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Quedé embarazado en una dulce noche. (Traducción finalizada) por yuniwalker

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Justo cuando creyó escuchar un rugido, algo muy típico de las tormentas de arena en el desierto, una gran cantidad de flechas y lanzas volaron en su dirección.


¡Plash!


Nefert balanceó su espada y golpeó todas las flechas que caían contra él una vez y otra vez y otra hasta que se cansó. Y tal vez el veneno todavía estaba allí, porque comenzó a marearse tanto que tuvo que detenerse un minuto para poder respirar. Era evidente que no podía luchar más. 


"Acepta la derrota con gracia, hermano. Los altos funcionarios que estaban de tu lado ya no están en este mundo. Todos se han ido con Osiris ahora".


Osiris era el Dios del inframundo. Y fue cruel que hiciera eso a pesar de que ellos eran políticos, académicos y personal militar que eran importantes para el futuro de su nación. 


"Sí, tienes razón. Pero si me matas aquí, no van a poder momificarme y tampoco van a darme una tumba decente para que pueda descansar junto a mi padre. Y si haces eso, entonces ni siquiera voy a poder ver a ese Osiris del que tanto te gusta hablar".


"Jajaja, tan religioso como siempre. No te preocupes. Cuando acabe contigo, momificaré adecuadamente tu cadáver, querido hermano".


Pero estaba seguro de que no había forma de que Dios eligiera a una persona tan cobarde como él para hacerlo su faraón. 


"Ah... Eres, un maldito. ¡Yo soy el faraón! Tú eres solo un rebelde. ¡Nunca dejaré que te conviertas en el rey! ¡Haré lo que sea necesario para detenerte!"


Respirando con dificultad, Nefer se dio la vuelta y corrió hacia el río. 


"¡No lo dejen ir! ¡Vayan por mi hermano!"


Cuando Ined gritó, escuchó flechas en su dirección y gritos de guerra. Pero no podía morir. No en un lugar como este al menos. Sin embargo, más allá de esto había un humedal llamado "Pantano de la Muerte" y una gran cantidad de cocodrilos y peces carnívoros del Nilo que estaban esperando justo allí para comérselo. Nadie jamás había sobrevivido a estar dentro sin convertirse en un montón de extremidades destrozadas.


"Ah, Dios, Dios escúchame. Si me reconoces como faraón, por favor protégeme". 


Él tenía que convertirse en faraón, no Ined. ¡Definitivamente no el maldito de Ined! Y cuando pensó en eso, entonces sintió un poder misterioso en lo profundo de su cuerpo que hizo que siguiera hacía adelante. Incluso una dosis letal de flechas envenenadas no lo mató así que, si era el gobernante elegido por Dios, entonces debería poder cruzar con seguridad y llegar al otro lado. Fue solo un "salto de fe", pero tal convicción brotó de su pecho hasta que Nefer consiguió dirigirse a los humedales. 


"¡Estúpido! Los caimanes te van a comer si vas allí".


Dijo alguno de los hombres de su hermano.


"Naaa. Deja que se muera. Si los caimanes se lo comen, entonces ya no tenemos que preocuparnos por atraparlo. Es hasta mejor para nosotros".


Ese fue Ined. 


Y al escuchar esa voz burlona, ​​Nefer saltó audazmente al pantano hasta ocasionar fuertes sonidos de agua al extender los brazos como si quisiera nadar.


"Parece que realmente es un idiota."


"Estaba más desesperado de lo que pensé."


Pero no había cocodrilos. En realidad, estaba muy bien.


Nefert se abrió paso a través del "Pantano de la Muerte" y movió las piernas y los brazos al mismo tiempo para no quedarse enredado entre las plantas. Al otro lado del pantano había un puesto comercial y un oasis en medio del desierto. Entonces, si el ejército romano, quienes seguro leyeron la carta personal de Nefert, se convertían en sus aliados y aceptaban su petición de casarse con el cónsul, deberían venir desde esta dirección y encontrarse con él en un momento dado. Además, algo dentro de él gritaba que si iba por allí, entonces podría conocer a ese hombre. A ese tal Lucius que apareció en su sueño como si le hubiese dado permiso de hacerlo.


Desesperado, Nefert continúo.


El flujo de agua no era tan rápido y tampoco estaba profundo, sin embargo, su conciencia se volvió borrosa muy pronto y hasta descubrió que ya no podía mover los pies. ¿El veneno seguía funcionando aunque lo drenó?


"Ah..."


Sintiendo ese frío que gradualmente entumecía sus extremidades, Nefert cayó de rodillas sin poder hacer nada para poder evitarlo. Además, para este momento todo su cuerpo estaba tan paralizado que ya no podía sentir nada.


(No puedo darme el lujo de perder. ¡No puedo permitir que mi hermano se convierta en un faraón! Tengo que proteger el país, tengo que lograrlo).


Derrotar a Ined, realizar el funeral, convertirse en rey, elegir pareja y tener un hijo, ese era el plan. Y si él caía, entonces el país entero lo haría también.


(No te caigas en un lugar como este... No pierdas, no pierdas, no pierdas. Sigue despierto. Despierta. Despierta.)


Trató desesperadamente de animarse, pero eso no pareció evitar que su conciencia se desvaneciera. Y justo cuando pensaba que todo había terminado para él, de repente escuchó la voz de alguien decir:


"¿Estás bien?"


Un tono bajo y suave. Familiar. 


Esta voz... ¿Era...?


El corazón comenzó a latirle violentamente. 


De ninguna manera ¡De ninguna maldita manera!


Cuando levantó la vista, había un hombre con cabello rubio parado allí. Justo en frente. Alguien hermoso, brillantemente iluminado por la luz de la luna. Un personaje con un rostro que le hacía parecer la personificación del sol, pero que era delicado como una brisa en la mañana. Entonces, cayó de rodillas y trató de abrazar a Nefert como para verificar que todavía estuviera respirando.


"Resiste."


Le dijo.


"¿Quién eres?"


"Yo... Ah, vengo de Roma. Soy un mensajero."


Entonces descubrió que el hombre estaba conteniendo la respiración. Se veía terriblemente sorprendido. 


"¿Eres Nefert?" 


Pero aunque no dijo nada, suavizó su expresión de inmediato. ¡Fue justo como si estuviera aliviado de haberlo encontrado allí!


 


Este sujeto era el gladiador romano Lucius. El que se había levantado de la esclavitud con el poder de su espada y quien fue coronado como el héroe nacional incluso aunque tenía unos ojos infinitamente amables. Quien vio en sus sueños y a quien mandó Dios para poder llevarlo a su destino. Y si iba a ser así de todos modos, al menos le alegraba que fuera así de encantador.


Pero mientras pensaba eso, Nefert se desmayó.


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