado se encontraba tranquila y podía enfocarse en su tarea de buscar a su hijo menor. Aunque de fondo oyó a su esposo chocar espadas mientras gritaba un:

―¡Te voy a cortar las pelotas para que te las tragues junto a tus palabras sobre mi hijo! ―exclamó lleno de rabia.

Esa era la peor cara de su esposo y una que prefería no mostrarle a ella. Era el tipo de expresión facial y lenguaje que evitaba usar delante de una dama, como él mismo decía. Eso siempre le había parecido muy dulce de parte de su esposo. Siempre midiéndose con ella y respetando todo aquello que disfrutaba y evitando exponerla a aquello que odiaba. Sin dudas su marido era una persona maravillosa. Tal y como dijo Fugaku, el segundo hijo del matrimonio se había escapado a un sitio solitario y ahora le tocaba asegurarse de que estuviera bien y fuera de problemas.

Abrumado por las atenciones no deseadas de aquellos hostigosos varones, Sasuke decidió apartarse de la fiesta momentáneamente. De seguir así, sacaría su recién afilada kusanagi y los destajaría a todos. Su límite de paciencia estaba al borde por culpa de aquellos comentarios relacionados a los beneficios de tener una unión política con los Uchiha. Los padres de sus pretendientes hablaban de él como un peldaño para llegar a su padre y acceder a sus beneficios. Aunque todo eso era más tolerable que la conversación en torno a tener hijos.

.

“Tal vez sea verdad que nadie puede querer a un doncel como yo”

 

 

 

Continuará…

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).