Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Una pequeña llama

Notas del capitulo:

Disclaimer: La última vez que lo consulté, Reborn seguía siendo propiedad de Akira Amano... pero en algún momento acabaré secuestrando a Gokudera, a Hibari, a Mukuro y a una larga lista más.

 

Pairing: 1859, R27. Puede que menciones de alguna otra.

 

Notas de Yunnie: Empecé a escribir este fic hace tiempo, pero por algún motivo quedó parado a la mitad. Últimamente una vocecita en mi cabeza me ha estado diciendo que no está bien dejar las cosas a medias, así que aquí vamos otra vez. Os dejo también la nota original que escribí en su dia:

 

La verdad es que nunca me han gustado demasiado los fics con mpreg, pero por algún motivo no podía sacarme esta idea de la cabeza, así que... allá vamos, a ver que sale. Teniendo en cuenta que para que haya un bebé tienen que pasar ciertas cosas, es muy probable que en un momento u otro la historia contenga lemon. Leed bajo vuestra responsabilidad ^^

Capítulo 01

Tsuna contempló el edificio ante él y sonrió con orgullo. Era un bloque enorme, de siete pisos, más otros tres que se encontraban en el subterráneo y que sólo sus más allegados sabían que estaban allí. Nueve años atrás, cuando Reborn apareció por primera vez ante él y le dijo que se convertiría en el décimo Vongola, jamás creyó que algo como eso fuera posible. En cambio ahora a sus 23 allí estaba, aceptado oficialmente por todos como el futuro jefe de la familia y habiendo construido algo maravilloso junto a sus guardianes.

 

El pequeño proyecto había empezado hacía año y medio y culminado escasamente un par de meses atrás. Un edificio en las afueras de Namimori que albergaba el centro de operaciones principal de la décima generación. Allí estaban sus despachos, las salas de juntas para recibir a aliados, el enorme comedor, una completa enfermería preparada para primeros auxilios, varios departamentos de investigación y, en el último piso, una zona reservada a la familia más cercana, con habitaciones y todo lo necesario para cubrir las necesidades diarias por si en algún momento tenían que dormir allí. Aunque cada uno tenía su propia casa, a veces el trabajo era demasiado exigente y pasaban días sin pisarla, además de servir de hotel cuando tenían invitados de la familia.

 

Visto desde fuera, era un edificio impresionante, pero la verdadera maravilla era el subterráneo. Tres plantas tan sólidas que podrían resistir un bombardeo aéreo sin temblar y que albergaban las salas de entrenamiento y de pruebas de nuevas armas. Y desde la planta inferior partía, en varias direcciones, un complejo entramado de túneles subterráneos que permitían llegar a casi toda la ciudad. Sí, habían hecho un buen trabajo, los chicos y él.

 

Entró en el edificio y se paró ante las barreras de seguridad, rebuscando en su cartera.

 

-¡Hiiii!- exclamó Tsuna, al darse cuenta de que se había olvidado la tarjeta de acreditación.

 

Bueno, uno no podía ser perfecto en todo. Por suerte su recepcionista se había dado cuenta. El hecho de que fuera un percance que le ocurría varias veces a la semana posiblemente tuvo que ver con que la chica riera divertida.

 

-En verdad eres despistado, Tsuna-kun- comentó Haru, pulsando un botón que le franqueó el acceso.

 

-Ah, no se lo digas a los demás Haru-chan, por favor- suplicó mientras entraba.

 

-Haru será una tumba- aseguró la chica, poniéndose tiesa e imitando un saludo militar. Iba a añadir algo pero entonces Tsuna se la quedó mirando con la vista como nublada y empezó a perder color-¡Hahi! ¿Jefe?- se alarmó cuando vio que se tambaleaba peligrosamente.

 

Corrió hasta él y le ayudó a sostenerse justo en el instante en que las piernas de Tsuna le fallaban. Estaba tan alarmada que durante unos segundos no acertó a reaccionar y se limitó a llamar al chico uno y otra vez. El castaño pareció volver un poco en sí, así que Haru lo acompañó hasta la mesa y lo hizo sentarse en su silla.

 

-No es nada, Haru- aseguró, pero esta le ignoró por completo y descolgó el teléfono interno.

 

-¿Hayato-kun? ¿Puedes bajar? Tsuna se ha desmayado y...

