Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

EL BEBÉ INESPERADO DEL SEDUCTOR MULTIMILLONARIO por cyntia

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Sasuke estaba abatido. Rechinó los dientes con impaciencia y miró su móvil mientras los magnates japoneses hablaban sin cesar sobre la nueva unidad de producción que utilizaba la fábrica de Sasuke. Dos semanas. Dos largas semanas desde que había llevado a Naruto a patinar sobre hielo y dos largas semanas desde que lo había besado. Después de que hubiera intentado patinar sobre hielo y se hubiera roto el trasero, lo había llevado a cenar a uno de sus restaurantes italianos favoritos y después lo había dejado en su casa con un beso largo que había dejado a los dos jadeando.

Pero él no se había quedado. Sabía Dios que se moría de ganas. Pero había tenido la sensación de que Naruto Namikaze no tenía ni idea de lo especial que era y necesitaba que se lo demostrara. Así que no había dormido con Naru. Ahora se arrepentía, echaba de menos su cara y sus brazos y su pelo rubio cayendo sobre su pecho como una cascada de seda. Había pasado demasiado tiempo en Japón y se moría por volver a casa.

En cuanto terminó la reunión, Sasuke cogió el teléfono y caminó hasta la pared de cristal de la oficina, contemplando el paisaje urbano de Tokio, una ciudad de la que siempre había disfrutado pero a la que ahora le faltaba encanto. Naru contestó al cuarto tono.

—¿Hola?

Él cerró los ojos.

—No tienes ni idea de cuánto echo de menos tu voz.

***

La sonrisa de Naruto era silenciosa pero radiante y eufórica. «Yo también te echo de menos». Pero no lo dijo. Las admisiones abiertas y honestas que él hacía lo cautivaban, pero Naru no se atrevía a ser tan directo sobre sus propios sentimientos. No iba a pasar.

—Tenía muchas ganas de que me llamaras. Él suspiró.

—Esto se ha alargado mucho. Salgo hacia Nueva York dentro de media hora. Te veré en cuanto aterrice.

—Estaré allí. En el aeropuerto, quiero decir. Sasuke hizo una pausa.

—¿Sabes qué? Mi chófer te recogerá a las seis y te llevará al aeropuerto… a mí.

Me muero de ganas de verte.

—Y yo —dijo Naru suavemente.

Cuando Naru colgó, tenía el estómago lleno de mariposas. Esa pequeña admisión honesta estaba bien. Era apasionante de una forma extraña y traviesa. Sentía que se estaba exponiendo para que le hicieran daño, para que lo cuidaran. Diablos, si no se arriesgaba nunca recibiría nada a cambio. Y, por el momento, tenía la sensación de que era seguro invertir sus sentimientos en Sasuke. Al menos Naru rezaba con fervor por que fuera así. Sabía Dios que ya había tenido una buena ración de desamor. Con suerte, esa fase de su vida se había acabado.

***

Sasuke caminó con decisión por el aeropuerto. Sabía que un doncel con los ojos zafiros, el pelo rubio y la sonrisa más bonita le estaba esperando en su limusina. No podía creerse que estuviera tan enganchado a Naru. Tampoco podía creer que un viaje a España que había estado a punto de cancelar le hubiera llevado hasta Naru. ¿Y si no hubiera ido allí? Naruto estaría trabajando, no lo conocería y probablemente estaría saliendo con otro, besando a otro…

—Joder. —Los celos le golpearon el pecho y empezó a caminar enérgicamente, apresurándose para verle la cara. No podía creerse cuánto se divertía con Naru. Era honesto y real, diferente al resto de donceles y mujeres con los que había salido. Nunca había sido el tipo de hombre que usaba y descartaba a un doncel o mujer, pero, aun así, había pasado por muchas buscando al que encajara.

Naruto, con su humor impredecible y su brillante sonrisa, podía ser exactamente el doncel al que había estado buscando. Alguien con quien sentar la cabeza. Alguien con quien compartir su vida. Alguien con quien envejecer. Maldita sea. Ya podía imaginar la vida que tendría con Naru a su lado. Y, como lo conocía desde hacía solo tres semanas, la idea era aún más ridícula y maravillosa.

Para mayor placer, el doncel que pensaba que lo esperaría en el coche en realidad estaba esperándole dentro del aeropuerto. Con una amplia sonrisa, lo cogió por la cintura y lo levantó sobre su pecho.

Naruto se rio mientras le rodeaba el cuello con los brazos y él lo levantaba del suelo.

Cuando lo bajó de nuevo, no le soltó la cintura e inclinó la boca sobre la de Naru en un beso breve pero intensamente profundo que dejó a ambos jadeando.

Él descansó su frente sobre la de Naru y suspiró.

—Me haces tan jodidamente feliz.

