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En la Telaraña por I am Blue

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Notas del fanfic:

No estoy de acuerdo con las cosas que suceden en esta historia, y solo la hago por entretenimiento y porque me gusta escribir <3. Espero que vosotros también la disfrutéis uwu. No romantizo nada, solo muestro lo que pasa, y como se comportan los personajes uwu.

Notas del capitulo:

Cualquier error me podéis avisar sin miedo uwu, siempre reviso pero al final se me acaba escapando algo XDD.

La bañera estaba a rebosar y el agua tibia, pero eso a Narel no le importó, ya que de todas formas hundió la cabeza en esta. Era un poco estúpido por su parte, él mismo era consciente, pues sentir el ahogo físico no iba a impedir que desapareciera lo que le ahogaba por dentro. Era como una tormenta con la que llevaba demasiado tiempo lidiando, y en vez de cesar como uno esperaría, con el pasar de los días se hacía más fuerte y más difícil de sobrellevar.

 

Narel estaba exhausto, esa era la palabra adecuada y que definía su vida desde hacía ya unos años. ¿Cuántos? Había perdido ya la cuenta.

 

Maldecía por lo bajo no haber silenciado su móvil, pues no dejaban de llamarle, ¿O más bien debería decir que su hermano adoptivo no dejaba de ser un jodido pesado? Le daban ganas de estampar el aparato contra la pared, o a la cabeza del imbécil contra esta, lo primero que pasara. Si lo pensaba fríamente, comprendía que Jasper estuviese preocupado, pero por otra también era el responsable de su dolor de cabeza.

 

No sabía qué se le pasó por la cabeza a Jaspercuando pensó que sería buena idea tener de novio al chico del que Narel estaba enamorado, muy inteligente no era y menos cuando él mismo fingió que no le importaba. Cuando en realidad se le habían sumado más cosas por las que sufrir, ¡como si fuese poco! Soltó un suspiro largo y contenido, y después resopló. El baño tan solo le había hecho relajarse por fuera, pero por dentro el torbellino de emociones seguía destrozando todo a su paso.

 

Quitó el tapón de la bañera, y con un frío descomunal que le hizo temblar, tomó la toalla para taparse el cuerpo. También para evitar ver las cicatrices que tenía, las cuales eran una guerra contra sí mismo. El psiquiatra le había dicho que estaba pasando por una depresión, y le creía con firmeza pues sus sentimientos se habían desvanecido con el viento. Sus días eran monótonos, y sus ganas de vivir inexistentes.

 

No quiso mirarse al espejo, no obstante, pero al final su rostro demacrado le devolvió la mirada. Ojos hundidos, ojeras, palidez y delgadez. Lo único que podía llamar la atención de los demás aparte de ser un escritor mundialmente conocido a sus veintiséis años, eran sus ojos. El derecho de color marrón, y el otro verde. Una maravilla para todos, y él no quería más atención de la que ya tenía.

 

Apretó los puños; apartó la mirada con una mueca de desagrado hacia sí mismo, y decidió abrigarse si no quería coger una pulmonía, aunque si era era honesto, si la cogía y moría no le iba a importar mucho. Los pensamientos suicidas eran tan recurrentes, y tan necesarios para él como respirar.

 

Llegados a ese punto, había perdido la cuenta de las veces que su móvil había sonado, pero esta vez se apresuró para ir a cogerlo.

 

—¿Qué coño quieres? —preguntó en tono mordaz nada más descolgar.

 

—¡¿Cómo que qué coño quiero?! —se tuvo que separar el aparato del oído para no quedarse sordo. Era de esperarse que su hermano, Jasper, le recriminase—No me coges las llamadas.

 

—No me había dado cuenta—respondió con lo primero que le vino a la mente, restándole importancia con la mano aunque él no le viera.

 

—Ya, claro, y yo me llamo Nash—se le escuchaba molesto, y cuando respondía con sarcasmo era como confirmárselo.

 

—No, Nash es mi seudónimo como escritor—si Narel quería joderle aún más, lo estaba consiguiendo, sobre todo cuando este resopló.

 

—No me digas, no me había dado cuenta. Ahora deja de hacerte el tonto, y hablemos como personas civilizadas—su tono de voz casi rozaba la final línea del ruego, pero Jasper a veces tenía mucho orgullo.

