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Pasqyra por Vera Whitelie

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Notas del fanfic:

A pasado algo de tiempo, lamento profundamente el no cumplir mis promesas.

 

 

 

Lo estoy intentando, eso es lo bueno de este tiempo, y puedo decir que estoy mejor, intentando despertar y respirar día con día.

 

Muchas gracias por la espera y por la amabilidad que tienen por leer mis fanfics.

 

 

 

Las amo mucho.

 

 

 

Este One-Shot es una carta de amor a Tsubasa a mis personajes favoritos de la historia.

Notas del capitulo:

Hay spoilers así que con cuidado.

 

Hablamos del pasado de Fye y todo lo que conlleva el saberlo.

 

Hago lo posible por qué todo lo que escribo sea de calidad pero soy humana y se me van algunos errores, por eso con antelación pido una disculpa.

Sangre, con el codicioso sonido recorriendo las venas de Kurogane, extendiéndose por todo su cuerpo, dejando en su lugar un agradable olor, aquel que emborrachaba sus sentidos y le hacía tiritar de ansias. 

Sangre, dulce sangre, mientras su garganta se secaba con cada segundo y su estómago se hundía en ácido, mientras su cuerpo se marchitaba por el dolor del hambre y la culpa.

Sangre, ¡Maldita sangre! 

 

Kurogane lo sabía, al caer en el nuevo mundo de Cales, Shaoran había desaparecido junto a Mokona dentro de un extraño espejo viejo que portaba una dimensión distinta a la de ese repugnante y desagradable mundo, rebosante de puertas extrañas y espejos malditos que llevaban a distintos lugares, ellos quedaron lejos de la magia de la motita blanca que les hacía entenderse a pesar de tener distintos idiomas. Kurogane le miró temblando en el suelo, enterrando sus uñas dentro de sus brazos, evitando mirarle, gritando en un idioma que no conocía. 

 

— ¡Largo! — Pero le entendió por el vago movimiento de rechazo, apenas con fuerza y mordiendo sus labios, alejándose del moreno, que le miraba con esa cantidad ridícula de resentimiento, los mismos ojos que portó desde el día en que le llamó por su nombre y no por los apodos ridículos del inicio. 

 

Kurogane no dijo nada, le daba igual, aún si ambos se habían sumergido en los pecados del pasado, si él mismo se había sentenciado a ser carne para el lobo, aun si perdía su propia sangre para mantener a ese hombre con vida, lo soportaría felizmente, incluso la cruda muerte, porque ese mago ridículo moriría el mismo día en que él lo hiciera, como si fuese una maldición, porque lo era. 

 

— Kurogane — Con un asentó que ya conocía, con la voz quebrada y su ojo azul, ahora en un amarillo amargo que les recordaba a ambos la unión, los colmillos de Fye crecieron hambrientos, Fye reprimió el instinto mordiéndose a sí mismo, con las nuevas lágrimas saliendo. 

 

— ¡No seas terco! ¡Muerde! — Kurogane sabía que le entendía, a pesar de los impedimentos, se conocían, habían viajado a través de tantos mundos que esto solo era un punto más, una unión más. Kurogane le obligó a mirarle, sujetando su brazo y ofreciendo su hombro, resaltando sus venas por la presión que hacían sus músculos.  

 

Fye trago fuerte, con el corazón palpitando en deseo y hambre, mirando la fuerte mandíbula de Kurogane. Delineó con sus manos el moreno rostro y se acercó lentamente, tocando todo con delicadeza, olisqueando el líquido ferroso dentro de la piel. Lo sentía cerca, tan cerca y deliciosa. 

 

Cerró los ojos, respirando entrecortado. 

 

— Te odio — No, no necesitaban palabras, Kurogane lo entendió perfectamente y Fye sabe que lo hizo cuando sus colmillos perforaron rápidamente la cruda carne, chupando con fuerza y éxtasis, sintiendo como su cuerpo se calentaba y se drogaba más y más. 

 

No, no necesitaban mirarse, Kurogane sabía el rostro lloroso y la mirada perdida de Fye para saber que lo disfrutaba, con el terrible y placentero dolor, escucho los suaves gemidos, constantes y equivocados. 

 

— Despacio — No le obedeció. Fye cayó sobre sus caderas con las piernas abiertas sobre él, intoxicado y perdido, no tardó en volver a morder, más cerca del cuello, más cerca de Kurogane, moviendo las caderas, codicioso del hombre y de su atención. 

