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De lumière et d'obscurité por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 2: Espejismo

“A jamais”

 

De pie, recargado en el marco de la puerta, mira el tapiz floreado en las paredes, objetos, mobiliarios cálidos, el calor emana agradablemente y le reconforta. Antes nunca pensó en regresar, pero estando ahora nota algo en su pecho, todo está exactamente igual que antes, los años parecen no pasar en ese sitio, en esa chimenea limpia, los mueves cubiertos por telas blancas y el “tic-tac” que ya en su infancia marcó tantos momentos de alegría; todo esta exactamente igual y a pesar de todo hay algo que falta. ¡Vida!, corazones que latían en el pecho de cada habitante en ese lugar y que ahora son sólo un recuerdo.

 

Mueve su rostro pálido y joven hacia el fuego de las velas en el taburete, junto a aquel sillón que le empapa de aún más recuerdos ¿Cuántas veces había estado ella ahí? Miles de veces cuando fue niño; vigilaban siempre que hiciese sus tareas y no dibujos indecorosos de las profesoras, de las profesoras que seguro estaban ya cubiertas en polvo. Sonríe y camina lentamente, sus pasos son pesados y su corazón late cada vez más rápido, se siente en una mecedora y se apoya en el respaldo, cierra los ojos y bufa por lo bajo… de pronto siente a alguien tomar su mano y él la aprieta sin cambiar su postura.  

 

— ¿Este es el gran lugar del que hablaba? — Con reproche en su voz cuestiona el recién llegado — Las he revisado y ¡Por dios! — Siente un escozor en sus labios y con su rostro ambiguo corrige su expresión. — Por el mismísimo demonio que lo he hecho. Ninguna está en buen estado, quiero descansar y dormir con un aroma cálido, no sentir que los gusanos se me echarán encima en cuanto cierre los ojos.

 

— Los gusanos debieron comerte hace mucho, — Sonríe, abre los ojos y mira al joven de forma tierna.

 

— Así tendría que haber sido, es su culpa si no. — Replica.

 

— Pensé que valdrías la pena, buscaba un acompañante y tú no llegas ni al rango de Puta — Se pone de pie y rodea por la cintura al que en algún momento fue “su bailarín” — Si no te gusta, lárgate a vivir bajo un puente y que “Tu mismísimo diablo” te salvé de los rayos del sol.

 

— Es un fastidio — Intenta soltarse.

 

— El establo está bien para ti, una sabana para envolver la paja y tu cama de ensueño quedará lista. — El menor entierra sus dedos y el vampiro desliza sus manos por debajo de la camisa de su pequeño pelirrojo — Hoy te me antojas bastante, tengo hambre.

 

— Cariño — Lanza una fingida mirada de deseo. — Vaya a chupársela a una vaca para saciar su hambre — El mayor molesto, jala de la camisa del pelirrojo y sin piedad rompe los botones, a la vista está el pecho blanco, los pezones duros y rozados del bailarín.  

 

— Las vacas no tienen la culpa, — Arroja con furia al antiguo bailarín sobre el sofá. Boca abajo intenta arrastrarse mientras el vampiro jala la tela de sus pantalones, quedan sus nalgas exquisitas expuestas, el vampiro las aprieta con fuerza, las separa y sonríe — El día en que me arte de ti — Susurra — Será sólo esto lo que extrañe — Y calla para lamer entre ambas nalgas mientras disfrutaba de los gemidos de su presa.

 

.*.

 

 

— ¿Diga? — Con los ojos cerrados, sostenía el móvil junto a su oído, apenas podía entender lo que la mujer del otro lado de la línea decía; él somnoliento y ella hablando entre llanto y desesperación; cuando reconoció la voz de esa chica, su atención aumentó, el poco sueño que tenía encima se esfumó — ¿Ben? Tienes que estar en un error, yo le despedí ayer — Su voz se entrecortaba — Dijo que iría contigo porque habían quedado.

 

— No, no es así; no llegó y ésta mañana han encontrado su automóvil, no hay señal de… un robo; no falta nada, pero él no está, desapareció — Terminó ella con un sollozo — Si sabes algo de él, por favor dímelo, Emma.

