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Awareness por Kunay_dlz

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Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen a Hajime Isayama.

 

Jueves 25, agosto 2022.

 

Awareness      

 

El mundo es tan amplio y basto que una sola persona no podrá ser capaz de ver y entender toda su inmensidad... tan solo tuve que estar fuera de lo que una vez fue mi hogar: un complejo residencial donde guardias, sirvientes y un mayordomo personal me tenían vigilado, cumplían mis caprichos y era demasiado mimado.   

Claro que fui consciente de ello hasta que me lo restregaron en la cara.    

Mi padre, que me visitaba una vez cada semana, me invitó a una reunión en su despacho. Era la primera vez que entraba en el lugar tan inmaculado como lo era el corazón de mi padre hecho de madera obscura y adornos de oro, el lugar donde hacía su trabajo durante sus visitas, el lugar donde me dijo que por una mala inversión el dinero se terminó. No habría más sirvientes, no habría más mayordomos ni guardias, tampoco habría dinero para mantener la "casa" en la que me tenía protegido del mundo. Dijo que mi vida cambiaría mucho, dijo que ya no podría tener mi postre favorito cada noche, dijo que mis mascotas debían encontrar un nuevo hogar donde puedan cuidarlas, dijo que el señor Chan ya no podría enseñarme lo necesario de matemáticas, historia, ciencias, filosofía ni mi materia favorita que es geografía y que la señora Rodríguez tampoco podría seguir con sus lecciones de chelo.  

Y aunque listó todas las cosas que él hizo posible sólo para mí en esta casa, lo que entendí es que al fin podría estar juntos, que al fin podría ver un poco más de esta casa y este terreno. Pero todo se fue a la basura cuando dijo que no podría llevarme a una clase de vida a la que no estaba acostumbrado por lo que me casaría con su socio. Él era rico, no cree en el amor pero me tratará bien... como un favor que le debía a mi padre.  

Cuando mi mente se aclaró de aquella bruma, me vi en un cuarto amplio e iluminado, había un espejo de cuerpo completo frente a mí; estaba vestido con un traje blanco que realzaba mi piel apiñonada, mis ojos verde agua y mi cabello castaño estaba bien peinado... también me veo con ojos hinchados y rojizos; he estado llorando.   

Mi padre vino por mí, dijo que ya habían llegado los invitados y que el hotel había accedido a mover la ceremonia y recepción en el techo. Me dijo que me comportara con sus colegas y sobre todo, actué como enamorado con su socio. Al menos durante la boda.  

Sentí miedo, había mucha gente, demasiada, y no eran como los guardias o los sirvientes que procuraban no mirarme a la cara, más bien escudriñaban cada parte de mi persona; mi atuendo, mis zapatos, mis accesorios, mi peinado y lo aterrado que a veces me mostraba a lo que papá decía era normal estar nervioso antes de la boda. Casi todo era blanco; las flores, los manteles de las mesas y sillas, el modesto altar al que llevaba una alfombra satinada, largas telas que cubrían el techo dando un toque surrealista al lugar... el traje de quien iba a casarme, el taje de mi padre y el traje de un hombre que me esperaba con su mano extendida frente a... era más bajo que yo... era mayor que yo... su mirada neutra y ojos grises sin embargo contrastaban demasiado: sus ojos contenían un profundo enojo y rencor y disgusto al verme. Se me heló la sangre. Los bellos de mi nuca se erizaron. Apreté la mano que todavía sostenía mi padre pero que él mismo haló para entregarme al hombre frente a mí.  

No escuché nada más. Evité mirarlo. Las palmas de mis manos sudaban pero las sentí muy frías. De los labios del ministro escuché el nombre del que sería mi esposo: Ackerman Levi.   Creí aceptar, firmé el acta y cuando dijo que podríamos sellar nuestra unión con un beso volví a sentir pánico. El señor Ackerman sonrió y a su boca llevó mi mano (sudorosa y fría) para besarla (justo en el anillo que en algún momento intercambiamos) haciendo que los presentes aplaudieran.  

No soltó mi mano durante la recepción, me llevaba de un lado a otro agradeciendo a los invitados y yo solo seguí su consejo: "luce bonito y sonríe, sé un adorno perfecto" me dijo al oído cuando tuvimos que sentarnos a comer. No comí más que un par de bocados, no bebí pues la champaña no era de mi agrado y no quería llamar la atención al pedir otra bebida, preferí sonreír y cerrar mis ojos al hacerlo, para esconder la turbulencia que tenía en mi interior.  