 

一 F-Fye, está vez no — Le ignoro, con los salvajes gruñidos de Kurogane y los erráticos movimientos de su cuerpo, con su propia voz saliendo entrecortado y en un vaivén íntimo que los hacía enloquecer a ambos, el moreno se perdió también, tomándolo por la cintura y masajeándolo con los pulgares, dejando su huella en ellas e intentando controlarse, no mirarlo y no sentirlo.

 

¡Imposible!

 

Habían caído nuevamente y como cada vez que se tomaban, cada vez que Fye quería ser alimentado, entre la presa y su cazador, mezclando sus razas y sus promesas, sus pecados y la enferma unión que les obligaba a estar juntos, Fye tembló cuando fue obligado a alejarse de Kurogane, cuando los papeles se invirtieron y ahora él sería consumido por algo más fuerte, con el fuego en su vientre y la falta de aliento.

 

Quizá, solo quizá esto no hubiese pasado si su hermano gemelo viviera, tal vez este dolor no existiría, pero mientras recibía los cálidos besos de Kurogane todo se volvió más real, mientras la sangre de su boca se mezcló con las lágrimas de placer, todo era jodidamente real, existiendo por el capricho de una persona, del frágil hombre que le pertenecía. 

 

— P-Para — Su boca lo imploraba, pero cuando las grandes manos de Kurogane encontraron el camino hacia su miembro, las palabras de súplica murieron, cuando la misma intensidad que él había dado se le devolvió como placenteras olas de calor, explotando por todo su cuerpo, sus manos cayeron a los lados de su cuerpo, flojos y sin intenciones de moverse, dejándose llevar.

 

Y mientras las cosas eran llevadas a otro punto, Kurogane le sujeto, abrazando su cuerpo y enterrando su cabeza entre la curva de su cuello con desesperación, intentando calmar el latir de su corazón y olisqueando el dorado cabello de Fye, una mezcla de sudor y naranjas, la suave brisa de un día calmado y el apasionado olor de la sangre, impregnaron sus sentidos y lo hicieron temblar, impotente dejó caer a Fye en el suelo, casi como si se desprendiera de algo importante pero venenoso, mirando con desprecio su propio ser y en lo que ambos se habían convertido.

 

—Perdóname… — Su voz sonaba arrepentida, como muchas veces en el pasado, mientras sus ojos se volvían pesados y Fye limpiaba su boca, no queriendo sentir la decepción de la situación.

 

—No pasa nada — Pero si lo hacía, porque su nueva naturaleza le imploraba por más, porque mientras Kurogane se marchaba, su cuerpo temblaba, porque tal vez si no hubiese existido ese hombre no se sentiría culpable y tal vez, solo tal vez, ambos serian felices. 

 

Pero su planeada vida no lo dicto así y aun que sabía que debía impedir que la línea de Fei-Long se hiciera realidad y aun que intento que su cuerpo permaneciera pegada al suelo, la mirada en el piso y su corazón enterrado en el fondo del infierno, aunque sabía que lo que estaban haciendo era incorrecto, no pudo evitar avanzar, un paso pequeño y lento conforme su corazón latía.

 

— No te vayas — El grito salió del fondo de su garganta estirando los brazos y llamando a Kurogane, al hombre que lo había arruinado, a la persona que le debía la vida y el calor en donde quería fundirse — No me dejes.

 

No faltaron más palabras, Kurogane no las comprendió del todo, pero el grito, la forma en la que salieron y las lágrimas le hicieron correr de regreso, porque no podía dejarlo, porque quería destruirse con Fye debajo de él, porque adoraba los burlones apodos, porque amaba cada segundo desde que se habían conocido, porque a pesar de todo diagnostico termino queriendo y aferrándose a la maldición que se habían impuesto, a ese maldito bucle en el que fueron encerrados.

Fye se enterró en los fuertes brazos de Kurogane, olfateando todo a su paso y aferrándose a los distintos sentimientos que le hacia sentir, sus manos se hundieron en el cabello negro y en una mordida enterró sus colmillos y dientes en su cuello, chupando ahora con un poco mas de calma, sintiendo el pulso en sus labios y el pequeño gruñido que Kurogane había soltado.

 

— No te vayas ¿He? — No lo entendió del todo, pero no le importo tampoco, por que para ese momento las palabras sobraban, Kurogane se dedicó a acariciar su espalda calmando algo que no sabía que aun existía, se sintió como un pequeño que necesito toda su vida ese abrazo, perdido y abandonado.

 

— Pobrepequeño Fye.

 

 Pobrecito.

 

— Quiere que alguien lo ame.

 

— Muéstrale.

 

— ¡Muéstrale!