 

— Ben no es del tipo personas que desaparece, “debió de haber ocurrido algo” — Pensó esto último sin atreverse a terminar la frase, las manos del moreno temblaban, mordió su labio inferior rogando que todo se tratase de una pesadilla — Sam, iré a ver qué es lo que está pasando, puedo pasarme después a tu departamento, Dame dos horas y estaré ahí — Salió de la cama con movimientos torpes y al no recibir respuesta de la chica se despidió y colgó para teclear el móvil de Ben y mirarlo absorto por segundos hasta que “Rises the moon” a piano empezara a sonar bajo su cama, escalofríos recorrieron su cuerpo completamente a tal grado que…

 

…abrió los ojos y se sentó de golpe en su cama, un sudor frío recorría su espalda, sus piernas, en su frente sudor en gotas y su pecho subía y bajaba a ritmo de la respiración entrecortada, buscó con sus manos el móvil entre las cobijas, no lo encontró, siguió atento la música y se asomó con un temor infantil a la orilla de su cama para cogerlo del suelo y mirar la pantalla. “Ben”, no lo pensó dos veces, respondió el móvil y una respiración pesada del otro lado.

 

— ¿Quién habla? — Cuestionó temeroso.

 

— ¿Quién va a ser, bobo? —

 

— ¿Ben?

 

— ¿No miras la pantalla antes de responder la llamada? — El aire chocó de nuevo contra el auricular, señal de que Ben sonreía del otro lado, Emma sintió que su corazón se paraba enseguida ¿Qué clase de sueño era ese? ¿Una pesadilla? Inconscientemente llevó sus dedos temblorosos a su pierna pellizcándose para asegurarse que éste no era un sueño. — No, ya sé lo que pasa, te he despertado ¿No?

 

— Sí.

 

— ¿Quieres que te deje dormir un poco más? — Pregunto amigable, Emma podía escuchar el murmullo de la gente del otro lado de la línea. Conociendo a Ben, estaría en el parque, terminando su rutina de ejercicios.

 

— No, no me cuelgues, ¿Quieres? — No se sentía seguro, tenía aún esa tremenda emoción por hablar con su “amigo”, no quería colgar, también el temor y las ideas confusas revoloteaban en su cabeza, separó el móvil de su oído y activó el altavoz. — Sabes, justo ahora me acabas de despertar de una pesadilla, estoy intranquilo, cuéntame algo Ben.

 

— En aquel horroroso lugar es imposible que no tengas pesadillas, por eso mismo evito quedarme antes de que anochezca. —

 

— Ben… — Retó dejando el móvil en el buró y poco a poco, empezó a salir de la cama, las luces estaban encendidas y ya los rayos del sol entraban por la ventana, miró el reloj en la pared… once cuarenta de la mañana. Exageradamente tarde. — Es tarde para que estés en el parque ¿En dónde estás?

 

— Bajo tu cama — La voz había sonado tan fría y un inmenso escalofrío invadió a Emma.

 

— ¿Ben? — Subió sus pies deprisa a la cama nuevamente.

 

— Jajajaja no, bueno Emma, estás peor que un niño.

 

— Idiota, no es divertido — Bufó y tomó el móvil para  cortar la llamada, arrojó el teléfono sobre la cama, era cierto, estaba comportándose como un niño estúpido por un simple sueño, así desnudo y un poco más tranquilo, se dirigió a su bañera y tomó una ducha rápida, era tarde y aún había muchas cosas que reparar en la casona antes de regresar a la ciudad, esperaba ansioso el día de la mudanza definitiva pero hasta que eso no ocurriese, no podía darse el lujo de pasar más que los fines de semana en “La Rose”.

 

.*.

 

— Una pesadilla — Miró el móvil por última vez y entendió que Emma no iba a responder a su llamada, regresó hasta donde Sam, su novia, ella parecía tan absorta en la platica con sus amigos que poco notó la presencia de Ben al sentarse junto a ella, tal vez le ignoraba, quizás sí, quizás no, Ben tenía un mar de pensamientos en ese momento y el humor de su chica no era algo que le mortificase porque había estado preocupado por Emma desde la madrugada, cuando las pesadillas constante empezaron, tenía un horroroso presentimiento que se debatía con su escepticismo, lo odiaba;  preocuparse exageradamente por algo, sobre todo cuando eran simples suposiciones basadas en nada.