 

Y hacer que este lo admitiera sería complejo.

 

—Lo dice quien me quitó el novio—reprochó.

 

Ni siquiera supo por qué decía esas palabras hirientes, pues peleándose con su familia, ya fuese de sangre o no, solo iba a conseguir más problemas. Pero sobre todo más dolor, de hecho no tardó en sentir una punzada de culpabilidad en el corazón. Si no podía disfrutar de sus aficiones, de su trabajo como escritor, entonces destruía su vida más de lo que ya estaba.

 

Hubo un silencio prolongado, y pensó en colgar.

 

—No era tu novio, Narel.

 

—No, pero lo quería—no quería mostrarse débil ante nadie, no obstante, su tono de voz sonó más débil de lo que hubiera esperado.—¿No tengo derecho a sentirme mal, Jasper?

 

—¡Joder! Pues claro que sí, cariño—si lo tuviera delante, sabía que se estaría pasando una mano por el pelo, con ¿Exasperación? Quizás con eso, y una mezcla de desesperación—¿Qué le hago si Riley me corresponde?

 

—Decirle que no puedes estar con él porque tu hermano pequeño se muere por sus huesos—contestó con tono mordaz, mientras las lágrimas descendían por su rostro.

 

 Aunque si era honesto, su respuesta había sonado más como chiste de mal gusto.

 

Se estaba odiando aún más a sí mismo por ser tan cruel con quien siempre le había querido, y defendido a pesar de que nunca habían compartido lazos de sangre. Estaba siendo egoísta, tratando de convencerse a sí mismo y darse más razones para cortarse las venas, y dejar de existir en aquel mundo llamado realidad.

 

—¿Tú hubieras hecho lo mismo? No me seas hipócrita.—su hermano soltó una risa irónica. Y él supo que razón no le faltaba.

 

—No.—negó al instante, siendo egoísta pues si Riley le correspondiera hubiera hecho lo mismo que su hermano.

 

—En fin, no te entiendo.

 

—Yo tampoco me entiendo.

 

—Ah...

 

Y era la pura verdad para su desgracia, ni él mismo se entendía y la impulsividad, el desprecio hacia sí mismo y lo apartado que estaba del resto, solo le llevaba a un camino de autodestrucción de no retorno. Pues se había vuelto adicto a la sensación de sentir algo, por mínimo que sea porque las buenas emociones habían decidido darse unas vacaciones. Ni siquiera la medicación le servía de algo, y llegaba al punto en el que pensaba que el error era él.

 

Un cúmulo de errores llamado Narel, ya que así se sentía.

 

Además, autolesionarse se había vuelto tan necesario como respirar, ya que le relajaba y al mismo tiempo, se sentía humano. Le confirmaba que tenía sentimientos como cualquier otro.

 

—Mira, Narel...—comenzó a decir Jasper con voz pausada y calmada, y eso le hizo soltar un sollozo sonoro—Entiendo que estés mal, yo también estoy afectado por la muerte de papá. Fue inesperada, y cúlpame a mí si quieres si eso te ayuda, y peor aún, te quité al chico que te gustaba. Pero, no te odies a ti mismo.

 

—N-Ni siquiera pude despedirme—tartamudeó, y seguido rompió en un llanto desconsolado y doloroso sin poder ya retenerlo. Aunque eso no calmaba su tormento, lo hacía aún peor.

 

—Pero no tienes la c... —no  le dejó terminar de hablar, porque él le interrumpió.

 

—¡Claro que la tengo! No debería haber ido a esa firma de libros. Y desde entonces todo lo que escribo es puta mierda.

 

—¿Y tú qué sabías? ¿Sabías que se iba a morir ese mismo día? —la furia en su tono de voz era notable, y si era sincero, Jasper le asustaba porque si él quería, intimidaba.

 

 Dio un respingo en el momento en el que escuchó cristales rompiéndose al otro lado de la línea.

 

—¿J-Jasper? —preguntó en un hilo de voz, llevándose las manos a la boca con inseguridad y terror. Su hermano se hacía el fuerte para todos, pero también estaba afectado, más de lo que Narel creía.

 

—Narel, sigue escribiendo y deja de odiarte. No sabes lo feliz que estaba papá de saber que seguías triunfando.