 

Voces de infantes sonaron por el lugar y entonces los espejos que los rodearon comenzaron a brillar, Kurogane sujeto mas fuerte su cadera y con la espada en la otra mano se colocó en guardia para lo que sea que fuese a pasar.

 

Muy diferente a lo que esperaron un pequeño Fye se asomo en uno de los espejos, un delgado niño con el cuerpo descuidado y el estómago hundido, con la piel pegada a los huesos y las mejillas pálidas, en algún lugar de una torre oscura, un segundo niño con las mismas características se poso en el mismo lugar, ambos niños agarrados de las manos observando hacia arriba, anhelando la luz del sol y su libertad.

 

— Hey — Kurogane se separo de Fye y con una mirada lo redirigió al espejo que mostraba la imagen. El mago abrió la boca y un gemido ahogado salió cuando observó al par de gemelos distorsionados en el espejo, tan maltratados y jodidos que le hicieron sentir asco.

 

— ¡No los veas! — Se dio la vuelta y cubrió los ojos de Kurogane como pudo, con las lagrimas en las mejillas y la humillación en su ser — No lo hagas.

 

— Pobre y pequeño Fye.

 

— Pero no se llama Fye.

 

— ¡Si! Pobrecito.

 

— Tuvo que matar a su hermano.

 

— ¿Se lo comió?

 

— Dicen que se lo comió.

 

— ¡No! — Fye se abalanzo al escuchar las palabras, hiriendo lo poco que quedaba de él — ¡No es así! No lo es.

 

— ¡Fye! ¡Mírame! — El rubio coloco sus manos en sus oídos intentando ya no escuchar, pero parecía que las voces provenían de su cabeza.

 

— No se lo comió.

 

— No lo hizo.

 

— Pero lo dejo morir.

 

— Si y se puso su nombre.

 

— Hizo un trato con Fei Long. 

 

— Es el perro de Fei Long.

 

— Mato a su hermano por seguir a Fei Long. 

 

— Pobre y pequeño Fye, murió por culpa de su hermano.

 

— ¡Para! — Kurogane sacudió su espada y trato de romper el espejo que mostraba el pasado de Fye, que en el piso lloraba con fuerza, jalando sus rubios cabellos con desesperación — ¡Cállate!

 

— Dejo morir a su hermano Risas provenían de algún lugar, burlándose de su vida y de sus pecados.

 

— Y ahora quiere matar a Kurogane, que egoísta.

 

— ¡Es un asesino!

 

— Se lo quiere comer también ja, ja, ja.

 

— ¡Asesino!

 

— ¿Asesino?

 

— También Kurogane es un asesino — A la par de esa frase un espejo cambio y entonces su juventud fue mostrada, Kurogane atravesando la garganta de un hombre, Kurogane perforando con una flecha el ojo de otro hombre, Kurogane enterrando un cuchillo en el estómago, Kurogane desgarrando carne, sangre y huesos, Kurogane matando.

 

— ¿Qué mierda? — La espada cayo al piso haciendo un ruido sordo, el pelinegro observó con horror la cantidad de espejos que empezaron a surgir de la nada, mostrando el solitario y triste pasado de Fye junto con fragmento de su vida en donde mataba a cientos de personas que empezaron a gritarle ‘Asesino’ a la par de las risas y palabras de las voces infantiles

 

— ¡Si! Hay sangre en sus manos.

 

— El hombre que apesta a sangre.

 

— ¡Kurogane asesino!

 

— Fye es un mentiroso ¡Mentiroso!

 

— Kurogane ¡No me mates! Ja, ja, ja.

 

— ¡Basta! — No lo soporto tampoco, no cuando un fragmento de su vida se dirigió cuando la princesa Tomoyo lo castigo y lo envió fuera de su país, decidió entonces no escuchar, se dio la vuelta y miro al hombre frágil que lloraba en el piso, observando la imagen de su hermano durmiendo a su lado dentro del espejo. Allí en el suelo, abandonados ambos, lo abrazo con fuerza, acariciando su cabello y besando su cuello.

 

— Para mi eres el mismo y fastidioso Fye de siempre — El mago solo observo esa imagen antes de cerrar los ojos lentamente, dejando pasar el rostro de su hermano gemelo que le soltó una pequeña risa calmada, despidiéndose de esa manera de su gemelo. 

Fye enterró su rostro en el cuello de Kurogane y se dedicó a escuchar su errático corazón, hasta que poco a poco pudo recuperar su estabilidad, escuchando a los infantes gritar desesperados, odiando el abrazo y el confort que ambos se daban en el fondo de ese infierno y cuando notaron que no podían hacer más, las voces cesaron, los espejos desaparecieron y solo un par quedo, como en un inicio.