Hubo un ligero inconveniente cuando una amiga del señor Ackerman insistía en un primer baile como pareja casada, fue la primera vez que me soltó la mano para ir a regañar a su amiga borracha. También fue la primera vez que sentí... que podía respirar. Más tarde, siendo guiado por el señor Ackerman, salimos del hotel y fuimos directo a un aeropuerto. Intenté mirar a mi alrededor, de verdad que era nuevo y curioso ver objetos tan enormes como lo es el metal que puede volar que no es en un libro electrónico o sitio web, si no fuera por la mano que evita me quede clavado al suelo seguramente pasaría mucho tiempo admirando lo que la ingeniería moderna ha logrado.  

Subimos a un avión más pequeño, un jet, era amplio y pese a los pocos asientos se nota que las personas al usarlo estarían muy cómodas. Incluso hay una cama casi al final, mi observación se vio interrumpida cuando el señor Ackerman me llevó a un asiento, abrochó el cinturón de seguridad y me dijo que no me moviera. Pronto despegaríamos. Al cabo de una hora, aún en tierra, me quedé dormido.  

Desperté en la cama, con una sensación extraña al saberme en el aire, me acerqué a las ventanillas cercanas y fue tan maravilloso como aterrador no ver nada más el color azul del cielo con nubes esponjosas. Un tirón de mi hombro me hizo perder el equilibrio por lo súbito del movimiento, desde la cama pude ver al señor Ackerman y empezó a enlistar las cosas que tenía o no permitido realizar, dijo que iríamos a Suiza donde me compraría una casa, colocaría vigilancia y contrataría un par de sirvientes; dijo que mi padre le dijo el tipo de vida al que estaba acostumbrado, me daría lo necesario, nunca habría excesos, dijo que a cambio debía acompañarlo a algunos eventos en los que debía presentarse con un acompañante donde yo debería actuar acorde. Dijo que ya que estaba casado debería dejar de ser un niño mimado y crecer, al menos que mi deseo fuera el quedarme en la calle.  

Sin duda el señor Ackerman era bastante frío, no gastaba ni palabras o movimientos innecesariamente, lo bueno es que ya no me ve con ese odio (como el de la boda). Me pregunto si sabrá mi nombre.   

No salí de la recámara del jet. Estaba asustado, me perdía en la inmensidad del cielo pero no podía disfrutarlo, digo, es un pedazo de metal lo que nos mantiene en el aire. Los metales son pesados. Los combustibles son peligrosos e inestables. Jamás había salido del complejo en el que mi padre me tenía escondido del mundo y su crueldad, sin embargo me dejó con el hombre más cruel que he conocido. Tampoco puedo quejarme. Nunca lo he hecho y no empezaré ahora, no con alguien ya con la creencia que soy un chiquillo consentido.  

Escondo mi rostro en mis rodillas, realmente me habría gustado poder demostrar que a pesar de tener a mucha gente cuidando de mí no, no fui consentido, pero lo fui. Me pregunto lo que sucedió con Elena que nunca me dejó arreglar mi cuarto; Jessy que me daba dulces cada que me veía; Carol que me cocinaba un estofado delicioso y me daba chocolate caliente cuando me veía mirando por los ventanales o la terraza sintiendo envidia por las nubes... Marion que solo me daba flores pero no me permitía ayudarle a cuidarlas; Jeff, Simon, Leslie (quien odiaba su nombre) que siempre me acompañaban cuando pasaba por el bosque cercano, ahora entiendo el porqué Simon siempre me veía con compasión cuando les preguntaba por su hábito de llevar armas a pesar de estar en el lugar más seguro... Leslie solía tomar mis manos y compararlas con las suyas; rugosas, con callos y cicatrices y sin un dedo en cada mano, me decía que me protegería para que no terminara como él. Jeff se rio cuando le pedí que me enseñara a pelear, dijo que yo nunca lo necesitaría, menos si ellos estaban cerca para evitarme la molestia.  

¿Tan malo era tener unas manos como las mías? Esos tres guardias eran los más cercanos, de hecho contestaban mis preguntas aunque muchas veces reían más por mis reacciones, a veces no sabía si la manera en que miraban mis manos era porque debían protegerme o porque no deseaban que fuera como ellos.  

Extraño mi casa, las personas que me cuidaban, extraño lo conocido que todo era para mí; hasta los extraños hoyos en las paredes que rodeaban todo el lugar.  

