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EL BEBÉ INESPERADO DEL SEDUCTOR MULTIMILLONARIO por cyntia

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Exactamente a las cinco y cuarto, Naruto se paseaba por el salón de su casa mientras se le hundía el corazón. Él nunca llegaba tarde, y tenía la sensación de que no iba a aparecer. «Te lo mereces. Tienes que ser cauto con los hombres, ya lo sabes, pero ahí estás, entregándole el corazón, pasando la noche en su casa y diciéndole que sí cada vez que te pide quedar».

No quería llamarle. De repente, España parecía estar muy lejos. Y el tiempo que había pasado con él era insignificante ante el sufrimiento de este momento. No lo conocía, no de verdad. Sabía lo que el resto del país sabía.

Sasuke Uchiha era una estrella de la televisión, un símbolo sexual, el propietario de una corporación de empresas, pero realmente no lo conocían. A lo mejor él simplemente pensaba que Naruto era fácil y eso le había disuadido. Debería haberle mantenido a cierta distancia.

Naru suspiró y se dejó caer en el sofá. Estaba claro que no iba a venir.

El rechazo le consumía todo el cuerpo, pero se obligó a no sentir. Era un profesional en eso, en reprimir los sentimientos y no decirlos en voz alta. Su infancia lo había condicionado en eso. No había sido fácil crecer solo, en una familia que supuestamente era la tuya pero que en realidad no lo era. Cuando nadie te apoyaba, te acostumbrabas a ocultar los sentimientos. No merecía la pena tener que lidiar con el drama que conllevaba.

Cuando sonó el timbre, saltó y se dirigió lentamente hacia la puerta mientras el corazón le daba un vuelco traicionero cuando vio su cara a través de la mirilla. Abrió la puerta con el ceño fruncido al ver su preciosa cara llena de culpa mientras él estaba de pie en el pasillo.

—Lo siento muchísimo, Naruto.

Naruto no sabía qué decir. No se iba a quejar. Nunca se quejaba a nadie. Sus problemas eran solo suyos. Hacía mucho tiempo que había abandonado la idea de que a alguien le importaran sus sentimientos.

—¿Qué ha pasado?

Él suspiró, clavándole la mirada en la cara.

—Estaba de camino, iba a llegar pronto pero me he encontrado un gatito al que acababa de atropellar un coche y no podía no llevarlo al veterinario.

Naruto lo miró boquiabierto, se le paralizó el cerebro, los engranajes se esforzaban por moverse mientras todo se detenía. Qué excusa tan jodidamente ridícula.

—¿Me estás vacilando?

—¡No! —Él se acercó y lo agarró por la parte superior de los brazos—. Sé que todavía no confías en mí. Lo puedo ver en tu cara. Odio esa mirada. —Le acarició las mejillas con las dos manos hasta que Naru se relajó visiblemente—. Quería que esta cita fuera especial y lo he fastidiado por completo.

Naruto era claramente consciente del deseo ardiente y frenético que le retorcía las entrañas. Sentía un hormigueo en las mejillas allá donde él tocaba. Sus pezones anhelaban la suavidad de sus manos. Su mente eligió ese preciso momento para recordarle la forma en la que sus dulces manos se transformaban en la cama, manoseándolo, dominándolo, sacudiéndolo por encima y por debajo de él y mantentiendo sus muñecas presas cuando él lo controlaba por completo.

Su cordura aumentó con una ráfaga de emociones y agitó la cabeza.

—No pasa nada, supongo. Pensaba que no ibas a venir.

—Claro que iba a venir. Me moría por verte. —Él se rio con evidente incredulidad. Naru asintió y atravesó el salón para coger su abrigo beige.

Sasuke aprovechó el momento para mirarlo detalladamente. Llevaba un pantalón de traje negro, y una camiseta gris que contrastaba con su piel y con su pelo dorado.

—Por cierto, estás precioso.

Naruto sonrió mientras su corazón seguía acelerado por la agitación. La media hora de espera lo había hecho pensar en muchas cosas que había dejado a un lado. En cosas que no quería pensar. De alguna manera, ese hombre era capaz de hacer que se sintiera eufóricamente feliz y terriblemente molesto.

No estaba seguro de que le gustaba la idea.

Él deslizó el brazo alrededor de su cintura en el ascensor y lo besó en la cabeza.

—Siento haber estropeado tu noche.

Naru no era capaz de mirarlo. Lo único que podía hacer era permitir que su cuerpo se quedara paralizado para no sentir nada más.

Cuando él abrió la puerta lateral del pasajero de su Bentley para Naru, murmuró:

—Naruto, sé que no estás de muy buen humor ahora mismo y que yo soy el culpable, pero ¿te puedo pedir un favor?

—¿Hmm? —Naru intentó animarse, pero solo conseguía fingirlo.

—¿Podemos parar en el veterinario para ver cómo está el gato?

A Naruto le dio un vuelco el corazón al ver la nostalgia en su cara. ¿Cómo era posible que un hombre que desprendía poder en oleadas palpables pudiera tener un aspecto tan tremendamente aniñado y adorable al hablar de un gato herido? La súplica le hizo añicos y, al instante, Naru le creyó. No estaba poniendo una excusa. Estaba diciendo la verdad. No era el tipo de hombre que caería así de bajo, y Naru se reprochó mentalmente el haberle juzgado mal.

—Vale, claro. —Y, cuando Naru sonrió esta vez, lo hizo desde el corazón.

El gato resultó ser un adorable y sucio gatito callejero, pero tenía la espalda fracturada y el veterinario estaba trabajando en ello. Naruto acarició al gato inconsciente y vio que Sasuke lo estaba mirando. Una amplia sonrisa se dibujó en la cara de Naru y deslizó la mano alrededor de su cintura.