 

—Kurogane ama a Yuui.

 

— Y Yuui ama a Kurogane El mago salto en los brazos del moreno, asustado por las palabras que esos niños habían mencionado, hacia décadas en no escuchar ni pronunciar su nombre.

 

— ¿Yuui? — Kurogane se pregunta en voz alta, con el entrecejo arrugado y los brazos cernidos al cuerpo del rubio.

 

— No vuelvas a pronunciar ese nombre.

 

— ¿Se llama Yuui?

 

— Es Fye porque él lo quiso.

 

— Fye ama a Kurogane

 

Y Kurogane ama a Fye Ahora consciente de esa frase, el rostro del mago se calienta en rojo y su mirada se escondió en el fondo del piso, Kurogane también está en las mismas, pero aún no deja de mirar el brillante espejo.

 

— Felicidades.

 

¡Felicidades! 

 

Es amor correspondido.

 

— ¿Sus secretos?

 

Ahora saben sus secretos

 

— ¡Felicidades!

 

— Mokona debe estar cerca, podemos entendernos desde hace rato — Kurogane de pone de pie, recoge su espada del piso aun apuntando al espejo.

— ¿Mokona?

 

— ¿Qué es un Mokona?

 

— El espejo tiene poder.

 

— El espejo los hace entenderse.

 

— Que grosero.

 

— Kurogane es un grosero.

 

—¿Grosero? ¡Acabas de mostrarnos lo peor! — Fye grita, reclamando.

 

— El espejo no es grosero.

 

— El espejo solo quería muestrales.

 

— Kurogane ama a Fye.

 

— Y Fye a Kurogane.

 

— ¡Felicidades!

 

— Debian ser honestos.

 

— ¡Es cierto!

 

— Debian hablar de su pasado para amarse.

 

— ¿Qué es este lugar? — Kurogane pregunta aun con la sospecha de que algo volviera a pasar, intentando que el mago estuviera siempre atrás sin negar ninguna de las afirmaciones que él espejo estaba creando.

 

— El espejo del amor.

 

— Somos el espejo de los amantes.

 

— Hay muchos espejos en este mundo.

 

— Pero en esta habitación esta solo el espejo del amor.

 

— Revelamos lo necesario.

 

— Para que los amantes sean felices.

 

— ¡El espejo del amor!

 

— ¡Felicidades!

 

Fye no esta bien, se nota por las manos apretadas y la espalda encorvada en vergüenza y miedo, porque todos sus secretos habían sido expuestos a una persona que no debía saber nada de ellos, porque se había prometido a si mismo no revelar a este hombre la verdad, para morir en paz y para no atarlo, pero ahora, Kurogane no solo sabia su verdadero nombre, también sabia acerca de su pasado, de su hermano y de sus sentimientos.

 

— ¿Hay más habitaciones? 

 

— ¿Dónde está la salida? — Fye decide entonces aferrarse a la idea de que aun podía fingir que esto no paso, saliendo y atravesando la puerta de esa habitación, esa humillante escena no existiría.

 

— Esta la habitación del odio.

 

— La del odio.

 

— La habitación de la felicidad.

 

— Cada espejo revela lo que se necesita.

 

— ¡Si! Lo necesario.

 

— Si quieres ser feliz, muestra lo que necesitas.

 

— Este es el espejo del amor.

 

— Lo que necesitas para amar.

 

— Fye ama a Kurogane.

 

— No lo puede negar.

 

— ¿Lo va a negar?

 

— ¡Cállate! Deja de repetir eso — Odiaba la manera tan burlona en que las voces infantiles decían esa frase, afirmando un sentimiento que no debía ser real. — ¿Dónde está la salida? 

 

— Fye ya no juega.

 

— ¿Fue ya no juega?

 

— ¿Por qué ya no juega?

 

— Pero es verdad.

 

— Si, es verdad.

 

— La salida está en ese espejo.

 

— Por allá.

 

— Alla esta.

 

— ¿Por qué ya no juega?

 

— Él nunca lo hizo.

 

— Solo con Kurogane.

 

— Es porque lo ama.

 

— Jugaba con él porque lo ama.

 

Kurogane lo miro, con ese aire de extrañeza que no supo interpretar, su rostro que no paraba de calentarse intento ignorarlo, y con la poca fuerza que quedaba decidió caminar a la supuesta salida.

 

— Necesitan comprobar para salir.

