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A veces, decir adiós es muy difícil. Tener que dejar esa mano que siempre ha sostenido la tuya, dejar de ver aquella sonrisa que día tras día te daba fuerzas para seguir adelante, tener que dejar de ver a aquella persona que día a día te hacía compañía y te apoyaba, incluso en las más grandes tonteras.
Decir adiós, es una prueba bastante difícil en la vida de todo ser humano.
Decir adiós a un amigo, a un ser amado, a un familiar... Poder decir adiós sin derramar una sola lágrima es más difícil de lo que cualquier ser puede pensar. Y decir adiós a aquel que siempre ha estado a tu lado, aun sabiendo que lo volverás a ver es mucho más difícil, porque la espera se hace eterna mientras esperas a que regrese. Cosas así son normales, pero él siempre pensó que el día que tuviera que despedirse de él en el aeropuerto, para ver como se iba por los cielos, volando hacia uno de sus tantos sueños, no lloraría. No derramaría una sola lágrima. No extrañaría aquella mano que había sostenido la suya. Aquella sonrisa. Aquella compañía. Pensó que sería un pequeño viaje nada más, como si fueran vacaciones.
Pero...
Cuando sus cuerpos se estrecharon, cuando sintió su cercanía, cuando escucho las palabras: Te extrañaré... las lágrimas comenzaron a caer, una tras otra, y desesperado abrazó el cuerpo de su compañero, del viajero. No quería que se fuera. Estaba enojado, enojado con él porque se iba y lo dejaba. Y en un principio pensó que todo estaba bien, que aceptaba la idea de irse por un tiempo y dejar el grupo en reposo. Cuan equivocado estaba. Lo quería ahí, en su lugar, junto a él.
Entre sollozos y un abrazo desesperado, lo único que logró balbucear fue un: Quédate conmigo. Sintió como en los labios de su compañero, que estaban apoyados en su cuello, se formaba una sonrisa. "No me hagas esto", había murmurado. Su voz se quebró al final. También lloraba.
Y decir adiós costaba más de lo que había pensado.
-No me hagas esto... Ueda...