Naru deslizó las manos por los lados de su cara y dejó que cayeran sobre su pecho, levantando la mirada tímidamente hacia la suya.

—¿Cómo consigues decir siempre las cosas más maravillosas? Él apretó la mandíbula.

—Porque siempre consigues hacerme sentir las cosas más maravillosas.

Naruto sonrió. Cuando Naru se inclinó para besarle la mejilla, él tensó la mano alrededor de su cintura de forma posesiva.

***

Sasuke todavía lo sujetaba por la cintura cuando pasó con Naru por la entrada VIP del restaurante más exclusivo de todo Nueva York.

—¿No es imposible conseguir una reserva aquí?

—El propietario es amigo mío, así que no hay problema —explicó él modestamente mientras el camarero les servía las bebidas.

 

Naruto suspiró y sonrió.

—¿Y qué tal ha ido el vuelo? ¿La persona que estaba a tu lado roncaba? ¿Y qué tal los bebés? ¿Han llorado durante todo el vuelo o qué?

Sasuke se rio en bajo, conmovido por la forma en  que bromeaba sobre su jet privado.

—Dentro de poco te llevaré conmigo y tú mismo podrás ver a todos los bebés llorando en el avión mientras te hago el amor en medio del cielo.

—¿Lo harás ahora? —Naru arrugó la nariz.

Sasuke se levantó bruscamente, dio dos pasos alrededor de la mesa y le agarró la nuca antes de darle un pequeño beso en su diminuta nariz.

Naru se quedó paralizado mientras él se sentaba de nuevo.

—¿Qué? —preguntó él con una risa ahogada.

Naru negó con la cabeza y bajó la mirada a su plato. Las emociones que lo dejaban sin aliento eran reales y palpables, pero este hombre… si le rompía el corazón, lo haría pedazos. Y Naru ya sabía, incluso antes de que ocurriera, que nunca sería capaz de superarlo… o de olvidarlo.

—¿Todo bien? —preguntó él. Cuando Naru asintió, él se inclinó hacia delante—.

¿Quieres hablar de ello?

Naruto vio el destello de total adoración en sus ojos, su decidido interés, y sonrió.

—Está todo perfecto. —Naru estiró la mano hacia su copa.

Él le apartó la mano de la copa, colocando la palma sobre la mesa y deslizando las yemas de los dedos sobre sus nudillos.

—Me puedes contar cualquier cosa. Pero eso ya lo sabías, ¿verdad? Naru se rio entre dientes.

—Sí. Y debería decir que desde la experiencia con el patinaje sobre hielo, los lumbares me están matando.

A él se le borró la sonrisa al instante.

—Estás de broma.

—No. La verdad es que ha empeorado durante esta última semana.

—¿Has ido al médico? Naruto hizo una mueca.

—¿Ir al médico por un dolor de espalda cuando sé perfectamente que lo provocó tu cita intensiva? No soy un debilucho.

Él ahogó una carcajada.

—Eres adorable dobe.

Naru dio un sorbo a la bebida.

—Gracias. Tú también teme.

—No copies mis cosas. Piensa tus propias frases que decir. Se supone que eres creativo.

Naruto sonrió.

—¿Como qué?

—Ah, muy inteligente. Hazme pensar por ti también.

—Hmm. Vale, voy a aprovechar esta oportunidad para pedir que la próxima vez que pienses tener una cita tan intensa me avises con antelación para llevar un par de antiinflamatorios en la sangre.

Él agitó la cabeza de manera fanfarrona y cogió el tenedor.

—Cariño, las citas conmigo siempre serán intensas, y…

—Él lo miró a los ojos de forma juguetona

— si no son intensas durante, sin duda serán intensas después.

—Es muy alentador saberlo. Él asintió.

—Me alegro de que tengas ganas.

Naruto resopló y se rio, golpeándole en la mano con un toque juguetón mientras él se reía entre dientes.

El camarero retiró los platos y Naruto vio con culpabilidad cómo se llevaba a medias su plato de pollo que, sin duda, era realmente caro.

—¿No te ha gustado la comida? —dijo Sasuke mientras le cogía la mano por encima de la mesa.

Una corriente eléctrica le recorrió el brazo hasta el hombro y le bajó por la columna vertebral, y Naru tragó para aplacar el horrible sabor que tenía en la boca.

—No tenía mucha hambre y sabía un poco raro.

El camarero colocó un plato con el postre entre ambos y Sasuke no le soltó la mano cuando Naru trató de liberarla.

—Para arreglar ese sabor raro del pollo… —Él le agarró la mano derecha mientras metía su cuchara en la tarta de lava fundida y le metió la cucharada de delicioso chocolate en la boca.

Naruto se cubrió los labios mientras dejaba que el sabor diera vueltas en su boca.