 

— Si, que se resolvió todo.

 

— Pero ya lo estaban haciendo.

 

— Un beso.

 

— Un besito como hace rato.

 

— Solo así la puerta se abrirá.

 

— ¿Un beso?

 

— Si, un beso.

 

— ¡No maldita sea! ¡Deja de repetir esas cosas solo abre la puerta! — Fye se encontró a si mismo siendo lo que no quería, ese pequeño niño que se sonrojaba por cosas de las que hablaba su hermano y que no soportaba las burlas. Kurogane no hizo nada más que sorprenderse, a pesar de que también se había mostrado parte de su vida, parecía que solo era una manera mas de incitar a Fye, porque el mago ya conocía su vida desde antes de conocerse, pero Kurogane no y el espejo se encargó de mostrarle su pasado, su dolor y su culpa, su personalidad introvertida y seria, apagada, esa persona que se había vuelto con el pasar de los años, pero que había logrado ser diferente y mejor a su alrededor, amaba a Fye, todo lo que significaba amarlo.

 

— Si quieres fingir después, está bien, no importa — Kurogane soporto las burlas del espejo y la mirada sospechosa del mago — Pero quiero que sepas que yo no niego nada de lo que ese estúpido espejo dijo.

 

— Kurogane — Fye retrocedió, mirando al gran guerrero que sostenía una espada y con esa mirada determinada de un inicio.

 

— Te voy a besar y vamos a salir de aquí — Y ante todo pronóstico, Fye se mantuvo firme en su lugar, observando como el moreno se acercaba a él, tomaba su cintura y lo besaba despacio, no tan casto como hubiese querido ante un montón de voces infantiles que los felicitaban, un beso en el que Kurogane le hizo abrir la boca, en donde la mano de este se traslado debajo de su polera, y las caricias le hicieron subir la temperatura.

 

En un momento la habitación de hizo blanca hasta un punto extraño, ambos cerraron los ojos y cayeron en un bosque oscuro.

 

— ¡Kurogane! ¡Fye! — Escucharon la voz de Shaoran que se acercaba corriendo junto con la motita blanca en lágrimas — Me alegro de que estén bien — Shaoran se coloco enfrente de ellos, con ese semblante aliviado y la sonrisa que los calmaba a ambos.

 

— Kurogane~ — Mokona salto a los brazos del moreno y gimoteo preocupada — Este país es muy extraño, Mokona cayo con Shaoran en el espejo del odio.

 

— Logramos salir, no me di cuenta de que nos habían separado — Shaoran ayudo a Kurogane a ponerse de pie — Lo siento mucho, debí darme cuenta más rápido.

 

— No pasa nada mocoso,

 

— ¿Fye? — El mencionado aun se encontraba en el piso con las mejillas sonrojadas y el pensamiento en otro lugar — ¿Estas bien?

 

— ¿Dónde cayeron Fye y Kurogane?

 

— En el espejo del pasado — No dijo nada cuando se coloco de pie y le dio la espalda, por que en el fondo sabia que ya no podía negar nada de lo que su corazón sentía, porque a partir de ahora, cualquier cercanía con el guerrero del grupo, su corazón pasaría a temblar y su rostro se encendería con facilidad, aun así, lo estaba negando, con la pesada mirada de Kurogane en su espalda y el recuerdo de su sabor, del beso y de todo lo que vendría en el futuro.

 

— Mokona estaba preocupada por Fye, él no había bebido de Kuro-

 

— ¿Shaoran que lugares este?

 

— ¡Mokona estaba hablando!

 

— Al parecer es Celes, hay un pueblo cerca, pero nosotros tuvimos la suerte de caer en sus espejos, ellos lo utilizan como magia, no sé cómo entramos en ese lugar, pero lo mejor es no quedarnos mucho tiempo.

 

— ¿Paso algo mocoso? — La mirada de Shaoran se desvió, por que lo que sea que paso en esa habitación debía ser olvidado allí.

 

— Ese espejo me hizo ver cosas que no quería, al parecer era una de las plumas de Sakura — El moreno evito mirar a Fye, que más atrás molestaba a Mokona — Es mejor no quedarnos tanto tiempo, la magia pura de Sakura ya no está, ahora el espejo no es tan benevolente y no quiero volver a entrar a uno de esos.

 

Aun con los sentimientos guardados y lo que sea que Shaoran había vivido, después de enviar la pluma con su dueña, decidieron irse, Mokona abrió la boca y con su magia fueron trasladados al siguiente mundo.

Notas finales:

También me encontré en Wattpad, Facebook e Instagram.

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