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EL BEBÉ INESPERADO DEL SEDUCTOR MULTIMILLONARIO por cyntia

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-Naruto, despierta.

Naruto se retorció y se puso la almohada sobre la cabeza.

—Despierta, dormilón. Acuérdate de que tienes cita con el médico.

—¿Qué hora es? —gruñó Naru por debajo de la almohada con voz sofocada.

Él se rio entre dientes. Parecía diminuto tumbado boca abajo en la cama con la camiseta a media espalda. Los pantalones cortos abrazaban sus caderas redondas y voluptuosas.

—Ya son las diez. No tenemos demasiado tiempo.

Naru echó la almohada a un lado y se apartó el pelo de la cara.

—¿Por qué no has ido a trabajar? Él encogió los hombros.

—Estaba muy entusiasmado por ir.

—¿Pero no dijiste que tenías una reunión esta mañana?

Él deslizó una mano por el lado de su cara retirándole el pelo alborotado y enredado de la mejilla.

—Tengo otra reunión que es mucho más importante. Una reunión con esa personita que tienes dentro.

—¿Lo dices en serio? —Naru sonaba como si no supiera si debía estar feliz o enfadado. Se sentó—. Me alegro de que te tomes en serio lo del bebé, pero, Sasuke, el trabajo es importante. No puedes dejarlo así. Si yo hiciera la misma estupidez mañana, esperaría que me hicieras entrar en razón.

Él se rio.

—Y lo haré. Pero hoy es un gran día. Así que saca tu bonito culo de esos pantalones y ponte algo más apropiado.

Naru se levantó lentamente y caminó hasta el baño.

—Define apropiado —bromeó Naru.

Él le miró el culo balanceándose de forma atractiva en los pantalones cortos mientras iba al baño.

—Apropiado sería cualquier cosa que no haga babear a los hombres por tu culo como estoy babeando yo ahora mismo.

Naru se dio la vuelta con una sonrisa pícara en la cara.

—Ah, ¿sí? Dudo que pueda hacer que esto no parezca atractivo.

Él se rio en bajo, amando cada momento que pasaba con Naru. Incluso con la cara sin maquillar y con el pelo alborotado era el doncel más guapo que había visto jamás.

—Yo también lo dudo, pero podríamos intentarlo. Naru se apartó el pelo de los hombros.

—Mantente fuera de mis decisiones sobre el vestuario.

Él se estaba riendo cuando Naru desapareció tras la puerta. Dios. Estaba loco por Naruto. Incluso le encantaba la forma en la que rechazaba su sugerencia. Naruto era un doncel que no aceptaría órdenes de ningún hombre, y a él eso le excitaba.

Cuando Naru fue al salón vestido para la cita, él frunció el ceño. Y no era porque llevara los vaqueros cortados más diminutos y reveladores que hubiera visto jamás. Era porque nunca salía sin parecer menos que el ejecutivo que era.

Sin decir ni una palabra, él fue detrás de Naru hasta la puerta y, cuando Naru torció los labios, él negó con la cabeza.

—Estás quedándote conmigo, ¿no?

Naru se rio mientras volvía a la habitación.

—Era una prueba. No has hecho ningún comentario sobre los pantalones, así que has aprobado con honores. Me voy a poner otros pantalones.

Él todavía se estaba riendo cuando Naru volvió pareciendo el mismo con unos pantalones negros recatados y más sexis y con la misma camiseta morada oscura que llevaba antes. Pasó por delante y él le dio una palmada en el trasero. Dio un salto horrorizado.

Naru abrió los ojos de par en par y estalló de risa.

—¿Estás de broma?

Él lo besó en la mejilla rápidamente y le cogió el trasero con la mano otra vez.

—Solo te informo de que esto es mío.

Naru se puso a su lado en el ascensor, y tres señoras mayores se subieron después. Inclinándose hacia atrás, Naruto deslizó una mano sobre su culo, sobre los pantalones entallados que llevaba, y se dio cuenta de que él no se movía.

—Y esto es mío —le susurró Naru apasionadamente sobre el hombro. Respirando hondo, él se inclinó sobre su oído.

—Me estás haciendo tener una erección.