El señor Ackerman me sacó de la habitación, era hora de aterrizar, habían más personas en el jet; conocidos del señor Ackerman por la manera que lo miraban y se dirigían a él con informalidad. La sensación de aterrizaje fue extraña, me hizo cosquillas en el estómago pero me recordó que no tenía nada ahí almacenado desde hace tiempo. Y sí, terminé vomitando algo verde... asco, tampoco quedaría con una buena impresión. Mientras los conocidos del señor Ackerman hablaban para distraerse de mi deplorable estado, mi esposo me dio toallitas húmedas, una bolsa plástica negra, una botella de agua y una mirada de tanto desprecio que no volví a levantar mi mirada.   

No había notado que había dormido nuevamente, esta vez me encontraba en un cuarto mucho más amplio, la cama era grande y muy cómoda.  

El tiempo pasó, así, tan repentino que a veces me pregunto lo que pasará con esas horas que parecen en blanco, ¿me habré divertido? ¿habré entablado conversación con las pocas personas que me rodeaban? ¿alguna vez llegué a ser la causa de vergüenza o humillación del señor Ackerman? ¿sonreí algún momento? ¿aprendí a cocinar? Tan solo veo en el buró un calendario donde se marca un evento importante. Es el segundo aniversario de bodas. El señor Ackerman dijo algo acerca de una fiesta que sus conocidos han organizado, invitando a muchos de sus socios y más conocidos menos frecuente y nosotros hemos sido los últimos en ser cordialmente invitados (para que no hubiera un rechazo).  

Entre nosotros no ha cambiado nada, su tono de voz sigue siendo como si de un chiquillo hiperactivo y travieso fuera mi conducta. ¿Qué clase de vida es esta? ¿Lo peor de todo? No he hecho nada para cambiarla.  

La "fiesta" es un salón con piscina, todos se veían contentos; unos en la piscina, otros jugando billar, otros jugando cartas, otros más en la barra y unos pocos bailando en una pista luminiscente. Como siempre, yo estuve de la mano del señor Ackerman mientras saludaba a sus conocidos.  

Fue solo un instante, tan solo fui al tocador y regresé a presenciar a una chica linda, aún más bajita que el señor Ackerman, llorando y suplicando al mismo señor Ackerman hacerse cargo del hijo que venía en camino. Alguien apagó la música en el momento justo que la chica dijo esas palabras. Hubo varias miradas en mi persona que se intercambiaban con la reacción del señor Ackerman.  

No supe cómo reaccionar.  

Y ella lo notó.  

A él ni siquiera le importa, dijo alzando la voz, míralo tan tranquilo, nunca ha dicho nada acerca de las otras aventuras que has tenido. Incluso tu asistente es una de más frecuentes y él siempre la saluda con su estúpida sonrisa plástica. Siguió, esta vez acercándose a mí. Qué no ves la diferencia, entre nosotros dos Levi, soy la mejor opción, yo sí puedo darte los hijos para que tu imperio continúe, y este será el primero de muchos. Terminó diciendo mientras llevaba una mano a su vientre. Hace tres meses en Argentina, cuando olvidamos usar protección, es un niño muy saludable el que viene en camino. Intentó decirme en un susurro.  

Abrí mis ojos. Hace tres meses el señor Ackerman estuvo en Estambul, Praga, Qatar, y Etiopía. Su viaje por Mar de Plata fue hace cuatro meses, y estuvo acompañado todo el tiempo por el señor Smith puesto el tema principal era la unión de sus compañías ahí en Argentina. En el calendario que tengo cerca de la cama tengo marcadas las fechas, en un cajón debajo de mi escritorio personal están en un libro de coleccionista distintas postales que el señor Ackerman siempre me ha traído de sus viajes, asistente Hange Zoe fue quien le obligó a traerme esos regalos y recibir postales se ha convertido en un hábito. Es imposible saber a los tres meses de embarazo el sexo del bebé, incluso hasta el noveno mes puede haber un cambio repentino.   

Esta chica dice mentiras.  

Puede que su embarazo sea cierto, pero no es de tres meses, puede que fuera en Argentina, puede que no sea del señor Ackerman.  

Sin embargo...  

El señor Ackerman no ha intentado explicarme, no ha intentado hacer que saquen a la chica, no ha negado el serme infiel.  

Si el no hace algo al respecto, ¿qué debo hacer yo? ¿Llorar por la infidelidad? ¿Molestarme por la amante interrumpiendo la fiesta? ¿Explicar las razones por las que sé ella miente? ¿Desmayarme?  