 

Y la frase quedó en el aire porque Gokudera había dejado escapar una maldición y ya estaba corriendo hacia allá a toda velocidad. Apareció apenas un minuto después por uno de los ascensores, con un rostro tan pálido que podía hacerle la competencia a Tsuna.

 

-¡Décimo! ¿Estás bien? ¿Necesitas que te acerque a casa? ¿Te llevo mejor al hospital? Casi me muero cuando Haru ha dicho que te habías desmayado- se alarmó, dando vueltas alrededor del castaño con cada frase en un intento de comprobar su estado.

 

Tsuna miró a Haru con el ceño levemente fruncido antes de volver su atención al peliplateado.

 

-No me he desmayado, sólo ha sido un pequeño mareo... Haru es una exagerada- explicó con paciencia.

 

-Lo siento, me... me asusté- se disculpó la chica-. No tenías buena cara.

 

-Perdón por preocuparos, chicos... esta mañana he pasado a entregar una documentación y no he tenido tiempo de desayunar. Sólo es eso, se me pasará en seguida- aseguró.

 

Tras una pequeña discusión, Hayato acabó por convencerlo para que salieran a comer algo. El trabajo podía esperar, el bienestar de su jefe era siempre lo primero. Así que casi sin saber como, Tsuna acabó sentado en la mesa de una pequeña cafetería mientras su mejor amigo le observaba con preocupación.

 

-¿Qué quieres comer, Tsuna?

 

La pregunta de Gokudera le hizo arrugar la nariz. Lo cierto era que últimamente comía bastante a desgana. Llevaba unos días que la comida le sentaba mal, pero si le decía aquello podía provocar un ataque de corazón al peliplateado.

 

-Cualquier cosa dulce y un café- pidió.

 

Gokudera no tardó en volver con desayuno para los dos. Tsuna se comió los pequeños cruasanes de chocolate con ganas, pero cuando se acercó la taza de café a la boca, el olor fuerte y amargo le provocó una pequeña arcada de nauseas. Molesto, se obligó a beber un sorbo... y pronto tuvo que correr al baño.

 

Cuando Hayato se puso en pie y le siguió alarmado, él ya se había arrodillado frente a la taza y estaba devolviendo lo poco que había comido.

 

-¡Tsuna!- aguardó nervioso hasta que su jefe terminó y le ayudó a ponerse en pie-. No estás bien. Voy a llevarte al médico.

 

-Sólo es un virus pasajero, Hayato, no quiero preocupar a los demás...- le quitó importancia. Ni que fuera la primera persona con una gastroenteritis del mundo.

 

-Me preocupas a mí, maldita sea- refunfuñó Gokudera- Voy a llamar a Shamal y esta tarde nos pasaremos por allí.

 

-.-.-.-.-.-

 

Tsuna aguardaba en la consulta del médico. Se había pasado toda la tarde allí, mientras le hacían pruebas y más pruebas. Gokudera le miraba preocupado, Reborn con cara de pocos amigos.

 

-Si te encontrabas mal deberías haberlo dicho, dame-Tsuna... eres el próximo jefe de la familia, no puedes descuidar tu salud- le regañó su antiguo tutor.

 

El castaño se encogió un poco sobre sí mismo ante la reprimenda. Cuando era un bebé, Reborn ya daba miedo, pero desde que se había roto la maldición era totalmente aterrador. Suspiró. Hayato le había traicionado totalmente contándole a su tutor lo que le pasaba. Claro que no le había dejado otra opción, se había negado en rotundo a ir al médico y todos sabían que el hitman era el único que le podía obligar sin llegar al punto de arrastrarle por la fuerza. Seguía teniendo ese control casi absoluto sobre él, aunque él fuera el jefe y Reborn un simple asesor. Uno que estaba de muy malas pulgas, a juzgar por la cara con que le miraba.

 

-Todo va a estar bien, Décimo- le intentó tranquilizar Gokudera.

 

Pasaron todavía varios minutos antes de que Shamal entrara de nuevo en la habitación, frotándose la frente con la mano y con un nerviosismo más que evidente. Les miró a todos para finalmente centrar su atención en Tsuna.

 

-No sé cómo decirte esto... No sé ni por dónde empezar- dijo Shamal, consiguiendo que los tres se asustaran de verdad-. Después de descartar todas las posibilidades, y tras estudiar detenidamente los síntomas, he realizado una última prueba y...

 

-¿Y?- le instó Gokudera con voz ahogada, al ver que no decía nada más.

 

-Estás embarazado, Tsuna- soltó el doctor sin más.