A Naruto se le retorcieron las entrañas rápidamente, y resopló como respuesta cuando la lujuria lo invadió. Quitándole la mano de la cadera, Naru permaneció ahí recatadamente cuando una de las señoras les sonrió. Cuando Sasuke se agarró las manos de forma sutil enfrente del cuerpo, Naruto bajó la vista automáticamente hacia su entrepierna.

—No estabas de broma, ¿verdad? —susurró Naru de forma significativa.

Él sonrió y se alegró de que el trayecto hubiera terminado cuando las puertas del ascensor se abrieron. Cuando salían, él deslizó un brazo de forma protectora alrededor de su cintura.

— Nunca hago bromas sobre erecciones.

Acababan de cruzar la puerta del bloque de pisos cuando Naruto se vio sobre su pecho de un tirón y él lo empujó hacia el coche. Los gritos de los periodistas retumbaban en sus oídos un momento antes de que viera a unos hombres enormes y fuertes formando un círculo de tres metros a su alrededor. Y entonces el círculo empezó a moverse con ellos y Naru entró fácilmente en el coche. Sasuke se sentó a su lado en la parte trasera del todoterreno, y Naruto vio al hombre alto y corpulento con una cicatriz en la cara, dentada pero bonita, sentándose en el asiento del copiloto.

—¿Qué pasa? —Preguntó Naru con el corazón acelerado—. ¿Quién es ese?

—Ah, nada —dijo Sasuke con una sonrisa, aunque Naru sabía que él estaba tenso y que su mirada era casi asesina—. Son solo unos guardaespaldas para espantar a los buitres que voy a demandar esta semana.

Naruto intentó entender cómo podía estar tan furioso y conseguir ser tan perfectamente educado con él. Si a Naru le molestaba algo, estaba acostumbrado a combatir cualquier cosa desafortunada que se cruzara en su camino. Pero ese hombre no solo tenía un temperamento implacable, sino también una contención inquebrantable.

***

Naruto entrelazó los dedos y los puso sobre su pecho mientras la médica le levantaba la camiseta por encima del vientre y le pedía que se desabrochara los pantalones.

Naruto hizo lo que le pidió y miró a Sasuke, que la miraba a la cara sin parpadear.

—¿Qué?

—Estoy un poco asustado —admitió él.

Naru se excitó por dentro y por fuera. Él parecía tan joven, tan aniñado. Y totalmente afligido ahora que se concentraba en su expresión.

—¿Te asusta que sea más real cuando lo veas? Él negó con la cabeza y con el ceño fruncido.

—Claro que no. Estoy asustado porque quiero que nuestro bebé esté bien.

Naruto se tragó el nudo de emoción que tenía en la garganta y lo miró asombrado incluso cuando él ya había fijado su atención en el monitor.

El sonido de un latido amplificado resonó en la sala, y la médica sonrió  mientras pasaba el aparato por el vientre todavía plano de Naruto.

—Aquí está… Aquí está el… —La médica hizo una pausa y frunció el ceño.

—¿Qué pasa? —Sasuke habló con un tono duro y autoritario que parecía ser una configuración ajustada a las situaciones en las que quería dominarlo todo y a todos  y salir victorioso.

Naruto le agarró la mano para que se calmara.

—¿Qué pasa? —preguntó bruscamente otra vez.

Naruto se dio cuenta de que él tenía las manos heladas igual que el. Naru respiró hondo mientras miraba al techo y el pánico la abrasaba.

Una mirada a Naruto casi hiperventilando y el autoritarismo de Sasuke murió rápidamente. Él le soltó la mano y la puso sobre la frente de Naruto.

—¿Estás bien?

—Sí.

Él le cogió la mano de nuevo y apretó los nudillos de Naru contra sus labios.

—Estoy aquí. No te asustes.

—Oh, ¡enhorabuena! —espetó la médica de repente—. Vais a tener dos bebés. Sasuke miró boquiabierto a la médica y Naruto miró boquiabierta a Sasuke. Por un momento Naru no sintió nada mientras la información le llegaba a la zona sensorial del cerebro, donde tardó en ser procesada. Pero, cuando Sasuke lo miró, Naru supo que él había procesado esa información más rápido porque, por alguna estúpida razón, él estaba radiante.

—Dos bebés. Gemelos, Naruto.