 

—¿M-Me estará viendo y sintiéndose orgulloso de mí, allí donde e-est-te? —el llanto no le dejaba hablar con claridad.

 

—Claro que sí, cielo...—los dos suspiraron al mismo tiempo, teniendo como esa conexión de hermanos y no pudo evitar reírse entre lágrimas.—¿Quieres que vaya a verte?

 

—N-No, así está bien, Jasper.—negó varias veces con la cabeza—Es más, ¿estás bien? Escuché cristales rompiéndose.

 

—Golpeé la mesa del salón, pierdo la paciencia rápidamente cuando estoy tan preocupado.

 

—Lo siento, no me estoy comportando bien con vosotros.—suspiró sintiendo un nudo en la garganta. Las buenas emociones aparecían como una chispa, en un instante y al otro ya no estaban.

 

No se sentía mejor que antes, pero al menos encontraba la calidez y el cariño de un hermano cuando lo necesitaba. Si fuera fuerte sería capa de ir hacia su casa, sin embargo, no encontraba la valentía para ir. Era un cobarde, y pensaba que debería estar alejado de todo el mundo para evitar daños. Sufrir todo a solas, así cumpliría con el castigo autoimpuesto.

 

—Somos tu familia—la sosegada voz de su hermano le acarició el corazón devastado por la muerte—No eres malo, es tu forma de sobrellevar el duelo.

 

—Aun así, lo siento—se disculpó nuevamente, dejando de llorar.

 

Miró por la ventana y la resplandeciente luz de la luna, le resultó hermosa. Era como si la vida le estuviese sonriendo, y dejándole más que claro que sus días dejarían de ser monótonos. Volvería a sentir la calidez en el corazón, en su vientre. Y la inspiración volvería como un vestigio del escritor que alguna vez fue.

 

—A-Ay Riley, cuidado que eso duele...—Jasper se quejó seguido de las risas profundas de su novio.

 

—¿Y entonces cómo quieres que te cure la mano? —le regañó de forma pastelosa y para nada enfadada.

 

Sintió una punzada de celos y de tormenta desastrosa, la cual le hizo colgar sin añadir nada más a la conversación.

 

Él se estaba sintiendo el peor humano de la faz de la Tierra. Ya ni siquiera le culpaba por ser la pareja de Riley, pues él había elegido a su hermano y no podía cambiarlo. El único culpable era él por ser un capullo, y no controlar el dolor y los celos, los cuales le quemaban el alma y con ello, solo quedaban las cenizas de lo que alguna vez fueron sus relaciones personales.

 

El pesimismo de Narel hablaba por sí mismo, y el dolor volvía para repetirle de forma constante lo desgraciado que siempre sería.

 

Si era honesto era muy cobarde para suicidarse, no importaba las cicatrices que tuviera en cada una de sus muñecas, nunca terminaba con su labor. Caía como tonto en la misma trampa por esas llamas dolorosas y punzantes que le recordaba que estaba vivo, junto con el cúter que siempre le acompañaba.

 

Con la última decencia que le quedaba, le escribió un mensaje de disculpa a Jasper prometiéndole que sin duda mañana por la tarde se pasaría por su casa para verle. Hacía un par de semanas que no se veían, además de que el trabajo de su hermano como policía le mantenía muy ocupado. A su madre siempre le daban mini infartos cuando este no contestaba a las llamadas.

 

Estaba aún más paranoica desde la muerte de su padre, aunque esta fue a causa de una enfermedad y no por ningún caso escabroso. Y entonces tragó saliva, pensativo, ¿sería capaz de dar aún más disgustos a su hermano quien se hacía el fuerte, y a su pobre madre paranoica y devastada por la muerte de su marido?

 

La respuesta debía ser clara y para nada egoísta, sin embargo, Narel era estúpido, temerario y ruin. Así que se le ocurrió la idea más estúpida de su vida; salir a la calle a altas horas de la noche.

 

¿Qué podía salir mal?

 

Todo.

 

¿Le importaba?

 

No demasiado.