Tenía un sabor realmente delicioso, pero de repente sintió una arcada. Naru tragó y, cuando él estaba a punto de darle otra cucharada, se le revolvió el estómago e intentó regurgitar todo lo que había comido.

Naru no quería herir sus sentimientos, pero al ver la cuchara cerca de la boca, le entró el pánico.

—Necesito ir al baño.

Naru liberó la mano y salió disparado de la silla, atravesando el restaurante para llegar a los baños que estaban al fondo. Delante del lavabo, le dio una arcada y se enjuagó la boca una y otra vez sin dejar de tener arcadas, sujetándose al mármol mientras esperaba a que las náuseas disminuyeran.

Por suerte no salió nada, pero ahora tenía los ojos rojos y respiraba con dificultad por el esfuerzo.

—Oh, Dios mío.

Al pollo le pasaba algo. Un solo mordisco y había sabido que no estaba bien. ¿El restaurante más exclusivo de Nueva York? Mentira. Servía carne mala y caducada y ahora estaba enfermo. Pero no quería decirle nada a Sasuke. Sería maleducado.

Arreglándose el maquillaje lo mejor que pudo, volvió a la mesa.

—¿Podemos irnos a casa, por favor?

La agitación de su voz hizo que él volviera la vista hacia Naru y, al instante, hizo un gesto para pedir la cuenta.

—¿Estás bien?

Naru sabía que tenía los ojos enrojecidos y no podía mirarle.

—Sí. —No podía hablar. No podía ni inspirar. Ahora el lugar entero apestaba. El olor de la carne podrida le golpeó la nariz cuando el camarero pasó con la comida de alguien, y Naru casi se dobló.

Sasuke lo miraba atentamente mientras le daba la tarjeta al camarero. Parecía enfadado, molesto. Él respiró hondo.

—¿He dicho o hecho algo, cariño?

La ternura era reconfortante, pero iba a tener otra arcada y, muy posiblemente, a vomitar en medio de ese restaurante tan exclusivo.

***

—No me encuentro muy bien. Tengo que salir de aquí. —Naru cogió el abrigo.

Sasuke lo miraba impresionado mientras Naru salía casi corriendo del restaurante. Él se apresuró detrás de Naru, siguiéndolo con pasos rápidos, y le agarró el brazo cuando empezó a alejarse del restaurante.

—Espera. ¿Qué ha pasado?

Naru respiró hondo varias veces.

—Quiero irme a casa. Siento irme así.

Naru comenzó a caminar otra vez y él la agarró de nuevo.

—Deja de huir de mí. Sube al coche. Yo te llevo.

Naruto asintió y él vio su expresión preocupada y confusa mientras Naru entraba en la limusina y se sentaba en la parte de atrás, apartando la vista de él y mirando por la ventana.

Entonces, agitadamente, Naru bajó la ventanilla y comenzó a dar respiraciones cortas por la nariz sin hablar con él, sin siquiera mirarlo.

«Joder. Lo he estropeado». Pero, ¿qué había hecho? Él no podía recordar de qué estaban hablando cuando Naru se fue al baño. Fuera lo que fuera lo que le molestaba, probablemente no estaba relacionado con él, pero entonces, ¿por qué ni siquiera lo miraba?

—Naruto, ¿va todo bien?

—Sí.

—¿Podemos hablarlo antes de que te deje en casa?

—Mañana —dijo Naru con evidente dificultad, moviendo la garganta mientras tragaba una y otra vez.

Él sintió el pánico en los huesos y agachó la mirada hasta la mano de Naru. Estaba apretando la piel marrón, clavando las uñas como si tuviera miedo de caerse del asiento o algo parecido. Él le cubrió los nudillos, casi esperando que Naru lo apartara pero, para mayor desconcierto, el doncel enfadado e inaccesible giró la mano y le cogió de la palma como si su vida dependiera de agarrarse a el.

Él miró su perfil mientras Naru apoyaba la frente sobre el lateral de la ventana y seguía respirando de forma extraña.

Él le sujetó la mano entre ambas palmas y respiró hondo mientras lo miraba. Sin duda, Naru no tenía ganas de hablar. Había aprendido algo más sobre el dios sonriente que había conocido en España. No solo era increíblemente impredecible, sino que también era un misterio. La mitad del tiempo no sabía qué esperar de Naru. Su expresión, sus reacciones y situaciones como la que estaba viviendo en ese momento seguían surgiendo de la nada. Y, cuando miraba su preciosa cara mientras llegaban al bloque de apartamentos, él sabía que tenía que pelar las capas de ese doncel. Se moría por saber qué lo movía, qué lo hacía sentir de la forma en que se sentía, hacer lo que hacía. Quería llegar a conocer cada pedazo de su corazón, pero no sabía si Naru le dejaría.

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).