 

El castaño casi se cayó de la silla ante semejante afirmación.

 

-Maldita sea Shamal, me habías asustado. No deberías hacer esa clase de bromas. Entonces... ¿no tengo nada?- aventuró esperanzado.

 

-Vas a tener un bebé, Tsuna, yo no diría que es no tener nada- contradijo el doctor.

 

-Oe, bastardo, tu puñetera broma no tiene gracia. Me has hecho creer que le pasaba algo grave- gruñó Gokudera, levantándose para sujetar amenazadoramente al doctor de las solapas de su bata.

 

Shamal apartó las manos de Hayato y les miró a todos con absoluta seriedad, negando con la cabeza.

 

-No estoy de broma. No entiendo cómo ha pasado, pero lo podéis comprobar vosotros mismos- insistió, ofreciendo los resultados de los exámenes.

 

Tsuna tomó los papeles y los leyó, sin poder creerse que Shamal se hubiera planteado si quiera la posibilidad. ¿Pero como diablos se le había ocurrido hacerle una prueba de embarazo?

 

-¿Te das cuenta de que soy un hombre, verdad?- preguntó Tsuna-. Es obvio de que se trata de un error.

 

-Lo he comprobado tres veces Tsuna. No es una equivocación.

 

Tsuna negó de manera insistente con la cabeza. Eso no tenía ningún sentido. Simplemente, no podía ser. No, no, y mil veces no. Se llevó las manos al vientre de forma instintiva y entonces lo supo. Se lo decía su aguda intuición, que le permitía notar el aura que emanaba la diminuta llama… había una pequeña vida creciendo en su interior.

 

-Pero... ¿cómo?- preguntó, rendido y totalmente desconcertado.

 

-No tengo ni la menor idea- aseguró Shamal.

 

El resoplido de Reborn, que hasta ese momento había permanecido en el más absoluto silencio, le hizo dar un bote sobre su asiento.

 

-¿De cuánto está?- preguntó secamente.

 

-Unos dos meses- indicó el doctor.

 

-Piensa, dame-Tsuna, ¿pasó algo fuera de lo normal hace dos meses que pueda explicar esto?- inquirió el hitman.

 

-¡Ah!- fue Hayato quien soltó la exclamación, logrando que todos los demás se volvieran hacia él-. La misión con Chrome-chan- aclaró-. Lo recuerdo porque fue el día de la inauguración de la base.

 

Tsuna se tornó pálido como el papel al caer en la cuenta de que quizás eso pudiera explicar... algo. No sabía como, pero definitivamente ese día había pasado... más de una cosa. Con un suspiro resignado, dejó que los recuerdos acudieran a su mente.

 

-.-.-.-.-.-

 

Se habían reunido todos en el exterior de aquel bar, propiedad de una familia rival que últimamente se empeñaba en molestar. Los muy idiotas habían tenido la mala idea de secuestrar a algunas chicas que trabajaban para la familia Vongola en un intento de extorsionarles.

 

-Bien, vamos a entrar y destrozarlo todo. Están extremadamente acabados- sentenció Ryohei, entrechocando sus puños en un gesto amenazador.

 

-Usa la cabeza para algo más que para cultivar hierba, Sasagawa- le reprendió Gokudera-. El bar está lleno de civiles, no podemos entrar y arriesgarnos a causar bajas. Habrá que entrar por las buenas y con el menor alboroto posible.

 

-Pero el informe de Hibari decía que en el bar sólo se permite la entrada de mujeres...- recordó Yamamoto.

 

Todos los presentes voltearon hacia Chrome, que había permanecido en silencio hasta ese momento. La chica les miró y asintió convencida.

 

-Puedo hacerlo, jefe- aseguró, tras dirigir una rápida mirada a Mukuro para asegurarse de que a su maestro le parecía bien.

 

-No vas a entrar sola en un local enemigo, Chrome- afirmó Tsuna de manera categórica.

 

-Es más fuerte de lo que crees, Tsuna- aseguró Mukuro. Quizás no fuera un maestro muy dado a los halagos, pero estaba orgulloso de su chiquilla.

 

-Puede ser, pero sigue siendo una sola persona contra un montón de matones. Jamás podría perdonarme si le pasara algo- sentenció el castaño-. Te acompañaré.

 

-Sólo mujeres, idiota- recordó Reborn- ¿Qué piensas hacer al respecto?

 

-Me vestiré de chica- replicó con un despreocupado encogimiento de hombros.