A Naruto se le enfrió el cuerpo y entró en calor de nuevo. Gemelos. No uno sino dos bebés de los que cuidar. Pero Sasuke estaba ahí. Él estaba ahí, ¿no? Se obligó a creerlo o se volvería loco.

—Eh —dijo él con suavidad al ver que Naru no sonreía ni reaccionaba.

Levantándose, él se agachó sobre el cuerpo de Naru y escondió su cara de la médica. Él se relajó cuando Naruto levantó la mano para agarrarle la espalda, pero clavó los dedos en la carne como si se estuviera ahogando.

—Dos bebés, y nosotros somos dos. Va a ser fácil.

—Ajá —balbuceó Naru, y él le dio un beso en la mejilla.

Él miró su cara mientras intentaba entender qué le pasaba por la cabeza. Estaba conmocionado.

El pánico se reflejaba en la forma en que tenía los ojos abiertos de par en par, en la forma en que apretaba los labios. Necesitaba tiempo para procesarlo.

—Estoy aquí, cariño —susurró él—. No te preocupes por nada. Naruto asintió y cerró los ojos cuando él le dio un beso en los labios.

—Vámonos a casa.

***

La casa resultó ser la de él y no la de Naru, y Naruto lo miró con cautela.

—¿Qué haces?

—Te llevo a casa.

—Pero esta es tu casa.

Él salió del coche y Naruto saltó cuando alguien le abrió la puerta al mismo tiempo.

Un guardaespaldas con uniforme… o quien fuera.

—Naruto, te presento al Sr. Iruka. Es nuestro mayordomo.

«Nuestro» mayordomo. La expresión no pasó desapercibida para Naru, pero mantuvo la boca cerrada hasta que él lo movió hacia un lado.

—¿Qué quieres decir con «Te voy a enseñar la casa»? Él lo agarró.

—Naruto, sé que ya has tenido suficientes sorpresas hoy, no voy a pensar en presionarte. Así que solo te voy a enseñar mi casa. Nuestra. Porque, en serio, ¿te imaginas a los niños diciendo «esta noche nos quedamos en casa de mamá o en casa de papá»? Necesitan tener un lugar al que llamar hogar.

—Y esa puede ser mi casa también —discutió Naru tercamente. Él respiró hondo y asintió.

—Claro, lo que tú quieras. ¿Vale?

Naruto se sintió como un niño mimado cuando él lo besó, sonrió y le dejó ganar la discusión antes de proceder a enseñarle su casa. Era enorme, aunque Naru ya lo había dado por hecho. Había visto su casa de España y se dio cuenta en ese momento de que Sasuke no tenía ni idea de qué hacer con todo el dinero que ganaba. Así que construyó casas grandes y después construyó casas aún más grandes. Todo era enorme y dominante, como él. Incluso los muebles eran modernos, minimalistas y provocadores a imagen suya.

—Tengo que admitir que esta casa es mucho más bonita que tu casa de Madrid, y ya pensaba que esa casa no podía ser eclipsada.

Él se rio entre dientes.

—Gracias. ¿Te ves viviendo aquí conmigo? ¿Algún día? ¿Pronto?

Naruto respiró hondo y caminó hacia el comedor y después hacia las puertas francesas que conducían a la piscina. Entonces se dio la vuelta. Naru era perfectamente consciente del hecho de que él le estaba pidiendo que se mudara por los bebés. Pero,

¿se podía quejar? Naru quería su apoyo y lo tenía. No quería parecer avaricioso. Él estaba haciendo todo lo que podía para que él se sintiera especial y para que no tuviera tanto estrés.

—Ahora mismo no. Pero quizá pronto.

—No quiero meterte prisa. Cuando te sientas cómodo. —Él lo atrajo más cerca—. Dime una cosa.

—¿Hmm?

—¿Estás feliz por los bebés?

Naruto consiguió esbozar una pequeña sonrisa.

—¿Por tener gemelos? Creo que necesitaré algo de tiempo para hacerme a la idea.

—No —dijo él con suavidad—. En general, ¿estás contento por ser madre?

Naruto tragó y el miedo se apoderó de él. Se había dicho a sí mismo que ya se había acostumbrado a tener sacudidas de pánico, pero todavía lo cogía por sorpresa cada vez que pasaba.