 

— ¿Pudiste hablar con él? — Soltó Sam discretamente, había un tinte de orgullo en su voz, tristeza en sus ojos y disimulo en su rostro.

 

— Estás equivocada.

 

— No dejaste de llamar durante la noche, no tengo tan buen dormir como aparento — No quería sonar dolida, pero lo estaba, y poco podía hacer para disimularlo.

 

— Hablé con él, todo está bien, sabes… que me preocupa porque… — Mintió, él sabía que ella no le creía. — ese lugar es horroroso, bastante peligroso y nadie en el pueblo está de acuerdo con que él haya adquirido ese lugar.

 

— Si no acepté tu invitación para ir a conocer esa casa, es justamente porque no me importa. — Habló dulce, delicada, tomó la limonada entre sus manos y se deslizó un poco por el asiento para alejarse de Ben — Así que, por favor respeta mi decisión, no me hables de él ni de cuan preocupado puedes estar por él, respeto lo que sea que tengan, pero no me hables de lo que haces cuando estás con él.

 

.*.

 

Incluso en ese sitio, incluso en ese estado había algo de glorioso, su existencia, su maravillosa existencia que una vez más desafiaba al mismo dios, escuchaba los pasos delicados de alguien en esa casa, sus ojos sensibles no se atreverían a asomarse fuera de su guarida, no era idiota, su existencia despierta aún era débil, no podía disfrutar de aquella agilidad que su condición le otorgaba y, sin embargo, gozaba ya de un tremendo poder para descifrar lo indescifrable. Podía mover sus piezas ocultas, no había necesidad de apresurarse, tenía una presa y le acechaba.

 

Había transcurrido toda “una eternidad” arrepintiéndose por los errores de su imprudencia, no era el mismo, algo había muerto en él hacía tiempo, ahora tan prudente como nunca, estaba decidido a seguir sus planes sin titubear, sin ataduras y… sin ese sentimentalismo que antes le había costado tanto. Alguien como él no cometería el mismo error dos veces.

 

.*.

 

Emma sacudió su cabello de forma nerviosa, mirando por el retrovisor la horrorosa curva del kilómetro 74, antes había pasado por ese sitio, pero era la primera vez que esa sensación incomoda se alojaba en su pecho. No había podido olvidar el sueño porque a ratos se le venía a la cabeza esa sensación de perdida inexplicable. Llamó durante la tarde tres veces más a Ben para asegurarse de que estaba sano y salvo. Semejante tontería, pero le hacía sentir más tranquilo. Emma era egoísta y no lo notaba, interferir en la vida de otros de esa manera era tan típico de él y muy pocas veces podía percatarse de lo intrusiva que su demanda hacia otros podía ser.

 

Cuando las luces de la ciudad empezaban a notarse por la carretera, en descendente, el corazón del moreno se aceleró, pero estaba aliviado, como un conejo que llega a su madriguera antes de ser devorado.  

 

— Estúpido miedoso — Se dijo mirando por el retrovisor después de dar un suspiro de alivio. Antes de regresar a su apartamento compartido, Emma manejó al supermercado, compró su despensa, chatarra y el material faltante para “La Rose”. Así de cotidiana era su vida estando en la ciudad, un adulto joven promedio que se perdía entre la multitud formada para pagar en la caja. Tal vez de ahí venía ese empeño deseo por salir de aquella gran ciudad, tenía el deseo de “ser diferente” a lo que era, no deseaba la gloria y el triunfo, pero si algo de particular en su vida que en veintitantos años no había logrado obtener.

 

“Atento”

 

— ¡Emma! — El llamado vino acompañado de un toque en su espalda, el moreno giró su rostro asustado observando a un joven de menor estatura. — ¡Emma!

 

— ¡Marco! Por dios, ¿Qué estás haciendo aquí? —

 

— ¿Por dios? Estás a quince minutos del departamento, es el súper más cercano, es obvio que estaría aquí — Respondió mostrando el Six de cervezas que se tambaleaban en su mano — Son casi las seis de la tarde y no habías llegado para surtir la despensa. Estoy hambriento.