 

Podía dar un tranquilo paseo nocturno, pero eso sería muy aburrido. Narel quería emociones fuertes, aunque no unas precisamente de un parque de atracciones. Y sabía la mejor manera de sentirlas, yendo a un barrio peligroso, en busca de su inspiración perdida y de paso de una posible muerte. Uno debería temer, y Narel, en cambio abría los brazos con una sonrisa, dispuesto a irse a los brazos de Morfeo para siempre.

 

Cogió el móvil, las llaves de casa, y su chaquetón largo y negro para evitar el frío. La luna seguía alta e inalcanzable, sonriéndole de vuelta. Agradecía que estuviese visible ya que siempre le había gustado el cielo nocturno, acompañándole en su oscuridad interior, pero alumbrando de forma tenue. Se sentía imbécil por creer que su vida cambiaría para bien, pero se aferraba a esa esperanza de dudosa calidad.

 

No supo durante cuánto tiempo había caminado, solo sabía que el frío calaba su cuerpo, y que el vaho se veía reflejado cada vez que respiraba por la boca. Estaba un poco exhausto, pero no desistía con su objetivo. Podía ser o no su día de suerte, aunque esperaba más lo primero que lo segundo.

 

Escuchó un ruido, sobresaltándole y poniéndole alerta. Miró hacia todas partes, ni siquiera la iluminación era buena, y la luz de la farola tintineaba en un baile siniestro de sombras acechantes. Tragó saliva, sintiendo palpitaciones en sus sienes y el sudor frío descendiendo por su frente. Si de verdad quería adrenalina, aquello sí que era un subidón.

 

Se escondió detrás de un contenedor de basura a pesar del hedor nauseabundo, y arrugó la nariz con desagrado. Asomó un poco la cabeza, y entonces encontró la fuente de su inspiración. Un joven cubierto de sangre de pies a cabeza, caminando lentamente hacia su presa. Una adolescente cojeaba mientras trataba de escapar sin mucho éxito, pidiendo una clemencia no concedida.

 

El joven asesino con mirada traviesa, traía consigo una cámara para no perderse ni un solo detalle.

 

—Sigue corriendo, así entretendrás más al público—Narel debería asustarse, pero temblaba de la excitación, era como ver una snuff en vivo y en directo.

 

Era un hecho que lo veía en vivo, junto con la adrenalina avisándole del peligro que él mismo corría. Además, la voz del hombre le resultó angelical, dulce, fue una caricia al alma, y le calmaba ya que la paz por fin llegaba. En una escena llena de adrenalina, y con la puerta de la muerte abierta, esperando por él. Había llegado su hora, y la de la chica también.

 

—P-Por favor, no diré nada—suplicó mientras las lágrimas corrían todo su maquillaje.

 

No sabía si el asesino la había maquillado para el desfile macabro, o era una víctima inesperada.

 

—Alicia—susurró el contrario, con voz amenazante y firme—¿Cuántas veces te he dicho que no seas ilusa?

 

—Muchas...—respondió la azabache, sus hombros estaban caído dándose casi por vencida, pero luchando contra el pequeño atisbo de huida.

 

Todo pareció ralentizarse, sus ojos lo captaba todo a cámara lenta a pesar de que el tiempo seguía pasando tan veloz como normalmente. La adrenalina hacía lo suyo, y todo cambió en el momento en el que el sonido estridente de un revólver se escuchó, la bala atravesó el pecho de la chica. Una víctima sin escape real, que había caído en las garras del cruel destino. Cayó al suelo, y Narel pudo observar como la vida escapaba lentamente de la joven, y entonces ambos comprendieron que todo había sido un engaño por parte del asesino manipulador. El escape real nunca había sido una opción.

 

Si no fuera porque estaba siendo un espectador mudo hubiera aplaudido, mientras no dejaba de observar el cuerpo sin vida de la supuesta Alicia.La cual manchaba toda la carretera con su sangre tibia, mientras la luna le arropaba. O al menos eso mismo se imaginaba Narel con su mente inquieta, y con su imaginación vívida.

 

En el silencio atronador, Narel tenía dos opciones, mientras su pecho y subía y bajaba con rapidez más que nunca. Se escondió de nuevo detrás del contenedor, ya que escuchó los pasos del verdugo acercándose al cadáver aún caliente. Podía huir y aprovechar ese subidón de adrenalina y de inspiración ante tal espectáculo real que le dejó embelesado, y anonado. O bien alertar de su presencia y acompañar a la joven en su lecho de muerte.