Alguien me toma del brazo y me lleva a una de las salidas casi a rastras. Salimos a un callejón obscuro y mal oliente, me recargo en la pared y caigo al suelo húmedo y lleno de basura. Tras un respiro profundo bastante desagradable, reconozco al interno de las industrias Ackerman, dijo que el señor Ackerman le pidió me sacara del lugar. No soportaba el olor, decidí salir del callejón hacia la calle y tal vez caminar un poco.   

Mis piernas estaban temblando y la verdad no sentí tan extraño el que todo me diera vueltas. Cerré mis ojos oh sorpresa, no volví a abrirlos. Cuando intenté abrir mis ojos no hubo más que obscuridad. Intenté moverme y sentí restringido todo mi cuerpo, alguien habló sobre mi cabeza, eran tres personas que hablaban sobre cantidades de dinero y el dónde depositarlos. Me asusté un poco, no sabía dónde me encontraba y al parecer me vi envuelto en un secuestro.  

Como no me moví tanto, como no intenté gritar o llorar, quitaron lo que me impedía la vista. Cerré los ojos de todos modos, no quería ver el rostro de los que me decían que le dijera a la grabadora que entregaran diez millones en un bote de basura en el parque Arlington y otras instrucciones. No presté atención, había mucho ruido afuera, era un ataque o una pelea interna: inició un incendio enorme, entre el pánico empujaron la silla donde yo estaba atado y nadie se ofreció a levantarme o sacarme del lugar... digamos que terminé con una quemadura el brazo izquierdo y una cicatriz en mi barbilla. Me acerqué al lugar donde iban a torturarme con agua y par fortuna logré entrar por completo, cada cierto tiempo sacaba solo la nariz y boca para tomar aire y volvía a sumergirme. Había mucho humo. Moriría al ahogarme con humo o con agua. Luego una explosión derribó una pared cercana, también destruyó mi refugio temporal y me golpeé con uno de los tubos de acero, como pude salí de todo el inferno en que se convirtió el lugar.  

Terminé mirando la noche estrellada, empapado, con dolor en todo el cuerpo, con ardor en mis pulmones y en mi brazo, con una extraña sensación al haber sobrevivido... por mi propia cuenta. No hubo guardia. No hubo sirviente. No hubo socios. No estuvo mi padre. No estuvo mi esposo. Fui yo solo, con mis propias manos, mis propios instintos. Yo solo fui capaz de escapar. No fue una caja de cristal lo que me salvó.       

¿Qué otras cosas puedo hacer? ¿Hasta dónde puedo llegar? ¿Cuál es mi límite?   Escuché a varios autos acercarse, algunos eran de policías y llamaban a bomberos y ambulancias. Me di la vuelta y caminé en otra dirección. No volvería a ninguna caja de cristal. Puedo sobrevivir.   Estuve deambulando por varios días, me alejé de la ciudad y llegué a un poblado que me gustaba, se notaba acogedor. No había paredes al rededor, no había guardias y no había grandes televisores con mi cara en ellos, alguien no está convencido que morí en el incendio aunque también puede ser por guardar las apariencias.  

El lugar que elegí para descansar estaba cerca del templo, unas monjitas muy amables me dieron agua y pan, cuando vieron mis quemaduras casi me arrastraron hasta el templo. Me ofrecieron una cama, ropa limpia, un baño, comida y agua a pesar que no tenía con qué pagarles. Conforme mi salud mejoraba, busqué la manera de agradecerles su ayuda, sin duda habría muerto puesto que dormí por varios días por el cansancio. Les ayudé a administrar las donaciones de los aldeanos, les ayudé a actualizar los libros de registros (nacimientos, bodas, bautizos y defunciones) de la sacristía. Aún no tenían un Sacerdote fijo, y había cosas por actualizar, por fortuna les agradó mi limpio y lo eficiente de mi caligrafía como para dejarla en tales libros.   

Paso un año, esta aldea tan alejada a veces la dejaban olvidada, me vi como representante del lugar para ir a la ciudad en busca de un Sacerdote, un Maestro de educación básica, un doctor que pasara más tiempo en la aldea y llegué a organizar noches de cine; las sábanas eran perfectas pantallas grandes. Tuve mi propia choza, construirla fue fantástico, aprendí mucho y de varias personas; ahora sé cocinar, hacer pan, reparar el techo, construir una puerta, aplicar vendajes y sanitizar heridas además de inmovilizar extremidades rotas; he dado clases a los niños cuando el maestro que aquí seguía enfermó, doy tutorías a los pocos que han querido seguir con su educación en la ciudad.   

