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Gurov Nobokov por momu

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Volví a mi pueblo en enero del 2016, hacía ya año y medio de la última vez que había visto a Gurov y cuando llegue solo pude darme cuenta que el tiempo de exilio no había cambiado nada sobre mis sentimientos, es más, lo había extrañado de tal forma que parecía que no hubiera en la faz de la tierra una persona que lo pudiera amar más de lo que yo lo hacía.

-- Pensé que tal vez ya no nos volveríamos a ver nunca, he pensado mucho en ti todo este tiempo -- dijo él con dulzura aquel día, aunque jamás supe si había sido una cortesía o era sincero.  

--Lo mismo digo-- respondí. No pude decir más, las cosas ya habían cambiado tanto, ya no era pertinente decirle todo lo que le extrañaba, que lo quería, que había sido un completo tonto, no, ya no. Solo nos miramos y sonreímos brevemente, no sé si recordaba los viejos tiempos, o quizá ni siquiera eso.

A la vez que retorné a la vida cotidiana mucho más en contacto con la gente, también comencé sin siquiera quererlo a distanciarme de mis dos personas favoritas.
Es que no solo era doloroso mirarlos a los dos juntos, sabía bien que la herida iba creciendo, se necrosaba con cada día en su compañía... me hacía realmente infeliz.

Como era ciertamente imposible y hasta algún punto fastidioso no poder encontrar un lugar donde ellos dos no existieran, descubrí el espacio del trabajo, y comencé al principio con uno o dos empleos, después de un mes tenía cuatro y a finales del bimestre me las arregle para conseguirme un quinto.

Me pasaba las horas ocupado, creo que había visto más veces a mi familia por videollamada en el año y medio de exilio, que lo que llevaba de volver.

Sin darme cuenta el único amor real que había vivido en mi vida me había arrebatado no solo a mi familia y mi libertad, también a mis dos personas favoritas en el mundo.

¿Has deseado tener un pequeño granero en los amplios campos de Montevideo? como los que me contaste que tus padres tuvieron cuando eras un niño. Me imagino lo precioso que se ha de ver el paisaje a media tarde con todas esas planicies tupidas de amarillo a principios de primavera -- le dije, el reloj en la pared que siempre estaba adelantado diez minutos marcaban las 9:20 de esa mañana, y Gurov se había empeñado en acompañarme al desayunar mientras leía un libro de Anla Camrey llamado Algún día, la tercera parte de una trilogía juvenil.

Me miró por encima de sus lentes de lectura y sonrió sutilmente.

Es mi sueño más grande, aunque admito también que el más culposo -- respondió volviendo a su lectura, solté una risa por la nariz que contuve dándole un trago a mi café.

¿Más culposo que el deseo de terminar esa trilogía juvenil que lees con tanto afán? -- me burlé. Gurov era un sujeto simple, a veces con particulares matices curiosos. Estudiaba su doctorado sobre temas extremadamente especializados, por la cual le pagaban una beca generosa y un lunes por la mañana podía leerse plácidamente en la cómoda de la sala una novela chatarra de lo más choteado de la literatura contemporánea.

¿Acaso no tienes curiosidad por saber que paso con Calev y Eve? pobres niños, es un mundo muy difícil para un amor tan joven. -- soltaron sus labios, como si no hubiera en él una pizca de vergüenza, no tenía porque. Yo había leído las tres partes cuando íbamos en la maestría, tal vez incluso le había inspirado el gusto por esas novelas tan tontas, no sabía entonces que me arrepentiría.  

No te gustara, mejor que te detengas ahí si no quieres sufrir, ya que veo que te has encariñado con los personajes—

Terminé mi desayuno, le di una mordida gigante a mi tostada y el resto se la di a Gurov en la boca. Es decir, le di mi tostada a el sujeto de los clichés, no que lo haya mordido directamente en la boca. Aunque este pensamiento se me pasó por la mente y sacudí la cabeza dándome un zape.  

Tuve una novia de mi cuarto trabajo, era una chica dulce y tierna, me visitaba los domingos por la tarde en las únicas 4 horas en las que no trabajaba, y nos encontrábamos en la oficina donde éramos compañeros.

Mis padres la adoraban, era una mujer muy fácil de querer, creo que en algún momento incluso mi hermana creyó que ella era la “elegida"

Nunca fui capaz de decirle a mis padres sobre mi orientación sexual, aunque en realidad nunca estuve seguro de que no lo supieran. Sin embargo habría enfrentado aquel secreto si Gurov y yo alguna vez hubiéramos tenido algo, y habría sido muy sencillo porque él jamás lo había ocultado, en realidad era muy honesto con casi todo sobre sí mismo. 

Después de vivir la mitad de su vida con una de las familias más católicas y conservadoras de la monarquía había decidido ser lo más libre de todo aquello que podía manejar, aunque aún era preso de sus extraños hábitos.

Notas finales:

Con mucho cariño.

 


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