 

—Hola, bonito—escuchó la voz del hermoso hombre en frente de él, quien puso una mano al lado de su cabeza, apoyada en el contenedor. Le sobresaltó y le miró atentamente a los ojos.

 

Una persona normal tendría miedo, pero él no era común y nunca lo había sido. Sonrió sin sentir nada de peligro ante la atenta mirada del contrario. Vio que ladeaba un poco el rosto con cierta confusión.

 

—Buenas noches—respondió como aquel que iba a la tienda a comprar.—Ha sido un gran espectáculo.

 

—Ah, ¿sí? —inquirió con interés—Me alegro de que te haya gustado, pero ¿los niños bonitos no deberían estar dormidos en sus camas?

 

—Tengo una edad ya—decidió seguir la corriente, con temblores recorriéndole y sin apartar la mirada de esos ojos atormentados, pero llenos de una locura contagiosa.

 

—Obviamente, solamente bromeaba, bonito—el chico rubio y con manos cubiertas de sangre, le tendió una para ayudarle a levantarse.

 

Le miró con duda antes de aceptarla, y se levantó gracias a su ayuda. Hasta ahora no se había dado cuenta de que se había sentado, ya que había estado muy absorto en el espectáculo en vivo como para fijarse en detalles menores.

 

Si le estuviese grabando no le importaría, no obstante, la cámara no apuntaba hacia él, sino al suelo.

 

Debería haber sido una gran cacería viendo en el estado en el que estaba, pero eso a Narel le hipnotizaba. De hecho, ni siquiera le importó mancharse también la mano de la sangre fresca y viscosa, con ese olor metálico que tanto le caracterizaba.

 

—¿En qué piensas? ¿No deberías tener miedo? —aún con las manos unidas, este tiró de sí para susurrar en su oído—Narel..

 

Eso le heló la sangre, y le puso rígido. Sus sentimientos eran contradictorios y se sentía tan vivo, que necesitaba más de esa sensación de peligro, con la muerte sonriéndole de forma traviesa y malvada.

 

Tragó saliva antes de poder encontrar las palabras.

 

—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó con inocencia, y se estremeció del puro placer al sentir su aliento luego de una suave risa en su oído.

 

Narel había perdido el juicio por completo...Y le encantaba.

 

—Eso no responde a mi pregunta, bonito.

 

—No tengo miedo, me intriga saber quién eres y por qué haces lo que haces.

 

—¿Para? ¿Apareceré en tus libros? —le contestó con un tono de voz coqueto, que le dejaba sin respiración para luego sentir su mano acariciar su espalda, de arriba a abajo.

 

Esas manos grandes, y cubiertas de sangre dejando su huella por su ropa.

 

—No—negó varias veces con la cabeza, acompañándolo con sus palabras—Para saciar mi curiosidad antes de morir.

 

Los ojos del rubio se abrieron con sorpresa, riéndose segundos después. Una risa estridente y para nada sofisticada, como algo que no concordaba con su presencia elegante e intimidante.

 

—¿Quieres que te mate, escritor?

 

—Por favor—suplicó Narel con ojos de corderito degollado, no le importó en lo absoluto sentir sus ojos cristalinos y verse deplorable en su presencia.

 

El chico se separó de sí, y Narel le dedicó la sonrisa más bonita que poseía, tratando de expresarle la máxima gratitud posible. En su mente abría los brazos y abrazaba a la muerte con ansias, con la paz recorriéndole el cuerpo y sintiéndose de lo más dichoso por su deseo concedido.

 

Esperaba un disparo y la sangre desbordándose, mientras la vida se le escapaba entre las manos y todo se tornaba carmesí. O quizás un cuchillo enterrándose en su pálida piel, no obstante nada de eso llegó mientras esperaba impaciente con los ojos cerrados. Lo que sintió fue un golpe en la cabeza, y como la oscuridad le engullía llevándole al mundo de los sueños.

 

—Sería un desperdicio matarte, mi cielo.

 

Narel había pecado de ingenuo por sus ansias de morir, y su nueva vida empezaba aquí y ahora.

Notas finales:

Espero que os haya gustado e interesdo <3, el próximo capítulo lo tendré cuanto antes, probablemente no tarde mucho XDD.


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