No soy más un niñito mimado o una muñeca para lucir del brazo.  

Al fin me encontraron, el señor Ackerman hizo una entrada impactante a la feria de Orientación Vocacional donde llevé a los cinco chicos que se han propuesto a estudiar en la ciudad, era la misma donde las empresas Ackerman invertirían en una nueva sede, por casualidad me vieron entrar, en menos de una hora ya tenían rodeado el lugar los miembros de seguridad del señor Ackerman esperando su entrada. Me llevaron, muy amablemente, a un salón donde estaba "mi esposo".   

Me vio, empezó a hablar sobre actos irresponsables, sobre berrinches y caprichos e ilusiones de cuentos de hadas... y esta vez, hablé. No me quedé callado. Contesté a cada una de sus acusaciones. Le dije claramente que le había dejado libre para que hiciera su vida como mejor le pareciera, incluso con aquella chica que le acusó de ser el padre de su bebé.   Estuvo estoico, tal vez sorprendido, dijo que él no era padre y que nunca había pasado algún encuentro con esa chica que terminara en una nueva vida. Le dije que lo sabía. Le dije que fue su silencio lo que me hizo creer su anhelo por una vida con alguien más. Me dijo que si tan seguro estaba de su inocencia porqué no volví a su lado.   

Porque no era feliz a su lado.   

Porque no tenía vida.   

Porque no sabía lo que era vivir estando encerrado en una caja de cristal.   

Prefería morir que volver a una jaula donde el tiempo iba tan lento cuando estaba solo pero pasaba volando cuando él estaba cerca, tan a aprisa que nunca vi más allá de su mano que me sostenía como cadenas.   

Porque también era mi culpa sentirme así, por no tomar decisiones propias, por conformarme con lo que me daban, por estar tan solo existiendo en lugar de "vivir".  

...le contesté.  

Le dije que por eso me fui, sentí dolor y cansancio, sentí hambre y sed, sentí lo delicioso que un pedazo de pan y una taza de agua de pozo podrían llegar a ser; le dije que aprendí a cocinar, aprendí un poco de carpintería, aprendí a cuidar de un jardín, aprendí primeros auxilios y ayudé a traer al mundo una docena de bebés, le dije que aprendí a hablar con figuras de autoridad para comprometerlos a ayudar el lugar donde estuve viviendo, le dije que llevé a los chicos que están dispuestos a lo que sea por estudiar y no salir de ese lugar hasta conseguirles becas completas.   

Le dije que tenía una vida en un lugar desconocido para el mundo, para su mundo, y que no era necesario el que anunciara el regreso de un esposo de mentira o que informara a mi padre sobre mi presencia pues no deseaba volver a ser un recuerdo vivo, glorificado, escondido, de mi madre como lo había sido desde que nací.  

Dijo que me olvidara de esas tonterías y que lo acompañara. Le dije que lo haría, tan solo si podría contestar las siguientes preguntas: ¿Cómo se llama mi madre? ¿Cuándo es mi cumpleaños? ¿Cuál es mi color favorito? ¿Cuál es mi canción preferida? ¿Es cierto o falso que sé tocar dos instrumentos? ¿Qué genero de lectura es la que más llama mi atención?   Para mi sorpresa, contestó tres correctamente, el nombre de mi madre, mi cumpleaños y mi género favorito de lectura, las otras intentó adivinarlas pero falló. Luego volvió a decirme que me deje de niñerías y que lo siguiera al auto.  

Dije que no. Le dije que admitiera el no haberme echado de menos este tiempo que estuvimos separados. Le dije que siguiera con su vida, que yo al fin tenía una. Y que no era el chiquillo de quince años con el que se casó, no más.  

Me miraba diferente. Me dijo que eso podía verlo.  

Salí de esa sala con los chicos (fingían no estar incómodos con lo que escucharon), conseguí sus becas y regresamos a casa. Mirando las estrellas desde mi pórtico creí sinceramente que jamás volvería a ver al señor Ackerman.  

Pasó un mes, como un suspiro, estaba revisando los libros de contabilidad del templo cuando alguien entró a la oficina provicional... era el señor Ackerman... me invitó a tomar un café.   Así quedé sin palabras.   

El mundo es basto e impredecible.            

 

 

 

 

 

Fin.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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