—Creo que no me gustas mucho —bromeó Naru.

La mirada de Sasuke se llenó de lo que Naru solo podía describir como adoración, algo que Naru pensaba que solo vería en películas.

Él presionó los labios con fuerza sobre un lado de su cabeza y le susurró al oído:

—Y yo creo que me gustas demasiado para mi propio bien.

Naruto se mordió el labio y se acercó a él mientras volvía con el al coche. Su interior estaba lleno de felicidad. Era la primera cosa que había dicho él para mostrar que estaba realmente interesado en lo que fuera que estaban haciendo. La primera noche que habían salido juntos había perdido el control. Las manos de él sobre su cuerpo mientras bailaban habían sido demasiado inquietantes para sus frágiles sentidos, y Naru había sucumbido a sus impulsos pensando que no le dolería satisfacer sus propios caprichos.

Pero Sasuke era maravilloso y Naru no era capaz de decidir si sería estúpido por confiar en él completamente o si sería realmente inteligente.

Sasuke deslizó la mano entre sus dedos y aparcó enfrente de lo que Naru creía que era una pista de patinaje sobre hielo.

—¿Qué hacemos aquí? ¿Rescatar a un niño cojo esta vez? —bromeó Naru.

Él sonrió y le puso el brazo sobre el hombro. Naruto por fin se dio cuenta de lo diferente que estaba. No llevaba traje, y era la primera vez. Con una camisa negra y unos pantalones a juego, él parecía un pecado peligroso y cautivador al que Naru sucumbiría mil veces sin miedo a las repercusiones. Era la criatura más atractiva que Naru había visto jamás.

—Vamos a patinar sobre hielo.

—¿Me estás vacilando? Es una idea terrible.

—Será divertido.

Naru se detuvo fuera de la pista, donde unos adultos se deslizaban airosamente sobre el hielo, y Naru entrecerró los ojos.

—Yo no puedo hacer eso. Me romperé la espalda si lo intento.

Sasuke lo cogió por los brazos y lo giró hacia él, haciendo que su pecho golpeara sobre el suyo. Respirando hondo, le puso un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Estoy aquí. Cuidaré de tu espalda si te caes.

A Naruto se le cortó la respiración y el corazón le golpeó locamente. «No, no, no, no. Son solo palabras. No les hagas demasiado caso». Pero no podía negar que había estado pensando en eso en el salón mientras esperaba que él apareciera, y ahora él había dicho esas mismas palabras. Bueno, no exactamente con el mismo significado, pero aun así. Tenía la sensación de que podía contar con él, pero sabía que en realidad era tan seguro como caminar sobre brasas ardiendo.

Aun así, Naru sonrió cuando él agachó la cabeza para besarlo. Entonces Naru se liberó y empezó a ponerse los patines.

—Vamos a hacerlo.

Sasuke se rio ante su entusiasmo y lo ayudó a ponerse los patines. Ese hombre magnánimo arrodillado a sus pies y poniéndole las tiras y las hebillas hizo que su corazón se retorciera de deseo. Mordiéndose el labio, Naru lo miró con deseo.

Cuando él le dijo que estuviera quieto sobre el hielo mientras Naru se agarraba a la barandilla, Naru respiró hondo y el aire salió rápidamente de sus pulmones.

—Deberías saber… —dijo Naru mientras él se deslizaba a su lado como si estuviera caminando sobre hierba en vez de sobre hielo y Naru temblaba sobre unas rodillas inestables— que esto es lo más arriesgado que he hecho desde quinto de primaria, cuando ayudé a mi amiga a coger su rana.

Sasuke se rio en bajo mientras sus ojos centelleaban al imaginarse la situación.

Naru se rio con él y el momento se alargó más de lo que debía. Como había pasado en España, se miraron el uno al otro en silencio dejando que el momento durase.

Justo cuando Naru pensaba que él se había inclinado para darle un beso en la boca, Naru se cayó de culo con un quejido.

—¡Vaya! —Sasuke lo levantó otra vez en dos segundos—. ¿Estás bien? —preguntó él con una leve risa.

—Eso creo. —Naru se ajustó el casco, alegrándose de que estuviera obligado a llevarlo. Y entonces se cayó de culo otra vez.

—Por el amor de Dios, dobe, ponte las pilas —bromeó él y lo levantó, sujetándolo con firmeza esta vez mientras lo ayudaba a moverse por el hielo—. Creo que cuando has dicho que te romperías la espalda querías decir que te romperías el culo.

Naruto se estaba riendo cuando él lo besó bruscamente en la boca, con prisa, rápidamente, y el calor le atravesó los huesos durante la siguiente hora mientras él no lo dejaba caer de nuevo. Porque no lo soltaba. Cuando finalmente se cayó, él interrumpió la caída deslizándose por debajo de Naru. Naruto le odiaba por ello; le odiaba por cuidar de él. Lo estaba confundiendo, y unas sensaciones despreciables y abruptas le arañaron el corazón.

Cuando por fin salieron de la pista, Naruto lanzó los brazos alrededor de su cuello y le atrapó la boca en un beso. Deslizó los labios sobre los suyos lentamente y después apresuradamente. Él le rodeó la cintura con los brazos como un tornillo de acero y le empujó la cabeza hacia atrás con la fuerza de su boca. Mientras sus lenguas se enredaban, Naruto gemía en su boca y ralentizaba los movimientos de sus labios, dejando que él tuviera el control.

Él deslizó las manos por la parte frontal de su cuerpo, le cogió la cara con las manos e interrumpió el beso. Él clavó la mirada en su cara levantada y agitó la cabeza.

—Me estás haciendo perder la cabeza.


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