—Estoy más feliz ahora que sé que vas a estar aquí.

—Ya. Pero… ¿has empezado a sentir que quizá esto tenía que pasar y que podría cambiar tu vida a mejor? —Naruto asintió, pero él inclinó la cabeza—. Por favor, no me mientas. No te voy a juzgar, dobe. Solo quiero entender tus sentimientos para seguirte el ritmo.

Naru se sentó en el sofá y él se sentó sobre la alfombra con las piernas cruzadas, observando cada expresión que aparecía en su cara. Naruto se sentía como si estuviera desnudo. Sentía que él podía verlo todo, todos los defectos y todos los pedazos rotos que se había asegurado de mantener ocultos. Pero ahora él los conocía todos. Casi todos. Pero no le producía rechazo. ¿Qué clase de doncel no se alegraba de estar embarazado?

—No es que no quiera ser madre, es solo que… es aterrador y...

—¿Y? —Él parecía estar completamente relajado, comprensivo, con una mirada llena de la calidez de siempre. No había juicios en sus bonitos ojos, ni siquiera un ápice.

—Y desbarajusta los planes que había hecho para mi vida.

—¿Por ejemplo?

—Por ejemplo… Estaba trabajando muy duro para conseguir un ascenso, y va a ser mío en cuanto hagamos el anuncio de BubFun. Pero ahora me pregunto de qué sirve el trabajo duro. No voy a tener un hijo, ¡voy a tener dos!

Sasuke tragó y respiró hondo.

—Vale. Pues he estado pensando… —comenzó él con tono animado, como si Naru no hubiera dicho nada—. No voy a viajar fuera del país durante un tiempo, o al menos no a menudo. Quizá una vez al año. E intentaré delegar también eso. Así que, como voy a estar en la oficina de Nueva York tan a menudo, he pedido que vacíen una planta del edificio y he contratado a un diseñador de interiores para crear un espacio de juegos para niños. Y también voy a ofrecer cuidado de niños gratis en nuestra oficina.

Naruto frunció el ceño mientras intentaba entenderlo.

—Así que puedo tener a los bebés conmigo. Como soy tan paranoico, los cuidadores estarían a mi alcance durante el día. Y tú puedes acercarte durante tu descanso para comer. Y después pasar a buscarnos a mí y a los niños cuando termines con tu trabajo.

El tipo de vida que él esbozó lo hizo sonreír y lo hizo feliz porque, por una vez, iba a tener a alguien que se preocuparía si no aparecía para comer o para recogerlo. Pero, cuando Naru le rodeó el cuello a Sasuke con los brazos y le susurró un «gracias», no pudo resistir decirle a ese hombre maravilloso y fantástico que estaba asustado por cosas mucho más profundas y oscuras.

No estaba capacitado para ser madre. No sabía cómo serlo. Nunca había visto a una en acción. Su madre adoptiva siempre estaba borracha y enfadada, y Naru sabía bien que las madres no debían ser así. Era imposible que Naruto aprendiera a ser madre. No tenía inspiración, un ejemplo a seguir. No sabía nada sobre maternidad. O sobre cuidar a otras personas. Anteponer a alguien a sí mismo. En su cruzada por ser independiente y destruir los demonios de su pasado, se dio cuenta con remordimiento de que se había convertido en un doncel interesado y egoísta que tenía miedo de no ser capaz de cuidar a nadie más que a sí mismo.

Su mente estaba agitada por las posibilidades, los miedos y las preguntas, pero mientras estaba ahí sentado aferrándose a él, supo una cosa con seguridad: Sasuke Uchiha significaba para el más de lo que había significado cualquier otra persona en su vida. Era más que el apoyo de tenerlo cerca para los bebés. Se trataba de él, de la persona que era y del papel que desempeñaba en su vida.

Estaba loco por él y, si existía algo que se llamara amor, debía de ser esto. Ese sentimiento doloroso, de necesidad, desesperado pero maravilloso de tenerlo. Y Naru con frecuencia se había sentido increíblemente preocupado por él.

Estaba enamorándose locamente de Sasuke.

Deseaba poder confiar en que él se quedaría a su lado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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