 

— Me desperté tarde, se me hizo tarde con todo lo que tenía que hacer hoy y no pensé que estarías esperándome por eso vine antes de pasar al departamento.

 

— No te esperaba, tengo hambre — Repitió — además, te dije antes de que te fueras a “tu pueblo” que no saldría para nada este fin de semana. — Recriminó el más bajo y frunció su ceño fruncido al observar el carrito de Emma y el contenido de éste. — Estás invirtiendo en esa casona más de lo que deberías, digo, sé que es tu sueño trovador, pero deberías de invertir en un negocio aquí y no allá, en ese pueblito en dónde apenas si conocen la electricidad. — Era lo que pensaba él y todos los que conocían a Emma, pero difícilmente serían tan directos como Marcos.

 

— Ya, ya no quiero escuchar un discurso más de eso, siempre que regreso es lo mismo. No desisto, es mi casa e invierto lo que yo quiera, Marco.

 

— Sólo digo lo que pienso y jamás me equivoco. — Empujó con su cuerpo pequeño a Emma, le retiró el carrito empezó a vaciar los productos sobre la tira de plástico, dio la mitad del total a Emma para que hiciera el pago, tomó la mitad de las bolsas y salieron ambos hacia el auto del moreno, era agradable aquella relación equitativa. — Sabes, Emma, me será muy difícil encontrar a alguien como tú cuando te vayas.

 

Emma se movió incomodo en el asiento antes de encender el motor y dar marcha al departamento. Siempre que Marco tocaba ese tema se hacía un silencio incomodo, él no gustaba de despedidas, mucho menos de hablar de ellas premeditadamente, pero desde que Marco se había enterado de sus planes, no dudaba ni un segundo en mencionar lo que era más que obvio. Emma se iba y dejaba la ciudad y todo lo que esto conllevaba.

 

— Puedes ir a visitarme cuando quieras.

 

— No hablo de visitas, hablo de que me he acostumbrado mucho a que nos dividimos las cosas, me costará haya a un compañero de piso como tú. No sé si es porque eres gay o algo así, pero definitivamente eres el hombre más atento y cuidadoso con el que he compartido el departamento.

 

— Si hablas de esa manera, pensaré que te has enamorado de mí. — Murmuró con una sonrisa entre sus labios, estacionando el auto.

 

— Digo, que es como vivir con mi madre, pero sin los reclamos ni los regaños — También Marco sonrió. — Ojalá esa casa se incendiara y te quedases sin ningún lugar a donde ir, así tendrías que regresar.

 

— Idiota, si aún ni me he ido, deja de ser tan cursi, incluso para mi es incomodo esto. Juro que cuando me vaya no te diré hasta estar en “La Rose” no quiero ni verte llorar ni que te abraces a mis piernas, mucho menos que hagas de novia psicópata y me ponches las llantas del auto.

 

— Buena idea, no había considerado hacerlo, le preguntaré a Sam como es que debo actuar, estaré preparado para cuando decidas abandonarme.

 

Emma negó, bajando del auto. Marco también lo hizo, pero a diferencia del moreno, él sólo tomó sus cervezas y se alejó hasta la entrada principal. Caminó a las grandes escaleras, había un elevador en el fondo, pero llevaba tanto tiempo descompuesto que Emma, en toda su estancia ahí, jamás lo había visto funcionar.

 

— Claro, nos dividimos en todo — Reclamó subiendo con las bolsas en mano. El resto de la tarde fue una repetición de lo que venía viviendo ya algunos meses. Una platica amena con Marcos mientras este terminaba los deberes de la universidad y él simplemente recostado en el sofá, empezaba a quedarse medio dormido.

 

Para cuando Marco terminó sus tareas, el reloj marcaba las dos de la mañana, estiró su cuerpo cansado, estaba tan agotado que sólo atinó a caminar hacia su habitación, olvidó completamente a Emma recostado en el sofá. Se tiró en la cama y durmió sin noción de nada.

 

Emma en la sala, sonrió y entreabrió sus labios rojos al sentir aquella cálida sensación en su entrepierna. Un apretón delicado que se le antojaba delicioso… y el aire demasiado frío para ser verano.

 

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«. ·°·~*~Hasta nunca~*~·°·. »
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