 

-Entonces yo te acompañaré, Décimo. Así seremos tres- ofreció Gokudera.

 

-Bien, no se hable más. Hay que buscar ropa de chica...

 

-Kufufufu... No es necesaria ropa de mujer, puedo hacer algo mejor- aseguró Mukuro.

 

Hizo arder las llamas de su anillo y puso su mano primero sobre Tsuna y luego sobre Hayato. En el mismo momento en que los tocó, ambos se convirtieron en una versión femenina de sí mismos, con larga cabellera, pechos generosos y bonitos vestidos.

 

-¡Impresionante!- gritó Ryohei- Eso si es camuflaje ¡EXTREMADAMENTE REAL!

 

-Bien- asintió Tsuna, y dio un bote asustado al escuchar su propia voz. Carraspeó un poco pero no consiguió que sonara más masculina-. En un par de horas tenemos la inauguración de la nueva base y no podemos hacer esperar a los invitados así que... acabemos con esto- indició.

 

Luego desapareció en el interior del bar, seguido por Hayato y por Chrome.

 

-.-.-.-.-.-

 

-Las ilusiones de Mukuro son aterradoramente reales- murmuró Shamal tras escuchar el relato.

 

Tsuna abrió los ojos como platos, negó con la cabeza, miró a unos y a otros y gimoteó de forma lastimera. Aquello no podía estar pasando.

 

-Pero... pero... Yo ya era otra vez un hombre cuando... cuando...- se interrumpió y notó como le subían los colores.

 

-Ya nos hacemos una idea de cuando, no necesitamos detalles- gruñó Reborn, de mal humor.

 

-Por eso digo que es imposible- insistió, empeñado en negarlo.

 

-El ilusionismo no es una ciencia, Tsuna, y mucho menos exacta- explicó Shamal con calma-. A veces sus efectos duran de forma parcial durante días. Y una vez la ilusión se ha vuelto real, ya no hay marcha atrás. Si concebiste una criatura esa noche, estás definitivamente embarazado- sentenció el doctor.

 

Tsuna enterró la cabeza entre las manos, intentando procesar toda la información. Nada de eso debería estar pasando. Para empezar, la ilusión no debería ser real, y mucho menos tener esa clase de efectos secundarios. Para continuar, él no debería haberse acostado con nadie aquella noche, era algo que ni se había planteado. Todo había sido culpa de la fiesta, el ambiente descontrolado y el maldito alcohol.

 

-A partir de ahora queda prohibida cualquier bebida con más gradación que un zumo de naranja en toda la base- gruñó.

 

De pronto, Reborn estalló en carcajadas, con una mirada tan desquiciada que Tsuna sintió como le recorría un escalofrío de los pies a la cabeza.

 

-Muy inteligente, Mukuro, muy inteligente... Nos has garantizado una undécima generación- rió maquiavélicamente.

 

Hacía tiempo que Reborn se había dado cuenta de que a Tsuna le gustaban los hombres. Primero había sido aquel pasajero enamoramiento de Gokudera, al terminar la preparatoria. No le había dado demasiada importancia porque sabía que Hayato le cuidaría bien y que aunque en ese momento ambos lo sintieran real, era del todo platónico para los dos. Estuvieron juntos y felices por un tiempo, pero la cosa había derivado por si sola en la fuerte amistad que tenían ahora. Luego había sido aquel tira y afloja con Byakuran. Fue ahí cuando se dio cuenta que la cosa era seria, y había tenido que amenazar al maldito Millefiore para que no se atreviera a propasarse con él. Al final también aquello terminó pasando, pero ya se había hecho a la idea de que Tsuna estaba interesado en los hombres y que la sangre Vongola terminaría con él. Y ahora Mukuro conseguía lo imposible logrando que Tsuna fuera capaz de concebir.

 

-Bien, bien- murmuró Reborn, aparentemente satisfecho-. Y ahora, Tsuna, dime quien ha tenido el valor de mancillar a mi alumno- sonrió de manera diabólica mientras se acercaba a él, acercando el arma y amartillándola con un sonido amenazador-. Dime, Tsuna, ¿a quién tengo que matar?- inquirió de lo más espeluznante.

Notas finales:

No sé si quedará alguien leyendo sobre Reborn, pero igualmente... quería terminar esto, aunque sea solo para mi misma. Pero si hay alguien leyendo por aquí, me encantará que me dejéis un comentario para acompañarme ^^

Nos vemos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).